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The Game
The Game
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Contenido
Capítulo 1 Capítulo 26
Capítulo 2 Capítulo 27
Capítulo 3 Capítulo 28
Capítulo 4 Capítulo 29
Capítulo 5 Capítulo 30
Capítulo 6 Capítulo 31
Capítulo 7 Capítulo 32
Capítulo 8 Capítulo 33
Capítulo 9 Capítulo 34
Capítulo 10 Capítulo 35
Capítulo 11 Capítulo 36
Capítulo 12 Capítulo 37
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
3
Sinopsis
¿Te apuntas?
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Capítulo 1
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Escrito con letras blancas, que dice:
Está invitada a una entrevista con Tobías Benton el 22 de marzo a la
1:00.
Atuendo de negocios, por favor.
Quinta Avenida 187
Nueva York, NY 10010
¿Mañana?
Miro el papel, tratando de recordar el nombre Tobias Benton, sin pensar
demasiado en ello me doy cuenta que no lo reconozco. He puesto
innumerables solicitudes en una lista interminable de compañías. Dejo la
invitación a un lado, y agarro mi teléfono, escribiendo su nombre y
haciendo clic en buscar. Mi pantalla se llena de imágenes e información.
Tobias Benton. CEO de Six-Degrees, la plataforma de redes sociales que
sacó a Facebook del agua. Patrimonio neto de 3.500 millones. Mi corazón
se acelera. Un trabajo de marketing para esta empresa sería un sueño
hecho realidad. Y luego, miro su foto. Pelo oscuro, mandíbula cubierta de
rastrojos y ojos verdes brillantes que parecen atravesar la pantalla del
teléfono. Por supuesto, un hombre que vale tanto dinero, tan exitoso
luciría como si perteneciera a la portada de una revista que te seduce a
comprar un perfume de diseño caro.
Asiente con la cabeza antes de salir. Y aquí estoy sentada, con los nervios
acumulados en mi estómago, con las palmas de mis manos sudando. ¿Por
qué el CEO me quiere entrevistar? No soy capaz de comprenderlo, y eso
me inquieta. Nerviosamente ajusto el cuello de mi camisa de vestir y
luego tiro del dobladillo de mi falda.
—Sr. Benton. —Mi voz suena tensa y áspera, así que me aclaro la
garganta, moviéndome incómodamente.
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—Harvard. —Él sonríe—. Impresionante...
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necesario, lo que sea que necesite. —Sus ojos brillan con algo, pero yo lo
ignoro—. Soy una perfeccionista. Haré todo lo posible para asegurarme
de que todo lo que toque se convierta en oro. Si esta compañía tiene éxito,
yo tengo éxito, y usted lo tiene. —Su mirada me pone nerviosa y aunque
quiero apartarla, no me echaré hacia atrás porque no dejaré que me vea
como débil—. ¿Y no es eso de lo que se trata todo? —Pregunto—. Éxito.
—Definitivamente.
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puerta antes de que se abra de nuevo. La secretaria interviene, su frente
arrugada por la confusión. —El Sr. Benton dijo que podías irte, —dice
ella.
El ruido del metro resuena por el túnel. Muy pronto los frenos están
chirriando y el viento del tren que pasa me golpea el pelo sobre la cara.
En cuanto se abren las puertas, entro y me siento en un asiento de
plástico de color naranja. La gente entra a montones, cada uno encuentra
su lugar, y luego, justo cuando las puertas se cierran, un rezagado se
sube. Se mueve delante de mí. Miro hacia arriba lo suficiente como para
ver cómo su mano se agarra a la barandilla, y luego vuelvo a mi teléfono
leyendo las últimas noticias que Six Dregrees ha compartido. El metro
arranca, topándose con el túnel y una extraña sensación cae sobre mí.
Poco a poco, levanto la mirada hacia el hombre que tengo delante,
fijándome en su apretada camisa de vestir y sus pantalones finamente
planchados. Su pelo rubio sucio está amontonado en un desorden. Parece
el tipo de hombre con el que tendrías una sucia aventura de una noche, el
tipo de hombre con el que nunca esperarías sentar cabeza. Sus oscuros
ojos están dirigidos hacia mí y hay una leve sonrisa en su cara. Sonrío
antes de desviar la mirada hacia mi teléfono. Pasan unos segundos antes
de que vuelva a mirar hacia arriba. Todavía me mira, sonriendo mientras
raspa sus blancos dientes sobre su labio inferior. Es hermoso en todos los
aspectos, pero más que nada, es inquietante. El tren se detiene y
rápidamente me paro para ver que el hombre se ha movido justo delante
de la puerta que está abierta.
—Disculpe, —le digo, y luego trago el nudo en mi garganta.
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—Lo siento. —Camina hacia un lado, me hace señas, y yo me voy
corriendo, con el corazón palpitando mientras subo las escaleras y salgo a
la calle.
Muy extraño.
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Capítulo 2
El sudor me gotea por el cuello. Estoy sin aliento. Me duelen las piernas,
pero sólo me queda un cuarto de milla más, así que la atravieso y sigo
corriendo por el sendero que cruza el Central Park. La canción se corta
cuando mi teléfono suena a través de mis auriculares. Miro el brazalete y
veo que es de Six Degrees. Me paro en seco y el hombre que corre detrás
de mí casi me atropella, maldiciendo mientras se tambalea para
esquivarme.
—Tengo una propuesta para usted. Nos vemos mañana a las siete de la
tarde. Le enviaré la dirección. —Y....cuelga. Miro mi teléfono, frunciendo
el ceño.
De mi breve encuentro con él, creo que Tobías Benton es una norma para
sí mismo, una anomalía en un mundo de hombres de negocios envejecidos
y protocolos estándar.
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En el momento que salgo del metro, me atrapa la multitud de
Manhattan. Rápidamente me dirijo hacia la ajetreada acera, sin
detenerme ni un segundo hasta llegar al 1801 de la Avenida Vanderbilt.
La fachada del edificio es de mármol blanco y el nombre, El Club, está
escrito en negro encima de la puerta. Toco timbre y un hombre con
esmoquin abre la puerta. —Eres una invitada del... —Sus ojos vagan
lentamente sobre mi cuerpo.
—Sr. Benton.
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nuevo esa sensación de falta de aliento, como si el simple toque de su
mirada pudiera detener el tiempo.
El clic de mis talones hace eco a través del silencio mientras cruzo el
patio. La mirada de Tobías nunca vacila. Golpea al hombre que está a su
lado, que luego se da la vuelta para observar cómo me acerco. Todo
dentro de mí me dice que huya de él, de ellos, pero no puedo. Necesito
demasiado este trabajo, y si soy sincera, la curiosidad me está comiendo
viva. Mi corazón golpea contra mi pecho, la adrenalina zumba como una
corriente eléctrica a través de mi cuerpo, y cuando me detengo a pocos
centímetros delante de los dos hombres, siento que podría ahogarme
dentro de la tensión que hay entre ellos.
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—¿Perdón? —Digo mientras doy un paso atrás, con los ojos fijos en
Tobías.
Preston toma la botella de champán y nos sirve una copa a cada uno,
dándome la primera. La tomo, y es entonces que, al levantar la copa
hasta mis labios, me doy cuenta de que estoy visiblemente temblando.
—Tengo una propuesta para ti, —dice Tobías, entrecerrando los ojos.
—Es una pregunta simple, en realidad —dice Preston—. ¿Qué harías por
un millón de dólares?
—No.
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Tobías se ríe, abriendo los brazos. —¿Te someterías entonces?
Concéntrate. —Se inclina hacia adelante, mirándome fijamente—.
Cuerpo. Alma.
—¿Como una esclava? —Mi piel se estremece cuando pronuncio esa frase.
Una lenta sonrisa tira de los labios de Preston antes de que me mire. —
Así es. La esclavitud debe ser degradada. La sumisión debe ser
preservada. —Sus ojos se deslizan lentamente sobre mi cuerpo—.
Codiciada. Venerada. Apreciada.
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Te ofrecemos una salvación que no se da a muchos. Un millón de dólares
por sólo siete días de tu vida.
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Desliza un trozo de papel por la mesa. Lo miro fijamente por un segundo
antes de levantar mi mirada a la suya. Mueve la cabeza hacia el papel.
Lo tomo y lo leo cuidadosamente a lo largo de las primeras líneas. No sé
qué estoy esperando, pero no esto.
— ¿Un juego?
1) Nunca salir.
2) Nunca hacer preguntas.
3) Nunca hablar de esto.
4) Nunca desarrollar sentimientos.
5) Siempre someterse.
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—Sea cual sea el tipo que deseemos jugar, —dice Preston.
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En lo moral, sé que esto está mal, sé que ni siquiera debería estar
contemplando esto, pero lo estoy. Lo hago porque tienen razón. No tengo
nada que perder. No tengo nada; pero en este mismo momento, siento
como si estos dos hombres pudieran darme todo. Me encuentro cada vez
más cerca de él hasta que mis labios están a unos centímetros de los
suyos, hasta que la tensión es tan fuerte que el aire cruje con él. Me
inclino en esa última pulgada, atraída hacia él, queriendo sentir sus
labios contra los míos. Su agarre en mi pelo se tensa y sacude mi cara
lejos de la suya.
Inhalando, cierro los ojos por un breve instante y luego los abro. —Este
juego…explícamelo.
— ¿Y cómo se gana?
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Y no tengo nada que perder…excepto mi vida, pero por la razón que sea,
no creo que eso sea lo que quieren. Quieren un juego. Una forma de
entretenimiento morboso. Y yo... necesito el dinero.
Trago con fuerza. — ¿Siete días? ¿Eso es todo? Siete días para seguir las
reglas. ¿Hacer lo que pidan?
— ¿Y no me harán daño?
—Hasta que…
Tobías se pone de pie y se mueve tan rápido hacia mí que casi tiro mi
silla tratando de alejarme. Se posa en el borde de la mesa frente a mí, y
esa sonrisa asegurada se dibuja en su cara. Lentamente me alcanza y
coloca un solo dedo debajo de mi barbilla, elevando mi mirada a la suya.
—Levántate, —dice, usando su dedo y ese singular punto de presión me
anima a ponerme de pie. Me tiemblan las piernas. Sus ojos color
esmeralda se fijan en los míos, algo dentro de ellos se agita tan
intensamente que me siento hipnotizada—. Bésame —dice.
Trago fuerte y dejo caer mis ojos sobre sus labios llenos. La mano de
Tobías se aleja de mí, agarrando el borde de la mesa. En este momento,
podría negarme. Podría, supuestamente, alejarme y no volver a ver a
ninguno de los dos. Pero por más intimidada que esté, no puedo negar la
emoción que se asienta en mi estómago, es la que impulsa a que mi ritmo
se acelere al saber que estos dos hombres me quieren de la manera más
carnal. Son hermosos y poderosos. Y no puedo evitar preguntarme, ¿cómo
sería una semana con ellos? Así que, me inclino y presiono
cautelosamente mis labios contra los de él. Por un momento, no hace
ningún movimiento para tocarme o devolverme el beso y me siento
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estúpida. Pero justo cuando estoy a punto de irme, su mano me rodea mi
mandíbula, sus dedos me agarran con fuerza, y mi respiración se atasca.
Sus labios se separan y empuja su lengua más allá de mis labios. Abro la
boca, lo acepto, lo invito, porque quiero la brutalidad de este beso, de su
posesión. Quiero saber lo que se siente al ser dominada por un hombre
como Tobías Benton.
Y entonces…la boca de Tobías está sobre mí, justo ahí. Mis piernas
amenazan con doblarse, pero la mesa soporta mi peso. Sus largos y
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gruesos dedos agarran mis muslos mientras su lengua se clava dentro de
mí. Nunca me he sentido tan ultrajada y a la vez tan apreciada, tan
poseída y tan libre al mismo tiempo.
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boca. Con demasiada rapidez, su mano me agarra de la garganta y me
empuja hacia la mesa.
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Preston se aleja de mí, poniéndose al lado de Tobías. Me observan, y
esperan, una pared de músculo cubierta de trajes finos.
—Lo vas a firmar, Ella, —dice Tobías, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Pero te aconsejo que te quites todas tus dudas primero porque una vez
que firmes, no habrá más preguntas. Sin rebeldía. Tu cuerpo es nuestro.
Contrato
CONSIDERANDO que las partes acuerdan que todas las actividades son
de carácter voluntario; y
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POR CUANTO, las partes acuerdan que no se producirá ningún daño
físico que pueda resultar en la muerte; y CONSIDERANDO QUE, una
vez completado el acuerdo, Ella Taylor recibirá la suma global de uno a
dos millones de dólares, sujeto a las reglas y estipulaciones mencionadas
anteriormente y delineadas en la sección 1, de las reglas AHORA, POR
LO TANTO, en consideración a las promesas y pactos mutuos de cada
una de las partes, ellos por la presente acuerdan y aceptan que estas
reglas no serán quebrantadas:
1) Nunca salir.
2) Nunca preguntar.
3) Nunca hablar de esto.
4) Nunca desarrollar sentimientos.
5) Siempre someterse.
SECCIÓN 1
REGLAS
SECCIÓN 2
NO DIVULGACIÓN
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Además, el participante se compromete a mantener en estricta
confidencialidad todo el conocimiento de este acuerdo y de los
acontecimientos que se produzcan en el plazo de siete días establecido en
el mismo. El participante no podrá hablar ni mencionar nada que tenga
que ver con los anfitriones ni con su negocio, Six Degrees. El participante
no hará comentarios despectivos sobre los anfitriones en persona o en las
cuentas en línea sobre las que tenga acceso o control.
TESTIGO
___________________________________________________________________
___________________________________________________________________
___________________________________________________________________
______________________________________________. (SELLO)
ELLA TAYLOR
TESTIGO
___________________________________________________________________
___________________________________________________________________
___________________________________________________________________
______________________________________________. (SELLO)
TOBIAS BENTON
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TESTIGO
_______________________ _______________________________________
___________________________________________________________________
___________________________________________________________________
_________________________. (SELLO)
PRESTON LUCAS
Así es como Tobías Benton se convirtió en uno de los hombres más ricos y
exitosos del mundo.
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Capítulo 3
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de su cuerpo o el olor de su colonia. No conozco a este hombre, y trata de
intimidarme en todo momento, por lo que no debería gustarme esto, no
debería quererlo, pero lo quiero, y temo que algo pueda estar mal
conmigo.
— ¿Te preocupa que podamos hacerte algo terrible? —Sus labios rozan el
lóbulo de mi oreja.
Trago con fuerza. —Yo sólo... —Me retuerzo porque siento como si me
estuviera sofocando—. No quiero preocupar a mis... a mis amigos, ya
sabes, será extraño que desaparezca durante una semana.
—Sólo... —Mi corazón está latiendo tan fuerte ahora que un calor
sofocante se apodera de mí—. Yo… —El ascensor sigue bajando, pasando
cada piso con un pitido. Mis músculos se han puesto tan tensos que me
duelen, y cuanto más me mira, más pesada me siento.
—Nos perteneces, Ella. Durante siete días, todo lo que eres ya no existe.
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—Yo no estoy... —Me tropiezo con mis palabras—. No estoy segura si
quiero...
Toma una de mis manos y la coloca sobre su cálido pecho. —Dime lo que
sientes, —susurra a pocos centímetros de mi boca.
Sus labios llenos se tuercen en una sonrisa mientras recorre con la punta
de sus dedos mi mejilla. Ese toque es tan suave, tan tierno, el toque de
un amante y, sin embargo, eso no es lo que es este hombre. Lejos de eso.
Su frente toca la mía, su aliento teñido de humo esta sobre mi cara. —El
miedo es lo que nos hace sentir vivos. —Y luego sus labios presionan
contra los míos, calientes y duros. Suaves pero exigentes. Por unos
segundos, me olvido todo, y hasta del contrato. Olvido que estoy en un
auto con dos hombres que no conozco, y también que el hombre que me
besa quiere que sea su puta.
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¿Y por qué?
Porque hace que todo desaparezca. Me hace querer vender mucho más
que mi cuerpo por esta sensación, esta atracción, y esta necesidad. Su
mano se desliza por mi espalda, tirando de mí tan fuerte contra su pecho
que mi cuerpo se inclina. La única cosa entre mi coño desnudo y su polla
endurecida es el material de sus pantalones. Y hay algo más erótico que
esa idea. Mis manos se deslizan sobre su duro pecho, descaradamente
necesitadas, rogando por más. Separo mis labios y tímidamente toco mi
lengua con la suya. Él gime, su agarre sobre mí se está endureciendo. Y
luego me agarra de la cara y me empuja con una sonrisa engreída. El
calor arde en mis mejillas y trato de mirar a cualquier parte menos a él.
Su agarre sobre mi cara se tensa y me obliga a mirarlo.
Tobías arrastra sus ojos sobre mis piernas desnudas. —En efecto.
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Respiro profundamente y trato de relajarme, pero no puedo hacerlo. Las
mujeres los miran fijamente cuando pasamos a su lado, y algunas de
ellas me miran con envidia. Nos detenemos frente al ascensor y un
hombre de negocios camina junto a Tobías. — ¿Cuánto tiempo estarás en
la ciudad esta vez? —pregunta.
—Siete días.
Preston camina directo al cuarto de atrás y Tobías arroja las llaves sobre
el bar. Observo cómo desenrosca la tapa de una jarra de cristal y se sirve
un vaso de whisky. Lentamente, se gira, sus ojos están fijos en los míos
mientras se lleva el vaso a los labios y toma un largo sorbo. —Tienes que
lavarte. —Hace un gesto con el dedo para que lo siga, y lo hago, echando
hacia atrás las preguntas que acosan mi mente.
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Cerrando los ojos, me recuerdo a mí misma que este acuerdo es mi
salvación, mi única salida de la bancarrota total. Así que, tomo un
respiro y agarro la parte de abajo de mi vestido, levantándolo sobre mi
cabeza.
Abro los ojos y me encuentro con su intensa mirada, esos ojos verdes
cubiertos de un constante torbellino de algo misterioso, intocable, algo
que me hace sentir que puede ser, en cierto modo, un Dios, o un maestro
de algo. Me desabrocho el sostén y lo tiro al suelo. Los ojos de Tobías se
dirigen hacia la ducha y yo entro, cerrando la puerta detrás de mí. El
agua caliente sirve como una forma de liberación para mis músculos
tensos y tiro mi cabeza hacia atrás, mojando mi cabello. Por un momento,
me olvido de dónde estoy, hasta que miro hacia arriba y veo a Tobías
mirándome a través del cristal empañado.
—Tócate, —dice.
—Primera falta.
—Pero...
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cerca del vidrio, mis pezones apenas rozando la fría superficie, la
condensación se filtra a través de la puerta de la ducha. Y gimo,
hundiendo otro dedo en mi interior mientras abro más mis piernas,
rogándole que mire. Cierro los ojos. Me follo más fuerte con mi mano y
echo la cabeza hacia atrás, el agua caliente cae en cascada por mi
hombro. Con mi otra mano recorro mi cuerpo, pellizcando y apretando,
mientras que la otra se hunde más fuerte y más rápido, incitando a algo
mucho más profundo que el simple placer que me produce. Inclino la
cabeza hacia atrás y lo miro fijamente. Sus ojos están clavados en mi
mano que está muy adentro de mi cuerpo. Me muerdo el labio inferior y
gruño, —Tobías... —Y presiona las palmas contra el vidrio como si
necesitara algo para sostenerse. Esto es erótico en todo sentido, el hecho
de tener a un hombre tan poderoso y con tanto control mirándome a
través de una puerta de vidrio como si yo fuera algo muy preciado, algo
que sólo él puede disfrutar.
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Capítulo 4
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Sigo el aroma del café hasta la cocina, y estoy prácticamente temblando
cuando llego a la puerta. Tanto Preston como Tobías están de pie junto a
los armarios, con el torso desnudo y con pantalones deportivos. La piel
tensa se extiende sobre los músculos duros.
Preston me mira a los ojos y trago con fuerza sabiendo todas las
posibilidades que encierran esas palabras que parecen inocentes. Tobías
se acerca por detrás de Preston, deslizando su mano sobre la piel
bronceada de sus abdominales. Mis ojos se dirigen a su estómago que se
flexiona antes de levantarse y adoptar una mirada oscura. Me está
observando, esperando, y evaluando mi reacción. Tal vez parezca
extraño, ver la mano de Tobías sobre el cuerpo de Preston, pero no es así.
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Me tiene sintiendo cosas, queriendo cosas en las que nunca antes había
pensado.
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pone de pie, con los ojos fijos en los míos mientras me folla más fuerte,
tan fuerte con la mano que me empuja a través del frío mostrador. Lo
agarro, desesperada por encontrar algo a lo que aferrarme. Se inclina
hacia mí y sostiene sus labios a pocos centímetros de los míos. —
¿Quieres besarme? —pregunta, pero su mano me ataca con tanta fuerza,
violenta y en forma brutal que ni siquiera puedo formar palabras. Sólo
puedo someterme a este impulso primitivo y a esta necesidad que tanto
deseo. Sumisión completa. Sus labios apenas rozan los míos y dejo salir
un suave gemido. Los dedos de Preston se doblan y se tuercen dentro de
mí, creando presión en lugares que hacen que mis dedos se doblen.
