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Así como Carl G. Jung afirmó en 1931 que la psicología había perdido el Alma, Edward
Bach dijo lo mismo, un año antes al respecto de la medicina, y en un intento de
reformar, lo que ya estaba plenamente definido como ciencia “médica”, a través de
integrar en la homeopatía de Hahnemann las propuestas Herméticas que otros antes que
él habían manifestado en sus corpus, propuso investigar el sentido de la enfermedad y
rescatar una propuesta que se perdía en la noche de los tiempos y que hasta entonces
había estado custodiada por los “Hermanos Sabios de la raza” y compartida por unos
pocos.
Edward Bach quiso traer al mundo un sistema completo de Salud donde la enfermedad
tuviera su sentido y las personas la autonomía para conquistar su salud a través del
desarrollo consciente de sus talentos. Esa vía de salud consciente es la que
denominamos “La vía Iniciática de Edward Bach” que se aleja de la mecánica propuesta
de algunos terapeutas que siguen la senda de la medicina al recomendar los remedios
florales de acuerdo al síntoma, sin tener en cuenta que el síntoma es un mensajero del
alma, una vía para llegar a la verdadera causa de la enfermedad, que no es otra que la
lejanía del alma en los asuntos cotidianos de la personalidad.
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procesos que deben desarrollarse en la vida cotidiana para salir ileso en los asuntos
diarios. Su obra está plagada de propuestas iniciáticas, de métodos y pautas para ser fiel
a uno mismo y así mantener la sabiduría que sostendrá la salud en nuestra vida.
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Podríamos decir que, en párrafo anterior, Bach está insinuando que el desarrollo
humano lleva implícito un proceso de autoperfeccionamiento, un desarrollo gradual
hacia la autoconscienicia de nuestra divinidad interior, que se logra a través de practicar
la paz, la armonía, la individualidad y la firmeza de propósitos. Bach aquí propone una
vía que, podríamos denominar iniciática, y que mantiene un paralelismo indiscutible
con cualquier Escuela de trabajo interior.
Así que la evolución del ser humano, puede ser descrita como el proceso que lleva a la
conciencia hasta el equilibrio entre el “dar y el tomar”. Es el proceso que permite
mantener la fidelidad interior en cada caso, al margen de las modas o los
convencionalismos reinantes en el “mundo” y modificar nuestro comportamiento
externo según el “Nivel de Ser” del Alma. Eso es la Sabiduría innata que deviene del
entendimiento del “mundo” de acuerdo a nuestra propia Naturaleza Esencial. Existen
diversas propuestas evolutivas para el desarrollo interior y cada escuela o filosofía,
destaca ciertos comportamientos humanos para demostrar el grado evolutivo de la
persona. En la obra de Bach podemos encontrar estas referencias, que como veremos
serán de gran ayuda tanto en nuestro trabajo personal como en el Arte Terapéutico.
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ha “aprendido por igual a dar como a tomar” y se mantiene armónico en el pilar del
centro, entre la dualidad polar Misericordia que da y la Justicia que toma, ahí nace el
Sabio, aquel que ya no mira con los ojos de la carne, pero entiende perfectamente su
necesidad y la sirve con consciencia desde la Belleza.
Una vez más descubrimos al iniciado Bach cargado de sabiduría al describir a Willow
como el remedio Para que aprendamos por igual a dar como a tomar:
8.- WILOW: Para que aprendamos por igual a dar como a tomar.
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14.- HONEYSUCKLE: Para eliminar de nuestras mentes los
arrepentimientos y pesares del pasado.
15.- CHESNUT BUD: Para ayudarnos a sacar completo provecho de
nuestras experiencias diarias y para vernos a nosotros mismos y
nuestros propios errores como hacen los demás.
16.- PINE: Para guardarse de condenarnos a nosotros mismo.
17- HOLLY: Para suprimir todo aquello que no provenga del amor;
como celos, envidia, odio o ira.
18.- ELM: Para dejar toda la responsabilidad en manos del Creador
recordando nuestras limitaciones.
19.- BEECH: Para enseñarnos que todos somos individuos que estamos
trabajando por nuestra propia salvación y de este modo ser tolerantes
con nosotros mismos y los otros.
