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Las emigraciones golondrinas: la experiencia

americana de los canarios


Antonio BECERRA BOLAÑOS
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
abecerra@dfe.ulpgc.es

Los movimientos migratorios de los canarios a América han sido un fenómeno muy es-
tudiado sobre todo desde la historia, pero también desde la geografía1. Sobre la experien-
cia de la emigración y el exilio encontramos abundante literatura. La emigración a Amé-
rica ha marcado las manifestaciones culturales de las Islas Canarias desde sus inicios y ha ge-
nerado multitud de textos. Muchos de ellos, de carácter popular, narran las peripecias del
viaje emprendido; otros reflejan –desde ambos lados del Océano Atlántico– las esperanzas
puestas en la emigración y sus resultados. Los canarios emigrarán, desde el siglo XVIII, fun-
damentalmente a Venezuela, Puerto Rico, Cuba2 –en especial en el siglo XIX– y Uru-
guay, donde se asentarán comunidades estables que tendrán una actividad cultural impor-
tante, que se refleja en las múltiples publicaciones que aparecerán a finales del siglo XIX.
Las travesías que los canarios realizarán, en ocasiones, y sobre todo desde finales del
siglo XIX y principios del siglo XX, pueden considerarse emigraciones golondrinas, tér-
mino que usa Francisco González Díaz para definir el movimiento de aquellos isleños
«que se van a América para volver, y arrastran su cadena en la fuga y cuando vuelven,
aunque limada, todavía la traen y aquí se la remachan de nuevo»3. El presente trabajo tra-
ta de ofrecer una breve reflexión sobre la producción literaria que surge en torno al fe-
nómeno migratorio desde autores como Graciliano Afonso –y su experiencia del exilio
en la década de los años 20 del siglo XIX– o Nicolás Estévanez, hasta autores de la pri-
mera mitad del siglo XX, como Francisco González Díaz, Mercedes Pinto o diversos
poetas populares, quienes, a través de sus crónicas, sus coplas y sus décimas, dan testi-
monio de las vicisitudes de los canarios en su búsqueda de mejores condiciones de vida.
Plantearé aquí únicamente algunas cuestiones que pueden servir muy bien para ca-
racterizar la “experiencia americana” como paso previo a una investigación de mayor ca-
lado. Interesa, sin atender a la periodización histórica, señalar que se podría considerar
que la literatura sobre la emigración bascula entre la expectativa y la experiencia. La ex-
pectativa, por cuanto el viaje a América implica la posibilidad de conseguir lo que sería
imposible obtener en la patria, es decir, en las Islas, por la excesiva dependencia del ex-
terior y las extremas condiciones de vida de gran parte de los canarios, que verán en el
continente “cercano” la manera de mejorar, idea alentada, en ocasiones, por los medios
de comunicación de la época y por la memoria oral de quienes, como señala Francisco
González Díaz, regresan al poco tiempo a su lugar de origen. La experiencia, porque,
por un lado, el viaje proporcionará materia para la creación literaria, pero, por otro, por-
que alimentará la expectativa del canario, quien transmitirá oralmente las composiciones