— ¿Vas a chorrear por mí, dulce Ella? —Me folla más fuerte, sus nudillos
chocan contra mí, su pulgar presiona mi clítoris. Una pequeña sonrisa
aparece en sus labios mientras inclina la cabeza hacia un lado y sus ojos
caen sobre mi coño mojado.
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aprieta, y como ya no tengo control, me encuentro gritando, alcanzando el
borde del mostrador y rompiéndome las uñas por lo fuerte que lo agarro.
Mi visión se nubla y se pone en blanco mientras cabalgo sobre las olas de
placer que pulsan a través de mí.
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Capítulo 5
La camarera nos muestra la mesa. La brillante luz del sol entra por las
ventanas, y el tráfico de la Quinta Avenida pasa a gran velocidad. Sigo a
Preston mientras nos abrimos camino a través del restaurante de lujo,
pasando las mesas con manteles blancos y servilletas dobladas para
formar pequeños círculos. Pone el menú en la mesa cuatro y sonríe
coqueta a Preston. Sus mejillas se tiñen de rosa y siento la más mínima
sensación de alivio, porque evidentemente tiene ese efecto en la mayoría
de las mujeres. Con un movimiento de su cabello, se da la vuelta y se va.
Preston me saca la silla y me siento. Toma el asiento a mi lado y abre el
menú. —Los pasteles de cangrejo son deliciosos.
Miro el menú, con el estómago anudado. Todo lo que quiero ahora mismo
es una copa de Cabernet Sauvignon. Estoy a punto de preguntarle si le
importa, pero me atraparé a mí misma. Nada de preguntas. —Vino.
Quiero una copa de vino.
Y ella se aleja.
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entra con otro hombre. Sus ojos verdes esmeralda se entrecruzan con los
míos, manteniéndome prisionera todo el camino desde la puerta hasta la
mesa donde nos sentamos. Cuando su mirada finalmente abandona la
mía, dejo escapar un aliento estrangulado. Estoy sentada aquí, entre
estos dos hombres, palpitando de ansiedad y necesidad.
—Esta es Ella, —dice Tobías, señalando hacia mí—. Ella, este es Michael
Carter.
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camino entre ellas. Trago mientras me pasa la punta de un dedo por los
labios de mi coño, comenzando por mi clítoris y bajando lentamente,
hasta sumergirse en mi interior. Miro fijamente hacia adelante, viendo a
la gente caminar por la acera, el abundante tráfico, de fondo escucho el
suave sonido de Adele en el sistema de audio, el bajo murmullo de la
conversación y el estruendo de los platos. Y luego, su grueso dedo se
hunde en el interior, profunda y rápidamente.
—Exponencialmente.
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—Muy bien, —sus dedos se frotan mi interior, presionando contra ese
punto que hace que tu respiración se vuelva más intensa—, bien. —Sus
ojos me miran y sonríe.
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Me limpio y abro el retrete, me dirijo al tocador y miro mi reflejo en el
espejo. Mis mejillas están sonrojadas, mis ojos demasiado brillantes, mi
vestido de diseñador colgando de mis caderas. Se están burlando de mí, y
sólo Dios sabe cuál es su acuerdo con Preston: ¿socios de negocios que
comparten mujeres? No, el toque de esta mañana fue más que eso. Por
ahora, de todos modos, tengo que reflexionar sobre cuál será su próximo
movimiento.
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Capítulo 6
Abre la puerta del acompañante y subo a una suave caricia del cuero
contra mis muslos desnudos. Una vez que se coloca detrás volante,
acelera el potente motor, y el coche entero vibra antes de que nos
vayamos, moviéndose lentamente a través del denso tráfico de la ciudad.
— ¿Te hace sentir indefensa? —se burla, su voz envuelta en una oscura
diversión.
Sus ojos se estrechan con un destello peligroso, y con sola esa mirada, me
tiene retorciéndome en mi asiento, luchando por el aire. —Cuidado, Ella.
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Miro por la ventana y veo a la gente en traje de negocios corriendo por
acera. —Esto es un juego para ti. Es una forma de que un hombre que lo
tiene todo se divierta un poco.
Siento que hay una respuesta equivocada y una correcta, y luego está la
verdadera, que cuando estoy con él esos dos sentimientos el de
impotencia y poder se mezclan y también se separan como el aceite y el
agua. —Ambos, —susurro.
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fuerza, completamente incapaz de apartar mis ojos de la piel bronceada
de su pecho y abdomen. Arroja la camisa sobre el escritorio antes de
alcanzar sus pantalones, soltando el botón y bajando la cremallera. Mi
boca se seca completamente cuando se caen y se para frente a mí en nada
más que boxers…y luego, esos también se van.
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Preston agarra mi vestido y me lo pasa por las caderas. El material se
acumula alrededor de mis pies en el suelo, y aquí estoy, completamente
desnuda frente a Tobías, mi cuerpo desnudo apretando contra el duro
cuerpo de Preston. Sus dedos se extendieron por mi estómago, su gran
mano me hace sentir pequeña, frágil, y desesperada por su toque. Quiero
que alivie ese dolor que se acumula entre mis muslos, esa tensión
insoportable causada simplemente por la visión de Tobías. Estoy perdida
en un estado de desesperación y confusión. No sé lo que quiero, lo que
necesito o lo que se espera de mí. Mi mente sabe que este es otro de sus
juegos retorcidos, un truco perverso, pero mi cuerpo está dispuesto, listo
para participar en lo que sea que tengan para ofrecer. Hasta ahora, su
juego sólo termina con mi placer.
Inclinándose hacia mí, una leve sonrisa de satisfacción hace subir las
comisuras de sus labios. Pone mi mejilla contra su entrepierna y acaricia
suavemente mis labios con sus dedos.
—Una boca tan bonita —dice—. Chúpale la polla, dulce Ella. —Él me
empuja y me agarro con mis manos. Inhalo un aliento agudo en un
intento de calmar mi pulso acelerado. Todo lo que soy en este momento es
una pequeña bola de necesidad, una porción de mujer que es nada más
que necesidad y lujuria primitiva, y estoy a merced de estos dos hombres,
estos dos hermosos bárbaros.
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Tobías se pone de pie, con la polla quieta en su mano, y da un paso hacia
mí. Me pongo de rodillas justo cuando Preston camina hacia un lado,
quitándose su camisa. —Hazlo venir, —dice, mientras se agacha a mi
lado, su nariz está a centímetros de mi cara, mi rostro está a centímetros
de la gran polla de Tobías. Y entonces, Preston se para y da un paso atrás
de mí.
Preston agarra mis muslos y miro hacia abajo entre mis piernas para ver
cómo se desliza por debajo de mí, sus ojos fijos en mi coño. Entrecerrando
los ojos lleva su dedo a mi caliente piel, traza por todas partes excepto
donde quiero que me toque. Mis piernas tiemblan debajo de mí y Tobías
me agarra el pelo, tirando de mi cabeza hacia él.
—Tu atención debería estar en mí. En. Todo. Momento, —dice justo
cuando la lengua caliente y húmeda de Preston se desliza sobre mi coño,
la sensación que obliga a que mis ojos se cierren de golpe ante un suave
gemido. Arrastro mi lengua por el eje de Tobías, girando lentamente mi
lengua a su alrededor mientras lo agarro con mi mano. Me burlo de él.
Pasando mi lengua sobre su eje mientras subo y bajo mi mano. Preston
sumerge un dedo dentro de mí, su boca sobre mi clítoris, y me detengo
por un breve instante. Tobías me pega un tirón con el puño que tiene
agarrado a mi pelo, tirando mi cabeza hacia atrás y empujando su polla
más allá de mis labios.
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de Preston vagando sobre mi cuerpo, su lengua casi llevándome al borde
del abismo sólo para luego forzarme a alejarme de la cornisa una y otra
vez, es la forma de poder más impotente que he experimentado jamás.
Estoy borracha de eso. Adicta, como si fuera una inyección de heroína
pura. Y ahora estoy segura de que la intención de estos dos hombres no
es sólo poseerme, sino arruinarme. Quieren destruirme para que sepan
que, una vez que se hayan ido, ningún hombre será suficiente. Ellos
quieren ser lo que desee, pero nunca pueda tener, porque honestamente,
¿qué forma de poder es más grande que esto, que alguien te anhele como
si fueras una droga?
—Ah, joder, —gruñe Tobías, sus ojos se cierran por un momento antes de
venirse, su verga gruesa se sacude mientras dispara un chorro por todo
mi pecho. Es la cosa más erótica que he visto en mi vida, y todo mi cuerpo
detona, ola tras ola en un orgasmo que me estremece en una forma
implacable que parece durar para siempre. Para cuando Preston
finalmente cesa, cada parte de mi cuerpo se siente como líquido.
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En el momento en que todo termina, la vergüenza se apodera de mi. Me
bajo de Preston y me arrodillo en el suelo, manteniendo los ojos cerrados.
Puedo sentir sus ojos en mí, y sólo quiero arrastrarme en un profundo y
oscuro agujero.
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Capítulo 7
—Club de caballeros, cariño. —Se lleva el vaso a los labios antes de mirar
a Preston—. Día uno. Primer juego, —dice, pasando su dedo por mi
mejilla—. No hay nada más poderoso que el sexo. Quiero que sientas el
poder, Ella...
Trago y mis ojos caen sobre mi regazo. —Yo... no, quiero decir, creo que
es...
—Sí.
—Primer juego, Ella. Vas a bailar, y.… —se ríe entre dientes—, bueno,
Tobías te dirá el resto. —Él abre la puerta y entro, cerrándola detrás de
mí. Allí, en el taburete de madera en la esquina de esta pequeña
habitación, hay una tanga de encaje negro y, en el suelo, un par de
zapatos plateados brillantes.
¿Voy a hacer esto? Me quito el vestido y lo doblo, poniéndolo sobre el
taburete mientras tomo la tanga. ¿Voy a salir de esta habitación y entrar
en ese bar casi desnuda? Me pongo la tanga sobre los muslos y luego los
zapatos, mirando mis pechos desnudos. Mi pulso se acelera. ¿Qué otra
opción tengo?
55
Cuando volvemos a la barra, mi primer instinto es cubrir mis pechos con
mi brazo.
—Pero...
Tobías sostiene en alto un solo dedo. —No. —Y como una niña traviesa,
mi mirada cae al suelo—. Debes usar todos los recursos que tienes,
corderito. —Una sonrisa sádica se dibuja en sus labios y Preston se ríe.
Mi rostro se calienta. Quiero meterme en un agujero y no salir nunca. —
Oh, por cierto, tienes dos horas. Buena suerte. —Tobías guiña un ojo
antes de salir de la cabina.
56
Se me revuelve el estómago. Hay un grupo de hombres sentados en una
mesa a mi lado. Entonces, el hombre al final me mira y lo hace fijamente.
Levanta la mano hacia su cara para sacarse un cabello de su frente. Veo
sus nudillos partidos, y las suturas en forma de mariposa en su mejilla.
Sonriendo, coloco un pie delante del otro, moviendo las caderas mientras
me acerco a la mesa. Se vuelve hacia mí, sus ojos arrastrándose sobre mi
cuerpo.
Tengo que hacer que se sienta involucrado, que tenga algo para así lograr
hacer que se pelee. Mi mente se mueve pensando en posibles escenarios,
sacando escenas de novelas románticas y películas, pero a la única
conclusión a la que puedo llegar es a cómo puedo llevar a cabo esta tarea.
Tengo que hacer que uno de los chicos de aquí sienta que necesita
protegerme. Tengo que parecer indefensa o patética o...
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Sus ojos nunca abandonan los míos, y respiro profundamente antes de
marcharme, rezando para que eso sea suficiente.
Un tipo en la parte de atrás de la habitación me mira, bebiendo su trago
mientras una chica baila frente a él. Ella se inclina sacudiendo el culo, y
él le arroja dinero al suelo antes de golpearle el trasero. Se va entonces el
hombre se pone de pie, inclina la cerveza hacia atrás y luego la pone
sobre la mesa antes de que me señale con el dedo.
Me cruzo con la chica que estaba bailando para él y me mira con los ojos
en blanco. —Es un idiota.
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Sus dedos se deslizan alrededor de mi trasero. —Eres una puta de
mierda, —dice.
Antes de que pueda decir algo más, alguien me agarra por los hombros y
me aparta de él.
Me doy la vuelta y veo al tipo con el que bailaba antes, con la mandíbula
apretada y esa costura de mariposa que se estira con cada movimiento de
su mejilla.
59
—No habríamos dejado que te hicieran daño, —dice Tobías, pero ¿cómo
puedo creerlo?
La puerta se cierra de golpe justo cuando Tobías sale del club, con el tipo
asqueroso que me tocó a su lado. Tobías tiene la cara roja, los labios
planos, los puños cerrados y el otro tipo parece aterrorizado.
60
Capítulo 8
Tobías
— ¿Sí?
Una sonrisa se extiende sobre mis labios. —Muy bien. Ella es perfecta y
creo que... —una risita sube por mi garganta—. Creo que esto irá
bastante bien.
—Cuatro.
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—Es una vergüenza que creas eso, —digo, y con eso, cuelgo el teléfono y
abro la puerta del auto, y me subo al asiento trasero que está vacío.
62
Capítulo 9
63
olvidar que esto es un juego y que no soy más que un juguete para su
diversión. Y no debería olvidar eso. Nunca.
—Gracias, —susurro.
— ¿Leche? —pregunta.
64
—Uh....sí, por favor.
65
Capítulo 10
66
Las campanas suenan cuando entro. Me paro al final de la fila, mirando
el pedazo de papel. Dos cafés negros, un Macchiato de Caramelo, un
Latte de Vainilla, y un Té Chia. La fila se mueve lentamente, y cuanto
más me acerco a la caja registradora, más inquieta me pongo.
—Señorita...
Me doy la vuelta justo cuando una lágrima perdida cae por mi mejilla.
Gracias a Dios.
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Sonríe con una sonrisa muy dulce. —No hay problema, en realidad. Me
siento mal por ti y…
—Me llevaré a Ella, entonces. Hay algo que quiero mostrarle. —Sonríe
con suficiencia. Preston también lo hace. Y me siento como un animal
que cayó en una trampa.
Quiero preguntar adónde vamos. Hay muchas cosas que quisiera saber.
Cruzamos la calle frente a mi apartamento, el que ya no tendré cuando
termine este juego. El aviso de desalojo esta pegado en la puerta y eso me
recuerda porque hago esto. Por supuesto, estoy segura de que podré
recuperarlo después de que este arreglo haya terminado, pero creo que
simplemente quiero mudarme. Empezar de nuevo. Tal vez Fort
Lauderdale o Key West....
—Me dolió.
—Eso parece.
—Tengo una sorpresa para ti. —Tira de mi brazo para que lo siga
mientras se aleja, sin parar hasta que estamos parados afuera de un
restaurante llamado Elmo's. Señala a una morena por la ventana—. Esa
es María. Está esperando a Sawyer... —Se inclina hacia mi oreja otra
vez—. Como solían hacerlo. El mismo restaurante. Incluso en la misma
mesa.
Cerrando los ojos, trato de forzar esos recuerdos, pero las compuertas se
abren, bombardeándome con imágenes mías y de Sawyer en esa misma
mesa. Todavía puedo olerlo, Chanel Blue. Aún puedo escuchar lo áspera
que era su voz cuando susurraba cómo quería follarme en esa mesa. La
miro fijamente por la ventana, muy segura que le dice lo mismo. El
cuadro que una vez colgó sobre mi sofá, puede muy bien estar sobre el de
ella ahora. Las cosas que antes eran mías son suyas, y la odio por ello.
Y luego, veo a Sawyer salir del baño y tomar asiento junto a María. La
agarra de la cara y la besa con pasión y deseo. Ella pasa sus dedos a
través de su grueso y oscuro cabello, y ese cuchillo metafórico se me clava
profundamente, y mi corazón se aprieta bajo la tensión. Lucho contra las
lágrimas y el dolor.
—Me pregunto qué clase de persona le ha dicho que eras —Tobías dice, y
con ese comentario, me guía lejos de la ventana, calle abajo. ¿Por qué me
haría esto? ¿Cuál es el punto? —. Debe ser frustrante, no poder hacer
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preguntas —Se ríe—. Sólo quiero que sepas que hay un motivo para todo,
Ella. Todo lo que pasa en esta vida tiene su razón de ser.
Estoy confundida, sin saber por qué me quieren, ni qué es realmente este
juego. Mi cabeza está girando implacablemente, dejándome en un
constante estado de desconcierto. Caminamos otra cuadra en silencio, la
imagen de Sawyer besándola se repite una y otra vez en mi mente.
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Eso hace que me dé su aprobación. El hombre abre un cajón, echando un
vistazo a un trozo de papel. —La cabina tres, —dice.
—Gracias, Jack. —Y con eso, nos giramos y nos dirigimos hacia el otro
lado de la habitación. Las preguntas nadan en mi cabeza. Demasiadas
preguntas. Y no puedo hacer ninguna. Creo que la única razón por la que
tienen esa regla es porque me quita poder y, por lo tanto, se lo atribuyen
ellos.
—Siempre curiosa.
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ambos brazos y a lo ancho de la espalda. La rubia se sube seductora a la
cama, con los ojos fijos en Tobías a través del cristal antes de acostarse
boca arriba. En cuestión de segundos, la otra chica se sienta a horcajadas
sobre ella, se inclina hacia abajo y presiona sus labios juntos. La rubia
acaricia los pechos desnudos de la otra chica, pellizcando sus duros
pezones. Sus delgados y pálidos dedos se extienden sobre la parte
redondeada de los pechos de la otra chica, y algo se mueve dentro de mi
estómago, revoloteando con una energía excitante. Sus lenguas se
encuentran, agresivas pero delicadas. Hay algo en ver a las dos mujeres
besarse que es más sensual que un hombre y una mujer, o quizás es algo
más prohibido. Cada movimiento es perfectamente pausado y sin prisas,
y me tiene jadeando. La niña rubia desliza su mano sobre la cintura de la
otra mujer, agarrando la pequeña correa de su tanga y deslizándola hacia
abajo sobre sus muslos. La mujer morena toma la mano de la rubia y la
coloca entre sus muslos. Ella gime y el ruido se oye a través de un altavoz
detrás del sofá. La forma en que sus cuerpos encajan es hermosa, muy
erótica. La mujer que está arriba tira su cabeza hacia atrás, enviando su
cabello en cascada por su espalda en una ola de ébano. Me muevo en mi
asiento, apretando mis muslos juntos para deshacerme de la sensación
desagradable que tengo.
— ¿Por qué? ¿Les estás pagando dos millones de dólares? —Me sonrío al
mirarlo.
—Falta dos.
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—Una boca tan sucia para una cosita tan inocente, —dice, con la voz
encendida.
—No te toques.
Casi salto al oír la voz de Tobías y miro hacia abajo para ver mi mano en
mi muslo, el material de mi vestido elevado peligrosamente. Retiro mi
mano, y él sonríe maliciosamente justo antes de poner su mano en la
parte superior de mis muslos, sus gruesos dedos agarrándome la piel. Me
muerdo el interior de la mejilla. Trato de no moverme ni retorcerme
mientras sus dedos calientes se arrastran en una suave caricia por el
interior de mi muslo. Me encuentro temblando, abriendo las piernas un
poco más. —Obsérvalas, —ordena, acercándose más a mí. Hago lo que
me dice, sometiéndome tal como lo espera. La chica morena ahora tiene
74
los dedos enterrados dentro de la rubia, entrando y saliendo con una
tortuosa lentitud. Sus dedos suben más y casi gimo. Un aliento caliente
sopla sobre mi cuello y luego el suave toque de sus labios hace que mis
párpados se agiten.
—Tobías —suspiro.
—Por favor, —le pido, con un temblor mientras trato de acercar su mano
hacia mí, pero está completamente inmóvil. Trato de inclinarme, de
presionar mis labios contra los suyos, pero se retira.
—Por mucho que me guste oírte rogar, recibirás lo que te dé, cuando yo
decida hacerlo. —Me agarra el pelo en un puño y me tira la cabeza hacia
un lado mientras lleva los labios hacia mi oído—. Cuando más lo quieras
es ahí cuando menos recibirás, Corderito.
—No.
—Hmm. —Su dedo roza las bragas y mis músculos se aprietan. Quiero
presionarme contra él, pero no lo hago. No lo permitiré. Mi respiración
crece con cada segundo que pasa, cada caricia suave de la punta de sus
75
dedos. —Las mujeres son hermosas, ¿no? Tan sensuales. Suaves. —
Inhala—. Imagina cómo saben, Ella. Cómo se sentiría si su tierno roce te
tocara... —Su dedo me presiona por un segundo, y jadeo—. El olor de su
perfume, el largo pelo que recorre su cuerpo desnudo, los pechos suaves y
los pezones duros contra los tuyos.
