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Haciendo 14
Filosofía
ALESSANDRA TANESINI
1 Haciendo Filosofía
I
La opinió n de que la filosofía es un oficio o un arte se remonta a las
raíces grecorromanas que se remontan a Só crates. Encuentra su
principal expresió n en varias escuelas helenísticas pero
especialmente dentro del estoicismo. Má s recientemente, ha influido
en las obras de Nietzsche, Wittgenstein y Foucault.2 A menudo se ha
identificado con una concepció n de la filosofía como el arte de vivir.3
Esta visió n contrasta con otra comprensió n de la filosofía como un
cuerpo de teorías o doctrinas. . En esta secció n explico estas dos
Haciendo 15
visionesFilosofía
contrastantes de filosofía y argumentan que el arte de vivir
es un arte performativo, como la danza, má s que un arte productivo
como hacer zapatos.
II
Hasta ahora he sostenido que, segú n una concepció n plausible, la
filosofía es el arte de vivir. Tambié n he defendido la opinió n de que,
dado que la vida es una actuació n má s que un proyecto, el arte de
vivir es un arte performativo. Vivir bien, afirmó Só crates, requiere
cuidarse a uno mismo. En esta secció n muestro que para cuidar de
uno mismo hay que adoptar una actitud de confianza en sí mismo.
Tambié n sostengo que cuidar de uno mismo no es un objetivo a
perseguir para vivir bien. Má s bien uno se cuida a sí mismo cuando se
trata a sí mismo como un fin por el cual se vive. Así, una vida bien
vivida es una actuació n motivada por el amor a uno mismo, má s que
un proyecto motivado por el deseo de cambiarse a uno mismo.
En las sociedades occidentales contemporá neas, la vida irreflexiva
pero bien vivida ya no es una opció n. Con el advenimiento del
secularismo, como la opinió n de que el florecimiento humano puede
ser el criterio para medir el valor (cf. Taylor 2007), es inevitable que
los individuos se pregunten có mo deben vivir. Una vez que se plantea
esta pregunta, debe responderse si una persona quiere vivir bien. En
este artículo no discutiré las consideraciones que uno puede aducir
que contarían como razones para vivir de una forma u otra. En
cambio, mi enfoque está en dos
otros requisitos que toda respuesta debe cumplir para ser
satisfactoria: debe motivar a actuar; y debe evitar que la pregunta se
repita obsesivamente. Sostengo que solo una respuesta segura de sí
mismo podría satisfacer estos requisitos. Llego a esta conclusió n
considerando y rechazando dos alternativas: certeza y determinació n
de voluntad.
Una vez que he establecido que para responder a la pregunta de
có mo se debe vivir uno debe tener la confianza de las propias
convicciones, sostengo que esta confianza es la manifestació n de la
autoconfianza intelectual entendida como una habilidad cognitiva y
afectiva. Me baso en estas consideraciones para argumentar ademá s
que cuidar de uno mismo requiere que uno confíe en uno mismo. Por
lo tanto, una vida bien vivida es una vida de confianza en uno mismo.
La confianza en uno mismo, sin embargo, puede ser apropiada o una
manifestació n de arrogancia. Cuando se justifica, una actitud de
confianza dirigida hacia uno mismo es una expresió n de amor propio
entendido como una forma de respeto por uno mismo16.
La cuestión socrática y la duda original. En Ethics and the Limits
of Philosophy (1993), Williams planteó las famosas dudas escé pticas
acerca de si la teoría é tica (y por implicació n la filosofía) podría
responder a la pregunta socrá tica sobre có mo vivir. la pregunta de
una manera que genere la convicció n necesaria para actuar
ú nicamente por referencia a la teoría, la intuició n o la comprensió n.
El conocimiento o la comprensió n por sí mismos carecen de la fuerza
motivadora que debe poseer una respuesta para ayudar a uno a vivir
bien.18 Sin embargo, este pesimismo no tiene por qué infectar a la
filosofía misma si se abandona su concepció n doctrinal.
Para vivir bien, uno debe vivir de una manera que esté respaldada
por todas esas consideraciones que se pueden aducir en respuesta a
la pregunta socrá tica. Ademá s, uno debe poder sofocar las dudas que
le han llevado a hacer la pregunta en primer lugar. Esto ú ltimo es
necesario porque el planteamiento de la pregunta es en sí mismo
sintomá tico de desorientació n sobre lo que tiene valor. Por tanto, no
se puede vivir bien si se sigue preguntando có mo se debe vivir. Por
eso lo que se requiere para vivir bien no es simplemente una
respuesta a la pregunta (una vez formulada la pregunta) sino una
respuesta que dé paz al cuestionamiento para que no se repita sin
cesar.
