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PROYECTO DE ESCRITURA CREATIVA

HANS DIETER FRESEN

1. DESCRIPCIÓN DEL PROYECTO:


Mi proyecto de escritura consiste en explorar mi vida íntima buscando revelar los
elementos políticos, sociales y espirituales que la componen. El objetivo es ir
articulando un texto a modo de diario que vaya transformándose en una película
híbrida -entre la ficción y el documental-. No pretendo llegar a un guion
cinematográfico tradicional. Lo que busco es involucrar el trabajo con la palabra y
con la imagen de manera simultanea, intentando encontrar la película tanto en la
escritura como en la captura de imágenes y sonidos que van surgiendo en el
presente.

2. MUESTRA DE ESCRITURA CREATIVA

UNA NUEVA VIDA

Voy a ser padre. Hace tres meses que mi novia Rossana está embarazada.
Ya asoma su panza. Estamos pasando unos días en una finca de una amiga de
ella en medio de los llanos orientales, a unos kilómetros de Villavicencio. Venimos
huyendo de la rutina implacable que nos ha impuesto la pandemia en la ciudad. El
embarazo no ha sido sencillo, aunque venimos aprendiendo, venimos desnudando
nuestra locura a medida crece la barriga con nuestro hijo. Nuestras discusiones
son cada vez mas tormentosas, violentas, descomunales. Son literalmente
batallas donde todo muere y milagrosamente renace. Son espirales descendentes
que se consumen en el fuego de las batallas sentimentales y que luego, cuando
parece que todo se ha quemado, que ya nada puede recuperarse, nos volvemos a
ver, nos pedimos perdón, hablamos, nos abrazamos, lloramos y volvemos a
empezar.

Ya son casi tres años de noviazgo. Me tocó lucharla para enamorarla, no


fue sencillo. Duré casi dos años tratando de convencerla. Los primeros meses ella
era un mar de indecisión, me terminaba cada dos semanas. No era sencillo
decidirse por mí. Después de unos meses se comenzó a asentar la cosa y ahí fue
que todo se complicó de verdad, o se puso bueno dirían algunos, pues ahí
empezaron a salir nuestras enfermedades espirituales. Nos destruimos varias
veces y creo que hoy podría decir que ese proceso de demolición espiritual ha
cesado. No. Miento. No ha cesado. En realidad, ha mutado. Ahora, con el
embarazo todo ha adquirido una densidad distinta.

Antes de seguir adelante, me parece crucial decir que Rossana tiene un


niño de cuatro años que se llama Cantave. Desde que conozco a Rossana ella
está con él. Me resulta imposible pensar en Rossana sin Cantave. Nunca estuve
enamorado solamente de Rossana, pues Rossana y Cantave son inseparables.
Así que podríamos decir que yo me enamoré de los dos y que de entrada estar
con Rossana y ser su novio, fue desde el inicio asumir la paternidad de su hijo.
Por algún motivo, desde que los conocí, estaba como obsesionado por
estar con ellos. Nos veíamos casi que a diario y cuando no nos veíamos,
pasábamos horas hablando por teléfono. Estaba obsesionado por estar metido
entre los dos. Ella al principio no quería estar conmigo, se sentía abrumada por las
ganas desbordadas que yo tenia de que estuviéramos juntos. Le encantaba la
idea de que fuéramos muy buenos amigos y que hiciéramos cosas juntos. Pero yo
quería que nuestra relación fuera más allá.

***

Ayer salí a trotar por la finca y me confronté con el miedo que tenia el
ganado hacia mi. Iba por una carretera destapada a buen paso cuando veo a la
distancia a una horda de vacas que se iban levantando y me miraban fijamente. A
medida que me acercaba ellas se alejaban sin dejar de mirarme ni un segundo,
podía sentir su miedo, me miraban como si la muerte fuera a venírseles encima.
Sigo adelante y me tropiezo con la misma escena una y otra vez. Veo al ganado
arrumarse, reunirse y mirarme. Las imagino lanzándose en estampida hacia mi.
Imagino a los toros revoleándome por el aire. A veces también me veo luchando
inútilmente con ese ganado, me veo tratando de agarrarlos por el cuello,
estrangularlos como lo hacen los vaqueros en los rodeos. Es imposible, son
muchas y son gigantes. Imagino mi muerte como el inicio de una revolución
animal. Imagino mi cuerpo tirado en el piso sin vida, llenándose de moscas hasta
el atardecer hasta que algún trabajador lo encuentre y lo lleve hasta la casa.
Imagino a Rossana angustiada y desconcertada por mi muerte. Es evidente que
las vacas me arroyaron, los toros me clavaron sus cuernos. Los animales me
asesinaron. Imagino la noticia en los periódicos: Joven profesor de cine asesinado
misteriosamente por rebaño de vacas. Mi muerte como el inicio de una
conspiración de la naturaleza contra el hombre.

