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El centro del ciclón – John C. Lilly
John C. Lilly
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El centro del ciclón – John C. Lilly
Agradecimientos
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El centro del ciclón – John C. Lilly
Prólogo
Con frecuencia se olvidan del antiguo símbolo del prenacimiento del mundo es un tonto, y que la
tontería, por ser un estado divino, no debe ser motivo de orgullo ni de vergüenza.
Desgraciadamente, tenemos hoy en día sistemas de educación que se han apartado tanto de la pura
verdad que nos enseñan a enorgullecernos de lo que sabemos ni a avergonzarnos de lo que ignoramos. Esto es
doblemente pernicioso. Lo que es, porque el orgullo es un pecado mortal mundo, y además porque enseñar el
orgullo en el conocimiento equivale a levantar una barrera eficaz contra cualquier avance en lo que ya sabemos,
dado que nos hace avergonzar de mirar más allá de los límites impuestos por la propia ignorancia.
Los secretos del ser se manifestarán, a toda persona dispuesta a penetrar con respecto en el reino
de su grande y universal ignorancia, y lo harán en la medida en que aquella se haya liberado de la vergüenza
natural y aprendida con respecto a su revelación.
Dadas las fuertes, y sin duda violentas, presiones sociales contra ello, pocas personas se han
mostrado dispuestas a seguir este sencillo y satisfactorio camino hacia la cordura. Y en una sociedad donde un
eminente psiquiatra puede anunciar que, si hubiese tenido ocasión, habría aplicado a Newton la terapéutica del
electroshock, ¿cómo se puede censurar en un a los que en tienen miedo de hacerlo?
Para llegar a la más simple verdad, como sabía y practicaba Newton, se necesitan años de
contemplación. No de actividad. No de razonamiento. No de cálculos. No de comportamiento frenético en ningún
aspecto. No de lectura. No de conversación. No de esfuerzos. No de reflexión. Sólo es llevar en la mente lo que
uno necesita saber. Y sin embargo, los que tienen el Valor para emprender este camino hacia el verdadero
descubrimiento, no reciben prácticamente orientación alguno sobre la manera de hacerlo, sino que son
activamente desalentados y tienen que actuar en secreto, simulando entregarse en diligentemente en áreas
frenéticas desviaciones y conformarse en con las entorpecedoras opiniones personales que le son continuamente
impuestas. En las circunstancias, los descubrimientos que cualquier persona es capaz de acometer representan
los puntos en que, frente a una psicosis inducida, ha regresado a la cordura por su propio como, vacilante y
exclusivo esfuerzo. Tal vez dolorosa e incluso peligrosamente. Pero, a fin de cuentas, habrá regresado a ella,
aunque sea furtivamente.
G. Spencer Brown
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Introducción
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Mis dos primeros viajes:
Exploración de los espacios LSD
Y proyecciones
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Ocurrieron las cosas acostumbradas, cosas que habían sido muy bien
descritas en la literatura, por Aldous Huxley y muchos otros. La súbita
agudización y mayor relieve de todos los colores y formas, la transparencia de
objetos reales, la naturaleza aparentemente viva de cosas materiales, todo
estuvo apareció inmediatamente.
Empecé a mirar la superficie de una mesa de mármol y vi que el dibujo
del mármol se hacía vivo, plástico, móvil. Me introduje en el dibujo y me
convertí en parte de él, viviendo y moviéndome dentro de él. Me convertí en
el mármol vivo.
Me tumbé en la cama, entre dos altavoces estereofónicos, y escuché
la novena sinfonía de Beethoven. La música penetró en mi interior y me
programó en una experiencia profundamente religiosa. Toda la experiencia
había sido programada y almacenada en mi primera juventud, cuando era
miembro de la iglesia católica, ayudaba a misa y creía, con todas las fuerzas de
los jóvenes, en todo lo que me enseñaban en la iglesia.
Con la música, me trasladé al cielo. Vi a Dios en un alto trono, como
un anciano gigantesco y sabio. Estaba rodeado de coros angélicos, de
querubines serafines, y los Santos desfilaban en continua procesión ante su
trono. Y yo estaba en aquel cielo, adorando a Dios, venerando a los ángeles y a
los Santos, en un total arrebato de éxtasis religioso.
Mi guía me dijo más tarde en que me había arrodillado en la cama y
miraba hacia lo alto, con las manos cruzadas en ademán de orar. Interiormente,
me arrodillada en el cielo, y veía, sentía y vivía toda la escena, más tarde
descubrí que todo esto había tenido lugar durante los dos primeros
movimientos y la mayor parte del coro de la sinfonía. Y en el coro angélico que
alababa y adoraba a Dios. Después, cuando las voces de sopranos hicieron
demasiado fuerte y estridentes, volví de aquel espacio y pedí que cesara la
música. Había sido demasiado, y yo estaba agotado. Había gastado mi caudal
de energía. Entonces me tendí en la cama y dormir un poco.
Durante la siesta, volví a centrarme en el espacio de la habitación. Me
desperté y me dirigí al cuarto de baño. Iba a cerrar la puerta para orinar, cuando
advertí de pronto en que este acto de cerrar la puerta del cuarto de baño era
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desde la fase primaria el propio efecto del LSD. Después de una sesión, se
dispone a un tiempo de tres días a una semana para absorberlo, “to gro kit in
fullness”, para convertirlo en parte de uno mismo. Durante el segundo día,
había que reducir al mínimo cualquier actividad. No deberían existir
responsabilidades ni compromisos, al objeto de poder absorber lo ocurrido
durante el estado de LSD.
En cierto sentido, una sesión de LSD podría llamarse metafóricamente
un periodo de “crisálida”. La oruga forma el capullo y, entonces, procede a su
reorganización total como ninfa. Solo después de un periodo de aparente
desorganización y reforma, puede formarse la mariposa. Ha pasado de una
existencia en la que se arrastraba por el suelo aun existencia de vuelo en el aire,
pero antes de poder volar ha tenido que secarse y dejar que sus alas se
formasen y extendiesen. La sesión de LSD es la de formación de la crisálida, el
periodo de desorganización organizada en que las cosas se mueven de un lado
a otro con una fluidez y una plasticidad que no se experimentan normalmente.
A menos que se imprima alguna dirección a este proceso de formación de
crisálida, no se puede estar seguro de si no seguirá siendo oruga al salir de él,
o será mariposa, o bien se habrá convertido en una monstruosa combinación
de ambas cosas.
En mi experiencia, el día siguiente a la sesión es tan importante como
la sesión misma. En este segundo día, es necesario un movimiento dirigido,
auto-disciplinado. Si se trata de una persona dispuesta a ello, lo mejor es que
permanezca sola. Si no es así, deberá estar con otros a los que quiera bien, que
quiera “de corazón”, que crean en ella, que deseen verla evolucionar y que
puedan ayudarla a esta evolución.
Posiblemente, lo es que el guía esté al alcance de uno, por si le
necesita en este segundo día para comentar con él puntos que uno quiera
discutir. Pero el guía no debe dirigir en estas circunstancias, sino que debe ser
uno mismo que dirija. El guía puede advertir, puede ser un “testigo fiel”* (*El
“testigo fiel” es un modo de funcionamiento del Biocomputador en el que el autometaprogramador
permanece desinteresado y objetivo, registrando todo lo que ocurre sin provocarlo ni censurarlo; más
tarde, el registro es producido exactamente a voluntad, sin provocación y sin censura. Todo el mundo
tiene un testigo fiel; algunos deben desenterrarlo), puede dar información sobre lo que
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literalmente de mi cuerpo y volé al cielo, tal como había deseado hacer y como
había hecho en mis estados oníricos de niño.
Seguí recordándome: “En la región de la mente, lo que uno cree que
es verdad, es verdad o se hace verdad dentro de unos límites que hay que
determinar experimentalmente”. Más tarde me daría cuenta de que lo límites
de las propias creencias marcan los límites de las experiencias. Y lo límites de la
propia imaginación creadora ¡Sea esto lo que fuere! Son una serie de creencias
que aún están por trascender. El proceso de aprendizaje se desarrolla en una
escala muy vasta.
En cuanto uno aprende sus propios límites, puede trascender esos
límites. Entonces, las propias creencias son más amplias y se forma una nueva
serie de límites con las nuevas creencias que están más allá. Las creencias
originales están incluidas como una subserie. Mi instrucción matemática en la
teoría de las series empezó a funcionar, y me di cuenta de que mi situación en
cada fase de mi vida había sido determinada por mis creencias en la respectiva
época. Cada serie de aquellas se convertía en una subserie de una serie mayor,
mientras yo avanzaba y aumenta mis conocimientos y mis experiencias.
Durante este segundo día, empecé súbitamente a recordar cosas que
habían ocurrido y que no había escrito antes. Por ejemplo, recuerdo haber
proyectado una cara sobre mi cuerpo en el espejo. Cuando uno ve esta
proyección “corporal” o de una cara sobre el cuerpo, advierte de pronto que
ya lo había hecho siendo niño. Si uno está de pie delante de un espejo grande,
de modo que pueda ver todo su cuerpo, se puede imaginar que no hay una
cabeza real en el espejo. Entonces, la cima de la cabeza “corporal” está en los
hombros, los pezones se convierten en los ojos; el ombligo, en la nariz, y el vello
del pubis, en la boca. En un varón, el pene es la lengua colgando de la boca; en
la mujer la lengua no asoma.
Una vez se ha visto esta cara, se puede proyectar toda clase de cosas
sobre ella. Puede parecer la cara de un idiota, si uno estima en poco su cuerpo.
Puede parecer una cara feliz, si uno está satisfecho con su cuerpo. Puede
parecer un animal en celo, si uno desprecia el propio sexo, pero está
sexualmente excitado.
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“más allá del bien y del mal”, mi “testigo fiel” se estaba desarrollando. Todos
tenemos dentro de nosotros un “testigo fiel” observador que percibe y registra,
fiel y objetivamente, lo que ocurre en realidad.
Mi situación elevada continuó por un periodo de dos semanas. Como
resultado de esta prolongada excitación, cometí otro error. En la euforia de
estos “tremendos descubrimientos” y con la arrebatadora confianza en mí
mismo que se desprendía de ella, caí en una de las trampas del LSD.
Tenía la impresión de que había dominado el conocimiento adquirido
durante mis experiencias con el LSD, pero, según resultó después, no tenía tal
dominio. Todavía había materiales malos que desbrozar, programas insensatos
que había en mi interior que debían ser sacados a la luz.
Después de este viaje, de esta sesión, hice, por primera vez, un viaje
verdadero a Hawái. Pase diez días allí, continuando a gran altura y
compartiendo mi recién adquirido conocimiento con mis amigos de Hawái. La
experiencia de las islas tropicales aumento mi elevación. Regresé
completamente preparado para un segundo viaje, pensando que mi elevación
continuaría y podría permanecer para siempre en el mismo nivel.
Emprendí mi segundo viaje con la misma guía, en otro lugar, dos
semanas después del primero. Las circunstancias no eran favorables como en
el primer experimento. Después de la segunda sesión, debía regresar a casa y
a una desgraciada situación familiar. Esto dominó la segunda sesión. Durante
toda ella, estuve preocupado por el problema que tenía con mi esposa. Paseaba
arriba y abajo por la habitación, culpándola primero a ella y después a mí
mismo, tratando de reformar su personalidad de acuerdo con líneas más
ideales. Al ver que yo tampoco alcanzaba mis ideales, bajé de mí altura durante
este viaje y me encontré en zonas muy viscosas, relacionada con mi actuación
en mis dos matrimonios y con mi familia de integración de la vida familiar en
mi vida profesional.
Así aprendí que las expectativas también conducen a la programación
de sesiones. Cuando uno busca la sesión con el propósito de hacer algo, puede
programarla hasta el punto de vivir algunas expectativas. En estas
circunstancias, el viaje puede ser un verdadero fracaso.
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Un “accidente” casi mortal:
“ningún experimento es un fracaso”
En el uso y el mal uso del LSD hay que tener en cuenta que, si uno tiene
programas auto-destructores, debe procurar estrictamente contar con una
guía y un consejo adecuados, antes, durante y después de las sesiones. Debido
a la calidad liberadora del periodo de “crisálida” causado por el LSD, se liberan
programas por debajo de los niveles de conciencia. En el estado normal de
conciencia hay contraprogramas mortales que trabajan contra aquellos. En el
estado LSD, se pierden las conexiones entre los programas que aseguran la
supervivencia del organismo.
Durante la segunda sesión de LSD, se habían liberado grandes
cantidades de dolor, de ira, de culpabilidad. Durante aquella sesión, había
conseguido romper mis lazos emocionales con mi esposa. Esto causó la
liberación de un programa mortal, aunque no lo advertí hasta después de
pronunciar mi discurso y apretar el botón del ascensor.
En las semanas que siguieron a mi salida del hospital, pude reconstruir
el periodo de amnesia y saber lo que había pasado. Por lo visto, había subido a
mi habitación del hotel, sintiéndome sumamente solo y dolorido, lleno de
remordimientos y presa de un programa que no reconocí. La sesión de LSD me
había hecho perder muchas defensas contra este programa en particular.
Me resisto a entrar en detalles de este episodio, porque, como dijo
Freud, “al llegar a cierto punto, uno debe ser discreto con sigo mismo (y con
sus amigos)”. Solo daré los detalles orgánicos biológicos, sin mencionar los
significados psicológicos personales, para demostrar como un programa
almacenado que se impone puede causar “un accidente”.
Al ponerme una inyección de antibiótico, inyecté “accidentalmente”
bajo mi piel una espuma procedente de un detergente. La jeringuilla contenía
un residuo de detergente que yo no había limpiado bien. De algún modo, las
burbujas se habían introducido a mi sistema circulatorio, habían pasado a los
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una cara borrosa detrás de ellos. Era la cara de la enfermera, y le dije, riendo
aliviado: “Parece usted una lechuza”.
“¿Ya ve usted?”, me preguntó. “sí”, le respondí, y ella salió y fue en
busca de uno de los médicos para que me examinara los ojos. Dentro de las
veinticuatro horas siguientes, recobré mi visión, casi totalmente intacta.