Nos abrimos paso a través del bar y volvemos al vestíbulo del edificio.
Tobías revisa su reloj mientras abre la puerta al exterior. Lo sigo hasta la
acera y, como si fuera una señal, un coche negro se detiene. Tobías abre
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la puerta y me la sostiene. Preston está sentado en la parte de atrás con
su celular en el oído, ignorándome mientras entro.
—No puedo esperar para ver en qué estado te encontrarás esta noche. —
Tobías sonríe mientras cierra la puerta. Y el coche arranca.
77
Capítulo 11
Ese es el problema. Por una vez, desearía que me mordiera. Estoy tan
tensa que no puedo soportarlo.
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— ¿Me deseas, Ella? —pregunta, inclinando lentamente la cabeza hacia
un lado.
—Desnúdame, —dice
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instinto. Tiro de su cinturón, bajando sus pantalones antes de meter mi
mano bajo el elástico de su ropa interior. Gimo contra sus labios cuando
mis dedos envuelven su caliente y sedosa carne, dura y dispuesta a todo.
—Eres tan dulce, Ella, —murmura contra mis labios. Sus dedos rodean
los míos, guiando mi mano arriba y abajo de su longitud. Ese dolor se
dispara, asentándose justo entre mis piernas. Ruedo mis caderas y mi
coño roza contra su mano. Mis labios se separan, y luego se convierten en
una pequeña sonrisa ante ese pequeño movimiento de alivio. Los labios
de Preston se mueven sobre mi mandíbula, poniendo besos calientes y
húmedos en mi piel, pero aparte de eso, no me toca. Y me está volviendo
loca. Agarro su mano libre y la meto entre mis piernas.
Riendo un poco, me muerde el costado del cuello—. Estás tan mojada,
Ella —gime apretando nuestro agarre sobre su polla—. ¿Cuánto deseas
que meta mis dedos en tu coño?
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chupo con un sabor ligeramente salado. Sus ojos se cierran y sus fosas
nasales se abren. —Lo haces difícil, —murmura en voz baja.
Toma un paquete de pañuelos de papel de un compartimento lateral del
coche, saca uno y se limpia antes de subirse los pantalones y abrocharse
el cinturón. Nunca me había sentido tan perturbada y desesperada.
Levanta la vista con una sonrisa burlona. Cierro los ojos, respirando el
olor de su colonia. —Por favor, —suspiro.
— ¿Qué?
81
Capítulo 12
Me agarra del brazo. —Iré contigo. —Una pequeña sonrisa toca sus
labios.
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Se ríe de nuevo. Ese sonido es más sexy de lo que debería ser. —Bueno,
no me importa lo que prefieras, no confío en que no te alivies de otra
manera. No puedo permitir que toques ese dulce coño tuyo.
Girando mis ojos, suspiro y me dirijo al baño. —Por favor... —Me detengo
frente al baño — ...al menos quédate ahí. —Apunto al otro lado de la
habitación.
—Prefiero que te presiones contra mí. —Su mano frota la parte delantera
de mi cuerpo, rozando mi pecho. Cierro los ojos deseando poder decirle
que se vaya a la mierda.
Me lavo las manos y las seco, Preston vigila todos mis movimientos.
Salgo del baño y me sigue.
Tira del elástico de su cabello, pasando sus dedos por las desordenadas
hebras rubias que caen alrededor de su cara. —Y no puedes hacer
preguntas, así que eso te deja bastante jodida. —Se ríe a carcajadas.
—Sólo quiero que sepas que todo lo que hacemos tiene un propósito.
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—Bueno, eso ya está arreglado porque aquí estoy, solo pensé que era una
chica a la que querían comprar para que fuera su juguetito durante una
semana. Pero veo que es más profundo que eso. Así que… —Asiento con
la cabeza—. Eso está bien.
—Pero eso arruinaría el propósito del juego. —Me sonríe como si fuera
un niño ingenuo y se dirige hacia la puerta, riéndose mientras se va.
84
Capítulo 13
Preston me mira y sonríe, pero hay algo detrás de esa sonrisa, algo que
sabe, y que está anticipando. Nos muestran un comedor que alberga una
gran mesa con vajilla de porcelana y cristal. Hay un hombre en la cabeza,
a su lado, una mujer de pelo negro con un vestido rojo, y a su lado,
Tobías. Ambos hombres se paran cuando entro en la habitación. Me
siento fuera de lugar, mal vestida y de clase baja. El mayordomo saca la
pesada silla de madera junto a Tobías, y tomo asiento.
Tobías se dirige hacia mí. —Esta es Ella, y estos son David McDonough y
Nadia, su encantadora esposa. —Se sienta a mi lado y se inclina—. ¿No
es encantadora, Ella? —susurra, mientras coloca su mano en mi muslo.
—Qué amable de tu parte unirte a nosotros esta noche. —dice David con
una sonrisa que le hace parecer que vale un millón de dólares.
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David y Preston discuten las tendencias en los negocios, la tendencia de
una inflación en las acciones y en la publicidad, y la mano de Tobías se
desliza cada vez más arriba por mi muslo. Me aprieta y lo miro con
nerviosismo.
Y aquí estoy sentada, retorciendo mis manos bajo la mesa. Mis ojos se
dirigen hacia arriba a través de la mesa hacia Nadia, y luego de vuelta a
mi regazo. ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Cómo algo de esto puede
valer dos millones de dólares para ellos? ¿Y para qué? ¿Para ver cómo me
retuerzo, cómo se ruborizan mis mejillas, o para observar cómo me
debato ansiosamente sobre el tipo de persona que soy por participar en
sus estúpidos juegos? Por supuesto, dos millones de dólares habrían sido,
antes de que estuviera quebrada, apenas veinte dólares para mí. Una
noche de fiesta. Un poco de diversión.
Inhalando, cierro los ojos. Con ese dinero. ¿Qué haría por un millón,
posiblemente dos millones de dólares? ¿No es esa la cuestión?
Honestamente, esperaba follarlos durante siete días seguidos, dejar que
me azotaran y me tiraran del pelo, y me llamaran puta. Esto no es lo que
esperaba. Miro entre los dos depredadores sentados a cada uno de mis
lados, observando cómo hacen sus negocios. Algo dentro de ellos es
retorcido y depravado, o tal vez, eso es lo que le sucede a un hombre
cuando tiene todo lo que podría desear, cuando tiene el poder supremo.
Quizás joder a las personas menos afortunadas es su droga preferida.
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hombres se ponen de pie. Tobías me mira antes de tirar de mi silla,
golpeando su reloj.
—Eres una tentación. —Me besa el cuello—. Tan jodidamente dócil. —El
calor de su lengua que se extiende a lo largo de mi cuello me envía una
repentina y vergonzosa necesidad que me atraviesa—. Joder… —Su
mano se desliza bajo mi vestido y me agarra entre las piernas. Su cara
está justo frente a la mía, su aliento cálido cubriendo mis labios, sus ojos
vibrantes clavados en los míos—. Desde que te conocí, todo lo que quería
era estar dentro de ti —Su dedo se desliza bajo el encaje y echo la cabeza
hacia atrás cuando me roza el clítoris—. Y cuando tenga esa oportunidad,
te voy a arruinar, —dice.
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cuarto de huéspedes. —Lo sigo por la escalera de caracol hecha de
mármol, mi mente dando vueltas sobre sí misma para tratar de
averiguar cuál es el juego de hoy.
Abre la puerta al final del pasillo, y los tres entramos en el cuarto oscuro.
Tobías cierra rápidamente la puerta sin encender la luz. —Te lo advierto,
Ella, sin importar lo que pase, no grites, —dice Tobías. El tono de su voz
me da escalofríos.
Cierro los ojos. No quiero mirarla. No quiero estar en esta habitación con
ellos, ni con ella. —Quiero irme, —susurro, el miedo me consume.
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Abriendo los ojos, miro a María, su rostro se vuelve hacia nosotros. Con
los ojos suplicando. —No necesito saberlo. Lo siento. —Doy varios pasos y
me detengo justo delante de la puerta, con la mano apoyada en el pomo
porque... ¿y si ella también firmó un contrato? Después de todo, es sólo
un juego, ¿verdad?
Tobías cruza los brazos sobre su pecho y Preston mete las manos en los
bolsillos, con una siniestra sonrisa en sus labios.
—Sabemos que la odias por lo que te hizo, por lo que te quitó, —dice
Tobías, con una voz profunda y suave.
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vestido y ahuecando mi coño con su palma caliente. Me quedo sin aliento.
Tiro mi mano hacia afuera, agarrándole el brazo para apoyarme. Una
risa ronca se desliza por los labios de Preston.
—Así que te damos dos opciones, Ella. Mátala o follatela, —Tobías repite
mis opciones.
—O, vete sin nada. Desamparada. Sola. Sin amor, —dice Preston,
presionando su dedo bajo mi barbilla y forzándome a mirarlo a la cara.
Es tan íntimo que sus labios rozan los míos—. Te echaría de menos, dulce
Ella —Me besa suavemente—. Mucho. —Y luego retrocede, soltándome.
Me paro con la espalda contra la madera lisa de la puerta, con los ojos
entre Preston, Tobías y María.
Preston se ríe. —Es como pato, pato, ganso. Sólo que…muere, muere,
joder.
—No estás aquí para ser nuestra brújula moral —dice Tobías—. María
obviamente carece de moral, ¿No es así, Preston?
—Te roba a tu novio, luego pierdes el trabajo y, por estar sola, te quedas
sin casa —dice Preston, resaltando cada detalle horrible enumerándolos
con sus dedos—, lo pierdes todo, hasta que te encuentras en una
situación tan pésima, que caes en nuestros regazos.
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Trago, agarrando la pared para estabilizarme mientras mi cabeza gira.
Me dijeron cuando firmé el contrato que podía irme en cualquier
momento, pero tengo la sensación de que siempre habrá condiciones para
ello. Libertad es un término tan vago, ¿no? Todo lo que puedo oír son los
fuertes golpes de mi corazón, el ruido áspero de mi respiración irregular
saliendo de mis pulmones. Si me alejo, ¿la matarán? —No soy libre de
irme entonces, —susurro.
—Sólo tienes unos minutos para elegir, —dice Preston, pasando sus
dedos por encima de mis hombros mientras se mueve a mi alrededor
como un lobo acechando a un cordero herido.
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—Bueno, —Tobías arroja la mordaza al suelo y extiende los brazos—, ahí
la tienes. Prefiere no morir esta noche, así que, ¿qué será Ella? ¿Con qué
decisión puedes vivir?
Miro de nuevo a María y sus ojos están rogando, suplicando que lo haga.
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—No lo creo —dice Preston. Inhalando, me trago la sensación de
malestar que se eleva por mi garganta—. Y tiene que ser creíble, Ella.
Tiene que ser sexy, caliente y sucio.
Aprieto los dientes. Quiero gritarles a los dos. —Aquí —dice Tobías—,
permíteme ayudarte. —Él agarra mi mano y la coloca en su muslo,
frotándola hacia arriba y abajo—. ¿No es suave? —pregunta. Luego me
obliga a poner mi mano entre sus piernas—, ¿Y caliente? —Puedo oír la
burla en su voz. Toma mi dedo y se lo pasa por encima del coño. Y está
mojada. ¿Qué carajo...? Frunzo el ceño y Tobías debe darse cuenta,
porque se ríe—. El miedo puede ser un calmante afrodisíaco. Ahora, que
se joda, —dice con un gruñido mientras se aleja.
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Mi corazón golpea mi pecho y, vergonzosamente, ese tirón tan familiar
comienza justo entre mis piernas. Trago y luego le paso el dedo por
encima del coño. Cerrando los ojos, me muerdo el labio. Está mojada y la
estoy tocando. Y me gusta. Ella gime cuando presiono lentamente un
dedo dentro de ella, suspirando porque esto es tan prohibido.
—No te detengas —gime justo antes de que sus manos libres vuelen a mi
cabeza. Agarra mi cara y fuerza mi boca sobre ella. Lamo, chupo y me la
follo con la mano hasta que tira de mi pelo, gimiendo y gritando, y su
coño apretándose alrededor de mis dedos.
94
—Sí.
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—Es suficiente, corderito. —dice Tobías. Abro los ojos justo a tiempo para
ver cómo se pone de pie—. Vístela.
Preston nos sigue, con la mano en el brazo de María. Los cuatro bajamos
por la escalera, y cuando llegamos a la parte inferior, una mirada pasa
entre Tobías y Preston. Cuando Preston da un paso atrás, Tobías toma el
brazo de María y la escolta hasta el pasillo trasero.
—Dime que no le hará daño —susurro—. Cumplí con mi parte del juego.
—Eso hiciste —Con una sonrisa me pasa la punta de su dedo por encima
de mi mejilla—. Pero no podemos tenerla hablando, ¿verdad?
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cómo puedo salir de esto. Mi estómago está revuelto por la preocupación
y la culpa. Miro a través de la ventana, y luego, la puerta principal se
abre y veo a Tobías cruzar el umbral, girarse y estrechar la mano de
David. Hay una sonrisa profunda en su cara mientras baja por el pasillo
y se hace más profunda cuando abre la puerta y se arrastra dentro del
auto. La puerta se cierra de golpe y el coche se aleja.
—No soy una puta y tampoco una asesina. —Mi corazón se siente como si
estuviera a punto de salir de mi pecho.
Siento que el calor me quema por dentro y penetra hasta los huesos.
Estoy tentada a irme. Renunciar. Pero, por otra parte, esto ya no es
realmente una opción. Esto es supervivencia. Sin el dinero, no
sobreviviré. Puta por una semana o vagabunda en cuanto salga de este
auto. Así que empiezo a preguntarme en qué clase de persona me
convierte esto. Quiero sobrevivir, ¿pero a qué precio? Si no me hubiera
acostado con María, quizás la habrían matado. Seguramente no lo
hubieran hecho. ¿Verdad? Realmente no sé de lo que son capaces. Son
unos completos desconocidos, y si pudieran realmente matar a alguien
como parte del juego, entonces estoy en un aprieto. Me detesto ahora
mismo. Y Los odio por manipularme, por usarme en su enfermizo y
retorcido juego. Fuerzo todas las palabrotas y el odio en mi interior y
sonrío.
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recorriendo. —No seas duro con ella, Tobías —dice Preston,
acariciándome la mejilla con la mano—. Ha tenido un día difícil. —Lo
miro fijamente y se ríe.
Dios... y pienso que se cree que realmente es un dios. Pero que se joda.
El dedo de Tobías se desliza sobre mi muslo, sus ojos verdes brillan con
algo peligroso. —Las cosas bonitas pierden su brillo con el tiempo,
Preston.
98
Tobías se ríe. Sus dedos se clavan en mi cadera mientras se inclina sobre
mí, con los labios contra mi oreja. —No será tan apretado después de que
nos la follemos. —Me besa el cuello antes de volver a su asiento.
—Los dos son unos asquerosos. —Me alejo de Preston, harta de ser su
fuente de diversión.
Se me calientan las mejillas. Tobías sonríe, sus ojos verdes fijos en los
míos, convirtiéndome en su prisionera. —Oh, No lo hagas, Preston.
Estamos haciendo que nuestro corderito se sienta incómoda.
Me besa con mucha veneración, y aunque lo odio, con este beso me hace
sentir como si me amara. El beso termina y se aleja lentamente de mi
cara, con los ojos cerrados como si lo estuviera saboreando. —Tan
hermosa, y perfecta. —Sus ojos se abren y la punta de sus dedos se
extiende sobre mi labio inferior—. Si pudiera retenerte, creo que lo haría.
99
— ¿Qué aprendiste hoy? —pregunta Tobías. ¿Y ahora esto es una lección?
Me quedo callada porque no sé cómo responder a eso—. Ella, —dice en mi
oreja, sus dedos en mi muslo—. ¿Aprendiste algo acerca de ti hoy?
Busco en sus ojos, esperando ver qué es lo que quiere que diga, pero
Tobías no revela nada. Miro a Preston y Tobías toma suavemente mi
barbilla, volviendo mi cara hacia la suya. —No lo mires en busca de
respuestas. ¿Aprendiste algo? ¿Límites? ¿Algo que quieras?
¿Necesidades? ¿Sentiste el poder esta noche, mi pequeño corderito?
—Sí —digo.
—A veces nos sorprendemos de lo que nos gusta una vez que las cadenas
de la moral son removidas —dice Tobías mientras sus ojos se dirigen
hacia Preston—. ¿Verdad, Preston?
—No llamaría a esto que es una situación en la que se quiten las cadenas
de la construcción moral, —murmuro.
100
Sé lo que estás pensando. Y de nuevo, Ella, esto es un juego. Así como tú
tienes reglas, nosotros tenemos reglas. Eso lo hace más divertido. Crea
tensión. —Se muerde el labio inferior y se filtra un lento gruñido—. La
espera —inhala—, se vuelve casi insoportable en un momento dado.
— ¿Ya has llegado hasta ahí? —pregunta Preston, ajustándose con sus
ojos fijos en los míos— ¿Llegaste al punto en el que no importa lo horrible
que creas que somos, todo lo que puedes pensar es en tener nuestras
pollas enterradas dentro de ti? —Me muerdo el labio inferior y ese solo
movimiento provoca una sonrisa de ambos hombres—. Bien, —dice
Preston, demasiado satisfecho consigo mismo.
101
El aire es espeso con una tensión constante, una pasión teñida de pecado.
No hay duda de que son seductores y encantadores. Prometen tanto, pero
¿a qué precio? Quiero que me quieran a mí. Necesito que me quieran,
porque cuando los hombres como ellos te necesitan…mi aliento se
atasca...no sé si hay algo más adictivo que esto... Esto es sólo sexo.
Viviendo, y respirando sexo. Y aquí están sentados tocándome,
besándome, susurrándome lo especial que soy. Cuánta envidia tendrían
otras mujeres. Que soy de ellos, y aunque sé que soy libre de irme en
cualquier momento, no sé si podría, aunque me ofrecieran tres millones.
Creo que con estos dos me convertiré rápidamente en una adicta. Y esta
es una adicción enfermiza de la que sé que no hay rehabilitación.
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102
Capítulo 14
103
Preston. Esa sonrisa sexy tira de sus labios, haciendo que mi corazón lata
aún más rápido.
Tobías se mueve otra vez contra mi espalda, sólo que ahora puedo sentir
que está desnudo. Yo ahogo un gemido cuando su piel lisa y caliente
presiona contra la mía. La sensación de su polla dura contra mi espalda
baja hace que mi estómago se anude y se retuerza de la manera más
deliciosa. Los dedos de Preston se mueven sobre mi cintura y la cadera
en una caricia ligera que tiene a mi piel ardiendo. Su mano baja más
despacio y luego se detiene justo antes de llegar a mi coño. Sus ojos se
alzan, bloqueándose con los míos mientras inclina la cabeza hacia un
lado. Los labios de Tobías están en mi cuello, sus dientes rozando
seductoramente mi piel.
104
en el suelo porque esto se siente humillante y vergonzoso, como si
realmente no fuera más que una puta barata.
—No te toques, —dice Preston, y abro los ojos justo a tiempo para ver
cómo se inclina y me quita la mano.
Miro a Preston con la polla de Tobías metida entre mis labios, su mano
sosteniendo en un puño mi pelo. Preston sonríe antes de caminar junto a
Tobías. Hombro con hombro, empuja su polla contra mi boca, junto a la
de Tobías, y mi corazón se acelera. —No seas codicioso, Tobías, —dice
Preston, presionando su polla contra mis labios.
—Con ambas manos, corderito. Una para mí, otra para él. —Tobías se
mete otra vez en mi boca gimiendo y cuando se retira, arrastro mi lengua
desde la punta de su cabeza a la de Preston. Agarro a Tobías con mi
mano, bombeando arriba y abajo mientras giro mi lengua alrededor de la
cabeza de la polla hinchada de Preston. Y luego, lo chupo de nuevo,
lamiéndole el costado antes de sacarlo y volver a Tobías. Tobías gime.
Preston gruñe. Ambos me agarran el pelo, me empujan y tiran de una
polla a la otra.
105
Los agarro a los dos, presionando sus pollas una contra la otra mientras
los lamo, a su alrededor, chupando una mientras le doy una sacudida a la
otra. De un lado a otro, y con cada segundo que pasa, mi piel se calienta
más, mi mente se vuelve incapaz de pensar racionalmente. Dos hombres
que están conmigo frente a ellos de rodillas y a su merced, rogando con
cada sacudida de mi cabeza que me concedan mi liberación, y, sin
embargo, siento un poder que nunca he sentido.
Los empujes de Tobías aumentan cada vez son más rápidos y duros,
mientras sus rodillas se doblan. Agarra el pelo de Preston, con la mano
en un puño y tira de su cabeza mientras lanza su espalda hacia atrás en
un profundo gemido. Me saca la polla de la boca, girando para que cada
chorro de semen que salga caiga sobre la polla palpitante de Preston.
