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KANT ESENCIAL LOS PENSAMIENTOS SIN CONTENIDO SON VACiOS, LAS INTUICIONES SIN CONCEPTOS SON CIEGAS. Introduecién y antologia por LUIS ANDRES BREDLOW MONTESINOS / ESENCIAL A Felicia Coleccién dirigida por Miguel Candel © Luis Andrés Bredlow 2010 Edicign propiedad de Ediciones de Intervencién Cultural Disefo Colecci6n: Miguel R, Cabot ISBN: 978-84.92616-59-6 Depésito legal: B-9.777-10 Imprime Limpergraf Impreso en Espana Sumario Introduccién 1. El periodo prectitico IL La Critica de la razén pura 1. La Estética trascendental 2, La Légica trascendental 2.1, La Analitica de los conceptos 22. La Analitica de los principios 2.3. La Dialéetica trascendental 3. Los Prolegdmenos y la segunda edicién de la Critica de Ia razén pura IIL La ética IV. La Critica de la facultad de juicio V. La filosofia de la historia. Los siltimos afios Antologia de textos 1. Historia general de la naturaleza y teoria del cielo (1755). Prologo 2. Suetios de un visionario, ilustrados por suetios de Ia metafisica (1766) 2.1. Segunda parte. Capitulo 2 2.2. Capitulo 3. Conclusién practica del entero tratado 3. Critica de la razén pura 3.1. Prélogo a la primera edicién (1781) 3.2. Prélogo a la segunda edicién (1787) by BEER 56 238 87 89 7 7 98 108 104 108 33. Introduccién 34. [Intuiciones y conceptos} (Légica trascendental. Introduccién) 35. Teorfa trascendental elemental 35.1, Primera parte: Estética trascendental 35.2. Segunda parte: Logica trascendental. Inteoduccién 35.21. De la l6gica trascendental 3.53. [Division de la logica] 4. Respuesta a la pregunta: :Qué es la Ilustracién? (1784) 5. Fundamentacién de la metafisica de las costumbres (1785) 5.1. Capitulo 1: Trénsito del conocimiento moral vulgar de ia razén al conocimiento filos6fico 5.2. Capitulo 2: Tednsito de la filosofia moral popular a Ja metafisica de las costumbres 5.3. Capftulo 3: Trénsito de la metafisica de las costumbres ala critica de la razén préctica pura 6. Critica de la razén prictica (1788) 6.1. Prélogo 6.2. Libro primero: Analitica de la razén préctica pura. Capitulo 1, § 6: Observacién 6.3. Conelusién 7. La religién dentro de los limites de la mera razén (1793) 7.1. Tercera parte, seccién segunda: Representacién hist6rica de la fundacién gradual del dominio del principio bueno sobre la tierra 8, Metafisica de las costumbres (1797) 8.1. Segunda parte: Fundamentos metafisicos de la teoria, de la virtud. VIIL2: La felicidad ajena como un fin que es a la ver deber 8.2, Fragmento de un catecismo moral 83. El ascetismo ético Bibliografia 120 132 133 133 138 138 140 140 48 148 155 170 wm m7 173 175 7 17 180 180 181 185 187 3. Critica de la razén pura 31. Prélogo a la primera edicién (1781) La raz6n humana tiene, en una clase de sus conocimientos, el pecu- liar destino de verse acosada por unas preguntas que no puede recha- zat, porque le vienen dadas por la naturaleza de la raz6n misma, pero a las que tampoco sabe responder, porque rebasan toda capacidad de la raz6n humana, En este apuro se encuentra sin ninguna culpa. La raz6n empieza por principio cuyo uso es inevitable en el transcurso de la experiencia y, a la ver, estA suficientemente acreditado por ésta. Mediante esos princi pios va elevéndose cada vez més (tal como su propia naturaleza lo trae consigo), hacia unas condiciones cada vez més remotas. Pero como advierte que de este modo su tarea ha de quedar por siempre inacaba- da, porque las preguntas no se acaban nunca, se ve obligada a buscar refugio en unos principios que sobrepasan cualquier uso posible en la experiencia y que, sin embargo, parecen tan insospechables que aun la vulgar razén humana esté de acuerdo con ellos, Pero con ello se enre- da en oscuridades y contradicciones, de las cuales puede ciertamente colegir que en alguna parte deben de subyacer errores ocultos; pero no aleanza a descubrirlos, porque los principios de los que se sirve, al rebasar el mite de toda experiencia, no admiten ya ninguna piedra de toque de la experiencia, El campo de batalla de esas interminables dis- putas se llama metafsica. Huubo un tiempo en que se la llamaba la reina de todas las ciencias; y si tomamos la voluntad por hecho, merecia efestivamente tal titulo de honor, en virtud de la excelsa importancia de su objeto, Ahora la moda de la época es tratarla con el mayor desdén (..). En un principio, bajo la administracién de los dogmaticos, su dominio fue despético, Pero como la legislacién segu‘a astentando atin las hue- Ilas de la antigua barbarie, acabé degenerando poco a poco, por gue- ras intestinas, en total anarquft, y los escépticos, una especie de ndma- 108 das que desdefian todo cultivo permanente del suelo, disolvian de cuando en cuando la asociacién civil. Pero como afortunadamente eran pocus, 10 pudieron impedir que aquéllos trataran de rehacerla ‘una y otra vez, aunque sin ningxin plan aceptado de comin acuerdo. En tiempos recientes, parecié ciertamente una vez como si cierta fisio- logia del entendimiento humano (la del inclito Locke) fuera a poner fin a todas esas disputas y la legitimidad de aquellas pretensiones hubie- se de quedar decidida definitivamente; mas pese a que se hacia remon- tar la ascendencia de la presunta reina a Ja plebe de la vulgar experien- cia, lo cual debié arrojar legitimas sospechas sobre sus pretensions, result6, sin embargo, ficticia tal genealogia, y ella seguia defendiendo sus fueros; por Io cual todo volvié a caer en el anticuado y carcomido dogmatismo, y de ahf en el menosprecio del que se quiso salvar ala ciencia, Ahora que, segtin es uso convencerse, se han probado en vano todos los caminos, reinan en las ciencias el hastfo y el indiferentisma total, madre del caos y de la noche, mas a la vez también origen, cuando menos preludio, de una inminente reforma e ilustracién de las mismas, cuando mal empleados afanes las han vuelto oscuras, confu- sas e imutiles. Y ello es que es vano querer fingir indiferencia ante tales averiguacio- nes, cuyo objeto no puede serle indiferente a la naturaleza humana. ‘Ademas aquellos sedicentes indferentistas, por més que traten de hacer- se irreconocibles alterando el lenguaje de la escuela y adoptando un tono popular, recaen inevitablemente, en la medida en que estén pen- sando algo en absoluto, en afirmaciones metafisicas, a las que tanto des- dén profesaban. Aun asf, esa indiferencia, que campea en plena flor de todas las ciencias y, de entre todas ellas, afecta justamente a aquella a cuyos conocimientos —si tal cosa hubiese— serfa més arduo renunciar, no deja de ser un fendmeno que merece atencién y reflexién. A todas luces no es fruto de ligereza, sino del juicio’ maduro de la época, que ya * Se oyen de vez en cuando quejas sobre la supericalidad del modo de pensar de 105 ‘no se conforma con saberes ilusorios; es una invitacién a la razén a enca- rar de nuevo la mds ardua de sus tareas, que es la de conocerse a sf ‘misma, y a instituir un tribunal que dé satisfaccién a sus legitimas vin- dicaciones, desestimando, en cambio, toda pretensién infundada, no ‘mediante dictados de poder, sino segiin sus propias leyes eternas e invariables. Este tribunal no es otro que la propia critica de Ia razin ra, poral no entendo una etic de bos y sistemas, sino de la facul- tad de la razén misma, respecto a todos los conocimientos a los que pueda aspirar sin depender de ninguna experiencia; esto es, a decisién acerca de la posibilidad o la imposibilidad de una metafisica en gene- ral,y la determinacién de sus fuentes, su alcance y sus limites, derivén- dolo todo de principios. Este camino —el tinico que quedaba— es el que he tomado, y me ha- Jago de haber hallado en él la eliminacién de todos los descarrfos que hasta ahora habfan malquistado a la razén consigo misma en el uso exento de toda experiencia, No he esquivado sus preguntas alegando, a modo de disculpa, la incapacidad de la razén humana, sino que las, he especificado exhaustivamente segiin principios, y, una vez. descu- to el punto de desacuerdo de la raz6n consigo misma, las he resuel- to para su plena satisfaccion. La respuesta a aquellas preguntas cierta- testo npo la dcadencia del cei rgura, No vn sn embargo aq lence fen ton seas —ls rem es decd Iaatualeza, ete merezan en abso al repo; ns ben deinen su anf fama digo, yen i limas aun asuperan Ese ike epstsurir ecto asim mo en tes nero de saber, se bubs procrado ant odo lender a ae Clin de spine A alt eet Iniferencia ya dud, enfin, Inca seve tadan praca misbien den modo de pensar guns, Nuesta dpc spropiamente Iaepoc dela cfc ala que todo se ade sometet arc, por susan yale ncn pore mond, pretenden de rdnariosusree a cic peo entonce de- pier justia specha,y no pueden ectbar el expt sn dsmulo que ara Elepe soa eq kaj sported ley pbc nse, 106 mente no ha resultado tal como acaso se la esperaba una curiosidad exaltada por el dogmatismo; pues ésta no podrfa satisfacerse sino por arte de magia, que es arte que yo no domino. Pero eso tampoco habré sido la intencién del destino natural de nuestra razén; y el deber de la filosoffa era deshacer la fantasmagoria nacida de malas interpretaciones, por mas desvarios ensalzados y aclamados que hubiesen de venirse abajo. En esa ccupacién he puesto el mayor cuidado en la minuciosidad; me atrevo a decir que no debe de haber ni un solo problema metafis €o que no haya encontrado aquf su solucién o, cuando menos, la clave de su solucién. En efecto, la razén pura es una unidad tan perfecta que, si el principio de la misma fuese insuficiente para resolver aunque sea una sola de las cuestiones que su propia naturaleza le impone, tal prin-

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