Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Teórico 11 2018 - Merleau-Ponty (E. García)
Teórico 11 2018 - Merleau-Ponty (E. García)
Teórico N° 11
no quise decir que [estos nuevos pensamientos] negaban el valor de la ciencia, ya sea
como instrumento del desarrollo técnico o como escuela de exactitud y veracidad. La
ciencia fue y sigue siendo el campo donde debe aprenderse lo que es una verificación,
lo que es una investigación escrupulosa, lo que es la crítica de uno mismo y de sus
propios prejuicios. Bueno era que se esperara todo de ella en un tiempo en que aún no
existía. Pero la cuestión que el pensamiento moderno plantea a su respecto no está
destinada a impugnarle la existencia o a cerrarle ningún campo. Se trata de saber si la
ciencia ofrece u ofrecerá una representación del mundo que sea completa, que se baste,
que de algún modo, se cierre sobre sí misma de tal manera que no tengamos ya que
preguntarnos ninguna cuestión válida más allá. No se trata de negar o limitar la
ciencia; se trata de saber si ella tiene el derecho de negar o excluir como ilusorias
todas las búsquedas que no proceden, como ella, por medidas, comparaciones y que no
concluyen con leyes tales como las de la física clásica, encadenando tales
consecuencias a tales condiciones. No sólo esta cuestión no señala ninguna hostilidad
respecto de la ciencia sino que incluso es la misma ciencia la que, en sus desarrollos
más recientes, nos obliga a plantearla y a responderla negativamente.
Será preciso despertar la experiencia del mundo tal como se nos aparece en cuanto
somos-del-mundo por nuestro cuerpo, … tomar así nuevo contacto con el cuerpo y con
el mundo. … Aprender de nuevo a sentir nuestro cuerpo, reencontrar bajo el saber
objetivo y distante del cuerpo ese otro saber que tenemos de él, porque está siempre
con nosotros y porque somos cuerpo (Fenomenología de la percepción, p. 222)1
La conciencia descubre [...] en particular durante la enfermedad, una resistencia del cuerpo propio.
Puesto que una herida en los ojos basta para suprimir la visión, es que vemos entonces a través del
cuerpo. Puesto que una enfermedad basta para modificar el mundo fenoménico, es entonces que el
cuerpo hace pantalla entre nosotros y las cosas. [Es decir: el cuerpo parece en algunos casos
interponerse entre mi conciencia perceptiva y las cosas, como una cosa más. En estos casos, parece que]
nos vemos obligados a renunciar a la imagen que la experiencia directa nos da de él. El cuerpo
fenoménico con las determinaciones humanas que permitían a la conciencia no distinguirse de él, va a
pasar a la condición de apariencia; el "cuerpo real" será aquel que la anatomía o más generalmente los
métodos de análisis aislante nos hacen conocer: un conjunto de órganos del que no tenemos ninguna
noción en la experiencia inmediata y que interponen entre las cosas y nosotros sus mecanismos, sus
poderes desconocidos. [...] Nuestro cuerpo no siempre tiene sentido, y por otra parte, nuestros
pensamientos, en la timidez, por ejemplo, no siempre encuentran en él la plenitud de su expresión vital.
En estos casos de desintegración, el alma y el cuerpo son aparentemente distintos, y ésta es la verdad del
dualismo. [...] La "dualidad [...] está en principio fundada [...]. Pero no es una dualidad de sustancias, o
en otros términos, las nociones del alma y el cuerpo deben ser relativizadas. [...] El alma, si no dispone
de ningún medio de expresión -habría que decir más bien: de ningún medio de realizarse- deja pronto de
ser aquello que sea, deja en particular de ser el alma [...]; el cuerpo que pierde su sentido [es decir, su
ser "expresión" o "realización" de una subjetividad] deja pronto de ser cuerpo viviente para recaer en la
condición de masa físico-química, sólo llega al sin-sentido al morir. Los dos términos nunca pueden
distinguirse absolutamente sin dejar de ser; su conexión empírica está fundada, pues, sobre la operación
que instala un sentido en un fragmento de materia, y en ella lo hace habitar, aparecer, ser. Al volver a
esta estructura como a la realidad fundamental, hacemos comprender a la vez la distinción y la unión del
alma y el cuerpo. (La estructura del comportamiento, tr. E. Alonso, Hachette, Buenos Aires, 1976, pp.
264, 290, 291)
5
hablaba de que los campos de trabajo forzado soviéticos no podían entenderse desde
ningún punto de vista como asociados a alguna idea de socialismo o algo que tuviera
que ver con el marxismo tal como él lo comprendía. Esto comienza a marcar una
distancia de Merleau-Ponty respecto del Partido Comunista Francés, al cual Sartre
seguía adhiriendo. Así comienzan discusiones fuertes plasmadas en una
correspondencia con Sartre. Finalmente, en el año ‘53 Merleau-Ponty deja la revista Los
tiempos modernos en su función de redactor y codirector, en disidencia con la posición
política de Sartre. Ahí empieza una relación tensa e incluso una no-relación con Sartre.
