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Yo

Asesiné a Camila en Barcelona


Por

Akira Zeta


PROLOGO

Me dieron la posibilidad de escribir algún tipo de carta a mis familiares


antes de que mañana en la mañana me llevaran toda encadenada ante uno de
esos jueces de majestuosa barba blanca y abundante cabellera para que me
dictara mi sentencia condenatoria. Los muy hijos de puta se toman muy en
serio esto de la justicia. No era como en mi país natal Colombia que alguien
podía violar y matar a alguna mujer trabajadora de clase media y que medio
país se indignara por un par de días pero después llegaba un nuevo caso igual
o peor de atroz y las miradas se posaban en ese nuevo crimen.
La realidad era que no me apetecía para nada escribirle a mi madre o a
cualquier otro familiar. Ya hacía dos meses que fue la última vez que Amanda
me vino a ver. Irónicamente me visitaba más mi padrastro que lo conozco de
hace nada que mi misma progenitora. Aun así aquel señor canoso de bata
blanca me agradaba porque aunque era una persona muy rara de por si, por lo
menos su compañía me hacía sentir menos muerta. Lo único que me
disgustaba de él era que se la pasaba derramando un líquido nauseabundo en
las paredes y puerta de mi celda y mientras lo hacía empezaba hablar en su
idioma natal
Pero dejando de lado esas pequeñas circunstancias, mi padrastro siempre
me preguntaba el por qué seguía permaneciendo en este sitio; si sabía que era
una joven que por naturaleza debía estar afuera en la luz pasándola de lo
grande con el resto de mis amigos. Siempre me sacaba una lágrima aquel
viejo. Lástima que ya hacia un buen rato que dejo de visitarme. Tal vez fue
porque la última vez que vino discutimos tan fuerte que de las palabas
pasamos a lo físico. No sé lo que me dijo, creo que fue algo de que debía de
dejar en paz a la gente que me rodeaba y que dejara de causarles daño. El caso
tal fue que sentí tanta ira que sin razonarlo terminé empujándole contra la
pared. Su reacción fue lo que más me afligió por que en vez de aceptar mis
disculpas, lo que hizo fue empezar a gritar como un demente y salir corriendo
aterrado de mi celda, como si hubiera visto al mismísimo Lucifer.
¡Qué viejo más loco parce!
De los supuestos amigos que hice aquí ninguno por obvias razones ha
venido a verme. En parte por que dos de ellos también están esperando sus
condenas aunque no estoy segura si tuvieron ya su audiencia o si los tres nos
veremos mañana. De los demás no tengo ni la más mínima notica de sus
paraderos. Es lógico que no vengan aquí porque si lo hicieren seguramente los
llamarían a testificar, y en el peor de los casos terminaran también siendo
acusados por cómplices. Aunque no sé porque a veces sueño que vienen a
visitarme y me dicen que escape de la prisión, que solo debo aceptar la
realidad y que así podía ser libre de una vez por todas. Yo les contesto que se
dejen de drogar tanto pero ellos simplemente se limitan a sonreírme. A veces
sí que tengo sueños muy raros. Eso de estar encerrada las 24 horas lo termina a
uno de chiflarlo.
A mis parceros de Colombia prácticamente perdí contacto alguno cuando
llegué a estos lados de la tierra. Lo peor del caso es que me he tomado el
atrevimiento de escribirle a cada uno de esos hijos de puta para contarles sobre
mi penosa vida. Y ninguno me ha contestado ni tan siquiera para decirme que
todo esto me lo merecía y de que estaban felices de que terminara mis días
pudriéndome en este sitio. ¡Es que ni eso!
¡Maldita sea! Como desearía que Carlet estuviera consolándome es estos
momentos. ¿Por qué te fuiste antes que mi pequeño hijo de puta? Eso era lo
que más me fastidiaba de todo este asunto. De que sabía que no seriamos
como esos ancianos que terminan sus últimos días de vida sentados en los
parques hablando de cualquier buen recuerdo de la juventud y consolándose
de que la muerte de seguro les llegaría a los dos al mismo tiempo. Pero el
destino quiso que el ganara la apuesta primero. Me deprimía saber que estaba
completamente sola en este horrendo sitio que para más piedra olía a aceite de
iglesia.
Pero no todo era mierda y decepción. Algo positivo salió de la discusión
con mi padrastro y fue que el habitualmente traía consigo una grabadora de
bolsillo y todo lo que hablamos lo registraba en aquel anticuado aparato.
Suponía que de nuestras conversaciones habituales podrían servir de evidencia
para revelárselas a los hombres de afuera y así demostrarles de mi existencia
en este sitio y por consecuente, de que se lograra tomar medidas más extremas
para mi pronta liberación. Pero como el desvergonzado salió corriendo
después de aquella vez que lo lastimé y como nunca se dignó de venir para
recuperarla, pues tuve la magnífica idea de utilizarla para fines personales.
Más específicamente para fines mentales. Algo así de grabarme contando
diversas situaciones de mi vida, y después pasarme todo el día escuchando
dichas grabaciones y así torturarme sabiendo que toda mi vida fue una puta
mierda; siendo desde antes de nacer que la muerte me cubría con su manto.
Por lo menos me mantendría ocupada hasta mañana que era mi audiencia de
imputación de cargos. Prendí la grabadora y con más inspiración que
Bukowsky en un prostíbulo, empecé a relatar mi vida desde sus albores.