1 Juan Francisco MARTÍN RUIZ, La población de Canarias. Análisis sociodemográfico y territorial, Las Palmas de Gran Ca-
naria, Anroart Ediciones, 2005.
2 Valentín MEDINA RODRÍGUEZ, Canarias-Cuba. La aportación isleña al desarrollo asociativo español en la Gran Antilla
(1804-1936), Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones Anroart, 2008, p. 14.
3 Francisco González Díaz, Un canario en Cuba, ed. Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Santa Cruz de Tenerife, Edi-
ciones Idea, 2006, p. 55. Esa naturaleza “golondrina” hace que los registros de emigrantes sean confundidos con los mo-
vimientos migratorios, puesto que había individuos que emigraron a América en varias ocasiones, como señala MEDINA,
Canarias-Cuba cit. p. 16.
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que tenían por objeto narrar su éxodo en busca de la tierra de promisión. Si bien es cier-
to que planteamos una generalización harto peligrosa, no lo es menos que, cuando nos
acercamos a los textos literarios, sobre todo a los de veta popular, encontramos algunos
elementos recurrentes con independencia de la distancia temporal de unos y otros, esto
es, la prohibición y la transgresión4. La prohibición está vinculada a las diversas restric-
ciones que, desde antiguo, impuso el Gobierno español a la emigración isleña y que pro-
vocará la infracción por parte de los canarios en todas las épocas, si bien es cierto que,
para la memoria colectiva insular, cobraron especial relevancia las “fugas” que se produ-
cirán en la década de los años cuarenta del siglo XX sobre todo en las islas de La Go-
mera, La Palma o El Hierro en épocas de sequía5, ya que la población era reducida y el
impacto que se producía, obviamente, era mucho mayor que en islas como Gran Cana-
ria o Tenerife. Habría que subrayar, por otro lado, que, en el corpus textual manejado, nos
encontramos con diversos tipos y, por tanto, con diversas escrituras de la experiencia. El
viajero, el exiliado y el emigrante son quienes cruzan el Atlántico. Ellos son quienes fi-
jan la memoria que actúa como elemento conformador de la identidad de lo canario en
ambos lados del Océano.
En primer lugar, el viajero deja constancia de sus experiencias, y se sitúa en el plano
del “europeo”; es decir, su expresión está “contagiada” por la actitud de aquellos viaje-
ros ingleses, franceses o alemanes, principalmente, que realizarán visitas a las Islas Cana-
rias desde el siglo XVIII y que dejarán una abundante literatura en forma de libros de
viaje. Estos ayudarán a convertir las Islas Canarias en un destino turístico, apetecible y
exótico, no muy alejado de Europa –y en esta nómina podríamos incluir a George Glas,
Humboldt, René Verneau, Olivia Stone o Julio Verne–. Su escritura denota cierta dis-
tancia –en ocasiones de índole racista o clasista– con el lugar y las gentes visitadas, ya que
no se correspondían, desde su perspectiva, con las maneras de la realidad “objetiva”.
Frente a esta realidad “civilizada” del viajero europeo, muchos escritores insulares pro-
pondrán la realidad “natural” tanto en América como en Canarias.
A la memoria del viajero europeo corresponde Francisco González Díaz, quien, co-
mo periodista, tratará de reflejar las duras condiciones de viaje de los más desfavorecidos.
El punto de partida de González Díaz, cuya experiencia recogerá en el libro Un ca-
nario en Cuba, publicado en 1915 con prólogo de José Ortega y Munilla, es interesante
por cuanto define la manera en que el isleño entiende su partida hacia América y por-
que describe la situación en la que se producía su emigración, que tantas similitudes
guarda con la que han protagonizado los inmigrantes africanos del continente durante la
última década del siglo XX y la primera del siglo XXI.
El viaje a Cuba de Francisco González Díaz, salvando las distancias, guarda cierta se-
mejanza con el primero que, años más tarde, realizará a las Islas Canarias Miguel de Una-
muno, ya que ambos serán invitados a participar como mantenedores de unos juegos flo-
rales. En 1914, la Asociación Canaria de Cuba invita al periodista a la isla antillana.
González Díaz, que se había labrado una gran reputación más allá de las fronteras in-
sulares por sus artículos en publicaciones españolas y americanas –entre ellas, en el influ-
yente El Diario de la Marina, de La Habana, que le rendirá también un homenaje–, rea-
liza la travesía hacia Cuba en mejores condiciones que la mayoría de sus compatriotas
que viajan con él en el vapor Balmes:

4 Vladimir PROPP, Morfología del cuento, Madrid, Akal, 1985, p. 84.


5 Venancio ACOSTA, La emigración clandestina de El Hierro a Venezuela, La Laguna, Centro de la Cultura Popular Canaria,
1993, p. 11.
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Les vemos como víctimas destinadas al sacrificio. Su éxodo se nos figura un castigo cruel infligido por
los hados adversos, y el espectáculo de su abandono nos persigue con el horror de una visión dantes-
ca. Sin embargo, ellos tienen la alegría y la tristeza nosotros. Ellos cantan y nosotros meditamos6
El análisis del escritor es, en un principio, demoledor. Los cerca de 600 canarios que
ocupan los bajos del vapor, por su falta de conciencia, semejan a animales: «Se apoyan los
unos en los otros por manera instintiva como los grandes rebaños, y así se comunican calor
animal y calor moral»7. González Díaz ve en estos seres el reflejo del canario en general:
Sus actitudes son de animales mansos que reposan, pero que guardan en el reposo su fuerza sofre-
nada. Miran como sin ver, vagamente; parecen hallarse en éxtasis, hipnotizados por el Océano,
magnitud y atracción supremas. Pero no es eso: inconscientes y mudos, prolongan sobre el mar el
pesado sueño que en tierra fue siempre su vida8
No obstante estas consideraciones, lo que subyace en este texto es un discurso que
apunta hacia una de las principales críticas que, desde el siglo XVIII, se realizan a la si-
tuación de atraso cultural y económico que viven las Islas y que hará que muchos de los
escritores opten por hacer patente una expectativa, que es, en el fondo, la única posibi-
lidad para romper con esa circunstancia.
Si bien, durante el viaje, González Díaz presencia el espectáculo de unos seres que
son, antes que nada, fuerza bruta de trabajo, y que actúan como un rebaño, su llegada a
América producirá lo que el clima y las circunstancias insulares parecen impedir. El con-
tinente obrará el cambio necesario para quienes logren aclimatarse: los dotará de con-
ciencia de su ser, algo imposible en las Islas Canarias. Para González Díaz,
el que se queda [en América], adquiere al fin condiciones y capacidades, aptitudes y tendencias
que no tenía en el país nativo. Le satura el espíritu democrático; le crece la conciencia, le nacen alas
[…] Se le caen las costras seculares que le entorpecían, que le petrificaban, que le cegaban, y sur-
ge un hombre nuevo, con traje nuevo, del fondo tenebroso del pasado. Entonces dice con ener-
gía viril, afirmándose: “Yo soy”9
La idea que plantea el autor muestra una expectativa que está patente en el discurso
literario de los escritores canarios desde el siglo XVIII; no es otra la intención de José de
Viera y Clavijo, escritor que Victoria Galván ha dimensionado en el contexto hispánico
de la Ilustración10, en sus Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, que marcará
muchos de los textos que se escribirán a partir de ese momento. La pretensión del his-
toriador es que el canario adquiera conciencia de sí mismo como pueblo:
Acostúmbrese el oído de los canarios a escuchar, sin lisonja ni sátira, los acontecimientos y los hechos
de que han sido Canarias el teatro o el móvil; y, dejando a los pueblos bárbaros de la Escitia o de la
América el fiero privilegio de carecer de historia y de saber sólo por tradición que hubo en sus tierras
otros hombres anteriores a ellos, aprendamos nosotros en la escuela de nuestros ejemplos familiares a
estimar las acciones dignas de alguna gloria y a huir de aquellas que sólo pueden producir confusión11
Viera y Clavijo se sitúa en la perspectiva del ilustrado, pues su fin es ofrecer documen-
tos que sirvan para la instrucción de una sociedad que, hasta ese momento, había carecido
6 GONZÁLEZ DÍAZ, Un canario cit., p. 58.
7 GONZÁLEZ DÍAZ, Un canario cit., p. 58.
8 GONZÁLEZ DÍAZ, Un canario cit., p. 59.
9 GONZÁLEZ DÍAZ, Un canario cit., p. 60.
10 Victoria GALVÁN GONZÁLEZ, La obra literaria de José de Viera y Clavijo, Las Palmas de Gran Canaria, Edicio-
nes del Cabildo de Gran Canaria, 1999.
11 José de Viera y Clavijo, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, ed. Alejandro CIORANESCU, Santa
Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1978, p. 13.
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de historia y cuya literatura se había difuminado. De hecho, los continuadores de la obra