Consideraciones similares, en mi opinió n, motivan el escepticismo
de Williams sobre la capacidad de las teorías para animar el
pensamiento ético (Williams 1993: 112). La respuesta a la pregunta
socrá tica, una vez que se ha
surgido, debe tomar la forma de convicció n. Pero, como también
señ ala Williams: "la convicció n ética no debe identificarse con el
conocimiento o la certeza" (ibid .: 169).
Certeza, resolución, seguridad.Hay, en té rminos generales, tres
formas compatibles de resolver dudas: certeza, resolució n y
seguridad. En ocasiones, uno se encuentra en un estado de duda
porque carece de la informació n necesaria para formarse una
creencia firme sobre el tema. En tales casos, la duda nace de la
ignorancia; se aborda con certeza. Por ejemplo, puedo tener dudas
sobre si llegaré a tiempo a mi clase. Al enterarse de que son las 9.30,
la duda desaparece. En casos como este, el conocimiento disipa la
duda. La certeza lo resolvería de una vez por todas.
En otras ocasiones la duda nace de la indecisió n; se aborda con
resolució n. Supongamos que me enfrento a dos rebanadas de pastel
que son idé nticas en todos los aspectos relevantes. Quiero una
rebanada (y solo una rebanada) pero tengo dudas sobre cuá l comer.
Ninguna cantidad de conocimiento hará que esta duda se disipe. En
cambio, debo tomar una decisió n y cumplirla. Por ú ltimo, la duda
puede indicar una falta de confianza. Puedo recordar claramente
haber cerrado la puerta de entrada y, sin embargo, una duda puede
apoderarse de mí, obligá ndome a verificar dos o tres veces. En este
caso, el conocimiento no apaga la duda porque nace de la incapacidad
de confiar en uno mismo y no de la ignorancia.
Estas tres formas de resolver dudas no son incompatibles entre sí
y algunas dudas requieren una combinació n de conocimiento,
determinació n y seguridad. Por ejemplo, normalmente recopilamos
pruebas antes de tomar una decisió n. Del mismo modo, la seguridad
que no está respaldada por los hechos es un síntoma de arrogancia.
Sin embargo, ni siquiera la certeza puede garantizar la confianza.
Dado que para vivir bien hay que disipar la duda que suscita la
cuestió n socrá tica, só lo si aclaramos si esta duda nace de la
ignorancia, la indecisió n o la falta de confianza, podremos avanzar
hacia la comprensió n del gé nero. de respuesta que lo resolvería. En lo
que sigue, considero las tres opciones y concluyo que la duda
socrá tica se genera principalmente por una falta de confianza y que,
por lo tanto, solo puede abordarse cultivando la seguridad.
Reemplazo de la ignorancia con certeza. Una actitud filosó fica
prominente hacia la cuestió n socrá tica la considera una duda que
puede responderse ú nicamente mediante una teoría, una intuició n o
una comprensió n.
Segú n este punto de vista, cuando uno se pregunta có mo se debe
vivir, las preguntas se generan por el desconocimiento de las
distintas formas de vida y de todas las posibles razones a favor o en
contra de adoptarlas. Por ejemplo, uno puede preguntarse si debería
seguir una carrera gratificante y bien remunerada o seguir un camino
diferente que le resulte menos interesante pero que contribuiría de
manera má s significativa al bienestar de los demá s. El enfoqueaquí
considerado propone que estas dudas se aborden sopesando todas las
consideraciones relevantes.
Sin embargo, el razonamiento, la comprensió n o la intuició n por sí
solos no pueden evitar que se repitan las dudas que motivan la
pregunta socrá tica. Supongamos que uno formula una respuesta a la
pregunta socrá tica por estos mé todos. Como resultado, uno creerá la
respuesta de uno. Supongamos ademá s, per absurdum, que la
respuesta de uno posee algú n tipo de inmunidad episté mica como la
infalibilidad. La respuesta, por tanto, es cierta en el sentido de que no
puede equivocarse. Sin embargo, ni siquiera la certeza puede
garantizar que una persona no perderá la fe en sus convicciones.19 Si
lo hace, la duda que motiva la cuestió n socrá tica reaparece para
atormentarla.
