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Primer capítulo del segundo volumen de Terapiafloral Evolutiva; La vía Iniciática

de Edward Bach, de Luis Jiménez

Dar en lugar de Tomar

Cuando estudiamos con detenimiento la obra de Edward Bach advertimos que su


empeño estuvo centrado en disolver la ignorancia, y con ello erradicar la enfermedad de
la Tierra. Para Edward Bach, así como para otros grandes iniciados, la enfermedad es la
consecuencia de la no coincidencia entre lo que uno es y lo que expresa, es un símbolo
específico que abre la puerta al descubrimiento de la negativa a vivir desde la verdadera
Naturaleza del Alma. La disolución de la ignorancia, entendida esta como la falta de
entendimiento de las Leyes de la Naturaleza y del sentido espiritual de la vida, sin que
tenga porqué tener ninguna connotación religiosa, será la consecuencia de un proceso
gradual de autoconocimiento que llevará al ser humano a la consciencia global de la
fuerza espiritual que lo sostiene. Este proceso paulatino debería de ser beneficioso, y
procurar paz y conocimiento en la justa proporción de su grado evolutivo. La resistencia
o el apego, por comodidad, por miedo o por ambición a mantener una mirada caduca,
que ya no corresponde con el progreso evolutivo logrado a través de la experiencia,
provocará un bloqueo en los canales de regeneración celular que, tras una alteración en
el carácter, harán aparecer la enfermedad en el cuerpo físico.

Evolucionamos necesariamente, esta es la vocación de la vida. Existen dos vías para


ello: La del Amor y la del Miedo. La enfermedad ha sido estudiada desde el miedo y ha
perdido su verdadero sentido. Mirar la enfermedad desde el Amor nos llevará a la
esencia que el Símbolo-Síntoma representa. La medicina del siglo XXI ha perdido la
esencia del Arte Terapéutico, que consiste en devolver la conciencia de sí a quien la ha
perdido. En la actualidad la salud está ligada a la idea de ausencia de síntomas y la
enfermedad se nos representa como una entidad despiadada que arremete alegremente y
sin criterio contra cualquier persona elegida al azar. Esta creencia ha sido fundamentada
y mantenida a través de los postulados mecanicistas que promueven la idea de que los
agentes externos, así como los fallos biológicos son los causantes de lo que
denominamos enfermedad. Que el cáncer, y otras enfermedades “mortales” son fruto
del destino, y salvo excepciones determinantes y claramente desviadas hacia la “mala
vida”, los seres humanos “normales” y de "buena vida" reciben la enfermedad como un
paquete de regalo macabro y sin sentido. De ahí que la terapéutica se haya centrado en
la eliminación de síntomas como claro exponente de una respuesta efectiva para
eliminar la enfermedad, que no se sabe ver si no a través de los síntomas físicos o
psíquicos, pues cualquier estado manifiestamente alterado del comportamiento, se
entiende como una expresión natural y se engloba dentro de los tan extendidos síntomas
del estrés de la vida moderna.

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Así como Carl G. Jung afirmó en 1931 que la psicología había perdido el Alma, Edward
Bach dijo lo mismo, un año antes al respecto de la medicina, y en un intento de
reformar, lo que ya estaba plenamente definido como ciencia “médica”, a través de
integrar en la homeopatía de Hahnemann las propuestas Herméticas que otros antes que
él habían manifestado en sus corpus, propuso investigar el sentido de la enfermedad y
rescatar una propuesta que se perdía en la noche de los tiempos y que hasta entonces
había estado custodiada por los “Hermanos Sabios de la raza” y compartida por unos
pocos.

Edward Bach quiso traer al mundo un sistema completo de Salud donde la enfermedad
tuviera su sentido y las personas la autonomía para conquistar su salud a través del
desarrollo consciente de sus talentos. Esa vía de salud consciente es la que
denominamos “La vía Iniciática de Edward Bach” que se aleja de la mecánica propuesta
de algunos terapeutas que siguen la senda de la medicina al recomendar los remedios
florales de acuerdo al síntoma, sin tener en cuenta que el síntoma es un mensajero del
alma, una vía para llegar a la verdadera causa de la enfermedad, que no es otra que la
lejanía del alma en los asuntos cotidianos de la personalidad.

La Terapiafloral Evolutiva recupera la verdadera dimensión del Arte de Sanar y traslada


a la sociedad del siglo XXI una vía consciente para el desarrollo de la consciencia de
acuerdo al corpus de Edward Bach. Integra la vía terapéutica desde la profesionalidad
de las ciencias de la salud conscientes, con el proceso de autodesarrollo que lleva
implícita la evolución de la consciencia a través de la exploración del inconsciente
personal y colectivo.

Desde la propuesta de erradicar la ignorancia, como verdadera causante de la


enfermedad y favoreciendo el desarrollo del terapeuta como un conocedor de las Leyes
de la Naturaleza y de la verdadera Naturaleza interior del ser humano, la Terapiafloral
Evolutiva propone educar en la salud desde el autoconocimiento, siguiendo las
enseñanzas de Edward Bach, quien diría que el primer deber del médico es ayudar al
paciente a conocerse a sí mismo. El proceso de autoconocimiento, del paciente, será
favorecido por la sabiduría del terapeuta y un verdadero modelo evolutivo que fomente
el desarrollo de la consciencia de acuerdo a las Leyes de la Naturaleza, una vuelta al
origen donde ciencia y arte se hermanan para dar nacimiento a la ciencia con conciencia
que recupera el verdadero sabor humanista y compasivo en el arte de sanar.

La salud es producto de la evolución.

La Gran Obra de Edward Bach es un tratado de autoconocimiento, una guía para el


desarrollo de la consciencia, reforzada con los remedios florales ideados para mantener
la conexión con el Alma a pesar de los accidentes de la Vida. Para Bach la enfermedad
es la consecuencia de la ignorancia, de la falta de conocimiento de las verdaderas leyes
de la Naturaleza y de sí mismo, por ello en sus textos incide una y otra vez sobre los

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procesos que deben desarrollarse en la vida cotidiana para salir ileso en los asuntos
diarios. Su obra está plagada de propuestas iniciáticas, de métodos y pautas para ser fiel
a uno mismo y así mantener la sabiduría que sostendrá la salud en nuestra vida.

Así vemos que nuestra victoria sobre la enfermedad dependerá


principalmente de lo siguiente: en primer lugar, la comprensión de la
Divinidad en el interior de nuestra naturaleza y consiguientemente de
nuestro poder para vencer todo lo que es erróneo; en segundo lugar, el
conocimiento de que la causa básica de la enfermedad se debe a la
desarmonía entre la personalidad y el Alma; en tercer lugar, nuestra
buena voluntad y capacidad para descubrir la falta que causa ese
conflicto; y en cuarto lugar, la supresión de cualquiera de esas faltas
desarrollando la virtud opuesta.
El deber del arte de la curación será el de ayudarnos a alcanzar el
conocimiento necesario y los medios por los que podemos vencer
nuestras enfermedades, y además administrar aquellos remedios que
reforzarán nuestros cuerpos mentales y físicos y nos darán mayores
probabilidades de victoria. Entonces verdaderamente vamos a ser
capaces de atacar la enfermedad en sus raíces con verdaderas
esperanzas de éxito. La escuela médica del futuro no se interesará
particularmente en los resultados finales y las consecuencias de la
enfermedad, tampoco prestará tanta atención a las lesiones físicas
existentes, o administrará medicinas y sustancias químicas simplemente
para paliar sus síntomas, sino que, conocedora de la verdadera causa de
la enfermedad y consciente de que los resultados físicos evidentes son
simplemente secundarios, concentrará sus esfuerzos en aportar la
armonía entre el cuerpo, la mente y el alma, lo cual tiene como resultado
el alivio y la curación de la enfermedad. Y en aquellos casos en que la
corrección de la mente se inicie con la suficiente antelación se evitará la
enfermedad inminente.
Entre los tipos de remedios que se utilizarán estarán los que se obtienen
de las más hermosas hierbas y plantas que se encuentran en la farmacia
de la Naturaleza, ya que han sido divinamente enriquecidas con poderes
curativos para la mente y el cuerpo humanos.
Por nuestra parte debemos practicar la paz, la armonía, la
individualidad y la firmeza de propósitos, y desarrollar el conocimiento
de que en esencia somos de origen Divino, hijos del Creador, y que por
ello tenemos dentro de nosotros, esperando que lo desarrollemos, como
en última instancia haremos con toda seguridad a su debido tiempo, el
poder para lograr la perfección. Y esta realidad debe aumentar en
nuestro interior hasta que se convierta en el rasgo más destacado de
nuestra existencia. Edward Bach 1931.