“Marie: te amo; eres muy buena conmigo. Pero debo irme, no sé


exactamente por qué; estoy loco supongo. Adiós.”
― Charles Bukowski
I
MIS RAICES

Este relato comienza con la temprana juventud de mi querida madre. Está a


sus 17 años por motivos de su graduación como bachiller, mis abuelos le
regalaron un viaje a Londres para que según ellos, Amanda (de ahora en
adelante me referiré a mi madre de esta forma) se percatara de que existían
otras culturas donde la vida no se trataba solo de comer mierda sino que se
podía vivir bien sin necesidad de pasar por encima de nuestros semejantes.
Dos cosas que hasta el día de hoy no se dan en mi país. El caso tal es que
Amanda salió de Colombia siendo una niña de mami y papi; muy arraigada a
los valores del hogar y llevando a todas partes una camándula de oro
bendecida por el curita del pueblo. Ella era la pureza representada en persona.
Antes de proseguir con el relato quiero hacer una aclaración y es que esto
lo sé no porque ella me lo hayan querido contar; sino porque en esas épocas
mi madre todo lo que hacía, hasta cuando se masturbaba, lo iba anotando en
una libreta que era como su diario personal. Tuvo este hábito hasta la edad de
los 20 años cuando quedó embarazada de mí y supongo que después de
aquella y otras circunstancias del destino pensó que ya nada valía la pena el de
seguir registrando su vida cuando le había tocado madurar a las malas. El caso
fue que aun así le dio igual que leyera sus cosas personales y así tuve la
fortuna de leerme sus aproximadamente 30 libretas personales en menos de
dos días.
Hecha la aclaración prosigo.
Amanda llego a Londres con la expectativa de aprender el idioma y
conocer todo lo que pudiera de tan sublime país. Ella se quedaría donde una
tía que llevaba más de dos décadas viviendo en Londres y de la cual fruto de
esa estadía se había casado dos veces, pero que ya no convivía con ninguno de
sus exmaridos; y del primer matrimonio tuvo una hija de la cual tenía más o
menos la misma edad que Amanda. Así que todo estaba ya destinado para que
fuera un buen recuerdo lleno de aprendizaje para Amanda.
Pero todo resulto ser una bola de bazofia para mis abuelos. De lo
arrepentidos que estarían esos viejos al ver la forma en que había llegado su
querida hija de aquel lejano país que prometía culturizarla y traerle buenas
enseñanzas.
Los primeros días Amanda conoció gran parte de la ciudad y sus
alrededores. Su tía fue de lo más amable y en verdad se le notaba que estaba
muy a gusto con su presencia. Su prima aunque no hablaba nada el español,
más que lo básico, fue la encargada de que Amanda aprendiera el inglés en
cuestión de días y se cayeron tan bien que se hubiera pensado que aquellas
jóvenes se conocían de toda la vida. Ya después de la primera semana su tía
Benavides tenía que volver de nuevo a su trabajo como secretaria en una
empresa de llantas japonesas. Así que le recomendó a su hija Minnie que
cuidara de su prima ya que prácticamente ella estaría todo el día fuera de casa
y que les dejaba el suficiente dinero para que subsistieran. Era de aclarar que
Minnie a sus 18 años ya había terminado la escuela secundaria y que después
de su mala experiencia en su último trabajo como cajera en un restaurante; se
la pasaba en casa todo el día buscando en los periódicos trabajos de medio
tiempo o universidades de mala muerte. Lo que primero saliera según
declaraba ella.
Al tener todo el día libre, sin supervisión de un adulto y con buen dinero,
Amanda pensó que su prima la iba a llevar a un centro comercial a comprar
ropa o recuerdos para ella y su familia. Y que después de aquello continuaría
descubriendo de las maravillas de Londres y su enriquecedora historia. ¡Pero
que ingenuidad la de mi madre por dios!
Solo le basto una semana a Minnie para cambiar a la camandulera de
Amanda en una sucia perra adicta a las drogas. O como dicen los británicos en
una Mingebag.
El procedimiento que utilizo Minnie fue el que comúnmente utilizan
cualquier joven británico con saciedad de drogas, fiestas y sexo. Según lo
relata Amanda, su prima Minie la llevo a una especie de refugio para
homeless, debajo de un gran puente que quedaba contiguo a un Skatepark de
mala muerte. Pero en vez de estar infestado de vagabundos como comúnmente
los había en su país; la escena que observo Amanda fue una pequeña
aglomeración de jóvenes que fumaban y se drogaban sin ningún tipo de pudor
o miedo. Pero lo que más le impactaba eran lo hermosos que eran aquellas
personas. Tanto los hombres como las mujeres eran de una estatura
prominente. También lo bien vestidos que iban como si fueran a ir a alguna
especie de fiesta de etiqueta. Y el estilo tan fino en que pronunciaban el inglés
que a diferencia del dialecto americano, estos lo hablaban con una sutiliza y
elocuencia que hasta el más fiestero de aquel grupo hubiera quedado como
genio de la esgrima del arte verbal.
Minnie presento a su prima con sus conocidos que más o menos se
componían de unas 6 personas de aquel chorrero de gente. A diferencia de lo
que había observado anteriormente, los amigos de su prima más bien tenían un
aspecto bastante peculiar ya que estos vestían de ropas negras, botas militares
y crestas puntiagudas y verdes. Aquel grupo estaba integrado por tres hombres
y tres mujeres. Obviamente las chicas no llevaban cresta pero si dos de ellas
llevaban su pelo pintado de azul y la otra parecía conservar su color natural de
cabello que era pelirrojo. En contraste con su apariencia la mayoría de ellos
fueron muy amigables con ella. Todos ellos menos la pelirroja. Esta la miraba
de reojo con cara de poco agradarle. Además no significaba del todo que fuera
a ser aceptada en aquel grupo de la noche a la mañana, pero suponía Amanda
que por ser familiar de Minnie, que demostraba cierto liderazgo en aquel
grupo, se daba a entender que por el momento estos serían sus nuevos amigos
en su estadía en Londres.
Al regresar a casa su prima le pido el favor de que no le contara nada a su
madre dónde habían estado, que ella se encargaba de los detalles y le prometió
que mañana la llevaría a un centro comercial para que le comprara algo a sus
padres. Aun así Amanda todavía pensaba lo incomodo que fue estar en aquel
sitio. Pero no podía quitarse de la mente algo y era aquel chico que su prima le
había presentado. Aquel muchacho alto y blanco, de cabello puntiagudo y ojos
verdes. A pesar de no ser para nada el estilo de hombre que ella idealizaba,
había algo en el que por dentro le removía su corazón y le hacía tener
pensamientos inmorales a los ojos de dios. Oprimía contra su pecho la
camándula de oro como si esperara que el señor le apartara aquellos
pensamientos impuros. Pero estos solo se volvían más frecuentes con el pasar
de las horas.
Al día siguiente Amanda hablo con sus padres contándoles lo excitante que
ha resultado su estadía en Londres (obviamente no les dijo que se había
masturbado pensando en un joven británico que iba en contra de la
Monarquía) y que estaba ilusionada en llevarles una biblia bendecida por un
tipo que supuestamente había sido poseído por Jesús y que este le había
encomendado la misión de predicar su palabra y bendecir a las personas con
sus gloriosas manos (si no tenías dinero el tipo sudaba de ti).
En la tarde Minnie le comento que su madre les había dado permiso a las
dos para que fueran a una fiesta siempre y cuando no llegaran muy tarde.
Amanda no le agradaba mucho la idea porque desde que su prima le presento
al grupo de amigos que ella frecuentaba supuso que sería una fiesta de punks
alcohólicos llena de música ruidosa y que sería en un sitio todo menos bonito.
Pero como su tía ya les había dado el permiso no quería que esta sospechara
de la verdadera y oculta vida que su prima llevaba fuera de la casa. Así que no
le quedó más opción que pedirle consejo a su prima sobre el tipo de ropa que
ella debería usar para la fiesta a la que iban, ya que su ropa era muy de monja
y no tenía nada negro que llevar. Esta la miro un poco ofendida pero después
cambio de semblante y le propuso ir al centro comercial antes de la fiesta para
que se comprara ropa no solo para la ocasión sino para el resto de su estadía ya
que Amanda solo contaba con un par de chaquetas anticuadas y si en verdad
quería sobrevivir al estilo de vida Londinense tendría que empezar cambiando
su forma de vestir.
Fueron al Mall más cercano y entre una tienda y otra se compraron tal
cantidad de ropa que se pensaría que Amanda se quedaría a vivir del todo en la
ciudad. Según Minnie estaba segura que su prima se quedaría más tiempo de
lo pensado y el tiempo le hallaría la razón. El tipo de ropa que compraron más
bien fue de sorpresa para Amanda ya que se había comprado ropa bastante
elegante y juvenil a la vez y no había rastro de ropas negra o anarquista como
en un principio pensó. Se compraron desde faldas con botones, botas elegantes
y femeninas. Chaquetas grises, negras y rojas y una variedad de pantalones y
blusas que ya formarían el estilo de glamour que Amanda utilizaría el resto de
sus días no solo en Inglaterra sino cuando regresara a Colombia.
Amanda estaba muy confundida por que no entendía del todo a su prima.
Su primera impresión de ella había sido la de una adolescente amable y casera;
no es que su prima no fuera amable con ella, todo lo contario. Sino que con su
madre llevaba una doble vida y eso la ponía nerviosa. También la
circunstancia de que al tener un grupo de amigos con intereses a la música
anarquista ya había dado por hecho de que sería el tipo de personas que
frecuentaría; pero ahora la estaba invitando a una fiesta, comprándole ropa
muy elegante y cool, donde no cuadraba nada con el tipo de fiesta o atuendos
que se pensaría se debería llevar a una fiesta de personas que van en contra del
sistema.
Amanda ya tenía lista el tipo de ropa que llevaría a la fiesta. Jean negro
con una camisa inglesa y una chaqueta gris. Lo único que le fastidiaba era que
en la parte trasera de la chaqueta llevaba unas letras que decían “GOD SAVE
THE QUEEN”. No sabía si hacía ilusión a algo en concreto pero no le daba
buena espina. Observo que su prima entraba a su habitación en toalla ya que
acababa de salir de la ducha y pensó que sería oportuno preguntarle sobre el
significado de las condenadas letras. Pero antes de mediar palabra su prima se
quitó la toalla delante de ella y sin darle importancia a su privacidad dijo que
le apetecía cambiarse en la habitación de Amanda. Esta vio el cuerpo
blanquito de Minnie. No tenía grandes senos pero eran de lo más redondos y
proporcionados; sus pezones rosados estaban todos paraditos, como si se
estuvieran quejando del espantoso frio que estaba haciendo ese día.
Su prima se quejó de lo intimidada que se sentía de que la estuvieran
mirando de esa forma y apenada por el comentario Amanda empezó a quitarse
la ropa. Se disponía a salir de la habitación para ir al cuarto del baño para
ducharse pero antes de salir su prima la detuvo. Esta aún no se había vestido
del todo y quitándole de forma violenta la toalla de Amanda, le pregunto algo
indebido.
- ¿Te gustan mis tetas? – le pregunto Minnie llevando la mano de Amanda
a su entrepierna.
- ¿Qué haces hija de puta? – contesto Amanda alterada y tratando de
apartarse de su prima.
- Así me gustas más. No la Amanda virgen de mierda sino esta, la puta
zorra que le gusta manosear el coño de su prima.
- ¿Pero qué dices? Tú eres la que me está obligando a tocarte. Además no
me gustan las chicas, me gustan las…
- ¿Te gustan las pollas? – Lo decía Minnie soltado una gran carcajada –
¿Te gusta Sid, cierto? Vi como lo mirabas de reojo jodida puta. Además no te
estoy obligando a nada. Tus eres la que no ha quitado tu mano de mi coño
húmedo, me excitas que lo aprietes así.
Amanda se dio cuenta que su prima ya no le sujetaba la mano, y que por
inercia su mano se había quedado tocando aquel coño sin vello púbico ya
abultado por la excitación. Se apartó rápidamente y si estaba confundida antes
con la actitud de su prima, ahora solo quería su tía volviera lo más pronto
posible y decirle que se regresaba a Colombia inmediatamente. Pero por otra
parte le había gustado mirar a su prima desnuda, y los pensamientos
pervertidos que tenía con el amigo de esta volvían con más fuerza; tanto que
su prima estallo de nuevo en carcajadas cuando le hizo notar que sus pezones
estaban más puntiagudos que la misma Torre Eiffel. Amanda avergonzada le
quito la toalla que su prima le había arrebatado y salió de la habitación
bastante alterada mientras Minnie continuaba riéndose de los percances de su
prima
Mientras se duchaba Amanda ya estaba más que segura de que no iría a
aquella fiesta con la rara de su prima. ¿Pero si aquel chico iba también?
Además ella no conocía del todo la cultura de aquel país y sería darle gusto a
su prima de que pensara que los colombianos eran unos culicagados que no se
le median a nada. Cuando se trataba de patriotismo Amanda hubiera sido una
excelente exponente del tema. Cuando salió del cuarto del baño noto que su
prima la estaba esperando en la puerta de la habitación. Ya estaba totalmente
vestida y con cara de apenada.
- Quiero pedirte disculpas Amanda por mi actitud de hace un rato. Está
bien si no quiere ir a la fiesta y que me delates ante mi madre sobra mi
decepcionante comportamiento – lo decía Minnie con cierto aire de sinceridad.
¿Qué le habrá hecho de cambiar de actitud a su prima? Eso ya no le
importaba a Amanda. Lo único que rondaba por su cabeza era que hoy tenía
que hablarle al amigo de esta y si lo quería lograr tendrá que estar en buena
relación con ella.
- Pareces tremenda zorra pidiéndome disculpas por banalidades. Hoy lo
que quiero es cogerme a tu amigo el de los ojos bonitos – y sin decir más entro
a su habitación a cambiarse mientras cantaba una canción desconocida para
Minnie. No se podría describir la dicha que tenía esta al oír aquellas palabras
de la camandulera de su prima. Pero sabía que lo de camandulera había
llegado hasta ese día. De ahora en adelante se convertiría en una persona
totalmente diferente, extrovertida y adicta a las buenas fiestas.
Llegaron a una zona bastante refinada, de edificios de arquitectura gótica y
de gente que transitaba con elegantes trajes y de caminar distinguido. Amanda
ya estaba dándose por vencida de que en verdad terminaría en una fiesta de
corte ingles al estilo de la literatura de Oscar Wilde; pero después de haber
caminado unos 15 minutos se percató que ya se habían alejado un poco de esa
zona y después de caminar algunas cuadras llegaron a un edificio de 6 pisos,
bastante anticuado y viejo que parecía que se fuera a derrumbar en cualquier
momento.
- ¿Dónde carajos estamos? – pregunto Amanda.
- Cerca de la fiesta. Dentro de pronto podrás encontrarte con tu príncipe
azul – le contesto Minnie guiñándole el ojo.
En teoría la fiesta no era en aquel horrendo edificio sino cerca de este
había una especie de pasadizo subterráneas de mala muerte. Minnie reconoció
a algunos amigos suyos y yendo detrás de ellos bajaron por aquella escalera
improvisada donde los aguardaba un tipo que aparentaba cumplir la función de
guardia de seguridad. Amanda observo que estaba exigiendo identificación
para entrar.
- Me les cague la fiesta – le dijo a Minnie en tono resignado.
- Deja que la reina del rave te enseñe como es que se vive en estos
suburbios.
Cuando el guardia le pidió la identificación a Amanda, esta le contesto
muy nerviosa que la había dejado en casa. El guardia que era un tipo negro de
dos metros ya se estaba preparando para sacarla a patadas del sitio cuando su
prima salió en su defensa.
- ¿Joey cuando me vas a pagar las pastillas que te vendí para que olvidaras
a la horrenda de tu mujer? ¿O es que la pobrecita no sabe que su marido se la
pasa acostándose con pura colegiala?
- ¿Maldición Minnie, soy uno de tus clientes más fieles, no merezco por lo
menos el derecho a la privacidad? ¿Acaso esta esta zorra extranjera viene
contigo? - Dijo aquel hombre mirando de forma repulsiva a Amanda.
- Si hijo puta, es mi prima y si veo que te metes con ella voy hacer que tus
bolas negras pasen el resto de sus días en la cárcel – y dicho esto agarro la
mano de Amanda y quitando del medio al guardia con su mirada entraron con
toda la gloria y el respeto del mundo en aquel sitio oscuro infestado de gente
joven y de música electrónica salvaje y rápida. Amanda conocería en aquellos
momentos la famosa escena underground del Rave londinense de los 90s.
Jóvenes alocados bailando salvajemente mientras otros cuantos estaban
tirados en sofás improvisados emborrachándose de lo lindo. Amanda juro que
hasta llego a ver a un tipo bailando desnudo. Pero no le prestó atención aquel
suceso tan gracioso y a la vez bizarro porque se percató que en una esquina se
encontraba su amor platónico, a su crush como lo denominan ahora las
especiales. Y estaba totalmente diferente a como lo conoció. Ya no tenía esa
fea cresta verde, se había desteñido completamente y ahora lucía un lindo
cabello largo color pelirrojo. Este le llamo con la mirada y al verse de cerca se
empezaron a besar tan apasionadamente que se pensaría que aquellos chicos
eran novios de hacía muchos años. Después le dio unas pepitas de colores y
ambos se la tomaron como si fueran dulces. Lo único que recuerda Amanda de
esa fiesta es que bailo como nunca lo había hecho con aquel chico pelirrojo. Y
es que no faltaba saber bailar, ya que ese tipo de música se bailaba como a uno
se le viniera en gana el culo y pudo darse cuenta de la hermandad que existía
en toda aquella gente tan rara pero tan jodidamante genial.
Cuando iban saliendo a la madrugada de aquel sitio Amanda iba cogida de
la mano de su nuevo novio. Nunca se le cruzo por la mente que tendría su
primera relación amorosa en aquel país tan extravagante, pero que esa rareza
se acoplaba perfectamente con la libertad que se respiraba en las calles. Pero
como la vida no le gusta verte feliz más de cinco minutos, llego una chica a
reclamar lo que supuestamente era suyo.
- ¿Maldito imbécil que haces con esa zorra? – dijo una voz femenina.
El grupo al percatarse de aquel reclamo tan bien formulado, ellos y en
especial Amanda percibieron que aquella amenaza provenía de una pequeña
pelirroja. Amanda noto que era la misma chica que la había mirado como un
bodrio cuando su prima les había presentado a sus amigos. Y si aquella vez la
miro como una escoria, en esos momentos tenía la mirada de querer sacarle el
corazón.
- Sid, pequeño pedazo de mierda te estoy hablando. ¿Por qué estas cogido
de la mano de esa pequeña puta maloliente?
La situación no podía ser más incómoda. Sid le dijo algunas palabras
suaves para calmarla, explicando entre otras cosas que ya su relación con ella
había terminado hacia un par de meses y que este era libre de andar con quien
quisiera. Todo este lo decía sin soltar la mano de Amanda. Este hecho desato
más la ira de aquella chica que se le notaba que estaba drogada.
- Así que te crees la mierda. ¿Por qué no vienes aquí y me lo dices en mi
puta cara? – le contesto en tono desafiante.
- Ya te dije que no tengo porque darte explica…
- No te lo estoy preguntado a ti marica. Se lo estoy preguntado a la zorrita
que tienes agarrada de la mano. Quiero ver si una puta extranjera me puede
venir y quitarme a mi novio. ¡Es que mírala, si solo es una repugnante
indígena!
Aunque Amanda era blanca, tanto como aquella gente gracias a la genética
de sus padres bogotanos; se sintió ofendida totalmente porque sabía que
aquella chica decía tales insultos no solo para hacerla sentir mal sino también
porque se le notaba que evaporaba odio y discriminación hacia las personas
que habían nacido en el cono sur de América. Miro de reojo a sus
acompañantes y en especial a su prima. Sabía perfectamente que ella podría
intervenir y darle una buena tunda a su amiga y salir de aquel sitio como si
nada hubiera ocurrido. Pero no quería siempre depender de ella, quería
demostrarles no solo a nuevos amigos sino también a aquella chica, lo
peligroso que puede resultar meterse con un colombiano si le dañas el rato.
Así que se dirigió hacia ella ante las miradas expectantes de su grupo de
amigos, y la pelirroja al notar que Amanda se le estaba acercando, aumento su
número de insultos en una cantidad tan considerable que se pensaría que
aquella chica era profesional en el oficio. Amanda estaba decidida, no solo se
haría respetar sino que quería dejar en claro que no se podía andar en la vida
tratando mal a las personas por su país de origen, color de piel o pensamientos.
Antes de que la pelirroja pudiera lanzarle otra blasfemia, Amanda con su
mano derecho, la misma con la que se masturbaba y se daba el padre nuestro,
le acarició la cara a su rival de tal fuerza que la tiro instantáneamente al suelo.
La pellirroja se dio cuenta que sangraba por la nariz y al ver que Amanda le
agarraba de la camisa para darle otro puñetazo, empezó a llorar y a gritarle a
los demás de que ya era el momento de decirle la verdad antes de que Amanda
terminara matándola.
Amanda confundida soltó a la desdichada pelirroja y exigió una
explicación. Su prima le declaró entre risas que todo este inconveniente había
sido debidamente planificado por todos los del grupo. Incluyendo a la pelirroja
que todavía seguía tirada en el piso.
Le explico que aquella chica se llamaba Lauren y era ni más ni menos que
la hermana de Sid. Amanda ahora entendía el parecido tan razonable que
tenían aquellos dos. También le detallaron el motivo por el cual decidieron
hacer tan extraña situación; y era que la mayoría de los amigos de Minnie no
estaban del todo convencidos de aceptar a Amanda en el grupo ya que creían
que era demasiado ingenua e inocente. Entonces Minnie con su mejor amiga
Lauren idearon el plan de poner a prueba a Amanda y verificar si en verdad
tenía las agallas de rebelársele a un miembro del grupo. Pero esta ni nadie
esperaban que Amanda llegara hasta esos extremos.
- Ustedes sí que están retorcidos de la mente, joder – lo decía Amanda
mientras ayudaba a levantar a Lauren.
- Ahora sabes lo importante que es para nosotros mantener el status de
nuestro grupo social. No podemos dejar que cualquier impuro ensucie nuestra
escena – le contesto Minnie prendiéndose un cigarrillo.
- ¿Y es que tu zorra no tienes autoestima ni carácter para impedir que tus
amigos te pongan en estas?
- Alguien tiene que hacer el trabajo sucio – lo decía Lauren mientas se
limpiaba la sangre con su chaqueta.
- ¿Y lo de Sid también hacia parte de este montaje? - pregunto con
indiferencia Amanda.
- Claro que no linda. No dejaría que cualquier aparecida me hiciera una
felación en plena fiesta. ¿Qué crees, que soy un fácil? – le contesto su novio
con una pequeña sonrisa.
- No era necesario que fueras tan explícito con tu explicación cariñito – le
contesto Amanda con cara de disgusto.
Desde ese momento Amanda serie parte de aquel grupo de jóvenes
ingleses; emborrachándose, drogándose, haciendo desmanes y cogiendo con
Sid como si no hubiera un mañana. No faltaba decir que su prima Minnie se
convirtió como una hermana para ella. Fue la que ayudo a que Amanda abriera
los ojos y conociera de primera mano cómo era el mundo en verdad. Su lado
bueno, las traiciones, los malentendidos y claro estas las peleas no estuvieron
exentas durante la estadía en Inglaterra. Todas aquellas personas se
convirtieron en personas muy especiales para aquella colombiana que había
llegado a aquel país como una completa virgen de barrio. Y que esos tres años
sin duda fueron los mejores de su vida. Pero como dice el dicho todo lo que
comienza debe tener un final.
Los padres de Amanda naturalmente temían que su hija se terminara
radicando del todo en aquel país sin haber tenido la oportunidad de que esta
hiciera algún tipo de estudio universitario; y no se lo podían costear si lo
realizaba en Londres. Tuvieran que hasta contratar un abogado para que los
asesora en encontrar la manera traerla de vuelta a su casa. Pero ni fue el
abogado ni tampoco sus suplicas a Dios que hizo que Amanda regresará al
nido del hogar, si no como lo diría ella “necesitaba volver a sus raíces para
estar en paz con ella misma y ahí si irse del todo a Europa”.
Al volver después de 3 años a Colombia, Amanda noto que había olvidado
por completo lo que sentía estar de nuevo en su país. Una sensación de
nostalgia y decepción fue lo que sintió con el transcurrir de las semanas. Se
percató de que la gente no era lo suficientemente bella y libre como en
Inglaterra; y que Bogotá era una olla de contaminación y delincuencia. Fue
claro con mis abuelos al advertirles de que no realizaría ningún tipo de estudio
universitario en Colombia y que no le importaba terminar como personal
shopper en Londres. Prefería eso que a vivir una vida de miedo y monotonía
en su país. Además les dijo que su novio Sid vendría a visitarlos en unas
semanas y que apenas el conociera la ciudad, se irían de nuevo a conocer toda
Europa por un año y que después de eso mirarían que se pondrían hacer.
Como lo había predicho Amanda, su novio ingles llego a Colombia a las
dos semanas. Mis abuelos en un principio estaban rancios con la idea de darle
la bienvenida a aquel joven extranjero que se pretendía llevar a su hija. Pero
ya al ver a aquel pelirrojo de metro ochenta y cinco, tan educado y
carismático, esos viejos ya no sabían cómo mas consentirlo y atenderlo; que
hasta la misma Amanda se quejó que a ella no la habían recibido de tal
manera. Todo parecía indicar que mis abuelos aprobarían que su hija se fuera
de Colombia para siempre ya que concluyeron que su calidad de vida sería
mucho mejor en Inglaterra.
Pero muchas veces no entendemos que la vida es tan frágil e inesperada
que casi siempre damos a las personas y cosas que atesoramos por nuestras sin
entender que lo único que es nuestro es la misma muerte. Ni nuestros padres,
ni pareja o amigos nos pueden salvar del camino que tarde o temprano todo
recorremos. Y que mi madre entendería aquello de la manera más putamente
atroz.
Los dos enamorados fueron al Salitre Mágico a pasar una tarde
supuestamente divertida para despejar un poco la mente sobre el tema del
regreso a Inglaterra y del viaje que tenían planeado hacer por Europa. Se
encontraban muy ilusionados porque ya mis abuelos les habían dado la
aprobación de que se podían ir sin ningún problema; antes habían sacado de
los supuestos ahorros que tenían para los estudios de mi madre, y se los había
entregado a ellos para que le hicieran buen uso en su viaje de regreso. Aquella
tarde fría bogotana daba pinta de que llovería dentro de poco. Así que salieron
del parque de diversiones a eso de las seis de la tarde y de regreso tomarían el
Transmilenio para no gastarse un ojo de la cara tomando taxi y así ahorrar
algunos pesos que de seguro le serviría para su tan cercano viaje. La realidad
era que en dos días regresarían a Londres, ya tenían los boletos de avión ya
reservados y las cosas que llevarían de recuerdo. Entre dichos recuerdos
llevaban muchos dulces colombianos, tales como el chocorramo, las
margaritas, un sinnúmero de bocadillos de diferentes variedades, choclitos
entre muchos otros manjares.
Todo sucedió tan rápido que ni siquiera hubo la oportunidad alguna de
salvar la vida de Sid. Cuando se dirigían al portal del Transmilenio tuvieron
que cruzar por una calle poca transitada pero que aun así no levantaba
sospechas porque pasaban automóviles en cierta proporción. Un tipo que venía
en frente de ellos, mal vestido con una chaqueta bastante vieja y una gorra con
un estampado de los Lonney Tunes, se le acerco a preguntarles si podían
proporcionarle la hora. Sid, como todo buen extranjero incauto siempre a la
orden de ayudar al prójimo, saco su móvil para ayudar a su verdugo; Amanda
conociendo el viejo truco le dijo a su novio que guardara el celular, le tomo de
la mano y le dijo que corriera, que aquel tipo los quería robar. Pero fue todo
demasiado tarde porque había un segundo cómplice esperándolos detrás de
ellos; forcejo con Amanda para quietarle sus pertenencias y al ver que se
resistía saco su navaja para apuñalarla pero en esos momentos mi padre se
interpuso y fue él, el que recibió las cinco puñaladas que acabaron casi
instantáneamente con su vida, Tres fueron en el abdomen y dos cerca del
corazón. Los tipos al ver que mi madre gritaba como una demente declinaron
de completar el asalto y simplemente se escaparon sin llevarse nada. La
ambulancia llego a los diez minutos hallando en la escena del crimen a una
chica llorando desconsoladamente abrazando el cadáver de su novio que
reposaba sobre un charco de sangre.
Ay jueputa esto sí que es una vaina muy difícil de contar. Esta última parte
que estoy relatando de la muerte de mi padre; no estaba escrito en ningún
diario de mi madre. Absolutamente nada. Esto me lo conto ella misma cuando
cumplí los doce años, cuando ya las preguntas no se podían seguir contestando
con una excusa de diferentes versiones. Y a la par fue la edad en la que ella
accedió a dejarme leer sus escritos personales. No puedo decir que extraño un
montón a mi padre porque nunca le llegue a conocer, pero mis abuelos dicen
que me parezco mucho a él. Yo solo veo que le saque de la genética su pelo
rojo, sus pecas y de que soy más blanca que una convención del KKK .
Si les soy sincera sueño casi todas las noches que me encuentro a esos
malditos que mataron a mi padre y me los imagino que están agonizando en su
propia sangre. Uno no debería conocer la muerte antes de nacer. Si él no se
hubiera interpuesto entre el ladrón y mi madre, lo más probable es que no les
estuviera relatando esta historia.