Solo había dos manchitas debajo de mi punto de fijación, una en cada
ojo, que persistieron. Sucesivas pruebas definieron estas dos lagunas en mi
campo visual y resultaron ser muy pequeñas. El oftalmólogo de servicio dijo
que podría remediarse en unas pocas semanas. Pero no fue así y, en los años
que siguieron, estas dos manchitas permanecieron continuamente para
recordarme los peligros que puede acarrear esta clase de experimentos.
Incluso hoy, después de cinco años, me resulta difícil leer columnas de
números. Las manchas están debajo de los puntos de fijación y no ve subir las
cifras al leerlas verticalmente. En cambio, puedo leerlas horizontalmente con
total facilidad.
Me dijeron que convenía una convalecencia de seis semanas sin leer
demasiado, dejando que mi sistema nervioso se recuperase completamente.
Un amigo me ofreció alojamiento en su casa durante algún tiempo. Fui al
campo y pasé las seis semanas siguientes recobrando fuerzas.
Durante este periodo de convalecencia, analicé lo que había pasado.
Recobré la mayoría de mis recuerdos y reconstruí la visión de mí mismo y mi
visión de donde quería ir.
Resultó que aquella experiencia de los guardianes era la cuarta vez
que se había producido. Con anterioridad, había abandonado tres veces mi
cuerpo, y siempre bajo amenaza de muerte.
La primera vez que pude recordar fue cuando tenía siete años y me
extirparon las amígdalas anestesiándome con éter. Estaba muy asustado
cuando me aplicaron el éter, e inmediatamente me encontré en un lugar con
dos ángeles, que me ampararon con sus alas y me consolaron. La forma
angélica era la proyección infantil sobre entes adecuados a un niño de siete
años educado en el seno de la iglesia católica.
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La segunda vez fue cuando tenía diez años y padecí una enfermedad,
posiblemente tuberculosis, que me debilitó mucho. Estuve en cama seis
semanas o más. Y cuando la habitación estaba en silencio y mi fiebre era alta
solía viajar por esta región.
La tercera vez fue cuando tenía veintidós años y me extrajeron las
cuatro muelas del juicio con anestesia local. Me asusté muchísimo al ver que el
dentista tenía un escoplo con el que me apuntaba directamente al cerebro. El
dolor y la imaginaria catástrofe que se produciría si aquel cincel resbalaba y
penetraba mi cerebro, me ocasionaron un shock primario. Sudé, palidecí y sentí
náuseas. El dentista lo advirtió y me dio óxido nitroso.
Bajo los efectos de óxido, entre en un espacio giratorio, en una
experiencia total en la que todo se arremolinaba. Giraban el sonido, la luz, mi
cuerpo y todo el universo. De pronto, pasé de aquel espacio a otro en el que
estaban los dos guardianes. En aquella ocasión me dijeron lo que iba a hacer, o
lo que debía hacer y no había hecho todavía. Cuando desperté de la anestesia,
me habían arrancado las muelas y sentí un inmenso alivio. Ahora sabía a donde
iba y lo que tenía que hacer. Fue cuando decidí que tenía que ingresar en la
facultad de medicina y aprender más sobre mi propia supervivencia y la del
prójimo.
Estos recuerdos que nacieron durante el largo periodo de autoanálisis
después del accidente, me mostraron la continuidad de este espacio, de estos
dos guardianes. Me di cuenta de que es un lugar al que probablemente pueden
ir otras personas, en circunstancias especiales. Durante aquellas semanas,
resolví volver a aquel lugar y tratar de hacerlo sin amenaza de muerte. Pensé y
en estados profundos de trance y en el empleo del LSD para alcanzar este nivel
de conciencia.
También reconstruí la manera en que había ocurrido el “accidente”.
Recordé que, durante la segunda guerra mundial, cuando investigaba la
formación, a grandes alturas, de burbujas que se introducen en la sangre,
descubrí que una espuma producida por un detergente puede ser mortal.
En aquella época estábamos tratando de descubrir el camino que
seguían las burbujas desde las piernas hasta los pulmones. Inyecté espuma en
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Retorno a los dos guías:
“depósito de agua más LSD”
pies en el suelo y ayudando a otros a hacer lo mismo, más que formar un grupo
que me venere. En el pasado, tuve periodos en los que deseé ejercitar mi
carisma personal para influir en otros. Esto me parece ahora un método poco
práctico, poco eficaz, de transmitir conocimiento y compresión. Uno puede
actuar mucho más eficazmente siendo lo que es, en vez de utilizar facultades
de seducción y persuasión para fomentar la ilusión de ser un “gran hombre”.
En vez de ser un gaitero de feria, prefiero ser un maestro eficaz para
aquellos que quieran comprender lo que tengo que enseñar. El gaitero pasma
y atrae a los niños del pueblo, y se los lleva sabe Dios a qué clase de misión. ¿Y
qué hacen estos niños cuando vuelven? No tienen conocimiento, no tienen
comprensión, no están centrados ni tocan sus pies en el suelo en el grado
necesario para seguir con el trabajo del mundo. Brillan estrellas en sus ojos,
tienen carisma. Pueden arrastrar a mucha gente en sus proyectos, pero, ¿Vale
la pena seguir estos proyectos?
Sí, hay escuelas esotéricas. Sí, hay gurúes eficaces. Pero yo apuesto
que estos hacen su trabajo sin bombos y platillos, sin buscar discípulos que
pregonen en su nombre desde los tejados. Evidentemente, estas escuelas no
estarían abiertas a cualquiera, tendrían “tapaderas” para disimular sus
operaciones reales. En otros casos, no podrían operar. Estarían atestadas de
hiper-entusiastas discípulos en potencia. Debieron enfrentarse hace ya tiempo
con el problema de selección de los discípulos, una selección minuciosa, sin
estruendo, sin publicidad.
Sin contacto directo con este tipo de escuelas, veamos lo que cabe
esperar, que haría tal escuela. Este puede ser por sí solo, útil ejercicio para
trazar el mapa de los propios espacios internos. Imaginemos lo que sería tener
la clase de ayuda que quisiéramos para trasladarnos a niveles más altos de
funcionamiento. Yo descubrí que esta meta-programación era una buena
ayuda para mi propia evolución.
Repetiré la cita: “Lo que se cree que es verdad, es verdad o se hace
verdad dentro de los límites a descubrir por la experiencia y la
experimentación. Estos límites son creencias que hay que trascender”.
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Si uno tenía la creencia de que sería sustituido, por otros seres, por
otros entes, por estados en los que perdería su control, ocurría así. Por
consiguiente, en los primeros viajes tenía que luchar con mi miedo a “perder el
control”.
Pronto descubrí que un poco de ansiedad es cosa buena. Si el miedo
aumentaba en aquellos extraños y maravillosos espacios hasta cierto nivel,
automáticamente yo volvía a mi cuerpo. El problema de la reentrada se resolvía
por el conocimiento o por la creencia básica de que, cuando tuviese demasiado
miedo, querría volver y volvería a mi cuerpo (véase el relato de R.A. Monroe,
citado en la bibliografía).
De aquí saqué dos postulados fundamentales para ulteriores viajes. El
primero es que el cuerpo puede cuidar de sí mismo, cuando uno lo abandona.
El segundo es que uno puede volver a su cuerpo cuando las cosas toman mal
cariz fuera de él. Más tarde descubrí que, al aumentar mi tolerancia al miedo,
podía permanecer más tiempo en aquellos espacios. También aprendí que no
tenía necesidad de volver a mi cuerpo en una situación de miedo intenso, sino
que podía capear el temporal y pasar a otro espacio sin regresar al espacio
corporal. Al mejorar mis dotes de navegante y de piloto, mejoró también mi
dominio sobre mí mismo. Así pude moverme empleando la energía del miedo,
convertida en otra clase de energía. Por último, pude eliminar el miedo como
necesidad y moverme sin él a través de los espacios. Nuevas motivaciones
sustituyeron a las antiguas fobias. Y fue posible la conversión de la energía
negativa en positiva.
En mi primer experimento con el LSD en el depósito de agua, el primer
espacio al que me trasladé era completamente negro, completamente
silencioso; era un espacio vacío en el que no había ningún cuerpo. La negrura
se extendía hasta el infinito en todas las direcciones. También el silencio se
extendía hasta el infinito en todas direcciones, y yo permanecía centrado en un
punto único de conciencia y de sentimiento. No había absolutamente nada en
el universo, salvo mi centro, salvo yo mismo, y la oscuridad y aquel profundo
silencio. En un estilo taquigráfico, lo llamé “el punto cero absoluto”. Éste se
convirtió en un punto de referencia al que podía volver si las cosas se ponían
demasiado caóticas o demasiado estimulantes en otros espacios. Era mi núcleo
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pasé a otro espacio que tuviese que ver con la jaqueca. Esta vez, el lado de mi
cabeza donde estaba el dolor presentó un “agujero”.
Este agujero estaba en la cara intermedia entre nuestro universo y
otro que contenía extrañas formas demoníacas que caían sobre mi cabeza
desde su universo. Chillé horrorizado al acercarse ellas e introducirse ellas en
mi cabeza. Durante el viaje LSD tuve un verdadero y horrible ataque de jaqueca,
al ser atacado por éstos demonios. Entré en un espacio de terror pánico. De
pronto me di cuenta donde estaba, y salí de allí y terminé todo el experimento
cerrando el agujero de aquel universo.
Entonces pasé por una larga secuencia en la que Dios (“allí afuera”)
me había dado la jaqueca como aviso contra los excesos, como advertencia de
que no debía excederme yendo más allá de lo prudente, como castigo por
haber pecado.
Después, todo se enlazó con mi sexualidad y pasé por largas
secuencias relacionadas con los castigos por no haber alcanzado la iluminación
espiritual y por haberme adentrado en el mundo animal del comercio sexual.
Esto me recordó enseguida mi primer viaje LSD, en el que había proyectado la
diosa y la hembra de gorila en el cuerpo de mi guía. Entonces pude ver la
irracionalidad de aquellos programas pasados. Me di cuenta de que eran
todavía activos, de que no podría borrarlos, pero si permitir su existencia. El
lado bueno de mi cabeza se llenó de alegría, de entusiasmo y de un nuevo
sentimiento.
Temporalmente liberado de este viejo estorbo, pude volver a mis
experimentos en el depósito de agua. Armado con mi nuevo conocimiento de
cómo navegar en éstos difíciles espacios, inicié una serie de ocho experimentos
relativos a unos espacios sobrehumanos y superiores al yo.
Uno de mis principales objetivos era volver al lugar donde había
estado con los dos guías, durante aquel coma en el hospital que me había
tenido a las puertas de la muerte. Entonces tenido que meterme en aquel
espacio lleno de angustia y miedo, con mucho dolor en mi cabeza. Ahora quería
ver si podía llegar al mismo espacio sin estar amenazado de muerte. Todas las
veces anteriores en las que había encontrado a los dos guías, me hallaba en un
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próxima misión es establecer contacto con otros semejantes a ti, que tengan
esta capacidad, y ayudarles y aprender de ellos la manera de llevar esta clase
de existencia. En tu planeta, hay algunos que son capaces de enseñarte y
también de aprender de ti. Hay niveles más allá de donde estás ahora y de
donde existimos nosotros, a los que puedes llegar con el trabajo adecuado.
“Así, como parte de tu misión, tienes que perfeccionar los medios de
comunicar, permaneciendo en tu cuerpo, con esta región, con este espacio,
con nosotros. Para conseguir estos resultados, hay otros medios, aparte de
LSD más la soledad. Hay otros medios distintos del miedo y el dolor.”
Me dieron muchas más informaciones adicionales, pero
imponiéndome silencio sobre ellas. Dijeron que las olvidaría al regresar a mi
cuerpo, hasta el momento que tuviese necesidad de ellas. Entonces estarían
allí y yo las utilizaría, “recordando” lo que me habían dicho.
Volví de este viaje completamente entusiasmado, sintiendo una
confianza extraordinaria y sabiendo exactamente lo que tenía que hacer, pero
había cierta tristeza en mi regreso, un poco de aflicción, porque sabía que aún
no estaba preparado para quedarme en aquella región. Pasé cinco días
estudiando lo que me habían dicho. Descubrí que el plan futuro de mi vida se
desplegaba de un modo completamente automático. Tenía que terminar el
trabajo con los delfines y ponerme a trabajar con los humanos. Para continuar
mi misión, tenía que eliminar otros obstáculos y descubrir algo más sobre mis
evasiones.
Entonces hice otros experimentos con LSD en el depósito de agua,
venciendo muchos de mis obstáculos y descubriendo más evasiones. Durante
estos experimentos, noté una especie de guía invisible que me decía lo que
tenía que hacer. Empecé a sentir la presencia de los guías, sin necesidad de ir a
sus espacios. En cada nuevo universo en el que penetraba, sentía su presencia,
que me protegía de los poderosos entes que habitaban aquellos otros espacios.
En el último experimento de esta serie, me fue mostrado todo el universo que
conocemos.
Estoy más allá de nuestra galaxia, más allá de las galaxias que
conocemos. Aparentemente, el tiempo se ha acelerado cien millones de veces.
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Siguiendo las instrucciones y
dejándome llevar por la corriente
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casa a orillas del mar. Parte de la casa estaría inundada, de modo que los
delfines pudieran entrar y participar en la vida familiar de dicha casa. Margaret
Howe (mi colaboradora) y yo llegamos a esta conclusión después de los
abnegados esfuerzos de comunicación hechos por ella en el laboratorio de los
delfines, en las inundadas estancias de St. Thomas.
El día en que me comunicaron esta decisión, y antes de que pudiera
transmitirla a mis colegas, uno de los delfines del laboratorio de Miami dejó de
comer. Al cabo de tres semanas, a pesar de los enérgicos tratamientos médicos
para hacerlo recobrar el apetito, la vida de este delfín se extinguió. Durante las
tres semanas siguientes, otros cuatro delfines se suicidaron negándose a comer
o a respirar. Antes de que pudiesen suicidarse los tres que quedaban, decidí
soltarlos.