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Podríamos decir que, en párrafo anterior, Bach está insinuando que el desarrollo
humano lleva implícito un proceso de autoperfeccionamiento, un desarrollo gradual
hacia la autoconscienicia de nuestra divinidad interior, que se logra a través de practicar
la paz, la armonía, la individualidad y la firmeza de propósitos. Bach aquí propone una
vía que, podríamos denominar iniciática, y que mantiene un paralelismo indiscutible
con cualquier Escuela de trabajo interior.

Tomando en consideración la reflexión anterior, podríamos decir que la evolución


humana es un proceso que lleva a la persona a la consciencia de su Naturaleza
espiritual, que en esencia es Amor. Ya explicamos, en el anterior volumen de esta obra,
que existen doce maneras de amar según la tipología con la trabaje el Alma y que esas
diferentes expresiones del Amor Uno se caracterizan por su naturaleza altruista, en
oposición a su expresión limitante de partida que podemos denominar egoísta. Entre el
egoísmo de la ignorancia y el altruismo de la sabiduría existe una distancia
psicogeográfica que determina el entendimiento del mundo en la dimensión temporal.
Por ello cada ser en función de su nivel de Ser actuará en la vida para sí o para nos y de
esta forma será evidente el nivel de conciencia de su esencia amorosa que haya
alcanzado a través de su conciencia personal. Dar o Tomar, Generosidad o Codicia,
Amor o Miedo son los pilares que delimitan la existencia en el espacio-tiempo y ahí se
fragua la historia de nuestra Odisea Psíquica.

Así que la evolución del ser humano, puede ser descrita como el proceso que lleva a la
conciencia hasta el equilibrio entre el “dar y el tomar”. Es el proceso que permite
mantener la fidelidad interior en cada caso, al margen de las modas o los
convencionalismos reinantes en el “mundo” y modificar nuestro comportamiento
externo según el “Nivel de Ser” del Alma. Eso es la Sabiduría innata que deviene del
entendimiento del “mundo” de acuerdo a nuestra propia Naturaleza Esencial. Existen
diversas propuestas evolutivas para el desarrollo interior y cada escuela o filosofía,
destaca ciertos comportamientos humanos para demostrar el grado evolutivo de la
persona. En la obra de Bach podemos encontrar estas referencias, que como veremos
serán de gran ayuda tanto en nuestro trabajo personal como en el Arte Terapéutico.

Conocemos diversas sugerencias éticas, religiosas, místicas o espirituales donde se


promueve la necesidad de dar como símbolo del desapego y por lo tanto del abandono
de sí mismo como eje de seguridad al que había estado ligada la conciencia en el
periodo personal. Sin embargo, a veces, una actitud demasiado desapegada del mundo
puede limitar el desarrollo del Alma y por tanto la acción servicial de ésta en la Tierra.
Servir o ser servido, se convirtió en símbolo para evaluar el grado evolutivo del ser
humano. Tomar, dejarse amar o servir, a veces provoca conflicto para aquel que se ha
definido como “servidor” por ello el verdadero iniciado ha debido trascender, incluso
aquí, la dicotomía entre las opciones y tras elevar la conciencia sobre la idea correcta de
hacer de acuerdo al dogma, ha de trascender el tiempo y desde la conciencia del no-
tiempo actuar de acuerdo a la necesidad del momento. Por ello el iniciado es aquel que

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ha “aprendido por igual a dar como a tomar” y se mantiene armónico en el pilar del
centro, entre la dualidad polar Misericordia que da y la Justicia que toma, ahí nace el
Sabio, aquel que ya no mira con los ojos de la carne, pero entiende perfectamente su
necesidad y la sirve con consciencia desde la Belleza.

Una vez más descubrimos al iniciado Bach cargado de sabiduría al describir a Willow
como el remedio Para que aprendamos por igual a dar como a tomar:

Hay otros remedios, los cuales, gracias al Amor y la Misericordia del


Gran Creador por todos nosotros, nos han sido donados para la cura de
nuestras aflicciones y pesares.
Estos, como ha sido comprobado más allá de toda duda, consuelan
nuestras mentes y calman nuestras ansiedades, nuestra agitación,
nuestras preocupaciones. Y hasta que no se conozca más sobre ellos,
realizamos este folleto sabiendo que muchos han tenido tan gran alivio
con estos Presentes de la Divina Providencia.

1.- ASPEN: Para protegernos de todos los miedos imprecisos,


inexplicables.
2.- WILD ROSE: Para movernos a la acción cuando nos hemos dado por
vencido. Para impedirnos caer en la resignación.
3.- CRABB APPLE: Para eliminar, física y mentalmente, cosas que no
deseamos.
4.- WALNUT: Para hacernos constantes, no influenciables a opiniones o
pensamientos ajenos.
5.- CHERRY PLUM: Para guardarnos del miedo, o del impulso, al
suicidio o a la locura.
6.- HORNBEAM: Para fortalecer la mente o el cuerpo.
7.- MUSTARD: Para disipar la melancolía y traer alegría a la vida.

8.- WILOW: Para que aprendamos por igual a dar como a tomar.

9.- STAR OF BETHLEHEM: La que consuela, la que alivia los dolores y


pesares.
10.- RED CHESNUT: Para guardarnos de la preocupación y del
cuidado excesivos por los otros.
11.- SWEET CHESNUT: Para ayudarnos en la angustia mental
enseñándonos a confiar en Dios.
12.- LARCH: Para enseñarnos confianza: para darnos fe en nosotros
mismos sabiendo que somos todos hijos del Creador.
13.- WHITE CHESNUT: Para proporcionarnos control sobre nuestros
pensamientos, en los que no debe penetrar la preocupación, el miedo o
la duda.

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14.- HONEYSUCKLE: Para eliminar de nuestras mentes los
arrepentimientos y pesares del pasado.
15.- CHESNUT BUD: Para ayudarnos a sacar completo provecho de
nuestras experiencias diarias y para vernos a nosotros mismos y
nuestros propios errores como hacen los demás.
16.- PINE: Para guardarse de condenarnos a nosotros mismo.
17- HOLLY: Para suprimir todo aquello que no provenga del amor;
como celos, envidia, odio o ira.
18.- ELM: Para dejar toda la responsabilidad en manos del Creador
recordando nuestras limitaciones.
19.- BEECH: Para enseñarnos que todos somos individuos que estamos
trabajando por nuestra propia salvación y de este modo ser tolerantes
con nosotros mismos y los otros.

Grupo Sinthesys, 2012

Más tarde volveremos sobre este texto, que ha sido rescatado del anonimato gracias al
Grupo Synthesis, para profundizar sobre su naturaleza psicoespiritual. Ahora solo
queremos destacar la utilización de los conceptos dar y tomar en la descripción de las
“bendiciones” que otorga el remedio Willow al que lo toma. Los términos dar y tomar
se utilizan en Cábala para diferenciar a los pilares positivo o negativo del Árbol de la
Vida o sefirótico relacionados con la naturaleza de “fuerza” o “forma” de la columna a
la que corresponda y su actitud, si pudiera definirse así, Misericordiosa o Justa, en un
sentido consciente, siendo la fusión armónica de estas tendencias equilibradas en el pilar
central o neutro de donde nacería la capacidad para dar y tomar en función de la
necesidad evolutiva del momento. Una vez más Bach nos sorprende al describir a
Willow como el estado de conciencia que permite dar o recibir de acuerdo a la
necesidad consciente de aquel que ha decidido servir. En un claro conocimiento de los
contenidos cabalísticos que los anteceden.

