Òrúnmìlà aterrizó en la superficie de la Tierra cantando los
versos de Ifá agradeciendo a Olodumare por la visita que justo
había concluido. Mientras caminaba por esa zona, Olúugbó le escuchó cantando y llamó su atención. “Baba Akeyo, ¿así que pasas por este lugar a veces?” “Venía del Cielo”, contestó Òrúnmìlà “¿Hay algún problema?”, continuó Òrúnmìlà “Muchísimos. Tiene que ver con mi identidad. Desde que fue creado, no tengo identidad. Mi gente no sabe cómo llamarme”, concluyó Olúugbó. “Pero ése no es mi problema y hoy tendrás una identidad”, le dijo Òrúnmìlà. Òrúnmìlà levantó su Osun; golpeó el filo del arbusto, Etí Igbó. “Hoy”, dijo Òrúnmìlà, “empiezas a tener identidad” Y desde ahí en adelante se llamó “Etí Igbó”
Resultó ser así mientras que Èsù estaba observando con
agudo interés. Ellos dejaron el Olúugbó y llegó a Olúòdàn. Éste también se quejó del mismo problema. También se dirigió a Orúnmila para encontrar una solución. Con el mismo bastón de Òsùn, Òrúnmìlà le dio una identidad. “De hoy en adelante, se referirán a ti y te llamarán “Ààrin Òdàn”. Desde la misma época, la gente empezó a referirse al medio de la sabana de esa forma. Èsù Òdàrà también observó todo sin decir nada y estaba muy hambriento. Empezó a pensar, “esto es una oportunidad para nosotros para conseguir algo como retribución por estas buenas obras que estamos haciendo para estas personas de forma que podamos tener para comer”. Al llegar al río, el río le hizo la misma pregunta, “¿cómo podría tener una identidad?” Òrúnmìlà le dio una identidad y ordenó que se llamara “Ojú Odò”. Èsù no pudo por más tiempo ocultar su preocupación. “¿Por qué este hombre sabrá que estoy hambriento y no hará nada para solucionarlo?” Mientras tanto todos ellos tenían montones de comida para comer hasta reventar; “¿Por qué no puede siquiera pedir una compensación por las buenas obras que está haciendo por ellos?” “No se supone que esto sea gratis. Se supone que debemos recibir una gratificación” concluyó. Él ideó un plan y decidió ejecutarlo si ellos se encontraban con otra persona necesitada. Tan pronto como cruzaron una esquina, un cojo vió a Orúnmila y le llamó, Baba Akèyò, por favor ayúdame de forma que pueda andar otra vez”. Òrúnmìlà le confortó y con su Òsùn, golpeó sus piernas torcidas. Muchas cosas ocurrieron en un instante. Como las delgadas piernas estaban siendo sostenidas con carne, la anormalidad de los huesos se corrigió, las articulaciones retumbaron al circular la sangre, el hombre se levantó tambaleándose y enderezándose otra vez para mantener el equilibrio, entonces saltó para probar sus piernas. Mientras que hacía esto Òrúnmìlà había comenzado a irse, pero Èsù Òdàrà se quedó con el aturdido hombre que estaba riéndose y maravillándose. Tan pronto como Òrúnmìlà estaba a cierta distancia, Èsù apretó fuerte su mano y le preguntó: “¿qué hay de la recompensa por la curación que recibiste de mi maestro?” “Por favor ayúdame a suplicar a tu maestro; no tengo nada que valga lo incalculable que ha hecho por mí”, explicó y continuó saltando y maravillándose junto a la Madre Tierra. Fue en ese momento cuando Òrúnmìlà miró hacia atrás, dándose cuenta de que Èsù estaba todavía yardas detrás suya, lo llamó y le dijo: “Èsù, ¿por qué estás todavía detrás?” “Es a causa de este ingrato e inútil inválido”, respondió Èsù, muy enfadado. “Él dijo que mataría a miles de personas hoy; que fueron los responsables de la situación que tú le solucionaste”. “¿Es eso cierto?” preguntó Òrúnmìlà y sin esperar a que el hombre sanado se pudiera defender, rápidamente sacó su bastón de Òsùn, lo puso por la otra cara, golpeó al hombre en sus piernas y mandó a la enfermedad que volviera. En un abrir y cerrar de ojos, el hombre volvió