Los soltamos a una dársena que comunicaba con el mar por un
estrecho canal. Suponíamos que el delfín más viejo de los tres tendría unos
cuarenta años; los otros dos eran muy jóvenes, de tres a cinco años. El viejo,
antes de permitir a los jóvenes hacerse a la mar, les obligó a dar vueltas por la
dársena manteniéndose sumergidos. Ellos trataban de saltar para mirar los
botes y responder a los hombres que les llamaban, pero el viejo sabía que esto
significaría su muerte en el mar. Hay mucha gente que lleva fusiles en sus
barcas y dispara contra los delfines que se empeñan en mostrarse. Esta tarea
exigió unas tres horas al viejo delfín. Cuando al fin hubo conseguido que los
jóvenes se mantuviesen sumergidos, los tres salieron al mar por el canal y no
volvimos a verlos.
Nosotros nos ocultamos detrás de una pared para que no pudiesen
vernos, pues de lo contrario habrían vuelto y se habrían quedado. Habíamos
decidido acabar, y nos ocultamos para ver lo que pasaba.
Los primitivos proyectos de nuestro laboratorio se habían montado
sobre la premisa fundamental de que, hasta que no demostrásemos
científicamente y con todo detalle la calidad y el tamaño del cerebro del delfín
a la comunidad científica, careceríamos de base para que otros aceptasen
nuestra creencia de que son seres sumamente desarrollados. Son comparables,
sino superiores a los humanos, en unos aspectos extraños y distintos. Yo había
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Este grupo era uno de los seis que estaban en los Estados Unidos
legalmente autorizados por varias agencias del gobierno para hacer
investigaciones sobre el LSD-25, dentro de cierto contexto de ilimitado.
El grupo de llevaba varios años trabajando con el LSD-25 para el
tratamiento del alcoholismo. Los del Sprint Grove State Hospital habían
seleccionado los peores casos de alcoholismo de la zona de Baltimore y los
habían tratado según los procedimientos que tan buenos resultados habían
dado a Humphrey Osmond y Abram Hofer en Sakatchewan, Canadá.
Dicho en pocas palabras, el método consistía en aplicar una
psicoterapia particular intensiva a cada paciente, una hora al día durante tres
semanas. Esto condujo a un experimento psicoterapéutico intensivo con LSD-
25, seguido de una psicoterapia continuada, durante una o dos semanas
después del experimento. La sesión propiamente dicha era de programación
de energía, y el psicoterapeuta hacia la programación. También se hacía un
empleo intensivo de la música durante la sesión.
Yo había observado varias de estas sesiones en película y en televisión.
Había leído todos los informes escritos por ellos sobre el tema y había
estudiado minuciosamente con ellos los resultados.
En General, los alcohólicos tan graves como los que había allí no
respondían a ningún tratamiento. Todos estos pacientes habían sido sometidos
a múltiples formas terapéuticas, y no habían renunciado al alcohol. Era
impresionante ver cómo, con un solo tratamiento de esta clase, se abstenía de
tomar alcohol durante periodos que oscilaban entre seis meses a cinco años.
El proyecto del experimento era tal que sólo se autorizaba un
tratamiento con LSD por paciente, y los resultados debían valorarse en un largo
periodo de tiempo. Para valorar científicamente si funcionaba o no el
tratamiento de inyección única, era necesario evitar la administración de un
segundo tratamiento durante el periodo de evaluación, que era al menos de
tres a cinco años.
Antes de la psicoterapia, y también en el periodo si siente a la
administración del LSD, se hacían extensas pruebas psicológicas.
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otro investigador científico maduro lo hará consigo mismo. Este punto de vista
fue observado por un Walter Reed en sus experimentos para averiguar la causa
de la fiebre amarilla. Es esta una tradición en la investigación científica y médica
que siguen los investigadores los maduros desde hace muchos años.
En tiempos recientes, esto ha sido muy comentado y regulado en los
institutos nacionales de salud y en sus subvenciones a las escuelas de medicina.
Prohíben el empleo de sujetos humanos hasta que un jurado competente
determina si puede o no hacer se los experimentos. Fue el tipo de restricción
que se impuso a los experimentos de psicoterapia a base del LSD en el Sprint
Grove State Hospital. El proyecto de los experimentos se exponía a varios
comités, que decidían autorizar o desautorizar al grupo que tenía que
realizarlos. Yo repase los proyectos del Sprint Grove State Hospital. En ningún
caso se proponía que los investigadores se sometiesen primeros al
procedimiento experimental.
Esta falta de compromiso que los investigadores en su propio estudio
científico, como primeros sujetos, procede de una niña de tradición distinta de
aquella en que yo me eduqué. La justificación de esta escuela opuesta es como
sigue. El paciente tiene una enfermedad, por ejemplo, cáncer. El investigador
no tiene esta enfermedad; por consiguiente, si uno ensaya un nuevo
procedimiento terapéutico para tratar de curar esta enfermedad, no puede
aplicarse lo él mismo, porque no padece la enfermedad a curar.
No estoy de acuerdo con este argumento. No hay que hacer a un
paciente lo que uno no quiere hacerse a sí mismo. Y uno no sabe si está o no
está dispuesto a hacerlo consigo mismo hasta el momento en que lo intenta.
Aunque uno no padezca la enfermedad, y sea cual fuere el procedimiento que
se propone utilizar, este no puede ser lo bastante prejudicial para impedir que
se lo aplique el mismo.
En los años sin cuenta empleé este argumento contra la aplicación de
electrodos al cerebro humano. Por mis estudios con animales sabía que, de
cualquier manera que se aplicasen los electrodos al cerebro, se le producía
alguna lección durante procedimiento de inserción. A menos que uno estuviese
dispuesto a soportar esta lección, insertando electrodos en el propio cerebro,
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quisimos; por consiguiente, tenemos una deuda con ellos. Cada una de estas
personas nos mostró cuál sería la reacción pública sido otro seguíamos un
camino parecido, y así pudimos evitar los escollos y continuar con el trabajo
hasta que la ley lo hizo imposible.
En lo que atañe a las elecciones cerebrales, tuve la impresión de que
no existían, como la tuvieron los otros que habían tomado el LSD. Replicaron
que no podíamos ver el daño de nuestros propios cerebros, pero pensamos
que esto eran tonterías producidas por el miedo, y lo mismo pensaron los que
nos examinaron para buscar las posibles lesiones cerebrales.
En cuanto los daños en los cromosomas, proyectamos experimentos
para ver si se había producido alguno. Los resultados fueron completamente
negativos. Aunque la evaluación de los daños fue realizada por un enemigo del
uso del LSD, no pudo encontrar ninguna lesión en los cromosomas producida
por éste. Y en lo que respecta a posibles daños sufridos por niños concebidos o
por madres embarazadas bajo los efectos del LSD, teníamos numerosos
ejemplos de personas que habían estado bajo tratamientos terapéuticos con el
LSD y que habían concebido y tenido hijos mientras tomaban este producto. Sé
que estos hijos son actualmente personas completamente normales. No
muestran señales de lesión alguna.
Recuerdo una historia publicada en aquella época en la revista
cavalier, cuando la controversia pública estaba en su punto culminante. Un
chico de largos cabellos contempla un rótulo y dice: “¡Si sólo pueden agarrarse
a esto!” el rótulo representa un adolescente con un gran anuncio que dice: “Él
LSD produce acné”.
En el auge del programa negativo nacional, el entusiasmo por
demostrar los daños causados por el LSD captó la imaginación de muchos
científicos, y éstos se empeñaron en probar los perjuicios, sin saber en realidad
lo que estaban haciendo. Minuciosas pruebas subsiguientes demostraron que
estas personas se habían dejado llevar por un entusiasmo excesivo y se
equivocaban de medio a medio en sus conclusiones. Si quieren ustedes
comprobar estos puntos, vean los artículos publicados en el grupo de
investigación del -LSD, del Sprint Grove State Hospital.
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Un viaje con guía al infierno
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coincidencia que él hubiese llegado a la misma conclusión que yo. Los guías
acababan de decirme que volviese al planeta de hiciese la sesión. Era el trabajo
que debía hacer, el trabajo en el lado del planeta. Entonces le conté la sesión
con Helen, y él dijo, en son de chanza: “Por favor, cuando llores quédate en tu
cuerpo y no lo hagas en mi casa. Tengo goteras en el techo de la cocina y, para
entrar, tengo que cerrar el agua. Tus litros de lágrimas serían demasiado para
mí techo”.
Entonces Helen se marchó, y al cabo de una hora llegó Sandy. Pasamos
las seis horas siguientes haciendo la preprogramación de la sesión de
entrenamiento. El me sondeó una y otra vez, sobre lo que quería hacer durante
la sesión, adonde quería ir, que parte de mi vida pasada quería escudriñar,
quien me disgustaba en la manera de llevar mi vida. Tratamos de descubrir que
dictados inconscientes, más que opciones conscientes, determinaban mis
acciones. Hicimos un examen prolongado, profundo de intensivo de mi vida.
El problema principal giraba alrededor de lo que llamábamos mi
“ordenador de acero inoxidable”. Este operaba sin amor, de una manera
fríamente lógica y racional, sin esperanza y sin compromiso con una mujer
amada. Yo buscaba frenéticamente una, arrastrado por alguna motivación
inconsciente. No había gozo bastante en mi vida, ni suficiente humor
consciente. Estos eran dos puntos primordiales, sobre los que necesitaba
sumirme en regiones muy profundas. En esta particular sesión de
entrenamiento, yo no debía salir de mi cuerpo y marchar a espacios remotos,
sino que debía permanecer dentro del planeta y viajar con mis disgustos a
cuestas. No debía viajar a lugares lejanos como evasión para no realizar este
examen.
En esta sesión de preprogramación, Sandy me apretó de firme, como
solía hacer con sus pacientes alcohólicos. Cada vez que sentía que yo me evadía
como soslayada un tema desagradable, me lanzaba de cabeza en medio de
este. Se introdujo detrás de mis defensas y me convenció de que era
importante profundizar detrás de aquellas.
La habitación en la que íbamos a trabajar estaba montada de manera
que podía tenderme en el suelo, sobre una cómoda alfombra, entre dos
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grandes altavoces. Seleccioné los discos que quería que Sandy tocase mientras
yo estuviese bajo la influencia del LSD, y los apilé y cuidadosamente al lado del
tocadiscos. La habitación había sido preparada de antemano, con alfombras
colgadas en las paredes para absorber el sonido, para evitar el eco y para
impedir el paso a cualquier luz del exterior, si la había. Para iluminar la
habitación, había una sola lámpara de pie. Habíamos procurado que en medio
distrajese lo menos posible la atención.
En esta sesión debía yo aprender cosas que no había aprendido en las
series de experimentos de 1964-1966, en las Islas Vírgenes, aunque había de
tardar unos dos años (1970) en comprender plenamente las implicaciones de
lo que ocurrió en esta sesión.
Habíamos convenido de antemano en emplear una técnica de dosis
dividida: 100 microgramos y, una hora más tarde, 200 microgramos. El LSD era
Sandoz puro.
Durante la primera hora, con los 100 microgramos, seguimos
trabajando en la preprogramación, y cuando empezaron a hacer efecto los 200
microgramos me tendí en el suelo, entre los altavoces, para escuchar la música.
El volumen de ésta era muy elevado.
De pronto, me vi precipitado en lo que más tarde llamé el “ordenador
cósmico”. Yo no era más que un pequeño programa en el enorme ordenador
de alguien diferente. En este ordenador, había tremendas energías. Fantásticas
corrientes de energía y de información pasaban a través de mí. Nada tenía
sentido. Estaba envuelto en un terror y un pánico totales.
Estaba siendo programado por otros programas insensatos por
encima de mí, y había otros encima de estos. Yo programaba programas más
pequeños por debajo de mí. La información que recibía no tenía sentido. Yo no
tenía sentido. Todo este ordenador era resultado de una danza insensata de
ciertas clases de átomos en cierto lugar del universo, estimulados y empujados
por energías organizadas pero que nada significaban.
Viajé a través del ordenador como un programa que flotase entre
otros programas. Llegué hasta sus límites extremos exteriores. En todas partes
encontraba entes como yo, que eran programas esclavizados en esta enorme
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podía conseguir que la gente hiciese cosas que antes no se atrevería a hacer, y
que las hiciese con mucha rapidez para realizar una mayor libertad humana.
Por ejemplo, estábamos todos de pie en una habitación bastante
pequeña de Esalen, a la que llamaban Maslow. Había allí sesenta personas
bastante apretadas. Bill pronunció una tranquila charla de ocho minutos,
terminada la cual todo los que estábamos en la habitación, menos dos mujeres,
nos quitamos toda la ropa.
Una de las mujeres vestidas, que estaba cerca de mí, me dijo: ¿qué
debo hacer? ¿cómo puedo quitarme la ropa? Yo le dije en voz baja: “quítesela”,
y ella lo hizo. La sencillez y la tranquilidad de mi instrucción parecieron liberarla
de su resistencia anterior. Mientras tanto, la otra mujer armó mucho jaleo,
pero acabó también quitándose la ropa. Entonces, anduvimos de un lado a
otro, y nos miramos y nos tocamos, acostumbrándonos gradualmente a la
desnudez.
En mis previos viajes a Esalen había estado expuesto a la desnudez en
los baños, y no era particularmente reacio quitarme la ropa en aquellas
circunstancias. Hacía tiempo que había aprendido la lección de que los grupos
de personas desnudas daban muestra de una ética y de una cortesía
probablemente mayores y más restrictivas que cuando iban vestidas. También
había aprendido que, prácticamente, todo el mundo tiene conciencia de su
cuerpo, y que la mayoría no están satisfechos de su aspecto. Yo no era una
excepción.
Durante la semana siguiente asistió un seminario dirigido por Steve
Stroud con John Heider (dos jefes de grupo). Steve dirigía un grupo de
encuentro muy intensivo. Era mi primera participación en un encuentro a nivel
de alta energía. Saltaba a la vista que Steve no creía en las prolijas discusiones
verbales (“machacar la cabeza”). Creía, si, en el empleo de la comunicación no
verbal a alto nivel emocional. En otro momento, durante la semana, aprendí
otra lección fundamental.