de Viera se plantearán la labor de rescate no sólo de los hechos de la historia civil, sino de
los escritos que desde Cairasco de Figueroa sirven para definir una comunidad. Sin em-
bargo, me interesa aquí apuntar uno de los aspectos sobre los que Viera pondrá énfasis; se
trata de la correspondencia entre los momentos históricos de Canarias y los de América.
Nuestra Historia Civil es más fecunda en grandes sucesos de lo que parece a primera vista, y sus pa-
sajes políticos tienen un no sé qué de más sólido que de brillante. Es verdad que las famosas con-
quistas de México y del Perú harán siempre más eco en todo el mundo que las de Canarias y Te-
nerife. Es verdad también que Cortés y Pizarro serán en la opinión de los hombres más héroes que
Vera y Fernández de Lugo; pero, ¡ah!, ¡si fuese lícito hacer un paralelo riguroso entre los guan-
ches y los indios; entre las fuerzas de las Canarias y de las Américas; entre el impulso que anima-
ba el brazo a unos y otros conquistadores!12
Este planteamiento será refrendado por Graciliano Afonso, que representa, como de
alguna manera años más tarde Nicolás Estévanez, la figura del exiliado, a la que se ads-
cribirá Mercedes Pinto en pleno siglo XX.
El doctoral Graciliano Afonso, tras la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, se ve
obligado al exilio, pero, al contrario de la mayoría de los diputados declarados reos de le-
sa majestad, tomará el rumbo americano movido por la posibilidad de encontrarse con
quienes podrían muy bien ayudarle en aquellas circunstancias. Lo interesante de la emi-
gración del poeta canario es que tomará conciencia de su condición a raíz del contacto
con la realidad americana.
Su exilio tendrá varias etapas: Cumaná, Trinidad de Barlovento y Puerto Rico. En
Trinidad de Barlovento, escribe el poema A don José Antonio Guisseppi, en el día de su fies-
ta, donde aparecen los siguientes versos:
Tú, algún día,
al mediodía
el imperio y alta gloria
plantarás
y extenderás
de las hijas de la memoria
cual Anfión
con dulce son
de su lira, atrajo en Tebas
montes, fieras,
y riberas
y ancho muro al cielo eleva.
Que trabaje
el salvaje,
que despierte el africano,
que en su pecho
el derecho
de ser hombre encuentre ufano13
Resulta interesante, dentro del discurso de exaltación al amigo, presidido por Clío, la
reivindicación de la humanidad del canario. Esta idea aparecerá nuevamente en otra

