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Ecología Política de La Guerra
Ecología Política de La Guerra
Resumen
A lo largo de la década de 1990, muchos grupos armados han contado con los ingresos
provenientes de recursos naturales como el petróleo, la madera o las gemas para sustituir la
disminución del patrocinio de la Guerra Fría. Los recursos no solo financiaron, sino que en
algunos casos motivaron conflictos y dieron forma a estrategias de poder basadas en la
comercialización de conflictos armados y la territorialización de la soberanía en torno a áreas de
recursos valiosos y redes comerciales. Como tal, el conflicto armado en el período post-Guerra
Fría se caracteriza cada vez más por una ecología política específica estrechamente vinculada a
la geografía y la economía política de los recursos naturales. Este artículo examina las teorías de
las relaciones entre los recursos y los conflictos armados, y los procesos históricos en los cuales
están insertos. Destaca la vulnerabilidad que resulta de la dependencia de los recursos, en lugar
de las nociones convencionales de escasez o abundancia, los riesgos de violencia vinculados a la
conflictividad de las economías políticas de los recursos naturales, y las oportunidades para los
grupos insurgentes armados que resultan de la expoliabilidad de los recursos. La violencia se
expresa en la subyugación de los derechos de las personas para determinar el uso de su ambiente
y los patrones brutales de extracción de recursos y depredación. Más allá de demostrar las
agendas económicas de los grupos beligerantes, un análisis de los vínculos entre los recursos
naturales y los conflictos armados sugiere que el carácter criminal de su inclusión en los
mercados internacionales de commodities responde a una forma excluyente de globalización; lo
cual tiene importantes implicaciones para la promoción de la paz.
2001 Elsevier Science Ltd. Todos los derechos reservados.
1
Los conflictos armados se refieren al despliegue de la violencia física organizada e incluyen el golpe de
Estado, el terrorismo y los conflictos armados intra o interestatales. La desestructuración de muchos
conflictos armados contemporáneos también resulta en un continuo entre el bandidaje, el crimen
organizado y el conflicto armado. A este respecto, los criterios del número anual de muertes en combate
(por ejemplo, 25 o 1000), así como el de la motivación política, no siempre son útiles, ya que el número
de muertes violentas puede ser mayor en "tiempos de paz" que en "tiempos de guerra" (por ejemplo, El
Salvador, Sudáfrica) y los motivos económicos juegan un papel importante.
2
Para una revisión de la literatura sobre las economías de guerra y la economía política de la guerra, vea
Le Billon (2000b).
3
Declaración presidencial de fecha 2 de junio de 2000 (S / PRST / 2000/20).
armadas al debilitar la capacidad de las instituciones políticas para resolverlas
pacíficamente. Contrariamente a la creencia generalizada de que los recursos
abundantes ayudan al crecimiento económico y, por lo tanto, son positivos para la
estabilidad política, la evidencia empírica sugiere que los países económicamente
dependientes de la exportación de productos primarios corren un mayor riesgo de
inestabilidad política y conflicto armado (Collier, 2000; Ross, 1999). Esta noción de una
maldición de los recursos también sustenta gran parte de la literatura sobre la escasez de
recursos y la guerra (Homer-Dixon, 1999). De hecho, tanto los conflictos armados como
la inestabilidad política crónica en muchas regiones productoras de petróleo, como el
Golfo de Guinea, el Medio Oriente o la región del Caspio, o en regiones de tierras de
cultivo escasas, como la región de los Grandes Lagos Africanos, apuntan a la posible
influencia de este recurso tanto en la vulnerabilidad como en el riesgo de conflicto.
Este artículo analiza el rol de los recursos naturales en los conflictos armados, a través
de su materialidad, geografía y los procesos socioeconómicos relacionados. La Sección
2 examina el debate sobre el papel de los recursos escasos y abundantes en los
conflictos armados y extiende este enfoque en la construcción de un marco ecológico
político para analizarlos. En la Sección 3 se presenta una tipología tentativa de los
conflictos armados. La Sección 4 explora el proceso mediante el cual los recursos se
vinculan con los conflictos armados, centrándose en los procesos de inclusión,
exclusión y criminalización. La Sección 5 explora los obstáculos para la transición a la
paz vinculados a los recursos y discute las implicaciones que tiene para este tipo de
iniciativas. La sección 6 concluye.