En el grupo estaba el Hermano de Steve, Bill, que acababa de regresar
de Vietnam. Había un poco de rivalidad entre Bill y Steve, sobre cuál de los dos
debía dirigir el seminario. La semana anterior, Bill había terminado un
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seminario con John Heider. Bill trataba de emplear las técnicas de Heider en el
seminario de Stroud, y en definitiva esto llevó a Steve a interpelar a Bill sobre
quién era el director.
Durante la subsiguiente discusión, un joven luchador de Cornell
participó en la disputa de Bill y Steve. Por fin resolvieron dirimir la cuestión
luchando entre ellos; primero Bill y Steve, y el que ganase pelearía contra el
luchador de Cornell. Llegados a este punto me impacienté un poco, y al mismo
tiempo me excité ligeramente y les grité: “¡cuando hayáis decidido quién es el
campeón de la lucha, tal vez podremos empezar nuestro trabajo!” Steve
respondió inmediatamente: “¡Ah! Esto quiere decir que también tú tienes que
luchar”. Me negué con vehemencia, pero ellos insistieron. Bill y Steve
celebraron su combate, y cuando el joven luchador venció a Steve, llegó mi
turno. Tenía que combatir contra luchador de Cornell.
Estaba muy asustado. En el fondo tenía tanto miedo de matar como
de que me matasen. Mi reacción ante la situación reveló la fijación que llevaba
desde la infancia. Tenía miedo de enfurecerme, de introducirme en el espacio
de la ira, el rojo espacio del furor.
Cuando tenía ocho años, mi Hermano mayor me había provocado. En
realidad, nos habíamos provocado mutuamente, hasta que yo llegue al rojo
espacio de la ira. Le arrojé con un cañón de juguete, que pasó rozando su
cabeza de pronto me di cuenta de que había intentado matarle, y sí es cañón
si hubiese desviado un par de centímetros tal vez lo habría hecho. En aquel
momento en resolví no volver a perder nunca más los estribos. El ordenador se
volvió a fijarse contra este espacio prohibido de furor.
Procedimos a la lucha con todos los minuciosos cuidados establecidos
en los grupos de Steve: sobre una esterilla, con personas colocadas entre
nosotros y las ventanas, las paredes y las puertas para que no pudiésemos
hacernos daño manteniéndonos de rodillas, nunca de pie, y sin emplear los
puños. Convinimos en seguir las reglas. Antes de empezar, Steve preguntó a
cada uno de nosotros lo que podía dar a su adversario en este combate. Yo dije
que podría darle un poco de comprensión y de prudencia al más joven, y él dijo
que podía darme juventud y fuerza. Y empezamos el combate.
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pudo. “Por lo visto tiene que asustarse para hacer esto”, le dije. Ésta era la
clave.
Conseguí asustarla lo bastante para que pudiese hacerlo. Mientras
estaba en trance, le sugerí que había otras maneras de emplear su miedo y su
furia. Le hablé mientras estaba en su pequeño lugar gris y ella confío en mí.
Dispusimos una serie de peldaños fuera de su pequeño lugar gris; diez
peldaños, mejor que un gran salto. “Cuando salga del trance –le dije-, subir a
los peldaños hacia la realidad convencional acostumbrada. Durante el camino,
habrá una excursión al universo y descubrir a lo que hay en todos estos otros
peldaños.”
Ella accedió y empezó a subir. Permaneció fuera de su cuerpo, viajó al
universo, volvió a este planeta y regresó a los baños y a su cuerpo. Repetimos
esto o varias veces y ella bajo los peldaños y volvió a subir los varias veces.
Todo esto duró unos tres días. El cuarto día, hallándose de nuevo con
el grupo, se enfadó con un hombretón muy refinado, que se negaba a moverse.
Su enojo creció hasta el punto de que la mujer cruzó corriendo la habitación y
le dio con la cabeza en el estómago, derribándolo. Entonces se quedó junto a
él, consolándole, cuidando de él y trabajando de firme con el resto del grupo
para lograr que se moviese. El hecho de emplear su energía del miedo y su
energía de ira, y de hacer después un trabajo eficaz con una persona, en vez de
ponerse en trance y salir de su cuerpo, representó un gran avance para ella.
Durante aquellas semanas descubrimos otras dos personas que hacían cosas
parecidas en situaciones amenazadoras. Por lo visto, sumirse en trance para
escapar a las consecuencias de lo que ocurre en el exterior es una reacción
civilizada y bastante común ante la ira o el miedo.
Durante la semana que siguió al grupo de encuentro de Stroud,
participe en una sesión de terapia Gestalt con Fritz Perls. Fritzs era iniciador y
veterano maestro de terapéutica Gestalt. Los miembros del grupo con el que
trabajaba se sentaba en sendas sillas alrededor de la estancia. Al lado de Fritzs
había una silla llamada “asiento caliente”. Si uno quería “trabajar con él”, debía
sentarse en aquella silla. Yo, antes de intentarlo, observé a algunos de los más
experimentados y vi lo que pasaba cuando se sentaban en la silla. Empecé a ver
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público lo que querría se hacerle”. Levante las manos sobre la cabeza, cerré los
puños y los descargue sobre mi público con furia y satisfacción extraordinarias.
Fritzs observó todo esto. “¿cómo te sientes?”, me pregunto. Y yo respondí:
“Magníficamente”.
Él me dijo entonces: “Ahora ve a los del grupo y di a cada uno lo que
quieras realmente decirle”. Así lo hice, y di a cada cual un mensaje muy
personal y muy exacto sobre nuestra relación, lo cual me libero completamente
de mi público durante un tiempo.
Unos días más tarde es volví a la “silla caliente”, esta vez para tratar la
muerte de mi Madre. Era un asunto sin terminar que me causaba constantes
inquietudes, debidas a un sentimiento de culpabilidad sobre su muerte, que
giraba por debajo de mis niveles de consciencia. Había luchado siete años para
conservar su vida, hasta que al fin el cáncer le produjo la muerte por asfixia y
yo me culpe de haberla mantenido viva durante tanto tiempo por medios
artificiales.
Me senté en la silla caliente, y Fritzs me dijo: ”Bueno, vuelve a la
muerte de tu Madre”. Volví a aquel día particular y oí cómo se moría; me asusté
mucho y volví al grupo. Fritzs dijo: “Vuelve allá”. Volvía tras y pasé de nuevo por
el miedo, el dolor y la culpa, relacionada con los médicos y con mi propia
participación. Examine cuidadosamente toda la grabación relacionada con la
muerte de mi Madre. Lloré. Sentí mucho miedo, pánico, y volví a llorar de dolor.
Fritzs me hizo pasar trece veces por todo esto y, por último, dijo: “Está bien,
aún no has terminado con esto, pero has hecho ya lo más importante”. Y me
sacó de la silla caliente.
Pasé un total de dos semanas y un fin de semana en aquéllos
seminarios y aprendí mucho acerca de mí mismo, de los otros y de la técnica
de Fritzs. Me impresionó el hecho de que esté pudiese situarse en el lugar de
uno y programarle para que se adentrase más en el espacio en el que era reacio
a penetrar. Descubrí que, cuando uno estaba dispuesto a dejarse programar y
marchar a dondequiera que fuese, Fritzs se sentía contentos y uno hacía
progresos.
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Después, me sometí a Ida Rolf durante una semana. Recibí mis tres
primeras horas del llamado “Rolfing”. Ida ha elaborado, durante un periodo de
más de cuarenta años, una técnica de trabajar los músculos profundos, las
aponeurosis y las articulaciones, de manera que se restaura la integración
estructural del cuerpo. Uno se pone de pie, camina y hace correctamente otras
cosas, tal como las hacía de chico, antes de que el trauma estropease la línea
del cuerpo. Ida libera el cuerpo, estirando la aponeurosis alrededor de los
músculos. Esto produce dolor, si uno se resiste a lo que ella hace o si son los
propios músculos los que ofrecen resistencia.
Durante la primera hora en que ella trabajó en mi hecho, opuse
resistencia y experimenté intenso dolor. La vi como una bruja, con alto un
sombrero negro y colmillos de animal. Se lo dije y ella me respondió: “No soy
más que una amable anciana de cabellos grises. El dolor es cosa tuya. Yo uno
causó el dolor. Lo causas tu”.
Durante aquellas semanas aprendí la manera de dominar la energía
en posiciones musculares que mantienen el cuerpo en ciertas actitudes
definidas como resultado de un trauma de la infancia, y que funcionan con
feedback cerebral repetido durante años.
Por ejemplo, ella trabajaba en mi hombro izquierdo, y de pronto yo
me veía a mis dos años y medio arrastrado por el prado por mi perro favorito,
que me había agarrado el hombro izquierdo con los dientes. Yo sentía miedo y
rabia, y tenía la impresión de haber sido presionado por mi perro predilecto.
De pronto, y ya como adulto, podía aterran la escena más completa y saber que
el perro me había arrastrado para alejarme de un muro del cual estuve a punto
de caer me. Entonces pude perdonar al perro y aceptar el dolor, y al seguir ella
trabajando en mi hombro ya no me dolió.
Así comprendí que la biocomputadora humana incluye los sistemas
musculares, y que la manera de ser gobernados por pautas del sistema nervioso
central es una función de fijación en la infancia. El trauma hace que se oculten
sus causas, estableciendo así un registro en el sistema nervioso central, que
sigue es siempre la actividad hasta que es roto, ya porque el extremo del
cerebro, y ya por el del músculo.
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Cuando Ida realizar este trabajo, busca los músculos que están tensos
y los aprieta con fuerza, estirando la aponeurosis. Esto produce dolor, que
entonces le organice sistema nervioso central para aquella zona, rompiendo así
el enlace. Sentí un intenso alivio cuando se aflojó la tensión de mi hombro
izquierdo, tensión que ni siquiera sabía que tuviese.
Ida demostró que tenía vista, un sistema sensitivo te reconocimiento,
para los indicios de trauma. Podía mirar el cuerpo de cualquiera y palpar lo y
decidí inmediatamente donde estaban aquellos puntos y aquellos sistemas. De
pronto empecé a darme cuenta de que uno no debía hacerse necesariamente
viejo y volverse artrítico; de que, con Rolfing, podía conservar la juventud. En
aquella época, Fritzs Perls, a sus sesenta y cinco años, se había sometido a sin
cuenta horas de Rolfing y lo demostraba en su andadura juvenil y ágil.
Gracias al Rolfing, descubrí también otras importantes propiedades de
la biocomputadora humana. Cuando tenía 21 años, estaba en los bosques
próximos a Klamath Falls, Oregon, trabajando con un equipo de topógrafos. Yo
dirigía a los que cortaban los matorrales. Al abrir un sendero para el equipo a
través de un fangal, ni hacha resbaló sobre una raíz húmeda y le produjo un
corte profundo en un pie. Yo no sabía que me había cortado. Cuando vi la
sangre que tenía las hojas del suelo, pensé que había herido al perrito del jefe
del equipo. No podía ver mi piel. No sentía dolor, pero de pronto me di cuenta
de que me había herido. Me tumbé en el suelo, levanté la pierna en el aire y
grité, llamando al personal. Acudieron y me llevaron al hospital, donde los
médicos suturaron el corte en múltiples capas. La herida se infectó y tuve que
permanecer dos se días hospitalizado.
Durante la semana de Rolfing, Peter Melchior empezó a trabajar en mi
pie y descubrió la cicatriz. De advertir que era una zona peculiar de mi piel
donde las fibras nerviosas crecían de un modo especial y que era sumamente
sensible. Él dijo: “Está bien”, y continuó su trabajo con mucho cuidado.
Estábamos trabajando en una habitación situada sobre un risco que dominaba
el océano pacífico. En el momento en que Peter empezaba a pasar los dedos
por la cicatriz de pie, un reactor paso sobre el acantilado. El ruido del reactor
paso de mi pie a mi cabeza en el instante en que Peter reseguía mi cicatriz y
esta hacía un fantástico desprendimiento de energía. El ruido el reactor llevó
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Otra visión del misticismo
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antiguo “visto” era uno de una serie de programas. Había alguna superposición
de conceptos, pero el nuevo concepto incluía más cosas que el antiguo. Lo
programado y el propio proceso de programación no estaban representados
en las formas de Patanjali. Otras meditaciones de otros escritores, tales como
“observar el paso de los propios pensamientos, se observará el proceso de
pensar y observar al pensador”, se aproximarían más, aunque de modo
incompleto, al nuevo punto de vista. El concepto de programación
(metaprogramación) es un punto de vista mucho más poderoso que cualquiera
de los antiguos. Tiene la ventaja de poder construirse en modernos
ordenadores para un ulterior estudio. También puede enseñar se fácilmente a
quienes sepan algo de ordenadores y de su programación.
Tras haber participado en varios seminarios y dirigido otros, empecé a
escribir una serie de metaprogramas en verso libre, que resumían donde
estaba yo en aquel momento y donde quería estar en el futuro. Los dicte al pie
de un monte que dominaba Gorda Ranch, una mañana temprano, después de
la aurora, mientras los pájaros cantaban en aquel inspirador lugar de Big Sur.
En el resto de este capítulo se consignan los metaprogramas del verano de
1969.
Sobre montañas y toperas
Donde hay una montaña tiene que haber
Una topera, en alguna parte.
John Hammontree, de Big Sur
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Inspección de expectativas
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Creer en algo
Desde donde está uno ahora, uno cree que puede llegar a creer en
algo de alguna manera, por algún cambio o programa.
Sí se ve que la manera, el cambio o el programa incluye cambios en el
yo, ahí la nueva creencia de que uno puede cambiar. Uno cambia para creer en
algo.
La búsqueda de este algo no puede hacerse antes de creer que existe
algo. Algo en lo que creer. El algo en lo que creer es, en cierto modo, más
grande que el yo actual de uno. Este algo puede ser el futuro yo, cambiado.