Se ven solamente una vez más en un congreso unos años después. Merleau-Ponty allí le
pregunta a Sartre si había pasado aquel momento en que se calificaba a una filosofía o
una obra literaria según el único criterio de si era progresista o burguesa, de izquierda o
de derecha, y la pregunta no le gusta a Sartre. Sartre le reprochaba a Merleau-Ponty el
encerrarse en la torre de marfil de los filósofos y no seguir comprometiéndose con la
política. Pero Merleau-Ponty no pensaba lo mismo de sí mismo. En el ‘55 escribió Las
aventuras de la dialéctica, otra obra de tema político que contiene una discusión del
marxismo ortodoxo, y dedica una buena parte a criticar las posiciones políticas
sartrianas, y cómo se conectan con la filosofía de Sartre. Allí dice que Sartre fue en su
filosofía muy consciente del modo en que la conciencia está “contaminada de mundo”,
o sea, de Ser -para decirlo en términos sartrianos-, con estas figuras que aparecen en El
ser y la nada de la situación, de la facticidad, los análisis de las relaciones con los otros,
y también la figura de lo pringoso o lo viscoso que aparece sobre el final de la obra de
Sartre. Esas figuras expresan la imposibilidad de despegarse de la conciencia respecto
del mundo. Merleau-Ponty dice que a pesar de que Sartre es consciente de esta
impureza propia de la conciencia en el sentido de que está necesariamente mezclada con
el mundo (es decir, se es corporal, se es histórico, se está ligado con los otros),
reacciona frente a esa viscosidad existencial “con náusea”. Merleau-Ponty reconoce que
Sartre había descripto muy bien las relaciones con el otro, hizo análisis muy lúcidos de
la sexualidad y la sensibilidad en El ser y la nada, que muestran esta adherencia de la
conciencia y el mundo, pero en última instancia su punto de vista filosófico termina
reaccionando contra ello, reservando un lugar de pureza incontaminada a la conciencia
y la libertad -lo cual va de la mano con resguardar un lugar central y excepcional a lo
humano, en continuidad con la tradición filosófica, un punto que Merleau-Ponty
12
Como ven, no hice una línea cronológica que represente la evolución intelectual
o la producción bibliográfica de Merleau-Ponty, sino más bien enumeré
desordenadamente una serie muy diversa de circunstancias, de autores, de temas, de
15
Después del Prólogo viene la Introducción, que es tan larga como cualquiera de
las tres partes que siguen, por lo que deben tener cuidado y no confundirla con la
Primera Parte. Se llama “Los prejuicios clásicos y el retorno a los fenómenos”. Es un
16
Los dos primeros capítulos de la primera parte del libro se refieren a lo que
podríamos llamar “la propiocepción”, aunque a Merleau-Ponty no le gustaba mucho
usar esta palabra. Se refiere al modo en que nos vivimos a nosotros mismos
corporalmente. Podría ser visto como una especie de enriquecimiento de los análisis del
17
Husserl acerca del cuerpo vivido, el Leib, enriquecimiento del análisis que se hace
integrando muchos elementos tomados especialmente de psicólogos y neurólogos.
Como él va a decir que nuestra propiocepción está en correlación directa con la
percepción del mundo, es decir, que nos percibimos a nosotros mismos como un sistema
de acciones posibles en un entorno que es percibido como correlato de esas acciones
posibles, entonces la teoría del cuerpo esboza ya por sí misma una teoría de la
percepción.
La Primera Parte inicia con un Preámbulo que tiene unas 4 páginas. Ese
Preámbulo plantea el problema de cómo dar cuenta de la percepción sin perder de vista
la relación inseparable de sujeto-objeto. Es decir, se debe dar cuenta de que la cosa se
me da desde una perspectiva (o sea, la cosa es para mí), pero esa cosa a la vez no se
limita a la perspectiva que se me abre a mí, sino que la cosa se me da como en sí, es
decir, como un objeto completo que tiene una excedencia y una cierta trascendencia
respecto de mi percepción de él. Para dar cuenta de la percepción hay que dar cuenta
entonces de estas cuestiones un tanto paradójicas de la perspectiva y del horizonte. Pero
es muy difícil mantenerse en ese punto tan raro e inestable de análisis donde la cosa se
me da desde una perspectiva (factor subjetivo) pero siendo más de lo que actualmente
veo, trascendiéndome (factor objetivo). En vez de mantenernos en ese filo tan difícil de
mantener en vista, podemos caernos para el lado del sujeto o para el lado del objeto.
Podemos pensar que el punto de vista desde el cual la cosa se me da es un punto de vista
en el espacio, en el mismo espacio en el cual está la cosa misma, es decir, el punto de
vista es un lugar más dentro de un espacio objetivo. Esto supone un punto de vista
ubicuo, es decir, un espacio visto desde ningún lado, lo que es en realidad un
borramiento del punto de vista o del sujeto. Esta posición correspondería a un
objetivismo, o sea, perder de vista el hecho de que todo siempre se me da desde una
perspectiva -que no es un lugar más como cualquier lugar del espacio-. Por otro lado,
puedo inclinarme para el lado del sujeto y pasar a una filosofía trascendental o de una
conciencia constituyente, sobredimensionando el hecho de que la cosa se da como en sí
solamente para mí y pensando que yo constituyo -en sentido fuerte- la cosa. Esos lados
que yo no veo de la cosa, pero que se me dan con los que se me presentan, son por
ejemplo una proyección o una construcción del sujeto. En este sentido, yo perdería de
vista esta relación del sujeto y el objeto para hacer del objeto una construcción del
sujeto.
18
Para no caer en ninguno de estos dos lados sesgados del análisis, dice Merleau-
Ponty, vamos a examinar cómo se nos da o cómo se experimenta el mundo partiendo de
aquello que tiene que ver con el punto de vista desde el cual el mundo se nos da, que es
el cuerpo. El Preámbulo termina diciendo: “No podemos permanecer en esta alternativa
de no comprender nada acerca del sujeto o no comprender nada acerca del objeto.” Al
dar cuenta solamente de que la cosa se nos da como en-sí, es decir, teniendo más lados
de los que actualmente veo y trascendiéndome, puedo perder de vista el sujeto y pasar a
considerarlo como parte de un mismo ser en sí independiente de cualquier sujeto. Al dar
cuenta del ser de la cosa como siempre solamente siendo para mí, podemos pasar a la
tesis a un sujeto constituyente y perdemos de vista la trascendencia del objeto. Continúa
diciendo:
Si nos vemos obligados a encontrar detrás del mismo [del pensamiento objetivo] a la
experiencia, no será más que motivados por sus propios apuros. Considerémoslo, pues,
operando en la constitución de nuestro propio cuerpo como objeto, ya que tenemos
aquí un punto decisivo de la génesis del mundo objetivo.
explicación mecánica del cuerpo los científicos terminan encontrando anomalías que
luego explican con cláusulas ad hoc. Pero los resultados científicos mismos desbordan
el marco mecanicista que está a la base de esa investigación. ¿Hasta qué punto los
científicos mismos se van dando cuenta y modifican el paradigma? En este capítulo
Merleau-Ponty no dice mucho de eso. Pero de hecho, él cita a neurólogos y toma
algunos de sus términos para elaborar su propia filosofía del cuerpo, o sea que Merleau-
Ponty entiende que algunos científicos son conscientes de las implicancias filosóficas de
sus estudios.