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PILAR de la Severidad PILAR de Misericordia
PILAR de la Suavidad
FORMA EQUILIBRIO FUERZA
Deseo de Recibir Recibir para dar Conciencia Deseo de Dar

La evolución de la consciencia en la obra de Edward Bach

Transitan por el mundo dos tipos de personas: aquellos que se encuentran dormidos, y
los otros, los que sabemos que lo estamos. Absolutamente cualquier expresión material
en nuestro planeta, y en el Cosmos entero, se constituye mediante los mismos elementos
básicos, los átomos que forman una estrella, son los mismos que dan existencia a una
mariposa, a un bolígrafo o a toda la raza humana. La expresión de la fuerza primigenia,
del Fuego Primordial, se diferencia por el nivel de conciencia de la Totalidad que se
expresa en cada manifestación. Cuando el Ser se encarna en un hombre, o en una mujer,
permite el inicio de una aventura, para que estos, en el viaje que será su vida logren
entender el misterio que tras ella está velado: la aceptación consciente de que todo está
unido, de que cada acto, cada emoción y cada pensamiento se encuentra revestido de la
misma naturaleza, de un idéntico impulso primordial, y sólo entonces, experimentando
en su carne, es que lo comprende: todos somos Uno.

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Sigamos adelante en la exploración del arte evolutivo en la humanidad y volvamos al
iniciado Edward Bach para conocer su postura en este ámbito. Para ello reflexionaremos
sobre un texto poco conocido, que fue escrito por Bach para la revista científica
Homœpathic World, en 1930. Para nosotros este texto es un alegato a la libertad
personal, que dejó patente la forma de pensar de un “científico”, que volvía a los
orígenes tras un periplo de incubación hermética. En este escrito Edward Bach deja
clara, ante sus colegas médicos, su naturaleza “Mística” al desvelar su parecer con
respecto al Alma, al sentido de la existencia humana y de la enfermedad. Es evidente
que, para él, todo depende del grado evolutivo de la persona, y por consiguiente este
conocimiento es clave para el terapeuta, que debería actuar de acuerdo a él. Hemos
seleccionado una buena parte del escrito relacionada con la evolución, los párrafos
omitidos están relacionados con las descripciones de los remedios y otras
particularidades clínicas que no vienen al caso, y se pueden consultar en la página del
Grupo Synthesis. Leamos el texto seleccionado:

Algunas Consideraciones Fundamentales de la Enfermedad y la


Curación

Para entender la enfermedad, su objeto, su naturaleza y


su cura, debemos en parte comprender la razón de nuestro ser y
las leyes de nuestro Creador con relación a nosotros.

Es esencial comprender que el hombre tiene dos aspectos,


uno espiritual y uno físico; y de que de esos dos, el físico es
infinitamente el menos importante.
Bajo la guía de nuestro Yo Espiritual, nuestra Vida
Inmortal, el Hombre nace para adquirir conocimiento y
experiencia, y para perfeccionarse a sí mismo como un ser físico.
El cuerpo físico por sí solo, sin comunión con el
Espiritual, es una concha vacía, un corcho sobre las aguas, pero
cuando hay unión, la vida es alegría, una aventura de interés
absorbente, un viaje que produce felicidad, salud y conocimiento.

Queremos hacer énfasis en el hecho de que este texto se publicó en una revista
científica. Y lo más curioso es que se realizó en varias entregas, lo cual pone de
manifiesto el aval científico que precedía a Bach hasta entonces. Por primera vez Bach
hace pública su idea sobre el sentido de la enfermedad en una publicación de carácter
científico. Y en este primer párrafo deja claro que para entender el sentido de la
enfermedad debemos entender la razón de “Ser” y las Leyes que rigen en la
“Naturaleza” en relación a nuestra esencia humana; seguimos con el texto:

Nuestra evolución comenzó como un bebé recién nacido,


sin conocimiento y con todo el interés centrado en sí mismo. Los

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deseos se limitaban a la comodidad, la alimentación y el calor.
Luego, a medida que avanzamos, viene el deseo por el poder y las
ambiciones terrenales. Después viene el momento decisivo: el
nacimiento del deseo de estar al servicio de los otros, y entonces
comienza la batalla, porque en el curso de nuestra evolución
posterior tenemos que cambiar el yo en desinterés, la separación
en unidad para lograr todo el conocimiento y experiencia que el
mundo pueda enseñarnos; y así, cambiar todas las cualidades
humanas en sus virtudes opuestas.

Aquí queda clara la idea evolutiva en la obra de Bach, evolución que mantiene un
paralelismo con los grados de desenvolvimiento en la Masonería o de desarrollo
consciente en la Cábala. Es obvio, según Bach, que el hombre (ser humano) nace para
adquirir conocimiento y es guiado por su Alma a través de la experiencia para
evolucionar por sí mismo, que esa evolución es gradual y se puede describir en tres
etapas:

1. Fase egocéntrica: Nuestra evolución comenzó como un bebé recién


nacido, sin conocimiento y con todo el interés centrado en sí mismo. Los
deseos se limitaban a la comodidad, la alimentación y el calor.
2. Fase ambiciosa: Luego, a medida que avanzamos, viene el deseo por el
poder y las ambiciones terrenales.
3. Fase altruista: Después viene el momento decisivo: el nacimiento del
deseo de estar al servicio de los otros.

En estas fases advertimos un desarrollo gradual de la compasión y altruismo en la


medida que la personalidad se hace consciente de su naturaleza trascendente. Como
veremos más tarde Bach insiste en que este proceso es Natural, sin embargo llegado el
estado consciente o tercera fase, el nacimiento del deseo de servir a los demás,
aparecerá la confrontación interna y con ello los estados mentales que estas llevan
asociados, todos ellos magistralmente descritos a través de los contenidos de los 19
nuevos remedios, que como estudiaremos a continuación están destinados como
remedios más espiritualizados, para aquellos que están inmersos en esa confrontación de
la tercera fase.

Como hemos dicho, estas tres etapas en el desarrollo de la consciencia, mantienen un


paralelismo con las etapas evolutivas de la Cábala que se describen metafóricamente
como etapa vegetal, animal o humana, relacionadas con diversas triadas sefiróticas y por
lo tanto estados de percepción del mundo diferenciados. Seguimos con el texto de Bach:

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Sin embargo, aprendemos lentamente una lección a la vez,
pero debemos, si queremos estar bien y felices, aprender la
lección particular que nos da nuestro yo espiritual

A través de nuestra personalidad.

No estamos aprendiendo toda la misma lección al mismo


tiempo. Una es conquistar el orgullo, otra el miedo, otra el odio y
así, pero el factor esencial para la salud es que debemos
aprender la lección puesta para nosotros.

De acuerdo al mandato de nuestra alma y la virtud a desarrollar vía la expresión


evolutiva de nuestra personalidad.

No importa nuestra etapa de avance, ya sea si es del


origen o si es discípulo, no tiene ninguna consecuencia en
relación con la salud; si no que lo que es importante es que
nosotros, cualquiera sea nuestra estación, vivamos en armonía
con los dictados de nuestra alma. Si es para adquirir rango y
riqueza o para vivir la vida de sacrificio de un mártir, la salud
depende de la obediencia de los mandatos o estar de acuerdo con
nuestro propio Yo Espiritual.