Vuelvo a la finca, me seco el sudor y me siento con María Camila -la hija
del dueño de la finca- y con Rossana. Ellas hablan de un tipo del que María
Camila está enamorada pero que siempre está cansado cuando está con ella.
Pareciera que el tipo no se termina de decidir si quiere o no quiere entrar en un
romance. Analizan los mensajes de WhatsApp que el tipo le manda. Yo
intervengo, intento dar algún consejo, pero rápidamente me distraigo. Miro a
Cantave saltando del borde de la piscina al centro. Luego lo veo nadando de
vuelta hasta el borde. Ya no es un bebé. Es un niño. Un niño que habla, grita,
exige y hasta manipula. Recuerdo la vez que escuché por primera vez de su
existencia.

Fue un día que Manuela, la hermana de Rossana, y yo fuimos a cine. Ella y


yo éramos amigos porque íbamos al mismo cine club. Fuimos a ver una comedia
indie gringa con Greta Gerwig que se llamaba Maggie’s Plan. La amamos. Yo le
conté que estaba escribiendo una película por el estilo. Pocos personajes, una
protagonista femenina, comedia de enredos ligera con ciertos tintes melancólicos.
Ella me dijo que su hermana era perfecta. Que me iba a enamorar de ella pero
que acaba de tener un bebé con un haitiano afro-descendiente. Que no me hiciera
ilusiones porque a ella solo le gustaban los negros.
Unos meses después Rossana aterrizó en Bogotá. Ella acababa de
terminar sus estudios de mimo dramático en París y estaba completamente
desocupada y desorientada. Yo la fui a ver con Juan Lugo, un amigo actor, con el
que estudiamos cine en la misma universidad en Buenos Aires. Él me estaba
ayudando a pensar la película en ese entonces y también iba a actuar en ella.
Fuimos juntos a conocerla a su casa con la excusa de probar alguna cosa actoral
para la película. Era una especie de casting. Ella nos recibió en la sala del
apartamento de su mamá con Cantave en brazos y una sonrisa incómoda. No era
el espacio ideal para hacer una prueba actoral. Era una sala estrecha y demasiado
iluminada. Juan y Rossana se sentaron juntos e improvisaron una conversación
que ya no recuerdo de que trataba. Si recuerdo que Juan le sonreía y
aprovechaba para coquetear. No se por qué le pedí a Juan que le hiciera un
masaje en los pies mientras actuaban. Yo los filmaba con el celular. Era todo muy
incomodo, pero de alguna manera sentía que ellos como pareja funcionaban. Eso
me molestó, pero me lo guardé. Al salir, recuerdo que hablamos de lo hermosos
que eran Rossana y su hijo. Era imposible no incluirlos a los dos en el proyecto. El
me alentó para que le cayera, pero yo le respondí que era imposible porque yo iba
a dirigir la película y no correspondía. Le dije que era mejor que el aprovechara,
ya que él iba a ser su colega de actuación. Los dos nos enamoramos esa tarde
de Rossana y de su hijo.

Escribí algunas escenas y la llamé para que las filmáramos con un


esquema ultra independiente. Un camarógrafo, un sonidista, Ella, Juan y yo. Así lo
hicimos durante 4 semanas, pero lo que filmamos no lograba satisfacerme, las
escenas me parecían malísimas. Nada parecía funcionar. Me frustré y luego
simplemente obedecí al impulso que había surgido esa tarde donde nos
conocimos. Le propuse filmar una escena basada en lo que ella estaba viviendo
en ese momento. Ella aceptó. Todos los días a las cinco de la tarde yo salía del
trabajo y me quedaba en su casa hasta las ocho o nueve de la noche, escribiendo,
bebiendo cerveza y hablando. Eso duró varios meses.
Mi deseo por ella se hacía cada vez más palpable. Sin embargo, Juan la
seducía de manera más sutil, menos evidente, menos intensamente. Rossana
creía que nuestra amistad era mucho más valiosa y profunda que un noviazgo.
Entonces se decidió por Juan. Me rompió el corazón. Me separé y rompí con el
proceso de escritura del guion. Me puse a buscar desesperadamente a través de
tinder alguna mujer que pudiese devolverme algo de autoestima. Tuve citas,
relaciones patéticas y fugaces. Cada tanto Rossana me escribía, yo intentaba
mantener la distancia, pero era difícil. Fue entonces cuando decidí ir a terapia.