Y como la génesis del cuerpo objetivo no es más que un momento en la constitución del
objeto, el cuerpo al retirarse del mundo objetivo, arrastrará los hilos intencionales que
lo vinculan a su contexto inmediato y nos revelará, finalmente, tanto al sujeto perceptor
como al mundo percibido.
La definición del objeto es, según vimos, que existen partes extra partes, y, por lo tanto,
no admite entre sus partes, o entre él y los demás objetos, más que relaciones
exteriores y mecánicas, ora en el sentido estricto de un movimiento recibido y
transmitido, ora en el sentido lato de una relación de función a variable 3. Si se quería
insertar el organismo en el universo de los objetos y cerrar con él a ese universo, se
precisaba traducir el funcionamiento del cuerpo en el lenguaje del en-sí y descubrir
bajo el comportamiento la dependencia lineal del estímulo y del receptor, del receptor
y del Empfinder.
3
El que la fisiología mecanicista concibe las relaciones entre el cuerpo y los objetos sensibles o entre los
órganos del cuerpo como relaciones “de función a variable” significa que concibe que hay relaciones fijas
e invariantes, formulables en “funciones” o leyes, entre los factores objetivos y los órganos sensibles, y
entre los órganos entre sí (es decir, a tal variación de un estímulo corresponde necesariamente tal
variación en un órgano sensible, o a tal variación en un órgano sensible corresponde necesariamente tal
variación en el cerebro, etc.).
20
4
Entiendo que cuando Merleau-Ponty dice que de este modo “el mundo se cierra sobre sí mismo” quiere
decir concretamente que se da de él una concepción “sin ningún agujero subjetivo”, es un mundo “en sí”,
como no percibido desde ningún punto de vista o percibido desde todo punto de vista (ambas opciones
equivalentes para Merleau-Ponty a decir: un mundo no percibido por nadie).
21
Hay varios ejemplos de este punto que pueden rastrear en el texto. Uno de los
ejemplos que menciona es el de un pelo pinchando la piel. Al ser repetido este estímulo,
es sentido de distinta manera. Al comienzo, se siente el pinchazo, después la
localización se vuelve menos específica.
alternativa tiene también sus dificultades, pero sirve para dar vuelta el esquema
cartesiano y pensar que la motricidad tiene una función configuradora respecto de qué
estímulos se reciben y del modo como son recibidos.
Las cuatro anomalías del cuerpo respecto del marco mecanicista clásico que
resumimos esquemáticamente aquí son (1) la inconstancia de la relación estímulo y
respuesta, (2) el ser sensible no a elementos simples sino a configuraciones, diferencias
y relaciones entre estímulos, (3) la polivalencia funcional de los órganos y (4) la no
linealidad causal entre la fase sensorial y motriz, la circularidad entre ambas. Estas
anomalías muestran que el cuerpo funciona como un todo integrado y coordinado, a
diferencia del esquema clásico, que lo veía como un conglomerado de partes que
trasmiten el movimiento a partes contiguas. En estos casos el cuerpo actúa
coordinadamente como totalidad. Por ejemplo, un estímulo se recibe de una manera u
otra en función de la situación de otras partes alejadas de esa parte donde se recibe el
estímulo. Esta coordinación o integración de todo el cuerpo en el comportamiento
supone cierta “inteligencia corporal”, un cuerpo de algún modo “consciente” de sí
mismo, por así decir, cosa que trasciende el marco clásico. Estas anomalías que
muestran esta inteligencia o conciencia corporal y que hacen del cuerpo algo distinto de
una máquina automática, sin embargo, siempre se podrían explicar apelando a la
intervención de una función cerebral y central. Es decir, se podría mantener el esquema
mecanicista añadiendo una cláusula ad hoc que dice que habría una función cerebral
que da cuenta de estas capacidades del cuerpo que exceden el funcionamiento
mecánico, que explica que el cuerpo se muestre funcionando de manera más complejo e
inteligente que una máquina tonta.
1.a. Se podría pensar que hay una persistencia del estímulo en el muñón que
hace que se siga sintiendo un brazo que un ya no tiene, pero cuya sensación, al ser
transmitida al cerebro, pasaba por ese punto medio. Esto es muy representativo de la
explicación cartesiana de la sensibilidad, porque el modelo de Descartes suponía incluso
una tracción del nervio. Una vez que no está el miembro, si el nervio es traccionado a
mitad de camino, el cerebro podría captar la señal como viniendo del extremo que ya no
está. Daniel Dennett en La conciencia explicada dice que Descartes se habría basado
para esta explicación del funcionamiento nervioso en la manera en que en las casas de
su época el señor llamaba a los sirvientes por un sistema de cuerdas que recorrían la
casa. Es decir, podría haber un sirviente a mitad de camino que tire de la cuerda,
haciéndole creer al sirviente que está en la habitación que lo llama el señor. Para este
tipo de explicación, dice Merleau-Ponty, hay algunos casos que funcionarían como
contraejemplos. Si se anestesia el muñón, por ejemplo, en ocasiones se sigue sintiendo
el miembro fantasma, de modo que este tipo de explicación tiene sus límites.