II
PRIMERO AÑOS Y TALENTO INNATO

Al poco tiempo de que mi padre fuera asesinado, mi madre les revelo a mis
abuelos de que estaba embarazada. Ella estaba tan jodidamente mal que
tuvieron que internarla en un centro psiquiátrico para que no se fuera a
cometer alguna estupidez, y más de que estaba a unos meses de dar a luz.
Querían evitar que le pasara algo a ella y a mí por supuesto. Mi nacimiento fue
lo único que motivo a mi madre a seguir adelante. Lo más probable es que si
yo no hubiera sido engendrada mi madre tarde o temprano se hubiera
suicidado. A los meses de mi nacimiento, y con el siempre apoyo
incondicional de mis abuelos, Amanda empezó a estudiar Derecho en una
prestigiosa Universidad y ya cuando cumplí los seis años de edad, ella ya se
había gradado de abogada con un sinfín de honores y reconocimientos
académicos.
Desde muy pequeña me llevaron a conocer a mis abuelos paternos en
Glasgow, Escocia. Era dónde provenía la familia de mi padre y que desde
aquella vez pude entender que mis familiares de esa parte del mundo eran
pelirrojos y de contextura simpática. Hecho que no fue ajeno a mi genética y
que siempre vivo agradecido de la vida por ello. Cada vez que iba a visitarlos
con mi madre, siempre nos terminaban suplicando de que nos quedáramos a
vivir en Escocia, que ellos se encargaban de darnos vivienda y dinero mientras
nos acomodábamos en la ciudad. Mi madre aunque agradecida con tan amable
y tentadora oferta siempre terminaba rechazándola aduciendo de que ya tenía
un trabajo establecido en Colombia como asesora jurídica de una empresa de
telecomunicaciones y que quería que su hija creciera en su país natal.
Fue sorpresa cuando ya a la edad de los quince años en una de esas visitas
anuales a mis familiares escoceses, uno de ellos, mi abuelo Benjamín me dio
como regalo una armónica. Alucinaba porque cuando la intentaba tocar solo
botaba saliva y parte de mi dignidad. En cambio uno de mis tíos, que se llama
Olly, tocaba aquel instrumento de una forma tan maravillosa que hasta lo hacía
a uno bailar. Bueno la verdad que desde pequeña con cualquier estupidez
bailaba; me enrumbaba hasta con la música de los ascensores. Fue aquel hijo
de puta que le dio la maravillosa idea a mi madre de decirle que cuando
llegara a Colombia me matriculara en algún curso donde se pudiera aprender
mejor el arte de aquel sublime instrumento Mi madre fue escéptica al principio
porque cuando llegamos dejamos aquella armónica tirada en un sofá y
quedaría ahí por meses, hasta que un día mi madre se sentó a leer algunas
cosas de su trabajo y sintió al instante algo duro y excitante entre su culo. De
lo culpable que se sentía Amanda al ver el uso que se le termino dando a la
armónica. Se puso a la tarea de buscarme algún profesor o academia que me
enseñara a tocar tan patético instrumento.
Decir que fue difícil encontrar algún idiota que se dedicara en específico a
enseñar y encontrarle utilidad a aquel instrumento es quedarse corto de
términos. La mayoría de academias musicales enseñaban lo típico; guitarra,
batería, bajo eléctrico, canto y ¡hasta el acordeón!
¡Eche que viva Diomedes no joda!
Ya cuando mi madre se daba por vencida - y que aquella situación me
generaba cierta alegría porque así ya no tendría que seguir observando el cómo
perdía su dignidad -, cierto día le llamaría un amigo de la empresa donde
trabajaba y le comento de que conocía a un tipo que tenía ciertos
conocimientos sobre la armónica y de otros instrumentos pocos conocidos en
nuestro país, que él se podría tomar la molestia de presentárnoslos con aquel
engendró de satán ese mismo fin de semana y que lo intentáramos por última
vez si era posible sacarle provecho a la armónica regalada por mis parientes
europeos.
Antes de la cita con el especialista mi madre me obligo a que llamara a mi
tío Olly para que este me pudiera dar alguna especie de consejo para no llegar
allá toda virgen sin saber tocar una mierda. Cuando le llame solo me dijo que
me dejara llevar por mi instinto y que dejara que la música fluyera en mí.
- ¿¡Tío pero si no se tocar una mierda como voy a dejar que la música
fluya!? – le conteste alterada (obviamente en inglés).
- Esas no son las palabras de una señorita de su edad - me recrimino con su
tan fino dialecto escoces .
- Lo siento. Pero enséñame algo, no quiero quedar como una idiota delante
de otro idiota - le contesta más calmada.
Lo único que hizo mi tío escoces fue enviarme vía correo electrónico un
enlace de un video en el que aparece un viejito ingles enseñando una canción
en armónica con ciertos aires a música country. Lo bueno de aquello fue que la
canción no era muy larga y el viejo la enseñaba de una manera tan práctica y
detallada que en menos de un día ya tenía la canción aprendida. Y que por
primera vez ya no miraba con malos ojos al condenado instrumento. En
verdad fue bastante gratificante haberle encontrado su verdadero uso y no que
terminara en el culo de las personas.
Llegando el bendito día del encuentro con el erudito, me había levantado
temprano para poder practicar un poco más con mi instrumento. En verdad si
quería aprender más a fondo aquel instrumento pero no bajo la presión de un
tutor ya que sabía que cuando uno tiene a alguien enseñándole cualquier tipo
de arte, casi siempre te imponen sus gustos y perspectivas de lo que a ellos le
gustan y no lo que a uno le gustaría aprender de una forma didáctica. Y eso me
pasaba con todo lo que amaba en esta vida, desde los libros y películas que
miraba hasta el tipo de música que me apetecía escuchar. Es difícil encontrar a
un adulto que te ayude a fomentar tu talento explorando diversos métodos para
que el alumno logre encontrar su sentido del arte y así logar que su talento se
transmute en una pasión de vida.
El punto de encuentro era en la biblioteca Andrés Caicedo. -¿Pero qué
clase de broma me estaban jugando? -, y tuvimos que esperarlo como por 20
minutos. Eso no era ningún problema para Amanda y su pretendiente. En
verdad el tipo me estaba utilizando de señuelo para poder acercársele a mi
madre. Se le notaba el fastidio en la cara de tener que acompañar a una
adolescente a que le resolvieran sus dudas existenciales mediante clases de
música. Pero lo soportaba viéndole el trasero de mi madre. Sabía que ella
pasaría de él porque en verdad el tipo era un completo idiota, ya que se la
pasaba alardeando de su vida social y de lo querido que fue en su época
universitaria. - ¡Lo que hacen las madres por sus hijos! -.
Esperaba que el responsable de decirme que no servía para la música fuera
un hippie de cabello largo y de barba Jesusana, que llevase ropa de segunda
mano y oliendo a aromatizantes de automóvil. – ¿¡pero no nos han dicho desde
pequeños que no hay que suponer las cosas!? – El caso fue que llego
disculpándose por su retraso, aduciendo de que el tráfico estaba terrible. Era
un hombre de unos 35 años de edad. Vestía camisa a cuadros rojos con negro,
pantalón café oscuro y unas vans old school clásicas. Cabello largo peinado
hacia atrás y un humor que solo mi madre y yo entendíamos. Este tipo de
seguro había estado en el norte de Europa.
Nos contó que le gustaba dar sus clases en una de las tantas habitaciones
personales que disponía la biblioteca para la enseñanza de algún arte; ya que si
necesitaban tomar algún descanso los estudiantes podrían hacerlo dentro de la
misma biblioteca y de paso buscarse un buen libro después de la clase. Solo
ver la elocuencia de sus palabras y sus encantadores y delicados movimientos
hizo que mi lado salvaje deseara con todas las putas ganas del mundo de
demostrarle que tenía lo que se requería para ser digna alumna suya y así
poder verlo todos los malditos días.
- Hola. Mucho gusto me llamo Alexander. Vamos a ver si tienes lo que
necesitas para ser alumna mía. ¿Lista? – me dijo Alexander con una sonrisa
que no hizo más que ponerme nerviosa. ¡Vaya dilema!
Pero no me iba acongojar por sus bellas facciones. Quería demostrarle que
no solo era una cara bonita, que podía tocar la armónica de una manera salvaje
y a la vez sublime. No le conteste, sin importar que aun estábamos en la sala
central de la biblioteca y no en su salón, saque de mi morral la armónica color
café claro y llenando mis pulmones empecé a tocar la canción que mi querido
tío Olly me había enviado por correo. La práctica que había hecho antes de
venir me sirvió demasiado por que tocaba aquella maldita caja de metal y
madera como una verdadera diosa del Rock n Roll. Hasta me creía que estaba
haciendo solos de armónica. ¡Vaya pasada!
Después de mi tan corta pero excitante presentación, mi público no me
lanzaba rosas o ropa íntima, pero si detalle que mi madre me sonreía orgullosa
de mi talento innato. Su amigo más bien estaba como asustado pero igual me
importaba una mierda de lo que pensara. Ahora solo faltaba la opinión de
quien en verdad importaba. Cuando vi que Alexander sonreía y me empezó a
aplaudir me sentí la chica más feliz del mundo. - Y eso que pensaba que solo
almacenaba odio y pereza -.
- ¡Que cosa más increíble has tocado niña! – me dijo Alexander bastante
emocionado.
- ¡Lo sé! me tomo solo un par de días en aprendérmela – le contesté
aunque era falso porque en vedad solo me tomo un poco más de medio día,
para que no piensen que estaba siendo arrogante.
- Nunca me imaginé que alguien de tu edad se interesase en aprender
música del maestro Neil Young. ¡Esplendido!
No sabía quién carajos era el tipo que me nombraba Alexander pero igual
puse cara de que sabía lo que me decía y sin más rodeos le hice la pregunta del
millón.
- ¿Eso significa que serás mi tutor? – le pregunte sin esconder la emoción.
- Además del tan buen selecto oído que tienes para escoger verdadera
música e interpretarla tan espléndidamente en tu armónica – mientras lo decía
su semblante cambio drásticamente –, aun así te tengo que manifestar que
lamentablemente no eres el tipo de persona que me gustaría tener como
alumna.
Ya iba a lanzármele para abrazarlo como muestra de gratitud pero cuando
ya me estaba impulsando capte la situación – cuando me emociono mucho no
entiendo las cosas a la primera-, y quede más perpleja que un cura en su
primer concierto de metal.
¡El hijo de puta me había dicho que no! ¡ME RECHAZO!

Cuanto más vivo más me convenzo de que todo lo que era suficientemente
bueno para nuestros padres no lo es suficientemente bueno para nosotros.
- Oscar Wilde

III
TESTIGO DE SATAN Y ALMAS LIBRES

Soy la última de la fila 3 de mi salón. A mi lado colindo con una chica que
invierte su tiempo en leer la biblia en su celular. La primera vez que la vi
supuse que estaría desperdiciando su juventud en alguna red social o
aplicación banal. ¡Pero no!
En una clase de la señora Gómez, donde esta imparte las asignaturas de
religión universal, le pregunto a aquella muchacha el por qué utilizaba el
celular en su clase. La señora Gómez, al ser una mujer de unos 60 años, soltera
y sin hijos, dedicando toda su vida a promulgar la palabra del señor y que
siempre utilizaba vestidos para sus clases –lo más horripilante no era verla en
vestido, sino tener que observar sus axilas velludas -, ya estaba preparada para
blasfemar a aquella criatura. Me causaba gracia de que una de sus funciones
era promulgar el respeto y los bueno valores, pero aun a su lograba hacerte
sentir como una verdadera mierda cuando estaba irritada y quería desquitarse
con algo – cosa que sucedía continuamente – y su táctica era meterse con tu
físico.
Detalle a mi compañera para predecir con que parte de su cuerpo se
metería la Señora Gómez. No era gorda como Muñoz así que no le podría
llamar “Cerda Puritana”; tampoco tenía los dientes torcidos como López, así
que no le podría llamarla “Rata engendrosa”. La verdad a pesar de ser una
come biblias era muy atractiva para su edad. Tenía los pechos más grandes del
salón, además de poseer un cuerpo atlético y unos ojos verdes que te cagas. No
era menos mi emoción de ver como resultaría la confrontación de aquellas
dos.
- Señorita Esther Cepeda no veo su biblia por ninguna parte. Y además por
qué diablos está jugando en ese aparatejo sin vergüenza alguna. Vaya al
instante donde el coordinador por el observador. No me entra más a mi clase si
no me trae a su acudiente – mientras lo decía se le notaba como las venas de
su frente empezaban a sobresalir de una forma grotesca y exagerada.
- No lo voy hacer. Usted no puede inculparme de algo sin antes haber
verificado con más detenimiento la situación. – le contesto Esther con una
tranquilidad que hizo que los demás del salón nos pusiéramos pálidos.
Y es que nunca antes se había tenido registro del primer caso de que algún
estudiante se le haya revelado a las órdenes de Gómez. Hacer eso era como
sentenciarse a la horca. Dentro del aula se respira un aire denso y sombrío,
como si algún huracán se estuviera aproximando. No se esperaba nada bueno
de aquella situación. Y todo se puso más amenazante cuando Gómez se
levantó de su escritorio y con la cara completamente roja y llena de sudor fue
hasta la mesa de Esther. Pero un movimiento improvisto hizo que la situación
se pusiera tan jodidamente aterrante que hasta la mismísima Arango, que
siempre se caracterizaba por ser la más valiente del salón colocara su cara
sobre el escritorio. Y es que cuando la señora Gómez estaba a un paso de
llegar donde Esther, esta se levantó rápidamente y se puso frente a frente con
su enemigo. Estaba que me cagaba de la emoción, estaba segura de que
Gómez mandaría al mismísimo inframundo a aquella chica tan estúpida.
- Señorita Cepeda veo que no conoce cómo son las reglas en mi clase. Pero
usted no se preocupe que yo se las hare saber para que a la próxima no las
vuelva a pasar por alto – le decía Gómez a Esther prácticamente pegando su
frente con la de ella y que hacía parecer que se fueran a rumbear .
- ¿Piensa usted que me va intimidar hablándome de esa forma tan tosca y
poco propio de una señora de su edad?
Uf parce cuando Esther le contesto de esa forma a Gómez, está ya no
estaba roja ni sudorosa, para nada. Lo que destilaba esa señora era caos y
destrucción. Tomo a la pobre Esther de los hombros y la empezó a sacudir de
una forma ridícula.
- ¿Pequeña engendro de Satán, quien te crees para hablarle de esa forma a
una enviada del todopoderoso? Sal demonio del cuerpo de esta pobre mocosa
ya que sus padres la dejaron a la intemperie de estos – ya Gómez no habla sino
gritaba. Se notaba como la saliva de esta le caía en la cara de la desdichada de
Esther.
- Se equivoca usted señora Gómez – le contesto Esther lográndose zafar de
las garras de esta y con su tan característica tranquilidad volvió a tomar puesto
-, yo si tengo unos padres que se preocupan por mi integridad tanto física y
mental. Como usted no me dio la oportunidad de explicar el motivo fundado
por el cual yo estaba utilizando mi celular pues se me hace obligatorio
declarárselo ante mis compañeros en estos precisos momentos.
- Niña no me importa cuales sean sus mot…
- Mi padre Isacc Cepeda es un eclesiástico que por cuestiones de trabajo
tuvo que trasladarse a esta ciudad. Él es muy conocido por haber creado una
aplicación para móviles que trata de una biblia virtual donde se puede
consultar los parágrafos bíblicos de una manera fácil y sencilla, además de un
sin número de referencias de diversos autores universales. Eso era lo que
estaba viendo en mi celular, no era ninguna porquería de redes sociales ni nada
por el estilo. Solo estaba completando su clase con la aplicación de mi padre.
- ¿Cómo dijiste que se llamaba tu padre? –le pregunto Gómez con un
semblante totalmente diferente. Su cara se puso tan pálida que pareciera que le
hubieran revelado el secreto de la juventud eterna.
- Isacc Cepeda. ¿Por qué? ¿Le conoce?
Sin algún motivo razonable Gómez regreso a su escritorio y continuo con
la clase como si nada hubiera ocurrido y dejándonos a todos con la intriga.
Mirábamos a Esther pero esta seguía con su actitud apacible y no se le notaba
incomoda teniendo en cuenta que medio curso la estaba mirando de reojo. Y
no era para menos, era la primera vez que la troglodita de Gómez era
derrotada en el campo de batalla. Además se le notaba bastante nerviosa
después de lo acontecido y evito lo que quedaba de clase en hacer contacto
visual con Cepeda.
Terminada la clase todos salimos entre una sensación de regocijo y
confusión. Y esto se hizo más notorio cuando Gómez le solicito a Esther que
se quedara un momento para comentarle cierta cuestión. Me gustaba el
chismorreo pero eso ya era interesarme mucho en una persona y la verdad por
aquel entonces solo me preocupaba por mi integridad. De lo que le sucediera a
Cepeda no era de mi incumbencia.
Salía del colegio a mediodía y perfectamente podía tomar el Transmilenio
y en menos de 20 minutos llegar a mi casa. Pero eso era ser uno muy abollado
en la vida. De seguro no habría nadie en casa. Mi madre salía del trabajo a las
5 y media de la tarde, y aumentándole lo que se demorase con los tan
frecuentes trancones en Bogotá, terminaba llegando a las siete de la noche. Así
que se imaginaran lo tedioso que era permanecer todo una tarde y parte de la
noche completamente sola sin nadie ni nada con que entretenerme. Así que
siempre terminaba caminando un par de cuadras y me detenía en un paradero
cercano al polideportivo de la 76 a que pasara el colectivo. Este más o menos
me dejaba a 5 cuadras de mi casa pero la ventaja es que me daba un tour de
casi dos horas y media por la ciudad. Era demasiado genial ya que por menos
de dos lukas podía relajarme y filosofar sentada viendo el panorama de la
ciudad o simplemente esperar a llegar a mi destino escuchando música.
Ese día al subirme al colectivo noté que estaba casi vacío, así que tuve el
privilegio de escoger uno de los puestos de atrás. El de la esquina más
concretamente ya que este disponía de una ventana mucho más grande y
entraba un aire que te duermes. Saqué mi celular y puse el aleatorio de mi
playlist y empezó a sonar una canción de una banda local que se llama Nicolás
y los Fumadores. La canción se titulaba “Bailando Triste”. Parce ese cuento de
que la felicidad la encuentras en las personas o en las cosas materiales ¡es pura
mierda! Solo deja que una buena canción recorra tu cuerpo agotado y te darás
cuenta que la perfección se encuentra en los lugares y situaciones más simples
y mezquinas.
Transcurrida una hora de haber empezado mi rutinario viaje, se subió una
chica de más o menos mi edad. Podría haber pasado por alto este detalle ya
que en el trasporte público capitalino, a consecuencia de los infernales
trancones, se puede observar que se sube gente de toda calaña: abogados,
ejecutivos, estudiantes, artistas y gente del común. Es lindo ver como las
circunstancias sofocantes de nuestro país hace que por un pequeño lapso de
tiempo y en un mismo sitio – en este caso representado por un colectivo -, se
pueden reunir todas las clases sociales unidas por un mismo fin – casi
patriótico – que era llegar a nuestro destino entre empujones, manoseos y
perdida de objetos personales.
¡Esto es Colombia carajo!
El caso es que aquella chica que recién se había subido me causaba una
curiosidad que te morías. Y era porque a esa hora no era muy común ver
pasajeros tomando el transporte público. Así que en esos momentos
sumándola a ella éramos tres personas en ese colectivo. La otra era una viejita
que andaba en el quinto pino y estaba sentada en la parte delantera. De seguro
a la desgraciada se le había pasado su parada hacia tiempos. Pero como
decía cierto personaje de un programa de televisión: ¡ese no es asunto mío!
Lo que me llamo mi atención fue que la nueva pasajera podía haberse
sentado perfectamente en cualquier parte; pero la muy hija puta le pareció
buena idea sentarse un puesto adelante mío.
¿Pero que se creía? Cabía la posibilidad de que también le sofocara los
puestos delanteros pero eso ya era una respuesta rebuscada. Trate de no
prestarle atención a tan insignificante asunto. Desde mi posición tuve la
obligación de detallarme el olor de su perfume; una fragancia suave pero muy
cautivadora. Tenía el pelo bastante corto y peinado hacia atrás. Y lo que más
me llamo la atención de ella era que llevaba unas expansiones de muerte en las
orejas. No creo que tuviera un par de años más que yo pero aun así era la
primera vez que miraba a una adolescente con tendencias tan liberales.
Tomo su morral y haciéndose la disimulada de estar buscando algo
enmarañado se giró hacia atrás de improvisto y me hipnotizó con sus grandes
ojos azules. No sé por qué pero quede completamente paralizada. Podía haber
hecho de mí su juguete sexual pero tan se limitó a prestar su atención de nuevo
en su morral y saco de este un pequeño libro. Me sentí como una completa
idiota al haber dejado que aquella chica me colocara en ese trance de
incomodidad. Pero quería saber más de ella. Me intrigaba el saber qué tipo de
libro leería una persona que con solo haberme mirado por un par de segundos
me había transmitido una sensación de incomodidad y placer a la vez. Aquella
chica destilaba estilo del puro.
Después de un cuarto de hora se levantó, guardo su libro, giro hacia atrás
para volver a buscarme la mirada y cuando la encontró me guiño el ojo. Toco
el timbre de parada y se bajó en la plaza Sid Rotten. Lentamente miraba como
cogía rumbo por aquella plaza infestada de vendedores ambulantes y de
universitarios. Ya cuando el colectivo empezó de nuevo su marcha me di
cuenta a tiempo que aquella estúpida agraciada había dejado su cartera. Toqué
el timbre como un demonio y sin prestarle atención a las blasfemias que me
tiraba el chofer mientras me bajaba, puse ojos de puta en busca de cliente y
rápidamente pude localizarla comprándose algo en un puesto ambulante.
Apresure el paso temiendo de que se mezclara con el resto de muchedumbre
pero se demoró mucho más de lo esperado.
Cuando llegue estaba de espaldas aun hablando con la señora del puesto
ambulante, y con curiosidad observe que en su morral llevaba botones y
cosidos de bandas que no conocía en absoluto y una que otra grosería en
inglés. Y un poco más debajo de su morral mire que llevaba un jean negro
bastante ajustado, el cual le hacía resaltar bastante su enorme culo. Me pillo
viéndole su parte trasera y se quedó mirándome con cierta curiosidad y
picardía. Antes de que me terminara de convertir en un tomate viviente, le
entregue su pertenencia.
- Mira que se te quedo tu cartera en el colectivo – le dije con voz
entrecortada.
Tomo su cartera, la reviso por unos segundos y luego la guardo en su
morral. Se despidió de la vendedora y sin haberle prevenido tomo mi mano y
me obligo a caminar con ella. Después de uno segundos de incomodo silencio,
me soltó, me miró fijamente y en menos de lo que dura un eyaculador precoz
la muy confianzuda me beso. Antes de tener reacción alguna ella ya se estaba
alejando rápidamente y solo me alcanzo a decir estas palabras:
- ¡Estoy segura de que nos volveremos a ver guapa! – y sin más
explicación desapareció entre la multitud de personas que venían de todas
partes por la plaza.
Estuve como una bola parada en aquel sitio como medio minuto y antes las
miradas de los curiosos que habían observado aquella escenita de amor, apreté
bien el culo y empecé a caminar rápido sin dirección establecida. ¿Por qué me
había besado aquella chica? ¿Sera esa su manera de agradecer las cosas? ¿Y
por qué estaba tan segura de que nos volveríamos a ver? Todo había sucedido
tan rápido que ni cuenta me había dado de que llevaba algo en mi mano.
Cuando miré que era pude enterarme que aquella chica cuando me tomo de la
mano había dejado en ella un cigarrillo. En verdad estaba que alucinaba con
todo esto. Aquella chica jugo con mi mente como le complació. ¡Me sentía
violada mentalmente!
Un cigarrillo y un beso. ¡Vaya forma tan rara de dar las gracias! Pensé en
desechar el cigarrillo porque la verdad en ese entonces no fumaba. Pero
termine guardándole en mi bolsillo de mi pantalón. Ni un número le había
pedido. Me molestaba el hecho de que no fui capaz de manejar la situación.
Definitivamente las almas libres son un peligro bien agradecido.