Más tarde volveremos sobre este texto, que ha sido rescatado del anonimato gracias al
Grupo Synthesis, para profundizar sobre su naturaleza psicoespiritual. Ahora solo
queremos destacar la utilización de los conceptos dar y tomar en la descripción de las
“bendiciones” que otorga el remedio Willow al que lo toma. Los términos dar y tomar
se utilizan en Cábala para diferenciar a los pilares positivo o negativo del Árbol de la
Vida o sefirótico relacionados con la naturaleza de “fuerza” o “forma” de la columna a
la que corresponda y su actitud, si pudiera definirse así, Misericordiosa o Justa, en un
sentido consciente, siendo la fusión armónica de estas tendencias equilibradas en el pilar
central o neutro de donde nacería la capacidad para dar y tomar en función de la
necesidad evolutiva del momento. Una vez más Bach nos sorprende al describir a
Willow como el estado de conciencia que permite dar o recibir de acuerdo a la
necesidad consciente de aquel que ha decidido servir. En un claro conocimiento de los
contenidos cabalísticos que los anteceden.
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PILAR de la Severidad PILAR de Misericordia
PILAR de la Suavidad
FORMA EQUILIBRIO FUERZA
Deseo de Recibir Recibir para dar Conciencia Deseo de Dar
Transitan por el mundo dos tipos de personas: aquellos que se encuentran dormidos, y
los otros, los que sabemos que lo estamos. Absolutamente cualquier expresión material
en nuestro planeta, y en el Cosmos entero, se constituye mediante los mismos elementos
básicos, los átomos que forman una estrella, son los mismos que dan existencia a una
mariposa, a un bolígrafo o a toda la raza humana. La expresión de la fuerza primigenia,
del Fuego Primordial, se diferencia por el nivel de conciencia de la Totalidad que se
expresa en cada manifestación. Cuando el Ser se encarna en un hombre, o en una mujer,
permite el inicio de una aventura, para que estos, en el viaje que será su vida logren
entender el misterio que tras ella está velado: la aceptación consciente de que todo está
unido, de que cada acto, cada emoción y cada pensamiento se encuentra revestido de la
misma naturaleza, de un idéntico impulso primordial, y sólo entonces, experimentando
en su carne, es que lo comprende: todos somos Uno.
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Sigamos adelante en la exploración del arte evolutivo en la humanidad y volvamos al
iniciado Edward Bach para conocer su postura en este ámbito. Para ello reflexionaremos
sobre un texto poco conocido, que fue escrito por Bach para la revista científica
Homœpathic World, en 1930. Para nosotros este texto es un alegato a la libertad
personal, que dejó patente la forma de pensar de un “científico”, que volvía a los
orígenes tras un periplo de incubación hermética. En este escrito Edward Bach deja
clara, ante sus colegas médicos, su naturaleza “Mística” al desvelar su parecer con
respecto al Alma, al sentido de la existencia humana y de la enfermedad. Es evidente
que, para él, todo depende del grado evolutivo de la persona, y por consiguiente este
conocimiento es clave para el terapeuta, que debería actuar de acuerdo a él. Hemos
seleccionado una buena parte del escrito relacionada con la evolución, los párrafos
omitidos están relacionados con las descripciones de los remedios y otras
particularidades clínicas que no vienen al caso, y se pueden consultar en la página del
Grupo Synthesis. Leamos el texto seleccionado:
Queremos hacer énfasis en el hecho de que este texto se publicó en una revista
científica. Y lo más curioso es que se realizó en varias entregas, lo cual pone de
manifiesto el aval científico que precedía a Bach hasta entonces. Por primera vez Bach
hace pública su idea sobre el sentido de la enfermedad en una publicación de carácter
científico. Y en este primer párrafo deja claro que para entender el sentido de la
enfermedad debemos entender la razón de “Ser” y las Leyes que rigen en la
“Naturaleza” en relación a nuestra esencia humana; seguimos con el texto:
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deseos se limitaban a la comodidad, la alimentación y el calor.