Puede ser algo, o alguien humano fuera de uno mismo. Puede ser algo
allá fuera, entre los planetas, las estrellas. Puede ser algo en cualquier parte…
dentro y fuera. Algo mucho más allá del Hombre. Algo de lo que se aprende y
con lo que se comunica. Creer en algo concentrado, deliberado, determinado
es difícil. Una vez que se cree en algo más allá de uno mismo, resulta más fácil.
Bhakti Karma
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Jnana – Etapa I
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Jnana - Etapa II
Yo soy tú, tú mueres yo, nosotros somos uno. Yo me amo, te amo, amo
al Uno.
Tutea más, me amas, a más al Uno.
El Uno nos ama.
Jnana - Etapa II I
Yo soy ellos, tú eres ellos, yo, tu, ellos, somos Uno. Yo les amo, te amo,
amo al Uno.
Tú les amas, me amas, te amas, amas al Uno.
El Uno ama a todos.
Jnana - Etapa IV
Tú eres yo, ellos son yo, ellos, tú, yo, somos Uno. Yo les amo, te amo,
amo al Uno.
Tú les amas, me amas, te amas, amas al Uno.
El Uno les ama, nos ama.
El Uno es amor.
Al principio, los límites de uno son fijados por la creencia “Yo estoy
centrado en mi cerebro físico”. (Lo que uno cree que es verdad, es verdad o se
hace verdad al principio dentro del límite a descubrir experimentalmente. Estos
propios límites son creencias que hay que trascender.)
Yo no estoy limitado por los sentidos físicos conocidos, por señales
físicas conocidas enviadas-recibidas por mi cerebro. (trascendidos, estos
límites se dejan atrás. Yo envío-recibo mensajes por medios desconocidos de
entes desconocidos más grandes que yo.)
Más allá de la trascendencia hay una variedad infinita de
desconocidos. (Yo me traslado desde mi cerebro a otros universos o espacios,
a otros estados del ser. Una vez vividos, estos desconocidos dejan de ser
desconocidos.)
En los otros universos y espacios, los otros estados del ser son
maestros, guardianes. (Más allá de estos desconocidos, ahora conocidos, está
toda la verdad completa.)
Los guardianes-maestros me advierten, me ayudan a estar alerta y me
ayudan a experimentar, cuando estoy dispuesto, realidades más allá de la
creencia, más allá de la prueba, más allá de la demostración, más allá de la
teoría, más allá de la imaginación. (Más allá de esta verdad, total y completa,
hay desconocidos.)
Los maestros de los maestros se encargan de mis lecciones, (Nuevos
desconocidos se hacen conocidos. El ciclo se repite. Enseñados, estos
desconocidos son trascendidos.)
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El Guyatri Mantra
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Más misticismo: Mentaciones
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Seminario de grupo en Kairos
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I are fusing” (su Madre y yo nos fundimos), evitando la fusión con la propia
Madre y fusionándose, en cambio, con la Madre de otra persona.
Se empleó el concepto de la Madre tierra. Parecía más seguro fundirse
con la Madre tierra que con la propia Madre. Algunos se fundieron con la
Madre cósmica y se quedarán extasiados.
Algunas personas del grupo transformaron la frase “Deeper and
deeper mother and I are fusing” en una razón social, “Deeper and deeper
mother and I”, en la que la persona se fundía con una entidad corporativa.
Gracias a esto o fueron capaces de “fundirse” con la Madre biológica y gozar
profundamente de la experiencia. Lo que se fundieron realmente con la Madre
biológica fueron uno con su Madre real, dándose cuenta de que la llevaban en
su cabeza y que ya no era la Madre exterior real, sino su propio concepto de su
Madre, el cual habían negado hasta aquel momento.
Cada vez más miembros del grupo vieron la finalidad de este ejercicio,
se dieron cuenta de que tenían conflictos internos y comprendieron que tenían
que luchar contra ellos y resolverlos. Encontraron mucha seguridad en las
discusiones de grupo, al revelar estos peculiarísimos programas interiores que
chocaban entre sí. Empleando esta técnica, pudieron ver sistemas de control
muy independientes, enterrados en su ordenador, que a veces se imponían sin
pedirles permiso.
Al empezar cada individuo a revelar los procesos de su propio
ordenador, en colaboración con el grupo, cada cual se entrelazó con los demás
presentes y compartió datos operacionales sobre la manera de operar su
biocomputadora con otras personas. La estructura de estos procesos empezó
a aclararse. Casi automáticamente, uno se sentía unido a los otros miembros
del grupo y compartía más cosas con ellos.
Es necesario que una clase de metaprogramas se desarrolle en el
grupo como totalidad, como preparación de un avance hacia el súper-yo. Uno
debe ser capaz de refundir sus propias presunciones básicas en una serie más
abierta de presunciones, una serie que no le prohíba pasar a nuevos espacios.
Yo continúe la exposición de mis conceptos sobre la biocomputadora
humana y su manera de funcionar, incluido los niveles del Super-yo y de las
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Creencias ilimitadas
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Ritmo de grupo y resonancia de grupo
En el seminario de Kairos
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en cara y cuerpo. Hay la economía del experto del movimiento, del empleo de
su energía, en el ejercicio facial y corporal.
Tiene una calma, un relajamiento meditativo del que derivan sus
movimientos. Su manera de hablar es igualmente eficaz y tiene su origen en un
centro unificado interior, que refleja el centro consciente exterior del oyente.
Al observar sus conversaciones con otras personas vi que se
acomodaba visiblemente a lo que era cada cual, y que empleaba el lenguaje, el
tono y el contenido más adecuado a las necesidades particulares de aquellas
personas. En la mayoría de sus comunicaciones expresa el lado positivo,
encontrando lo positivo dentro o detrás de lo negativo. Muchas veces me
demostró que mis experiencias más negativas (a mi modo de ver) eran ayudas
necesarias de enseñanza y, por lo tanto, positivas. Y muchas veces me mostró
que mi punto de vista negativo temporal no éramos más que esto: una creación
propia sin necesaria realidad objetiva.
Experiencias como éstas con Oscar me revelaron la utilidad de su tesis
fundamental: la consecución de estados deseables de conciencia, son en parte,
cuestión de técnica, empíricamente probada y demostrada por experiencia
propia.
En una ocasión, me inició en un ejercicio de doble fijación de mirada,
que es una poderosa técnica de programación interpersonal. Sentada e
inmóvil, cada una de las dos personas mira a los ojos de la otra. Al cabo de un
tiempo, de diez minutos a una hora, ocurren muchas cosas en la propia
percepción, en el propio sentimiento, en el propio ser.
En el primer experimento de esta técnica con Oscar tuve la impresión
de revivir con él pasadas experiencias vitales, a lo largo de decenas de vidas en
diversas partes del planeta, incluido has China, Arabia, la primitiva Europa.
También estuve en espacios donde reinaba una inmensa Paz, una gran quietud
y una luz dorada. Con Oscar, todas estas experiencias resultaban familiares,
seguras y remuneradoras.
Pasé mucho tiempo con Steve Stroud y Linda, y con Bob Jolly y Nancy,
que estudiaban con Oscar. Este les había dicho que podían hablarme de todo
lo que estaban haciendo. En cambio, le pidió que no trasmitirse su información
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El centro del ciclón – John C. Lilly
al grupo de los Estados Unidos que iba a llegar. Estaba experimentando con
estas iv personas para descubrir que partes de su enseñanza les eran aplicables.
En cierto modo, los empleaba como conejillos de indias, como muestra de
norteamericanos y para saber lo que requería nuestro adiestramiento.
Me hicieron una exhibición de gimnasia y de los ejercicios físicos
especiales que estaban haciendo. Me enseñaron algunos cánticos y mantras, y
me hablaron de sus contactos con Oscar. En aquella época, Oscar hacía mucho
trabajo individual. Cada estudiante llevaba un magnetófono y registraba todo
lo que se decía en cada sesión. Estaban realizando un plan de trabajo
extraordinariamente intensivo.
Empezaban a las ocho de la mañana y terminaban sus deberes
escolares aproximadamente a medianoche. Tenían que hacer turnos para
diversas labores de la casa, tales como comprar comida en los establecimientos
de comestibles y cocinar los alimentos. Eran sus únicos ratos libres. También
me hablaron de los ejercicios de sobremesa, llamados “Pampas”, que se hacían
los domingos.
Durante aquella semana, resolví volver en julio. Dejé buena parte del
material de estudio para cuando empezase el curso del mes de julio. No sabía
qué parte de lo que había aprendido este grupo de ensayo de iv personas sería
empleada por Oscar con el nuevo grupo; por consiguiente, considere prudente
no anticiparme.
Continuando mi contacto personal con Oscar, le hable de mis
anteriores contactos con los dos guías a las puertas de la muerte, y de los
espacios en los que había estado con ayuda del LSD. Actos le conté mixto
infantil en el seno de la iglesia católica y de las experiencias visionarias de mi
juventud.
Oscar confirmó las partes de cada experiencia que yo había tenido la
impresión de que eran esenciales y reales. Eran partes reales de mí, realidades
que yo había explorado fuera de mí mismo, espero que estaban visiblemente
dentro de mí, en lo que Sidney Cohen llamaba “el más allá interior”. Después
de hacer a Oscar una exposición detallada de mi experiencia del ordenador
cósmico (véase capítulo 5), me dijo: “Has quemado una cantidad enorme de
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El centro del ciclón – John C. Lilly
karma* con esta experiencia. (* quemar karma es adquirir conciencia de las consecuencias de
las acciones pasadas, sin vergüenza, sin miedo, enojo o censura.) Esta es la manera de quemar
karma entre aquellos que pueden hacerlo sin quemar su conexión con la
Esencia. Tienes que haber recibido ayuda de otros niveles para haber sido
capaces de realizar esta experiencia”. Algunas escuelas esotéricas emplean esa
técnica con raros individuos, pero no recomienda su uso en general.
Confirme el hecho de que había recibido ayuda de otros niveles.
Mención en los dos guías y la programación de Elena Bonnie para llegar hasta
los dos guías en aquel experimento. También vi, de manera bastante
inequívoca, caminos por los cuales habría podido extraviar me en el
experimento de la computadora cósmica. En cualquier momento, habría
podido cancelar la experiencia, empleé este guardarla en la memoria, porque
era demasiado dolorosa. Según la tradición esotérica, esto habría sido mala
cosa por qué habría pasado por la experiencia sin aprovecharme de ella, sin el
necesario esfuerzo negativo que traía consigo para mí.
Para quemar karma, uno debe estar completamente despierto, con
independencia de lo que le sucede. En ningún momento, durante una
experiencia negativa o positiva de alto nivel de energía, puede uno permitirse
apagar su propia conciencia. Si uno pasa por una experiencia puramente
negativa, hay que permitir que la extrema emoción negativa se grave en su
espacio negativo, a fin de que el auto-metaprogramador no vuelva allí. Sólo las
más puras experiencias negativas valen la pena de ser grabadas como rótulos
indicadores de que es necesario evitar completamente aquel espacio en el
futuro. Gracias a la pura experiencia grabada en la memoria, en cuanto esté
espacio negativo empieza a operar dentro de uno, se puede hacer lo necesario
para pasar a un espacio positivo o neutro.
Así vi, con Oscar, que el karma ardiendo consciente, al menos en parte,
en fijar en la memoria ciertas clases de experiencias con fuerte signo negativo,
para evitar su repetición. Dicho más sencillamente, si uno quiere permanecer
en espacios positivos, debe tener, dentro de su biocomputadora un programa
de evitación automática de los estados negativos. Una vez implantado, este
programa permite que el ordenador opere en el lado positivo.
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de Oscar y a estados más elevados. Oscar parece utilizarlo para estados “inferiores”, con fines didácticos,
para marcar pasos de experiencia familiar en dirección positiva. Yo encontré o útil esta formulación, pero
Sus Satoris son
utilizó otro símbolo (estado “+”) para los cuatro estados de +3, +6, +12 y +24.)
diferentes niveles positivos (+24, +12, +6, +3) o estados de conciencia. Oscar
empleaba los números vibratorios gurdjieffianos* (*para un estudio más
profundo de los números vibratorios de Gurdjieff, véase de P.D. Ouspensky, The Fourth Way, knopf, N.Y.,
1957, y también In Search of the Miraculus, Harcourt Brace, N.Y.),
para especificar los estados
de conciencia. En la Tabla 1 podemos ver estos varios niveles vibratorios
positivos y negativos. Los niveles positivos son +3, +6, +12, +24. El nivel neutro
es 48. Los niveles de vibración de 96, 192, 384, o 768 corresponden a los
estados (anti-Satori) de -24, -12, -6, y -3, respectivamente.
Casi todo el mundo experimenta espontáneamente, alguna vez en su
vida, la mayoría de estos estados. el recuerdo de estas experiencias puede ser
activado Realizando un mapa de nivel 48. Es un cambio hacia uno de esos
estados. “Oh, sí, Yo estuve allí antes”, es una manifestación corriente expresada
en 48, al regresar de los otros estados. quisiera recalcar este punto: estos
estados son ciertamente parte de nuestra herencia humana, al alcance de la
mayoría de nosotros.
En las conferencias que dio Oscar sobre estos niveles de vibración y
estados de conciencia, vi claramente que muchas de mis experiencias
anteriores podían expresarse por medio de estos conceptos. Por
ejemplo, había pasado una gran parte de mi vida en 48, aprendiendo y
enseñando. Otra buena parte la había pasado en 24, haciendo Trabajo de
laboratorio, estudiando los delfines, escribiendo y realizando actividades
parecidas. A veces, mientras ejercía estas actividades, Pasaba a 96 o (-24) Y
continuaba haciendo mi labor, a pesar de que ya no me resultaba agradable.
Mi primer viaje con LSD fue principalmente en +12, Aunque parte de él, o sea
el episodio en que subí al cielo y vi a Dios en el trono parecía ser en +6.