12 Viera y Clavijo, Noticias cit. p. 13.


13 Graciliano Afonso, A don José Antonio Guisseppi, en el día de su fiesta, en Antología poética, ed. Antonio BECE-
RRA BOLAÑOS, Santa Cruz de Tenerife, Academia Canaria de la Lengua, 2007, pp. 62-63.
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composición de circunstancias, A D. José Guisseppi y D.ª María del Carmen en sus bodas,
en la que el poeta aparece nuevamente denominado africano, esta vez por Venus:
Luego que la Diosa oyó,
y bien notó,
la discordante harmonía,
ronco son, y tono vario
del canario,
con sonrisa me decía:
¡oh tú!, bárbaro africano,
que inhumano
y cruel, fiero destino,
a mis climas ha traído;
que has oído
del Paria el canto divino;
que sacrílego, atrevido
has querido
mis secretos ver curioso,
mi clemencia está contigo;
por amigo
de la casa y del esposo14
Ya Alfonso Armas, al leer esta referencia, había observado la relevancia, dentro de la
producción del doctoral, de esta idea:
En la Isla [de Trinidad de Barlovento] don Graciliano recreó su concepción del hombre natural.
No el russoniano –aunque en él se inspirase–, sino el que había visto en la Isla, quizá entre los mis-
mos fieles de su parroquia. Aunque lo encarnase el Emilio russoniano, algo hay de recuerdos in-
sulares (canarios) en esta idea de Afonso, conocedor de la historia de Canarias. Guisseppi, un ita-
liano con quien sostenía Afonso amistad de índole literaria, encarna precisamente para el poeta el
defensor de este ser primitivo y genérico15
Para entender el por qué de esta idea, hay que tener en cuenta la tradición en que se
halla inserto el doctoral. En la historia, el canario aparece tan sólo como comparsa del
europeo, tal como ocurre con el americano; su presencia en los textos define la extra-
ñeza del europeo ante la aparición del Otro. Afonso introduce intencionadamente dos
términos que definen al insular en tanto que ser periférico: salvaje y africano; en contra-
posición con el civilizado europeo. El poeta solicita que “despierte” el africano, como
despiertan los sentidos en la alegoría de la estatua de Condillac ante los estímulos del ex-
terior y adquiere todo aquello que le hace humano; así el canario ha de obtener un de-
recho que se le ha negado: la humanidad.
La adquisición del “derecho de ser hombre” ha de leerse en el sentido de “derecho a
formar parte de la historia”; de ahí que, en la nota a la traducción de la oda tercera de
las poesías de Anacreonte, exprese esta misma idea.
En ambas composiciones, como hará posteriormente en El beso de Abibina, aprovecha
la circunstancia para introducir elementos históricos, y lo hace, además, a través de com-
posiciones anacreónticas, algo que justificará años más tarde en las palabras preliminares de

14 Graciliano Afonso, A D. José Guiseppi y D.ª María del Carmen en sus bodas, en Poesías del doctoral Graciliano Afon-
so, copia de Juan de Padilla conservada en El Museo Canario.
15 Alfonso ARMAS AYALA, “Graciliano Afonso. Un diputado de las Cortes de 1821 desterrado en América”, en
Anuario de Estudios Atlánticos, 3 (1957), pp. 387-451: p. 439.
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una leyenda, El juicio de Dios o la reina Ico. Los canarios, afirma, son «naturalmente eróticos»,
por lo que para infundirles el deseo de conocimiento es necesario hacerlo a través de una
expresión erótica16. La anacreóntica, en la escritura de Graciliano Afonso, se convierte en
una forma de propaganda política, por lo que sufre un desvío. No será el único que se pro-
duzca en manos del doctoral, quien compone anacreónticas con más de 60 años.
Precisamente en El beso de Abibina, poemario que aparece junto con sus traducciones
de odas anacreónticas y de Los amores de Leandro y Hero, de Museo, introduce la siguien-
te nota a la oda tercera de Anacreonte –la única que aparecerá publicada. En ella define
su pensamiento sobre la situación de las Islas:
No es esto decir que carecieran de utilidad notas de esta especie; yo lo conozco; y las he ofrecido
en la vida de Anacreón; pero no serán mis comentarios una tenería de los autores españoles y de
otras naciones, y aun de los países, sólo porque son pobres; como lo ha hecho un moderno tra-
ductor y comentador de un clásico, tan comentado y recomentado por las naciones cultas. El lec-
tor sagaz penetrará fácilmente, que para el comentador la pobreza (el don mal agradecido de los
dioses) de las Islas Canarias es el mayor defecto, para ser los Elíseos; pues ahí no se pueden girar
letras de agio, ni hacer operaciones de banco, ni saliendo en camisa de su patria, hacer fortuna co-
losal en corto tiempo. ¿Pobres Canarias? ¿Y pobres, os salvaréis? No lo creo. ¿Y este comentador
frisó con el Sr. Martínez de la Rosa? Esto sí, que necesita comentario; esto sí, que no lo explica-
rá el mismo Aristóteles, si para ello sólo resucitara17
Afonso retoma la idea que ya planteara Viera y Clavijo:
Y si esta sencilla recapitulación pareciere más un elogio que una noticia histórica, gracias al otro
conocimiento que se suele tener en Europa, y aun en España, de las circunstancias de nuestras is-
las; mas no por eso se imaginen bienaventurados ni Campos Elíseos en ellas. El especioso anver-
so de esta medalla tiene un triste reverso. Las Canarias son pobres18
La situación de retraso cultural de las Islas supuso la toma de posición de muchos au-
tores, cuyo conocimiento de la realidad americana actuó de referente. La ilustración de
la juventud se convertirá en su principal objetivo. Además, existe la necesidad de formar
la identidad nacional a través de la vinculación con la historia. Si en el caso de las litera-
turas poscoloniales latinoamericanas el discurso se crea en torno a la idea de la emanci-
pación política –la independencia– como inicio verdadero de la historia19 y el pueblo ca-
rece de tratamiento20, en Canarias, este discurso girará en torno a la pérdida de la histo-
ria desde el momento que se produce la Conquista y el pueblo adquirirá el verdadero