c.) el mapeo cerebral de las partes del cuerpo es permanente. Siempre habría una
imagen del cuerpo con la que contaríamos en base al mapeo, que haría que sintamos
27
constantemente cierto cuerpo con ciertas características, mientras que el brazo fantasma
aparece y desaparece intermitentemente, en ciertas circunstancias puntuales.
d.) Por otro lado, este mapeo cerebral si bien es constante o permanente, también es
plástico, es decir que lentamente varía con el tiempo de acuerdo a la modificación de las
actividades habituales. Se comprueba que en personas que empiezan a hacer algún
deporte y empiezan a cobrar mayor conciencia y tener mayor motricidad en ciertas
partes que antes no tenían, el mapeo cerebral varía, y entonces es válido preguntarse por
qué persiste el mapeo de un miembro que ya no está, que no siente ni se mueve. En el
caso del miembro fantasma, habría una persistencia del dolor en miembros que no están,
que no se explicaría, entonces, por un funcionamiento puramente cerebral.
2. Para dar lugar a estas últimas variables consideradas, que funcionan como
contraejemplos de la explicación cerebral de la propiocepción, podríamos pensar
alternativamente entonces que la conciencia de nuestro cuerpo no es una función
neurofisiológica, sino que es una “representación” del cuerpo, es una conciencia
psicológica y mental y no depende primariamente de nervios ni de partes del cerebro.
Pasaríamos entonces a considerar una explicación ya no fisiológica sino psicológica de
la propiocepción. Pero lo cierto es que -menciona Merleau-Ponty- hay casos en los que,
simplemente seccionando los conductores aferentes -los nervios que van del muñón al
cerebro-, se suprime el miembro fantasma, lo cual nos devuelve en círculo a la primera
hipótesis fisiológica periférica. En la propiocepción, entonces, nos encontramos con un
fenómeno que depende de variables muy diversas que es muy difícil integrar en un
mismo mapa filosófico coherente, al menos desde un marco dualista. Es difícil explicar
cómo la propiocepción puede depender al mismo tiempo de la sección de un nervio y de
una terapia psicológica (y además, es problemático que ninguna explicación cubra todos
los casos, que ninguna sea total o exhaustiva). A nivel filosófico es interesante entonces
preguntarse cómo pueden ser convergentes en la explicación de un fenómeno estos
factores que el marco dualista no permite integrar. Dice Merleau-Ponty:
Una teoría mixta del miembro fantasma, que aceptase las dos series de condiciones,
puede ser válida como enunciado de los hechos conocidos, pero será profundamente
oscura. El miembro fantasma no es el simple efecto de una causalidad objetiva, ni
tampoco una cogitatio. Sólo podría ser una mezcla de ambos, si encontrásemos la
manera de articular el uno sobre el otro, lo «psíquico» y lo «fisiológico», lo «para-sí»
28
Como dije, el caso del miembro fantasma sería modélico en este análisis
respecto de la propiocepción o del modo en que nos vivimos corporalmente. La vía
media u ontológicamente ambigua a partir de la cual podrían conjugarse tanto la
causalidad objetiva como las motivaciones psicológicas de la propiocepción sería para
Merleau-Ponty la dimensión del comportamiento. El cuerpo comprendido como
comportamiento sería el término ontológicamente ambiguo que para Merleau-Ponty
permitiría pensar más allá de estas dos series heterogéneas de causas y motivos, de
cosas materiales y representaciones mentales, y encontrarles un espacio común donde
conjugarlas y dar cuenta de su eficacia explicativa parcial. Hablamos de las
explicaciones clásicas del miembro fantasma, la explicación fisiológica (central y
periférica) y la explicación psicológica. Todas tienen algún rango explicativo, alguna
eficacia explicativa, pero ninguna es exhaustiva de modo de cubrir todos los casos o
todas las variables de un caso. Siempre hay casos que Merleau-Ponty cita como
contraejemplos de cada una para mostrar que todas tienen una eficacia explicativa
parcial. Entonces, habría que entender por qué la propiocepción puede depender de
factores tan heterogéneos, factores además que ninguno por sí mismo cubre todos los
casos, y encontrar un medio común donde disponer estos factores. Y la respuesta que va
a empezar a contornear Merleau-Ponty, en términos preliminares, es que nos vivimos
29
Este fenómeno [el del miembro fantasma], que desfiguran tanto las explicaciones
fisiológicas como psicológicas, se entiende, por el contrario, en la perspectiva del ser-
del-mundo. Lo que en nosotros rechaza la mutilación y la deficiencia es un Yo
empeñado en cierto mundo físico e interhumano, un Yo que continúa tendiéndose hacia
su mundo a pesar de deficiencias o amputaciones, y que, en esta medida, no las
reconoce de derecho. El rechazo de la deficiencia no es más que el reverso de nuestra
inherencia a un mundo, la negación implícita de lo que se opone al movimiento natural
que nos arroja a nuestras tareas, nuestras preocupaciones, nuestra situación, nuestros
horizontes familiares. Poseer un brazo fantasma es permanecer abierto a todas la
acciones de las que sólo el brazo es capaz, es guardar el campo práctico que uno
poseía antes de la mutilación. (p. 100)
Ponty, el correlato -por así decir- noético de este mundo como entorno pragmático, el
sujeto de la percepción entendida de este modo, es el cuerpo tal como lo vivimos. Y lo
vivimos -como ya decía Husserl- como un “yo puedo”. Esta “conciencia práctica”
corporal, que es simultánea de una cierta conciencia del mundo (Merleau-Ponty dice
que “tomo conciencia del mundo a través de mi cuerpo y que tomo conciencia de mi
cuerpo a través del mundo”), es una conciencia no temática, o sea, no explícita, no
teórica ni intelectual, una “semiconciencia”, dice también Merleau-Ponty. En un curso
dice, comentando la teoría de la percepción de Husserl en términos muy afines con sus
propias ideas:
Es decir que este fenómeno de suplencia tiene relación con la materialidad del