Luego, a medida que avanzamos, viene el deseo por el poder y las
ambiciones terrenales. Después viene el momento decisivo: el
nacimiento del deseo de estar al servicio de los otros, y entonces
comienza la batalla, porque en el curso de nuestra evolución
posterior tenemos que cambiar el yo en desinterés, la separación
en unidad para lograr todo el conocimiento y experiencia que el
mundo pueda enseñarnos; y así, cambiar todas las cualidades
humanas en sus virtudes opuestas.
Aquí queda clara la idea evolutiva en la obra de Bach, evolución que mantiene un
paralelismo con los grados de desenvolvimiento en la Masonería o de desarrollo
consciente en la Cábala. Es obvio, según Bach, que el hombre (ser humano) nace para
adquirir conocimiento y es guiado por su Alma a través de la experiencia para
evolucionar por sí mismo, que esa evolución es gradual y se puede describir en tres
etapas:
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Sin embargo, aprendemos lentamente una lección a la vez,
pero debemos, si queremos estar bien y felices, aprender la
lección particular que nos da nuestro yo espiritual
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Nuestra alma nos coloca en esa estación de la vida y nos
hace ese llamado, ya sea de lustrabotas o de rey, príncipe o
mendigo, lo que sea más adecuado para nuestra evolución, y
donde podamos aprender más rápidamente la lección necesaria.
Y cualquiera sea nuestra posición sólo es necesario hacer el
trabajo en particular establecido para nosotros y todo estará
bien.
La enfermedad es el resultado de un conflicto, cuando la
personalidad se niega a obedecer los dictados del alma, cuando
hay desarmonía, enfermedad, entre el Yo Superior o Espiritual, y
la personalidad menor que conocemos como nosotros mismos. A
ninguno de nosotros se nos da más de lo que podamos llevar a
cabo, tampoco se nos pide hacer más de lo que está dentro de
nuestra capacidad.
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porque es en esos momentos en que fallamos al seguir a nuestro
Yo Espiritual que se origina lo que produce la enfermedad.
En cuanto a que la evolución, etapa a etapa debe ser firme y gradual y a que la
enfermedad es fruto de la resistencia a seguir adelante en la propuesta evolutiva del
Alma, podríamos decir que, en la enfermedad, como una posibilidad, tenemos la
oportunidad de desarrollar estrategias, de tomarnos un respiro en el atolladero que
hemos convertido nuestra vida y profundizar un poco más en el hecho que está teniendo
lugar.
Para ello es necesario conocer los vínculos entre las limitaciones, o estados mentales
inadecuados, todos ellos descritos magistralmente en las expresiones tipológicas, con
las virtudes específicas que ha de desplegar el paciente, pues como ya hemos explicado
en nuestro anterior volumen de esta obra, cada tipología de personalidad tiene un
positivo y un negativo, una manera de amar y una de temer, que le empujará a
resguardarse y asegurarse en la memoria reforzando así el síntoma y con ello la
enfermedad, o abriéndose al amor desde la confianza que le da su propia naturaleza y
desplegando a partir de ahí nuevas maneras de ser y estar en el mundo.
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medio de la intensificación de la enfermedad, apuraba el fin de
esta. Usó venenos semejantes para expulsar los venenos del
cuerpo.
Sólo si hemos contemplado donde nos dejó su genio,
avanzaremos un paso más adelante y podremos ver que incluso
existe un camino nuevo y mejor.
Si un paciente comete un error mental, se producirá un
conflicto entre el yo espiritual y físico, y el producto será la
enfermedad. Este error puede ser repelido y el veneno expulsado
del cuerpo, pero ha quedado un vacío, se ha ido una fuerza
adversa, pero existe un espacio donde se situaba.