Ya no sé cuántos cigarrillos me he fumado hoy,


ya estaba a punto de agarrar para la casa,
y de la nada apareció este man, me dijo "hay algo en el centro"
y yo pensé esto solo puede salir mal
y ahora estoy aquí bailando triste, pague 20 lukas y estoy bailando solo
pague 20 lukas
¡20 LUKAS!
Ya no sé qué se hizo el man que me invito, en toda la noche no me tome ni
un juguito
y ahora estoy aquí bailando triste pague 20lk y estoy bailando solo
pague 20lk
¡20 LUKAS!
NICOLAS Y LOS FUMADORES – BAILANDO TRISTE
IV
DESAMORES Y MIERDAS DE ESAS

Ya había pasado tres meses desde la vez que tuve mi primer beso. Por
obvias razones no dejaba de pensar en aquella chica que había hecho un
completo desastre dentro de mí. Ya me había resignado que no la volvería a
ver. El colegio siguió igual con su monotonía de mierda. Sacaba notas
mediocres y mis compañeros de clase era la representación de por qué mi
generación es tan superficial y estúpida. La mayoría se la pasaban en sus
celulares de pacotilla alardeando cuantos likes conseguían en cada foto o
cuantos seguidores les lamian el culo. En verdad era muy impopular en mi
clase. No tenía redes sociales y ningún chico me caía . Y eso me preocupaba
menos. Me gustaban las mujeres y de las que había en el salón eran demasiado
postizas para mi gusto. ¡Es que se pueden imaginar que algunas ya se pintaban
la cara como un payaso para llamar la atención de los chicos de grados
superiores! No entiendo el afán de aparentar ser mayor y hacer cosas de
señoras. Tendrán edad y vejez suficiente para hacer tales mierdas, mientas que
la juventud se va de ti en un suspiro.
La única que parecía seguir siendo igual de indiferente y apática hacia los
demás era Esther. Desde aquel agarrón que tuvo con Gómez y de la cual
resulto siendo vencedora había logrado que todos los del curso le tuvieran un
respeto ridículo y no se metieran con ella. La verdad ya de por si desde que
empezó el curso ella había demostrado ese carácter de no agradarle las
multitudes y de convertir el rechazo de sus pretendientes en su rutina diaria. Si
se le miraba con cierta distancia y no se le conociera de nada, se podría
suponer perfectamente que ella era la popular del salón por su exorbitante
belleza y personalidad. Era alta de cabello oscuro que le llegaba casi a la
cintura. De senos y trasero grandes pero muy bien moldeados a su esbelto
cuerpo y unos ojos verdes de otro nivel. Lo único que le delataba su devoción
a la religión era la camándula que siempre llevaba puesta y los enormes
anteojos de monja que utilizaba la mayor parte del tiempo.
Aun así ella no demostraba afecto hacia nadie. Y claro está a mí ni me
miraba ni siquiera por error. Ella por lo menos tenía belleza y metas claras en
su vida. En cambio yo era una máquina de odio, lágrimas y enojo hacia los
demás. Me había enamorada de una loca que de seguro andaría regalando
besos a diestra y siniestras por las calles y yo como una estúpida pensando que
había sido algo especial. Pero lo que más me deprimía de todo aquello es que
estaba en una edad donde debería tener amigos con quien compartir mis gustos
musicales y de formar una banda para tocar en el día del Inglés.
Pero nada de eso ocurría porque en parte si uno no se andaba al pendiente
de las canciones del trapeador de moda significaba que eras un puto rarito y
por ende no se podía estar a la “altura” de los demás. Además también el daño
que ha causado la tecnología en la juventud ha sido que literalmente la vida
termine desarrollándose en una pantalla y esto hace que ya no existan – o por
lo menos eso acontecía en mi colegio-, tribus urbanas tales como los emos,
metaleros o skaters. Nada que demostrase rebelión y empatía hacia el prójimo.
Todo eso había quedado en las generaciones pasadas y se vivía en un entorno
lleno de dopamina virtual y autoestimas bajas.
Cierto día en clase de la señora Gómez el tema que estaba exponiendo era
las religiones del mundo en el continente asiático y como influían en el
desarrollo de su cultura. Pensé que iba a hablar sobre el budismo, hinduismo,
islamismo y otras tantas que varían según la región geográfica y las creencias
espirituales de las personas que la profesan. ¡Pero no! La hija de puta solo se
la pasó pordebajeando a dichas creencias. Decía que la maldad provenía de
aquellas partes del mundo y que la gente que procedía de aquellos lugares eran
seguidores del diablo y que se debían verse como al enemigo. No sé por qué
mi irrito tanto escuchar como insultaba otras religiones, cuando muchas de
ellas eran más antiguas que el mismísimo Catolicismo; y que lo más probable
fuera que aquella hija de puta nunca haya salido de Colombia como para estar
tan segura de sus argumentos. ¡Bruta pero convencida!
- Profesora Gómez porque esta tan segura que aquella gente es devota a
Lucifer. ¿Acaso no es de aquello parajes donde proviene Jesús y sus
enseñanzas? – le dije en tono sarcástico.
Cuando dije aquello medio curso giro hacia donde me encontraba sentada.
¿Una nueva Cepeda? Para nada. No tenía ninguna intención de ganar respeto
alguno o popularidad de aquella gente tan estúpida. Lo dije porque en verdad
sentía coraje oír como un adulto podía distorsionar la realidad impartiendo
enseñanzas influenciadas por sus creencias de mierda. No fue menos la
sorpresa para Gómez oír como otra estudiante se le revelaba delante de todos
haciéndola quedar como la estúpida ignorante que era. No se podía permitir
que la reputación que tantos años le había costado imponer empezara a ser
burlada por una culicagada. Por razones que desconozco nunca hubo castigo
alguno para Esther. Pero yo no era hija de ningún cura ni tenía relación en
absoluto con la iglesia, así que sabía perfectamente que me adentraba en
terreno altamente letal.
- Señorita piel de queso veo que se digna por fin de participar en una de
mis clases pero la verdad no entiendo su pregunta. ¿Sería tan amable de
volverla a formular? Entenderá que ya uno a esta edad ya n….
- Que usted es una vieja hijueputa. Una momia que no se ha dado cuenta
que estamos en pleno siglo XXI y no en la época del oscurantismo.
Fue decir aquellas dulces palabras y todo el curso soltó la risa de
inmediato. Hubo tanta algarabía que hasta la misma Gómez tuvo que retirarse
del salón. Era algo que tenía guardado hacia tanto tiempo que en verdad se
sintió tan satisfactorio como si acabara de tener un orgasmo. Obviamente sabía
las consecuencias que cargaría a mis espaldas. Lo más probable era que
Gómez estuviera buscando al coordinador del colegio para quejarse de que
había un demonio suelto en su curso. La verdad me chupaba media teta lo que
me fuera a pasar. De por sí ya estaba hasta el kiwi de toda la mierda que me
rodeaba.
A los 10 minutos apareció el mismísimo director García con Gómez detrás
de él; me pidió el favor de que saliera del salón y una vez afuera ni se tomó la
molestia de conducirme a su despacho. Cerca de los baños de los profesores
me dijo que estaba expulsada del colegio y que tenía 20 minutos para tomar
mis cosas y que lo mejor era que no se lo contare a nadie para no generar
discordia entre mis compañeros. Entre al salón con Gómez detrás mío y exigió
silencio a la clase. Decidí mejor esperar a que terminara la clase para recoger
mis cosas y marcharme de aquel infierno. Lo pensé porque no quería que las
cosas resultaran tan obvias entre mis compañeros y así evitarme escuchar
algún comentario suelto. Había imaginado mi adolescencia llena de amigos
compartiendo con ellos mis raros gustos musicales, yendo a tokes y soñando
con tener mi primera novia. Pero en vez de eso estaba saliendo por la puerta de
atrás, no habiendo hecho ninguna amistad y humillada por la persona que
supuestamente nos debía enseñar la tolerancia y respeto hacia los demás.
- ¿Piel de queso acaso no escucho al director? Recoja sus cosas y váyase
de mi clase. Usted ya no es más una estudiante de este honorable colegio,
pensé que el director había sido claro con usted señorita – me dijo Gómez en
tono despectivo y se le notaba en su cara arrugada de que lo estaba
disfrutando.
Aunque ya había algunas lágrimas bajando por mis mejillas no permitiría
darle el gusto a esa perra de demostrarle debilidad ni mucho menos de que sus
palabras me estaban hiriendo. Tome mis cosas, trague moco y me fui
rápidamente sin mirar a nadie. Al salir del salón alcance a oír como aquella
arpía volvía a decirme “piel de queso” frente a la clase y como algunos de
ellos se rieron de su apunte. Cuando salí del colegio era un mar de lágrimas,
estaba tan adolorida con la vida que solo pensaba en querer suicidarme.
Empecé a correr en dirección desconocida. No me importaba si terminaba
atropellada por no mirar el cruce de calles o robada por terminar en un barrio
de mala muerte. Lo único que quería era correr y no pensar en nada. Expulsar
todos esos demonios que me sofocaban y liberarme así de las cadenas de un
pasado que me había follado por el culo hacia solo unos instantes.
Después de 15 minutos de correr, pare cerca de un supermercado y cansada
me puse a reflexionar sobre que sitio me sería útil para sentarme
tranquilamente y así poder examinar con mayor calma mi desdichada vida. Por
azares del destino pude darme cuenta de que estaba bastante cerca de la
biblioteca Andrés Caicedo. Si, aquel inmundo sitio donde pase una de las
mayores vergüenzas de mi vida y que había sido testigo de la muerte de mi
talento musical. Sabía que al entrar allí revivirían nefatos recuerdos y
sensaciones; pero por otro era una biblioteca tan grande que se podía perder en
ella. Eso significaba que allí no sería molestada por nadie, además de que
contaba con Internet gratis y tendría el silencio total a mi favor.
Al llegar a la biblioteca lo primero que hice fue ir directamente hacia la
sección de medio audiovisuales. Lo que me sorprendió fue que aquella
biblioteca a pesar de contar con magníficas instalaciones y servicios, esta
permanecía más vacía que bolsillo de gamín . Contemple que solo se
encontraba la señora del aseo y la recepcionista del lugar. Creo que ni siquiera
se percató de mi presencia ya que estaba muy concentrada en su celular.
Irónicamente estaba recostada en una pared donde se había fijado un gran
letrero que estipulaba tácitamente la prohibición de los teléfonos, los
alimentos y los animales.
Utilice unos de los computadores de aquel sitio no para temas académicos
sino para fines hormonales. Cuando estoy ansiosa y deprimida me pongo
cachonda. Busque en mi sitio web predilecto y coloque un video de dos
pelirrojas vestidas de colegialas dándose excitación con algunos dildos. Mi
corazón empezó acelerarse de forma ridícula; y no porque la escena estuviera
buena sino porque la puta pantalla se quedó congelada a mitad del video. ¡Y
preciso en la parte en que estaban enfocando el coño de una de las actrices!
Madre mía ahora si las había cagado de manera olímpica. De seguro la
aseadora se dio cuenta de mi penoso comportamiento y se lo habrá ido a decir
a la recepcionista; y está por cumplir cabalmente con su trabajo bloqueo el
sistema operativo del computador para castigar mi calentura.
Pensé múltiples maneras de salir de la biblioteca sin ser descubierta. Al fin
y al cabo solo había una recepcionista en el lugar, así que en el momento en
que se distrajera de nuevo con su celular aprovecharía tal papayaso para salir
corriendo sin darle oportunidad de que viese mi rostro. Me levanté lentamente
de la silla y como si no me percatara de que había un coño rosado en la
pantalla, salí rápidamente de aquella sala. Ya cuando divisaba la salida de la
biblioteca y apresuraba más el paso escuche un ruido ensordecedor
proveniente del sitio donde acaba de salir.
¡Parce esa mierda vino a explotar!
Ahora sí que me llevo la que me trajo. Insulte a mi profesora, fui expulsada
del colegio, humillada ante mis compañeros, bloquee un computador y ahora
me lo había cargado . No marica yo sí que estaba era pero resalada . Pensaba
seriamente en ir a donde un chamán para que me escupiera en la cara si así se
me quitaba esta suerte tan maligna que llevaba hoy. Después de escuchar tan
agonizante ruido solo pensé en marcharme de aquel sitio lo más pronto posible
antes de que hiciera colapsar la biblioteca completa.
- ¿Niña a donde crees que vas? – me dijo una voz femenina a mis espaldas.
Ya no había escapatoria. Sencillamente la vida quería que pagara por mis
pecados terrenales. No iba ni tan siquiera a tratar de escapar. Según los
postulados de Nietzsche hay que hacerle frente a los problemas para poder
vivir una vida más plena e interesante. Y eso era lo que iba hacer pero a mi
manera.
- Señora acepto que estaba algo cachonda pero entiéndame, ver vaginas es
lo único que me hace olvidar de mi miserable existencia – le conteste en tono
resignado.
- Niña deja de estar parloteando y venga ayudarme – me exclamo la voz
con cierta desdicha.
Me di la vuelta y la escena que encontré fue a la señora del aseo tirada en
el suelo, con todos los productos de limpieza encima de ella, el trapero en su
cabeza y el detergente esparcido por el piso. Ahora me enteraba de que la
causa de tan ensordecer ruido había sido por el descuido de aquella idiota y no
por el video porno que aun reposaba en la pantalla de la computadora. Me
sentía ligeramente agradecida con la vida porque no había indicio alguno de
que aquella señora se hubiera percatado de mis malas acciones.
- ¿Señora que fue lo que ocurrió? – le pregunte como si en verdad me
importara su integridad.
- Hija lo que aconteció fue que me dirigía a la sala de medio audiovisuales
porque recibí una queja de que había alguien viendo cosas indebidas en la
computadora y del afán por llegar rápido me resbale no sé con qué mierda y
resulte volando por los aires. Ya verás que me alcanzo a caer detergente en los
ojos y ahora se me dificulta mirar. Serias tan amable de ayudarme a levantar.
- Claro señora, todo sea por ayudar al prójimo – le conteste con la voz
notoriamente nerviosa.
- Gracias corazón. Puedes llevarme a los baños que quedan a tres estantes a
la derecha de aquí, ¿si no es mucha molestia? – me dijo con notorio estado de
aflicción.
Traslade aquella señora a los baños para que se limpiara de todo el
detergente que llevaba encima, pero no me dejaba de dar lata lo que me había
declarado. Había recibido una queja de alguien que había observado mis
andanzas en la computadora. ¿Pero de quien se trataba? Cuando llegamos a los
baños podía visualizar a la recepcionista desde mi perímetro. Esta parecía
seguir concentrada con su celular y no daba señas de que se hubiera levantado
en un buen rato. ¿Sera que alguien más rondaba por el sitio? Cuando salió
doña Rosita – nombre real de la cucha -, tenía los ojos más rojos que rapero en
cumpleaños de Snoop Dogg. Me declaro que tenía que ir a cambiarse de
uniforme y que me agradecía por haberle socorrido, ya que no se podía
imaginar lo que hubiera pasado si se hubiera quedado tendida en el suelo por
el resto del día: ya que rara vez venia gente a la biblioteca; y que Andrea la
recepcionista solo le quitaba la mirada a su celular cuando cumplía con su
turno de trabajo. Al darme más pistas sobre la actitud de la recepcionista, me
hizo confirmar que ella no era la persona que le dio aviso sobre mi penoso
comportamiento en la sala de medios audiovisuales. Existía alguien que me
estuvo observado desde un sitio estratégico y no me había percatado de su
presencia.
- ¿Puedo preguntarle algo señorita?
- Si está dentro de mis límites no hay problema.
- ¿Eres la persona que me notificaron de ser la sospechosa de estar viendo
vulgaridades por internet?
Ante tal planteamiento no sentí menos que vergüenza ajena. No me
apetecía que aquella señora que perfectamente podría ser mi abuela se
percatara que una colegiala desorientada como yo estaba en plan viendo a
mujeres que se comían sus coños; y lo más peor del caso, de que se le
ocurriera llamar a mi madre, y esta al venir me preguntara por que no estaba
en el colegio. Aunque podría escapar rápidamente de aquel sitio, me sentí
asqueada de tener que huirle a mis problemas. Por una vez en mi vida quería
recibir las consecuencias de mis actos.
- Si Doña Rosa, efectivamente soy la persona que estaba viendo
pornografía homosexual en uno de los computadores de la sala – le dije con la
voz temblorosa pero decidida.
- Con que eso tenemos, señorita. Entenderá usted que al ser una menor de
edad es de mi obligación que llame a alguno de sus acudientes.
- Me parece lo más prudente señora Rosa.
En pocos minutos aquella aseadora paso de ser una despistada buena para
nada a un ser con bastante criterio y madurez. Mire como sacaba de su bolsillo
un teléfono y hacia que marcaba algún número. Después de unos segundos
eternos lo volvió a guardar y me dijo:
- Largo de aquí.
La observe con cara rígida pero sus palabras aprecian destilar una verdad
absoluta. ¿Qué le habrá hecho cambiar de parecer?
- Estoy dispuesta a aceptar las consecuencias de mis acciones. Así que no
le dé lastima de una adolescente inmadura que la vida le ha tratado
penosamente – le conteste con firmeza.
- No siento ninguna lastima por ti chiquilla. Solo devuelvo un favor con
otro favor. El hombre no puede obtener nada sin antes dar algo a cambio, para
crear, algo de igual valor debe perderse.
Me parecía que aquellas palabras las había oído en otra ocasión, pero como
no recordaba de donde exactamente; me hacía creer que aquella señora le
faltaba unos cuantos tornillos.
- En pocas palabras, ¿me puedo marchar? – le dije algo desesperada.
- Exacto. No diré de lo ocurrido y me inventare cualquier excusa barata.
Tal vez le eche le eche el pato a Camila.
- ¿Quién es Camila?
- Hija de unos de los tantos maestros que dan sus clases en este sitio. Es de
las pocas que acompañan a su padre y de por si la más toca huevos. Al
principio negué creer que la que estaba causando estragos se tratase de una
persona diferente a aquella hija del demonio.
- ¿Y cómo es ella? – le pregunte con bastante intriga.
- Es una jovenzuela que lleva unas… - en aquellos instantes el celular de
doña Rosa empezó a sonar.
Maldije a la persona que la llamo en aquellos instantes. No sabía él porque
me había entrado una curiosidad del demonio por saber la identidad de la tal
Camila. Pero al observar que Rosa se alejaba en dirección contraria a la salida
supuse que la bonita relación que nació entre las dos había llegado a su fin.