cuerpo, pero no del todo -no de la materialidad en el sentido en que da cuenta de ella la
fisiología objetiva-; y tiene que ver con una especie de conciencia, pero no una
conciencia intelectual porque no es una función inteligente. ¿Cómo explicamos
entonces este “a mitad de camino? Merleau-Ponty, buscando este camino intermedio y
alternativo que dé cuenta de esta situación de “suplencia”, propone entonces: podríamos
decir quizá que “el insecto es-en-el-mundo”. Con esto quiere decir que el cuerpo del
insecto no es más que una función de la estructura cuerpo-mundo, donde el mundo es
entendido como un conjunto de fórmulas motrices o de recorridos comportamentales
posibles, como las dos caras de una misma estructura, y en ese sentido una pata u otra
cuentan como la misma posibilidad de comportarse en relación al mismo mundo como
entorno pragmático. Heidegger decía que el Dasein es-en-el-mundo, no como una cosa
frente a otra o como una cosa adentro otra, sino como dos términos que no tienen
sentido separados sino que son funcionales a una estructura que los pone en relación,
que es su relación misma. Y también, en la idea de ser-en-el-mundo de Heidegger
estaba presente esta concepción pragmática del mundo como un sistema remisional-
utensiliario. Y es por eso que Merleau-Ponty refiere libremente estos términos
heideggerianos. Pero Merleau-Ponty entiende que para que el ente aparezca como “a la
mano”, el Dasein tiene que ser corporal. Se podría decir que Merleau-Ponty de algún
modo “encarna” el análisis existenciario heideggeriano mediante la referencia al cuerpo.
Y para redescubrir lo que puede ser el cuerpo, Merleau-Ponty recurre a elementos de
32
Heidegger deja un poco de lado la cuestión del cuerpo en Ser y tiempo, desde que
dice en una de sus primeras páginas (criticando Ideas II de Husserl, donde cobra gran
importancia el análisis del cuerpo) que categorías como cuerpo y alma son parte de una
antropología filosófica que participa del olvido del ser; son categorías que heredan ese
olvido del ser propio de la tradición. Entonces intenta desarrollar todo un nuevo
lenguaje con sus “existenciarios”, que develaría una dimensión más fundamental.
Merleau-Ponty no hace lo mismo, sino que se dedica a utilizar de maneras extrañas
elementos y términos que ya existen y a redescubrirlos o resignificarlos, como hace con
el tema del cuerpo. En vez de decir: no voy a hablar del cuerpo porque, si hablo del
cuerpo, me estaría remitiendo al cuerpo-máquina, o al cuerpo del que ya habla la
ciencia, Merleau-Ponty dice: voy a hablar del cuerpo y voy a mostrar cómo los mismos
discursos científicos acerca del cuerpo desbordan la ontología en que se basan.
Entonces, en principio, para superar la visión objetivista del cuerpo (es decir, aquella
visión residual del cuerpo como lo que no soy yo, lo que no es conciencia, como una
parte del mundo explicable básicamente en términos físicos o con una biología que es
subsidiaria de aquel mecanicismo), Merleau-Ponty se sirve de la idea husserliana del
Leib, del cuerpo vivido. Aunque Heidegger se propuso superar el intelectualismo
husserliano, sin embargo, Husserl atendió a la cuestión del cuerpo de un modo que
Heidegger no lo hizo. Y a Merleau-Ponty le interesa esta fenomenología del cuerpo que
encuentra en Husserl y no en Heidegger. En este sentido, se reconoce mucho más cerca
33
de Husserl que de Heidegger; fue un lector entusiasta de Husserl durante toda su vida,
mientras que no hizo de Heidegger más que un uso ocasional y bastante libre de algunos
conceptos (sólo en algunos de sus cursos se refirió más extensamente a Heidegger, pero
lejos de la constancia y afinidad con la que se refirió a Husserl).
¿Cómo tenemos conciencia de nuestro cuerpo o del cuerpo que somos, o mejor
dicho, en qué consiste nuestra auto-conciencia corporal? Merleau-Ponty dice, en primer
lugar, que habría que entender que el cuerpo no consta en nuestra experiencia como este
conglomerado de partes fuera de otras partes que tienen relaciones causales entre sí y
que describe la anátomo-fisiología clásica, ni tampoco consta en mi experiencia como
una imagen o una representación psíquica del cuerpo, sino que consta como el
sentimiento de poder hacer tales o cuales cosas determinadas. El comportamiento, con
su ontología ambigua, es algo sensible, visible y experimentable, no es meramente
pensado como una representación o imagen, pero a la vez no es tan material como una
34
cosa. Me experimento a mí mismo como en tal postura y en tal situación, lo cual quiere
decir: con tales acciones ofrecidas a mis manos, a mis pies, no como cosas al lado de
otras cosas sino como posibilidades de acción, como posibilidades de comportamiento.
Y en esta propiocepción ya está imbricado un cierto horizonte de cosas y espacios como
entorno pragmático correlativo. Para decirlo tan llanamente como es posible: una silla
es percibida por mí como silla en la medida en que me propone cierto comportamiento;
esto es: sentarme. En la medida en que aprendí a sentarme es que tengo la disposición
de realizar tal acción en relación con tal cosa y es así que percibo sillas. Si no contara
con tales particulares capacidades, disposiciones o posibilidades de acción, no percibiría
esa silla como silla, la percibiría como otra cosa. Y a esto apunta la segunda
caracterización del cuerpo vivido como “cuerpo habitual”. ¿De qué depende que yo me
sienta a mí mismo corporalmente como contando con este particular repertorio de
acciones o comportamientos posibles? Depende de cómo aprendí a moverme en el
pasado, de cómo me comporté en el pasado. Esos comportamientos sedimentaron como
habitualidades, y las habitualidades son las que me disponen a realizar ciertas acciones o
me hacen sentir ciertas acciones como posibles. Las habitualidades me dotan de ciertas
capacidades o habilidades latentes que configuran tanto mi propiocepción como la
correlativa percepción del mundo.
