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LA ISLA Y EL BOTE QUE AGUARDA

Cuando el frío viento sopla, y la helada eriza mi piel, cuando el cielo está gris y los pájaros no
cantan, cuando las hojas secas decoran el patio, me acuerdo de vos. Me acuerdo de lo compartido,
me acuerdo que juntos hacíamos ese frío impenetrable a nuestras pieles, y nuestro amor podía saciar
al cuerpo con un calor sometido nada más que a los sentimientos de aquel entonces. Así era, de
algún modo u otro, ni la helada ni la ausencia de los pájaros se hacían presentes, solo la melodía
Bee Gees que nos acompañaba en esa soledad, no tan solitaria, porque nos teníamos el uno al otro.
Era ese entonces cuando las frustraciones de un día agitado no podían fastidiarme más, ni el más
difícil ejercicio de física me estresaba. Solo importabas vos.
Si las almas pueden alimentarse entre sí, quizás no todo esta perdido... quizás esa es la solución al
universo, nada más puede salvarnos que el amor. Si el ser humano se permitiese amar como yo te
amé, no habría guerras, no habría desigualdad, no habría blanco y negro. Pero hasta que cada ser
viviente se atreva a creer en el amor, seguiré en la cotidiana rutina de hacer, rehacer y hacer.
Escucharé Tiny Dancer con la emoción de desaparecer del aquí y ahora por unos minutos, jugando
a evadir las responsabilidades y quizás ser niña devuelta, bailaré con el cuidado de no romper
ninguno de los platos que lavo, y me permitiré aquella felicidad que con incesante búsqueda trato de
encontrar desde el día que te perdí.
En el fondo quizás cada acción que tomo, cada paso que doy, es solo parte del detallado plan que el
destino tiene para nosotros. Quizás los primeros pasos, las primeras palabras, las aventuras, los
raspones de las rodillas consecuencia de un torpe juegos de niños, los caprichos consensuados, los
viernes de McDonald’s , entrar a aquel segundo hogar, las inseguridades, los dramas de una
preadolescente, las lágrimas derramadas por un primer amor, los escalofríos de uno nuevo, los
exámenes de matemáticas reprobados, las vacaciones en la playa, las fiestas de 15, la pasión
cinéfila, la intensidad que recorre por mis venas, prensa y el centro de estudiantes, el platónico amor
a DiCaprio, el profundo enamoramiento y admiración a Bowie, la militancia, el medioambiente y la
crisis climática, el terapéutico y por siempre hogar de calmas que me es "The White Álbum", quizás
cada pelea, cada reconciliación, cada charla profunda a las 2:00 A.M bajo el cielo estrellado, cada
guitarreada, cada lección del Retrato de Dorian Grey, cada consejo sabio de mamá, cada puteada de
papá, cada enseñanza  de la profe de literatura, cada nostalgia con "All you need is love" y cada
euforia con "Héroes", las risas, los llantos, la cólera, la calma, la guerra y la paz, quizás no son más
que complementos de una funcional máquina que sigue y sigue, a lo mejor son cada capítulo de mi
libro, a lo mejor son cada trozo de madera que uso para construir el bote, ese bote que voy a
navegar hasta una isla, en la que apoyaré mis calientes pies, exhaustos de mar y deseosos de arena,
y voy a correr toda la isla, porque allí no hay gris, no hay heladas, y los pájaros sí cantan y eso me
da la gratificante seguridad de que ahí estarás, esperando mi llegada, para finalmente
reencontrarnos. Yo te lanzaré la pelota, vos me la traerás, me vas a lamer la cara, yo te voy a dar un
beso. Y todo será como siempre fue.

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