Antes de marcharme quise echar un vistazo a la sala de multimedia
nuevamente para verificar si el video explícito aún seguía en la pantalla de
aquella condenada computadora. Para mi sorpresa la pantalla estaba apagada y
no había rastro de nadie dentro de la sala. Después de observar
minuciosamente aquel lugar me percate que había un libro debajo de la mesa
donde yo me había sentado. El libro se llamaba “El Guardián entre el
Centeno”, de por si era de una edición bastante vegete. Contenía un montón de
dibujos raros en la caratula; y al observar su contenido advertí que la mayoría
de sus hojas tenían resaltadas frases que me hacían suponer que debían de
tener algún tipo de significado para el dueño de aquel ejemplar. Una de las
frases resaltadas que observé fue la siguiente:
“Cuando ya había cerrado la puerta y volvía hacia el salón me gritó algo
pero no lo oí muy bien. Estoy casi seguro de que me gritó "buena suerte"
Espero que no, Dios quiera que no. Yo nunca le gritaría a alguien "buena
suerte" Si lo piensas bien suena horrible”
¿Pero qué clase de libro me había encontrado? Aquella frase despertó mi
curiosidad frente aquella obra y decidí llevarme el ejemplar a mi casa. Antes
de guardarlo en mi morral el dueño del libro me descubrió en flagrancia.
- ¿Porque te llevas el libro de mi hija? – pregunto una voz masculina que
me sonaba muy familiar.
Y es que al girarme para saber la identidad del presunto dueño me halle
ante la sorpresa de que la persona que le estaba usurpando su pertenencia era
nada más ni menos que Alexander, el profesor de música que había destruido
sin piedad mi sueño de convertirme en una estrella de rock de la armónica. No
se mostraba enojado ni nada parecido; antes detonaba estar muy feliz de
verme, ya que relucía su hermosa y detestable sonrisa que tanto lo
caracterizaba.
- ¿Serias tan amable de devolver el libro que guardaste en tu morral? – me
pregunto acercándose a la mesa donde me encontraba.
- ¿Cómo carajos sé que este libro es de tu hija, y no de un idiota
despistado?
- En la página 84 en el borde superior hay un dibujo de una niña llorando.
Si lo buscas te darás cuenta de que no te estoy mintiendo.
Hice caso a su observación y efectivamente había un dibujo bien elaborado
de una niña sosteniendo un globo y con rasgos de estar botando lagrima. Ante
tal prueba tuve que entregar tan exótico libro.
- Eres muy amable… ¿Me podrías recordar tu nombre?
- Pensé que recordabas los nombres de las personas que destruyes sus
sueños – le dije sarcásticamente.
- Sigues molesta por lo del tema de la armónica. Si es así eres libre de
asistir a mis clases y con gusto te puedo enseñar tan bello arte.
Eso fue la gota que derramo el vaso. Me había aguantado las ganas de
llorar en la clase de Gómez. Me contuve de querer mandar a la mierda a Rosa
y sus principios éticos. Hice todo lo posible por mantener al límite mis
emociones. Pero esto ya era ridículo. Ya no iba a permitir más que las
personas siguieran humillándome, blasfemándome y sintiendo lastima de mí.
Si quería sobrevivir a esta vida de mierda tenía que volverme fuerte. Y que
mejor ocasión que mandando a la mierda a una de los causantes de mis
depresiones nocturnas. Le cantaría las tablas a la persona que en tono burlesco
me declaro que era a una inútil para la música. Iba a expulsar todo lo que tenía
reprimido en mi pecho. Ya nadie se metería más con Brighton Catalina Zeuner
Hernandez.
Al minuto me hallaba tirada en el suelo llorando.
- ¿Qué te aflige querida? – me pregunto Alexander acercándose al suelo
donde me hallaba sentada.
- Quiero morirme. Me repugnan las personas, son muy malas ¡maldita sea!
– le conteste gritando.
Aquel tipo me ayudo a levantarme, me ofreció un pañuelo para que me
limpiara el desastre que tenía en la cara y me condujo al despacho de su salón
donde impartía sus clases. Los salones estaban ubicados en el segundo piso de
la biblioteca. Su salón se encontraba entre unas repisas con libros de música y
arte contemporáneo. Al entrar note un olor de fragancia femenina que ya había
percibido en otra ocasión pero no recordaba de quien y cuando exactamente.
- Eres libre de permanecer en este sitio hasta cuando ya te sientas mejor –
me dijo amablemente Alexander.
- Gracias. Y perdona por mi comportamiento tan irritante de hace unos
momentos.
- No te preocupes, se perfectamente que la adolescencia es una etapa muy
crítica en nuestras vidas.
- No te ofendas pero los adultos, incluyéndote, han sido los causantes de
que este en el hoyo de mi vida, y no porque sea una adolescente que le llague
tarde el periodo.
- Tienes toda la razón, los adultos siempre estamos haciéndole la vida
imposible a los jóvenes. Y no estas errada al decir que no soy nadie para
definir el tipo de pensamientos que abordan ustedes. Pero creo que al tener una
hija de 17 años, me hace merecedor del derecho a opinar frente al tema con un
poco más de libertad.
- ¿Tienes una hija?
- Mi pequeña soñadora nació cuando yo recién cumplía los 18 años. Su
madre de origen español se marchó cuando la pequeña Camila rondaba por la
edad de los 4 años. Sus motivos fueron económicos y desde entonces una vez
cada dos años Camila la visita, obviamente todo corre por cuenta de mi ex
mujer, pero aun así, Camila poco se la va con ella. He tenido que interferir
obligándola a que visitara a su madre, no solo por temas familiares sino que
además la persuado con la excusa de que en Barcelona puede aprender mucho
sobre los escritores contemporáneos catalanes, muy prometedores en nuestros
tiempos.
- ¿Ella desea ser escritora?
- Es su pasión y quiere ganarse la vida con ello. Si no está en sus clases de
Literatura moderna en la academia Gabriel García Márquez, entonces esta
como un ratón en la biblioteca leyendo libros, investigando nuevos autores, y
claro está, ayudando a su padre a preparar las clases. Se le va muy bien con el
bajo eléctrico.
- Mejor dicho falta que hable 3 idiomas – le dije escépticamente.
- Por sus habilidades literarias habla perfectamente el español, el inglés y
tiene fundamentos en el Catalán, la lengua que se habla en Cataluña, donde
reside mi mujer y siendo esta la que la instruyo en tan bello idioma.
Al decirme todas esas cualidades magnificas de su hija, me imaginaba a la
tal Camila como una muchacha de mediana estatura, nada agraciada, de ratón
de biblioteca con anteojos, uno que otro grano en la cara y de horrible
dentadura. Nunca esperaba gente bella de personas que hacían de la literatura
su forma de vida.
- Su hija sí que es una superdotada. Debe estar usted muy orgullosa de ella
– le dije vagamente.
- Ella es la que me impulsa a seguir en esto de la enseñanza. Por eso mi
afán de recuperar su libro favorito. Me dio gran alivio de saber que tú lo
habías encontrado. Hubiera sido muy trágico para Camila perder ese libro.
- Y que tiene de especial aquel ejemplar. Yo solo noto que es un libro
ordinario, rayado hasta por las narices y bastante viejo.
- Por esas características es lo que lo hace muy especial para mi hija y para
mí. Antes de la edad de los 12 años, ella escribía cuentos y poemas bajo la
influencia del maestro argentino Julio Cortázar y de la hermosa poeta chilena
Teresa Wilms Montt. Pero al franquear aquella delicada edad me percate que
el romanticismo y la tragedia le empezaban a fastidiar un poco. Fue entonces
que decidí que ya era hora de que comenzara a leer otro tipo de libros y
autores, no necesariamente de lengua castellana. Y qué mejor introducción que
con el libro que me influyo en mi época de juventud y que es de lectura
obligatoria en las escuelas de los Estados Unidos.
- ¿Y qué tiene de especial el condenado libro?
- En principio parece un libro ordinario que nos desvela la realidad de un
muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia
tradicional, y a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo. Su
humor crudo pero realista ambientada en la Nueva York de los años 40s hacen
de esta obra un libro indispensable para el desarrollo intelectual.
- Pero su hija se hubiera podido comprar cualquier otro ejemplar teniendo
en cuenta lo mundialmente reconocido que es, según me explica usted.
- Este en específico – me decía tomando el destartalado libro en sus manos
-, es una edición que perteneció a mi padre. Fue impreso a finales de los años
60s y fue un regalo de mi progenitor cuando cumplí la mayoría de edad. Todas
estas referencias, anexos y dibujos que tiene este libro han sido a causa de un
legado que ha sido trasmitido de generación en generación; y que Camila lo
atesora como su propia vida.
- Pues su vida la dejo tirada debajo de una mesa – le refute
sarcásticamente.
- Eso es lo que no comprendo. Ella antes de marcharse me declaro que
había olvidado el libro en la sala de medio audiovisuales y me pidió el favor
de que lo recogiera, ya que iba tarde para sus clases. No me entro el pánico
porque sabía que no era mucho la gente que entraba a la biblioteca, salvo los
estudiantes de mi clase y mis colegas.
-¿Dice que su hija se hallaba en la sala de medios audiovisuales? – le
pregunta aparentando sorpresa.
- Si, me comentó que iba a saludar a una vieja amistad y que del afán dejo
su libro. La verdad me parece muy raro el asunto ya que los amigos de mi hija
son más de encontrárselos en conciertos y salidas esporádicas que en la
biblioteca. ¿No serás tú la vieja a amistad que menciono mi hija? – me
pregunto Alexander con cierta incredulidad.
Estaba tan confundida como el mismo padre. De mi permanencia en
aquella sala solo me percate de la presencia de Rosa, la del aseo. Ella declaro
que existía una chica que rondaba con frecuencia la biblioteca, y después de lo
que mencionó Alexander sobre su hija, no me cabía dudas de que la persona
que apago la computadora fue esa tal Camila. Sea quien sea, aquella chica
había salvado mi trasero de un problema mayor y era mi obligación
agradecerlo de alguna forma.
- Se equivoca, no vi a nadie sospechoso mientras estaba en la sala. A su
hija no le conozco de nada pero después de todas las cualidades que mencionó
de ella me gustaría llegar conocerla. – le dije mostrando una leve sonrisa
honesta.
- Claro. Si aceptas ser mi estudiante en mi curso tendrás las posibilidades
de conocerla ya que me acompaña la mayoría de veces.
¡Otra vez con el tema del curso! Fue inevitable colocar cara de irritada
frente aquella inoportuna propuesta. Hecho que Alexander se dio cuenta al
instante.
- ¿Porque en todo el tiempo que llevamos hablando, no me has preguntado
sobre los motivos por el cual te rechace en aquella ocasión, cuando te
acompañaba tu madre y aquel idiota que no parecía conocerte de nada? – me
pregunto Alexander seriamente.
Su apunte sobre el amigo de mi madre me causo cierta gracia. Pero la
pregunta en general me hacía sentir rotundamente enferma, ya que
inconscientemente me recordaba cosas desagradables y tristes.
- Fue tu decisión y solo me limite a respetarla. Además la forma en que lo
exprésate me dejo muy claro que no servía para la interpretación de aquel
instrumento.
- ¿Y dónde tienes la armónica?
- Guardada en un cajón. Ya ese tema lo deje en el pasado. Lo que me
molesta es que ahora quieras que sea alumna tuya cuando me hiciste pasar por
un mal rato. Me pongo a pensar que si nunca hubiera entrado en esta
biblioteca de mierda, literalmente nuestras vidas hubieran continuado con su
rumbo y el asunto de la estúpida armónica hubiera quedado sepultado para
siempre.
Me entraron unas ganas tremendas de llorar pero ya había derramado
suficientes lágrimas por hoy. Me marcharía de aquel sitio e iría a casa a
descansar de toda la mierda que he lidiado. Pero antes de levantarme de la
silla, Alexander me detuvo con expresión seria y con tono tranquilizador y
apacible me dijo:
- Cuando comenzaste a tocar tan magistralmente la armónica, me convencí
de que necesitaba si o si de tu presencia en mi clase. La forma salvaje pero a la
vez bella y sublime de interpretar tu instrumento me asombro ya que no me
creía que una adolescente de quince años dispusiera de ese talento innato sin
haber tomado clases particulares antes.
- ¿Entonces porque carajos no me aceptaste? – le pregunte fastidiada.
- Porque te puse a prueba y me decepcionaste rotundamente.
- No te entiendo es pero nada. Dices que te asombro ver mi presentación y
me querías como a dé lugar en tu clase. Ahora afirmas que la prueba la
reprobé sin mérito alguno. ¡Y siguen diciendo que los adultos son los
capacitados para interferir en la vida de los adolescentes! ¡Vaya mierda!
- No te reprobé por la forma en que tocaste la armónica. Si solo me hubiera
basado en ese aspecto, ya hace rato te estaría departiendo clases con mis otros
alumnos. La prueba que reprobaste fue la de aptitud mental.
- ¿Aptitud mental? – pregunte confundida.
- Me gusta que mis futuros alumnos se tengan la suficiente confianza para
decirme que no les importa nada mi crítica, que para ellos lo importante fue
haberlo disfrutado. En cambio tú, ante la más mínima muestra de
desaprobación, saliste enojada como una niña berrinchuda y por lo que me
cuentas, no volviese a tocar tu instrumento. Todo por una simple negativa, y
eso me hace notar que te subestimas más de lo que es aconsejable.
Alexander me hizo caer en cuenta que mis problemas siempre se los
etiquetaba a los demás, y nunca tomaba responsabilidad de mis acciones. Me
percate que toda la mierda que me sucedía se debía a mi falta de autoestima. Si
tan solo le hubiera pedido el número a aquella chica que me beso en la calle; o
por lo menos, decirle que no se podía ir besando a las personas como de una
película se tratase, tal vez ella me habría pedido disculpas y remotamente nos
hubiéramos llegado conocer. Pero como en ese caso, o el de mi expulsión, lo
único que hice fue quedarme callada y escapar de las situaciones que me
aterran.
- Comprendo. Ahora entiendo porque demuestras ser una persona muy
sabia y selecta con sus estudiantes. Todo lo que declaraste es totalmente cierto.
Solo soy una adolescente asustadiza que no tiene claro su futuro y critica la
vida de los demás sin percatarse que su vida está peor que la de ellos.
- ¿Aun quieres ser mi alumna? Te aseguro que esa imagen que tienes de ti
la podemos cambiar de la mano con tu instrumento. Estoy convencido que te
compaginaras rápidamente con la clase.
- Agradezco tu insistencia pero la verdad tengo que pensar muchas cosas
antes de tomar una decisión. Tal vez cuando me sienta con la mente más
despejada te venga a visitar.
- Entiendo. Eres una jovencita muy talentosa y madura para tu edad, espero
que logres estar en paz contigo mismo y que esos ojos cansados y tristes
vuelvan a ser los brillosos y llenos de chispa por el cual te conocí aquella
primera vez – al decirme aquello me entrego una tarjeta –. Ahí encuentras mi
número y correo electrónico, por si cambias de opinión.
- Muchas gracias por tus palabras Alexander. ¡Cuídate!
- Adiós Brighton.
- ¿Cómo carajos sabes mi nombre? – le pregunte sorprendida, ya que mi
verdadero nombre solo lo conocía mis familiares. Ni los de mi antiguo curso
se llegaron a enterar de aquello.
- Un tutor siempre debe saber de la información más elemental de sus
alumnos ¿No crees?- me contesto con una sonrisa.
Me marche de la biblioteca sintiendo mucho mejor y con unas ganas
tremendas de fumar, a pesar de que nunca había metido un cigarrillo en mi
boca. Guarde la tarjeta de Alexander en mi cartera, me coloque los auriculares
y empecé a escuchar Teen Suicide mientras lentamente la tarde bogotana caía
entre el caos rutinario y su frio indiferente.
Al llegar a mi casa encontré todo apagado y sin rastro de mi madre. Supuse
que llegaría tarde a casa y eso me alegraba en cierto modo, ya que aún no tenía
preparada la excusa que le iba a decir sobre el asunto de la expulsión. Me quite
el uniforme, me duche como por 30 minutos, y me acosté en mi cama
quedando profundamente dormida al poco tiempo.
Siendo las 11 y media de la noche, me levante con bastante frio, y al
revisar mi celular me percate que tenía mensajes sin leer. Uno era de mi
madre, donde me decía que se había marchado de improvisto a Medellín ya
que tenía una diligencia que atender allí. Me detallaba que dejaba su tarjeta de
crédito en la mesa de noche de su habitación para la solvencia de mis gastos,
ya que volvería a Bogotá en un par de días. Me dejo anonadado el mensaje.
No el de mi madre, claro está, ya que aquellos viajes de la empresa se le
presentaban con bastante frecuentes; lo que me dejo en shock fue el mensaje
siguiente al de mi madre, y que dictaba:
Gómez esta out de la escuela
Si quieres saber cómo esa perra
fue humillada delante de todos
Veámonos a las 3 pm en el Centro Comercial “Pez Obeso”
Tu culo podría estar de nuevo en el colegio
Att. Esther Cepeda
¿Pero qué era lo que estaba leyendo? ¿Acaso Esther me había escrito? ¡Eso
era imposible en todas sus expresiones! En primer lugar ¿Cómo había logrado
conseguir mi número? ¿Por qué me escribía si nunca cruzamos palabra alguna
en el colegio? ¿Qué tiene que ver ella con el asunto de Gómez? La cabeza me
daba vueltas con aquel misterioso mensaje. ¿Y si en verdad se trataba de una
mala broma que me querían jugar?
No me convencía el hecho de que la come biblias de Esther, a pesar de ser
una de las chicas más atractivas que he visto en mi vida, se colocara en plan de
ayudarme. De seguro se debía de tratar de algún hijo de puta que pudo hacerse
con mi número y quiere hacerme pasar por un mal rato. Elimine aquel mensaje
y deje el celular apagado en mi mesa junto a la tarjeta que me había dado
Alexander aquella tarde.
Para calmar un poco los nervios prendí mi computadora y entré a mi sitio
predilecto de anatomía humana. Estaba decidida a terminar de ver el video que
tantos problemas me causo en la biblioteca. Aquellas jóvenes actrices no
tenían culpa de mi despiste hormonal, y quería corregir mis errores de una
forma épica. Al rato me hallaba en la habitación de mi madre, porque hacía un
par de meses había encontrado una caja de condones escondidos en su ropa.
Así que pensé: “Si tiene condones, de seguro tiene juguetes sexuales”. Estaba
en lo correcto. Después de una pequeña búsqueda localice en su baño una
bolsa llena de esos “juguetes”. Como estaba sola y me encontraba muy
caliente, semi desnuda y con una bolsa llena de vibradores y dildos; era natural
el aprovechar tan bella ocasión y así fue que me los introduje todos, uno a uno
hasta el fondo. Aquella noche gemí como una perra.