Puede surgir aquí otra pregunta, entre tantas posibles: ¿cómo adquirí esas
habitualidades? En el capítulo 1 Merleau-Ponty no se explaya sobre eso pero, a lo largo
de la Fenomenología de la percepción y otros textos, él va a enriquecer un poco más
este análisis del aprendizaje del hábito indicando que, en alguna medida, tiene que ver
con algo que ya mencioné cuando hablamos de la V Meditación Cartesiana de Husserl,
y que se relaciona con que nos vivimos corporalmente como “pares” de una comunidad
intercorporal con la que compartimos ciertos comportamientos. Las habitualidades de
comportamiento, que son las que nos dotan de ciertas capacidades que determinan
nuestra propiocepción y nuestra percepción del mundo, son adquiridas
intersubjetivamente -intercorporalmente- y son en este sentido culturales, es decir,
propias de comunidades situadas histórica y geográficamente que comparten estos
esquemas de acción e interacción corporal. Las aprendimos pre-lingüísticamente y pre-
intelectualmente por medio del “espejo” del comportamiento de los otros con los cuales
aprendimos a movernos y a manejarnos en ciertos entornos en los que esos
35
6
Así lo mostró Sara Heinämaa en Toward a Phenomenology of Sexual Difference: Husserl, Merleau-
Ponty, Beauvoir, Lahnman, Rowman & Littlefield, 2003.
36
propiocepción. Esto quiere decir que el cuerpo con sus características actualmente
observables y que muevo a voluntad (el “cuerpo actual”) se apoya en una dimensión
más básica, más primaria y más importante, que es la del cuerpo habitual, que son los
hábitos de comportamiento adquiridos que pasan a ser como un bagaje, un repertorio de
posibilidades de acción siempre disponibles, latentes, que determinan nuestra
propiocepción por sobre las características actuales del cuerpo.
Otra caracterización del “cuerpo vivido” que aparece en estos capítulos -además
de como “cuerpo habitual”- es como “esquema corporal”, que es un giro que ya usaban
neurólogos y psicólogos anteriores a Merleau-Ponty para aludir a la propiocepción y el
comportamiento integrado del cuerpo como una unidad. En el capítulo 3 Merleau-Ponty
pasa revista a distintas versiones o interpretaciones que se dieron previamente de esta
noción de “esquema corporal”, para proponer su propia comprensión del tema. En
principio (1.), se entendió que esta propiocepción integrada a la que alude el “esquema”
dependía de una imagen del cuerpo que se formaba a partir de asociar datos táctiles e
interoceptivos del propio cuerpo con imágenes del mismo cuerpo. Se asocia, por
ejemplo, el tacto de la mano con la imagen de la mano y así siguiendo, y se va
configurando una imagen del cuerpo. Esta era una primera definición del esquema
corporal, que corresponde a una versión asociacionista: se trata de una imagen del
cuerpo formada básicamente por la asociación de experiencias táctiles e interoceptivas
con experiencias visuales. Dice Merleau-Ponty que, sin embargo, esta primera versión
del esquema corporal fue superada por una visión gestáltica (2.), que muestra que el
esquema corporal excede las asociaciones parciales que se fueron haciendo a lo largo de
la experiencia. Y, por otro lado, el esquema corporal no es una imagen del cuerpo
porque no es privativamente visual, sino que coordina las distintas modalidades
sensoriales. En nuestro esquema corporal cuentan partes del cuerpo que nunca hemos
visto, por ejemplo. Hay algunas experiencias que refiere Merleau-Ponty que muestran
que el esquema no depende especialmente de lo que hayamos visto de nuestro cuerpo y
cómo hemos podido asociar paso a paso esa visión con experiencias de otras
modalidades sensoriales, sino de cómo lo hemos sentido -intersensorialmente- desde un
principio como una totalidad, especialmente al movernos. Un experimento de algunos
psicólogos que él menciona es el de personas a quienes se le muestra distintas fotos de
manos, entre las que están las fotos de sus propias manos, y no reconocen su propia
38
mano, algo que ven todo el tiempo. Y, sin embargo, cuando les muestran una película
de siluetas caminando, entre las cuales están las suyas, sí reconocen su modo de andar,
cosa que nunca vieron a tal distancia. Esto ilustraría que el esquema motriz no es
privativa o esencialmente visual, sino que se relaciona primariamente con el
movimiento o el comportamiento que integra las diversas modalidades sensoriales. Y
así podría explicarse que excede las asociaciones parciales que se fueron dando y
además que no es privativamente visual sino de todas las modalidades sensoriales
coordinadas: es intermodal o sinestésico (“sinestésico” con s (de syn-aísthesis) significa
sentir-con, sensación conjunta de varios sentidos, intermodal, mientras que
“cinestésico” o “kinestésico” (de kínesis) remite a “sensación de movimiento”).