Reemplazando la indecisión por la determinación. Si se reconoce
que la razó n, la comprensió n y la teoría no pueden por sí solas ofrecer
una respuesta satisfactoria a la pregunta socrá tica, se puede suponer que
la voluntad puede lograr esta hazañ a. Esta opció n puede ser
particularmente tentadora si uno cree que los valores se crean o crean,
en lugar de descubrirse (Mackie 1977: 106; Nietzsche 1974: §301). Las
opiniones de Nietzsche, de que el nihilismo se derrota adoptando una
actitud afirmativa hacia la vida en su conjunto, ilustran có mo se supone
que esto funcione.
Segú n esta posició n, uno hace que la vida valga la pena al
conferirle valor. Si los valores son creados por la voluntad, uno puede
transformar cada evento que le sucede a uno en algo valioso
simplemente queriendo que sea así. El sufrimiento es uno de los
ejemplos favoritos de Nietzsche al respecto. Uno puede pensar que el
sufrimiento es malo y por eso nadie quiere sufrir. Sin embargo, si lo
que queremos es bueno porque quererlo (de la manera correcta) lo
hace bueno en lugar de porque ser bueno lo hace deseable, entonces,
siempre que lo deseemos, incluso el sufrimiento puede ser bueno.20
¿Qué hace que estos ejercicios de la voluntad sean efectivos? es su
determinació n. Es decir, el sufrimiento puede ser bueno solo si
seguimos deseá ndolo, cuando sucede. Si la fuerza de nuestra
voluntad cede en algú n momento, los valores que crea se disolverá n
con ella.
Reflexionando, hay algo profundamente insatisfactorio en
cualquier respuesta a la pregunta socrá tica que se base
exclusivamente en una decisió n. Una vez que queda claro que uno
podría haber decidido valorar algo completamente diferente, la
arbitrariedad de la respuesta elegida socava su capacidad para
evitar que se repita la duda. Lo que se requiere es una respuesta
que lleve la fuerza de la convicció n en lugar de la terquedad de
una decisió n resuelta.21 Por lo tanto, al menos en aquellas
sociedades donde el escrutinio reflexivo es inevitable, la
determinació n por sí sola no puede proporcionar la fuerza
motivacional requerida para cualquier respuesta satisfactoria a la
pregunta socrá tica. pregunta.
Sustituir la desconfianza por la seguridad. La discusió n hasta
ahora ha demostrado que ni la certeza ni la resolució n pueden disipar
la duda que suscita la cuestió n socrá tica. Cada uno de ellos falla
individualmente; Ademá s, no hay razó n para pensar que tendrá n
é xito juntos, ya que la resolució n es necesaria precisamente cuando la
evidencia disponible no es certera. Por tanto, concluyo que la duda
que motiva la pregunta sobre có mo se debe vivir se genera por una
pé rdida de fe o confianza en aquellas convicciones que han animado
la vida hasta el momento de la duda. Uno hace la pregunta socrá tica
una y otra vez porque sigue perdiendo la fe en lo que antes
consideraba como su respuesta. De ello se desprende que cualquier
respuesta satisfactoria a la pregunta de có mo se debe vivir debe
adoptar la forma de una convicció n segura de sí mismo22.
Autoconfianza y autorrespeto. Si las afirmaciones hechas
anteriormente son correctas, lo que se requiere para responder a la
pregunta socrá tica es confianza o seguridad en los juicios y elecciones
de uno mismo.23 Tomo esta postura optimista hacia las propias
capacidades cognitivas para ser una manifestació n de confianza en
uno mismo (Jones 2012). La persona que confía en sí misma piensa
que es confiable.24 Sin embargo, la creencia en la confiabilidad de las
propias capacidades doxá sticas no es suficiente para garantizar que
uno confía en sus juicios, incluso cuando esa creencia está justificada.
Fíjese en la persona que está segura de haber cerrado la puerta de
entrada, pero de todos modos vuelve a comprobarlo. Ademá s, la
persona que confía en sí misma adopta una postura afectiva de
sentirse seguro frente a los productos de sus capacidades
intelectuales. Como resultado, la persona que tiene confianza en sí
misma está dispuesta a afirmar en pú blico lo que cree (porque no se
siente intimidada); Ademá s, no dudará sin cesar de sus propios
puntos de vista. La autoconfianza, por tanto, es una capacidad
intelectual con componentes cognitivos y afectivos que se manifiesta
como una postura positiva.
hacia las propias capacidades cognitivas combinadas con una
evaluació n favorable de su fiabilidad.