V
PICHACORTERS Y BOLLERISMO

Eran las 3:15 pm y en donde me hallaba podía ver con total claridad el
perímetro de la entrada del centro comercial. Aun me preguntaba como pude
haber sido tan estúpida de haber caído en tan semejante cuento. Era más que
claro que Esther no vendría; y que tan solo estaba perdiendo mi dignidad
como las tantas veces en los días anteriores. Aunque no me arrepentía del
todo. Con el tema de la expulsión y mamá encontrándose fuera de la ciudad, lo
que último que me apetecía era permanecer en casa lamentando mi existencia.
El motivo principal por el cual vine, fue porque “Esther” me escribió
temprano en la mañana, donde me dictaba que se iría con una camiseta blanca,
unos shorts negros y zapatillas nike sb rojas. Le conteste preguntándole si en
verdad era ella y porque quería hablar conmigo si nunca habíamos tratado en
la escuela. La hija de puta me dejo en visto. Si me dejaba plantada igual me
iba entonces a un cine y ocultaría mis lamentos y desgracias con comida
chatarra.
A pesar de todo me coloque mi mejor look, mi “outfit” - casi muero en mi
propio vomito diciendo tan aberrante termino -, era básicamente una camiseta
negra con un estampado de una de mis bandas favoritas de la vida llamada
Elvis depressedly. Un pantalón gris con un roto en la rodilla izquierda y mis
zapatillas vans old school navy. Me gusta la ropa negra porque resalta
demasiado bien con mi piel blancucha y mi cabello pelirrojo que me llega a
los hombros. Por extraña circunstancia aquel día me sentía muy bien conmigo
misma. Me tenía sin cuidado que Esther o el que fuera que estuviera detrás de
esos mensajes me dejara plantada. La felicidad de aquellos momentos nadie
me la iba a quitar. O bueno, eso pensaba.
Me percate que se aproximaban un grupo de cuatro personas, jóvenes de
mi edad y que para más colmo de males, dos de ellos eran de mi antiguo curso.
Damián y Alberto. Los más populares del colegio. Las otras dos personas eran
unas chicas que aparentaban ser menores que ellos, y que por su forma de
vestir se deducía que quería mostrar sus carnes sin ningún tipo de
remordimiento. Lo último que quería era que aquel par de idiotas me vieran.
Pero como no tenía escapatoria, me hice la disimulada y finiendo que me
había roto el cuello voltee la cabeza para el otro lado. Los segundos pasaban
tan densamente lentos y no sentía que aquel grupo hijos de satán pasaran por
mi lado. Ya habían pasado como 30 segundos desde entonces y nada que
aquellos malnacidos seguían su camino, así que deduje que habían entrado en
alguna tienda cercana. Cuando me giré de nuevo aliviada, vi que detrás mío
había ochos ojos posados en mi ser. Las chicas que lo acompañaban se estaban
riendo sin saber el motivo, y Damián y Alberto tenían posada su mirada en
mis tetas.
- ¿Se les perdió algo? – le pregunte a aquel par de imbéciles.
- ¡Que tetas tan grandes! – me contesto Alberto sin dejar de mirar mis
pechugas.
- ¿Qué te pasa maldito pervertido? ¡Deja de mirarme con esa cara de
violador!
- Aunque las tengas grandes sigues siendo la misma perdedora de siempre
– dijo Damián en tono burlesco.
- Aunque si lo ves bien querido amigo, este par de gemelas son más
grandes que las de Carolina y Verónica juntas.
A pesar de tan degenerativo comentario, ese par de chicas sin cerebro se
rieron fingidamente de aquel comentario. Lo que hace el estar enamoradas de
un par de idiotas que tenía la cabeza puesta en la punta de sus penes.
- ¿Porque no vienes con nosotros? vamos a ir a la cosa de Damián a fumar
marihuana y dejar que estas perras nos hagan sexo oral – dijo Alberto con una
expresión repugnante.
- Están locos si creen que me voy a ir con ustedes, pervertidos de mierda.
- Con que la zorrita nos quiere a los dos para ella solita. Veo que te has
vuelto una ninfómana de primer nivel. No te preocupes que te atenderemos
como se debe.
- ¡Serás puta! – me dijo una de las chicas notoriamente irritada.
¿Porque aquellas personas se empeñaban a hacerme la vida imposible?
¿Cuál fue el daño que le hice a su persona para que se comportaran de tan
asqueante forma contra mi integridad? Estaba acorralada y no existía
posibilidad alguna de que alguien viniera a mi socorro.
- ¿Entonces qué dices, te nos unes a la fiesta piel de queso? – pregunto
Damián.
- Claro que no, ni loca me iré con un par de maricas calenturientos y sus
amigas putas – les dije gritando.
Mi reacción solo les causo más gracias, menos a una de las chicas, que se
acercó y sin darme oportunidad alguna de reaccionar me dio un escupitajo en
toda la cara. Fue tan desagradable que empecé a llorar.
- Así son las zorras, apenas las encaras por querer quitarte a tu hombre,
empiezan a llorar como las rameras que son.
¡Esperen! Ya lo comprendía todo. Aquellas personas habían sido las que
me habían enviado el mensaje haciéndose pasar por Esther, solo con la
intención de amargarme la existencia.
- Si querían joderme el rato, ¡no era necesario hacerse pasar por Esther
hijos de puta! ¡Son unos cobardes malnacidos!
Cuando menciones lo de Esther las expresiones de Damián y Alberto
cambiaron a un semblante serio y pálido.
- ¿Tu que sabes de Esther, pequeña puta? – me dijo alterado Alberto. Se
notaba que escuchar el nombre de aquella chica le afectaba profundamente.
- Eso no importa – le interrumpió la otra chica de cabello rubio – debe de
ser una de sus amigas golfas que de seguro es la que le come el coño a esta
perr…
Todo aconteció a la velocidad de la luz, que no hubo tiempo de asimilar
toda la mierda que se formó en aquellos instantes. Cuando aquella rubia
simplona iba a terminar su insulto, detrás suyo apareció una chica preciosa de
camiseta blanca y short negros, empujándole de tal magnitud que aquella rubia
cayó al suelo como un tomate podrido. Y sin dejarle reaccionar, Esther le dio
un rodillazo en toda la cara. Después de aquella caricia le decido las siguientes
palabras:
- ¡La próxima vez que vuelvas a ensuciar mi nombre me encargare de
desfigurar tu horrenda cara postiza, perra leprosa!
Aquella chica que botaba sangre en considerables proporciones, no le
quedó más de otra que marcharse llorando desconsoladamente ante la
advertencia de mi salvadora. Su amiga, al ver la situación y sabiendo que ella
también me trato como la mierda, le siguió detrás mientras le echaba madres a
Esther entre dientes.
Se apreciaba que tanto Alberto como a Damián no les afecto mucho que
sus acompañantes se hayan abierto de aquel sitio en tan lamentables
condiciones. Es más, cuando se percataron de la presencia de Esther no
hicieron más que acercársele de manera indeseable y decirle idioteces sin
sentido.
- Mire a quien tenemos por aquí. La zorra mayor reclamando lo suyo. ¿Te
gusto las fotos que te envié hace par de noches cariño? De seguro no me
respondiste porque estabas masturbándote viendo mi pene descomunal – le
dijo Alberto llegando casi a tocarle una teta de con su teléfono celular.
- Vamos Esther, yo sé que detrás de esas gafas de virgen de vereda hay una
chica con saciedad de que la follen por ambos lados. Danos el honor a mi
colega y a mí de ser tus primeros polvos – le insinuó de forma patética
Damián.
A pesar de las vulgaridades que aquel par de idiotas le decían a aquella
preciosa jovencita, ella mantenía su semblante serio y calmado, tan
característico en su personalidad. Cuando los cabezas de pene terminaron de
parlotear, ella saco su celular y les mostró algo que los dejo más pálidos que
convención de KKK criolla.
- Si me entero de que alguno de ustedes dos vuelve a fastidiar a esta
perdedora tanto en el colegio como fuera de este, les juro que estas fotos de
mierda serán publicadas en todo el internet, y no solo eso, me encargare de
que estén esparcidas por toda la escuela, para que todo el mundo se entera de
que tan solo son unos pichacorters – les dijo Esther mostrando por primera vez
desde que la distinguía, una leve sonrisa de maldad en su rostro.
Aquellos pobres diablos se marcharon con el rabo entre las piernas. Ni tan
siquiera chistaron palabra alguna ante las pruebas fotográficas que disponía
Esther de sus miembros viriles. Cuando ya se encontraban lejos de nosotras, su
atención se posó en mí, y aquella sonrisa que tenía dibujada en su rostro
desapareció instantáneamente.
- Me gusta tu camiseta. ¿Esas palabras en inglés pertenecen a alguna banda
nórdica de black metal Noruega que adoran a Odín?
- Es una banda emo americana. Pero me gusta llamarlos mis amigos los
deprimidos.
- Cool y a la vez jodidamente raro. Vamos a un lugar más tranquilo.
Debiste pasar un mal rato a causa de esos malditos idiotas. Ven, que el primer
café lo invito yo.
Aunque no sabía las verdaderas intenciones de aquella chica, no podía
rechazar la incitación de la persona que había salvado mi culo de aquellas
desagradables personas.
- Vale, pero necesito un cigarrillo – le dije sabiendo que nunca había
colocado un cigarrillo en mi boca.
- No te preocupes que cigarrillos tengo de sobra en mi cartera.
Salimos del centro comercial a petición de mi anfitriona. Me afirmo que
servían unos cafés estupendos en una terraza-bar que quedaba a tres cuadras
de allí y que ahí podíamos hablar y fumar sin que nos colocaran problema por
ser menores de edad. Aunque tenía quince años por aquel entonces, mi
contextura y facciones europeas me hacían parecer mucho mayor. Pero aun así
me daba mal rollo eso de fumar en público.
Nos sentamos en una de las mejores mesas del lugar, que daba una vista
soberbia a las casas de aquel paraje capitalino. Esther saludo a la mesera de
aquel sitio, una muchacha de unos 18 años, de ojos verdes y cabello castaño
claro. Por su acento y el carisma que transmitía al tratar a mi compañera me
hizo deducir sin problema que aquella chica provenía de Medellín o de sus
alrededores.
- ¿Entonces que te contas mamacita? – le pregunto aquella energética
muchacha a mi acompañante.
- Viniéndola a visitar paisita. ¡Mira te presento a Catalina! Una compañera
del colegio.
- Hola niña mucho gusto, ¡Alejandra Aristizabal, para servirle! Qué lindo
cabello el que tienes vos. Eso sí es una chimba de cabello, ¡sí o no Esthersita!
- Siempre se lo he dicho. ¿Y mucho camellar ?
- Apenas para el diario. ¡Pero que se van a tomar! Hay juguitos, cervecita,
te helados, ¡pidan no más! Y si no lo hay, se le manda a traer. ¡Ni más faltaba!
- Danos dos cafés porfa. Y ahorita que te desocupes ven y te sientas con
nosotras y adelantamos agenda.
- De una preciosa– y aquella agradable chica se marchó con una euforia
que me hizo reflexionar de lo afortunada y feliz que estaba al encontrarme con
Esther en aquel sitio y que el mal rato que había pasado ya no lo recordaba ni
en chiste.
- Ahora bien, como te has sentido desde que te expulsaron del colegio, si
es que se puede referir de esa forma, porque lo que hicieron contigo fui una
humillación que no tiene perdón ni del mismísimo Buda – me pregunto muy
seriamente Esther
- Como una mierda. Eso encerraría todo lo que me ha pasado desde
entonces, y créeme que no la he parado de liar ni un segundo.
- Entiendo. Es una reacción natural ante lamentable acontecimiento.
Aunque se denotaba cierta honestidad en cada palabra que Esther
pronunciaba, ya me estaba irritando tanto redondeo al asunto. Quería saber de
una maldita vez que había acontecido con Gómez.
- Ya que estamos más cómodas, cuéntame los motivos de tus misteriosos
mensajes y por qué en el mensaje me decías que Gómez estaba fuera del
juego.
Esther antes de responder, saco de su bolsillo una caja de cigarrillos nueva.
La destapo y tomo el primer cigarrillo, le dio media vuelta y lo volvió a dejar
en la caja. Acto seguido tomo otro cigarrillo, lo prendió al segundo fosforo y
finamente exhalo el humo. Después de eso me ofreció tomar uno de sus
cigarros.
- ¿Algún tipo de ritual de fumadores? - le pregunte en referencia al
cigarrillo volteado.
- Para la suerte. Cada vez que compras una caja nueva, siempre se voltea
uno y se guarda para el final. Cuando llegues a él pides un deseo.
- Vaya manera tan poética de exponer algo que te lleva más cerca de la
muerte. ¿Invención tuya?
- Lo vi en una película independiente americana. Todo lo bueno de este
mundo proviene de Estados Unidos e Inglaterra. ¿Necesitas ayuda con ese
cigarrillo? – me pregunto cuando se percató de que estaba teniendo un serio
percance con la prendida de aquel tabaco.
- Solo estoy un poco liada, nada de qué preocuparse – le conteste en plan
de estar lamentando mis nulas habilidades de ser rebelde.
De improvisto se acercó, me arrebato el cigarrillo de la mano, me lo coloco
en la boca. Acto seguido se acercó lo suficiente a mi cara como para que
nuestras narices se rozaran, y prendió mi cigarro con el fuego del suyo.
Me gustaría decir que me fume mi primer cigarrillo como toda una rebelde
sin causa. Pero en vez de eso, ante mi primera calada la cabeza me dio mil
vueltas y estuve bastante cerca de vomitar encima de mi amor platónico. La
mismísima paisa llego a mi socorro, y entre sus elocuentes y fascinantes
apuntes, logro estabilizarme con el café que había pedido mi compañera.
Después de que la congestión paso, quede a solas con Esther, y con la
vergüenza del mundo en la cara me empezó hablar sobre la inmunda de
Gómez y lo que aconteció después de que me marche de la escuela.
En resumen me detallo que Gómez continuo con la clase como si el
humillar en público a una persona en tan delicada edad fuera de su
cotidianidad. Pero su perversidad no le duraría mucho. Esther me explico que
su padre llegaba en aquellos instantes con la intención de dejarle unas cosas
personales que ese día ella había dejado en su casa. Al ver una silla vacía en el
salón, el padre de aquella le pregunto a la inmunda rata por qué faltaba un
estudiante. Gómez entro en pánico, y no era de sorprenderse, pues el padre de
Esther, es decir, el pastor Cepeda, es uno de los mayores accionantes de
nuestra escuela y es unos de los encargados de escoger al director y al personal
educativo del plantel. Al no oír respuesta contundente por parte de la imbécil,
le preguntó a la persona que se encontraba al lado del puesto vació, que era ni
más ni menos que Andrea Espinosa, mi odiosa compañera. Y la etiqueto de tal
manera, pues una vez amablemente le pedí prestado un borrador y la muy
estúpida me contesto que no tenía a pesar de que lo estaba utilizando en
aquellos precisos instantes.
- Piel de queso fue expulsada por la señorita Gómez, por ser una persona
horrible a la vista y ser una hereje de lucifer – fue la única y agradecida razón
que dio aquella maldita de mi persona.
El padre de Esther, según me cuenta ella, se puso tan furioso que ordenó
llamar de inmediato al director García. Este al ver al personaje que tenía al
frente y de conocer de antemano que su cargo como director estaba en juego,
no le fue difícil echarle todo el rollo a Gómez. Esther me dice que lo mejor
que le ha pasado en su corta vida fue haber visto la cara de pánico que tenía
Gómez. El de una persona que sabe que su culo seria removido de la escuela
para siempre. Entonces aquella loca empezó a decir que todo se trataba de un
montaje y que no iba a permitir que 25 años de docencia se fueran por el
drenaje. Para terminar de encerrar al ratón, Esther me detalla que se levantó de
su silla y delante de todos los presentes saco su teléfono y empezó a reproducir
todo el escándalo que se había suscitado, es decir, ella inadvertidamente sin
que nadie lo notara, grabo toda la mierda dicha por Gómez hacia mi persona.
De lo pálida que quedo Gómez al escucharse a sí misma decir tantas
barbaridades a una desdichada e infortunada adolescente.
- Ya en las horas de la tarde mi padre intento comunicarse sin éxito con tu
madre, y fue cuando me pido el favor de que me reuniera contigo para darte
las buenas nuevas personalmente.
- ¿Entonces puedo regresar a la escuela sin mayor temor?
- De regresar claro que puedes, sin temor ya depende de ti.
- No sé cómo agradecerte a tu padre y a ti por todo lo que han hecho por
mí.
- No tienes que agradecerle nada a mi padre, tan solo hizo lo que toda
persona cuerda y con empatía al prójimo hubiera hecho. Pero yo si te voy a
cobrar la molestia de haber gastado batería de mi celular por grabar aquella
escenita de mierda. Quiero que vayamos a un sitio en el cual podamos estar
más a solas y tranquilamente.
- ¿A solas? – le pregunte extrañada
- Si, a solas. Está empezando a llenarse este sitio y soy medio
enoclofobica. Espera voy pago y nos abrimos de este lugar – me contesto algo
agitada.
No me fiaba de la idea de ir a un sitio más íntimo. Esperaba que nos
tomáramos algo más y de ahí cada una para su casita. Pero aquella chica se le
notaba que tenía algo que decirme, pero advertía que le estaba costando
bastante manifestármelo. Habiéndonos despedido de la encantadora Alejandra,
Esther me condujo por una especie de parque medio escondido pero muy
bonito, lleno de árboles y pequeñas colinas. Nos encontrábamos en una zona
muy agraciada y puppy de Bogotá. Nos sentamos debajo de un gran árbol, que
tenía inscrito diversas declaraciones de amor de generaciones pasadas, muy
románticas y bizarras a la vez. Esther se prendió un cigarrillo, me ofreció uno
pero esta vez lo tuve que rechazar con educación. Pasaron como 10 minutos en
que ninguna se atrevió a romper el tan incómodo pero a la vez tranquilizante
silencio. Cuando Esther se percató que su cigarrillo había muerto ya hacia un
buen rato, lo tiro sin conciencia de cargo entre los arbustos que teníamos cerca
y se quedó mirándome fijamente.
- Cuando me ves, ¿qué tipo de persona crees que soy realmente? – me
pregunto con un semblante de angustia.
- Veo a una chica muy inteligente, con una personalidad bastante marcada
y que le suda un poco lo que sucede a su alrededor – le conteste bastante
incomoda, pues no me quitaba su mirada de mi puta cara.
- Entiendo. Así que también eres de las que piensa que por ser una persona
sin sentimientos me convierte automáticamente en alguien con personalidad
definida. ¡Vaya fiasco! – me contesto aparatando su mirada y empezó a buscar
con cierto afán algo en su cartera.
- No le veo nada de malo a eso. Eres capaz de enfrentarte a las personas sin
temer por las consecuencias de tus actos. Y lo digo por cómo te enfrentaste a
aquello idiotas en el centro comercial. Eso solo lo hace alguien que es seguro
de sí mismo.
- Soy capaz de enfrentarme a los demás, pero una cobarde total de
enfrentarse a sí misma – me contesto mientras se introducía algo en su boca
sin dejarme tiempo de reconocer el objeto o alimento.
No fui capaz de responderle ante tal afirmación. Sospechaba que su forma
de actuar era en cierto modo muy forzada para una adolescente que no pasaba
de los dieciséis. Estaba en la obligación de sacarle eso que tenía comprimido
en su alma, ya que en aquellos instantes su aspecto denotaba el de alguien que
estaba sufriendo aberrantemente por dentro.
- Si te sucede algo, o tiene algún problema serio en tu vida, puedes
contármelo. No pasa nada, como sabrás soy muy antisocial y eso me ha hecho
ser una persona muy reservada tanto para los secretos personales como para
los que han depositado su confianza en mí.
Esther tenía la mirada perdida en el suelo ¿Pero qué desorden mental
estaba teniendo aquella chica, para no darse cuenta que el cigarrillo que tenía
en su boca ni siquiera estaba encendido? Todo parecía indicar que mis
palabras no llegaron a su razonamiento, porque estuvo en aquel trance como
por 15 minutos, a tal grado que ya estaba pensando que había traspasado el
nirvana y se encontraba en otra dimensión.
De pronto empezó a emitir unos sonidos imperceptibles como si estuviera
invocando a Brahma. Pero después me percate que estaba diciendo algo en
inglés. Distinguí las palabras que decía, ya que las repetía una y otra vez con
cierta melodía en su voz. Las palabras que pude reconocer fueron las
siguientes:
“…Confusion in her eyes that says it all. And she screamed out kicking on
her side and said, I've lost control again. And seized up on the floor, I thought
she'd die. She said I've lost control...”
Tuve la necesidad de sacudirla pues ya me estaba aterrando por el culo su
extraño comportamiento. Como si no se diese cuenta en donde se hallaba,
empezó a mirar hacia todas partes. Me percate que sus pupilas estaban
exageradamente dilatadas. Se puso de pie, recogió sus cosas y antes de irse,
muy amablemente me dijo:
- Te puedes guardar tus putos problemas por el culo – y dicho eso se
marchó con cierta dificultad, como si sus sentidos se hubieran quedado en la
dimensión que acababa de salir.
Me quede sentada como por media hora más en aquél agradable sitio. Ni
siquiera me detuve a pensar sobre las posibles razones que llevaron a Esther a
comportarse de aquella manera. Lo único en lo que tenía sumidos mis
pensamientos eran en lo agradable que resultaba aquel parque, con sus árboles
y la humedad de la hierba. ¡Cómo no me había fijado en tan bonito parque
antes!