Cuando estuve en coma a las puertas de la muerte, en 1964, estuve
en +3 y +6. Los episodios con los guías tuvieron todos lugar y en el nivel +6. El
viaje hipnótico fue +6. Mi episodio +3 fue aquel en que fui llevado fuera del
universo que conocemos y lo vi a sindicado cien mil millones de veces. Me fue
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TABLA 4: Mentaciones desviadas en términos de varios signos dominantes
Aries Tauro Géminis Cáncer Leo Virgo Libra Escorpio Sagitario Capricornio Acuario Piscis
Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines
Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia
Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma
Necesidad Impulso Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad
Impulso Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad
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Asimilación Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso
Eliminación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación
Orientación Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Orientación
Capacidad Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Orientación Capacidad
Carisma Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Orientación Capacidad Carisma
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Medios Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Orientación Capacidad Carisma Medios
Fines Sustancia Forma Posibilidad Necesidad Impulso Asimilación Orientación Capacidad Carisma Medios Fines
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Los pampas
Ejercicio de la elipse
pecho, y con los antebrazos juntos, los dolosos de las manos unidas, inclinada
la cabeza sobre las manos. Al mismo tiempo, digo: “Venimos a ti, vamos a ti”.
Entonces, bajó corriendo la colina y vuelva a subir por el camino elíptico. Agotar
es veces este tras de todo, en el sentido de las agujas del reloj, una vez por cada
uno de los centros, o sea para el Kath, para él Oth y para el Path. Después de
cada uno de estos trayectos elípticos, hago una subida a la cima de la colina. (El
centro Kath está situado cuatro de dos encima del ombligo. El centro Oth lo
está en medio del pecho. El centro Path en mitad de la frente, junto a la línea
de los cabellos.)
Era un ejercicio muy fuerte. Cuando yo estaba en buenas condiciones,
tardaba unos 45 minutos en realizarlo. Al principio, me costaba una hora o una
hora y media. En buenas condiciones, podía hacer el trayecto con mucha
rapidez. Pero lo hacía lentamente si aquellas eran malas. Algunas de mis
experiencias más emocionantes se produjeron en la elipse.
En el suelo del valle, cojo una piedra que pueda reconocer más tarde.
Me pongo de cara a la colina Kath, que tiene unos 30 metros de altura y una
pendiente de 45 grados, y saludó con la piedra. Proyecto del centro de Kath
colina arriba, su bola cuesta llevándola tienen la mano derecha y, durante la
ascensión, me imagino que el Kath tira de mí. Cuando llegó a la cima, pongo
mis entró kath en la piedra. Arrojó la piedra con el Kath cuesta abajo y corro
detrás de ella, la encuentro y pongo de nuevo el centro Kath en el cuerpo. Es
un ejercicio relativamente breve, pero fuerte, y enseña a emplear debidamente
de la energía kath para el movimiento total del cuerpo. Me pareció un “cuasi”
programa interesante.
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El lanzamiento
La marcha forzada
Empiezo con un saludo en el camino al fondo del valle. Hago tres veces
el trayecto de 800 metros. Coordino el mantra “Ten Piedad” con un paso por
sílaba. Aspiro aire en los tres pasos de “Ten piedad”. Con tengo la respiración
de los tres pasos siguientes. Exhaló en los siguientes seis pasos, diciendo “Ten
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Estado 48:
La biocomputadora humana
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los límites del autoprogramador, y uno se parece cada vez más a la Esencia, el
autoprogramador desaparece.
Al nivel estructural 9, metaprogramación de Esencia, uno tiene los
niveles de vibración de los estados +3, +6, +12, +24. Sólo hay una pequeña
fracción de Esencia en 24. Hay una gran fracción de Esencia, digamos un 99 por
100, en el estado 3. Por consiguiente, al nivel estructural 9 podemos considerar
que los estados de la biocomputadora, los estados conscientes del yo, están
más y más cerca del de Esencia en un aspecto cuantitativo: 99% de Esencia en
+3; 75% en +6; 25% en +12; 5% en +24 y 1% en 48. Sin embargo, en cierto
modo, este es un estado transitorio de la biocomputadora humana dada. Estas
pequeñas fracciones son los estados iniciales cuando se empieza a avanzar
hacia la Esencia.
Cuando el autometaprogramador decide el curso que va a seguir y
empieza a desarrollar el nivel de autometaprogramación de Esencia, empieza
a asumir los metaprogramación. “yo me dirijo a la esencia; yo estoy
proyectando mi vida para ver la realidad verdadera de la esencia; voy a hacer
todo lo necesario para entrar en la esencia”. Al producirse esto, los estados
positivos se desarrollan, el autometaprogramador pasa al metaprogramador
de Esencia y toda la cuestión del tiempo empleado de agenda de la semana,
etc., Decente de la cantidad del presente eterno propio que estará en la
verdadera esencia. Este es un problema pragmático y práctico dependiente del
viaje en el lado del planeta; no puede resolverse en 48. Se pone en la
biocomputadora como superautometaprogramador al nivel estructural 8.
El nivel de estructural 7, los metaprogramación ego, son los niveles
negativos de vibración por debajo de 48: -24, -12, -6 y -3. El nivel del ego es
aquel en que uno tiene el concepto de que es un ente poderoso e
independiente que no necesita la red, no necesita la Esencia, no necesita tener
idea de los creadores, no necesita los estados místicos. La lista sería
interminable, pero he aquí un ejemplo de programa ego (el mío propio):
“termino con la muerte de mi cuerpo. Mi origen se debió a la circunstancia de
que las moléculas adecuadas se encontraron en el lugar adecuado del universo
en el tiempo adecuado. No hay creadores, no hay principio rector, no hay una
ley que nos forme. No hay Esencia; sólo hay la danza térmica, la muerte
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Estado +24:
El estado profesional básico
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tarea que se tiene entre manos, sea lo que fuere lo que esto pueda significar
en términos de la realidad de cuerpo, de mente y de espíritu.
El profesional de golf, en un torneo, se entrega al juego en cada
lanzamiento, en cada golpe, al manejar cada palo. Se planta con su kath e
impulsa la pelota con la fuerza necesaria para llevarla directamente hacia el
agujero. El mismo se pierde el proceso de coordinación de cuerpo y mente,
para llevar la pelota al sitio de debido, en el momento debido y a la velocidad
de vida, para no pasar sebo quedarse corto. Puede reprogramar el juego,
adquiriendo un buen conocimiento de un particular campo de golf, de sus
competidores, del público y de todo lo demás factores que intervienen en esta
competición. Preprograma en 48. Antes de pasar al nivel +24, hace sus planes,
modifica el programa en lo necesario para cumplir su objetivo y entra en el
juego en +24, momento en el que deja de ser creador, salvo en caso de absoluta
necesidad provocada por algo imprevisto durante el juego.
El campeón de esquí hace algo parecido en competición. En su caso
particular, debe aprender los detalles de una nueva pista de carreras en 48,
programándola cuidadosamente en su biocomputadora antes de lanzarse
cuesta abajo en el concurso. 48 es entonces la preprogramación de la carrera:
observar las condiciones de la nieve; buscar posibles obstáculos, como los sitios
en que el público puede invadir la pista, los lugares en los que están las barreras
de nieve, los agujeros que no han sido colmados, los cambios de pendiente en
los que hay que saltar y perder contacto con el suelo, los sectores donde que
girar a gran velocidad; decidir la velocidad que será necesaria. El programa está
grabado en su biocomputadora antes de que inicie el descenso desde la cima
del monte, de modo que más tarde hará automáticamente los movimientos
precisos, en +24. Se mantendrá en su Kath (centro de gravedad) unos si en
metros por delante del sitio donde están sus esquíes en la pista. Permanecerá
en +24 durante todo el descenso monte abajo. Sí, en algún momento, pasa a
48, se encontrará en peligro inminente; podrá matarse estrellándose contra un
árbol, contra una roca, o con una mala caída. Cuanto más rápido vaya, mayor
será su necesidad de permanecer en +24. Sí tiene la menor duda sobre su
habilidad, cualquier programa ego que le saque de +24 será sumamente
peligroso. Es en estas ocasiones, como las competiciones de descenso sobre
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En vez del esfuerzo positivo de la reducción del ego, se es un ego con toda su
alma.
Uno puede hacer un viaje de vagabundo con alcohol, barbitúricos,
heroína o morfina, o realizar simplemente un mal viaje creado por cualquier
medio. Sin embargo, es aún capaz de funcionar, debe trabajar, debe hacer la
tarea que sabe hacer. A pesar de uno mismo, la emoción negativa, la
motivación negativa, el esfuerzo negativo, el mal viaje se impone. Uno sigue en
su excursión a este lado del planeta. Hay las exigencias de este viaje; se debe
mantener su cuerpo en funcionamiento en condiciones peligrosas. Se debe
aceptar el mal viaje, el esfuerzo negativo, evitar hundirse más en la escala de
los estados, en los niveles violatorios más bajos. Uno es agudamente
consciente del propio ego y del hecho de que nada puede hacer acerca de ello.
Parece como si fuera a quedarse para siempre al nivel 96 o -24. Es como si uno
no pudiese hacer mover los metaprogramas a fin de alcanzar el nivel 48, el nivel
neutro.
Parte del presente eterno en -24 es producido por elección de que o
no se quiere realmente abandonar 96 o -24. Uno no puede conocer el otro
mapa porque se ha definido él mismo como ignorante de este estado. Puede
haber un sistema de control ejercido por el ego para -24, que dice, en efecto,
al autoprogramador: “no debes moverte de este estado; sólo empeorarías y no
mejoraría es nunca”.
En ciertos aspectos de las tradiciones judaicas, cristianas, católica y
sobre todo, calvinista, el hombre nace en 96 y, por consiguiente, este es su
estado natural, el estado de los condenados eternamente, que evitan
eternamente el infierno que se abre a sus pies.
El estado natural, simple, fácil, evidente y continuo, desde la infancia
en adelante, es hallarse en estados positivos. Están al nivel +24 y por encima
de este. Lo que hay que desarrollar es un buen 48.
-24 o 96 sólo sirven para enseñar lo que está por debajo del 48 y para
aprender lo suficiente sobre los estados negativos por debajo de 48, de manera
que en 48 uno tenga un buen mapa de ellos y sepa que la formar primordial es
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Estado +12:
El cuerpo feliz en participación
Para tener una perspectiva del nivel del estado +12 en relación con
otros estados, puede revisarse la tabla de estados (tabla 1). Uno está en el
cuerpo en “+12”, pero no haciendo un trabajo en el viaje por el planeta. El hito
de “+12” es el amor cósmico, la baraka, la gracia divina, la energía cósmica que
uno siente. Uno funciona como agente, como válvula, como canal de ésta,
especial, excitante y deliciosa energía, bienaventuranza, Ananda.
Ilustraré el “+12” si con el relato de las partes de él que he tenido la
suerte de explorar. Mi relato está tomado de mis notas personales y de una
grabación de una conversación con Oscar. Los episodios son muy diferentes a
los que experimente con el LSD. Aquí, mi conciencia es mucho más amplia y
menos es “conducida”.
El primer episodio ocurrió después de que hube franqueado varias
barreras importantes; mis temores y mi condición física, ni estudio de las
completas relaciones entre las mentaciones y mi historia y problemas pasados.
Durante las cinco primeras semanas de adiestramiento, tuve grandes
dificultades físicas. Tenía 55 años y hacía muchos meses que efectuaba poco
ejercicio físico. Vivía en el pequeño hotel y hacía mucho frío en mitad del
invierno, por lo que no tenía manera de recobrar me cuando volvía a mi
habitación después de los nuevos esfuerzos físicos. Descendía más y más, y al
fin con traje una infección vírica y le vi obligado a guardar cama durante varios
días.
El 15 de julio pude trasladarme a una casita de una urbanización, y las
cosas mejoraron. En las semanas que siguieron recobre el terreno perdido y
me encontré en un estado mucho mejor. Mientras tanto, mi pareja y yo
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ni en su gente. Todo era perfecto, todo vivía, todas las personas eran preciosas
y deliciosas. Unas horas después cruce la ciudad en un taxi, para Raúl irme con
el grupo y hacer ejercicios juntos.
Entre en “el país idiota feliz”. Rey y grité de gozo. Nancy, una del grupo,
y yo tuvimos una conversación deliciosa y tonta. Comí una manzana… Sintiendo
que la energía de la manzana se transformaba en mi interior en energía para
mi gusto y para el uso de los demás. La manzana era “energía cósmica
almacenada”, para mí y otras personas. De pronto sentí una enorme compasión
por todos los del grupo, por todas las personas del mundo, y pasear a nuevas
zonas de apreciación de mi especie.
Después de nueve horas de bienaventuranza, durante la sesión de
movimiento, salí de pronto de este estado. Inmediatamente pase a un estado
doloroso, porque no podía continuar en aquel hermoso lugar. El jueves, 5 de
agosto, volví de nuevo a +12, por cuatro horas.
No podrá unirme con Oscar hasta una semana después, para hablar
de lo que había sucedido. La transcripción de la grabación de la conferencia (11
de agosto de 1970) entre Oscar y yo, sobre los dos primeros episodios Sartori
12¹ (¹ Ver nota del capitulo 11 sobre la utilización del termino “Satori” por Oscar). (3 de agosto y 5 de
agosto); es como sigue:
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El centro del ciclón – John C. Lilly
O: Sí-
J: Es donde el universo, lo que yo llamo el rugido del motor cósmico, se
apodera de mí y me arrastra, y estoy acabado.
O: Sí.
J: El jueves, estuve a punto de ir allá. Llegué al borde y me dije: “No, todavía
no”, y me quedé donde estaba. Me hallaba en un estado de gozo
extraordinario, de felicidad fantástica.
O: Esto es 12.
J: En todo.
O: Sí, esto es 12.
J: Mi cuerpo era transparente. Penetraban energías a lo largo de todo el
cuerpo. Había una corriente de energía arriba y abajo, que salía de la
cumbre, del fondo y entraba y salía por los lados.
O: Un 12 perfecto.
J: Y yo era luminoso y así a destellos de oro en todas las cosas: en el polvo del
suelo, en el aire. Entonces descendí, al enfriarme aquella noche durante la
clase de movimiento. No quería bajar. No quería volver. Nueve horas no
bastaban. Quería permanecer allí, y me sentí increíblemente contrariado y
dolorido… Y cansado.