La seguridad no siempre está justificada. Existe la confianza
excesiva, a menudo nacida de la arrogancia. Pero cuando la confianza
es apropiada, es una expresió n del tipo de confianza en uno mismo
que es un componente del reconocimiento del respeto por uno
mismo (Dillon 2007; Tanesini 2016). A diferencia del autorrespeto
evaluativo, que es el respeto basado en la evaluació n de las
características admirables de uno, el reconocimiento del
autorrespeto se basa en el reconocimiento de que uno es un agente
que merece ser tratado como tal. Hay muchos aspectos de lo que
significa tratar a un agente como un agente. Estos incluyen pensar en
uno mismo y en los demá s como capaces de formarse opiniones que
deben ser escuchadas con las debidas garantías (sea lo que sea que
eso implique en las circunstancias dadas).
Cuidarse a sí mismo como autoestima. Comencé este artículo
señ alando la afirmació n de Só crates de que la filosofía es el oficio de
vivir. Compara filó sofos con zapateros. Los zapateros poseen el arte de
cuidar los zapatos; los filó sofos tienen el oficio de cuidarse a sí
mismos.25 Sin embargo, Só crates lleva demasiado lejos la analogía al
tratar la filosofía como un arte productivo. Una vez que se aprecia que es
un arte performativo, queda claro que no se cuida el alma como el
zapatero cuida los zapatos. El cuidado del zapatero por los zapatos es el
deseo de producir buenos zapatos. Es, pues, un estado motivacional
dirigido hacia la meta que constituye su actividad como proyecto. El
cuidado del alma que exhibe la persona que tiene el arte de vivir es
también un estado motivacional, pero no es un deseo dirigido a una meta
(como el propio bienestar o logros). 26 Es un estado que se dirige hacia
el alma como fin, como aquel por el cual se vive. Así, cuando uno se cuida,
se relaciona con el alma como un fin autoexistente, es decir, algo que es
objeto de una actitud motivadora que la valora como ya es (Velleman
2006: 91). En definitiva, cuidarse es amar el alma.
El alma de la que se cuida no es una sustancia; es un conjunto
de habilidades. En el caso de los seres humanos, las habilidades
intelectuales se encuentran entre las que son fundamentales para
el alma. Estos comprenden capacidades cognitivas pero también
estados afectivos y emocionales. Amar el alma es cultivar y
apreciar por lo que son las habilidades que la constituyen. Por lo
tanto, el cuidado del alma humana se basa en la confianza
intelectual en uno mismo, que es una manifestació n del respeto
por uno mismo.
Ahora estamos en condiciones de ofrecer un relato del arte de
vivir (bueno). Una buena vida es una actividad compleja que se
realiza por el bien de quien la vive. Está formado por el amor al
alma. El excelente intérprete, la persona que vive bien, es la
persona que tiene las habilidades y motivaciones necesarias para
ejecutar bien la actuació n. La motivació n principal es el amor a
uno mismo.27 Las habilidades son las que se requieren para
cuidar o amar las habilidades distintivas de uno. Estas habilidades
incluyen la confianza en uno mismo, ya que uno no puede cuidarse
a sí mismo a menos que uno confíe en sus propios juicios y
emociones. La confianza en uno mismo, he argumentado, es
necesaria para responder preguntas sobre có mo vivir de una
manera segura que evita que las dudas ocurran sin cesar.
III
¿Por qué debería alguien creer que la filosofía es el arte de vivir
(bueno)? La respuesta corta es que existe una tradició n que se
remonta a Só crates y que interpreta las tareas de la filosofía como si
fueran
(i) dar respuestas a la pregunta de có mo vivir, y (ii) proporcionar
formació n para las habilidades necesarias para vivir de acuerdo
con estas respuestas. La respuesta larga se refiere a los medios por
los cuales se adquiere y luego se asegura la confianza en uno
mismo.
Aprender y asegurar la confianza en uno mismo. La capacidad
de confiar en uno mismo es la base de la autonomía y la
autosuficiencia. Sin embargo, es una habilidad que se desarrolla
socialmente. Así, se adquiere inicialmente confiando en los demá s
precisamente porque aú n no se está en condiciones de confiar en uno
mismo. Uno desarrolla una creencia en la propia confiabilidad al
hacer que los productos de la percepció n, la memoria o el
razonamiento de uno mismo sean confirmados por individuos en
posiciones de autoridad sobre uno, como maestros o padres. Uno
adquiere confianza en los propios puntos de vista al darse cuenta de
que los demá s tienen confianza en ellos. Así, uno aprende a confiar en
uno mismo como respuesta a la confianza que otros autoritarios
depositan en uno.