“Yo existo de la mejor forma que puedo, el pasado es ahora parte de mi


futuro. El presente se encuentra fuera de mi alcance"
-Ian Curtis
VI
REVELACIONES INOPORTUNAS

Al día siguiente me hallaba delante de mí se encontraban unas 200


personas, el cálculo promedio del número total de estudiantes que había en la
escuela. ¿El motivo? Me ofrecerían una disculpa pública delante de todos esos
imbéciles. Aun así no me fastidiaba la idea, pues la que se iba a disculpar
conmigo iba a ser Gómez y el director García. A lo lejos observaba a Esther,
con su mirada fría y distante. Aunque estuviera a cierta distancia, deducía sin
problema que su mirada no posaba en mí ser. Estaba igual de hermosa como
siempre, pero después del episodio tan raro del día anterior, no la miraba como
la jovencita religiosa ejemplo a seguir. Estaba segura que lo que se había
introducido en su boca fue alguna especie de sustancia alucinógena. No sé si
su padre conocía ese lado experimental de su hija, pero aquella chica tenía
muchos secretos inmorales por relucir.
Las disculpas fueron mejor de lo que esperaba. Primero las hizo el director
García; declaro que su actitud no fue la acorde a lo que requería la situación, y
se comprometió que cuándo alguien necesitara ayuda o algún tipo consejo, las
puertas de su despacho estarían abiertas al público. Vaya mentira porque a los
días siguientes las dichosas puertas permanecieron más cerradas que coños de
monjas. Llegado el momento que todos esperaban, Gómez subió al escenario
con la misma cara de amargada que traía todos los días. El auditorio se
encontraba totalmente en silencio, se diría que solo se escuchaba la respiración
de cada uno de los asistentes. Gómez apática tomo el micrófono y empezó
recitar lo siguiente:
- Estoy aquí para ofrecer unas disculpas, pero antes de proceder a ello,
quisiera decir que la vida nos da muchas lecciones y enseñanzas sin hacer
observancia a la edad de las personas. Y eso fue precisamente lo que ella me
enseño hace algunos días. Uno puede aprender muchos de sus estudiantes, el
conocimiento y sabiduría es mutua, de maestro a estudiante, de estudiante a
maestro y viceversa. Pero los estudiantes deben tener claro en sus frágiles
mentes que el maestro es primero, y que pase lo que pase las enseñanzas de
este son más importantes porque llevan detrás de ellas la experiencia y el peso
de los años. Es por ello que estoy orgullosa de todos mis estudiantes y pido
perdón por no poder transmitir todas mis enseñanzas como debe ser. Pero
entenderán que una joven que no ha pasado de sus 40s también tiene mucho
que aprender de ellos.
Eso fue todo lo que aquella arpía dijo delante del auditorio. Ni siquiera me
menciono en su discurso, si es que se puede calificar de aquella manera lo
dicho por esa egocéntrica. Todos quedaron pasmados, incluyendo al director y
al padre de Esther ante la soberbia que destilaba esa mujer. ¿Y qué era eso de
joven que no pasaba de los 40s? De seguro esa señora tenía crédito con la
muerte porque menos de 60 años no bajaba, y eso que estaba siendo realista.
Cuando aquel demonio se disponía a bajarse del escenario, el padre de Esther
tomo el micrófono y le ordeno que no lo hiciese, ya que tenía algo que
comunicarles a todos. El pastor Cepeda le dijo que ya no permitiría que
ejerciera la docencia en la escuela, por su nefasta y discriminatoria forma de
dirigirse a sus alumnos. Y para rematar las cosas, declaró que había
interpuesto una denuncia contra ella por hurto de partencias, pues delante de
nuestras espaldas se empezó a proyectar videos provenientes de las cámaras de
seguridad de la escuela, en donde se observaba a Gómez, muy mona ella,
extrayendo sin descaro alguno dinero, documentos, llaves y demás objetos
personales de los bolsos y morrales de los demás docentes. Como la
proyección se estaba realizando a luz apagada, solo se podía escuchar los
notorios murmullos de estudiantes, maestros y terceros que estaba
presenciando aquella asamblea.
Definitivamente uno no termina de conocer a las personas, yo que creía a
esa señora era todo menos ladrona, y lo digo fuera de chiste. Y tanto que hacía
relucir su camándula y su devoción a Dios, hasta el extremo de menospreciar y
discriminar a las personas que profesara religión distinta a la de ella. Lo más
cómico de todo, es que cuando se encendieron las luces del auditorio, casi
todos los asistentes tenían las caras pálidas e inexpresivas, buscando con la
mirada a la protagonista de la película. Y digo casi todos, porque precisamente
la rata se escabullo del auditorio inadvertidamente cuando proyectaban
aquellas grabaciones. De una el director ordeno su localización, pues no
permitiría que las que fue su secuaz por años, a sus espaldas también haya sido
la que le estuvo robando sus pertenecías, porque según lo que se visualizó en
las grabaciones, aquel imbécil era su víctima predilecta.
Después del alboroto vino la calma, mientras buscaban a la prófuga los
demás docentes ordenaron que todos los cursos se fueran a sus respectivos
salones y esperaran a la llegada del profesor de la asignatura correspondiente.
Tanta mierda y no me dieron las disculpas como debían ser, aunque de igual
manera me tenía sin cuidado ya que me quedaba satisfecha con el hecho de
que no volvería a ver a la persona que tantas lágrimas y malos ratos me hizo
pasar. Me gustaría decir que los siguientes días hubo un cambio radical en mi
regreso a la escuela y que me volví la chica más sociable de la escuela, por ser
la causante de ida de Gómez, pero tristemente no aconteció nada parecido.
Todo seguía igual que antes, o incluso peor.
Gómez fue sustituida por un profesor de mediana edad, de contextura
robusta y de estatura considerable. Un ser totalmente ordinario, pero como
docente era el antónimo de lo que era nuestra antigua docente, pues aquel tipo
tenía un carisma para impartir las clases y le agradaba que sus estudiantes
participaran en el desarrollo la misma. Por ese lado no me podía quejar, pero
por el otro, los demás chicos de mi curso me ignoraban como siempre, y
Esther seguía siendo fría y distante como de costumbre. A veces reflexionaba
si en verdad fue con aquella chica la que me reuní el otro día en aquel bonito
parque. El caso tal es que la vida continuó su rumbo, sin emociones ni nada
que valiera la pena mencionar.
Pasado un mes y medio desde mi regreso al colegio, me encontraba
sentada en la parte trasera de la cafetería, donde a veces frecuentaban una que
otra pareja enamoradiza o algún desparchado sin vida social como yo, leyendo
manga o viendo pornografía en su celular. Por suerte aquel día no había nadie
en aquella área del colegio, así que podía lamentar mi existencia con total
tranquilidad. Me sentía muy enferma, no debido a alguna enfermedad que
aquejara mi estado físico, sino las perturbaciones mentales que tenía que lidiar
a diario. Los últimos días había estado sumida en una depresión que casi ni me
deja ir al colegio. Estaba cuestionando seriamente en suicidarme. Es
entendible que a la edad de los quince se tenga ese tipo de pensamientos
indeseables por cuestiones estúpidas o de poca importancia. Pero aun así era
insoportable no tener las ganas suficientes de continuar con tu vida.
- Porque tan sola – me dijo Esther llegando sorpresivamente a mi guarida
casi personal.
No le conteste.
- ¡Veo que alguien amaneció de mala pulgas hoy!
- ¿Qué es lo que quieres? – le pregunte bastante irritada
- Solo quería fumar un cigarrillo antes de las clases de segunda mañana.
¿Te importa?
- Este no es mi escuela. Tu padre es dueño de más de la mitad de este
terreno. Notaras la innecesaria necesidad de que me pidas permiso.
Esther se prendió su cigarrillo, lo calo tranquilamente y de vez en cuando
me buscaba la mirada. Yo en cambio estaba a punto de irme. No aguantaba la
hipocresía de aquella chica.
- ¿Y qué tal van las cosas? Tu madre al fin se ente…
- ¡Que quieres de mi maldita sea! – Le interrumpí violentamente – estoy
harta de tu doble personalidad. A ver si tienes las tetas bien paradas para
decirles a todos que eres una reprimida que le repugna llevar el apellido de su
familia.
Esther quedo pasmada ante mi reacción. Se terminó de fumar el cigarrillo,
lo tiro entre la maleza sin ni siquiera apagarlo, enuncio algunas cosas en voz
baja, y finalmente me dijo lo siguiente:
- Entiendo tu reacción ante mi nefasto comportamiento. Ni yo misma sé lo
que quiero. Pero entiéndeme que no puedo…
- ¿No te puedes permitir que te vean con la fracasada del salón? – Le
interrumpí muy molesta – tranquila, ¡que de igual manera no me apetece estar
con una loca drogadicta!
Esther se mostró notablemente afligida con mis palabras. Pero
repentinamente aquella tranquila chica se colerizo de una manera absurda,
empezándome a insultar y a decir que quien era yo para decir esas cosas, que
ella no era ninguna drogadicta y me amenazo que si decía algo sobre el asunto,
juraba por Dios que ella misma me cortaría la garganta. ¿¡Pero qué tipo de
dogmas religiosos le habían impartido a aquella loca?!
Cuando me disponía de huir de aquella psicópata esta me agarró del pelo y
me tiro contra el suelo, no sé dónde putas saqué las fuerzas necesarias pero le
hice frente con bastante dignidad. El punto débil de nosotras las mujeres es el
pelo, así que tome su linda cabellera y lo estire como masa de pan. Parecíamos
unas completas salvajes revolcándonos en el suelo. 10 minutos más tarde nos
estábamos besando apasionadamente. Me sentía profundamente acalorada
mientras Esther manoseaba mis tetas. Las agarraba con tal agresividad que
parecía que se les fuera a escapar de sus manos. Yo en cambios mantenía mis
manos a una distancia discreta de su cuerpo, pues era tan inexperimentada con
el contacto a otro ser humano, que a duras penas cumplía con la función de
respirar y mover mis labios. Esta se percató de tal situación y con una destreza
que te cagas, tomo mi mano derecho y a introdujo debajo de su falda. Palpé su
abultado coño, y siguiendo la escena empecé a acariciarlo como un fruto
viscoso. Empezó a gemir y a decirme cosas obscenas. No niego que también
está muy cachonda con aquella situación, su ropa interior ya estaba
ligeramente mojada. Pero me hice la difícil y me aparte rápidamente de ella.
- ¿Que sucede? – me pregunto quejándose.
- ¿Va a ser así siempre?
- ¿Así siempre cómo?
- Que un día eres genial conmigo, pero el resto de mes pasaras de mí y
volveré a ser un cero a tu izquierda.
Antes mis reclamos, Esther se quedó dubitativa por unos segundos y como
si la revelación de la humanidad le hubiera llegado de improvisto, se levantó
bruscamente, me tomo de la mano y me llevo hacia la cafetería, que en
aquellos instantes se encontraba petada de gente. El corazón estaba que me
latía a mil, porque no me podía zafar de ella y ya cuando nos encontrábamos
en la mitad de toda esa gente, aquella idiota gritó a todo pulmón: ¡CATALINA
Y YO SOMOS NOVIAS Y NOS IMPORTA UN COÑO SUS OPONIONES!
Quería en aquellos instantes que la tierra me tragara.