Merleau-Ponty agrega entonces que habría que entender esta definición gestáltica
del esquema corporal (una segunda definición), que supera la asociacionista (primer
definición), en términos motrices (tercera versión). Es decir que el esquema corporal en
esta tercera versión propiamente merleau-pontiana, acoge la rectificación gestáltica de
la definición asociacionista, pero añade que el esquema es básicamente dinámico
(motriz, comportamental), que nuestra espacialidad vivida es una “espacialidad de
situación” y no de posición: las partes de nuestro cuerpo se integran en una totalidad en
la medida en que nos disponemos a realizar ciertas acciones. Por tomar otro ejemplo
que aparece en el texto: cuando yo estiro la mano para alcanzar algo que está en un
estante alto, enfoco los ojos, a la vez giro el torso, cambio el peso en las piernas,
balanceo el otro brazo para hacer contrapeso, etc. etc; hay un sinnúmero de
movimientos -que no podría representarme- de todas las partes coordinadas que se
hacen en función de la acción de alcanzar el objeto. El comportamiento es la clave de
esta sinergia, de esta coordinación, de esta integración de las partes del cuerpo en una
totalidad.
el texto, como verán, son aprender a escribir, aprender andar en bicicleta u otro
vehículo, aprender a bailar, aprender a mecanografiar, aprender a utilizar algún
instrumento como un bastón, etc. La pregunta sería, en este análisis, por qué esta
categoría del hábito debería tener un estatuto diferente respecto de otras ya conocidas
como el reflejo o el comportamiento inteligente, por qué no entender el hábito como un
reflejo adquirido, por ejemplo, o si no, por otro lado, como una acción inteligente que
resulta de un conocimiento intelectual. Veamos cuáles son las observaciones de
Merleau-Ponty que discuten cada una de estas dos posibilidades.
aprendizaje que se hace con el cuerpo o, más bien, que hace el cuerpo mismo, si bien no
se trata de la adquisición de un reflejo.
Esta figura del hábito no es entonces tan rígida como el reflejo, es más inteligente
que un reflejo, pero es un tipo de inteligencia (o de conciencia o de “saber hacer”)
propia del cuerpo mismo y sin mediación intelectual. En el hábito hay “un cuerpo que
comprende”, dice Merleau-Ponty. Puede haber indicaciones teóricas sobre los
procedimientos a seguir para tocar un instrumento o para hacer un cierto ejercicio, para
manejar o para bailar, pero -como dice Merleau-Ponty- es necesaria una “consagración
motriz”: es necesario ponerse a andar en bicicleta para aprender a andar en bicicleta,
más allá de la indicación o el conocimiento intelectual. Es más, una vez que el cuerpo
aprendió, el tener en mente la indicación -la mediación de la conciencia intelectual-
puede resultar ser un obstáculo para que se ejerza ese saber en forma fluida, hay que
dejar hacer al cuerpo. Quienes practican algún deporte o tocan un instrumento musical
quizás puedan reconocer esta situación. Agrego una observación personal: cuando era
chico y tenía que dar examen de piano, me ponía muy nervioso en los momentos
previos porque intentaba reconstruir mentalmente las notas que tenía que tocar y no lo
lograba. Sin embargo, cuando empezaba a tocar el cuerpo mismo podía hacerlo, tenía
esa memoria o ese conocimiento no intelectual. Merleau-Ponty también menciona el
hecho de que si uno intenta representarse mentalmente el teclado de una máquina de
escribir quizás no recuerde el orden de las letras, mientras que los dedos las encuentran
instantáneamente.
intercorporalmente, etc. Es decir que los límites del cuerpo vivido -de nuestra
conciencia corporal, que es sensorio-motriz- no terminan en la piel ni son fijos, sino que
se extienden por ejemplo a los bordes del vehículo que usamos habitualmente, a la
punta del sombrero, del bastón o de la lapicera, para mencionar los ejemplos que
menciona Merleau-Ponty.
de ahí desarrolló muchas, muy diversas y singulares perturbaciones de todo tipo: del
movimiento, de la percepción, de su sexualidad, de comprensión, etc. Por ejemplo, tiene
dificultad para reconocer visualmente objetos si bien no tiene disminución de la visión
(lo que se denomina “ceguera psíquica”), puede agarrar un objeto pero no puede
señalarlo, puede tocarse la oreja para rascarse pero no puede voluntariamente y por
indicación de alguien llevar su mano a la oreja, sólo frente a sus instrumentos de trabajo
puede seguir haciendo automáticamente y con destreza los movimientos propios de su
oficio, etc. etc. Varios científicos hicieron observaciones y experimentos con él y varios
intelectuales tomaron algunos resultados de esos experimentos y observaciones para
sustentar o ilustrar sus propias teorías, no solamente Merleau-Ponty sino primeramente
Goldstein, Cassirer y otros a quienes Merleau-Ponty se refiere. Un aspecto
particularmente interesante para la teoría de la percepción merleau-pontiana que nos
ocupa, es que Schneider, frente por ejemplo a una lapicera, reconoce distintas
sensaciones: por ejemplo, dice, ve algo azul, largo, tiene una punta, etc. y luego va
asociando lingüísticamente o reflexivamente esas sensaciones hasta reconocer el objeto
(“veo una lapicera”). Schneider parecería ser en este sentido una especie de caricatura
de una teoría intelectualista de la percepción de tipo kantiana, donde hay una
multiplicidad de sensaciones que son sintetizadas por medio de una operación
intelectual. De acuerdo a esto, Schneider tiene sensaciones y tiene categorías
intelectuales, pero no habita un entorno significativo, lo que mostraría que la percepción
no consiste en sintetizar intelectualmente sensaciones. Merleau-Ponty entiende entonces
que lo que se ha “distendido” en Schneider es el “arco intencional”, entendido en
términos cercanos a los del esquema corporal: ese sedimento de nuestros
comportamientos habituales que perdura en el presente de modo latente y nos dota de
ciertas capacidades o disposiciones comportamentales que nos abren espontáneamente a
un mundo como un entorno con sentido. Este sentido es un sentido pragmático
“intencionado” por el cuerpo mismo, de modo pre-lingüístico y pre-conceptual. Es
cierto -Merleau-Ponty lo dice- que en la experiencia del adulto hablante no es posible
aislar absolutamente esta dimensión pre-lingüística de sentido de las significaciones
lingüísticas. Esto es así porque, en la visión de Merleau-Ponty, el lenguaje es también
una dimensión de la experiencia sensible y corporal que no se superpone como un
estrato distinto a esta dimensión prelingüística sino que se integra a ella, surge de ella y
la reconfigura. (Para esto puede verse el capítulo de la Fenomenología titulado “El
43
cuerpo como expresión y la palabra”, si bien hay muchos otros textos representativos de
la filosofía del lenguaje de Merleau-Ponty durante la década del ‘50). Pero sí hay varias
razones que permiten admitir esta dimensión básica de sentido que no está atravesada
por el lenguaje. Por un lado, no toda nuestra experiencia adulta está atravesada por el
lenguaje, y también algunos animales o los niños no hablantes ya habitan entornos
significativos, distinguen, reconocen y perciben aún sin contar con un lenguaje similar
al humano. Esta es una tesis merleau-pontiana que distingue muy netamente su
gnoseología de gnoseologías intelectualistas, o de aquellas que entienden que la
percepción debe ser necesariamente mediada por recursos intelectuales como categorías
o juicios, y/o recursos lingüísticos o simbólicos. Este contraste se ve bien cuando
Merleau-Ponty intenta distinguir su punto de vista gnoseológico de otras gnoseologías.