Crueldad y piedad son dos extremos de una misma fuerza, que nosotros denominamos
Impatiens, si reprimimos la crueldad, la fuerza Impatiens, expresión natural del Alma a
través de una personalidad, estará ausente y con ello, la naturaleza nativa de ese ser
habrá perdido su color, su sabor y por lo tanto su lugar en el mundo. El desarrollo de la
virtud favorece la disolución de la limitación crueldad, pues tanto una como otra
expresión, está construida con la fuerza primordial que a modo de fuente mantiene la
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existencia en la forma y colorea el carácter de acuerdo a su esencia en la disposición
egoísta o altruista que la personalidad esté mostrando en el mundo. Seguimos:
Esta es una de las primeras veces que Bach propone que hay que ir más allá de
Hahnemann, y no será la única. Plantea el desarrollo de la virtud en lugar de luchar
contra el defecto o eliminar el síntoma a través de la represión o supresión de su
apariencia. Y otorga un sentido al síntoma dotándole de información para aprender una
lección que de otra forma pasaría desapercibida para la conciencia. Aparecen los
remedios que como podemos apreciar no destacan por sus principios activos, si no por
su naturaleza espiritual que elevará la consciencia del individuo devolviendo la salud al
cuerpo a través de la toma de conciencia del Alma o Sí mismo.
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imprescindible para el desarrollo clínico del arte terapéutico de acuerdo a la filosofía
que Bach describe en este texto. Volveremos sobre este particular en el apartado de
clínica en el presente tomo.
El discípulo puede ser definido como la etapa final del Sendero de Evolución, y como
ese período en la experiencia de un hombre (ser humano) en el cual él es definidamente
autoconsciente.
Es la etapa en la cual sabiamente se compromete a imponer la voluntad del alma (que
es esencialmente la voluntad de Dios) sobre su naturaleza inferior. En este sendero él
se somete a un proceso madurador, para que la flor del alma pueda expandirse
rápidamente. En un análisis del discipulado, éste ha sido definido como "un disolvente
psíquico que destruye toda la escoria y deja el oro puro". Es un proceso de depuración,
de sublimación y de transmutación, llevado progresivamente hacia adelante hasta que
finalmente el Monte de la Transfiguración y la Iluminación son alcanzados. Alice A.
Bailey 1993
La disolución psíquica que destruye toda escoria y deja el oro puro, está magistralmente
descrita por Bach a través de los 19 estados relacionados con los 19 nuevos remedios,
que como veremos más tarde, constituyen en sí mismos un todo descriptivo del proceso
discipular donde el Alma va ganando terreno en el mundo a expensas de la
personalidad, y todo ello se vive desde la personalidad como un proceso disolutivo que
en el ámbito místico se denominó "noche obscura".
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Seguimos con el texto de Bach:
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La necesidad de conocer la tipología del paciente es crucial, pues en ella está la clave
para el desarrollo de la virtud, que será el antídoto para que se transforme el defecto, y
con ello desaparezca el síntoma que le acompaña como símbolo. Pero, como Bach dice,
a veces la tipología del paciente no es muy evidente, sobre todo si la persona está en una
primera fase de desvío y todavía no existen indicios muy evidentes. Pero aquí nos da
una nueva clave para desarrollar el Arte desde la propuesta evolutiva, y nos traslada la
idea de que: Lo que veo en otros y no reconozco en mí, soy yo sin saberlo. Pues los
sistemas humanos, se constituyen en función de la necesidad de aprendizaje de las
partes, al estar todo sujeto a la Ley de Atracción, que es la expresión del Amor en el
ámbito psíquico.
Más allá de la necesidad aparente de conocer a alguien, está la verdadera necesidad vital
de conocerme a mí y por eso te busco, porque en ti me veré y a partir de ahí podré
ajustarme de acuerdo a mi verdadera naturaleza, que admira o rechaza lo que ve sin
saber que soy yo todo el tiempo. Con esta nueva clave hermética, la mirada simbólica,
favorecemos la despersonalización de los “afectos”, un mal endémico que ha hecho que
media humanidad luche por poseer a la otra mitad, ayudándonos a integrar la
información implícita en cada gesto que proyecto hacia afuera. Así la compasión irá
dando paso a la integración de las áreas oscuras que hasta entonces había relegado fuera
de mí mismo, expiando mi propia responsabilidad en la devastación que hacía sobre el
otro, que cargaba con mi propia “cruz” al no reparar para nada en mí mismo como un
todo y así ocultar mi propia necesidad.
No hay más verdad que la que tu conciencia pueda alcanzar, y en ella está la verdadera
responsabilidad vital que nace del grado de comprensión de la vida con el que estás
conectado, por ser quien eres en el Alma.