16 «El amor es la llave del corazón, y siendo este país naturalmente erótico, por eso he escogido las aventuras de
Ico y Guadarfia, los amores de Fayna y Avendaño para expresar este deseo sin violencia ni aridez», Afonso, Anto-
logía cit., p. 112.
17 Graciliano Afonso, El beso de Abibina, Puerto Rico, Imprenta Dalmau, 1838, p. [143].
18 AFONSO, El beso cit. p. [143].
19 Alexander BETANCOURT MENDIETA, “La nacionalización del pasado”, en Ficciones y silencios fundacionales. Literaturas
y culturas poscoloniales en América Latina (siglo XIX), ed. Friedhelm SCHMIDT-WELLE, Madrid, Iberoamericana, 2003, p. 86.
20 «Las tradiciones y las costumbres se contraponían a la idea de progreso que estaba implícita en las promesas
revolucionarias. Los escritos de los letrados decimonónicos manifestaron una clara hostilidad hacia la generalidad
de la población y sus herencias culturales, en las que veían las pruebas concretas del envilecimiento colonial. De
allí que las representaciones que se encuentran en los textos históricos se caracterizan por el tono épico de los hé-
roes y de las batallas mientras que la literatura que tenía como argumento a las “clases ínfimas” no encontró en
ellas “pasiones” sino vicios. En los escritos históricos, pues, los “hombres de letras” descubrieron el mundo ex-
traño y abigarrado de su entorno cuando tuvieron que abordar a la provincia y los campos que sirvieron de esce-
nario a los sucesos heroicos, a los que finalmente dejaron en el plano secundario y silencioso de trasfondo de la
epopeya independentista o aún de la Conquista» (BETANCOURT, “La nacionalización del pasado” cit., p. 85).
Las emigraciones golondrinas: la experiencia americana de los canarios 