Rápidamente agarro a Preston y lo trago de nuevo, el sabor salado de
Tobías corre por mi garganta. Estoy goteando entre mis piernas,
apretando mis muslos juntos para tratar de aliviar un poco de la dolorosa
necesidad. Abro los ojos, miro a Preston con su polla en mi boca, observo
cómo Tobías camina detrás de él y envuelve con un brazo su ancho pecho.
Tobías presiona un suave beso en el cuello de Preston. Las dos manos de
Preston se agarran a mi cabeza y me folla la boca, dejando caer su
barbilla contra su pecho a medida que se acerca. Y codiciosamente, como
la puta sin sentido en la que me he convertido, me lo trago.
106
sigue el rastro a lo largo de mi costado hasta mi cadera. Preston toma
una pierna en su mano mientras que Tobías toma la otra y las separan.
Los dos se inclinan entre ellas. Al mismo tiempo, pasando sus calientes
lenguas. Mi espalda se arquea fuera de la cama, con mis muñecas tirando
de las correas. Me quejo. Jadeo. Otro golpe de lengua y luego... nada.
Abro los ojos y los encuentro a ambos parados al lado de la cama con
expresiones sádicas, con la ropa en sus manos. —Por mucho que nos
encantaría entregarnos a ti, corderito —dice Tobías, inclinándose a mi
lado—. Así no es como funciona este juego.
¿La habrá matado? ¿Cómo pudo dejarla ir? ¿Qué les pasa a ellos y qué
carajo me pasa a mí? Quiero el dinero, lo necesito desesperadamente,
107
pero hay algo en este juego, sea lo que sea, que es siniestro, retorcido y
malvado. Mi pulso se acelera, el sudor se abre paso por encima de mi
cuerpo. ¿Hasta dónde me empujaran? En el segundo día mis opciones
fueron follarme a la mujer por la que me dejó mi novio, o matarla.
Asesinar mi dignidad, o matarla a ella. ¿Y si la próxima vez no hay
elección?
108
Capítulo 15
Tobías
—Mañana perderá.
—Lo hizo.
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Una profunda carcajada retumba desde la garganta de Preston antes de
tirar su colilla al suelo. Veo cómo el resplandor rojo de las brasas se
desvanece con cada pisada. Preston se da la vuelta para volver a entrar,
y se detiene para tocarme el hombro. —No te encariñes, Tobías. —Sonríe
antes de abrir la puerta y entrar.
Lo veo a través de la ventana mientras camina por la sala de estar hacia
la cocina para conseguir un vaso de agua y luego desaparece por el
pasillo. Quiero decir que mi corderito es perfecto, pero todo dependerá de
cómo transcurra el tercer día. Después de todo, es el punto de inflexión
de este juego.
—Por ahora.
—Muy bien.
110
Capítulo 16
Mis ojos se abren de par en par. Mi piel está húmeda por el sudor y
parece que no puedo respirar. María. ¿Qué le habrá pasado? Una voz me
susurra en mi cabeza. Me duelen los brazos, mi cuerpo está rígido por
dormir atada a la cama toda la noche. El poco sueño que conseguí estaba
lleno de pesadillas.
Giro la cabeza hacia la ventana. Deben ser por lo menos siete porque el
cálido sol se arrastra a través de la abertura de las gruesas cortinas. Y
luego. ...pasos. Mi pulso se acelera lentamente hasta que golpea en mis
oídos. La cerradura hace un clic, y la puerta se abre. Levanto la cabeza lo
más alto que puedo para encontrar a Tobías de pie en la entrada con sus
pantalones de ejercicio, con el pecho desnudo.
Sin decir una palabra, se acerca y tira de las correas de seda. La sangre
vuelve a correr por mis manos, como si tuviera pinchazos y agujas en los
dedos. Cuando me muevo para levantarme de la cama, Tobías me agarra
de la cintura, inclinándose sobre mí mientras me clava en el colchón con
su cuerpo.
111
mientras sus manos se deslizan sobre mi cintura. Sus dedos bailan por
mi espina dorsal hasta que me golpea el trasero con ambas manos. Mi
cuerpo está ardiendo, y mi piel esta en llamas bajo su tacto.
Continúa burlándose de mí con sus labios y sus dedos, sin darme nunca
lo que quiero. Sus dedos nunca se hunden dentro de mí ni se acercan a mi
clítoris, y eso me enloquece. De repente, me pone de espaldas,
presionando su peso entre mis piernas. Pongo mis caderas contra su polla
que atraviesa el fino material de sus pantalones. Le agarro por la nuca,
tratando de empujarlo hacia mí, pero no se mueve. Una sonrisa irónica se
extiende sobre sus labios. Quiero gritar. Quiero salir de este apartamento
y no volver nunca más. Tobías y Preston me vuelven loca. Me empujan al
punto de casi enloquecer. Me dejan sintiéndome manipulada, desquiciada
y deseada, pero al mismo tiempo desechada. Y estoy tan atrapada en esta
tentación, en la búsqueda del placer, que olvido que esto es simplemente
un juego, que soy un juguete, y cuando me tienen justo donde me
quieren, me abandonan.
112
Tobías se inclina, acercando sus labios a los míos. Estoy temblando de
necesidad, rabia y de pura ansiedad por estar al borde del abismo
durante tanto tiempo.
Asiento con la cabeza, doblando los brazos sobre mi pecho mientras entro
en la ducha y cierro la puerta de cristal detrás de mí. Ahora mismo, me
siento trastornada, ansiosa, nerviosa. Se da la vuelta y me agarra de la
cintura, girándome hacia el agua caliente. Se desliza por mi espalda,
sobre mis hombros, mientras lo observo. Veo la forma en que el agua
corre sobre cada músculo duro de su cuerpo, la manera en que gotea de
su cabello oscuro.
Una sonrisa burlona se posa sobre su cara mientras toma una botella del
hueco de la pared en la ducha. Presiona el gel de ducha en la palma de su
mano, colocando una cantidad en ambas manos antes de deslizarlo sobre
mi cuerpo. Sus dedos se mueven, y con cada movimiento, ese persistente
e intolerable dolor se instala entre mis piernas. Sus ojos se fijan en los
míos mientras se pone en cuclillas frente a mí, sus manos frotando
lentamente mis piernas, sus dedos apenas rozando mi coño. Cada aliento
que inhalo es pesado y duro. Cada vez que lo suelto es con desesperación.
113
cuando se pone de pie, siento que mi cuerpo se pone flojo, y mi cabeza se
golpea contra la pared de la ducha.
Sus ojos se encuentran con los míos. —Esto no se trata de lo que quieres.
—Paciencia, corderito. —Sonríe mientras roza sus labios sobre los míos.
Estoy temblando, a punto de desmoronarme, y quiero llorar porque esto
se siente como una forma enferma de tortura—. Quiero que te vengas en
mi polla —dice mientras sus ojos se arrastran por mi cara—. Pero
primero... —Apaga la ducha y abre la puerta deslizándola, agarrando una
toalla—. Vas a rogar que te folle. —Se seca el pelo con la toalla y luego
me apunta con el dedo.
114
Ella? —Puedo sentir el calor que irradia su cuerpo, su ligero toque hace
que mi piel estalle en piel de gallina—. Contéstame, —susurra.
—Puedes hacerlo mejor que eso. —Su lengua se arrastra sobre mi piel.
Mis ojos se cierran y agarro su grueso bíceps para estabilizarme.
—Ruégame, Ella.
115
un hombre como él. De una manera enfermiza, creo que anhelo su forma
de degradación. Me gusta caminar por esa fina línea, sin saber si me
hará sentir inútil o de vital importancia.
—Un coño tan bonito y rosado, —gruñe, bajando la mano y deslizando los
dedos sobre mí. Entierro mi cara en el cobertor, tratando de calmar mi
respiración, intentando no quejarme. Sin avisar me mete dos dedos
dentro y me ahogo—. Y tan jodidamente apretada.
116
su desnudo pecho y el pie apoyado contra la pared. Me guiña un ojo
mientras Tobías me agarra el pelo y me tira de la cabeza hasta que mi
espalda se inclina. Me muerde el lóbulo de la oreja, presionando su polla
contra mí. Tan cerca. Es tan íntimo. Mi corazón golpea en mi pecho,
esperando, deseando. Desliza una mano por mi cuerpo, presionando su
palma en la parte inferior de mi vientre mientras se desliza lentamente
dentro de mí.
117
hasta que yo lo diga, —susurra Tobías antes de apretar un beso a un lado
de mi cuello.
Aquí estoy, con Preston entre mis muslos, y Tobías follandome. Con cada
suave movimiento de su lengua, mis rodillas casi se doblan. Con cada
empuje, esa llama se acumula, amenazando con consumirme, pero la
combato. Cierro los ojos con un gemido, poniendo mi cabeza contra el
pecho sudoroso de Tobías. Abro más las piernas mientras Preston chupa
y lame mi clítoris. Mientras Tobías se conduce hacia mí. Me siento como
si estuviera al borde de algo que me arruinará por completo. Tobías me
pega en el culo antes de que sus dedos se claven en mi piel. Con un
gruñido, se clava tan profundo dentro mi, que me quita la respiración, y
luego se queda quieto detrás de mí, jadeando y maldiciendo en voz baja.
—Joder, mi dulce Ella, sabes tan bien con su venida, —dice Preston,
pasando su lengua por encima de mí otra vez.
118
Todavía puedo saborear su coño en tus labios. —Se aleja, moviendo su
cuerpo delante de mí. Sus ojos verdes me miran fijamente, agitados por
un sádico placer.
119
Capítulo 17
120
Inhalando, hago una pausa en la puerta de mi apartamento. ¿Qué voy a
hacer ahora? ¿Tengo qué, cinco días hasta que me quede sin hogar?
Acabo de salir de un millón de dólares y una posible sentencia en prisión.
Un miedo inquieto se desliza por mis venas mientras me pregunto si
vendrán por mí. Tienen acceso a muchas cosas, y parece que toda la
ciudad tiene un lado secreto que Tobías y Preston manejan. ¿Y si vienen
por mí? ¿Y si me matan? ...y luego pienso, ¿y si...? No tengo nada de todos
modos. No hay casa. Nadie a quien amar.
121
Trago y lentamente empiezo a retroceder por el pasillo, pero Sawyer se
estira, con la mano cayendo sobre mi muñeca como si fuera una serpiente
que golpea a su presa. Sus ojos se abren de golpe, y sus fosas nasales se
ensanchan. —Tengo a la sospechosa aquí —dice—. Vino a mi
apartamento.
Su apartamento, ¿qué…?
—¿Qué quieres decir con "qué está pasando? ¿Qué demonios pasa
contigo?
—He intentado ser comprensivo, Ella. De verdad, pero esta vez has ido
demasiado lejos.
Echa la cabeza hacia atrás con una risa que llena el pequeño pasillo. —
Siento pena por ti. Lo hago. Eres un maldito caso perdido. —Inhala—.
¿De dónde sacaste el dinero para pagar esos pedazos de basura? ¿Te los
follaste para ello, pequeña puta? —Sus fosas nasales se ensanchan
122
mientras me mira, lucho contra las lágrimas. Estoy desorientada y
preocupada, asustada por lo que Tobias y Preston puedan hacer.
Aterrorizada por lo que me va a pasar. Y luego me enojo. Enojada de que
Sawyer quiera recuperar el apartamento. Que quisiera reconstruir su
vida y la de María en el mismo lugar donde nosotros debíamos construir
la nuestra.
—No lo hice, Ella. Tú eres la que se fue. ¿Cuántas veces tengo que
decírtelo?
123
tira al suelo. El pesado chaleco del oficial me presiona y mi mejilla se
raspa contra la acera. Lo siento moverse mientras asumo que agarra las
esposas. —Resistencia a la autoridad. —Siento el ruido antes de que el
metal frío de las esposas se cierre sobre mis muñecas.
124
Capítulo 18
Las horas pasan, creo. No tengo forma de saber qué hora es. Otro oficial
viene y deja comida, aún medio congelada. Camino, lloro, lloro y camino,
y luego, la puerta se desliza abriéndose. —Srta. Taylor —dice un oficial—
Venga conmigo.
—¿Qué...?
125
—Alguien pagó tu fianza.
—El Sr. Benton pagó su fianza, —dice el oficial detrás del mostrador,
escribiendo sobre su teclado. La impresora emite un sonido. Un trozo de
papel entra en el depósito. "Firme aquí". Coloca el documento en el
mostrador, marcando una "x" en la línea para la firma—. Tendrás una
cita en la corte el 13 de junio.
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—Yo.… — ¿Y qué le digo a eso? Quiero preguntarle por qué vino a
buscarme, pero una parte de mí desea seguir siendo ingenua e ignorante
de sus intenciones. Su mano caliente se desliza por la parte delantera de
mi vestido hasta mi regazo y me sube la falda, deslizando su mano sobre
mis bragas.
Me vuelvo hacia atrás con un gemido cuando su dedo pulgar pasa por
encima de mi clítoris y me presiona hacia abajo. —Tan mojada, Ella,
siempre tan mojada, —murmura contra mi cuello.
Abro más las piernas, moviendo el culo más cerca del borde del asiento.
Gimo, balanceando mis caderas, forzando a su mano para que me folle
más fuerte. Agarro su grueso cabello, lo sostengo entre mis dedos cuando
caigo por ese acantilado hacia la inconsciencia. Y en el mismo momento
en que me relajo, empapándome del bendito calor que se filtra por mis
venas, me agarra el pelo en un puño, empujando mi cara contra su
entrepierna.
127
trago todo, le doy vueltas, lo lamo, muevo mi puño de arriba hacia abajo
con la velocidad justa. —Joder, —gruñe, metiendo mi boca en su cuerpo.
Mis ojos lagrimean y lucho contra el impulso que tengo de alejarme
mientras sus caderas se levantan del asiento y dispara calientes chorros
que bajan por mi garganta.
128
Capítulo 19
Preston está de pie en la sala de estar con sus brazos definidos cruzados
sobre su pecho. Esta se ha convertido en mi retorcida realidad. Estos dos
hombres atroces son todo lo que tengo ahora mismo, son mi retorcida
forma de salvación.
—Dime, Ella. ¿Cuáles son las reglas? —dice Tobías, su voz profunda y
grave. Trago con fuerza, y de repente me consume el pánico.
129
—Ella… —Tobías susurra mi nombre con un siseo mientras ambos, me
empujan hacia la pared, acorralándome como a un animal cazado—.
Dinos ¿A qué le tienes miedo, Ella?
—María.
Inclino mi cabeza hacia atrás y paso mis dedos por el pelo. Me siento
frustrada, como si me estuviese deshaciendo lentamente y tarde o
temprano, me voy a romper. —No entiendo nada de esto, —susurro.
—Ah, pero así es el juego, dulce Ella, —dice Preston, bajando sus dedos
por el centro de mi pecho.
Tobías se ríe. —No es para que lo entiendas. De lo único que te tienes que
preocupar es de seguir jugando durante cuatro días más.
130
—Tratamos de explicártelo desde el principio, —dice Tobías, con sus
gruesos dedos a lo largo de mi mandíbula.
131
y empezar de nuevo. Nada tiene sentido—. Cuéntanos todo, —dice
Tobías.
—Te diré algo —dice Tobías—, Cinco minutos. Tienes cinco minutos para
hacernos cualquier pregunta que desees, siempre y cuando no se refiera
al juego. ¿Te parece justo?
132
Tobías se mueve frente a mí, Preston se queda cerca de Tobías, con los
ojos sobre su cara. —La cosa es, Ella —dice Tobías antes de poner un
tierno beso en mis labios—, no sabemos nada de ti.
Preston mira por encima del hombro de Tobías. —Mira tú perfil, Ella. Tal
vez eso te ayude a refrescar tu memoria.
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—Todo lo que sabemos —dice Tobías—, es lo que vemos en los Six
Degrees. Nada más ni nada menos que eso. ¿La mayoría de la gente no
pone su mejor cara de felicidad en las fotos? ¿No muestra siempre lo que
les gustaría ser? —Se ríe—. Nadie es tan feliz. Tan seguros de sí mismos.
"La vida de ninguno es tan perfecta como la pintan. —Echa un vistazo a
su teléfono antes de mostrarme una foto de una hermosa mujer rubia—.
Esta mujer tiene una aventura con su cuñado. —Vuelve a hojear la
pantalla un poco más—. Este hombre está en su yate de un millón de
dólares, pero se encuentra en bancarrota. —Busca otra foto—. Esta chica,
todo sonrisas, ha intentado suicidarse tres veces este año.
—Veo todo lo que hacen. Sus publicaciones, sus comentarios, lo que les
gusta y lo que no. Los grupos ‘privados' y sus mensajes personales.
Preston se ríe antes de besarme el cuello otra vez. —Todos son unos
mentirosos, dulce Ella. Todos.
134
—Ah, sí, — Tobías sonríe como el gato Cheshire—. El paseo, vamos,
corderito. —Extiende la mano y la tomo—. Día tres. ... siempre existe una
salida.
135
Capítulo 20
—Puedes saltar, acabar con toda esta locura ahora mismo —dice
Tobías—, o, puedes quedarte con nosotros. —Abro los ojos, pero
mantengo la mirada fija hacia abajo.
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—Ya me estoy quedando con ustedes, —le digo. El sonido distante de una
bocina se oye a través del agua.
—Podrías ser nuestra, Ella. —En los labios de Preston se dibuja una
sonrisa, y es una que me hace desear confiar en él, querer deleitarme en
la calidez de sus brazos. Pero sentirse cómoda con Preston es como
acurrucarse con una pantera y esperar que no se vuelva contra ti, porque
por muy bello y encantador que sea Preston, es impredecible.
137
—Sí, —susurro.
Quiero hacerme valer, decir algo, pero ¿qué? Ellos tienen razón. —Lo es.
Es solitario. — Y con ese pensamiento, dejo que un pie cuelgue sobre el
borde, observándolo columpiarse libremente con nada más que el agua
debajo. Y es liberador. Poder. Me da una sensación de control cuando
hace tanto tiempo que no lo tengo. Mi corazón golpea contra mis costillas,
mi pecho se contrae por el miedo y la necesidad. Me asusta morir, pero
anhelo la paz. Quiero....quiero. . .
138
inclino hacia atrás, moviendo mi cabeza hasta que puedo ver el agua. Soy
tan liviana ahora mismo que lo único que me mantiene con vida es la
sujeción de Preston sobre mí.
Mi corazón late con fuerza. Mis pulmones fallan. La adrenalina fluye por
mis venas como una droga furiosa. Todo en mí se bloquea, mi mente se
detiene por completo. La muerte es tan definitiva y un miedo repentino
me agarra. No quiero morir. Pueden hacer cosas terribles y pueden
hacerme hacer cosas terribles, pero no quiero morir.
—Muy bien, —dice Tobías. Miro por encima del hombro de Preston y
Tobías se dirige hacia el lado del puente donde el coche espera. Preston
me guía a través de la calle, me lleva a la parte trasera del coche. La
puerta se cierra y la vida vuelve a la normalidad con Preston a un lado y
Tobías al otro. Preston me sonríe, acariciando suavemente con sus
nudillos mi mejilla. Sus ojos se encuentran con los míos, con esta
conexión que se desliza entre nosotros. Un vínculo formado en la
confianza, con una elección característica. Tira de mi cara contra su
pecho e inhalo el olor de su colonia pegado a las fibras de su chaqueta.
139
—Estoy tan contento de que decidieras quedarte, corderito, —dice
Tobías, pasándome un dedo por la nuca antes de que me agarre el pelo
con la mano y me aleje lentamente de Preston, volviéndome hacia él—.
Dime las reglas. —Parpadeo y lentamente suelto mi brazo del cuerpo de
Preston, dirigiéndome voluntariamente a Tobías mientras me tira más
cerca. Sus ojos se fijan en los míos. No puedo evitar mirar sus labios.
Lucho con mis propias emociones, balanceándome entre el bien y el
mal—. Dímelas —repite, su voz baja y profunda.
—Ahora nos perteneces, dulce Ella, —dice Preston, con su aliento tibio en
mi cuello. Sus dedos se mueven bajo mi blusa, deslizándola por encima de
mi hombro. La lengua de Tobías roza el borde de mis labios mientras
Preston me muerde el hombro. La maraña de pensamientos que corren
por mi mente cesa bajo el toque de ellos y solo me dedico a sentir.
Entrega completa, porque quiero esto. Deseo someterme a ellos. Quiero
pertenecerles. Lo que una vez consideré retorcido y degradante de alguna
manera ahora se siente liberador, incluso poderoso.
140
piernas se separan desvergonzadamente, y se ríe en voz baja, tirando de
mi labio inferior entre sus dientes. Los dedos de Tobías apenas me rozan
las bragas y la mano de Preston se desliza desde la parte posterior de mi
cabeza, hasta que sus dedos envuelven mi mentón. Tira, alejando mi cara
de Tobías. Alcanzando detrás de mí, subo mi brazo por la parte de atrás
del cuello de Preston y hasta su grueso cabello, agarrándolo mientras me
besa. La lengua de Tobías me acaricia el pezón. Sus dedos siguen
burlándose de mí, rozándome. Cuando estamos así, los tres juntos, me
hacen sentir como si fuera la cosa más hermosa del mundo.