La etapa relacionada con el discipulado es la referida, en el principio del texto, al deseo


de servir. Es obvio que este deseo nace tras una experiencia en la vida centrada en la
seguridad vital del alma vegetal y más tarde en la ambición territorial del alma animal.
Este proceso natural, llevará al Alma a través de la personalidad consciente a reconocer
su naturaleza trascendente y comenzar a partir de ahí su nueva etapa evolutiva donde
tendremos que… cambiar el yo en desinterés, la separación en unidad para lograr todo
el conocimiento y experiencia que el mundo pueda enseñarnos; y así, cambiar todas las
cualidades humanas en sus virtudes opuestas. Este nuevo tránsito evolutivo, desde la
conciencia que pone de manifiesto un comportamiento a veces alejado de la sabiduría a
la que ya tenemos acceso, puede provocar en la psique alteraciones que potencian el
estancamiento como recurrencia a un comportamiento antiguo que ya no corresponde
con el momento evolutivo que se está viviendo. Así, el remordimiento, la culpabilidad,
la sensación de irresponsabilidad, entre otros estados más mentales que fisiológicos,
serán las nuevas áreas de transformación que el iniciado sabedor de su nuevo estado,
pero falto de pericia para vivir permanentemente en él, deberá disolver como una nueva
exigencia de su nivel de ser. Los denominados 19 nuevos remedios elaborados a través
de otro procedimiento al que ya nos referiremos, están indicados para los estados y
procesos relacionados con esta nueva fase evolutiva. Y continuamos con Bach:

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Nuestra alma nos coloca en esa estación de la vida y nos
hace ese llamado, ya sea de lustrabotas o de rey, príncipe o
mendigo, lo que sea más adecuado para nuestra evolución, y
donde podamos aprender más rápidamente la lección necesaria.
Y cualquiera sea nuestra posición sólo es necesario hacer el
trabajo en particular establecido para nosotros y todo estará
bien.
La enfermedad es el resultado de un conflicto, cuando la
personalidad se niega a obedecer los dictados del alma, cuando
hay desarmonía, enfermedad, entre el Yo Superior o Espiritual, y
la personalidad menor que conocemos como nosotros mismos. A
ninguno de nosotros se nos da más de lo que podamos llevar a
cabo, tampoco se nos pide hacer más de lo que está dentro de
nuestra capacidad.

Por lo que podemos deducir que la enfermedad es la negativa a seguir el impulso


interior, y que en nuestro ser poseemos las herramientas necesarias para transformar los
aparentes obstáculos en aprendizaje y con ello en sabiduría. La desarmonía es
enfermedad y esta es la consecuencia de no ser fiel a uno mismo.

La vida entonces se resuelve a sí misma en el esfuerzo de


transmutar las cualidades inferiores del yo en virtudes superiores
de la unidad desinteresada. No por medio de esfuerzos drásticos
ni frenéticos, sino por medio de una evolución lenta, gradual y
que debería ser feliz.

La evolución de la consciencia, por tanto, es un proceso natural y paulatino que no


requiere demasiado esfuerzo, si no que es la consecuencia diaria de ser fiel a uno mismo
en cada situación vital de la existencia y esto debería traer a nuestras vidas un rasgo de
felicidad innata como colofón de nuestra manera de ser. Por ello, en el ámbito clínico,
debemos de observar que cualquier síntoma es un símbolo que nos permitirá llegar al
verdadero nivel de Ser de la persona que nos visita, y que el sentido de la enfermedad,
es precisamente poner de manifiesto, como a continuación dirá Edward Bach en el
siguiente escrito, que la persona está por debajo del nivel evolutivo que le corresponde.

Durante nuestra estadía en búsqueda de perfección,


existen varias etapas. Trasmutar el egoísmo en desinterés, el
deseo en contemplación, la separación en unidad no se hace en
un momento sino por medio de una evolución firme y gradual, y
tenemos que dominar etapa por etapa a medida que progresamos.
Algunas etapas pueden ser comparativamente fáciles, otras
extremadamente difíciles y entonces es que ocurre la enfermedad,

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porque es en esos momentos en que fallamos al seguir a nuestro
Yo Espiritual que se origina lo que produce la enfermedad.

En cuanto a que la evolución, etapa a etapa debe ser firme y gradual y a que la
enfermedad es fruto de la resistencia a seguir adelante en la propuesta evolutiva del
Alma, podríamos decir que, en la enfermedad, como una posibilidad, tenemos la
oportunidad de desarrollar estrategias, de tomarnos un respiro en el atolladero que
hemos convertido nuestra vida y profundizar un poco más en el hecho que está teniendo
lugar.

Teniendo en cuenta que lo psicológico y lo geográfico es lo mismo, que lo que vivo y lo


que soy es idéntico, podemos atender al hecho desde una perspectiva renovada y
transformar nuestro comportamiento tras la detención que la enfermedad nos propone,
como un área de descanso, para resignificar nuestra experiencia e introducir nuevas
perspectivas, acordes con nuestro actual nivel de conciencia, dejando atrás las
tendencias repetitivas que la memoria aun retenía como tesoro de otras experiencias
familiares, sociales e incluso personales de un tiempo pretérito. Para todo ello es
necesario tomar conciencia de la propuesta Bachiana e integrar la idea de que la
enfermedad es un símbolo que pone de manifiesto la necesidad de desplegar un poco
más de conciencia en el acto de vivir en este momento.

Según la etapa particular en la que fallamos, así en el


lugar físico se desarrolla una mentalidad definida con sus
consecuentes resultados para el paciente y para aquellos
asociados a él. Es esta mentalidad la que enseña al médico la
causa fundamental verdadera del problema del paciente y le da la
clave para el tratamiento exitoso.
A partir de esto puede determinarse el esfuerzo que se
espera que haga el paciente, donde él está fallando, y así se
puede deducir el tratamiento correcto para su bienestar…”

Para ello es necesario conocer los vínculos entre las limitaciones, o estados mentales
inadecuados, todos ellos descritos magistralmente en las expresiones tipológicas, con
las virtudes específicas que ha de desplegar el paciente, pues como ya hemos explicado
en nuestro anterior volumen de esta obra, cada tipología de personalidad tiene un
positivo y un negativo, una manera de amar y una de temer, que le empujará a
resguardarse y asegurarse en la memoria reforzando así el síntoma y con ello la
enfermedad, o abriéndose al amor desde la confianza que le da su propia naturaleza y
desplegando a partir de ahí nuevas maneras de ser y estar en el mundo.

“…El genio de Hahnemann comprendiendo la naturaleza


y la razón de la enfermedad, usó remedios semejantes que, por

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medio de la intensificación de la enfermedad, apuraba el fin de
esta. Usó venenos semejantes para expulsar los venenos del
cuerpo.
Sólo si hemos contemplado donde nos dejó su genio,
avanzaremos un paso más adelante y podremos ver que incluso
existe un camino nuevo y mejor.
Si un paciente comete un error mental, se producirá un
conflicto entre el yo espiritual y físico, y el producto será la
enfermedad. Este error puede ser repelido y el veneno expulsado
del cuerpo, pero ha quedado un vacío, se ha ido una fuerza
adversa, pero existe un espacio donde se situaba.

Esta cosmovisión está extraída de la idea cabalística de que la enfermedad es un


mensajero, un ángel que se coloca en el lugar que ha dejado el Alma al no poder seguir
su expresión natural por la negativa de la personalidad a vivir de acuerdo a ella. El vacío
que el Alma ha dejado, ha sido rellenado por la enfermedad.

El método perfecto no es tanto repeler la influencia adversa, sino


atraer su virtud opuesta; y por medio de esta virtud inundar la
falta. Esta es la ley de los opuestos, de lo positivo y de lo
negativo.
Por ejemplo, un paciente sufre de dolor porque hay
crueldad en su naturaleza. Él puede suprimir esa cualidad
determinando constantemente “No seré cruel” pero esto significa
una batalla larga y agotadora, y si él tuviera éxito al eliminar la
crueldad, habría una laguna, un vacío.
El paciente sólo debería concentrarse en el lado positivo para
desarrollar la compasión e inundar su naturaleza con esta virtud,
la crueldad sin ningún esfuerzo posterior es reemplazada y a
pesar del tiempo se hace imposible.
Así la ciencia perfecta de la sanación enseña y ayuda al paciente
a desarrollar esa virtud que lo hará, de una vez por todas,
inmune ante esa cualidad adversa que es borrar su batalla
particular.
Esta no es la sanación de “Tú no debes” sino la de
“Benditos sean ellos”.