protagonismo de la literatura. En este sentido, la figura del hombre insular, del “otro”
aborigen, siempre estará relativizado por la figura del conquistador. Si uno es bárbaro, lo
será en tanto en cuanto el otro, el conquistador, lo es. Obviamente, estos autores tienen
la idea de que el pasado ha dejado de actuar sobre la conciencia de la colectividad –y, tal
vez por ello, por el desconocimiento que los canarios tienen de su historia, se ha pro-
ducido la situación en la que se encuentran como pueblo, sin dignidad, sin estima–, pe-
ro su existencia muestra otra realidad que diferencia esa comunidad del resto de las na-
ciones, incluida España. El programa de la recuperación de la historia pasada, y su rela-
ción con la historia presente; es decir, la necesidad de hallar el inicio verdadero de la his-
toria insular, con todos los mitos que la conforman, supone la creación de la idea de na-
ción. Esta idea, aparecerá, sin tintes políticos evidentes, en algunas publicaciones perió-
dicas de las Islas Canarias, como en El Ómnibus, en cuyas páginas, con motivo del ani-
versario de la Conquista de Gran Canaria, aparecen las siguientes líneas:
Desengáñense los partidarios del pretendido derecho de la fuerza: si la libertad y la igualdad son derechos na-
turales y primitivos del hombre, también deben serlo de las naciones, como entidades colectivas de la
especie humana. El derecho no varía, ora se aplique al individuo, ora se refiera a la sociedad. Esto es
lo que la ciencia demuestra; tal es la doctrina de los que creen en Dios como legislador del Universo.
Así, una ciudad civilizada, como lo es la de las Las Palmas, al celebrar el aniversario de la comple-
ta sumisión de los indígenas habitantes de esta isla a las coronas de Castilla y de Aragón, no debe
congratularse por la derrota y vejaciones que aquellos héroes atlánticos sufrieran21
González Díaz, por tanto, se hace eco de la tradición anterior a la hora de plantear su
discurso. Canarias no reúne las condiciones democráticas necesarias para que sus habi-
tantes maduren y sólo estableciéndose en América, bajo el clima de libertad que en el
continente se respira, podrá evolucionar y tomar conciencia de sí misma.
Algo parecido podríamos plantear de Mercedes Pinto cuando emprende el exilio ha-
cia Uruguay. La escritora, en 1923, invitada por Colombine, había dado una conferen-
cia en el Madrid de la dictadura de Primo de Rivera con el título de El divorcio como me-
dida higiénica, en el que reflejaba su propia experiencia: casada con un enfermo mental,
la sociedad le negaba una solución para evitar un más que seguro trágico final. El exilio
para Mercedes Pinto, sin embargo, no está vinculado, como en los casos anteriores, a un
discurso político sobre la identidad nacional. Así, la emigración, para Mercedes Pinto, es
una experiencia cercana a la de aquellos canarios que cruzan el océano para encontrar
mejores condiciones de vida. En este sentido, Alicia Llarena señala:
El exilio, aunque forzoso, le dio a Mercedes Pinto una segunda oportunidad, la ocasión de reali-
zarse y de expandirse, y una perfecta coyuntura donde se aunaron la libertad moral e intelectual,
circunstancias ideales para que ella, “¡una potente vida en movimiento!”, como se autodefine en
uno de sus poemas, derramara sus tesoros visibles y ocultos22
Por otro lado, los poemas recogidos en Cantos de muchos puertos (1940) reflejan el via-
je de quien emigra y «halla en el viaje el contorno de una patria»23.
¿Qué es lo que va a encontrar el canario en América? En 1841, el periódico insular El
daguerrotipo, inserta un artículo sobre la historia de Canarias que tiene la siguiente nota:

21 “La conquista de Gran Canaria”, en El Ómnibus, periódico de noticias e intereses materiales, 1102 (Las Palmas de
Gran Canaria, 1866).
22 Alicia LLARENA, Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes Pinto, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Ca-
bildo de Gran Canaria, 2003, p. 91.
23 Alicia LLARENA, Yo soy la novela cit., p. 87.
 Antonio BECERRA BOLAÑOS

en Caracas donde los criollos cantan esta letrilla:


Vienen los isleños que dan compasión
llenitos de sarna hasta el corazón;
pero a poco tiempo Sr. D. Fulanito
con su casaquilla y su casacón24
La letrilla confirma la expectativa que los canarios tienen con respecto de América y
que se reiterará en artículos o crónicas a partir de aquel momento. Venezuela es El Do-
rado para los isleños, el lugar donde serán acogidos por los suyos y podrán prosperar. Has-
ta tal punto llegará la identificación que los canarios tendrán con Venezuela, que es con-
siderada “la octava isla”.
La experiencia americana se deja sentir en la memoria popular, principalmente en El
Hierro o La Palma, donde aparecen recogidas en el folclore formas típicas de Cuba o Ve-
nezuela traídas por los emigrantes; ejemplo de ello será “Matar la culebra” o “La cham-
belona o chamelona”, tal como ha recogido Manuel Lorenzo Perera25. Si la primera re-
mite a las raíces africanas de la cultura cubana, la segunda refleja la quiebra económica
padecida en Cuba durante la presidencia de Mario García Monecal (1913-1921):
Ahé, ahé, ahé la chambelona.
Míralo cómo viene,
míralo cómo va,
bailando la chambelona
y la samba colorá26
Por otro lado, a mediados del siglo XX, aparecerán textos orales sobre los viajes clan-
destinos. Manuel Navarro Rolo, en Venezuela, dejará la memoria en décimas de la tra-
vesía del Telémaco. El viaje, en peores condiciones de las que había señalado González Dí-
az veinticinco años antes, está marcado, sin embargo, por el mismo espíritu. Los emi-
grantes están a merced de los hados y sólo la intervención de la Virgen logra apaciguar
los elementos:
La Providencia Divina,
aliento de nuestra Fe,
ella es quien todo lo ve
y todo lo determina,
aquella honda marina,
que vino tan exaltada,
fue esparcida y aplacada
su furibundo crujir;
pensar que para morir
hay horas determinadas27
La forma empleada nos habla del diálogo cultural que se produce entre ambos lados del
Atlántico, pues la décima, que encontrará muchos cultivadores en América, había sufrido un
desplazamiento temático sobre todo a partir del siglo XIX y, si bien se ha considerado que
tiene un marcado carácter popular –como sucede, por ejemplo, en Cuba o Canarias–, lo cier-
24 «Para la historia de estas Islas Canarias», en El Daguerrotipo, 28 (Santa Cruz de Tenerife, 1841).
25 Manuel LORENZO PERERA, El folclore maldito de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Centro de la Cul-
tura Popular Canaria, 2002.
26 LORENZO PERERA, El folclore maldito cit., p. 90.
27 Manuel NAVARRO ROLO, «La odisea del Telémaco», en La emigración clandestina en Canarias. El “Telémaco”,
Gobierno de Canarias, 2000, p. 56.
Las emigraciones golondrinas: la experiencia americana de los canarios 

to es que los autores cultos harán uso de ella en improvisaciones, como, entre otros, los po-
etas María Joaquina Viera y Clavijo, Domingo Albertos, Rafael Bento y Travieso o Afonso.
En estas breves líneas he tratado de realizar un recorrido por algunos textos que plan-
tean la experiencia y la expectativa de los canarios y que sirven para articular un discur-
so en torno a la identidad cultural de un pueblo que halla su sentido cuando se arraiga
en otro lugar. Sin tener noción del anhelo de los escritores, el canario común acabará
por dotar de sentido su existencia arraigándose en América. Con ello, estableció una in-
dependencia cultural que se ha mantenido hasta nuestros días. Acabo con un guiño al
maestro Monterroso: si la “exportación de cerebros” generó más beneficios a América
que la de los braceros, a Canarias le enriqueció más la exportación de identidades.

Resumen: La emigración a América es uno de los temas recurrentes en la literatura de las Islas Canarias. Muchos de los
textos, de carácter popular, narran las peripecias del viaje emprendido; otros reflejan –desde ambos lados del Atlántico–
las esperanzas puestas en la emigración y sus resultados. En ocasiones, se trataba de emigraciones golondrinas, que Fran-
cisco González Díaz define, en 1916, como el movimiento de aquellos isleños «que se van a América para volver, y arras-
tran su cadena en la fuga y cuando vuelven, aunque limada, todavía la traen y aquí se la remachan de nuevo».
Palabras clave: Emigraciones golondrinas, Francisco González Díaz, Graciliano Afonso, Mercedes Pinto, Canarias,
América.
Abstract: Emigration to America is one of the recurrent themes in the literature of the Canary Islands. In some of these
texts, are given stories of the adventures of the journey undertaken, whereas others reflect-from both sides of the Atlantic
the expectations of migration and its results. Sometimes, these were forced and fleeting migrations, as Francisco González
Díaz defined them, such as in 1916 when the movement of the islanders «was to the Americas again, but dragging their
ball and chain behind them, on the run, only to return with the same ball and chain, slightly filed down but still in place».
Keywords: Fleeting migrations, Francisco González Díaz, Graciliano Afonso, Mercedes Pinto, Canary Islands, America.

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