—Ya llegamos, corderito, —dice con una sonrisa malvada. Abre la puerta
del coche y sale.
Preston libera el botón de mis jeans antes de deslizarlos por mis piernas,
desnudándome lentamente, y sé que es un espectáculo para Tobías
porque me está mirando. Cuando estoy completamente desnuda, Preston
se aleja de mí y se acerca a Tobías, cuyos brazos están cruzados sobre su
pecho. Preston sonríe y se mete las manos en los bolsillos. Ambos me
141
intimidan. Y mientras me quiero cubrir, también me estremezco con sus
miradas de depredadores, y con el hambre desmesurado en sus ojos. Son
dos de los hombres más poderosos que he conocido y, sin embargo, aquí,
ahora, siento como si tuviera todas las cartas. Por un segundo me
permito fingir que no soy su juguete, sino que son míos. Meras
marionetas con una cuerda. Ese pensamiento me anima, y lentamente
paso mis dedos por encima de mi estómago, sobre mi pecho, haciendo
girar mi pezón entre mis dedos pulgar e índice. Tobías sigue estando
completamente inmóvil, pero Preston gime y da un pequeño paso hacia
adelante como si no pudiera evitarlo.
— Oh, dulce Ella —sonríe—. A veces pienso que no eres tan dulce.
—Tal vez la hemos corrompido, —dice Tobías, con los labios curvados por
la diversión—. ¿Hemos contaminado a nuestro inocente corderito?
142
—Palabras, corderito. Utiliza palabras, —exige Tobías.
—Sí —jadeo.
—Es hermoso, ¿verdad, Ella? —Abro los ojos y observo cómo Tobías se
mueve alrededor de Preston, pasando sus dedos por encima de su
espalda, su tacto es seguro y posesivo. Se detiene detrás de Preston, con
la mano sobre su piel. La lengua de Preston se sumerge dentro de mí y
me inclino fuera de la cama, gimiendo mientras mis dedos se agarran a
su cabello. Tobías cierra su mirada con la mía y sus labios se levantan
con una sonrisa de satisfacción mientras desliza su mano entre las
piernas de Preston. Su brazo se mueve hacia adelante y hacia atrás, y
Preston gime, murmurando contra mi coño. Me muerdo el labio,
luchando contra la ola de sensaciones que me recorre la piel. Es tan
caliente, y carnal ver a Tobías jugar como si fuésemos marionetas,
porque por mucho que Preston sea un protagonista clave en este juego,
siempre es Tobías quien hace las reglas.
La mano libre de Tobías se desliza sobre las mejillas del culo de Preston
para luego dejar caer sus ojos, mientras sus dedos juegan y se mueven en
su culo. No puedo ver claramente lo que está haciendo, pero escucho el
jadeo de Preston, siento que su cuerpo tiembla de placer mientras se
detiene, su aliento caliente sopla sobre mi carne sensible. Tobías empuja
fuerte contra Preston.
143
mientras saca de Preston todo su placer. Es tan perfectamente hermoso y
hace que mi propio placer sea mucho más intenso.
—Vente por mí, corderito, —gruñe Tobías, con los dientes apretados, con
una expresión salvaje mientras mete los dedos dentro de Preston. Los
dientes de Preston raspan mi clítoris. Estoy tan cerca de caer del borde,
muy cerca de ese gozo, y luego, Tobías se aleja, abofeteando el culo de
Preston. —Ahora fóllatela, —ordena.
144
Capítulo 21
Tobías
—Número tres, —digo, levantando una sola ceja—. Di, Hola número tres.
—Verás, todo está muy bien. Nuestro pequeño juguete se encuentra bien,
número tres.
145
—Estoy sorprendido, pero sin embargo no lo estoy. Ella es especial
después de todo.
—Sí, nos dijiste que era especial. —Sus ojos se fijan en los míos y la
miro—. Por un momento, temí que saltara, como la última —Me río—.
Pero no mi corderito, es diferente y especial. Y ella hará grandes cosas
con nosotros, ¿no te parece?
—Creo que lo hará, —dice—. Espero que lo haga. Es tan hermosa que
sería una pena perderla ahora.
—Llamaré mañana. Todo está preparado. Los costos han sido pagados.
—Bien.
Y cuelgo, mis ojos nunca dejan los suyos. —Vente por él, corderito.
Córrete en su polla para que pueda lamerla.
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dulce en tu polla. —Y luego me lo trago de nuevo, sus dedos tiran de mi
pelo.
147
Capítulo 22
Tres....
Jadeando, me siento en la cama, apretando mi pecho mientras mi
corazón late con fuerza. Me palpita la cabeza, mi visión es borrosa. El
sudor se desliza por mi sien, y entre mis pechos. Estoy en la habitación
de Tobías.... ¿La habitación de Tobías? Miro el camisón corto de seda que
llevo puesto. ¿Cuándo llegué a la casa y en qué momento me puse esto?
¿Por qué no puedo recordar nada más que entrar en el coche con número
tres con los ojos vendados? Es una sensación terrible, no saber. Es como
si fuera un extraño para mí, como si hubiese un secreto que no sé, pero
¿por qué? ¿Por qué no puedo recordar? Fue tan traumático que lo he
bloqueado, la gente hace eso, ¿no? Bloquear episodios terribles....
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Un profundo gemido se eleva sobre la puerta de la ducha y me duelen los
pezones.
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—¿Qué quieres, Ella? Dinos —dice Tobías mientras Preston se atraganta
con su larga polla.
Dudo por un segundo y frunce el ceño. —Quiero que me folles, —digo con
urgencia.
—Los dos, al mismo tiempo, —susurro. Quiero a los dos dentro de mí,
poseyéndome. No debería, pero lo hago porque estoy tan involucrada en
su juego que ya no me preocupa si ganaré o perderé, si seguiré las reglas
y sus juegos. Es un deseo desquiciado que tengo por estos dos hombres.
Una sonrisa sádica se curva sobre los labios llenos de Preston mientras
se pone de pie. Tobías sonríe, moviendo el dedo e invitándome a la ducha
con ellos. —Entonces, con mucho gusto, corderito, ven a jugar.
Los dedos de Preston bajan por mi columna y arrastro mis ojos lejos de
Tobías, mientras giro mi cabeza para encontrarme con los labios de
Preston. Su mano rodea mi garganta desde atrás e inclina mi cabeza,
doblando mi cuerpo contra el suyo. Su lengua se roza con la mía, sus
dientes se arrastran brutalmente sobre mi labio inferior.
150
mira fijamente con el agua goteando por su cara. —¿Es esto lo que
quieres, dulce corderito?
151
nervios. Preston me muerde el cuello. Tobías me aprieta la mandíbula
entre sus dientes y su dedo se desliza más dentro de mí, haciéndome
temblar. —Sí, ábrete para mí, —gruñe.
152
Preston echa la cabeza hacia atrás, sus músculos se mueven y flexionan
eróticamente. —Tobías, tienes que follártela —dice Preston con los
dientes apretados—. Te sientes tan bien, dulce Ella.
Preston se ríe, sus dedos se clavan más fuerte en mis caderas. —Lo
obligaremos a que se una.
153
—¿Aquí? —pregunta, hundiendo su dedo en mi culo y girándolo. Gimo,
me cuesta respirar.
Preston se mueve lento y con determinación dentro mío. Agarra mis dos
brazos y los coloca alrededor de su cuello con una sonrisa de satisfacción
antes de poner sus manos en mi culo y extender mis mejillas
nuevamente. Tobías gime y siento la cabeza de su polla hinchada rozar
mi culo. Preston toma una botella del estante de la ducha, el ritmo de su
polla se acelera. Preston se mete algo en la mano y luego me lo pasa por
la espalda para luego untarlo por mi culo.
—Joder —Tobías gruñe contra mi nuca—. Estás tan apretada. —El dolor
desaparece y la sensación de estar llena me invade. Tobías lentamente se
retira y vuelve a empujar, mientras le clavo las uñas en el cuello. El dolor
y el placer se mezclan, bailando uno alrededor del otro en perfecta
armonía. Es como si trataran de invadir mi alma, y se los permito. Con
ellos lo quiero todo.
Con la plenitud de los dos en mí, la posesión y el dominio total que tienen
ahora mismo. Estoy a su merced y la idea de ello casi me pone enferma.
El calor me ahoga hasta el último centímetro de mi piel. Mi cuerpo es
ligero entre los dos mientras entran y salen, su ritmo se sincroniza
perfectamente como si no fuera más que una actuación bien ensayada.
154
—Sí —logro decir—. Dios, sí.
—Sí....
—Nadie más puede tener esta parte de ti Ella, está marcada por mí. —
Mueve mi cabeza hacia atrás—. Dime que es mío.
—Mi culo, —me ahogo—. Mi culo es tuyo. —Apenas puedo respirar. Las
llamas del deseo lamen cada centímetro de mi cuerpo, penetrando en mi
interior y empujándome cada vez más alto.
Con sus palabras, como un hechizo, me siento caer. Mis ojos se cierran de
golpe y me entrego a la sensación de estos dos hombres que están
penetrándome a la vez. Me rindo al calor pecaminoso, echando la cabeza
155
hacia atrás contra el hombro de Tobías a medida que todo se va
liberando, y mi interior se aprieta hasta que estoy segura de que ninguno
de los dos se puede mover dentro mío. El hormigueo me atraviesa la piel
y siento que me estoy hundiendo mientras mi cuerpo es conducido por ese
borde. Es casi demasiado, muy fuerte. Me zumban los oídos y a medida
que ese ruido se hace más fuerte, temo que me desmaye, pero sé que me
atraparán. Tobías me agarra de las caderas y Preston coloca sus manos
alrededor de las manos de Tobías, con los dedos entrelazados mientras se
clavan en mi piel juntos, como si fueran uno solo. Tobías gime. Preston
gruñe y ambos me golpean con todas sus fuerzas con un último empujón
antes de que se queden quietos.
Estoy aquí, sin aliento, con los dos dentro mío. El brazo de Tobías me
rodea la cintura y me pasa los labios por encima del cuello. Las
respiraciones rápidas y calientes me atraviesan la piel. El único sonido
en esta habitación en este momento es el de nuestras respiraciones
frenéticas y el agua golpeando sobre las baldosas.
156
Capítulo 23
157
cuerpo cuando se inclina y luego Tobías me agarra el pelo y me obliga a
enfrentarme a él. Su mirada se fija en la mía y puedo sentir que mis ojos
se mueven de un lado a otro y entonces, los cierro mientras una lágrima
recorre mi mejilla.
—Pobre corderito. —Su aliento me cubre la cara—. Es una pena que seas
tan bonita cuando lloras. —Y entonces la punta de su lengua se desliza
sobre mi mejilla, atrapando mi lágrima.
Abro los ojos y me encuentro con su mirada. —Te gustan las mujeres
rotas, —digo. No debería decirlo. No debo presionarlo, ¿pero no es cierto?
Seguramente de eso se trata este juego, una batalla mental para ver si
puede quebrarme o no, si puede convertirme en nada más que polvo.
Enlaza sus dedos con los míos y me lleva a la parte delantera del enorme
rascacielos. Caminamos hasta un grupo de ascensores y apoya una
tarjeta frente a un escáner de acceso en la pared. Las puertas se abren y
me arrastra hacia adentro.
Puedo sentir los ojos de Tobías sobre mí, pero modifico mi expresión.
Puede que le guste cuando lloro, pero nunca lo volverá a ver. Debo
preguntarme cuál fue el costo de ese momento de debilidad. El timbre del
ascensor suena mientras las puertas se abren en el último piso.
158
Tobías camina por el pasillo con un aire tan poderoso, que siento que
ordena a la gente que se fije en él. Demanda que la gente se detenga y lo
mire, mientras me siento como una niña perdida con mi mano aferrada a
la suya. Cuando llegamos al final del pasillo, mueve su tarjeta delante de
la puerta y la cerradura hace un clic, haciendo que la puerta se abra de
par en par a su inmensa oficina.
159
amontonándolo y sosteniéndolo hasta que mi coño queda expuesto. Sus
labios aún están contra mi cuello mientras sus manos se deslizan
lentamente sobre mí. Su cálido dedo presiona sobre mi clítoris antes de
bajar y deslizarse por mi húmeda y ansiosa abertura—. Siempre tan lista
para mí, corderito.
Usa su rodilla para separar mis piernas antes de meterme uno de sus
gruesos dedos dentro de mí. No puedo evitarlo. Echo la cabeza hacia
atrás con un gemido mientras agarro su chaqueta, acercándolo más. —
Toda esa gente allá abajo —susurra—, no tienen ni idea de que tengo mi
dedo en lo más profundo de tu coño en este momento y eso me encanta.
Amo los secretos, Ella. Y tú... —Inspira profundamente—. Eres mi
secreto favorito. —Desliza su dedo adentro y afuera, su pulgar
presionando sobre mi clítoris frotándolo.
160
Aleja sus labios de los míos y me da la vuelta golpeando mi pecho contra
el vidrio con fuerza.
—¿Sr. Benton? —La voz de una mujer viene del otro lado de la puerta y
Tobías continúa empujándome—. El Sr. Smith quiere hablar con usted.
161
La puerta se abre y luego se cierra. —Tobías....llegaste tarde a la oficina
esta mañana. —Mi corazón detiene. Esa voz. El distintivo y
condescendiente acento británico. Es número tres.
Hay una pausa, un momento en el que incluso desde aquí abajo puedo
sentir cómo se avecina una nube de tensión. —Estoy seguro de que lo
hacías —número tres se aclara la garganta—. Te gusta demasiado.
162
—Es una apuesta muy arriesgada, Tobías. Tan audaz... —número tres se
ríe—. Pero debo decir que es realmente perfecta si puede debilitarte
incluso a ti.
—No es debilidad.
Oigo las patas de la silla raspar sobre el suelo. Los dedos de Tobías se
tensan en mi pelo. —Hablaré contigo mañana, —dice Tobías.
—Sí, sólo dos días más. —Escucho a número tres mientras cruza la
habitación. Oigo la puerta abrirse y volverse a cerrar.
163
—Eres mía, corderito —dice, con voz profunda y tensa—. Mía para tocar,
follar, y para poseer. —Las palabras que alguna vez se sintieron tan
degradantes de pronto se parecen a otra cosa. Me hace sentir como si
fuera algo muy querido y preciado.
164
Capítulo 24
—Yo… —¿Qué respondo a eso? —. Creo que es ilegal. —He aprendido con
ellos a no extenderme demasiado, a mantener mis respuestas cortas e
inamovibles.
Preston agarra mi mano, pasando sus dedos por los míos antes de
levantar mi mano para besarla.
Trago con fuerza. Siempre hay una respuesta correcta y otra incorrecta
con Tobías, pero el truco es saber cuál es correcta y cuál no porque creo
que quiere que responda en forma incorrecta. —Sí, —digo en voz baja.
—No.
165
—Así que, si se le diera la oportunidad —dice Tobías—, ¿Dejarías libre a
un asesino?
Frunzo el ceño. —No, —digo, arrastrando la voz esta vez. ¿Lo haría?
Una leve sonrisa de satisfacción se abre paso entre los labios de Tobías y
un escalofrío recorre mi cuerpo. Me envuelve una neblina de miedo, pero
rápidamente la escondo en mi interior.
166
—¿Y cuál es exactamente una forma humana de matar a alguien?
—El menor de todos los males, —murmura Preston, poniendo sus ojos
fijos en mi rostro.
167
hablando con uno en particular, un poco mayor, con un traje de tres
piezas. Se acerca a nosotros, con una sonrisa encantadora en su hermoso
rostro. Esta es la máscara que usa para el mundo. Esto es lo que todos los
demás ven, Tobías, el hombre encantador y guapo que se ha apoderado
del mundo con su red social.
168
—Vamos, —dice Preston mientras me guía a través de la concurrida sala,
hacia la mesa que se encuentra en un rincón. Tobías está de pie en el
borde de la mesa, con la mandíbula tensa, con sus ojos verdes fijos en mí.
— Sí, —se ríe Tobías—. Estoy casi tentado de referirme a ella como mi
brújula moral. —Una de sus cejas se levanta y lleva su vaso de agua a los
labios. Me siento inquieta y Tobías observa cada uno de mis movimientos
como un león que espera escondido en el monte africano, listo para
abalanzarse sobre una gacela herida. Me pregunto si alguien más nota la
forma en que me mira, y me estudia.
—Sí, bueno —dice Reginald—, a todos nos vendría bien un poco de moral
en un mundo tan despiadado, ¿no es así?
169
hombres. Este hombre no es un jugador, no, este hombre es parte del
juego sin saberlo.
170
Capítulo 25
Las nubes se mueven por el cielo, bloqueando el calor del sol. Estoy
caminando entre Preston y Tobías, y esta vez, es la mano de Tobías la
que se agarra a la mía. Fuma un cigarrillo mientras caminamos por el
sendero que serpentea a través de Central Park. Llegamos al borde del
Puente Bow y caminamos hacia el centro. Deteniéndome, Tobías deja
caer mi mano y se inclina sobre el saliente de piedra, mirando hacia las
aguas turbias. Toma otra pitada de su cigarrillo. El dulce aroma de la
salvia se está convirtiendo rápidamente en un olor que anhelo, igual que
a él. Lo deseo.
Miro hacia arriba, observando el humo espeso que sale de sus labios, y de
nuevo, no puedo evitar pensar que se parece al diablo, hermosamente
tentador y malvado. —Por supuesto, —le digo.
—Así que —se ríe Tobías—, para que sean malvados, ¿Deben saber que
eso está mal?
171
— ¿Acaso no difiere la idea de lo que está bien y lo que está mal en cada
uno, dulce Ella? —Preston sonríe.
— Tal vez. —Lo miro, su rubio y rebelde pelo está rozando el cuello de su
chaqueta.
Mis ojos caen a sus labios antes de volver a sus ojos. Mi pulso retumba
erráticamente, la adrenalina se dispara por mis venas porque es
peligroso y emocionante. —Lo siento, —suspiro.
172
El dedo de Preston se extiende a lo largo de mi brazo y hasta mi hombro
antes de que me recoja dulcemente el pelo detrás de mi oreja. —No todo
es lo que parece, dulce Ella.
173
—La gala está preparada para el próximo sábado, ¿correcto? —pregunta
Tobías.
—Es sólo dinero. —Tobías sonríe, y aunque esa sonrisa parece genuina y
complaciente, sé que hay algo más. Algo enfermo y retorcido, oscuro y
depravado.
174
y esa es una pregunta que todavía me hago varias veces al día. Dinero.
Desesperación. Supervivencia.
—Sí.
175
Sacudo la cabeza y luego ella aprieta un botón en la pared y otro juego de
puertas se abre hacia un pabellón. Hay pinturas de animales y princesas,
superhéroes y magos. Nos giramos frente al escritorio de una enfermera
y veo a un niño pequeño en una silla de ruedas. Sin pelo, con una serie de
tubos colgando de su soporte intravenoso.
—De nada. —Me concentro en el niño. No puede tener más de diez años,
pero se ve tan frágil, sus venas están de color azul y son visibles a través
de su pálida piel.
—Así que —se mueve por la habitación—, se puede ver. Nuevos plasmas,
consolas de juego, sillones reclinables... —Preston suelta mi mano y
camina por la habitación con Tobías, inspeccionándola.
176
Blaire asiente con la cabeza y sale de la habitación. La puerta se cierra a
sus espaldas y de repente me siento asustada, preocupada, e inquieta
porque no tengo ni idea de lo que se avecina, y vivo en un constante
estado de ansiedad.
—Adelante, —la voz de una mujer viene desde la habitación. Tobías nos
mira antes de abrir la puerta el resto del camino.
177
Los ojos del niño se abren lentamente y gira la cabeza sobre la almohada,
mirando a Tobías. Puedo decir por la manera que pone los ojos Tobías
bajo la máscara, es que está sonriendo. Thomas sonríe. —¡Sr. Tobías! —
Su cara está llena de alegría por Tobías y siento un nudo en mi garganta.
—Hola, amigo.
—¿Quién?
—Superman.
El niño asiente con la cabeza. —Oye, lo hizo y me dijo que era fuerte.
— ¿De verdad?
—Sí, me dijo que era el niño más fuerte que había conocido.
178
espalda contra la pared mientras me deslizo hacia abajo en cuclillas,
apoyando mi frente sobre mis rodillas. Vine aquí para recomponerme,
pero en vez de eso me desmorono. Es tan joven, y la vida es tan cruel. Esa
madre está perdiendo a su hijo por un enemigo contra el que no puede
luchar. Las lágrimas caen silenciosamente por mi cara y aprieto mis
puños, permitiendo que mis uñas corten mis palmas en un intento de
hacer retroceder esta emoción. Esto es lo que Tobías y Preston quieren.
Quieren quebrarme, ¿Por qué otra razón me traerían aquí?
Cuelgo la cabeza una vez más y luego oigo pasos lentos y medidos que se
detienen justo delante de mí. Levanto la vista para ver a Preston de pie
frente a mí. Se ha quitado la bata, la máscara y está de pie con las manos
metidas en los bolsillos de sus pantalones.