Crueldad y piedad son dos extremos de una misma fuerza, que nosotros denominamos
Impatiens, si reprimimos la crueldad, la fuerza Impatiens, expresión natural del Alma a
través de una personalidad, estará ausente y con ello, la naturaleza nativa de ese ser
habrá perdido su color, su sabor y por lo tanto su lugar en el mundo. El desarrollo de la
virtud favorece la disolución de la limitación crueldad, pues tanto una como otra
expresión, está construida con la fuerza primordial que a modo de fuente mantiene la

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existencia en la forma y colorea el carácter de acuerdo a su esencia en la disposición
egoísta o altruista que la personalidad esté mostrando en el mundo. Seguimos:

Otro gran principio del genio de Hahnemann puede


considerarse aquí: la enseñanza de curar desde dentro hacia
fuera. Primero debe sanarse la mente y seguirá el cuerpo.
Curar el cuerpo y no la mente debería ser muy serio para
el paciente, pues el cuerpo gana a expensas del alma y como
mucho, es sólo una lección postergada. Sería mejor perder un
cuerpo que desperdiciar una lección. Por lo tanto, el trabajo del
médico puede ser dividido en dos partes, ayudar al paciente a
corregir su falta espiritual, y darle los remedios que le ayudarán
a efectuar esto en el plano físico; de esta manera la mente más
sana efectuará la cura del cuerpo.
Para esto último es esencial que los remedios elegidos
sean generadores de vida y vitalizadores de vibraciones tales que
eleven. En la elección de estos debemos considerar su estado de
evolución en relación con el hombre…”

Esta es una de las primeras veces que Bach propone que hay que ir más allá de
Hahnemann, y no será la única. Plantea el desarrollo de la virtud en lugar de luchar
contra el defecto o eliminar el síntoma a través de la represión o supresión de su
apariencia. Y otorga un sentido al síntoma dotándole de información para aprender una
lección que de otra forma pasaría desapercibida para la conciencia. Aparecen los
remedios que como podemos apreciar no destacan por sus principios activos, si no por
su naturaleza espiritual que elevará la consciencia del individuo devolviendo la salud al
cuerpo a través de la toma de conciencia del Alma o Sí mismo.

“…Nuestro trabajo como médicos se resume así: estudiar


la naturaleza humana para que podamos ser capaces de ayudar a
nuestros pacientes al conocimiento de sí mismos, y aconsejarles
cómo armonizar sus personalidades con sus almas y además, a
administrarles estos remedios beneficiosos que elevarán las
vibraciones de la personalidad, y hacer al cuerpo una morada
más aceptable para el alma; y así, desarrollar la virtud necesaria
para traer esa armonía entre su yo Superior e inferior, que tiene
como resultado la salud perfecta…”

Esta es la línea de trabajo que ha desarrollado la Escuela Andalusí a través de la


Terapiafloral Evolutiva. Una vía que fomenta el autoconocimiento del paciente para que
sepa de sí y a partir de ahí desarrolle sus virtudes innatas y que han sido extensamente
descritas en el anterior tomo donde se incluía una comparativa de las descripciones
tipológicas en el devenir histórico de la humanidad; este conocimiento, es

14
imprescindible para el desarrollo clínico del arte terapéutico de acuerdo a la filosofía
que Bach describe en este texto. Volveremos sobre este particular en el apartado de
clínica en el presente tomo.

…Las cualidades y virtudes son relativas, y lo que es una virtud


en un lugar puede ser una falla en otro. Buscar el poder en si
puede ser correcto en un alma joven y no causa ningún conflicto
entre la personalidad y el Yo Espiritual, pero lo que está correcto
aquí podría estar fuera de lugar y por lo tanto equivocado en una
etapa más avanzada del discipulado, cuando el Alma ha decidido
para la personalidad dar en vez de recibir.
Por lo tanto, una cualidad en sí misma no puede ser
juzgada correcta o incorrecta, sin considerar el estado evolutivo
del individuo. Lo que conocemos como el mal, es lo bueno fuera
de lugar.

De nuevo Bach pone el acento sobre la evolución de la consciencia y desbarata la idea


dogmática de una mirada única fijada en la falsa moral, cultural, familiar o religiosa o
en el protocolo ineludible de una propuesta médica. Todo es relativo y, sobre todo, lo
es, en función del grado evolutivo del Ser. Desde la primera etapa egocéntrica hasta la
etapa de servicio donde la personalidad ha de dar, que podemos vincular a la discipular,
el ser humano ha de transitar por innumerables caminos, todos ellos cargados de
experiencias hasta que la consciencia de sí le lleve a reconocerse como Alma y pueda
definirse como discípulo.

El discípulo puede ser definido como la etapa final del Sendero de Evolución, y como
ese período en la experiencia de un hombre (ser humano) en el cual él es definidamente
autoconsciente.
Es la etapa en la cual sabiamente se compromete a imponer la voluntad del alma (que
es esencialmente la voluntad de Dios) sobre su naturaleza inferior. En este sendero él
se somete a un proceso madurador, para que la flor del alma pueda expandirse
rápidamente. En un análisis del discipulado, éste ha sido definido como "un disolvente
psíquico que destruye toda la escoria y deja el oro puro". Es un proceso de depuración,
de sublimación y de transmutación, llevado progresivamente hacia adelante hasta que
finalmente el Monte de la Transfiguración y la Iluminación son alcanzados. Alice A.
Bailey 1993

La disolución psíquica que destruye toda escoria y deja el oro puro, está magistralmente
descrita por Bach a través de los 19 estados relacionados con los 19 nuevos remedios,
que como veremos más tarde, constituyen en sí mismos un todo descriptivo del proceso
discipular donde el Alma va ganando terreno en el mundo a expensas de la
personalidad, y todo ello se vive desde la personalidad como un proceso disolutivo que
en el ámbito místico se denominó "noche obscura".

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Seguimos con el texto de Bach:

Pero la presencia de la enfermedad indica que hay


cualidades en la personalidad que el Alma se está esforzando por
eliminar, porque esas cualidades están por debajo del estándar
evolutivo de ese individuo.
Además, el paciente debe estar constantemente negándose
a escuchar la voz de la Conciencia, negándose a adquirir su
experiencia en el plano mental y, por ende, la necesidad de una
lección más severa que es enseñada por la enfermedad.
A partir de la mentalidad de nuestros pacientes podemos
discernir el error que están cometiendo, la falla particular de la
personalidad en mantener el paso con el estándar deseado por el
Alma.

La enfermedad aquí cobra un sentido irremplazable como símbolo de la evolución. Pues


nos dice que nos hemos detenido en nuestro viaje por la conciencia, que seguimos
obrando como ayer cuando podríamos actuar de manera renovaba si resignificáramos lo
que acontece y nos permitiéramos atenderlo desde una nueva propuesta personal acorde
con nuestro momento actual. Así que la enfermedad favorece que nos paremos para
entender lo que somos en función de lo que pasa y así aceptar lo que pasa como
necesidad comprensiva de una realidad que ya somos, pero a la que no atendemos.
"Estar comprender y soltar es la vía para vivir sin desgarros por el camino de la
existencia". Luis Jiménez 2003

No importa cual pueda ser la enfermedad física de nuestro


paciente, tenemos que comprender a cuál de los tipos señalados
pertenece. Tampoco debemos esperar que las características sean
muy marcadas, porque en muchos casos podría existir sólo una
huella del tipo adverso que permanezca en su naturaleza, pero
aun así es esencial comprender exactamente su error
fundamental, por leve que este pueda ser, para asegurar un
tratamiento exitoso.
Además, en muchos pacientes que vienen a nosotros sus
personalidades son casi aplastadas por un familiar o amigo
dominante, y en algunos de ellos puede ser más fácil obtener un
diagnostico a partir el dominador, porque él será el mismo tipo
que el paciente, debido a que nuevamente es un caso de que lo
semejante repele a lo semejante, pues estamos colocados entre
los que tienen nuestros propios defectos, más fuertemente
marcados, para que podamos entender el sufrimiento que causan
esas acciones adversas.

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La necesidad de conocer la tipología del paciente es crucial, pues en ella está la clave
para el desarrollo de la virtud, que será el antídoto para que se transforme el defecto, y
con ello desaparezca el síntoma que le acompaña como símbolo. Pero, como Bach dice,
a veces la tipología del paciente no es muy evidente, sobre todo si la persona está en una
primera fase de desvío y todavía no existen indicios muy evidentes. Pero aquí nos da
una nueva clave para desarrollar el Arte desde la propuesta evolutiva, y nos traslada la
idea de que: Lo que veo en otros y no reconozco en mí, soy yo sin saberlo. Pues los
sistemas humanos, se constituyen en función de la necesidad de aprendizaje de las
partes, al estar todo sujeto a la Ley de Atracción, que es la expresión del Amor en el
ámbito psíquico.

