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Proyecto Escritura - Taller
Proyecto Escritura - Taller
Voy a ser padre. Hace tres meses que mi novia Rossana está embarazada.
Ya asoma su panza. Estamos pasando unos días en una finca de una amiga de
ella en medio de los llanos orientales, a unos kilómetros de Villavicencio. Venimos
huyendo de la rutina implacable que nos ha impuesto la pandemia en la ciudad. El
embarazo no ha sido sencillo, aunque venimos aprendiendo, venimos desnudando
nuestra locura a medida crece la barriga con nuestro hijo. Nuestras discusiones
son cada vez mas tormentosas, violentas, descomunales. Son literalmente
batallas donde todo muere y milagrosamente renace. Son espirales descendentes
que se consumen en el fuego de las batallas sentimentales y que luego, cuando
parece que todo se ha quemado, que ya nada puede recuperarse, nos volvemos a
ver, nos pedimos perdón, hablamos, nos abrazamos, lloramos y volvemos a
empezar.
***
Ayer salí a trotar por la finca y me confronté con el miedo que tenia el
ganado hacia mi. Iba por una carretera destapada a buen paso cuando veo a la
distancia a una horda de vacas que se iban levantando y me miraban fijamente. A
medida que me acercaba ellas se alejaban sin dejar de mirarme ni un segundo,
podía sentir su miedo, me miraban como si la muerte fuera a venírseles encima.
Sigo adelante y me tropiezo con la misma escena una y otra vez. Veo al ganado
arrumarse, reunirse y mirarme. Las imagino lanzándose en estampida hacia mi.
Imagino a los toros revoleándome por el aire. A veces también me veo luchando
inútilmente con ese ganado, me veo tratando de agarrarlos por el cuello,
estrangularlos como lo hacen los vaqueros en los rodeos. Es imposible, son
muchas y son gigantes. Imagino mi muerte como el inicio de una revolución
animal. Imagino mi cuerpo tirado en el piso sin vida, llenándose de moscas hasta
el atardecer hasta que algún trabajador lo encuentre y lo lleve hasta la casa.
Imagino a Rossana angustiada y desconcertada por mi muerte. Es evidente que
las vacas me arroyaron, los toros me clavaron sus cuernos. Los animales me
asesinaron. Imagino la noticia en los periódicos: Joven profesor de cine asesinado
misteriosamente por rebaño de vacas. Mi muerte como el inicio de una
conspiración de la naturaleza contra el hombre.
Vuelvo a la finca, me seco el sudor y me siento con María Camila -la hija
del dueño de la finca- y con Rossana. Ellas hablan de un tipo del que María
Camila está enamorada pero que siempre está cansado cuando está con ella.
Pareciera que el tipo no se termina de decidir si quiere o no quiere entrar en un
romance. Analizan los mensajes de WhatsApp que el tipo le manda. Yo
intervengo, intento dar algún consejo, pero rápidamente me distraigo. Miro a
Cantave saltando del borde de la piscina al centro. Luego lo veo nadando de
vuelta hasta el borde. Ya no es un bebé. Es un niño. Un niño que habla, grita,
exige y hasta manipula. Recuerdo la vez que escuché por primera vez de su
existencia.
II
Víctor es nuestro terapeuta. Yo llegué a Víctor por Rossana. Antes de Víctor
no había hecho ningún tipo de terapia psicológica. Mi única experiencia con
psicólogos había sido en el colegio y por problemas de aprendizaje, motivación
con el estudio y desorden. Yo no hacia absolutamente nada en el colegio, me
dormía en todas las clases, no tenia cuadernos, ni maleta, ni lapiceros, nada.
Absolutamente nada. A veces ni tenia saco, siempre lo perdía. Todas las mañanas
llegaba al colegio temblando de frio. Cuando no aguantaba más iba al cuarto de
cosas perdidas y me ponía un saco olvidado que me quedaba o muy grande o
muy chico, y que siempre olía mal.
La psicología, fue para mi, durante muchos años, una disciplina que se
dedicaba a la normalización del sujeto y yo la rechazaba con fuerza. Todo cambió
cuando apareció en mi vida otra Liliana, de apellido Polaco. Ella era la profesora
de psicoanálisis en la universidad. Su clase derivaba en chismes de sus pacientes
y luego se iba transformando en terapia grupal. Compartir y reflexionar acerca de
los asuntos del deseo con los compañeros de clase me apasionaba. Sin embargo,
nunca hice terapia formal hasta que conocí a Rossana y ella me habló de Víctor.
Víctor atiende en una de esas casas tipo chalet suizo criollo y alquila una
habitación que usa de consultorio. El interior de la casa está diseñado para hacer
terapia psico-física infantil, por lo cual todas las paredes tienen personajes de
Disney pintados. Hay pelotas de plástico, juegos de cuerda, colchonetas,
trampolines. Ir a donde Victor es una experiencia que se torna siniestra en el
momento en el que uno siente que va a dejar salir sus demonios en ese espacio
tan habitado por imágenes y juguetes infantiles.
Víctor no entendía por que quería meterme tan desesperadamente con ella
si parecía que solo traía problemas. Fuimos descubriendo que ella me atraía
porque me rechazaba. Desde el primer instante en que nos conocimos, ella se
resistió a la posibilidad de un romance conmigo. Al mismo tiempo, había en ella
una necesidad de que yo fuese su amigo. Todo eso me confundía y me
enamoraba.
- Imagina que este muñeco es Rossana. ¿Te gusta? ¿Te gusta como se
comen a tu mujer? ¿Te vas a quedar mirando como me la como o vas
hacer algo?
De nuevo quedé pasmado. Entonces Víctor me pidió que cerrara los ojos y
que visualizara un objeto que me hiciera sentir poderoso. Yo vi un cuchillo
gigantesco de guerra, como el de Rambo. Víctor me dijo que al salir de la terapia
comprara el cuchillo y que lo tuviera en mi habitación. Me dijo que intentara tocarlo
todos los días y que me visualizara como un cazador.
III.
Decidí irme a vivir a Tabio con Rossana y Cantave. Duramos meses buscando
casa porque los confinamientos sucesivos que trajo la pandemia hicieron que
muchos huyeran de la ciudad y se fueran al campo. Vivimos en una casa de
ladrillo amplia, muy cerca a un bosque tupido en la falda de una gigantesca
montaña. Hace tres meses que no recibo dinero por ningún trabajo. He logrado
conseguir trabajos temporales, pero todos me pagan al final de marzo de este
mes. El dinero se ha convertido en una gran preocupación, sobre todo ahora, que
se viene el parto de mi nuevo hijo. Hice
Canción de tumba
Pelo de zanahoria