O: ¿por descender?
J: Por salir de allí. No quería hacerlo.
O: Descendiste a 24; no fuiste a 48. En este mismo instante aquí, te
encuentras en un completo estado de 24.
J: Sí, pero, comparado con 12, 24 no es donde yo quería estar (río
tristemente.)
O: Sí, sí; una relación igual a la de 24 con otros estados.
J: 48.
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O: Sí, 48. No estar en el estado superior y ver el estado superior, es una gran
contrariedad.
J: Yo me impaciente mucho por volver allí. Pero, ¿por qué de impacientó?
(ésta puede ser mi propia desviación). Me impactó porque otros no
quieren ascender conmigo; no quieren moverse de los niveles más bajos,
no quieren venir conmigo. Estoy impaciente porque mi pareja no quiere
moverse, no quiere ir a donde debiera, no quiere ir a 24 y permanecer allí.
Cae continuamente en 48 y a veces en 96. Me impacientó mucho, y esto
no me gusta. Es ego ¿sabes?
O: No, no lo es; no estoy de acuerdo contigo en este punto. Por el contrario,
es tu increíble amor a ese estado lo que hace que quieras que todo el
mundo esté allí.
J: Sí.
O: Ese estado es así. No es egoísta. Por el contrario, es caritativo. Tú quieres
que todo el mundo lo comparta.
J: El jueves volví a (12) durante cuatro horas, en la clase de ejercicio, durante
la audición, durante el canto. Esta vez, era todo el grupo, y yo estaba
acoplado con todo el mundo. Todos eran yo; yo era todos. Cuando
cantamos Rama krishna, yo era krishna, yo era Rama; y ellos eran yo, etc.
O: Sí, sí.
J: Identidad con todos en todas partes, y entonces conecté con mi pareja, la
subí. Pude sentir que la subí a 12.
O: Sí, sí, claro.
J: Y después, Marcus subió y yo empecé a gritar de gozo, de alivio, porque
volvía a estar allí. Estaba en la otra parte grande de la fábrica. Marcus
estaba allí. Estaba llorando, y ambos nos encontramos en 12, y esto era
increíble. Ver a alguien más también allí, en 12. ¡Es tan maravilloso! Uno lo
sabe, y los dos lo sabemos al mirarnos a la cara. Incluso ahora siento ganas
de llorar, al pensar lo magnífico que es.
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El centro del ciclón – John C. Lilly
O: Sí, lo es. Y ahora, he aquí la cuestión, John. Vamos a repetir este estado
más y más. Puedes hacerlo. Pero debemos hacerlo juntos. Porque la cosa
es que esta. En este instante, sólo hay tres personas en nuestro grupo que
pueden hacerlo. Tú, Marcus y yo. Somos los único que podemos hacerlo,
pero ahora somos tres.
J: Pero yo no lo he hecho a menudo. Sólo lo he hecho dos veces: nueve horas
y cuatro horas.
O: Pero lo has hecho.
J: Es verdad. El primer experimento tiene éxito siempre.
O: Tú lo has hecho ya. Ahora podrás estar todo el tiempo que quieras en los
estados. Tenemos que proceder así. Tendrás que armar te un poco de
paciencia con los otros. (No trates de darles demasiada prisa) en realidad,
van a la mayor velocidad posible. No puedo apretar les más; sé que no
puedo. Muchos de ellos pueden lograrlo; muchos, pueden lograr. Tal vez
más de un treinta por ciento.
J: Lo comprendo.
O: Hay un setenta por ciento que está ya muy bien. No para Satori 12; no, no.
Las cosas no son así. Pero sí para 24. Mira, después del shock (se refiere a
los días especiales de “shock” en la semana; martes y jueves), todo el
mundo está siempre más o menos en 24 durante un breve periodo de
tiempo. Yo no lo digo porque sí.
J: Pueden estar realmente en 12.
O: Probablemente siempre, y entonces vamos a probar el estado. Probar la
posición. Este es otro trabajo: probar el estado. Llevarlos a 24, 24, 24.
Después, el trabajo será sacarlos de 24 y hacerles bajar. Sí, harán mucha
fuerza por quedarse.
J: Hay que conocer las dos direcciones: entrada y salida.
O: Sí. La primera dirección es la entrada. La otra, la salida.
J: A pesar de que quieran permanecer allí.
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El centro del ciclón – John C. Lilly
O: Sí, pero diciéndoles todas las técnicas de estar en 24 todo el tiempo. Pero
lo primero es la desviación. Después las desviaciones del ego, esta labor o
será nuestra siguiente enseñanza. Después, trabajaremos en la manera de
hacer 24 todo el tiempo.
J: ¿Es esto protoanálisis… o desviaciones?
O: No; desviaciones, desviaciones. Con todo el protoanálisis estamos listos
para ir a 12. (El protoanálisis es la asignación del propio ego a uno de los
nueve tipos de ego.)
J: Muy bien.
O: Completamente a 12. En cuanto a ti, lo hiciste antes del protoanálisis. Esto
significa que ésta resuelto. Para ti, es ir a algo… a ver algo allí. Nada más.
J: Pero yo quiero fijarlo, quiero que sea consciente.
O: Sí.
J: Tal como tú lo dices, parece ser una manera mucho más sucinta y concreta
de expresarlo que cuanto yo conocía hasta ahora.
O: Sí quieres enseñarlo, conviene que lo aprendas tu primero. Porque es el
método que hay que enseñar. Es exactamente el mismo método que tú
empleaste en tu vida. No puede haber otro para ti. Pero este es un método
paso a paso y muy preciso; paso a paso. Es la única diferencia. Te lo digo
yo, John. Aquí lo encontraras exactamente como antes. Pero, esta vez,
aprenderás la manera de enseñarlo a otro.
J: Para mí, esto es lo más importante: que pueda enseñarse. Hay que poder
enseñar el método; en otro caso, no vale nada. Sri Aurobindo, Ramakrishna
y todos los de su clase no podían realmente enseñar el método.
O: No podían. Podían ir allí, pero no podían enseñarlo. Estaban diciendo
continuamente como lo hacían. Pero cada cual no era más que su propio
caso. Sí, cada cual su propio caso. Un caso propio muy especial. Y para
hallarte en este caso especial, deberías tener su vida… o, en tu caso, tener
tu vida. Esto es imposible para los demás. (copiar tu manera de ser).
Puedes acercarte más o menos, pero el caso exacto es imposible. No
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El centro del ciclón – John C. Lilly
Los ejercicios son lo que uno hace cuando está en Satori 12, porque
hacerlos es divertido y profundamente significativo. No hay que hacer
necesariamente los ejercicios para llegar a 12, sino que son divertidos
cuando uno está en 12. Durante los ejercicios, sentí una vibración profunda
y gozosa de todo el cuerpo. Fue una experiencia increíble.
O: Me das una satisfacción, una alegría enorme, John.
J: Tú tienes algo, Oscar. De veras.
O: No, tú lo tienes ya. Lo sabes todo.
J: Sí, pero no lo sabía. Tú tuviste que decírmelo; tuve que venir aquí, a Arica,
Chile, para que me dijeses que los había. Él me envió a ti.
O: Siempre, John. Así, las cosas reales… Satori 24, 12, 6 y 3 para el ego, no
son reales. Ellos, los egos, están en el lugar, Satori, y dicen más o menos:
“¿Qué es esto?” es increíble; están en ello y no lo ven. Después de bajar,
no lo sienten. Tienen exactamente el mismo sentimiento al que tú te
referiste ante, de estar “en un espacio muy bello, maravilloso; pero, ¿cómo
ha sido?” ¿Cómo describirlo? En la mayoría de los casos en que les pongo
en aquel lugar, dentro de él, en el espacio, ellos no saben esto y sólo la
esencia lo sabe. La parte ego no sabe dónde están y quien le ayudó a entrar
en la Esencia.
J: Ya veo. En ciertos casos, uno adelanta al ego.
O: Sí.
J: Se da un rodeo al ego.
O: Sí, yo di un rodeo al ego, pero el ego sigue allí. Es más allá del ego,
alrededor del extremo de éste.
J: Comprendo.
O: Los que han sufrido mucho, muchísimo, pueden verse increíblemente
libres del ego. Con ellos, puedo trabajar muy, muy deprisa. Todo el mundo,
sin excepción, irá muy deprisa a 24. Ya lo verás. La única diferencia está en
el tiempo que pueden permanecer allí. Mira, el grupo se compone de
individuos muy diferentes. Gradualmente, se hace más homogéneo de lo
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El centro del ciclón – John C. Lilly
que era antes. Todos comprenden ahora lo que yo digo. Yo siento que
aquella comprensión no es sólo comprensión porque ellos toman el
baraka. El baraka está siempre dentro, y es completamente necesario para
el trabajo. Para el trabajo personal, es absolutamente esencial la
comprensión de las desviaciones. La obra va a estar en sus vidas muchos,
muchos años; muchísimo tiempo.
J: Es sorprendente lo que puedes hacer en una hora, en el análisis de las
desviaciones.
O: No soy yo, compréndelo. Yo no podría entrar en todo aquello. Por esto
estoy muy cansado todas las noches.
J: Sí, es realmente una carga muy pesada para ti. Estos días estás trabajando
de firme.
O: Sí. Tengo que hacerlo, pero me recobró más o menos todos los días. Hoy
fui a hacer mi Pampa (los ejercicios del desierto); no pude, porque me
duele mucho el muslo izquierdo, debido a un accidente en la lucha marcial
del domingo.
J: Quiero conocer el camino para volver a 12. Parte de mi confusión puede
deberse a una desviación. ¿Era necesario que yo llegase a 12 el martes,
que experimenta se toda aquella cosa con mi pareja?
O: Son dos cosas. Ocurrió en el momento adecuado para ti. Tu pareja es el
conmutador que provocó la cosa. Pero fuiste tú; ella no fue el pequeño
conmutador. Tuvo el tras inmediatamente en 12 y sientes aquel deseo de
ayudar. El deseo de que todo el mundo comparta el 12. Esta podría ser la
explicación. Cualquier cosa podría ser el conmutador. Podría ser un pájaro.
Nosotros no sabemos lo que provoca el 12. Así, si estás en el umbral de
excitación del 12, incluso el menor estímulo puedes lanzarte allí. Además,
antes de entrar en 12, tienes aquella sensación de expansión.
J: y de movimiento.
O: Expansión y deseo de dar o de llevar a alguien, y de hacerlo por otro de
alguna manera; precisamente como decirte el momento en que estas sin
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ego. Así, aquel conmutador puede ser cualquier cosa: una flor, un pájaro,
de alguna, una persona.
J: “Luz de luna sobre el agua, y un pajarillo cantando”, como dijiste tú. Un
buen sentido increíblemente profundo. El pajarillo estaba allí, en el
cobertizo, y cantaba. El sol en mis párpados, el rugiente horno del sol. Me
convertí en el sol. Entré en él. Un poder increíble.
O: Ahora estás preparado para volver a Satori 12 muchas, muchas veces;
estoy seguro. Estoy completamente seguro de que, en los ejercicios que
vamos a hacer, volverás a alcanzarlo. Vamos a hacer un ejercicio con las
mentaciones. Y esta vez, con el ejercicio, estoy seguro de que cada uno de
vosotros llegará a 12. Esto es muy importante porque te das cuenta, en
cada mentación/Satori 12/salto, de que serás tú.
J: Dependerá de las mentaciones.
O: No dependerá de las mentaciones, sino que en las mentaciones lo fijarán
como una película. Como fijar una película; así, en aquel mismo momento,
las mentaciones se convierten realmente en ángeles. Ángeles que ayudan
a tu Maestro interior continuamente, de completo acuerdo con él: tu
Maestro interior con tu Esencia.
J: A propósito, los dos (guías) vinieron el martes. ¿recuerdas los dos guías de
que te había hablado? Volvieron por los dos lados y se quedaron allí.
O: Bendito seas. (aplaude) Esto es realmente maravilloso.
J: Fue algo increíblemente bueno. (largo silencio en la cinta. John pasó a
Satori 12.)
O: Ahora vas. (Ríe.) El cambio que has experimentado en una hora me ha
impresionado muchísimo. (silencio. Yo le está en 12, sin mirar.)
J: Ya he vuelto. Sólo fui (silencio) dentro. (Se retiene un poco, debido a la
presencia de Oscar.) Todavía queda un poco de ego allí.
O: No, no, John.
J: Algo me impide ir allí.
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O: Tal vez. Diego, tal vez. Parece que puede localizarse en el protoanálisis; no
creo que tengas ego. No lo veo. Pero tienes alguna clase de recuerdo.
Piensa. Debe haber aún algún recuerdo allí. No hay ego, que es el recuerdo
que anula tantas cosas. Son pequeños fragmentos de karma. Podemos
estar seguros, John, de que son fragmentos muy pequeños. Trocitos muy
pequeños pueden parar del todo una máquina perfecta. Tu máquina está
ya limpia. No sabemos lo que es; tal vez una pequeña tachuela impide que
funcione como debiera. Con el protoanálisis estaremos seguros. Ya lo
verás, y pronto.
J: Lo limpiaremos.
O: Y lo haremos con gran exactitud. Entonces podrás estar completamente
seguro de que no habrá más karma.
J: El marte descubrí lo que es respirar estando en 12. Es verdadera energía;
una energía increíble. Al respirar, ésta baja directamente a mis pies, se
metía en mi cabeza, y salía por mis dedos. Después subía de la misma
manera. Una fabulosa corriente de energía. El flujo del universo pasando a
través de mí.
O: Completamente; así viene el Baraka.
J: El poder inherente era maravillosamente suave. Ya no había el aspecto de
“relámpago”. Con el LSD me asusté un poco, porque a veces era como sí
estallase. El marte es no pasó nada de esto. Fue una construcción suave,
lenta.
O: Algo completamente tuyo, completamente tuyo.
J: Como si tuviese una válvula en alguna parte y pudiese controlarla. No yo,
sino alguien. Todo era muy suave, y no había relámpagos ni nada parecido.