Me trago las lágrimas y asiento con la cabeza a pesar de que él puede ver
claramente que no estoy bien. Miro al piso y se mueve a mi lado, se
desliza hacia el suelo sentándose en el piso del hospital con su costoso
traje. Estira las piernas hacia adelante y me envuelve los hombros. Los
malditos sollozos me destrozan el alma porque no puedo quitarme de la
cabeza la imagen de ese niño. Va a morir, es un hecho trágico, feo y odio
que no haya una sola cosa que pueda hacer o cualquier otra persona
pueda hacer al respecto. Me acurruco en el costado de Preston y su mano
libre presiona mi mejilla mientras me acerca, sus labios presionando
contra mi cabello.
179
Suspira. —Lo sé. —Y luego me abraza, dejando que llore hasta que su
camisa se empapa con mis lágrimas. Lo abrazo por la cintura y me aferro
a él como si fuera una balsa en un mar tormentoso, un consuelo al que no
debería aferrarme, pero lo hago. Me besa el pelo, y mientras mantiene
sus labios apoyados sobre mí, puedo sentir su aliento caliente soplando a
través de las hebras. —Tenemos que irnos, —dice en voz baja. Asiento
con la cabeza y le permito que me ponga de pie.
180
Capítulo 26
—Ves esa preciosa columna de humo, —Tobías señala una de las pilas
ardientes—. Libera un maravilloso brebaje de ceniza que contiene
mercurio, cadmio y arsénico. —Sonríe mientras sigue caminando hacia la
fábrica—. Derrama sus líquidos a los maravillosos residentes de aquí.
Contaminando sus arroyos, suelo, y el aire que respiran —Aspira un
gran aliento—. Ahhhh, bonito, ¿no? —Se ríe.
El constante soplo de las chimeneas suena como una melodía
espeluznante que cuelga en medio de la noche. Cuanto más nos
181
acercamos, veo que me cae una ligera ceniza sobre mi piel. Hay una sola
luz amarilla que ilumina una puerta de acero situada en el centro del
edificio hacia la cual Tobías camina directamente y esta se abre. Se
queda esperando para que me acerque con Preston. Entramos y el
horrible olor a combustible me quema la nariz. Hay suficiente luz
iluminando a través de la claraboya para que pueda ver la amplia
habitación. Los pasadizos se cruzan en el techo. Las calderas y las
clavijas están dispersas por todas partes. Tobías camina hacia otra
puerta, agachándose y soltando el pestillo. La puerta de metal pesado se
desliza hacia atrás con un golpe y Tobías nos muestra una habitación de
concreto, y allí, atado a una silla en el centro de la habitación vacía, se
encuentra Reginald. Una mordaza de aspecto sucio está metida dentro de
su boca. Sus ojos se abren de par en par antes de que un ceño fruncido
enmascare su cara, su mirada parpadeando de un lado a otro entre
Tobías y Preston.
—Mientras su madre tenía dos trabajos para llegar a fin de mes, —dice
Tobías—, Thomas jugaba afuera con su hermano mayor, arrastrando
182
pequeños camiones de plástico a través de la tierra —Tobías suspira—.
La tierra mezclada con el veneno de esta fábrica.
—¿Sabes cuántos niños han caído enfermos debido a su desprecio por las
reglas, dulce Ella?
183
mirada de Tobías se eleva desde su teléfono, aterrizando acusadoramente
sobre Reginald—. ¿Y qué respondiste a ese pequeño mensaje de tu
asistente?
—¿Te sentiste mal por ello, Reginald? —pregunta Preston, apretando sus
hombros.
Tobías gime, arrastrando sus manos por la cara antes de tomar una
última pitada del cigarrillo. —Eres demasiado débil, Ella. —Me mira
fijamente, sus ojos verdes girando mientras arranca la mordaza de la
boca de Reginald. Tose y se atraganta, escupe antes de mirar a Tobías.
184
—¿Te sientes culpable? —Pregunto. Los tres hombres me miran
fijamente y mi mirada se dirige directamente a Reginald. Quiero que
sienta algo. Se queda callado y antes de que me dé cuenta de lo que estoy
haciendo, avanzo a toda velocidad y tiro mi brazo hacia atrás, dándole
una bofetada en la mejilla. Tobías se ríe y da unos pasos frente a mí,
forzándome lentamente a retroceder. Una sonrisa toca sus labios
mientras me acaricia suavemente la mejilla.
—Eso no lo sabes.
—Sabes, deberías tener más cuidado con lo que dices en las redes
sociales. Esas palabras pueden volver a morderte el trasero. —Tobías se
ríe.
185
—Por supuesto que lo harás y pagaras las multas millonarias, ¿verdad?
—Me parece justo —dice Tobías—. Pero a pesar de todo, debes ser
castigado.
186
cuello porque mis ojos están enfocados en el arma—. Nunca te
lastimaríamos, —dice mientras sus dedos recorren mi cuello.
—Tú decides lo que está bien y lo que está mal. —Preston sonríe.
187
—Es inferior —Tobías se acerca a la puerta—. Una mancha. Es
despreciable de la manera más vil.
—Por favor —ruega Reginald—. Puedo darte dinero. Te daré las acciones
de mi compañía. Solo a ti... no ellos. —Mueve la cabeza hacia la puerta.
—¿Y qué sucederá contigo? —Me acerco—. Vivirías tus días en una
mansión, conduciendo tus autos rápidos, tu esposa a tu lado, tus hijos y
nietos en tu vida. —Mi voz suena distante incluso a mis propios oídos.
188
justicia. Una fría y férrea determinación me invade y de repente veo el
mundo de la manera en que lo ven Tobías y Preston. Soy superior, no por
dinero o posición, sino porque soy mejor que él. Tengo poder y esta
sensación hace que mi sangre se caliente mientras una helada
indiferencia se apodera de mí.
189
ojos, Tobías me mira con una sonrisa suave en sus labios. —Mi corderito,
—mira al cuerpo y su sonrisa se profundiza—, me has hecho sentir tan
orgulloso. —Y luego se inclina y besa tiernamente mi mejilla.
Cuando salimos, el coche nos espera, como siempre, justo al otro lado de
la puerta. Preston se sube y Tobías me sostiene la puerta antes de que se
deslice detrás de mí. En el momento en que la puerta se cierra, nos
vamos. Tobías y Preston se miran fijamente el uno al otro, sus ojos
brillando con una comprensión silenciosa. Y me siento, conmocionada por
lo que acabo de hacer. Mi mente ni siquiera puede entender que sucedió.
Cómo pasó. Lo fácil que fue quitarle la vida a un hombre porque sentía
que era lo correcto. Ya no tengo ninguna moral.... Todo se cierra, la
locura se apodera de mí. No saldré de aquí con vida. Eso ya lo sé. No hay
forma de que lo haga. Es demasiado retorcido y complicado, cualquiera
sea el punto de este juego, sé que es muy oscuro y por lo que parece, cada
juego termina en muerte. Quiero gritar. Llorar. Rogarle por el arma que
usé para matar a ese hombre para que pueda meter el frío cañón en mi
boca y apretar el gatillo.
190
Las fosas nasales de Tobías se ensanchan y exhala. —Completa
sumisión, corderito. No hagas de la desobediencia tu último ataque. Has
llegado tan lejos...
191
Capítulo 27
Tobías
192
la concentración, pero si no tengo cuidado, este corderito amenaza con
hacerme perder el rumbo. La situación se ha vuelto gravemente
peligrosa, y es el riesgo lo que me hace sentir más vivo.
193
y luego agarro el pelo de Preston, tirando de su cabeza hacia fuera antes
de sentarme de rodillas.
Siento que las manos de Preston agarran mis caderas, sus palmas
lentamente se deslizan sobre mi trasero mientras empujo profunda y
fuertemente en Ella. Su dedo se desliza entre las mejillas de mi culo y me
tenso por la anticipación, la necesidad, y el deseo. Exhalo cuando su dedo
me roza el culo. —Preston... —Le advierto justo antes de sentir su aliento
caliente soplando sobre mi piel.
Ella agarra mi cara, arrastrando mis labios hacia los suyos. —Déjalo, —
susurra—, por favor. —Ella me besa por un momento y me alejo,
deteniendo el empuje mientras miro por encima de mi hombro a Preston.
Nuestros ojos se fijan y joder, el anhelo lujurioso que veo en sus ojos
envía una brutal corriente de deseo que fluye por mis venas. Ella empuja
en mi contra—. Déjame ver, Tobías.
194
Separo mis piernas y siento el calor del cuerpo de Preston mientras se
acuesta entre ellas. Ella se inclina, las mejillas de su culo se abren para
que pueda ver su agujero apretado mientras se agacha sobre mí. —Dios,
eres tan perfecta. Tan hermosa, —susurro mientras muevo mi mano
sobre su trasero, frotando mi pulgar sobre su apretado agujero—. Dile
que lo lama, corderito.
Ella se inclina hacia mí por un momento y miro hacia abajo para ver sus
manos acariciando la mandíbula de Preston, arrastrándolo hacia ella. Se
besan y me monta más fuerte, y más rápido. Los tres no podríamos ser
más perfectos. Y entonces, Ella le agarra el pelo en un puño,
sacudiéndole la cabeza a un lado antes de empujarlo entre mis piernas
abiertas. —Comele el culo, Preston.
—Cualquier cosa por ti, —dice Preston. Siento su aliento antes de que la
lengua me roce la cara interna del muslo.
A los pocos instantes, Ella echa la cabeza hacia atrás con un grito, una
serie de insultos entrelazados con profundos gemidos mientras tiembla
sobre mi polla. Mis músculos se tensan y se arquean en un calor
abrasador dentro de mí. Un empujón final del dedo de Preston, una
última lamida y me vengo con fuerza, toda la tensión acumulada dentro
195
de mí se libera mientras el dulce coño de Ella ordeña hasta la última
gota.
196
Capítulo 28
197
Una vocecita en la parte de atrás de mi cabeza me grita que estoy
equivocada, rota y jodida en exceso por haber tomado consuelo en un
hombre que me hizo disparar a otro, que soy terrible porque el consuelo
que busco es absolverme de esa culpabilidad. Girando, como una
serpiente venenosa que se come su propia cola sin parar, así estoy ¿Y
cuándo se detendrá? Esa vocecita se hace cada día más silenciosa. Son
seis días para ganar o perder. Me tomó seis días para perder el sentido de
la chica que una vez fui. Sólo que ahora, no estoy segura de que haya
existido realmente. Mi realidad se ha vuelto tan distorsionada y borrosa
hasta el punto de que Tobías y Preston son mi realidad. Superioridad y
poder. Vida o muerte. Juegos sucios. Esa es mi realidad.
198
profunda y gutural retumba de la garganta de Preston, y Tobías toma un
puñado de su cabello. Veo con fascinación como sus labios se encuentran,
y sus lenguas se azotan entre sí en un despliegue de completa
dominación masculina. Todo el tiempo esos dedos están presionando
profundamente dentro de mí, rodando y retorciéndose tan perfectamente.
Estoy ardiendo, y retorciéndome contra el colchón porque los deseo.
Siempre será así.
—Quiero que te oigan cuando te vengas por mí, Ella. —Tobías me pasa
un dedo por encima del muslo y entre las piernas.
199
mi cara hacia la polla de Preston que me está esperando. —Chupale la
polla, corderito. Haz que se meta en tu boca.
Las bocinas de los coches resuenan. Los martillos de Jack hacen eco
entre las paredes del edificio. —Voy a follarme tu húmedo coño hasta que
me grites que pare, —dice Tobías antes de que se meta hasta las pelotas
en mi interior. Con la fuerza hace que la polla de Preston se me meta
más profundo en mi garganta y me ahogo.
200
los de Preston mientras la gruesa polla de Tobías presiona contra mi culo
que está dispuesto. Una lenta sonrisa de satisfacción se extiende sobre
los labios de Preston. —Eres tan bondadosa, ¿no? —dice. Lo siguiente
que sé, es que me están levantando. Preston me agarra de la cintura y
Tobías lo ayuda a levantarme. Preston se apoya en un costado del edificio
a plena vista de la ciudad. Envuelvo mis piernas alrededor de sus
caderas y su polla se desliza sin esfuerzo dentro de mí. Profundo, duro y
perfecto.
201
Esto es demasiado. Tobías, Preston y la ciudad debajo. Me quejo y grito,
resistiéndome a ellos, montando sus pollas como una mujer poseída.
Tobías envuelve su mano bajo mi mandíbula, colocando su cara contra mi
mejilla mientras se hunde profundamente dentro de mí. Ojalá sus ojos
estén entre mis piernas, viendo cómo el grueso pene de Preston se desliza
dentro y fuera de mí. —Mira a la gente ahí abajo, Ella, —susurra—.
¿Qué crees que están pensando? —Me golpea tan fuerte que me quejo—.
¿Crees que quieren ser tú? ¿Que desearían tener nuestras pollas dentro
de ellos así?
202
Tobías camina detrás de Preston y se inclina sobre su hombro, sus ojos
fijos en mi coño expuesto. —¿No luce perfecta cubierta de nuestra
venida, Preston? —Me mira y sonríe antes de pasarme un dedo por
encima y se lo mete en la boca con una sonrisa—. Tan bueno, corderito.
Muy bueno.
Los ojos verdes de Tobías se entrecruzan con los míos mientras agarra la
polla y el culo a Preston. Con un fuerte empujón, se golpea contra él y
Preston cierra los ojos con un profundo gemido, el lento estruendo vibra
sobre mi sensible coño. A cambio, gimo.
203
Capítulo 29
Entro en la cocina con la blusa y la falda lápiz que Tobías me indicó que
me pusiera. Sin sujetador, por supuesto. Tobías y Preston me miran, sus
miradas están hambrientas y oscuras mientras se deslizan por mi
cuerpo.
Una sonrisa irónica tira de los labios de Tobías antes de que su mirada se
desvíe lentamente de mí hacia el papel que tiene delante. —Jamás
trabajarás.
Preston me ofrece una taza de café. Su camisa de color gris pálido está
desabrochada en el cuello y su pelo rubio está recogido en su habitual
moño desordenado. Yo diría que él es la luz que ilumina la oscuridad de
Tobías, pero eso sería falso porque todo lo que tiene que ver con Preston
es una mentira. Su hermoso rostro, su sonrisa que te lleva a una falsa
sensación de seguridad.... Al menos Tobías parece oscuro y peligroso.
Preston es el lobo con la ropa de Versace y, sin embargo, confío en él.
Ayer, cuando lloré, me abrazó y me recompuso. Y entonces, cuando sentí
que no podía hacer nada, cuando me sentí indefensa, me pusieron una
pistola en la mano. Me convirtieron en una asesina. Le hice justicia a ese
niño. Maté a un asesino, y seguro que eso es cierto. Sabían lo que
necesitaba. Sólo tenía que dejarlo ir. Necesitaba ver que, en el más
oscuro de los actos, hay luz. Estaban en lo cierto.
204
—Ah, cómo voy a extrañar nuestro café matutino, dulce Ella. —Me besa
un lado del cuello y trago con fuerza. Miro hacia arriba y mi mirada
choca con la de Tobías. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Me están dejando?
¿He perdido? Pensé que esa noche en el puente hicimos un trato, saltar o
permanecer con ellos para siempre. Los quiero para siempre. Puede que
sea estúpido, retorcido e incorrecto, pero si me quedo con ellos entonces
nada de eso importa porque este mundo, el suyo, es un mundo en el que
lo normal, lo cuerdo, o lo inferior…no se aplican. Dijo que soy su
corderito, pero ¿y si todo eso es parte del juego?
—Yo…
—Puedo verlos en tus ojos, corderito. Después de todo, los ojos son las
ventanas del alma. —Pasa su pulgar por encima de mi labio inferior,
callándome antes de inclinarse hacia mí y besarme en la mandíbula—. Y
también te echaré de menos... —Se levanta del taburete mientras un
pánico se apodera de mí. Me van a abandonar. Qué tonta soy al creer que
esto podría ser otra cosa que un juego—. Vamos, corderito, —dice—.
tenemos trabajo que hacer.
Día seis. ¿A quién harán que mate ahora? Después de todo, ¿No es ese el
juego? ¿Un juego sucio como la ruleta rusa donde soy el arma que está
cargada?
205
otras veces que he venido aquí, no entramos por el frente, sino que
usamos una entrada lateral.
—Me dijiste que escogiera. —Me levanto, doblando mis brazos sobre mi
pecho—. Y elegí.
206
ganar o perder, pero no entregarán sus corazones a estos monstruos,
porque ¿quién haría eso? Sólo una chica verdaderamente solitaria y
desesperada. Solamente yo.
Preston sacude la cabeza y se mete las manos en los bolsillos, caminando
para pararse junto a Tobías con un suspiro.
Me enojo al hojear varios archivos hasta que encuentro a una rubia que
parece una animadora. —Se ve muy bien. Ingenua....estúpida. Siempre
son las animadoras las que lo toman por el culo.
Le echo un vistazo a tres más hasta que encuentro una pelirroja. —Oh,
se ve barata y zorra. — Se la doy.
—Dulce Ella, ¿por qué dices tal cosa? —Preston camina a mi lado,
poniendo sus manos en mis brazos. Me tenso bajo su tacto por primera
vez desde que lo conozco… ¿los conozco? De repente me siento sucia y
barata, una puta de la peor clase, y una que ruega ser follada por dos
hombres al mismo tiempo sin ver nunca un dólar por sus esfuerzos.
207
Miro fijamente a Tobías y sus ojos se cruzan con los míos mientras se
adelanta. Me agarra la barbilla con un apretón despiadado. Inclinando su
cabeza tan ligeramente, lleva sus labios a pocos centímetros de los míos.
—Creo que has olvidado que esto es un juego.... —respira contra mis
labios—, pero, ¿No es eso lo que es el amor? ¿Un juego, mi pequeña
corderito?
208
—No lo sé. Supongo que parece que está bien.
Exhalando, cierra el archivo y lo coloca en su escritorio. —Muy bien. —
Se empuja del escritorio y se endereza la chaqueta—. Sal al vestíbulo y
llévala a la sala de conferencias.
—Ve a buscarla.
—Bien. ¿Y tú?
—Genial.
209
—Tienes que ir con número tres hoy.
—No quiero hacerlo.
210
Cuando se retira, una pequeña sonrisa adorna sus labios. —Siempre tan
dispuesta, —susurra antes de alejarse.
Lentamente me vuelvo para mirar a Tobías. No le gustan las despedidas
dulces. Porque, bueno, eso implicaría que le importo. Sólo soy un juguete
para él. Un estúpido juguete roto que no quiere ser compartido con su
retorcido amigo. Su mano descansa sobre mi cadera, el peso me recuerda
que es mi dueño.
Mi mirada se encuentra con sus oscuros ojos verdes antes de caer sobre
su ancho pecho. Miro fijamente la perfecta costura en el borde de su
chaqueta, el material azul marino de su traje brilla muy poco a la luz del
sol.
—Si fuera capaz de sentir... —Él deja que las palabras cuelguen en el
aire, y siento el peso de ellas, porque me hacen sentir mejor. Menos
corrupta y retorcida. Hasta menos loca por sentir lo que siento por este
hombre. Y por supuesto, menos débil por aceptar cómo me hace sentir
cuando sé que debo luchar contra ello.
Me subo al coche y los ojos de Tobías se cruzan con los míos por última
vez antes de que cierre la puerta, bloqueando la luz del sol desde afuera y
cortando toda sensación de calor. Tobías palmea el hombro de Preston y
regresan juntos a la entrada del edificio.
211
El coche se aleja de la acera y quiero vomitar. El conductor atraviesa las
calurosas y estrechas calles de Nueva York, y aunque la gente que
camina por las aceras parezca sudorosa y cansada, desearía estar en su
lugar ahora mismo. El frío helado del aire acondicionado me pone la piel
de gallina y me envuelvo con mis brazos. Conduce durante lo que se
siente como una hora antes de que finalmente lleguemos a una casa. Una
casa normal en una calle normal. El conductor sale y abre mi puerta,
esperando pacientemente a que salga. Cuando lo hago el calor del
pavimento se eleva en olas para saludarme.
Me quedo aquí, como un ciervo atrapado bajo las luces de un auto con mi
corazón latiendo con fuerza, mis instintos gritándome que simplemente
abra la puerta y corra. Delante de mí hay una gran escalera con altos
vitrales por detrás. La luz fluye por una lámpara de cristal que ilumina
el suelo de mármol. Estoy acostumbrada al dinero de Tobías y Preston,
sus bonitos coches, sus trajes caros, pero esto... es una fortuna basada en
antigüedades, parece sacado de la película The Great Gatsby. Es
realmente hermoso.
Recorro con los dedos una pequeña mesa en medio del vestíbulo,
inhalando el aroma de los lirios frescos en un jarrón.
—Tres, —respiro.
212
Lentamente me doy la vuelta, mirando hacia una brillante puerta negra
con su picaporte de un reluciente bronce. Sus zapatos encajan en el suelo
de mármol. Con cada paso que da mi corazón late un poco más fuerte
como si estuviera tratando de ahogar el sonido no deseado de su
acercamiento.