Más allá de la necesidad aparente de conocer a alguien, está la verdadera necesidad vital
de conocerme a mí y por eso te busco, porque en ti me veré y a partir de ahí podré
ajustarme de acuerdo a mi verdadera naturaleza, que admira o rechaza lo que ve sin
saber que soy yo todo el tiempo. Con esta nueva clave hermética, la mirada simbólica,
favorecemos la despersonalización de los “afectos”, un mal endémico que ha hecho que
media humanidad luche por poseer a la otra mitad, ayudándonos a integrar la
información implícita en cada gesto que proyecto hacia afuera. Así la compasión irá
dando paso a la integración de las áreas oscuras que hasta entonces había relegado fuera
de mí mismo, expiando mi propia responsabilidad en la devastación que hacía sobre el
otro, que cargaba con mi propia “cruz” al no reparar para nada en mí mismo como un
todo y así ocultar mi propia necesidad.

Existen dos tipos de errores. Los errores de omisión y los


errores de obra. Si tenemos en nuestra naturaleza alguna virtud
en la que estamos fallando en desarrollar, este es un error de
omisión, es como el hombre que oculta su talento. Y este error
está conectado con la enfermedad latente. Una enfermedad que
como una nube se cierne sobre nosotros, aunque nunca necesite
descender puede hacerlo, a menos que entendamos a tiempo
nuestro error y luego desarrollemos la virtud que se nos pide.
El error activo está conectado a la enfermedad activa.
Cuando nosotros, contra la elección de nuestra conciencia,
hacemos cosas que sabemos contrarias a las Leyes de la Unidad
y a la Hermandad del Hombre.

No hay más verdad que la que tu conciencia pueda alcanzar, y en ella está la verdadera
responsabilidad vital que nace del grado de comprensión de la vida con el que estás
conectado, por ser quien eres en el Alma.

Por eso que el verdadero médico debe estar capacitado para


ayudar a sus pacientes señalándoles, ya sea la virtud latente que

17
no han podido desarrollar, o la cualidad adversa que están
ejercitando contra los dictados de su Yo superior. Y está en
nosotros también administrar esos remedios, tan benéficos en su
naturaleza, para que tengan el poder de capacitar al hombre a
armonizar su conducta en esta vida, de modo que resulte
aceptable para ese Ser Divino de quien sale todo lo bueno.

El verdadero terapeuta diría Bach en otro escrito refiriéndose a él como el médico del
futuro: deberá tener dos grandes objetivos. El primero de ellos será el de ayudar al
paciente a conocerse a sí mismo e indicarle los errores fundamentales que puede estar
cometiendo, las deficiencias de su carácter que debe remediar, y los defectos de su
naturaleza que debe erradicar y sustituir por las virtudes correspondientes. Semejante
médico deberá ser un gran estudioso de las leyes que rigen la humanidad y de su
propia naturaleza humana, para que pueda reconocer en todos los que acudan a él
aquellos elementos que causan un conflicto entre el Alma y la personalidad. Edward
Bach 1930

Para finalizar, retomemos el primer texto de Bach que estamos comentando:

Finalmente, recordemos que en todo nuestro trabajo, la


enfermedad está en el hombre para ser vencida, y que sólo si
luchamos para superar todo lo que es adverso, ésta pondrá a la
humanidad bajo la Guía Divina, porque el Amor y la Verdad de
nuestro Creador es Omnipotente y el Bien debe tener finalmente
la victoria completa.
Si solo pudiéramos entender esta Verdad en toda su
suficiencia, la conquista sobre la enfermedad podría estar incluso
ahora con nosotros.

El nivel de conciencia de Bach le permite conectar con las Leyes de estabilización de la


información, con el sentido profundo de las cosas, con la necesidad de ser de cada una
de las manifestaciones materiales que hacen posible la existencia carnal. El
Entendimiento que favorece la Sabiduría permite Conocer la verdad, aunque esta no sea
evidente en nuestro plano de manifestación. La enfermedad existe porque aún es
necesaria de acuerdo al grado evolutivo de la humanidad en su conjunto. Cumple una
función imprescindible, que no sería necesaria si ya hubiéramos entendido lo que Bach
insinúa en el texto anterior. Pero entender lleva implícito ser y obrar en consecuencia.
Así como los profetas vaticinaban los hechos por haber penetrado en una dimensión
atemporal donde pasado-presente-futuro son un ahora atemporal e infinito, la capacidad
para penetrar en la consciencia trascendente de la mente cósmica favorece la percepción
de una realidad, que, aunque no sea evidente a los ojos de la carne, existe y es una en el
corazón del discípulo. Este es el “pesar” de aquel que sabe y ha de esperar hasta que

18
otros alcancen la sabiduría y deje de ser necesario el sufrimiento que la ignorancia trae
consigo.

La Puerta Willow como símbolo de iniciación

La palabra iniciación ha estado ligada al ámbito espiritual desde siempre. Se conoce por
iniciado a aquel que ha recibido la enseñanza explícita que le permite conocer lo que se
vela tras a la apariencia de las cosas. Es aquel que conoce las Leyes de la Naturaleza y
sus secretos más recónditos y ha profundizado en el verdadero conocimiento del ser
humano. La iniciación es un proceso psicofísico que lleva a la conciencia a la
percepción de una nueva realidad. En cualquier Escuela iniciática se entrena al neófito
para que por sí mismo alcance una dimensión consciente que le permita contemplar el
sentido de las cosas y que pueda reconocer la existencia del hilo conductor que
mantiene unido a todo lo que existe. Es un paso al interior de uno mismo, que poco a
poco le hará consciente de que afuera y adentro es una misma cosa y que finalmente le
ayudará a integrar en sí mismo la Luz que siempre ha sido. Cada Escuela de
pensamiento utiliza para ello una serie de símbolos que encierran en sí una sabiduría
trascendente. Las palabras engañan al simplificar, mientras que los símbolos reflejan la
complejidad muchas veces insondable de las cosas. Los símbolos, en efecto, están
destinados a despertar las ideas que dormitan en nuestro entendimiento. Estimulan el
pensamiento por vía de la sugestión y nos hacen descubrir así las verdades enterradas
en las profundidades de nuestro espíritu Oswald Wirth 1910.

El camino del discípulo, un iniciado, está ligado al desarrollo de la vía del corazón. Tras
haber culminado las dos etapas anteriores, definidas por Bach como instintiva y
ambiciosa, ahora, el discípulo ha de desarrollar las virtudes del Alma, más allá de las
cualidades del ser humano. Desde su nuevo estado de “persona” al haber integrado las
áreas del inconsciente personal que estaban escindidas, ahora ha de llegar a ser Alma
encarnada. Este nuevo paso comienza abriendo la puerta que le llevará a aceptar todo lo
que ha vivido desde su personalidad, integrarlo y disolverlo para que pueda llegar a Ser
lo que siempre ha sido en la dimensión del Ser.
La muerte iniciática es el proceso por el cual el neófito que pasa a ser iniciado descubre
que él forma parte de la naturaleza, y la naturaleza es una con él, deja de observarla
como un espacio aparte, y la empieza a ver como la propia expresión de sí mismo. Para
ello tiene que morir la separatividad que mantenemos a través de la sensación de yo que
nos hace sentirnos diferentes, pues el ser humano ha perdido la conciencia de su
dimensión natural, se ha diferenciado tanto de la Naturaleza, que encuentra gran
dificultad en reconciliarse con ella; cuando logra "nacer" a la Naturaleza, logra el estado
que el alquimista llama el Unus Mundus, "uno con el mundo", el que se ha fundido en el
todo, con conciencia de que ese todo se encuentra donde quiera, porque su extensión es
Totalidad. Cuando apreciamos un árbol, no es "un árbol", es una extensión de mi, yo
soy árbol, y en ese punto de fusión en la psique colectiva del Ánima Mundi, el árbol y