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no han podido desarrollar, o la cualidad adversa que están
ejercitando contra los dictados de su Yo superior. Y está en
nosotros también administrar esos remedios, tan benéficos en su
naturaleza, para que tengan el poder de capacitar al hombre a
armonizar su conducta en esta vida, de modo que resulte
aceptable para ese Ser Divino de quien sale todo lo bueno.
El verdadero terapeuta diría Bach en otro escrito refiriéndose a él como el médico del
futuro: deberá tener dos grandes objetivos. El primero de ellos será el de ayudar al
paciente a conocerse a sí mismo e indicarle los errores fundamentales que puede estar
cometiendo, las deficiencias de su carácter que debe remediar, y los defectos de su
naturaleza que debe erradicar y sustituir por las virtudes correspondientes. Semejante
médico deberá ser un gran estudioso de las leyes que rigen la humanidad y de su
propia naturaleza humana, para que pueda reconocer en todos los que acudan a él
aquellos elementos que causan un conflicto entre el Alma y la personalidad. Edward
Bach 1930
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otros alcancen la sabiduría y deje de ser necesario el sufrimiento que la ignorancia trae
consigo.
La palabra iniciación ha estado ligada al ámbito espiritual desde siempre. Se conoce por
iniciado a aquel que ha recibido la enseñanza explícita que le permite conocer lo que se
vela tras a la apariencia de las cosas. Es aquel que conoce las Leyes de la Naturaleza y
sus secretos más recónditos y ha profundizado en el verdadero conocimiento del ser
humano. La iniciación es un proceso psicofísico que lleva a la conciencia a la
percepción de una nueva realidad. En cualquier Escuela iniciática se entrena al neófito
para que por sí mismo alcance una dimensión consciente que le permita contemplar el
sentido de las cosas y que pueda reconocer la existencia del hilo conductor que
mantiene unido a todo lo que existe. Es un paso al interior de uno mismo, que poco a
poco le hará consciente de que afuera y adentro es una misma cosa y que finalmente le
ayudará a integrar en sí mismo la Luz que siempre ha sido. Cada Escuela de
pensamiento utiliza para ello una serie de símbolos que encierran en sí una sabiduría
trascendente. Las palabras engañan al simplificar, mientras que los símbolos reflejan la
complejidad muchas veces insondable de las cosas. Los símbolos, en efecto, están
destinados a despertar las ideas que dormitan en nuestro entendimiento. Estimulan el
pensamiento por vía de la sugestión y nos hacen descubrir así las verdades enterradas
en las profundidades de nuestro espíritu Oswald Wirth 1910.
El camino del discípulo, un iniciado, está ligado al desarrollo de la vía del corazón. Tras
haber culminado las dos etapas anteriores, definidas por Bach como instintiva y
ambiciosa, ahora, el discípulo ha de desarrollar las virtudes del Alma, más allá de las
cualidades del ser humano. Desde su nuevo estado de “persona” al haber integrado las
áreas del inconsciente personal que estaban escindidas, ahora ha de llegar a ser Alma
encarnada. Este nuevo paso comienza abriendo la puerta que le llevará a aceptar todo lo
que ha vivido desde su personalidad, integrarlo y disolverlo para que pueda llegar a Ser
lo que siempre ha sido en la dimensión del Ser.
La muerte iniciática es el proceso por el cual el neófito que pasa a ser iniciado descubre
que él forma parte de la naturaleza, y la naturaleza es una con él, deja de observarla
como un espacio aparte, y la empieza a ver como la propia expresión de sí mismo. Para
ello tiene que morir la separatividad que mantenemos a través de la sensación de yo que
nos hace sentirnos diferentes, pues el ser humano ha perdido la conciencia de su
dimensión natural, se ha diferenciado tanto de la Naturaleza, que encuentra gran
dificultad en reconciliarse con ella; cuando logra "nacer" a la Naturaleza, logra el estado
que el alquimista llama el Unus Mundus, "uno con el mundo", el que se ha fundido en el
todo, con conciencia de que ese todo se encuentra donde quiera, porque su extensión es
Totalidad. Cuando apreciamos un árbol, no es "un árbol", es una extensión de mi, yo
soy árbol, y en ese punto de fusión en la psique colectiva del Ánima Mundi, el árbol y
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yo somos la misma esencia en una conciencia de Unidad, en la que todo lo que
aparentemente está separado se encuentra cohesionado.