VII
PERSONAS INEXPERADAS Y FINAL

- ¿Pero qué mierdas está mal con tu cabeza? – le grite a Esther cuando nos
encontrábamos en el baño.
- Tan solo dije lo que sentía – me contesto toda indiferente mientras miraba
su celular.
- ¿Lo que sentías? ¿Acaso dentro de ese ser egocéntrico existe algún tipo
de sentimiento humano?
- Obviamente. Y es redúndate que digas humano, a menos que sea un perro
y hasta ahora me entere de tan gracioso percance.
La quería estrellar contra la pared. Como se podía ir tan tranquilo en la
vida cuando acabas de sentenciar tu reputación escolar para siempre. Es que
no me enteraba de nada. Si o si tenía que decirle a mamá que me sacara de
aquella escuela. Sin darme cuenta Gómez me había hecho el grandísimo favor
de haberme impulsado a salirme de aquel horrible colegio y yo como una
estúpida regreso a petición de otra estúpida.
- Ahora mismo te vas, y aclaras las cosas. Esta mierda no se puede quedar
así. Me parece bien que te reveles y quiera que todo mundo vea tu verdadera
esencia, pero a mí sacas de ese saco. Lo que este mal con tu vida no te da
derecho a que también le jodas la vida a tu maldito prójimo. ¿O es que acaso
eso no te lo enseño tu estúpida religión?
- ¿A estas alturas de la vida crees que me importa tan siquiera esas
malditas doctrinas de mierda? – y acto seguido se quitó su camándula y las
lanzo contra la pared. También tomó sus gafas y tirándolas al piso las empezó
a pisotear, dejándolas en total desuso.
Sin las feas gafas Esther lucia el doble de hermosa. Se vislumbraba que sin
aquellos objetos su alma era más feliz y libre.
- Te pido perdón por la idiotez que acabo de cometer. Imprudencia mía
enrollarte en mis problemas mentales, pero fue por el impulso nacido de la
calentura de hace un rato.
Aunque no le conteste nada sabía que sus palabras destilaban honestidad.
Cansadas por tantas emociones expulsadas en tan poco tiempo, nos sentamos
en el suelo y no enunciamos palabra alguna por algunos minutos.
- Cuando nos empezamos a manosear, eso también se debió al momento o
hubo algo de sentimientos en aquellas agresivas caricias – le pregunte
- Me sorprende que aún no lo sepas. No soy muy buena expresando mis
sentimientos, y cuando por fin me decido lo hago de la peor y más patética
manera posible.
Nos quedamos mirándonos una a la otra y nos besamos torpemente. No
duro mucho ya que entraron unas chicas al baño, éstas se alcanzaron a percatar
de tal acto de amor y espantadas se marcharon al instante de allí.
- Comprenderás que será jodidamente difícil la escuela de ahora en
adelante, cuando se empiece a regar el chisme de lo nuestro – le dije en tono
resignado
- No me importa. Por fin me pude enfrentar a mí misma, y no fue del todo
malo. Tú me gustas y eso es lo único que me importa. Estoy feliz de que seas
mi primera novia y con la que perderé mi virginidad, a pesar de que no
tengamos penes.
- Nada que unos buenos dildos no cumplan su trabajo – le conteste
seriamente.
Aquel apunto le causo mucha gracia.
- ¿Entonces somos novias oficiales? – le pregunte denotando cierta
emoción
- Oficialmente desde hace unos cinco minutos. Y para que veas que esto va
en serio salgamos de este lugar como las personas decentes que somos.
Nos marchamos del baño tomadas de la mano. Aunque no se observaba a
nadie debido a que la mayoría habían entrado a sus clases de segunda mañana,
nos topamos por el camino a un grupo de estudiantes en clase de educación
física y al vernos en tan explícita muestra de amor, algunos se burlaron
despectivamente, otros tantos nos empezaron a grabar e incluso hubo uno que
nos recomendó un motel para que nos revolcáramos más tranquilamente. La
verdad aquellas tonterías nos tenían sin cuidado. Solo nos importaba que las
dos estuviéramos juntas, el amor rompe barreras, perjuicios y eso iba hacer
nuestra motivación para afrontar los difíciles días que se nos avecinaban.
Después de clases salimos muy risueñas a pesar de toda la mierda que nos
tiraban. Estaba muy feliz por Esther, era la primera vez que la miraba con un
semblante más alegre y natural en su rostro. Decidimos ir por unos helados
cerca del colegio ante el sorpresivo sol capitalino que hacía aquel día.
- ¿Que planes tienes para hoy? – me pregunto Esther
- Nada en especial. Supongo que adelantar los trabajos de esta semana.
¿Por qué?
- Tengo ganas de que veamos una película hoy en la noche. ¿Qué dices?
- ¿En la noche? No estoy segura que mi mamá me deje salir a esas horas
entre semana. ¿Qué película te apetece ver?
- La película es lo de menos, es una excusa para besuquearnos con más
privacidad.
- ¡Y yo pensando en la maldita película! Pues ya que me lo presentas desde
esa perspectiva podría hacer una excepción. Lo de mi madre era una vil
mentira.
- ¿Te da pena que nos veamos en público?
- Si no me dio pena que nos vieran en la escuela, menos delante de
personas que ni siquiera conozco o llegare a conocer. El caso era más por
cuestiones económicas – le conteste algo avergonzada
- Por lukas es lo de menos. ¿A qué horas nos vemos en el Cine Colombia
entonces?
- No sé, ¿por ahí tipo seis y media?
- Me parece bien. No puedo esperar a estar solas en la oscuridad
degustando tus besos – me dijo Esther mientras me daba un tímido beso.
- Niñas, si van hacer esas cosas les pido que se retiren de este respetable
negocio o lo hagan afuerita – nos dijo la dueña del lugar muy apáticamente.
Su comentario nos causó mucha gracia y tranquilamente nos terminamos
de comer nuestros helados de ron con pasas.
**
Ya me encontraba en el Cine esperando a mi amada. Faltaba aún mucho
para que empezara la función pero ya me había adelantado en comprarme las
entradas de las dos. Eran las 6:20 pm así que no podía exigir que mi novia
fuera igual de abollada que mi persona. Me senté muy feliz en uno de los sofás
que disponía el cine para que las personas tranquilamente esperaran la función.
Al lado mío había una pareja que notoriamente pasaban de los 20s. Aun así
fueron muy amables y con agrado me permitieron espacio en ese amplio y
cómodo sofá rojo. Me preguntaba que reacción tendría ellos cuando llegara
Esther y la recibiera con un tierno beso. Podría ser que su amabilidad se fuera
por el retrete y se retiraran instantáneamente de nuestra presencia, no sin antes
soltar uno que otro insulto; o cabía la otra opción de que fueran tolerantes y no
les diera importancia al amor de dos incomprendidas adolescentes. Me estaba
congestionado mucho el pensar sobre aquella situación, no solo sobre la
reacción de aquellos dos, sino de los que asistían ese día a las salas del cine.
Podría haber gente de nuestra escuela o peor aún, algunos de nuestros padres
podrían estar de casualidad observándonos desde algún escondido lugar. Tenía
que dejar de pensar por unos instantes porque me estaba volviendo paranoica
por cuestiones sin importancia.
Me empecé a intranquilizar un poco debido a las puertas de las salas
empezaban abrirse y la gente como animales se iban acercando para ingresar.
No había de que preocuparse, eran tan solo las 6:35 pm. Tal vez tuvo un
percance con el tedioso tráfico. Contabilizando los comerciales previos a la
proyección de la película, Esther disponía de unos 10 minutos para llegar a
tiempo, teniendo en consideración que ya disponía de las boletas, y 2 minutos
para comprar la comida. ¡Maldita cerda! Pensando en comida cuando la idea
del cine era para tener un poco de intimidad y cachondeo con ella. Por eso
escogí una película cutre llamados “Los Salvadores” ya que era su última
semana de proyección. La pareja del lado se levantó muy sosamente y se
retiraron lentamente hacía la sala 4, donde se hallaba la mayor fila del cine. La
nuestra era la sala 1 y por lo que visualizaba solo había una par de personas
ingresando, así que ese detalle me tranquilizo por unos minutos.
“¡Donde mierdas estás metida, la película empezó hace más de 20
minutos!”
Ese fue el mensaje que le envié a Esther, quejándome por su retardo
injustificado. Ya eran las 7:05 pm y aquella idiota no se dignaba a escribirme
tan siquiera. Estaba muy congestionada, porque era la única imbécil que aún
no entraba a la función correspondiente. Hasta se me acerco uno de los
empleados del lugar a preguntarme si había perdido mi entrada o algo por el
estilo. Sentía tanta rabia porque Esther no mostraba señales de vida, los
mensajes no le llegaban y cuando la intente llamar tenía el celular apagado.
Decidí esperarle máximo otros cinco minutos. Si no llegaba durante ese lapso
de tiempo, me marcharía sin querer saber de su existencia por el resto de mi
vida.
Siendo las 7:30 pm entre a la dichosa película. Como me había tomado la
molestia de gastarme mis ahorros del mes en las malditas entradas, no era
menos que iba a tirar mi dinero a causa del plantón que estaba viviendo, por lo
menos sabría si los dichosos “Salvadores” era tan mala como lo hacía
pretender su cartel.
Me fui a mitad de función, no porque la película fuera pésima en todos sus
sentidos, es más, al principio me saco algunas risas pero no pude aguantar la
maldita depresión que sentía por dentro. Mientras iba de camino a casa en el
Transmilenio solté algunas lágrimas. Me percate que además de no contestar
mis mensajes, aquella infeliz me había bloqueado del WhatsApp. Que
frustración tan hijueputa la que tenía. Mi primera relación y terminaba de esa
manera. Ni siquiera duramos un día. Al llegar a casa mamá me pregunto
porque había regresado tan pronto, medio le conteste que me sentía mal y que
no fuera a molestar a mi habitación, ya que necesitaba estar sola. Llore toda la
maldita noche, la idea del suicidio cada vez era más factible, y escuche hasta
la madrugada la canción “Triste Ojos” de Ramona. La letra de aquella canción
describía perfectamente lo devastada que me encontraba emocionalmente.
Al día siguiente me levante con los ojos adoloridos. Me quemaba el
corazón y el triste recuerdo del fatídico día en que había encontrado al amor de
mi vida, aquel amor que se fue más rápido que la vida de un cigarrillo. Aun así
no me quería quedar en casa, con lo indeseable pensamientos que cargaba en
la cabeza, lo último que me apetecía era encontrarme sola. Llegué más
temprano de lo normal al colegio y me senté muy atenta en mi puesto a la
espera la desvergonzada que me había dejado plantada. Naturalmente fueron
llegando mis otros compañeros, el salón iba cobrando vida y bullicio. Las
primeras clases se desarrollaron como de costumbre, nada que resaltar. En el
primer descanso trate de llamar a Esther, ante su negativa de venir a clases
pero resultó más que imposible, su número telefónico se encontraba cortado.
Me estaba empezando a preocupar seriamente sobre ella. Puede ser una
completa gilipollas con las personas, pero eso de no asistir a clases, ya de por
si me dejaba con una mala espina. Con esta era la segunda vez que no asistía
al colegio, y en la primera ocasión su padre vino a traer su excusa
personalmente.
Pero las malas noticias no terminaron ahí, ya al segundo recreo notaba que
tanto compañeros de mi salón como gente de otros cursos me miraban de
manera extraña, como si llevara una enfermedad contagiosa encima. Cuando
iba a la cafetería las personas trataban de mantener una puta distancia de mi
ser. Y cuando caminaba escuchaba murmullos a mi alrededor, Tengo que
aceptar que de aquellas incomodas situaciones no pasaron a nada mayor, pero
estaba decepcionada con Esther, ya que habíamos acordado el día anterior que
las dos haríamos frente a toda la mierda que nos vendría encima al manifestar
públicamente nuestro prematuro amor. Pero la que estaba cargando con toda la
responsabilidad era este desdichado pecho.
Al terminar aquella fatídica mañana, busque a la directora de noveno grado
para saber si tenía algún conocimiento sobre la ausencia de mi novia.
- ¿Acaso no lo sabe señorita Zeuner? La señorita Cepeda fue retirada de
este establecimiento educativo. Su padre, el pastor Cepeda vino a tempranas
horas de la mañana para hacer el papeleo correspondiente. Al igual que usted,
lamentamos mucho que una excelente estudiante no pertenezca más en las
filas de nuestra institución – me dijo la señorita Jiménez, rectora de los grados
noveno.
- Y se podría saber las razones por la cual mi nov…digo la compañera
Esther fue retirada de nuestra escuela.
- Lo siento señorita Zeuner, el pastor Cepeda fue muy enfático en
prohibirnos a nosotros los maestros de revelar las causas del retiro de su hija.
Ahora si me disculpa tengo que atender a unos padres de familia. Que tenga
buena tarde señorita Zeuner.
Un salpicón de sentimientos me rondaba por todo el cuerpo. Pero
intuitivamente tomé el Transmilenio y me fui directo a mi casa. Naturalmente
no se encontraba mamá, así que me dirigí a mi habitación y empecé a tirar al
suelo todo lo que mirase a mí alrededor Entre las victimas fatídicas estuvieron
mi computadora, mis libros, ropa, fotos entre otras cosas. Me dirigí a la cocina
y tomé el cuchillo. Estaba más que decidida a terminar con esto. Era la gota
que había derramado el vaso. No permitiría que la vida me siguiera cogiendo
de tan aberrante manera. Pero antes de hacerlo, necesita dejar una nota o algo
así, al estilo Kurt Kobain. Luego deduje que era una idea muy estúpida. Me
recosté un rato en la cama con el cuchillo en mano y al poco tiempo me quedé
dormida. Cuando desperté eran las seis de la tarde. Me aterro saber que tenía
un maldito cuchillo en la mano y automáticamente todos los nefastos sucesos
de los últimos días volvían a mi mente como una eyaculación precoz.
Me deprimió saber que había dañado mi computadora y muchos objetos de
valor. Pero tenía claro que ya no valía seguir viviendo. ¿Qué me quedaba? Mi
madre se la pasaba las 24 horas trabajando. No tenía amigos en la escuela. La
única novia que tuve se marchó sin darme explicaciones. Que se poda esperar
de tan desolador futuro. Tome de nuevo el cuchillo. Me cuestionaba si me
dolería mucho. Había leído en internet que cortarse las venas era el método de
suicidio menos efectivo y más doloroso de entre todas las opciones. Odiaba
ver sangre y era muy estúpida para seguir indicaciones, como de buscar la
vena indicada y esas chorradas. Tiré el cuchillo lejos y me senté en el suelo.
Me quedé dubitativa por algunos minutos y posando la mirada más allá de lo
que se hallaba destrozado a mi alrededor, pude visualizar un cigarrillo. Era el
cigarrillo que me había dado aquella apuesta chica hacía unos cuantos meses.
No me explicaba porque aun lo seguía conservando. Pero aquel objeto me hizo
acordar de la existencia de Alexander. Busque apresuradamente la tarjeta que
aquel hijo de puta me había dado en la biblioteca. La tenía guardada en uno de
los cajones de mi mesa. La tarjeta se hallaba junto a mi olvidada armónica. Me
había mencionado que él me ayudaría a cambiar mi mentalidad de perdedora y
suicida. Era la última opción que me quedaba.
No tenía nada que perder, así que lo llame. De ahí si no funcionaban las
cosas o seguían igual, no me importaba cortarme cada una de mis malditas
venas, pero me prometí que cerraría mi existencia si todo salía igual con aquel
tipo. Timbro tres veces y no hubo respuesta. Había un refrán en Escocia que
decía que las cosas se tenían que hacer dos veces, la primera era para los
soplapollas y la tercera pare los holgazanes. No podía ignorar tan preciso
argumento de mis raíces europeas Le marque por segunda vez y al instante me
contesto una vocecilla femenina que me parecía haber escuchado en otra
ingrata ocasión.
- ¿Aló?
- Hola. ¿Alexander?
- Habla con su hija. ¿Quién le necesita?
- Dígale que soy Zeuner. Una alumna suya.
- ¿Zeuner? No me suenas de nada niña, ya se lo paso de todas formas.
Me imaginaba a la hija de aquel tipo toda gorda y celosa de que llamasen a
su apuesto padre seguidamente. En fin, me lo paso como a los 10 segundos la
desgraciada.
- Hola Zeuner, que grato escucharte. ¿Cómo has estado?
- Me quiero suicidar – le dije sin rodeos.
No se oyó nada del otro lado de la línea por unos cuantos segundos.
- Pues jódete – fue su única respuesta.
Cuando llegue a la Tienda “Todo a cien”, aquel santo grial de los
melómanos y lectores empedernidos; había una cantidad mínima de curiosos
en aquella gigantesca tienda, así que supuse que no sería difícil encontrar a mi
cita de esa noche. Al pasar los minutos me entregue de lleno ante la selecta
variedad de bandas y autores que se podían encontrar allí, ¡hasta tenían música
midwest emo gringa de los noventa! Me puse a chismosear un poco de las
bandas disponibles de aquel hermoso género. American Football, Mineral,
Penfold. Ya pensaba en llevarme toda la colección cuando intuitivamente
observé que cerca del stand donde me hallaba se encontraba la chica que me
había regalado el cigarrillo hacia un par de meses. Estaba putamente hermosa,
su pelo estaba más largo y llevaba un lindo flequillo. Llevaba puesto una
sudadera negra y unos jeans del mismo color. Podía vislumbrar sus llamativas
expansiones y el piercing de la nariz. Aquella chica naturalmente no era de mi
país, pues a pesar de que se encontraba a cierta distancia irradiaba un aura de
estilo y clase que lo dejaba a uno medio atontado.
Disimuladamente me fui acercando a su perímetro con la leve esperanza de
cruzar palabras con ella. El corazón me latía a mil por segundo, debido a que
aquella joven me atraía soberbiamente y en verdad me hacía mucha ilusión de
saber si ella se acordaba aun de este rostro pecoso. Cuando me encontraba a
unos cuantos pasos de ella, inoportunamente su teléfono empezó a sonar y sin
percatarse de mi relativo acercamiento, se fue en dirección a la salida de la
tienda. Maldije a la persona que la llamo, pues si no fuese por aquel percance
tal vez todo hubiera resultado según lo que aspiraba.
Tal situación me quito instantáneamente las ganas de seguir detallando
música y ya tan solo quería ver si aquel imbécil ya había llegado a la tienda.
Lo llame, pero su teléfono sonaba ocupado. Le fui muy clara al declararle que
estuviera atento a mi llamada por si algo se suscitaba. Ahora me hallaba más
sola que monja en convento de cine para adultos. Camine sin rumbo por el
resto de la tienda, con la mirada perdida y con un frio que me congelaba los
pezones. Mientras miraba unos libros relacionadas con la temática skinhead,
sentí una mano en mi hombro y al voltearme se hallaba ante mis ojos a
Alexander con característica sonrisa.
- Hola Zeuner. Tienes una cara terrible ¿Qué te sucedió? – me pregunto
muy comprensiblemente.
- ¿Podemos salir de este lugar? – le conteste con notoria incomodidad.
- Conozco un café por aquí cerca, sirven deliciosos bocadillos y a veces
hay música en vivo –me contesto mientras revisaba algo en su teléfono.
- Y dicen que nosotros los jóvenes estamos viciados de las nuevas
tecnologías – le recrimine sarcásticamente
- Lo siento, acontece que mi hija nos va acompañar también y le estoy
avisando de que ya nos encontramos en el punto de reunión.
- ¡¿Tu hija?! Pero si te fui muy enfática de aceptar tu invitación siempre y
cuando fuéramos solo los dos - le dije molesta
- Estoy seguro de que te llevaras bien con mi hija. Eso ya lo pude
comprobar hace algunos instantes.
- ¿Hace algunos instantes? ¿a qué te refieres?
- Ya lo sabrás. Ella fue la que nos recomendó el sitio donde iremos.
- Estoy confundida, si son otras de tus estúpidas bromas pues deja…
- ¡Mira! allá viene ella – dijo Alexander muy emocionado.
El peso del mundo, la luna y las estrellas reposaban ahora en mi espalda.
Sentí por primera vez la tranquilidad de que las cosas mejorarían para bien, de
que no me hallaba sola caminando en este perro mundo. Y es que la hija de
Alexander era muy diferente a la concepción que tenía de ella en mi mente.
Aquella chica amablemente me dio un gran abrazo y se presentó muy
carismáticamente.
- ¡Hola mucho gusto, Camila! ¡Te dije que nos volveríamos a ver! – me
dijo mientras me daba un gran y sincero abrazo.
- ¿Acaso se conocían de antes? – pregunto Alexander muy extrañado.
- Lo esencial para estar segura de que me gustan los cigarrillos y ver
pornografía en las bibliotecas – le conteste con una sonrisa mientras le
devolvía el trajinado cigarrillos a Camila, la chica del culo grande y de los
ojos azules.

Confusion in her eyes that says it all.


She's lost control.
And she's clinging to the nearest passer by,
She's lost control.
And she gave away the secrets of her past,
And said I've lost control again,
And a voice that told her when and where to act,
She said I've lost control again.
And she turned around and took me by the hand and said,
I've lost control again.
And how I'll never know just why or understand,
She said I've lost control again.
And she screamed out kicking on her side and said,
I've lost control again.
And seized up on the floor, I thought she'd die.
She said I've lost control.
JOY DIVISON - SHE'S LOST CONTROL
EPILOGO

- Identificación por favor.


- No la traje.
- ¿Eres menor de edad, cierto? Te vas devolviendo por donde viniste
porque si te dejamos pasar la policía nos jodería la fiesta.
- Entiendo – le conteste avergonzada ya que algunos detrás de la fila
pedían educadamente agilización.
- Y si te doy algunas lu..
- ¡Largo de aquí!
- Oye hijo de puta no le hables así a mi novia –dijo Camila llegando a mi
rescate.
- Cami no sabías que esta chica era tu no…
- Déjanos pasar Elder o si no todos aquí se enteraran que ayer la chupaste
a…
- ¡Tranquila, tranquila! Pueden pasar no hay que ponerse violentos cariño.
Aunque Camila decía lo de ser su novia como manera de demostrarme su
cariño, después de casi un año de andar en su parche y en las movidas que se
metía, aún seguía pensando en la miserable existencia de Esther. Aun así fue
mucho el cambio tanto físico como mental desde que me empecé a juntar con
Camila y su círculo social. Fiestas, tokes, cigarrillos y besos esporádicos con
otras chicas eran ahora mi bien agradecida rutina.
- Camila siempre siendo tan original en la forma de tratar a sus conocidos.
Me recuerda a tu madre – dijo Carlet entrando inesperadamente a mi celda.
- Porque dices que te recuerda a mi madre si tú nunca la conociste.
Además, ¿cómo mierdas entraste sin que los guardias te dijeran algo?
- ¿Eso importa ahora? Con tal estamos atrapados en este hueco. Agradece
mi presencia, ya que según me han dicho llevas casi dos meses sin ver a nadie.
- ¿Tanto ha pasado? – pregunte extrañada por la terrible cantidad de tiempo
que había permanecido sola sumida en mis pensamientos.
- Por eso estoy aquí, quiero que veas esto.
Carlet coloco unas viejas páginas de periódico sobre la pequeña mesa que
disponía en mi mugrienta celda. Se trataba de un periódico escrito en catalán
donde mencionaban unos terribles asesinatos en el cual se veían involucrados
jóvenes de otras nacionalidades.
- Espera un minuto, ¿porque mi nombre aparece en este periódico que
tendrá mil años de haber sido publicado? Además tu no deberías estar aquí, ya
que tú estas muer…
Pero Carlet había desaparecido.
Me percate que las puertas de mi celda habían permanecido cerradas y con
candado. ¿Pero qué mierdas significaba todo esto? ¿Dónde me hallaba metida?
Empecé a gritar como una paranoica y arañarme la cara. Golpeaba
violentamente las rejas y pedía misericordia por mi patética existencia. Me tire
al suelo y sollozaba como una maldita ramera cuando le han robado su
producido. Vi como las hojas del periódico caían al suelo. Maldita sea, ahora
recordaba todo, ¡YO ASESINÉ A CAMILA EN BARCELONA!

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