19
yo somos la misma esencia en una conciencia de Unidad, en la que todo lo que
aparentemente está separado se encuentra cohesionado.
Desde el punto de vista simbólico el «transito» de un mundo a otro, de un estado de
consciencia egóico al trascendente, se representa con la puerta, a la que se le asocia la
llave, elemento indispensable para que la «puerta» pueda ser abierta. En nuestro caso la
llave que abre la puerta, que separa al mundo ordinario y profano del espacio sagrado y
simbólico, es Willow.
Willow ha sido conocido durante mucho tiempo en el “argot floral” como la expresión
humana que guarda rencor, que no olvida su pasado desgraciado y culpa a otros de esa
desgracia. Pero para nosotros, Willow es el símbolo de la Iniciación. La Cábala, diría
Paul F. Case, enseña que el Entendimiento es lo que nos santifica. Santificar es hacer
libre de pecado. Liberar a la mente del espejismo que mantuvo al ser ligado al tiempo a
través de la creencia de que alguien o algo le habían ofendido. Perdonar es el acto de
desintegrar el ayer, que nos permite penetrar en la dimensión donde nadie es vulnerable
y por lo tanto no existe un “otro” que ofende. Para que nos sintamos ofendidos debe
existir un “yo” limitado que se haga cargo de la ofensa; en realidad, nunca nos ofende el
otro, sino la no coincidencia entre lo que el otro dice y lo que yo quiero oír. El
entendimiento es el estado de consciencia humano que permite percibir, con brillantez,
la verdadera dimensión de la Vida sin personalismo. Es lo que nos permite contemplar
las verdaderas Leyes de la Naturaleza y así poder volver a su senda conscientemente.
Este “retorno” disuelve el periplo, la memoria de todo aquello que ha sido durante la
inconciencia de una vida proyectada en el “Mundo”.
Willow, es el estado que permite al individuo desarrollar la capacidad de amar y dejarse
amar, para Ser y expresar en tiempo real lo que ahora siente, lo que percibe desde su
condición vitalista y comprometida con la vida. Es el paso previo a la emergencia de la
Vida consciente. La memoria se ha disuelto, la pompa y obras “diabólicas” se han
disipado y han dado paso a la luz “simbólica” que se encontraba encapsulada, coagulada
y estancada en la historia de una personalidad identificada con su tiempo, con sus
desencuentros y sus éxitos, centrada en el mundo al que evaluaba en función de su corto
conocimiento. Ahora comienza una nueva etapa, en nuestro modelo este nuevo ciclo
está representado por el mándala evolutivo, que se configura con los 19 nuevos
remedios de Bach que como el mismo dijo: “…No hay duda de que estos nuevos
remedios actúan en un plano diferente a los antiguos. Son más espiritualizados…”
Bach 1935, y por ello favorecen el trabajo evolutivo de aquel que ya ha decidido dar en
lugar de tomar. Del Iniciado.

El amor está exento de ambición

El paso al nuevo “orden”, de aquel que ya ha decidido dar en lugar de tomar, le dotará
de una actitud contemplativa hacia una realidad que se sostiene unida en su Totalidad.
Esta nueva etapa hará emerger un estado de fluidez, de la consciencia personal, con los
20
acontecimientos de forma que, el iniciado, entenderá que la Vida es solo Existencia. El
viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde
va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Juan 3:1–10

Este proceso, como todo en la existencia, es gradual, Natura non fecit saltus (la
Naturaleza no da saltos). Y hasta llegar a la expresión plena de esta percepción ligada al
Unus Mundus que permita la existencia personal con consciencia de Totalidad, deberán
de transcurrir épocas donde los procesos disolutivos sean las constantes del desarrollo.
Así que, durante un tiempo indefinido, y particular para cada ser, la conciencia personal
del pasado, sustentada aun por la cultura, la familia y otros símbolos externos que ponen
de manifiesto la condición personal interna, favorecerán la identificación con lo
“supuestamente” trascendido que le permitió hollar el sendero de retorno.

Así como manifiesta acertadamente Bach, una vez nacido el deseo de servir a los
demás, entonces comienza la batalla. Pues durante el tiempo que reste, hasta disolver
totalmente la sensación personal, que nos mantiene en la creencia de que somos una
entidad separada, oscilaremos entre el estado contemplativo que permite la expresión
del Ser sin restricciones y el estado personalizado que mantiene aún la idea coagulada
de la memoria de nuestra pasada personalidad. El nuevo camino invita a la
contemplación, al silencio, al cese de la razón que busca en los anales de la biografía
alterada por el miedo, todas las respuestas caducas que nos seguirán atando al
sufrimiento.

Es evidente que, si existe alguien que quiere ser más, es porque no está contento con lo
que es, y por lo tanto descontento con su Ser, es entonces donde aparece la codicia de
ser lo que uno no es y la rebeldía hacia la propia naturaleza, que en esencia sólo pide
que seamos fieles a lo que somos.

El avance no es fruto de un esfuerzo, como decía Bach; es la consecuencia de la


realización del alma en la forma, de la madurez, de la conciencia que en lo cotidiano y
sin sobresaltos se abre a la contemplación de la maravilla de la vida desde su humilde
morada. Por lo que la búsqueda del bien o la perfección es un acto interesado, y en
conciencia desviado de la verdadera necesidad de ser del alma, que sólo quiere ser lo
que es y por lo tanto vive desde su naturaleza aquello que en el presente tiene ante sus
ojos.

Saber de sí es integrar la necesidad de ser eso y dar sentido a la existencia. Conocer el


sentido de lo que soy permite trascender la necesidad de seguir siendo eso. Así nos
abrimos paso en la nueva etapa que nos llevará a Ser.

Este texto de Bach escrito en 1933 cuando él se hallaba en una situación de ésta
naturaleza puede ser muy esclarecedor para lo que estamos tratando:

21
Como principio fundamental, el defecto sobre la tierra es el deseo
de cosas mundanas; un gran peligro en el cielo es la codicia y un
gran deseo de cosas espirituales; y así como en la tierra la
codicia puede obstaculizar la elevación del alma, lo mismo
sucede en la vida espiritual, donde la total humildad y el servicio
son más necesarios que el deseo de perfección.

Podemos ver con claridad cómo diferencia dos actitudes ambiciosas que en esencia
están unidas por la ambición en sí misma, pero que esclarecen el nivel evolutivo del Ser,
la ambición de cosas mundanas para la segunda etapa de desarrollo que a veces permea
hacia la ambición de cosas espirituales, que no es más que una faceta de esta segunda
etapa en los albores de aquél que ya ha decidido dar en lugar de tomar. Sigue Bach:

El deseo de ser bueno, el deseo de ser Dios, puede ser un


obstáculo tan grande en la vida espiritual como el deseo de oro o
de poder en la experiencia terrenal. Cuanto más se avanza, más
grandes deben ser la humildad, la paciencia y el deseo de servir.
En el viejo camino se luchaba contra la codicia del oro (el oro es
el emblema del poder mundano; en el nuevo mundo, por extraño
que pueda parecer, se debe luchar contra la codicia del bien.
“¿Quién de nosotros será más grande en el reino de los cielos?”
El obstáculo al avance espiritual es el deseo de progresar.
En este Reino el “ser” es no aspirar a nada: el ser ya trae su
propia recompensa. Esto se refiere no sólo a esta vida, sino que
afecta más a los que buscan el mundo espiritual. No debe haber
ningún deseo de ser buenos, ningún deseo de progresar
rápidamente, o de perfección, sino sentirnos humildemente
contentos esperando, desde cualquier nivel de servicio, hasta que
seamos llamados a uno más alto.
En este reino, no progresamos por nuestro propio esfuerzo, sino
que simplemente esperamos hasta que seamos considerados
dignos.
Sobre la tierra, el esfuerzo; en el cielo, al revés.
Eso significa que incluso hacer grandes sacrificios en la tierra
para lograr la grandeza espiritual, hasta esto es erróneo. Es
como aquel joven rico que dijo: “Todas estas cosas ya las he
hecho”, pero esto no le abrió las puertas del cielo.
El único camino es el servicio impersonal, hecho, no para el
avance espiritual, sino solamente por el deseo de servir. Ésta es
la tónica de los obstáculos que ahora debemos investigar.
Estamos acostumbrados a entrenarnos para no tener en cuenta
nuestros cuerpos, a que no debe existir un yo; también debe

22
comprenderse que nuestras almas tampoco deben tenerse en
cuenta.
Para el próximo advenimiento de Cristo, hay un grupo de
personas que, para darle la bienvenida, deberían ser capaces de
trascender sus naturalezas físicas y comprender su espiritualidad.