Esta confianza puede ser proporcional a nuestra fiabilidad o no.
Si no se confía en nosotros tanto como deberíamos, es poco
probable que tengamos confianza en nosotros mismos debido a la
falta de confianza en nosotros mismos. Si se deposita demasiada
confianza en nosotros, nos volveremos excesivamente confiados
en nosotros mismos y, por lo tanto, injustificadamente seguros de
nosotros mismos. En el primer caso, seremos privados de una
habilidad que es un componente necesario de una vida bien
vivida. El segundo caso es má s difícil de evaluar. Las personas que
tienen una confianza arrogante en sí mismas pueden no llevar una
vida moral, pero no está claro que no pueden vivir bien todas las
cosas consideradas. Mucho depende de si un exceso de autoconfianza
y la arrogante confianza que es una de sus expresiones son
compatibles con el tipo de autorrespeto y amor propio que son
necesarios para vivir bien28.
Una vez que se adquiere cierta confianza en uno mismo, es
necesario mantenerla a lo largo del tiempo. Conservamos la
confianza en nosotros mismos mediante una cierta cantidad de
autorreflexió n.29 En primer lugar, la aseguramos socialmente al
obtener una aceptació n de la demanda de que los demá s confíen
en nosotros. La afirmació n de que tenemos derecho a que se nos
confíe puede adoptar varias formas. Al menos implica esperar que
los demá s adopten una postura afectiva positiva hacia nosotros y
que nos traten como afirmadores autorizados (Tanesini 2016).
He afirmado anteriormente que la confianza en uno mismo se
manifiesta en una disposició n a afirmar en pú blico lo que uno
cree. La afirmació n pú blica conlleva el compromiso de tener la
posició n epistémica adecuada con respecto al contenido de la
afirmació n.30 Pero también implica reclamar derechos para uno
mismo, incluido el de ser tratado como una posible fuente de
justificació n. Es decir, al hacer una afirmació n, espero que otros
consideren que el haber afirmado esa cosa como una razó n para
repetir la afirmació n sobre la base de mi autoridad. El
reconocimiento del derecho de uno a la autoridad no requiere que
la autoridad se atribuya al demandante en todos los casos; má s
bien, lo que siempre debe reconocerse es la posibilidad de que la
afirmació n sea autoritaria. En una palabra, hablar como miembro
de una comunidad requiere que uno tenga la autoridad para
hablar, al menos a veces,
Mantener la confianza en uno mismo no es fá cil. Requiere el
cultivo de numerosas habilidades intelectuales y emocionales.
Entre ellas destacan las habilidades dialó gicas y de razonamiento
necesarias para defender la propia posició n y las habilidades
imaginativas necesarias para forjar nuevos conceptos que hagan
posibles formas novedosas de ver. Estas han sido desde sus inicios
las habilidades asociadas con la actividad filosó fica porque son el
tipo de habilidades intelectuales que sirven bien a un tá bano que,
como Só crates, no tiene miedo de afirmar con autoridad puntos de
vista que son contrarios a la opinió n actual. No debería
sorprender que las mismas habilidades sean una parte esencial
del arte de vivir, ya que son la base de la confianza intelectual en
uno mismo y sin ella no se puede sostener la convicció n en la
respuesta a la pregunta de có mo se debe vivir.
En conclusió n, dado que es el arte de vivir, la filosofía está
constituida por una motivació n característica que es el amor
propio y por un conjunto de habilidades que incluyen de manera
prominente la confianza en uno mismo y las habilidades
emocionales, dialécticas e imaginativas necesarias para
mantenerla. Por lo tanto, no existen métodos específicamente
filosó ficos, pero hay habilidades filosó ficas, algunas de las cuales
los filó sofos siempre han utilizado. Lo que los filó sofos no siempre
han logrado es desplegarlos junto con la motivació n adecuada.
Como resultado, a menudo han tratado la actividad filosó fica como
un proyecto cuyo producto sería la filosofía como doctrina. En este
trabajo he demostrado que existe una concepció n alternativa de la
disciplina, que es digna de ser ejecutada31.
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