Dice en la introducción a la Fenomenología de la percepción:
Queda por decir algo del capítulo 2, que pasamos por alto (hablamos hasta ahora
del 1 y del 3), y que se llama “El cuerpo y la psicología clásica”, donde se analizan
ciertas características del cuerpo como objeto de la percepción que lo distinguen de
44
cualquier otro objeto de la percepción. En el capítulo 1, que se llamaba “El cuerpo como
objeto y la fisiología mecanicista”, Merleau-Ponty hablaba del cuerpo como objeto de
las ciencias del cuerpo. Ahora, en el capítulo 2, habla del cuerpo como objeto de la
psicología (psicología aquí como estudio de la percepción), no ya como objeto
científico sino como objeto de la percepción. Dice Merleau-Ponty que la psicología -las
teorías psicológicas de la percepción- han identificado en el cuerpo ciertas
características que lo distinguen de todo otro objeto de la percepción. Y, para Merleau-
Ponty, esto debería haber constituido por sí mismo una razón para pensar que el cuerpo
no es simplemente un objeto percibido, sino que es sujeto de la percepción, es decir, que
participa de la percepción de los objetos como sujeto. Dicho de otro modo, estas
características del cuerpo que lo distinguen de todo otro objeto de la percepción
bastarían para haberse percatado del carácter corporal o encarnado de la conciencia
perceptiva. Estas características son las siguientes:
2) Sensaciones dobles.
la hay respecto de cualquier otro objeto. Yo puedo girar alrededor de cualquier objeto y
explorarlo libremente, pero respecto de mi cuerpo, hay ciertas perspectivas que me van
a estar para siempre vedadas (Husserl dice en este sentido en Ideas II que “el cuerpo es
un objeto singularmente constituido de modo incompleto”). Por ejemplo, la visión de mi
espalda, salvo que me pueda contorsionar bastante. Pero, en cualquier caso, nunca voy a
llegar a ver mi nuca o mis propios ojos. En todo caso puedo ver una imagen reflejada,
pero no mis propios ojos. Hay entonces una permanencia absoluta del cuerpo en el
campo perceptivo coimplicada con una imposibilidad absoluta de variar libremente de
perspectiva respecto de mi cuerpo. Esas dos características van juntas y las dos
distinguen al cuerpo de cualquier otro objeto de la percepción.
En tercer lugar está el tema del cuerpo como objeto afectivo, que se refiere al
dolor. Vimos que este tema ya aparecía mencionado como un tema difícil en Descartes,
para quien el dolor era una sensación clara pero no distinta. Era clara en la medida en
que era fuerte, intensa, vívida, pero no era distinta porque el dolor es atribuido a una
parte del cuerpo cuando, en realidad, es un evento mental, una idea, y en ese sentido, era
confusa. Y justamente esta confusión relativa a la “espacialidad dolorosa” le sirve a
Merleau-Ponty para pensar que el cuerpo se muestra en el dolor como sujeto de la
percepción y no como objeto. El pie consta en la experiencia del dolor no como causa
externa del dolor como evento interno o mental, sino como pie doloroso. El pie duele en
el sentido de que el pie siente el dolor, y no que es causa del dolor como si fuera el
clavo que lo pincha. En ese sentido, el cuerpo pasa en este análisis de ser objeto de una
representación dolorosa a ser sujeto sentiente del dolor. El cuerpo como “objeto
46
afectivo” sería así la tercera característica del cuerpo como objeto de percepción que
trasciende la definición de cualquier otro objeto de percepción. (“Afectivo”, como es
obvio, en este caso se refiere a sufrir una “afección”, y en particular al dolor, y no se
refiere a “emocional”).
Merleau-Ponty dice que estas cuatro características ya han sido observadas por los
estudios de la percepción respecto del cuerpo y que han sido entendidas como
anomalías respecto de la percepción de cualquier otro objeto, en lugar de pensar a
partir de ellas (como debería haberse pensado) que el cuerpo no es un mero objeto de
percepción, sino que la corporalidad es una condición esencial de la conciencia
perceptiva misma. Con estos comentarios les proveo de un esquema muy básico del
contenido de estos primeros capítulos que tienen que leer, de modo que les sirva de guía
o enumeración de algunas ideas principales para organizar su lectura, aunque
seguramente no van a poder relacionar todo lo que Merleau-Ponty dice con este
esquema, que es muy pobre en relación a la riqueza del texto. Este esquema les sirve
como un instrumento de acceso al texto que después ustedes pueden revisar, precisar y
completar con la lectura del texto.