Este texto está suficientemente comentado por el Grupo Synthesis en el libro que
escribimos en el 2009 "Edward Bach en Marlow Bucks, el amor como meta y camino
de perfección". Quiero rescatar algunos comentarios que refuerzan lo que hasta ahora
hemos desarrollado.

Bach aquí nos pone de manifiesto que “buscar la perfección es fruto de la misma fuerza
que antes buscaba el oro, la fama o el poder”. La personalidad adherida a la forma y
centrada en su naturaleza inferior traslada su visión a los “santos lugares”, ignorante de
su verdadera “gracia”, y desde ahí desarrolla estrategias mentales para alcanzar lo que
para ella está vetado. La función de la personalidad es la de adiestrar al alma en la
forma, facilitar la experiencia en la carne y dotar a la conciencia de “territorio psíquico”
para su adiestramiento como Alma. Finalizada la tarea, que será el colofón del
autoconocimiento del Alma, será vehículo consciente para la expresión del espíritu en la
forma. Sin embargo, es natural y debemos considerarlo como una etapa en el sendero,
que al despertarse el anhelo “espiritual”, cuando la personalidad siente los primeros
envites del alma, sin saber bien qué ocurre, la mirada se eleva, y la ambición por ser
más y estar más cerca de la culminación se tornan obsesivas, eliminando a veces la
dicha por vivir desde la serenidad de aquel que ha elegido la vida carnal para la
grandeza del espíritu.

He aquí donde radica la dificultad del que anhela hollar el sendero y pasar a formar
parte de las filas de los que “desean dar en lugar de recibir”, ya que las pautas de
conducta, leyes, normas y códigos establecidos por la “autoridad” reinante, ya sea ésta
moral, religiosa o espiritual, han hecho que nos queramos sumar a ellas en pro de algo
“bueno”. Éste es el verdadero laberinto para aquel que realmente anhela ser veraz y
honesto consigo mismo. Tantas veces repetida y no por ello menos válida: “lo único que
hay que hacer, es no hacer nada” toma fuerza en este comentario, aunque lo
verdaderamente difícil no es no hacer nada, si no saber cómo no hacer nada. La
perfección tal como la concebimos es un interés que nos aleja de la verdad, puesto que
poseer es dominar lo poseído, y por lo tanto punto de partida para la existencia de la
dualidad, madre de la incompletud.
La ausencia de interés, será una pista innegable de que no estamos haciendo nada, ya
que hacer lo que realmente nos “nace del alma” es no hacer nada, pues el hecho en sí no
requerirá esfuerzo, será un acto atemporal que no contará en los anales de la memoria,
que no habrá existido en el tiempo y por lo tanto no tendrá rédito, ni débito futuro. El
canje —si podemos llamarlo así— será instantáneo, como apunta Bach: “…el ‘ser’ ya
trae consigo su propia recompensa…”, que evidentemente nada tiene que ver con
23
premios ni castigos inventados por los hombres, otorgados por dioses, inventados,
asimismo, por la deformación mental de algunos de ellos en el pasado.

Es posible que toda nuestra tarea consista en ocuparnos de nuestros asuntos con la
mayor diligencia y amor que nos sea posible expresar, y con ello todo estará en paz;
pero parecería que esto es poco, que debemos aspirar a más. Sin embargo, la aspiración
debería estar centrada en la tarea del momento, concentrando, evocando y realizando lo
que tengamos ante nosotros como si fuera la única cosa en el mundo y ella fuese un
verdadero acto de servicio. Pero esto, como sabemos, es harto difícil, pues en el mundo
nos encontramos con muchos que queremos ser lo que no somos, al estimar que lo que
somos ahora no es suficiente, o porque pretendemos vivir otras cosas “más
importantes”, dejar de ser insignificantes, mediocres, incompletos, etc., al decidir que
nuestra etapa actual no es suficiente.

Cuando llega este momento todos queremos alcanzar la perfección, eliminar el yo,
trascender el ego, matar el deseo y todas esas cosas que se dicen cuando se descubre la
existencia de algo más allá de lo que ahora se es y se le da un rango superior, creyendo
en nuestra ignorancia que seremos nosotros, quienes ahora ambicionamos ese grado, los
que los ostentaremos cuando el alma lo alcance, cuando la conciencia ya pueda expresar
sus virtudes en la carne. Cuán equivocado está el yo que quiere ser lo que nunca podrá
alcanzar.

Bach destaca la Humildad, paciencia y deseo de servir como únicos principios para esta
nueva etapa, rescatamos este texto de Juan de la Cruz donde, con una maestría
inigualable sabe sintetizar poéticamente esta nueva etapa:
Versillos del Monte de Perfección

Para venir a gustarlo todo


no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.

Para venir a serlo todo


no quieras ser algo en nada.
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.

Para venir a poseer lo que no posees


has de ir por donde no posees.
24
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.

Para venir del todo al todo


has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.

En esta desnudez halla el


espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.

Juan de la Cruz 1993

Los 19 nuevos remedios para el tránsito en esta nueva etapa

En 1935 Bach, tras haber elaborado los 19 nuevos remedios, escribe a sus colaboradores
para poner de manifiesto que los nuevos remedios, son más espiritualizados y están
indicados, sobre todo, para personas que como ellos se esfuerzan por hacer un poco de
bien en nuestro viaje a través del mundo:
Queridos amigos:
La prescripción de estos nuevos remedios va a ser mucho más
simple de lo que inicialmente parece, ya que cada uno de ellos
corresponde a uno de los Doce Curadores o los Siete Ayudantes.
Por ejemplo: suponiendo que un caso es definitivamente
Clematis, y tiene bastante mejoría, pero no se cura por completo,
den el correspondiente nuevo remedio para favorecer la
curación.
Incluyo una lista de los que ya han sido investigados; el resto la
recibirán a su debido tiempo.

No hay duda de que estos nuevos remedios actúan en un plano


diferente a los antiguos. Son más espiritualizados y nos ayudan a
desarrollar ese gran yo interior de todos nosotros que tiene el
poder de superar todos los temores, todas las dificultades, todas
las preocupaciones, todas las enfermedades.
Podremos saber más de esta diferencia en el futuro, pero en todos
nosotros, además de los definidos temores terrenales de los
25
cuales somos muy conscientes, hay también esos vagos y
desconocidos temores que son más espantosos que los de las
cosas materiales; y no hay duda de que en todos aquellos de
nosotros que nos esforzamos por hacer un poco de bien en
nuestro viaje a través del mundo, estos temores desconocidos son
más comunes.

Y terminamos este capítulo como lo comenzamos, haciendo alusión a los 19 nuevos


remedios y volviendo al texto que escribiera Bach para darlos a conocer antes de que
fueran incluidos en la última edición de Los Doce Curadores y otros Remedios en 1936:

Hay otros remedios, los cuales, gracias al Amor y la Misericordia


del Gran Creador por todos nosotros, nos han sido donados para
la cura de nuestras aflicciones y pesares.
Estos, como ha sido comprobado más allá de toda duda,
consuelan nuestras mentes y calman nuestras ansiedades, nuestra
agitación, nuestras preocupaciones. Y hasta que no se conozca
más sobre ellos, realizamos este folleto sabiendo que muchos han
tenido tan gran alivio con estos Presentes de la Divina
Providencia.

Destacamos aquí que Bach solo alude a estados psíquicos o psicoemocionales, “para la
cura de nuestras aflicciones y pesares. Estos, como ha sido comprobado más allá de
toda duda, consuelan nuestras mentes y calman nuestras ansiedades, nuestra agitación,
nuestras preocupaciones,” pero no hace referencia a síntomas físicos o enfermedades,
remarcando así la necesidad de trabajar con un tipo de estado que está más cercano al
desarrollo del Alma que a la construcción de una personalidad y que se manifiestan
sobre todo en aquellos que están aprendiendo por igual a dar como a tomar: Willow.

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