Desde el punto de vista simbólico el «transito» de un mundo a otro, de un estado de
consciencia egóico al trascendente, se representa con la puerta, a la que se le asocia la
llave, elemento indispensable para que la «puerta» pueda ser abierta. En nuestro caso la
llave que abre la puerta, que separa al mundo ordinario y profano del espacio sagrado y
simbólico, es Willow.
Willow ha sido conocido durante mucho tiempo en el “argot floral” como la expresión
humana que guarda rencor, que no olvida su pasado desgraciado y culpa a otros de esa
desgracia. Pero para nosotros, Willow es el símbolo de la Iniciación. La Cábala, diría
Paul F. Case, enseña que el Entendimiento es lo que nos santifica. Santificar es hacer
libre de pecado. Liberar a la mente del espejismo que mantuvo al ser ligado al tiempo a
través de la creencia de que alguien o algo le habían ofendido. Perdonar es el acto de
desintegrar el ayer, que nos permite penetrar en la dimensión donde nadie es vulnerable
y por lo tanto no existe un “otro” que ofende. Para que nos sintamos ofendidos debe
existir un “yo” limitado que se haga cargo de la ofensa; en realidad, nunca nos ofende el
otro, sino la no coincidencia entre lo que el otro dice y lo que yo quiero oír. El
entendimiento es el estado de consciencia humano que permite percibir, con brillantez,
la verdadera dimensión de la Vida sin personalismo. Es lo que nos permite contemplar
las verdaderas Leyes de la Naturaleza y así poder volver a su senda conscientemente.
Este “retorno” disuelve el periplo, la memoria de todo aquello que ha sido durante la
inconciencia de una vida proyectada en el “Mundo”.
Willow, es el estado que permite al individuo desarrollar la capacidad de amar y dejarse
amar, para Ser y expresar en tiempo real lo que ahora siente, lo que percibe desde su
condición vitalista y comprometida con la vida. Es el paso previo a la emergencia de la
Vida consciente. La memoria se ha disuelto, la pompa y obras “diabólicas” se han
disipado y han dado paso a la luz “simbólica” que se encontraba encapsulada, coagulada
y estancada en la historia de una personalidad identificada con su tiempo, con sus
desencuentros y sus éxitos, centrada en el mundo al que evaluaba en función de su corto
conocimiento. Ahora comienza una nueva etapa, en nuestro modelo este nuevo ciclo
está representado por el mándala evolutivo, que se configura con los 19 nuevos
remedios de Bach que como el mismo dijo: “…No hay duda de que estos nuevos
remedios actúan en un plano diferente a los antiguos. Son más espiritualizados…”
Bach 1935, y por ello favorecen el trabajo evolutivo de aquel que ya ha decidido dar en
lugar de tomar. Del Iniciado.
El paso al nuevo “orden”, de aquel que ya ha decidido dar en lugar de tomar, le dotará
de una actitud contemplativa hacia una realidad que se sostiene unida en su Totalidad.
Esta nueva etapa hará emerger un estado de fluidez, de la consciencia personal, con los
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acontecimientos de forma que, el iniciado, entenderá que la Vida es solo Existencia. El
viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde
va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Juan 3:1–10
Este proceso, como todo en la existencia, es gradual, Natura non fecit saltus (la
Naturaleza no da saltos). Y hasta llegar a la expresión plena de esta percepción ligada al
Unus Mundus que permita la existencia personal con consciencia de Totalidad, deberán
de transcurrir épocas donde los procesos disolutivos sean las constantes del desarrollo.
Así que, durante un tiempo indefinido, y particular para cada ser, la conciencia personal
del pasado, sustentada aun por la cultura, la familia y otros símbolos externos que ponen
de manifiesto la condición personal interna, favorecerán la identificación con lo
“supuestamente” trascendido que le permitió hollar el sendero de retorno.
