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ALUMNO: AMOZ HIDALGO ACOSTA

GRUPO: TEOLOGÍA EN LINEA

MATERIA: TEOLOGIA PASTORAL

DOCENTE: JOSE GRANILLO

ACTIVIDAD: Debe realizar un ensayo reflexivo respecto al trabajo que debe realizar
el pastor al enfrentarse a las siguientes situaciones en la comunidad que pastorea:
Migración.
EL ALCOHOLISMO Y LA DROGADICCIÓN

Introducción: Llama la atención que la comunidad en la que actualmente vivo;


Raudales Malpaso, aunque es pequeño, por cada iglesia (templos de diferentes religiones)
hay cinco cantinas, es decir que abunda el alcoholismo, aunado a esto, la drogadicción. Un
dato interesante es que durante la pandemia se cerraron los locales de comercio y las
iglesias, y los bares oficiales de la zona comercial (dos o tres) pero en general, los lugares
clandestinos de venta de alcohol se multiplicaron, a tal punto que la famosa “ley seca”
nunca llegó a malpaso. Recuerdo, a manera de anécdota, en una ocasión cuando regresaba
a malpaso, con mi familia de un viaje, al entrar al pueblo, mi niña exclamó con toda
naturalidad, ¡ya llegamos a Malpaso, mira, ya llegamos a Malpaso, ahí están los borrachitos!
Me causó gracia, pero a su vez, me llamó mucho la atención de su afirmación. Porque era
muy cierto lo que decía, y eso me puso a pensar que, tantas veces había visto a los
borrachitos tirados en las cunetas de las calles, que ya me parecía algo tan normal aquella
situación.

Desarrollo: en una ocasión platicando con mi pastor local, tocamos el tema de “la
drogadicción y el alcoholismo”, y pensábamos acerca de alguna estrategia que pudiéramos
hacer para afrontar la situación, como iglesia, y rápidamente y como primera opción surgió
la idea de hacer “guerra espiritual”, lo cual me pareció muy acertado, porque al final,
entendíamos que aquellas personas alcohólicas y drogadictas estaban bajo la influencia del
maligno. Así que como fruto de dicha conversación, se puso en marcha una caminata por el
pueblo, pero una caminata de oración, con el apoyo de toda la iglesia, se convocó a ayuno
y oración, para que el día determinado, todos salieran y de forma estratégicamente
esparcidos por todo el pueblo, se pudiera hacer cobertura en favor de aquellos que estaban
oprimidos por las fuerzas demoniacas, sobre todo en el consumos de las drogas y el alcohol.
Por supuesto que nos alegramos mucho, cuando emitieron el orden municipal de cerrarse
los locales y negocios, los bares, las cantinas y todo lugar de conglomeración en público,
incluyendo por supuesto la iglesia. Lo irónico fue, que en muchos casos, aunque las iglesias
estaban cerradas, las cantinas por ser clandestinas y por estar ubicadas en recovecos de
todo el pueblo, al parecer seguían funcionando normalmente.
En otra ocasión estaba conversando con un hermano (caballero de la iglesia) que
trabaja como chofer de una mototaxi, y que curioso que nuestra platica iba en torno si la
iglesia debiera estar cerrada o no, porque creíamos que era cuando más se necesitaba de
la cobertura de Dios y sobre todo, de ser “sal y luz” en medio de un mundo de caos e
incertidumbre, recordemos que era el tiempo para cuando recién habían cerrado las iglesias
el año pasado, cuando aun se esperaba que esto de la cuarentena pasara pronto, y también
resulta curioso, que “Irán” (así se llama el hermano y amigo) me dice, pero si la iglesia está
cerrada, porque las cantinas siguen abiertas, porque los puntos de venta de droga siguen
funcionando normal, es más, en ese momento, me comentó de un “anexo” (centro de
rehabilitación de alcoholismo y drogadicción) que estaba funcionando normalmente y que
le habían hecho la invitación, para ir a compartir la palabra de Dios, fue entonces que me
dijo; “si la iglesia está cerrada, pues mejor vamos a ponernos de acuerdo para ir a ese lugar
y haber que pasa”…

Ni tardos ni perezosos, nos pusimos de acuerdo, y en vuelta de tres días ya teníamos


armado la cuadrilla, nos pusimos en contacto con el pastor, primero para informarle de
nuestros planes y segundo para invitarle como predicador, pero él no podía ir por asuntos
de iglesia, pero nos dio el banderazo, un hermano jubilado de comisión federal (que hace
poco falleció) nos prestó su camioneta, otro hermano se ofreció de chofer, y otros más
íbamos de acompañante, ese primer sábado que fuimos, fue algo hermoso, nos pasaron a
todos a tribuna (así le llaman) y todos tuvimos un tiempo para compartir un poco de nuestro
testimonio y también para conversar de la palabra de Dios, al final muchos se reconciliaron
con el Señor y realmente fue algo hermoso. Al final, nos quedamos con un buen sabor de
boca, y dijimos esto tenemos que repetirlo.

Las visitas al “anexo” se volvieron más y más frecuentes, cada sábado estábamos listos
para ir a dicho lugar, nos tomaba media en carro particular, entre todos cooperamos para
la gasolina, también empezamos a cooperar para llevarles panes y refrescos y en algunas
ocasiones también llevamos tamales. Pero llegó el punto, en que aquellas personas que
estaban adentro de dicho centro de rehabilitación salieron, y se incorporaron a su vida
normal, entonces, surgió otra interrogante, ¿Qué debemos hacer con aquellas personas que
ya no están ahí dentro pero que necesitan de un seguimiento? Así que pasamos a otra
estrategia, suspendimos las visitas al anexo (la verdad ya empezábamos a sentir el desgaste
físico y económico de ir siempre los mismo cada sábado a dicho lugar). Ubicamos que eran
10 personas de Malpaso las que habían estado en dicho anexo pero que ahora estaban
libres, y decidimos buscarlos e invitarlos a una charla ahora ya no en el anexo sino en
Malpaso. Por decisión, mi casa fue el lugar elegido para la reunión, convocamos a las
personas y en esa ocasión también llegó el pastor, pusimos unas mesas, conseguimos unos
refrescos y esperamos. Cuando llegaron, todo marchó bien, conversamos de la Palabra de
Dios, oramos con ellos y concertamos una próxima reunión. Al final todos estábamos
contentos.

Conclusión: Un hermano que siempre nos acompañaba, dijo que el tenía una casita
que, aunque no estaba habitada porque estaba aún en construcción, que la sala estaba en
condiciones para que ahí nos reuniéramos, fuimos todos a acondicionar el lugar, y a partir
de ese día, cada martes a las 5 de la tarde, nos reuníamos para conversar con ex drogadictos
y ex alcohólicos, ahora en recuperación y en una nueva relación de fe con Jesucristo. Poco
a poco se fueron dando los resultados que tanto esperábamos, al principio no tenían la
confianza de ir al templo sino solo a nuestro centro de reunión, pero luego ellos mismos
nos sorprendieron, para cuando se volvió a reabrir el templo (con todas las medidas de
seguridad), ellos ahora ya formaban parte de la congregación (como oyentes). Al final,
entendí que aunque la caminata de oración fue buena, la mejor opción fue tener contacto
con ellos, conocerlos, hacerse amigos de ellos y demostrarle con acciones que para Dios y
para nosotros son personas especiales.

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