II
Víctor es nuestro terapeuta. Yo llegué a Víctor por Rossana. Antes de Víctor
no había hecho ningún tipo de terapia psicológica. Mi única experiencia con
psicólogos había sido en el colegio y por problemas de aprendizaje, motivación
con el estudio y desorden. Yo no hacia absolutamente nada en el colegio, me
dormía en todas las clases, no tenia cuadernos, ni maleta, ni lapiceros, nada.
Absolutamente nada. A veces ni tenia saco, siempre lo perdía. Todas las mañanas
llegaba al colegio temblando de frio. Cuando no aguantaba más iba al cuarto de
cosas perdidas y me ponía un saco olvidado que me quedaba o muy grande o
muy chico, y que siempre olía mal.

Durante todo el bachillerato, desde octavo hasta once, en algún momento


del año me enviaban a ver a Liliana, la psicóloga. Ella atendía a los alumnos en
una caseta de aluminio precaria e incómoda. La terapia consistía en jugar juegos
de mesa idiotas donde al final uno recibía una lección que involucraba algún valor
que representaba al colegio. Estaban preocupados porque yo no encarnaba los
mentados valores escolares. No se trataba ni siquiera de notas, se trataba de una
ética en la que uno terminaba de entrar.
Yo en todo caso, no era una persona problemática. Simplemente no le hallaba el
sentido a estudiar. Yo iba al colegio por inercia, porque tocaba, iba a dormir. Así
que nada, la terapia no me sirvió de mucho.

La psicología, fue para mi, durante muchos años, una disciplina que se
dedicaba a la normalización del sujeto y yo la rechazaba con fuerza. Todo cambió
cuando apareció en mi vida otra Liliana, de apellido Polaco. Ella era la profesora
de psicoanálisis en la universidad. Su clase derivaba en chismes de sus pacientes
y luego se iba transformando en terapia grupal. Compartir y reflexionar acerca de
los asuntos del deseo con los compañeros de clase me apasionaba. Sin embargo,
nunca hice terapia formal hasta que conocí a Rossana y ella me habló de Víctor.

Víctor entró en nuestras vidas gracias a Isabel, una amiga de la hermana de


Rossana que acababa de cumplir cuarenta años y estaba pasando por una crisis
existencial y sentimental. Isabel tuvo un hijo a los 15 años. Para poder seguir con
su vida, su madre la ayudó a criarlo. A los 30 años se fue a Cuba a estudiar cine
durante 3 años donde se conoció con la hermana de Rossana. Hablaba todas las
semanas con su hijo, pero poco a poco se iban desconectando más y más.
Cuando Isabel regresó a Colombia su hijo tenía serios problemas de drogadicción.
Sintió toda la culpa del abandono recaer sobre ella. Con su hijo, intentaron varias
terapias. Logró sacarlo adelante, pero ella no lograba salir de su ansiedad por él y
de una profunda depresión. Intentó varias veces estar en pareja, pero siempre se
encontraba con hombres más perdidos que ella. En su trabajo le iba muy bien
pero tampoco le encontraba del todo sentido. Entonces conoció a Víctor. Una
sesión con él la hizo tomarse una pausa en su trabajo dedicarse a la danza. Se
liberó. Tres horas con Víctor habían hecho el milagro.
Rossana y yo estábamos muy confundidos por esa época y mi deseo por
ella hacía que nuestras conversaciones no tuvieran absolutamente nada de
sanadoras. Ambos necesitábamos terapia y él estaba a nuestro alcance. Además,
las sesiones eran dentro de todo, económicas. Así que fuimos a verlo, por
separado, por supuesto. Rossana ya había comenzado a verlo justo antes de
conocernos y sus relatos me animaban.

El consultorio de Víctor está en Villa del Prado, un barrio tradicional, de


casas amarillas tradicionales que parecen imitación criolla de Chalet Suizo,
completamente invadido por el comercio. Es como un típico barrio pueblo de la
periferia bogotana y todo el tiempo está cambiando de fisionomía en función de las
modas que el comercio va imponiendo. Cada seis meses los locales de comida se
van transformando de acuerdo a las tendencias alimenticias del barrio, pero
siempre con ese sabor periférico que lo hace sentirse a uno fuera de Bogotá.