Así como manifiesta acertadamente Bach, una vez nacido el deseo de servir a los
demás, entonces comienza la batalla. Pues durante el tiempo que reste, hasta disolver
totalmente la sensación personal, que nos mantiene en la creencia de que somos una
entidad separada, oscilaremos entre el estado contemplativo que permite la expresión
del Ser sin restricciones y el estado personalizado que mantiene aún la idea coagulada
de la memoria de nuestra pasada personalidad. El nuevo camino invita a la
contemplación, al silencio, al cese de la razón que busca en los anales de la biografía
alterada por el miedo, todas las respuestas caducas que nos seguirán atando al
sufrimiento.
Es evidente que, si existe alguien que quiere ser más, es porque no está contento con lo
que es, y por lo tanto descontento con su Ser, es entonces donde aparece la codicia de
ser lo que uno no es y la rebeldía hacia la propia naturaleza, que en esencia sólo pide
que seamos fieles a lo que somos.
Este texto de Bach escrito en 1933 cuando él se hallaba en una situación de ésta
naturaleza puede ser muy esclarecedor para lo que estamos tratando:
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Como principio fundamental, el defecto sobre la tierra es el deseo
de cosas mundanas; un gran peligro en el cielo es la codicia y un
gran deseo de cosas espirituales; y así como en la tierra la
codicia puede obstaculizar la elevación del alma, lo mismo
sucede en la vida espiritual, donde la total humildad y el servicio
son más necesarios que el deseo de perfección.
Podemos ver con claridad cómo diferencia dos actitudes ambiciosas que en esencia
están unidas por la ambición en sí misma, pero que esclarecen el nivel evolutivo del Ser,
la ambición de cosas mundanas para la segunda etapa de desarrollo que a veces permea
hacia la ambición de cosas espirituales, que no es más que una faceta de esta segunda
etapa en los albores de aquél que ya ha decidido dar en lugar de tomar. Sigue Bach:
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comprenderse que nuestras almas tampoco deben tenerse en
cuenta.
Para el próximo advenimiento de Cristo, hay un grupo de
personas que, para darle la bienvenida, deberían ser capaces de
trascender sus naturalezas físicas y comprender su espiritualidad.
Este texto está suficientemente comentado por el Grupo Synthesis en el libro que
escribimos en el 2009 "Edward Bach en Marlow Bucks, el amor como meta y camino
de perfección". Quiero rescatar algunos comentarios que refuerzan lo que hasta ahora
hemos desarrollado.
Bach aquí nos pone de manifiesto que “buscar la perfección es fruto de la misma fuerza
que antes buscaba el oro, la fama o el poder”. La personalidad adherida a la forma y
centrada en su naturaleza inferior traslada su visión a los “santos lugares”, ignorante de
su verdadera “gracia”, y desde ahí desarrolla estrategias mentales para alcanzar lo que
para ella está vetado. La función de la personalidad es la de adiestrar al alma en la
forma, facilitar la experiencia en la carne y dotar a la conciencia de “territorio psíquico”
para su adiestramiento como Alma. Finalizada la tarea, que será el colofón del
autoconocimiento del Alma, será vehículo consciente para la expresión del espíritu en la
forma. Sin embargo, es natural y debemos considerarlo como una etapa en el sendero,
que al despertarse el anhelo “espiritual”, cuando la personalidad siente los primeros
envites del alma, sin saber bien qué ocurre, la mirada se eleva, y la ambición por ser
más y estar más cerca de la culminación se tornan obsesivas, eliminando a veces la
dicha por vivir desde la serenidad de aquel que ha elegido la vida carnal para la
grandeza del espíritu.
He aquí donde radica la dificultad del que anhela hollar el sendero y pasar a formar
parte de las filas de los que “desean dar en lugar de recibir”, ya que las pautas de
conducta, leyes, normas y códigos establecidos por la “autoridad” reinante, ya sea ésta
moral, religiosa o espiritual, han hecho que nos queramos sumar a ellas en pro de algo
“bueno”. Éste es el verdadero laberinto para aquel que realmente anhela ser veraz y
honesto consigo mismo. Tantas veces repetida y no por ello menos válida: “lo único que
hay que hacer, es no hacer nada” toma fuerza en este comentario, aunque lo
verdaderamente difícil no es no hacer nada, si no saber cómo no hacer nada. La
perfección tal como la concebimos es un interés que nos aleja de la verdad, puesto que
poseer es dominar lo poseído, y por lo tanto punto de partida para la existencia de la
dualidad, madre de la incompletud.