a su estado original. Òrúnmìlà se fue, pero Èsù no estaba satisfecho ya que el incidente no había traído la comida que él anhelaba. Ellos continuaron su viaje y se encontraron con otro hombre que estaba enfermo. “Por favor, aýudame”, suplicó a Òrúnmìlà. “Me estoy casi muriendo”. Òrúnmìlà se acercó a él y con el Òsùn golpeó al hombre en su espalda. El hombre se levantó y la enfermedad se fue. Saltó hacia arriba tres veces y estiró su cuello para comprobar si había otros sitios que no se hubieran curado. Èsù observó todo el rato y tan pronto como terminó de saltar, Èsù lo abrazó por el hombro y estrechó fuerte su mano “¿dónde está la recompensa por la curación que mi maestro hizo por ti?” preguntó. “No tengo nada ahora mismo, he estado prostrado mucho tiempo, por favor compréndelo”. Otra vez Òrúnmìlà como era usual había salido ya. Miró hacia atrás otra vez un momento y se dio cuenta de que Èsù estaba todavía a yardas detrás suya. Llamó a Èsù, “¿por qué no estás justo detrás mía?” “No te enfades, fue este hombre que había estado intentando culpar a sus parientes de ser responsables de su enfermedad. Él había jurado matar a mil de ellos”, contestó Èsù. “¿Otra vez?”, preguntó Òrúnmìlà, perplejo. Antes de que el hombre pudiera tener tiempo para defenderse, Òrúnmìlà sacó su bastón de Òsùn otra vez y con la otra cara del mismo, golpeó al hombre y le ordenó a la enfermedad que regresara. Pero el ímpetu con que la enfermedad volvió al hombre fue demasiado abrupto. Dio un último suspiro y murió instantáneamente (ésta es la razón por la que si este verso es cantado para alguien que está enfermo, si la persona no ofrece sacrificio en su totalidad, morirá; extrayendo un verso de los círculos de Ifá que dice “Eji Ogbe no habla bien para una persona enferma si este verso en particular es cantado). Òrúnmìlà se fue y estaba a punto de entrar en su casa cuando lo llamaron por detrás; “Baba Akèyò, por favor ven conmigo. Mi esposa ha estado dando a luz cuatro días y no puede tener el niño. Por favor ven y ayúdame”, pidió el hombre a Òrúnmìlà, “Déjennos ir”, dijo Òrúnmìlà. Tan pronto como Òrúnmìlà vió a la mujer, sacó su Òsùn para golpear a la mujer para que el niño saliera. Èsù le pidió que esperara; “déjame preguntar por lo que el marido de esta mujer embarazada te daría primero antes de que ordenes al niño salir, porque si él dijera que no tiene nada, no podemos pedirle al niño después que vuelva al útero”, dijo Èsù. Rápidamente, de todo desde comida a nueces de kola fueron traídas por el marido y los parientes de la mujer incluso antes de que Òrúnmìlà abriera su boca para pedirlo. “Cualquier cosa que pidas te será dada; sólo ayúdame con la madre y el niño”. Sin ni siquiera esperar a ninguna instrucción de Òrúnmìlà, Èsù empaquetó todo lo que fue dado a su maestro a Òkè Ìgètì y empezó a comer. Comió tanto que le dijo a Òrúnmìlà, “de ahora en adelante, primero tienes que pedir una señal de cualquiera que venga a la adivinación o él tiene que hacer algo por ti antes de empezar, ya que los ancestros en el Cielo a los que esta gente están apaciguando no mirarán con buenos ojos una mano vacía otra vez. También debes pedir los artículos de sacrificio que usarás de forma que yo tenga algo para comer diferente de lo que me das en tu casa siempre”. Fue en esta coyuntura cuando Òrúnmìlà se dio cuenta de que Èsù se la había jugado haciéndole revertir la curación del hombre enfermo y del inválidos cuyas piernas fueron restauradas. Volvió para encontrarlos y les pidió que ofrecieran sacrificio, recogiendo algunas cosas de los familiares y todos se curaron otra vez. También resucitó al hombre que había muerto. Fue desde este día que Òrúnmìlà empezó a recoger un derecho antes de la adivinación.