Víctor atiende en una de esas casas tipo chalet suizo criollo y alquila una
habitación que usa de consultorio. El interior de la casa está diseñado para hacer
terapia psico-física infantil, por lo cual todas las paredes tienen personajes de
Disney pintados. Hay pelotas de plástico, juegos de cuerda, colchonetas,
trampolines. Ir a donde Victor es una experiencia que se torna siniestra en el
momento en el que uno siente que va a dejar salir sus demonios en ese espacio
tan habitado por imágenes y juguetes infantiles.

Al entrar al consultorio, Víctor lo invita a uno acostarse en una reposadera playera


con fibras de plástico. Su versión del diván del psicoanalista es ese artefacto para
acostarse a tomar el sol en la piscina o en la playa.

Recuerdo que la noche antes de ir por primera vez a su consultorio no pude


dormir.
La situación en la que me encontraba era propicia para finalmente estar
con Rossana. Juan se había ido de viaje a Bosnia, le había salido un papel en una
película que se filmaba mitad allá y mitad acá en Colombia. Yo estaba ansioso y
fui a esa primera sesión con la esperanza de encontrar un camino. El me recibió y
me pidió que me sentara en la reposera playera. Sonrío y me preguntó yo que
hacía allí. Yo le dije que estaba ahí por Rossana y comencé a narrar…

Arranqué por el reciente viaje que acabábamos de hacer al festival de cine


de Cartagena, donde yo le confesé a Rossana que la amaba. Se lo dije de una
manera, digamos, torpe y anti romántica. Íbamos caminando por la ciudad
amurallada y ella me señaló a una rubia, alta, de ojos verdes, claramente
extranjera. Me preguntó que si me gustaba. Yo le dije que no, que quizás en otro
momento de mi vida me hubiese gustado pero que en ese momento no me podía
gustar. Ella insistió en saber por qué, y después de un rato de intentar evadir la
cosa, le confesé que era imposible que esa o cualquier otra mujer me gustara
porque yo solamente quería estar con ella.
Íbamos con Cantave en coche y me parece que estaba dormido. No se por
qué después de la confesión comenzamos a hablar de nosotros con distancia, en
tercera persona y quedó bastante claro que yo no le gustaba y que así, de amigos,
era mejor. También le dije a Víctor que ella se iba a dormir temprano con su hijo y
que yo salía de fiesta buscando alguna posibilidad con alguna otra chica que
pudiera levantarme el ego en esos momentos. Rossana me rechazaba en el día y
se iba a dormir. Yo quedaba desesperado en la noche y buscaba ahogar su
rechazo en alguna otra mujer. Evidentemente fracasaba.

Víctor no entendía por que quería meterme tan desesperadamente con ella
si parecía que solo traía problemas. Fuimos descubriendo que ella me atraía
porque me rechazaba. Desde el primer instante en que nos conocimos, ella se
resistió a la posibilidad de un romance conmigo. Al mismo tiempo, había en ella
una necesidad de que yo fuese su amigo. Todo eso me confundía y me
enamoraba.

Fue surgiendo también otro elemento clave.

Ella había desnudado una suerte de profunda debilidad espiritual. Yo había


perdido la noción de amor propio, de valor. Ella me hacía sentir frágil, inseguro,
frustrado. No era capaz de mostrarme como su pretendiente, tan solo llegaba a un
mejor amigo sonso que no despertaba ni el más mínimo deseo en ella.
Según Víctor yo había perdido el valor y necesitaba recuperarlo. Entonces,
se me puso enfrente y me dijo:
- Imagina que soy Rossana. Tu acabas de llegar a mi casa y vienes a
decirme lo que quieres de mi. Adelante.

Entonces, me quedé pasmado. No lograba que Víctor, que es un tipo


gordo, sonriente, bonachón, una especie de Buda criollo, se transformara en
Rossana. Tampoco lograba decirle a Víctor que yo la amaba y que lo único que
quería era estar con ella. El me fue guiando, pero yo no estaba del todo
convencido. Luego, cuando le dije que para mi estaba bien si ella estaba con Juan
si eso era lo que la hacía feliz, agarró un peluche gigante de Garfield que tenia a
su lado, lo puso de espaldas, comienzo a sodomizarlo y me dijo:

- Imagina que este muñeco es Rossana. ¿Te gusta? ¿Te gusta como se
comen a tu mujer? ¿Te vas a quedar mirando como me la como o vas
hacer algo?

De nuevo quedé pasmado. Entonces Víctor me pidió que cerrara los ojos y
que visualizara un objeto que me hiciera sentir poderoso. Yo vi un cuchillo
gigantesco de guerra, como el de Rambo. Víctor me dijo que al salir de la terapia
comprara el cuchillo y que lo tuviera en mi habitación. Me dijo que intentara tocarlo
todos los días y que me visualizara como un cazador.

