El capítulo 6 propone un debate interesante. A saber, la relación entre lo justo y
los bueno. Elisa, se cuestiona si necesariamente lo justo y lo bueno están relacionadas. Es decir, ¿Podemos que una acción justa es necesariamente buena para un individuo? O qué ¿Una acción que alguien considere buena necesariamente es justa? De acuerdo a la discusión que se presenta en el texto, podemos discriminar que no necesariamente una acción que un individuo juzgue cómo buena para sí es justa. La anterior discusión nos sirve como fundamento para examinar lo siguiente: ¿ De qué manera podría transformarse el gobierno estudiantil o la participación de los estudiantes en el aula de clase? Partamos de lo siguiente. En una sistema democrático es necesario que cada uno de los individuos que lo confirman asuman una posición. La democracia insta a la acción. Con lo cual, nosotros como futuros educadores debemos implementar estrategias para incentivar a los estudiantes a la participación. Sin participación no hay democracia. Trayendo a colación el dilema que parece en el cuento Elisa, en efecto, es justo y necesario que los estudiantes sean activos en el ejercicio de aprendizaje. En consecuencia, mediante el presente texto se busca hacer una reflexión sobre las formas en que se podría contribuir a dicha participación democrática por parte de los estudiantes. Para esto, vamos a tomar como apoyo el cuento de Elisa, en donde al principio del capítulo 6 se puede ver esa capacidad de individuación que resulta en su personalidad. Elisa refleja ahí a ese sujeto autónomo que no se deja influir por alguien más para tomar sus propias decisiones. Ni siquiera su mamá pudo persuadirla. Elisa, a mi interpretación, es, en términos kantianos, un individuo que ha alcanzado la mayoría de edad. Ahora bien, qué estrategias podríamos nosotros implementar en nuestros estudiantes basándonos en este capítulo sexto. Pienso que lo primero que en consecuencia podríamos enseñarles a los alumnos es que sus decisiones son inherentes a su subjetividad y que nadie debería coartar su libertad de expresar aquello que crea conveniente para sí mismo. Es cierto que, trayendo de nuevo a colación el dilema presente en el capítulo sexto, también debemos plantearle al estudiante que sus decisiones tienen unas consecuencias y que con lo cual deberá ser responsable por las mismas. Otro mecanismo consiste en desarrollar actividades que incentiven a los niños a participar. Pienso que las aulas de clase deberían ser lugares en dónde se incentive de manera incisiva los debates. Una educación democrática debe tener como base los debates. Mediante el desarrollo de debates, cada estudiante podrá exponer de manera activa sus puntos de vista y contrastarlos con los de sus compañeros. Esto permitirá que en las aulas de clase se genere un ambiente mucho más inclusivo en tanto que permite la participación activa de todos los estudiantes.