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Presentación
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encargados de los destinos de los gobiernos pueden influir sobre la aplicación
indiscriminada de la norma general.
Bien distinto, por su parte, es el planteo realizado en esta misma materia por
Aristóteles. En su Política, este filósofo postula la necesidad de que la voluntad
de los individuos (entendiendo por tales tanto al gobernante como a los
restantes ciudadanos) se encuentre supeditada al régimen político al cual
pertenecen. De los tres regímenes políticos a los que hace referencia
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(monarquía, aristocracia y república), Aristóteles presenta a la república como
el más deseable de todos, precisamente por cuanto considera que es el único
de los tres que se rige exclusivamente por el bien común; en la monarquía y en
la aristocracia, por el contrario, los gobernantes, investidos de características
particulares, se encuentran facultados para hacer primar sus propios intereses
por sobre los de la comunidad; estos últimos regímenes, por lo demás,
requieren, a diferencia de la república, líderes con un cierto carácter de
excepcionalidad (o, en términos de Max Weber, con un cierto “carisma”). En
consecuencia, el planteo aristotélico combina el respeto por las leyes con el
reconocimiento del rol del líder, cuya aspiración al bien común y a la felicidad
de toda la comunidad constituirían los factores determinantes del régimen de
gobierno.
En este marco, fue Santo Tomás de Aquino quien planteó que el hombre debía
ser comprendido como un ser político y social, identificando metafóricamente a
la sociedad con la imagen de una familia, de la cual el rey sería el padre. El
liderazgo necesario, entonces, de acuerdo con esta postulación, era aquel que
-respetando las leyes naturales- posibilitaba la conducción de la comunidad a
la salvación cristiana.
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última de un príncipe es la de permanecer en el poder. En dicho esquema, la
capacidad de mantenerse al tanto de las circunstancias, entender el contexto y
conservar el dominio de las diferentes situaciones (combinando los gestos de
bondad con el uso de la fuerza), será lo que determine la subsistencia o no del
líder en su puesto.
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social, aún contra toda resistencia”) sino la “probabilidad de encontrar
obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas”. En
consecuencia, no es lo mismo imponerse a alguien que recibir obediencia.
Toda obediencia, en última instancia, se transforma en adhesión en virtud de la
legitimidad, que hace que no sea necesario -salvo en casos excepcionales- el
recurrir a la fuerza o la amenaza. Por otra parte, la dominación puede ser
legitimada a partir de diversas fuentes, lo que condujo a Weber a establecer
sus famosos tipos puros de dominación legítima:
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Si bien hasta aquí hemos explicado el concepto de liderazgo desde las áreas
disciplinares de la sociología y la ciencia política, no debemos pasar por alto el
aporte que al respecto ha brindado la psicología. La visión freudiana,
particularmente, contribuye a la comprensión de las condiciones psicológicas
bajo las cuales un conjunto de hombres se ve sometido a los influjos de un
líder. De acuerdo con Freud, cuando un individuo pasa a formar parte de una
masa se desembaraza de sus características particulares y, con ello, elimina su
peculiaridad, volviendo operante el fundamento inconsciente de los miembros
que la componen, que en lo sucesivo pasa a adquirir un carácter uniforme en
todos ellos.
Es así, entonces, que el individuo, al pasar a formar parte de una masa, queda
sometido a condiciones que le permiten eliminar las represiones de sus
mociones pulsionales inconscientes. La desaparición de la conciencia moral es
uno de los rasgos característicos que presentan, por ejemplo, las masas en los
totalitarismos. El contagio, en cambio, constituye para el individuo una
exteriorización del fenómeno de la sugestión. La sugestión esconde tras de sí
“vínculos de amor”, lazos sentimentales que constituyen la esencia del alma de
las masas y que son lo que permite mantener la cohesión dentro de ellas.
Freud, por lo demás, explica que, más allá de los procesos revolucionarios,
existe otro tipo de masas, llamadas “artificiales”, que se estructuran de manera
estable, cristalizándose en las instituciones sociales y a las cuales los
individuos consagran su vida. El establecimiento de lazos libidinales entre los
miembros de una masa y la merma del rendimiento intelectual, constituyen una
base perfecta para la implantación de la dominación. Es, precisamente, la
figura del líder (en tanto que encarnación del padre protector) la que permite
esta unión “de amor” dentro de la masa, ya que lo que une a todos los hombres
en semejantes casos es el amor compartido hacia la figura idealizada del líder.
Lo que se evidencia de esta relación entre la masa y el líder es que el individuo
desarrolla una doble ligazón libidinosa: con el conductor, por un lado, y con los
otros individuos que conforman junto a él la masa, por el otro.
Los caudillos totémicos, por el contrario, hacen todo lo posible por fomentar el
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culto por la personalidad. Tratan de crear en torno a la figura del líder y de la
idea sobre la cual se apoyan una leyenda ilustrada cargada de metáforas
tomadas de las costumbres y los modos de pensamiento tradicionales. Se
transforman a sí mismos en ídolos para captar la mirada de las multitudes. Los
retratos y emblemas llevados por las masas imponen su personaje invadiendo
todos los ámbitos, desde los hogares hasta los lugares públicos. Atrapados por
las ideas y las imágenes, los individuos van perdiendo el uso del pensamiento
crítico, y el líder que sabe convertirse en ídolo goza de la soberanía absoluta
sobre todos los hombres, puesto que logra reinar directamente sobre sus
conciencias.
Tratando de abarcar desde los liderazgos ancestrales hasta los liderazgos más
recientes, existen muchas definiciones de este fenómeno. Al sustantivo
liderazgo, desde siempre, se lo ha acompañado de varios y diversos adjetivos
delimitativos: carismático, heroico, revolucionario, innovador, transformador,
transaccional, personal, individual, colectivo, coercitivo, consensual, autoritario,
democrático, reactivo, gerencial, partidario, legislativo, de opinión, burocrático,
por mencionar sólo algunos.
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tipologías. Sería una empresa interminable dar cuenta de todas ellas. Por lo
tanto, nos basamos en una diferenciación ya clásica de los estilos de liderazgo,
mencionando algunos subtipos de liderazgo, también muy conocidos.
Conclusiones
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avanzado en su nivel de complejidad, como consecuencia de la globalización.
En virtud de ello, los líderes encuentran más que difícil la concreción de sus
objetivos y suelen aparecer como condenados a defraudar y a no cumplir con
las expectativas que en ellos han sido depositadas. Es aquí adonde comienza
a producirse el divorcio entre la política y la sociedad. A esto se suman, por
otra parte, las demandas diversas y fragmentadas con que los líderes políticos
se encuentran a diario, todo lo cual les dificulta aún más la tarea de construir un
atractivo político basado en una cultura común y en una serie de valores
compartidos.
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Será tarea del futuro el dilucidar si los liderazgos podrán conservar el gran
logro de seguir siendo democráticos.
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Bibliografía
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