—Te pones tensa con mi toque y aun así ansías a Tobías. —Se ríe—.
Puedo entender la atracción. Él es... una fuerza de la naturaleza, algo
que llama hasta al más fuerte de nosotros. No te avergüences de
quererlo, mi precioso juguetito. No te sientas avergonzada por quererlos.
Ellos son maestros en este juego y tú eres simplemente su peón, uno para
su diversión.
—Ah, sí, —dice, sus labios justo al lado de mi oreja—. Pero nunca
pretendo ser otra cosa que un monstruo, bonita —Inhala a lo largo de mi
garganta—. Te devoraría, arruinaría y quebraría, pero también te
reclamaría. Destruiría a todos los que te hicieran daño, incluyéndolos a
ellos. —El poder de su voz. La facilidad con la que dice las palabras me
hace temblar.
No entiendo esto. ¿Por qué a mí? De todas las chicas de esta ciudad, ¿Por
qué? ¿Es porque soy tan estúpida como para caer en este juego? Pero
estoy loca, ¿no? Así que necesitaban una chica loca sin nada que perder,
una que cayera en sus manipulaciones. Mi mente da vueltas. Las
palabras que Tobías y Preston me han dicho están reproduciéndose en mi
cabeza, se repiten una y otra vez, y me pregunto si lo decían en serio.
¿Soy especial? ¿Soy superior? ¿O soy sólo otro juguete inútil, una muñeca
rota esperando a que la dejen de lado?
213
Me imagino que cuando terminen conmigo, me echarán con todas las
otras muñecas no deseadas, y allí estaremos, una masa de miembros
enredados y caras manchadas de lágrimas, nuestros corazones y mentes
destrozados más allá de toda reparación. Nadie volverá a jugar con
nosotros.
—Te tendré, Ella, —dice—. De una forma u otra. —Trago con fuerza—.
Esto no tiene por qué ser horrible. —Sus dedos arrastran el cabello de mi
cuello y luego sus labios se presionan suavemente en la parte superior de
mi columna. Sus cálidos dedos bajan por mis brazos. Le falta la
brutalidad de Tobías, y también, la arrogancia y jugueteo de Preston. No
lo quiero, pero me temo que no tengo elección—. Cierra los ojos.
Cierro los ojos y siento el sedoso roce de la tela sobre mi cara antes de
que se sujete sobre mis ojos. —Sólo por precaución.
Me toma de la mano, pasando sus dedos por los míos mientras me guía.
Mi corazón late con fuerza, la adrenalina fluye libremente por mis venas
porque sin mi vista, tengo que confiar en él. Y no lo hago.
214
Se ríe. —Oh no, preciosa, eres el gran premio.
Sus labios se cierran sobre los míos y me pongo tensa. Sabe a limpio,
menta y a algo dolorosamente familiar, pero mi mente se niega a
explorarlo más porque mi cuerpo se cierra instintivamente. Mis manos se
apoyan en su pecho, esperando para empujarlo. Presiono mis labios con
fuerza y mis muslos se cierran. Su boca trabaja sobre la mía, exigiendo la
entrada, ordenando la obediencia. Sus dedos agarran mis caderas tan
fuerte que me duelen y desvergonzadamente me muele su dura polla.
—Ella Taylor.
215
—6 de agosto de 1992.
Número tres suspira. Oigo que algo golpea sobre el escritorio. —Ella...
¿estás mintiendo o simplemente eres estúpida?
216
necesito para sobrevivir. Su toque brutal, la crueldad desenfrenada y los
besos más dulces. —Sí. —Una confesión, súplica y una condena
despiadada de mi misma.
—¿Lo amas?
—Tú no.… —se ríe—, tú no quieres... ¿Por qué lo amas? ¿Cómo es posible
que lo ames?
—¿Te das cuenta de que has perdido? —número tres dice con un
gruñido—. ¿Cuál era su regla? No desarrolles sentimientos. Has perdido,
Ella...
—¿Lo hizo? —Lo siento en mi cara, sus labios rozando los míos—. ¿Ganó?
No tienes idea de qué significa este juego, ni de lo que está en juego, ni de
217
lo que acabas de perder. —Me agarra la cara, sus dedos se clavan en mi
piel.
—No tenía nada que perder, —digo, mi voz suena fuerte. Ya he tenido
suficiente de estos hombres, de sus juegos y tácticas.
—Tenías todo para perder, sólo que no te dabas cuenta. —Me tira de los
hombros y me saca de la habitación. Oigo un portazo detrás de mí—. Si
tú pierdes, también lo hago y no soy un perdedor, Ella. No vamos a
mencionar esto. No es posible que lo ames, simplemente debes estar
confundida. —Hay un borde de pánico e histeria en su tono—. No
deberías amarlo.
218
Capítulo 30
Un caballero se detiene a número tres, con los ojos fijos en mí. Tres
susurra hacia él y una sonrisa enferma se cierne sobre los labios del
hombre.
Se inclina hacia mí. —La mejor de las suertes, —dice antes de irse. Mi
corazón palpita, se tambalea y salta mientras un calor enfermizo se
apodera de mí. Esto no está bien. Número tres no está bien. Me toma de
la mano y me lleva a través de la sala llena de gente hacia el bar.
219
—¿Qué te gustaría? ¿Champán? —pregunta.
—Sí, gracias.
220
—Oh —Tres me agarra de la cintura, alejándome de Tobías—, hombre de
poca fe.
Quiero alzar la voz, pero conozco bien a número tres. Otro hombre
camina detrás de Tobías, con una máscara blanca y un buen traje. Su
largo pelo rubio le roza los hombros y se parece al príncipe de todos los
cuentos de hadas. Se que no es así. —Ya es suficiente —dice Preston—.
Juega limpio.
—¿Por qué? ¿Qué pasa, Tobías? —número tres pregunta, con un ligero
gruñido en su tono—. Esto era, después de todo, un acuerdo de negocios.
221
pedazos. Así que, tomo mi champán, queriendo que el alcohol me
adormezca. Una sonrisa burlona se posa sobre sus labios e inclina la
cabeza ligeramente hacia un lado mientras me lleva a la pista de baile.
La música suena suavemente de fondo y número tres coloca su mano en
la parte baja de mi espalda, acercándome mientras levanta mi otra mano
para bailar un vals. Bailamos, mi vestido moviéndose tan fluidamente a
mi alrededor, recogiendo el viento que hacen nuestros movimientos. Lo
miro a los ojos, tratando de ver más allá de esa horrible máscara. El bajo
murmullo de una conversación se desliza a mi alrededor. Vestidos de
noche y esmoquin. Hombres de poder. Mujeres de fortuna. ¿Y no es esto
lo que toda niña sueña? Una fiesta digna de la realeza. Dinero, riquezas,
y aunque esto pueda parecer un cuento de hadas, no es el príncipe
encantador con el que estoy bailando. Es el villano, la bestia. Miro a mi
alrededor y veo a Tobías, sus ojos oscuros observando, analizando. Su
mandíbula se tensa. Preston está a su lado susurrándole al oído y me
pregunto qué estará diciendo. Quisiera saber lo que ambos están
pensando, ya que su preciada posesión está al alcance de otro. Tres
villanos, ningún héroe y una princesa ensangrentada. Y a diferencia de
la mayoría de los cuentos de hadas, no creo que ninguno de nosotros sea
redimible.
222
sus brazos y asfixiándome. Lucho por liberarme. —Ella, cálmate, —
dice—. Estás montando una escena.
Todo lo que puedo pensar es Tobías. —Yo... —Me tropiezo con mis pies
cuando me alejo de Tres, sus fríos ojos se posan sobre mí como la presa
que soy—. Quiero a Tobías.
Agarro mi cabeza con ambas manos y cierro los ojos, pero todavía puedo
verlos a todos mirándome fijamente, con sus bocas abiertas. —Por favor,
—se lo ruego—. No dejes que me coman.
—Oh, sí —susurra tres mientras me sigue—, algo está muy, muy mal.
Amas a Tobías, un hombre incapaz de amar. Un hombre que está por
encima de las cosas triviales. Para él, no eres más que una simple forma
de entretenimiento, un juguete sucio. Y, aun así, lo amas. —Me besa en
la mandíbula—. Tan estúpida. Demasiado desesperada. No me extraña
223
que tu último novio te haya tirado a la basura. Tú y ese patético amor no
valen nada. —Me hace girar para mirarlo y me pasa el pulgar por encima
de mi labio inferior—. Para mí, serías más valiosa que el oro.
—Te diré algo —dice—. ¿Por qué no buscas a Tobías a ver si te salva?
Encontrar la manera de salvarte, después de todo, es el objetivo del sexto
juego. Todo lo que tienes que hacer es simplemente salvarte. —Lo miro
fijamente y me aleja con la mano—. Ve Ella, busca a tu caballero de
armadura negra. A tu héroe, a ver si te acepta ahora. Ahora que el juego
está casi terminado.
Retrocedo unos pasos antes de girar sobre mis talones y correr por el
salón de baile en busca de Tobías. Busco la máscara dorada y azul. Me
tropiezo con la gente, se me llenan los ojos de lágrimas. Empujo a través
de la multitud. Con cada segundo que pasa, mi pánico crece hasta que
siente que puede devorarme. —¿Tobías? —Grito—. ¿Tobías? —La
habitación se queda en silencio... ¿o no? ¿Puedo confiar en algo en el
estado en que estoy? La realidad, ¿existe siquiera?—. ¿Tobías?
—Sólo quiero...
224
Tobías pone su dedo sobre mis labios, silenciando mis palabras antes de
que mueva sus hombros de forma causal quitándose su chaqueta y la
arroje sobre el final de la cama. Juro que se mueve, se transforma en una
criatura y se arrastra de la cama, escabulléndose por el suelo. Lo ignoro.
Esto es una locura....
225
pensarlo, sin impedimentos, levanto la mano y le agarro la cara,
arrastrándolo hacia mí en un beso implacable. Gime contra mi boca antes
de ponerse rígido, forzando su polla tan profundamente que una punzada
de dolor me atraviesa. —Te amo, —susurro antes de quedarme sin
fuerzas.
226
Capítulo 31
Me lanzo por el suelo y agarro el cuchillo, con tanta fuerza que me duelen
los dedos. Golpeo salvajemente a uno de los monstruos y grita, cayendo al
suelo. Me zambullo sobre él, clavando la hoja en su cuerpo una y otra vez.
La sangre caliente me rocía en la cara. Una de las otras criaturas me
agarra, sus garras hundiéndose en mis brazos que se derriten. La
adrenalina me atraviesa y lucho por mi vida. Corto y grito mientras
lucho tomando las manos y rompiendo los dientes. Corto, apuñalo y
227
rebano hasta que estén muertos. Están todos muertos. Vuelvo a la
esquina, agarro el cuchillo y espero a que más monstruos se arrastren
desde las sombras. Las lágrimas corren por mi cara y por mis labios,
lavando el sabor metálico de la sangre dentro de mi boca.
La puerta de la habitación se abre y miro a esa máscara azul y dorada,
los colores brillando hipnóticamente. Tobías…pero espera, no es Tobías.
Es número tres...
—Ella... —dice.
—¡Basta ya! Vete de aquí. Déjame en paz. —Jadeo por aire mientras mi
corazón golpea contra mis costillas—. Sólo… —Miro mi cuerpo desnudo
cubierto de sangre. Dejando caer el cuchillo, levanto las manos y gotean,
manchadas de rojo. La sangre espesa burbujea sobre mi piel como si
fuera alquitrán. Me limpio las manos frenéticamente por la parte
delantera de mi cuerpo, sobre mi estómago y mis pechos, tratando de
quitármela.
228
Golpeo mi cabeza contra la pared y cierro los ojos. Mi mano tiembla
mientras agarro la empuñadura del cuchillo contra mi pecho. La punta
me araña la piel. El tacto de número tres todavía está en mí, y quiero
arrancarme la piel. Miro fijamente mi brazo y luego el cuchillo antes de
presionar la hoja contra mi piel. Como una patata. Será como pelar una
patata. Y luego se habrá ido. —Se fue, se fue, se fue. Todo se ha ido, —
murmuro.
—Shh, dulce Ella, tranquila, —me susurra Preston al oído con voz
pausada. Miro por encima de mi hombro y su cabello rubio brilla como un
halo de luz mientras me sonríe suavemente. Me acaricia la cara y el calor
se filtra en mi fría piel. Su olor familiar me envuelve. Estoy a salvo.
Preston siempre es el más seguro. A salvo. Me ahogo en un sollozo y me
acerca, abrazándome fuerte con sus brazos. Se siente como una especie
de jaula que mantendrá a todos los monstruos encerrados—. Está bien.
229
Tobías aprieta la mandíbula y cierra los ojos, exhalando un suspiro. —
Esto ha ido demasiado lejos...
—Sabías que lo haría, —dice Preston—. Tobías, tenías que haber sabido
que lo haría.
—Hasta ahora nadie había llegado tan lejos. —Sus ojos se abren con un
destello de tormentoso verde—. Nadie ha sido como ella. —Quiero creer
que hay un significado oculto detrás de eso. Que soy especial, pero sólo
estoy corrompida—. Corderito. —Tobías se acerca a mí y antes de que
pueda intentar escapar, Preston me empuja a sus brazos.
—Ella... —Me agarra la cara y me mira fijamente a los ojos. Quiero que
me quiten el toque de Tres. Necesito que Preston y Tobías marquen mi
alma.
230
—Joder, —grita Tobías, su voz se siente como si me estuviera cortando la
piel—. Trae su ropa. —Camina y arrastra sus manos por su pelo, y
mientras lo hace, las hebras oscuras se convierten en serpientes, que
silban y se quiebran. Gritando, me tapo los ojos y siento el más mínimo
pinchazo en el cuello. Un cálido calor inunda mis venas y todo se
desvanece en un negro pacífico y tranquilo....
231
Capítulo 32
Tobías
Otra risa se cuela en la línea mientras miro por la ventana del coche
observando los cables del puente de Manhattan que pasan en la
oscuridad de la noche. —Te preocupas demasiado Tobías. Las emociones
son peligrosas para hombres como nosotros.
Miro fijamente a Preston, a sus oscuros ojos que ahora se están ahogando
de preocupación. Miedo. ¿Qué nos ha hecho? Temo que, al quitarle su
humanidad, se transforme en nosotros. —El juego no ha terminado,
Preston. Creo que puede ganar.
232
—Suficiente. —Aprieto los dientes y vuelvo la cabeza contra el asiento
mientras trato de despejar los pensamientos que se agitan en mi mente.
¿Me la llevo y huyo? Miro fijamente a mi corderito cubierta de sangre.
Duerme tan tranquila, aunque estoy seguro de que sus sueños están
plagados de pesadillas de número tres, de mí y de Preston, los monstruos
que acechan en la oscuridad y que siempre atormentarán su memoria.
233
El amor es una emoción tan extraña y ahora que estoy aquí sentado,
estoy tratando de convencerme de no irme. Diciéndome a mí mismo que
debería tomarla, salvarla y correr, bueno, en este momento me parece
que puede ser la más oscura de todas las criaturas. ¿Qué puede ser más
cruel que una posesión sobre la cual no tienes control? ¿Hay algo más
siniestro que un deseo que nunca cumplirás? El amor es una emoción que
no muere. Un cordero vestido de lobo. Y si esa no es la emoción humana
más sádica, entonces no sé qué es. Pero no puedo permitirme ceder por
esto. Hay un juego por hacer. Un juego para ganar... una persona que
matar.
— Jugaste tan bien, dulce Ella. Has estado más cerca de ganar que
nadie.
234
Capítulo 33
235
susurrando lo terriblemente homicida que debo ser. Aunque pudiera
ignorar toda la sangre, fingir que era un sueño, maté personas. Hice
cosas... ¿Quién soy ahora? No puedo ser Ella Taylor. ¿Puede un sueño
cambiar a una persona? ¿Puede un sueño volver loca a alguien? O tal vez
ya estoy loca y todo esto es una alucinación retorcida inventada por mi
propia mente.
—Lo juro, no sé cómo llegué aquí, —le digo. La última vez que lo vi
terminó con la amenaza de llamar a la policía... espera... ¿no? Me está
frunciendo el ceño, mirándome como si estuviese loca.
Levanta una ceja y me agarra. Con las dos manos ahueca mi cara e
inclina mi cabeza hacia atrás. —Cariño, ¿estás bien? —dice, con un ligero
acento sureño en su voz.
¿Me ama? ¿Dónde está María? ¿Por qué está aquí? Tobías y Preston,
fácilmente podrían ser un sueño. Siempre parecieron como algo más
mundano, algo más allá de lo comprensible, pero Sawyer...... ¿Estoy
perdiendo la cabeza? ¿Fue todo un engaño? ¿Gané o tal vez perdí?
236
Me meto en mi armario. Todo está exactamente igual. Nada ha
cambiado. Mi apartamento está como el día anterior a que Sawyer se
fuera. Sus camisas están en mi armario, el olor de su colonia sutilmente
en el aire. Es como si el tiempo se hubiera congelado y nada se hubiese
movido excepto yo. Tiro la toalla, sacudo la cabeza y me sujeto el pelo.
Quiero gritar, pero no puedo, así que agarro un par de jeans y una
camisa vistiéndome rápidamente. ¿Y ahora qué? ¿Simplemente vivo esta
vida?
237
Abro el sobre y miro fijamente la invitación que tengo delante. Es
idéntica. La redacción es exactamente la misma que la primera vez que
recibí una invitación firmada por Tobías Benton. Concretamente, esta es
una prueba evidente de que no estoy completamente loca, pero entonces...
¿por qué está Sawyer aquí?
De vuelta al dormitorio, voy al armario a buscar mi bonito vestido negro.
Me lo pongo y deslizo los tacones del mismo color en mis pies. Me cepillo
el pelo y me maquillo cuidadosamente. Me preparo hasta que me veo
impecable, hermosa y superior…hasta que me parezco a su corderito, su
juguete favorito. Los quiero a ellos. Quiero su juego. No quiero esta vida.
Ni a Sawyer. Quiero el peligro, la emoción, la sensación de estar
absolutamente viva que sólo ellos pueden ofrecer.
238
Un minuto más tarde, las puertas del ascensor se abren al amplio espacio
de las oficinas de Tobías y Preston. Entonces lo veo, como un espejismo
en el desierto, mi salvación perfecta. Tobías. Está hablando con su
secretaria. Me mira, su expresión completamente en blanco antes de
girarse y entrar en su oficina cerrando la puerta tras de sí. Mi corazón se
hunde en mi estómago y el sudor se acumula en mis manos.
239
Cruzo el espacio entre nosotros, corriendo prácticamente antes de
lanzarme a sus brazos. Se ríe y me agarra por la cintura. Me sujeta el
pelo en un puño, inclinando mi cabeza hacia atrás antes de besarme con
toda la brutalidad que tiene para ofrecer.
Tobías se aleja con una sonrisa. —Mi corderito, ¿cómo has dormido?
—Y ahora tienes todo lo que querías. Tu vida ha vuelto a ser como era
antes de que todo saliera mal. —Sonríe—. ¿Cuántas personas tienen una
segunda oportunidad, Ella?
Miro fijamente a los ojos de Tobías. —Oh, Preston —dice—. Creo que la
hemos corrompido. —Y luego se ríe.
—Es una pena, —respira Tobías, inclinándose hacia mí. Tan cerca que
puedo sentir su aliento teñido con whisky—. Como un cordero siendo
arrastrado al matadero, eras tan inocente y ahora... —Me besa los labios
y se desencadena una reacción de lujuria animal.
240
—No hay dos hombres que puedan hacerte sentir como nosotros, Ella, —
susurra Preston al oído, su mano deslizándose por debajo de la parte
superior de mi vestido. Me vuelvo hacia él y sus labios rozan los míos.
Esto es lo correcto, este es mi hogar ahora.
—Nadie posee el poder que nosotros tenemos, —dice Tobías mientras sus
manos vagan sobre mis caderas—. Y juntos, los tres —se ríe—, las cosas
que podríamos hacer. La depravación en la que nos revolcaríamos, pero...
241
Capítulo 34
Tobías abre mi coño con los dedos y mete la lengua muy adentro. Pongo
mi cabeza en el hombro de Preston y gimo.
—¿Qué tan mojada estás por él, dulce Ella? Déjame ver. —Preston frota
su mano en mi costado y sobre mi muslo antes de pasar su dedo sobre mi
coño mojado—. Oh, tan mojada. —Y con eso, Preston desliza uno de sus
dedos junto a Tobías. Hay algo en ellos que dice que me desean y que
ambos me quieren tocar juntos. Esto se siente muy bien.
242
—¿Quieres que te hagamos sentir como sólo nosotros podemos? —añade
Preston.
—Dios, sí.
—Tan obediente, —dice Tobías mientras me saca los dedos y se los mete
directamente en la boca—. Y tan buena. —Sonríe.