Lo que yo tenía. ¡Esto es! Temo lo que pasé el 7 de mayo de 1964, cuando
estuve a punto de morir; estuve a punto de matarme inconscientemente,
porque había negado lo que había hecho. Dije: “No, no podía hacerme
esto”. Me negaba a permanecer consciente de lo que había hecho. Me
negaba a despertar.
O: Éste es uno de tus recuerdos; uno de los granos de arena en tu máquina.
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O: John, por algo Dios nos ha dado esta vida para sufrir. Para sufrir, para
aprender y para dejar que otros vengan a los mismos lugares. Sin este
pago, sufrimos y pagamos. Ellos no necesitan hacerlo. Creo que es así. Si
has visto tu propia vida, lo mejor que puedes hacer es enseñar.
J: Estoy de acuerdo.
O: Estás aquí no sólo por ti. Estás aquí, completamente, para aquello. Por
esto eres bienaventurado.
J: Para mí esto no es nada, a menos que pueda enseñarlo; los caminos a 12,
6, 3, etcétera. ¿Comprendes?
O: Lo comprendo.
J: Antes, llegué a la conclusión. Al leer Vivekananda, Ramakrishna y los
demás, Santa Teresa, San Juan de la cruz, vi que ellos no lo enseñaban.
Tengo la impresión que a esas personas les falta algo. Lo hicieron, son un
ejemplo. Pero necesitamos más que un ejemplo. Necesitamos un método,
un camino. Y necesitamos maestros de este camino, sin tener que poner
los sobre un alto pedestal, ni adorarlos. Esto es un grave error, porque si
adoras a unos seres humanos no puedes ir donde están ellos; es una
adoración mal empleada.
O: De acuerdo.
J: La veneración y el pasmo mal empleados son algo muy difícil de explicar a
los que no saben. Con frecuencia les sorprendo mirándome y les digo: “Por
favor. No, no, no hagáis eso. Si queréis hacerlo, ved a través de mi a aquel
que está detrás de mí. No soy yo”.
O: Exacto.
J: Y no creo que ellos sepan esto hasta que vayan allá ellos mismos y vean
que está en todas partes; que es todo el mundo, que es todo el universo,
está baraka, está gracia divina. Esta es la lección más importante que se
desprende del 12. No es ninguna persona.
O: Tienes razón. Así es.
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J: Las religiones han perdido esto, ¿no crees? Lo perdieron en sus luchas por
el poder.
O: Mira, John, en realidad estamos empezando una cultura completamente
nueva. El método es una cultura realmente nueva. Ahora bien, este
método no es un canal para alcanzarla. Es sólo un principio, porque es
ciencia. Es posible para nosotros.
J: Una cosa que me preocupa estar un nombre a tu método. Esto no importa
ahora, Pero importará más tarde, al final de los diez meses de instrucción.
¿Qué nombre le das tu? ¿Es esto el Sufí, o es otra cosa?
O: Nosotros lo llamamos siempre “La Escuela”.
J: La gente quiere un marbete. El nombre Sufí tiene mucho prestigio en los
Estados Unidos, y el de karma entre los jóvenes que cuentan. Nosotros
queremos hacer esto algo completamente nuevo. No sé; sólo pregunto. Y
no quiero respuestas.
O: Para nosotros, John, será mejor que el nombre sea algo nuevo, porque
nuestra enseñanza es completamente nueva. Sí confundimos nuestros
nombres, por ejemplo, con el sufismo, todo el mundo estará predispuesto
en relación a éste. Hagamos de ello algo nuevo. Un Sufí, un Derviche, lleva
su capa llena de remiendos. Se presumía que rayaba a gran altura, salvo en
lo tocante a su capa remendada. No se veía en él nada realmente especial.
Al hablar con él sólo vi una cosa. Le dije, refiriéndome a su capa: ”¿Por qué
llevas eso?” él respondió: “Porque me hallo en un estado de completa y
total humildad”. Inmediatamente le dije: “¿Por qué haces ostentación de
ella?” (fin de la grabación.)
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En mis dos primeros viajes con el LSD, hice varias excursiones a través
de mi cuerpo. Aquí estaba también en +6, y era un punto observador que
descendía a través del cuerpo.
Al desarrollarse la propia experiencia con +6, uno se encuentra en un
espacio mucho más amplio de lo que se había imaginado al principio.
En Chile, durante mi experiencia en estado +12 a primeros de agosto,
hoy el estruendo que puede producirse cuando uno pasa de +12 a +6. Volví a
+12 y permanecí en mi cuerpo, como un cuerpo totalmente consciente y activo,
en vez de encoger me hasta el punto. Más tarde, tuve una experiencia
inequívoca en +6.
Aquel día particular, había recibido la orden de ponernos las capuchas.
Eran las típicas capuchas de fraile, confeccionadas Con paño de color castaño,
y las empleábamos para aislarnos visualmente de todo lo que nos rodeaba. No
se podía ver nada a través de ellas.
Yo me puse mi capucha y salí al campo, a orar bajo los últimos rayos
del sol de la tarde. Había discutido previamente con Oscar sobre la eficacia de
la oración, diciéndole que había rezado cuando era niño y que había
abandonado esta práctica. El solo me dijo: “Prueba”.
Al arrodillarme en el campo, aislado por mi capucha* y ponerme a
rezar, aparecieron de pronto los dos guías, uno a cada lado de mí. Un rayo de
calor, de radiación, de amor, bajó del sol. Los dos guías y yo nos fundimos, y el
ser fundido de los tres subió por el rayo de luz en dirección al sol. (* la capucha es
un instrumento de aislamiento físico visual; la caja de aislamiento que mencioné en otro lugar es un
aislador acústico, visual y táctil: el depósito de agua aislador todas estas sensaciones y, además, las fuerzas
gravitatorias.)
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dado cuenta de que una parte de él había subido a +6, ni de qué otra parte
había estado en +12, y otra en +24. “Él” estaba en 48. Se enfadó muchísimo, y
pasó inmediatamente a 96, al hablar yo de unas vidas anteriores en las que no
creía su autometaprogramador. Rompió nuestro contacto.
En otra ocasión yo estaba haciendo unos ejercicios de grupo por la
noche; eran los llamados ritmos Kiné, y pase parcialmente a +6 pero
manteniendo conexión con el cuerpo. Este ejercicio es bastante difícil al
principio. Uno dice un mantra, colocar una mano en una posición definida,
mueve la energía del cuerpo en direcciones definidas y pone la propia
conciencia en una piedra que tiene en la mano. Mientras yo hacía todas estas
cosas, me desprendí de pronto y me elevé por encima de mi cuerpo. Observé
cómo el autometaprogramador regía el cuerpo y aprendí a que nada tenía que
hacer acerca de esto, que era un programa casi totalmente automático. Podía
estar allí sentado y observar cómo se desarrollaba todo el programa, dirigiendo,
por así decirlo, la representación. Añadí otras cosas a lo que hacían el cuerpo y
el autometaprogramador, hasta que ocurrieron unas 25 cosas al mismo
tiempo, en vez de cinco.
Esta experiencia me demostró que, cuanto más se acerca a uno a la
Esencia, verdadero piloto del vehículo, menos complicado es realmente el viaje
y más fácil resulta realizar los programas necesarios para la excursión en el lado
del planeta. La Esencia, como verdadero piloto, está en condiciones de
armonizar simultáneamente con todas las posiciones de control del
autometaprogramador, de la biocomputadora, del cuerpo y de todas las
realidades externas. Así, comprendí súbitamente que en el estado +6 uno se
identifica con la Esencia, aunque el autometaprogramador sigue estando
presente bajo el mando de la Esencia. Este suave traslado del propio centro de
conciencia del autometaprogramador a la Esencia, que observa al
autometaprogramador, es la clave para comprender el estado +6. En cuanto el
centro de conciencia de uno está en la Esencia, puede ocurrir cualquier cosa
relativa al cuerpo, al autometaprogramador o a la excursión por el planeta, o
bien pueden quedar atrás todas estas cosas e irse uno a cualquier otra parte.
De pronto me di cuenta de que todas las Esencias están relacionadas
entre sí al nivel 6 y mantienen comunicación, tanto si uno lo sabe cómo sí lo
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programas limitados e innecesarios, escritos sobre papel fino que vuela y flota
de un lado a otro en la inmensidad de los espacios interiores.”
Como dice G. Spencer Brown en The Laws of Form* (* Geo. Alien & Unwin,
Londres, 1969.) (Pag. 105): “Podemos dar por sentado que el mundo es
indudablemente él mismo (a saber, es indistinto de sí mismo), pero, en
cualquier intento de verse él mismo como un objeto, debe actuar, también
indudablemente, de manera que se haga distinto de sí mismo y, por
consiguiente, falso para sí mismo. En esta condición, siempre se eludirá
parcialmente a sí mismo”. Lo propio ocurre con cada uno de nosotros. “En este
sentido, en lo que respecta a su propia información, el universo debe
extenderse para escapar a los telescopios a través de los cuales, nosotros, que
somos él, tratamos de capturarlo a él, que es nosotros.”
Mis notas continúan: “Por consiguiente, si me siento mal o eufórico,
en lo que respecta a mí, atribuyó falsamente omnipotencia a una parte del
sistema, como sí ésta pudiese conocer la totalidad, cosa que es imposible. Los
sistemas negativos del cerebro son sólo parte de los sistemas en que yo vivo,
como lo son los positivos; el estímulo del sistema positivo me obliga al efecto”.
Este punto de vista parece estar en contradicción con el estado +12
(samadi-sananda). No lo está, si uno experimenta el estado positivo sin apego
al él. Si yo permito la repetición del +12, sin procurarla, no estoy apegado a él.
+12 es un estado natural, simple, fácil, evidente. Cuando estoy fuera de él,
estoy juzgando en cierto sentido, por mantenerme fuera de él; lo natural, lo
simple, lo fácil y lo evidente se me escapan cuando me separo de él. Si soy él,
no estoy separado de él. Si lo persigo, hago una separación entre el perseguidor
y perseguido. Si soy él, soy él y nada más.
Con esta preparación, el domingo, 13 de diciembre, pasé por segunda
vez al estado +3. Empecé por cruzar los espacios de fuerza corporal y de sexo
corporal sin entregarme a ninguno de ellos. Deje que se produjese el
equivalente de un fuerte ataque, aunque conservando todo el conocimiento.
De algún modo, ahora podía aguantar esta actividad parecida a un ataque
mucho mejor de lo que había podido hacerlo con anterioridad.
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Sartori en pareja:
Unidad en la pareja
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Una vez, una amiga preguntó a Toni como había cambiado tanto
desde que habíamos formado nuestra pareja. Ella habló de su añoranza (alegre)
de su antiguo yo, y dijo: “Ella no era tan mala cuando estaba sola; ahora que
está en la unidad de la pareja se ha completado, somos nosotros”.
La naturaleza arrolladora del amor cósmico (baraka) se manifestó de
nuevo en nuestra pareja. El amor cósmico ama y enseña, tanto si uno quiere
como sino; tiene una inevitabilidad, una plenitud de apoderamiento, una
calidad de fatalismo alegre que se extiende y atrae a otros a uno, y enseña a
través de uno. Ahora, los dos sentimos esto vivamente.
Este encuentro con mi alma gemela, con todos sus fuertes tonos de
alegría, de aceptación y de dicha, presagio el principio de un nuevo ataque de
ego (karma). Como me había dicho Oscar en Arica: “Has liquidado la mayor
parte de tuvo ego. Sólo quedan unos cuantos granos de arena (y yo añadí:
“duros como el diamante”) en la máquina perfecta. Ahora todo lo que tienes
que hacer es limpiar esta máquina, para que corra suavemente a Sartori”.
Al reunirme con Tony, descubrí que la arena volvía a estar dentro de
mí. Afortunadamente, los dos éramos lo bastante fuertes para poder trabajar
juntos en esto. Esta empresa de colaboración mutua, (limpiar juntos nuestras
máquinas) es la naturaleza esencial de la pareja que formamos.
Ella me permitió enseñarle muchas cosas sobre Sartori, de las que
tenía ya algún conocimiento por experiencia propia. Le enseñé “gym” y las
mentaciones. Y ambos empezamos a enseñar a otras personas en mis
seminarios.
Ella tenía muchos amigos antes de aparecer yo; tuve la impresión de
haber ingresado en su “pueblo”. Ella tiene un aprecio sorprendente a la
humanidad como conjunto. Sus amigos cubren una gama de tipos de
personalidad mucho más amplia de la que yo había querido tener cerca de mí.
Ella me enseñó tolerancia, me enseñó que, detrás de cada fachada extraña, el
ser humano básico es siempre el mismo. Ella me enseñó que el viaje en el
planeta es muy hermoso, que un +12 compartido es muy superior a un +12
narcisista y solitario, que un +6 en pareja puede pasar a +6 universal y, de este
modo, llegar a +3.
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Epílogo
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Bibliografía
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INDICE
Prólogo 4
Introducción 5
Mis dos primeros viajes: exploración de los espacios LSD y
1 10
proyecciones
2 Un “accidente” “casi mortal: ningún experimento es un fracaso” 27
3 Retorno a los dos guías: depósito de agua más LSD 39
4 Siguiendo instrucciones y dejándome llevar por la corriente 60
5 Un viaje con guía al infierno 84
6 Otra visión del misticismo 106
7 Más misticismo: mentaciones 118
8 Seminario de grupo en Kairos 124
9 Ritmo de grupo y resonancia del grupo en el seminario de Kairos 132
10 Mi primer viaje a Chile: Oscar Ichazo 139
11 Segundo viaje a Chile: definiciones de estados de conciencia 145
12 Barreras físicas a estados positivos: ejercicios físicos 154
13 Estado 48: la biocomputadora humana 161
14 Estado +24: el estado profesional básico 171
15 Estado +12: el cuerpo feliz en participación 176
16 Estado +6: el punto en sí mismo 196
17 Estado +3: Satori clásico; la Esencia como uno de los creadores 203
18 Satori en pareja: unidad en una pareja 211
Epílogo 215
Bibliografía 218
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