Yo no estaba muy convencido de la técnica. ¿Acaso comprar un cuchillo me iba a


hacer recuperar ese valor que necesitaba? Víctor insistía en que el inconsciente
no distingue entre lo simbólico y lo real. Que si lo que quería era sentirme cazador
que fuera y comprara el arma.
Pues bien, lo hice. Me despedí de Víctor y antes de entrar a trabajar fui al
CAN, que es como una especie de complejo de edificios de la policía nacional,
que quedan justo enfrente de la Universidad Nacional donde trabajaba en la época
editando videos basura de youtube para la oficina de medios. Entré a un almacén
donde venden artículos para militares y me compré el tótem fálico que me daría
ese valor que necesitaba: Era un cuchillo gigantesco, una pata de cabra negra, de
acero inoxidable con una sierra en el reverso de la hoja filosa. Era hermoso. Un
hermoso cuchillo negro gigante con estuche de cuero. Lo abrí, lo toqué y lo pagué
de inmediato. Lo metí en mi maleta y me fui a trabajar.

Entré a la oficina y fui directo a mi lugar de trabajo: Una Isla de edición


donde pasaba mas o menos 5 horas editando. Prendí el computador, me metí a
Facebook y comencé a bajar en el news feed. Me vi tentado de ver el perfil de
Rossana. Lo abrí, no había nada nuevo. Miré sus fotos y tuve una erección.
Entonces, abrí mi maleta, saqué el cuchillo y sin que nadie pudiera verme, como
haciendo algo prohibido lo palpé, o mejor, lo froté, como si se tratará de una
lámpara mágica, y pensé en ella. Luego, lo guardé rápidamente y con disimulo,
abrí el software de edición para comenzar a trabajar.

III.

Hoy es veinticinco de febrero del año 2021. Segundo año de pandemia en


Bogotá. Las vacunas ya llegaron al país, pero por ahí se dice que fuimos los
últimos de américa latina en recibirlas. El aislamiento se va relajando en la ciudad,
aunque todos siguen usando tapabocas. El tapabocas se ha normalizado.

Es un día gris, llueve afuera.

Me siento insertado en una pesadilla futurista-apocalíptica. La serie de decisiones


que me tienen donde estoy me parecen inverosímiles. Todo lo que he vivido en los
últimos meses, el bebé incluido, no tenía ninguna cabida antes de que esta
maldita y bendita pandemia cayera en el planeta. Antes de todo esto Rossana y yo
pensábamos en irnos a estudiar y trabajar al exterior. Estabamos entre Hamburgo,
Jerusalen y Buenos Aires. La opción más plausible era Buenos Aires por asuntos
económicos y porque allá tengo amigos y ciertas oportunidades laborales. Cayó la
pandemia y nos encerramos dos meses en casa de mis padres. Eso casi acaba
por completo con nuestra relación. Mientras estábamos ahí dejamos de tener
sexo, era demasiado incomodo pues nuestra habitación quedaba justo al lado de
la de ellos. Peleabamos todo el tiempo y lo peor era que nos tocaba fingir que todo
estaba bien. A veces nos encerrábamos en el baño y nos gritábamos entre
susrros, nos golpeábamos el rostro, llorábamos, nos insultábamos pero todo
hablando en secreto para que no nos oyeran.

Evidentemente la olla estalló un día y no pudimos ocultar más nuestro malestar.


En realidad estalló dos veces pero casi que la primera fue un simulacro de la
segunda.

Decidí irme a vivir a Tabio con Rossana y Cantave. Duramos meses buscando
casa porque los confinamientos sucesivos que trajo la pandemia hicieron que
muchos huyeran de la ciudad y se fueran al campo. Vivimos en una casa de
ladrillo amplia, muy cerca a un bosque tupido en la falda de una gigantesca
montaña. Hace tres meses que no recibo dinero por ningún trabajo. He logrado
conseguir trabajos temporales, pero todos me pagan al final de marzo de este
mes. El dinero se ha convertido en una gran preocupación, sobre todo ahora, que
se viene el parto de mi nuevo hijo. Hice

Canción de tumba

Pelo de zanahoria

Nosotros los animales, Justin Torres

Perdón, estaba estresado por el tiempo, no concluí: la idea de un pelirrojo


que se llama hans como ficción, como personaje que no pertenece a esta realidad,
da para pensar la raza, el racionamiento colonial, de maneras inesperadas. se
puede entender eso como que lo blanco no existe (liberación), pero también como
que lo blanco es inalcanzable, imposible en este lugar (pensamiento colonial). me
explico?

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