243
—Está bien, corderito, —dice. Esa es la habitación donde conocí a
número tres.
—Lo estás haciendo muy bien, dulce Ella, —susurra Preston detrás de
mí.
—Juego número siete, dulce Ella, —dice Preston desde algún lugar en la
oscuridad.
Me quedo mirando a la joven. Lily Davis. Una chica sin familia y sin
perspectivas reales. Una joven que está fallando en su vida. Como me
pasaba a mí. Podría estar en mi lugar, pero parece que una de nosotras
está de un lado del juego y la otra del otro.
—Por favor —gime—. No sé por qué están haciendo esto, pero... puedo
pagarles.
—Ahora, Lily, —dice Tobías mientras saca algo del bolsillo de su pecho—,
tú firmaste el contrato. Dijiste que estabas lista para jugar.
244
—Pero... —empieza ella.
Tobías se aleja de mí. —Lily —dice, sus ojos se fijan en los míos con tanta
confianza, pero hay algo peligroso danzando en ellos—, mi corderito es a
quien deberías estar rogando, no a Preston.
245
Las manos de Tobías se deslizan por mi cuerpo, tirando de las correas de
mi vestido hasta que mis pechos se exponen. El aire fresco golpea mi
carne y mis pezones se tensan.
—Mira qué hermosa es nuestra pequeña Ella, Lily, —dice Preston, dando
vueltas detrás de Lily como el buitre que es—. ¿Quieres ser Ella?
Tobías se arrodilla ante mí, levanta una de mis piernas y coloca mi pie
sobre su hombro antes de inclinarse y respirar un aliento cálido y
constante sobre mi clítoris. —Sabe tan bien. Como la miel. —Me da un
golpecito juguetón con su lengua y muevo mi cabeza hacia atrás mientras
agarro su grueso cabello.
246
—Oh, dulce Ella. Se ha convertido en una cosita tan exigente —se ríe—.
Y era tan inocente. Siete días. Creo que podríamos corromper a la misma
virgen. —Esa sonrisa arrogante se extiende sobre sus labios mientras se
para y se dirige hacia nosotros. Me acaricia la mejilla y presiona sus
labios contra mi cuello. Miro a la chica por encima de su hombro—. Tan
posesiva, —dice.
— Joder, —gruñe Tobías, con los dedos clavados en mis caderas—. Vente
por mí, Ella. Por nosotros. Muéstrale lo que te hacemos.
247
con la pura dicha de ser llenado por Tobías. Esa transferencia de energía,
es incomparable. —Follalo duro, —le digo a Tobías mientras monto a
Preston.
Tobías deja escapar una risa baja, sus dedos apretando alrededor de mi
garganta. —Haz que se venga por nosotros, Ella, —susurra contra mi
oído. Presiono más fuerte contra Preston, apretando mi coño en un
esfuerzo por sacarle todo.
248
Capítulo 35
Siento que Tobías se agarra a mí. Preston camina a mi lado, pasando sus
dedos entre los míos. Tobías toma mis hombros, volviéndome para
enfrentarlo. —Corderito, este es el séptimo juego.
—No importa cómo termine esto, lo has hecho muy bien. —Tobías sonríe
antes de prestar atención a Tres.
249
Levanta la mano y lentamente se quita la máscara, sumergiendo la
barbilla en su pecho. La oscuridad baila sobre su cara mientras levanta
la cabeza para revelar una siniestra sonrisa que conozco demasiado bien.
—No, —respiro—. ¿Sawyer? —Mi corazón me golpea en el pecho, mi
aliento se hace añicos. ¿Cómo pudieron hacerme esto? ¿Por qué me
harían esto? Golpe. Golpe. Golpe. El sonido de mi corazón que golpea es
todo lo que puedo oír.
—Oh, qué divertido ha sido jugar contigo, mi querida Ella, —dice, su voz
cayendo en ese acento sureño tan fácilmente. Sonríe mientras se acerca a
mí—. Sabía que eras especial, pero que llegaras a este punto del juego,
hasta el séptimo día... —La voz británica que detesto ha vuelto, y la
prefiero. Esa es la voz del enemigo, no la del novio que una vez amé.
Sacude la cabeza—. Estoy sorprendido.
250
Miro a Tobías y no puedo evitar que el dolor se extienda a mi alrededor
como una cuerda. Ellos lo sabían. Lo sabían y nunca me lo dijeron. Pero,
¿qué esperaba? Después de todo, es sólo un juego. Cualquier lealtad
imaginaria es sólo eso. Están aquí para ganar. Y soy simplemente un
oponente que debe ser destruido en su afán de ganar un premio.
Tobías me agarra de la barbilla e intento liberarme de su agarre. —Para,
—dice, y no puedo evitar obedecerle. Lleva su boca a la mía y me besa—.
Lo siento. No tenía ni idea de que podía amar, —susurra contra mis
labios tan silenciosamente que no estoy segura de lo que acabo de oír.
¿Dijo que me amaba?
Cierro los ojos, luchando contra las lágrimas que amenazan con salir por
ser traicionada.
251
firmó el contrato.... Recojo el trozo de papel doblado que ha caído al suelo.
Lo abro, esperando ver una copia del contrato que firmé. No lo es. Es un
acuerdo. Una noche a cambio de medio millón de dólares. No hay
detalles. Tampoco hay mención de lo que implicaría esa noche, sólo que
es un juego. También establece claramente que en el caso de que Lily no
pudiera recibir los fondos por sí misma, éstos serían transferidos a un tal
Harvey Davis.
Cierro los ojos, permitiendo que un suspiro pesado se deslice por mis
labios. Tiene a alguien que confía en ella. La parte racional de mí, la que
recuerda lo que era ser una chica normal, se tambalea violentamente con
la idea de matarla. Es inocente. Podría haber sido ella, o al revés. ¿Me
dispararía si estuviese en mi lugar? ¿Matar a la chica inocente o a los
monstruos cuyo juego me ha llevado a esto? La elección debería ser tan
clara.
Miro fijamente sus ojos verdes, y sus labios, que están en una línea dura.
—Quiero retirarme, —le digo.
252
—Has llegado demasiado lejos, —dice Preston—. Sólo hay una salida.
Abro los ojos. —Lo amas, Preston, —digo a la defensiva. Lo hace, sé que
lo hace. Lo veo en la forma que a veces mira a Tobías. Es de la misma
manera que lo miro.
253
el aquí y ahora, la adrenalina del momento. —Sonríe, abriendo los
brazos—. ¿No te sientes viva?
—Yo…
Con un grito frustrado bajo el arma. Las lágrimas me pican en los ojos y
una sensación de desesperación me acecha. No puedo hacerlo. No puedo
matarlos.
254
días, ¿Es eso realmente todo lo que se necesita para hacer que ames a
alguien a quien deberías odiar? —Mira a Tobías y a Preston—. Siete días
follándola y ¿Te ama? —Se ríe—. Increíble. —Camina por la habitación y
desata a Lily—. Por suerte para ti, eran de fogueo. Encontrarás el dinero
en tu cuenta por la mañana y si hablas de esto con alguien, haré que te
maten.
Lily asiente con la cabeza, lágrimas cayendo por su cara mientras huye
de la habitación.
—Y, en cuanto a ti, —dice Sawyer mientras camina hacia mí—. Perdiste.
Tan triste después de todo lo que has pasado.
—Por suerte para ti, con Tobías hicimos otro trato. —Sacude la cabeza—.
Pero estuvo de acuerdo en que inventara el juego, ¿no es así, Tobías?
—Ahora, Tobías, esto es muy sencillo. ¿Qué tan egoísta es Ella? —Me
mira fijamente—. En serio, ¿Cuán egoísta eres? Obviamente lo amas, es
decir, estabas dispuesta a matar a la pobre Lily, pero ¿Eres tan egoísta
que prefieres ponerte por encima de él? ¿Qué tan buen corderito eres
para el sacrificio? —Se ríe—. Tobías va a perder a alguien que ama, pero
¿quién será? ¿Tú o Preston?
255
Miro fijamente a Tobías y puedo ver la preocupación grabada en su
hermoso rostro.
—¿De verdad, tan rápida para decidir? ¿Por qué tardaste tanto hace unos
minutos?
Sawyer camina lentamente hacia mí. Retrocedo hasta que choco con el
pecho de Tobías. Sawyer sonríe burlonamente y se acerca a mí mientras
mira a Tobías. Aprieta un mechón de mi pelo entre sus dedos y deja caer
su cara sobre mi cuello, inhalando. —¿Recuerdas cuando prometí
arruinarte, bonito juguete? —Trago con fuerza y me niego a
responderle—. Bueno, ahí fue cuando tuviste la opción de venir
voluntariamente. Ahora, si quieres ser el cordero del sacrificio, me
aseguraré de que sangres.
—Ella amaba una mentira, —dice Tobías—. Sabe muy bien de mis
demonios y sin embargo... —Su mirada se dirige a la mía y mi pecho se
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aprieta. ¿Este hombre me ama? Sawyer me agarra del brazo y me aparta
de Tobías tan fuerte que me tambaleo.
Tobías se adelanta, sus ojos verdes brillando con algo salvaje, con rabia.
Me aprieta la mandíbula. Sus fosas nasales se ensanchan mientras se
inclina para besarme. El beso es duro y violento, como si estuviera
tratando de reclamarme una última vez antes de alejarse. —Recuerda —
susurra—, eres superior, corderito.
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Capítulo 36
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Una sonrisa malvada moldea sus labios. —Ah, la muerte es fácil, Ella. Lo
difícil es vivir. Escogiste el camino difícil, y elegiste jugar un juego que no
sabías cómo ganar —Arquea una ceja—. Para algunos, ya habías saltado
en cuanto firmaste el contrato.
Miro hacia atrás por la ventana, viendo los edificios de la ciudad pasar.
—¿Soy tu prisionera?
—¿O qué?
Creo que está loco, y en este profundo y oscuro agujero, ¿No lo estamos
todos? —¿Por qué intentar ganarme cuando ya me tenías?
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—Tenía una versión de ti. Pero ahora eres perfecta. Tobías es muy bueno
en lo que hace. Le reconozco eso. Sus manipulaciones tienen
ciertos…efectos secundarios.
El coche se detiene fuera de un edificio y se apaga el motor. Salgo del
coche y miro a la misma casa que me trajeron ayer. Parece demasiado
agradable y tranquila para pertenecer a Sawyer.
Quiere que lo ame. Desea una vida perfecta de la cual hablamos una vez.
¿Cómo no puede ver que todo ha cambiado? Aquí toda grita riqueza, lo
que siempre pensé que quería. Pero ahora que está aquí ante mí, no
quiero ser parte de ello.
—Te amaba. Creí que me casaría contigo, —le digo con sinceridad. Lo
hice. Estaba tan ciega, era tan incapaz de ver más allá de lo mundano, lo
obligatorio y de lo esperado.
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Sus ojos examinan los míos y sé que está buscando la mentira. Sostengo
su mirada sin acobardarme. Su pulgar acaricia mi mandíbula. —No creas
que me olvido, que estás enamorada de él, —dice a través de los dientes
apretados.
—Lo hice, pequeña y bonita Ella. Haría cualquier cosa por ti.
Abre la puerta de una nevera llena de vinos, pasando el dedo por encima
de la parte superior antes de elegir una y sacarla. Veo la etiqueta cuando
la pone sobre el mostrador para abrirla. Chateau Ste. Michelle. El vino
que siempre recogía en la tienda de la esquina del apartamento. —Supe
desde el momento en que te conocí que eras especial, Ella. Sabía que
después de nuestra segunda cita eras la indicada. Te quería en el juego.
Me imaginé lo que sería verlos follarte, verte convertirte en algo superior.
Pero si no hubiera estado contigo, viviendo contigo, amándote, —señala
entre nosotros—, entonces esto no habría sido posible. —Esto no es
posible.
—¿Y María?
—Todo es parte del juego, mi amor. Nunca la quise. Sólo me la follé para
hacerte daño. Era necesario.
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—¿Pero por qué estaba en el juego? Quiero decir, por el amor de Dios,
Sawyer, me la follé y luego pensé que Tobías la había matado.
—No, no, no. —Me quita el pelo de la cara—. Sólo te quería a ti. Todo era
parte del juego. —Está trastornado, genuina y absolutamente
alucinando. Se da la vuelta y vuelve a colocar la botella de vino en la
nevera. Me arrastro hacia la derecha y saco un pequeño cuchillo del
estuche, metiéndolo en la cintura de mis jeans. Vuelvo a donde estaba y
entonces se gira. Sonriendo, levanto el vino hasta mis labios. Se acerca y
toma el vaso de mi mano, metiendo sus dedos en los míos—. Déjame
mostrarte la casa.
—Te deseo, Ella. Hermosa, hermosa, Ella. —Me giro enfrentándolo, para
evitar que encuentre el cuchillo en mi espalda. Presiono mis labios contra
los suyos y lentamente lo llevo hacia la cama. Se cae contra el colchón y
lo sigo, a horcajadas sobre sus caderas. Cuando intenta tocarme, le pongo
las manos en el colchón. No puedo dejar que sienta el cuchillo.
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Lentamente, le desabrocho la camisa. Se sienta y pone sus labios sobre
los míos mientras se quita la camisa. Profundiza el beso y agarra el
dobladillo de mi camisa antes de rasgarla por encima de mi cabeza.
Inhalando, desliza sus palmas sobre mis pechos desnudos y baja su boca
hasta mi pezón succionándolo. Me obligo a frotar sus brazos, para que
parezca que lo quiero. Rastrillando mis dedos sobre su cuello y hacia su
cabello, no puedo evitar recordar lo hermoso que una vez pensé que era
Sawyer. Es curioso que comparado con Tobías ahora parece tan
dolorosamente promedio.
—No seas tímida, Ella, —dice Sawyer—. ¿O te molesta que Tobías te vea
conmigo? —Sonríe—. Verás, este fue el acuerdo. Pierdes y Tobías tiene
que follarnos. No Preston. Sólo nosotros tres.
—No, —susurro, mirando a Tobías—. Está bien que vea. —Ruego que
vea la mentira, pero ya se está desabrochando los botones de su camisa.
Su mandíbula se aprieta. Y sus fosas nasales se ensanchan cuando
camina hacia la cama.
—Mira cómo han caído los poderosos —dice Sawyer riendo. Me agarra el
pecho, torciendo mi pezón—. Ahora tengo tu juguetito favorito, Tobías. —
Se inclina y mueve la lengua como una serpiente sobre mi tenso pezón.
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La respiración desigual de Tobías es sonora en el frío silencio de la
habitación. —Como dije —gruñe—, puedes tomar su cuerpo, pero nunca
tomarás su alma. Eso es mío.
Sawyer se ríe. —Siete días, Tobías. No es más que lujuria. Una especie
de Síndrome de Estocolmo. Te das demasiado crédito.
—Puedo oír la duda en tu voz —dice Tobías—. Tú más que nadie sabes el
poder que tengo, Tres.
—Si —susurro.
Sea lo que sea, gira en torno a Tobías. Habita y respira en el aire que hay
entre nosotros. Mataría por él. Lo he hecho y me pregunto, ¿mataría por
mí? Después de todo, ¿no es esa la definición de amor? Es ilimitado.
Abnegado. No tiene barreras.
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tenso, mirando el arma en la mano de Sawyer mientras da vueltas
alrededor de Tobías, pasando un dedo por encima de su hombro desnudo
y musculoso antes de que presione un solo beso en su la garganta. Veo los
ojos de Tobías oscilar, su mandíbula se tensa. Y entonces siento el frío
metal de la pistola apretado contra mi sien. —Ahora, esto lo hace mucho
más emocionante, ¿no? —dice Sawyer.
La rabia se agita en los ojos de Tobías, ese poder que lleva tan bien, hace
que este peleando contra las restricciones que tiene en este momento.
Meneo la cabeza ligeramente, suplicándole. Necesita jugar en esto ahora
mismo.
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Capítulo 37
Tobías
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¿Y cuánto tiempo permito que esto continúe? ¿Hasta dónde lo dejo llegar?
¿Cuánto costará para que pierda el control? Ese es, después de todo, el
objetivo del juego, que un jugador pierda.
Su lengua sale para humedecer sus labios. —Quiero que nos folles a los
dos.
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—Soy muy selectivo, —digo mientras me acerco a Ella. Mi corazón late
con fuerza, la adrenalina me atraviesa mientras pienso en lo que estoy a
punto de hacer. Será una forma de hacer realmente arte, una forma de
seducción, de manipulación, y sacrificio.
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—Oh, no seas marica, —digo con un gruñido mientras le tomo del pelo y
le tiro la cabeza hacia atrás. La mirada de Ella se bloquea con la mía y
asiente con la cabeza. Con un rápido movimiento, le paso la cuchilla por
la parte delantera de su garganta mientras entierro mi polla en su
interior. La sangre brota del corte, salpicando a Ella, pero no se
estremece. Simplemente mira a Sawyer, el hombre que una vez lo fue
todo, gorjeando y jadeando por aire. Salgo y me pongo de pie.
Sawyer se atraganta con su sangre mientras cae de espaldas al suelo.
Ella se sienta y se arrastra hacia él hasta que está justo encima, sus ojos
están fijos con esa oscuridad que vive dentro de cada recoveco. Me paro
silenciosamente junto a Ella observando y esperando que esa oscuridad,
ese pequeño monstruo, se escurra.
—Corderito —digo con una sonrisa—. ¿Qué has hecho? —Me arrodillo
frente a ella y le limpio las salpicaduras de sangre de su mejilla.
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A lo largo de estos siete días con ella la he visto llorar, mendigar y
negociar, y nunca me ha molestado. Pero estas lágrimas casi me
destruyen porque son por mí.
— Matar, Tobías...
—¿Y María?
—¿El puente?
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—¿Mi apartamento? ¿Haciéndome creer que estaba loca? ¿Eso me liberó
de las construcciones morales de la sociedad o sólo de mi propia mente
sana? —Ella me mira fijamente.—. ¿O necesitabas que pensara que
estaba loca? Tal vez estoy loca. —Ella se ríe.
—Todo fue una prueba, Ella. Todo era parte del juego para ver lo fuerte
que eres. Para decirnos si eras realmente superior o no. Para probar los
límites del amor, la lealtad, y la codicia. Y para asegurarme de que
encajabas perfectamente.
Ella me mira, con el ceño fruncido. —¿Y esperas que me quede contigo?
—El amor, Ella, es lo único sobre lo que no tienes control. Nunca debiste
haberme amado y nunca debí haberte amado, sin embargo… —Le pongo
un mechón de pelo suelto detrás de su oreja—. Aquí estamos.
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—Deberías, pero ahora hay una delgada y frágil línea entre el amor y el
odio, ¿no? —Le agarro el pelo en un puño y la arrastro hacia mí—.
¿Cuánto vale el amor para ti, Ella? Es lo único que buscamos. La única
cosa por la que mataremos y robaremos hasta morir. ¿Y cuánto vale eso
para ti? —Hago correr mi nariz a lo largo de su cuello, inhalando el dulce
aroma de su piel mezclado con la sangre de Sawyer—. ¿Vale la pena esto?
Golpeo mis labios sobre los suyos, besándola fuerte y profundamente. Sin
piedad.... exactamente demostrando cuanto la amo. —Ven, —la arrastro
hacia el baño.
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dormitorio cruje y pronto una sombra entra por la puerta del baño, y una
pequeña sonrisa se apodera de mis labios.
—Ella es perfecta, —dice contra mis labios—. Dulce Ella, eres tan
perfecta.
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Preston de rodillas, esperando pacientemente—. Fóllatela por mí, —le
digo. Sonríe y se arrastra sobre su cuerpo. Sus labios se juntan cuando
Preston presiona entre sus muslos, y luego, de un solo golpe, está en su
interior. Ella echa su cabeza hacia atrás con un gemido, su cuerpo se
inclina tan hermosamente, como una serpiente bailando por su
encantador.
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—Vente por él, corderito. —Mis dedos se clavan en las caderas de
Preston—. Córrete por mí.
—Nos has hecho sentir muy orgullosos, —le digo, y Ella sonríe.
—Todo es parte del juego, —dice Preston—. Tengo que hacer que alguien
pierda.
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—Pero ¿Qué pasa si no ganas? ¿Y si te pasa algo?
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Epílogo
Alec
—Me alegro de volver a verle, Sr. Dawson, —dice Tobías. Se mueve hacia
la tenue luz y una mujer con un vestido largo y blanco se acerca a su
lado. Parecen una pareja poderosa. Dominante y dulce. El complemento
perfecto para los dos. Sus tacones chocan contra el hormigón mientras se
acerca a mí y su largo cabello rubio se levanta con la brisa. Lo juro, me
resulta familiar—. ¿No te vi ayer en el metro? —Le pregunto.
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Una sonrisa se posa sobre sus rojos labios.
278
—Un millón de dólares, —dice Tobías, quitándole el pelo a Ella del
cuello.
Sus ojos se fijan en los míos. —Ahora todo lo que tienes que decidir es:
¿Te apuntas?
Fin
279
Traducción
P.A.S.
Corrección
PAL34
280