La ausencia de interés, será una pista innegable de que no estamos haciendo nada, ya
que hacer lo que realmente nos “nace del alma” es no hacer nada, pues el hecho en sí no
requerirá esfuerzo, será un acto atemporal que no contará en los anales de la memoria,
que no habrá existido en el tiempo y por lo tanto no tendrá rédito, ni débito futuro. El
canje —si podemos llamarlo así— será instantáneo, como apunta Bach: “…el ‘ser’ ya
trae consigo su propia recompensa…”, que evidentemente nada tiene que ver con
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premios ni castigos inventados por los hombres, otorgados por dioses, inventados,
asimismo, por la deformación mental de algunos de ellos en el pasado.
Es posible que toda nuestra tarea consista en ocuparnos de nuestros asuntos con la
mayor diligencia y amor que nos sea posible expresar, y con ello todo estará en paz;
pero parecería que esto es poco, que debemos aspirar a más. Sin embargo, la aspiración
debería estar centrada en la tarea del momento, concentrando, evocando y realizando lo
que tengamos ante nosotros como si fuera la única cosa en el mundo y ella fuese un
verdadero acto de servicio. Pero esto, como sabemos, es harto difícil, pues en el mundo
nos encontramos con muchos que queremos ser lo que no somos, al estimar que lo que
somos ahora no es suficiente, o porque pretendemos vivir otras cosas “más
importantes”, dejar de ser insignificantes, mediocres, incompletos, etc., al decidir que
nuestra etapa actual no es suficiente.
Cuando llega este momento todos queremos alcanzar la perfección, eliminar el yo,
trascender el ego, matar el deseo y todas esas cosas que se dicen cuando se descubre la
existencia de algo más allá de lo que ahora se es y se le da un rango superior, creyendo
en nuestra ignorancia que seremos nosotros, quienes ahora ambicionamos ese grado, los
que los ostentaremos cuando el alma lo alcance, cuando la conciencia ya pueda expresar
sus virtudes en la carne. Cuán equivocado está el yo que quiere ser lo que nunca podrá
alcanzar.
Bach destaca la Humildad, paciencia y deseo de servir como únicos principios para esta
nueva etapa, rescatamos este texto de Juan de la Cruz donde, con una maestría
inigualable sabe sintetizar poéticamente esta nueva etapa:
Versillos del Monte de Perfección
En 1935 Bach, tras haber elaborado los 19 nuevos remedios, escribe a sus colaboradores
para poner de manifiesto que los nuevos remedios, son más espiritualizados y están
indicados, sobre todo, para personas que como ellos se esfuerzan por hacer un poco de
bien en nuestro viaje a través del mundo:
Queridos amigos:
La prescripción de estos nuevos remedios va a ser mucho más
simple de lo que inicialmente parece, ya que cada uno de ellos
corresponde a uno de los Doce Curadores o los Siete Ayudantes.
Por ejemplo: suponiendo que un caso es definitivamente
Clematis, y tiene bastante mejoría, pero no se cura por completo,
den el correspondiente nuevo remedio para favorecer la
curación.
Incluyo una lista de los que ya han sido investigados; el resto la
recibirán a su debido tiempo.
Destacamos aquí que Bach solo alude a estados psíquicos o psicoemocionales, “para la
cura de nuestras aflicciones y pesares. Estos, como ha sido comprobado más allá de
toda duda, consuelan nuestras mentes y calman nuestras ansiedades, nuestra agitación,
nuestras preocupaciones,” pero no hace referencia a síntomas físicos o enfermedades,
remarcando así la necesidad de trabajar con un tipo de estado que está más cercano al
desarrollo del Alma que a la construcción de una personalidad y que se manifiestan
sobre todo en aquellos que están aprendiendo por igual a dar como a tomar: Willow.
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