4
Para una revisión de la literatura, ver Bryant y Bailey (1997).
Abordar estas dos lagunas dentro de un enfoque político ecológico requiere acercarse a
los conflictos armados vinculados a los recursos como procesos históricos de
transformación dialéctica de la naturaleza y grupos sociales. Los conflictos
contemporáneos vinculados a los recursos están arraigados en la historia de la
extracción de "recursos" traducida sucesivamente por el mercantilismo, el capitalismo
colonial y la cleptocracia estatal. La disponibilidad en la naturaleza de cualquier
recurso no es, por lo tanto, un indicador predictivo de conflicto. Más bien, los deseos
provocados por esta disponibilidad, así como las necesidades de la gente (o la codicia),
y las prácticas que configuran la economía política de cualquier recurso pueden resultar
conflictivas, y la violencia se convierte en el medio decisivo del arbitraje. Por lo tanto,
tal análisis requiere construir sobre bases antropológicas y relaciones internacionales
para vincular una variedad de escalas (en la primera consulta, vea de Boeck, 1998;
Richards, 1996; en la última, Lipschutz, 1989).
Según los defensores de la hipótesis de las guerras por escasez de recursos, las
personas o las naciones lucharán entre sí para garantizar el acceso a los recursos
necesarios para su supervivencia: cuanto más escaso sea el recurso, más amarga será la
lucha (Bennett, 1991; Brown, 1977; Homer- Dixon, 1999; Renner, 1996; Suliman, 1998
- para una crítica, ver Dalby, 1998; Gleditsch, 1998; Peluso y Watts, 2001). Un ejemplo
es la degradación progresiva de los recursos naturales de las Islas de Pascua por parte de
sus habitantes polinesios, que terminó con la lucha interna y el canibalismo hasta que el
número de habitantes se redujo de 20.000, en su "apogeo", a 2.000, cuando los europeos
llegaron por primera vez en 1722 (Diamond, 1998). Si bien algunos de los análisis más
matizados ofrecen evidencia anecdótica convincente, existen varios argumentos en
contra de la generalización de la perspectiva de la guerra por escasez de recursos.
Primero, la escasez de recursos y la presión de la población pueden resultar en
innovación socioeconómica, incluida la diversificación de la economía, que a menudo
resulta en una distribución más equitativa del poder en la sociedad (Boserup, 1965;
Tiffen et al., 1994; Leach & Mearns, 1996). Segundo, el comercio internacional y los
mecanismos de mercado pueden, hasta cierto punto, contrarrestar las escaseces
localizadas o motivar las innovaciones y los cambios en los recursos. En tercer lugar, en
los países de escasos recursos, el Estado depende más de los diversos aportes
financieros provenientes de la sociedad que en los países ricos en recursos, por lo que es
más probable que aquellos sean más responsables ante dicha escasez, y por lo tanto,
menos violentamente conflictivo. Finalmente, a la élite de los países pobres en recursos
les interesa desarrollar y aprovechar el capital humano, en lugar de proteger rentas de
recursos escasos o inexistentes (Ranis, 1987). Desde este punto de vista, la probabilidad
de conflicto violento disminuye a medida que se desarrolla el capital humano (por
ejemplo, a través de la educación, el comercio y las habilidades para la manufactura), la
economía se diversifica y la gobernabilidad se vuelve más representativa y responsable.
De acuerdo con el argumento de las guerras por abundantes recursos, los commodities
son fácil y fuertemente gravables y, por lo tanto, son atractivos tanto para las élites
gobernantes como para sus competidores (Collier, 2000; Fairhead, 2000; Le Billon,
1997). La disponibilidad de recursos abundantes, por lo tanto, representaría el "premio"
por el control estatal o territorial, lo que aumentaría el riesgo de conflictos impulsados
por la codicia, al tiempo que proporcionaría a los grupos armados el "botín" necesario
para comprar equipo militar. Tales conflictos armados tienden así a ser comercializados;
es decir, que se caracterizan tanto por la integración del comercio de recursos naturales
en su economía, como por un movimiento que va desde las agendas políticas hacia las
económicas privadas (Keen, 1998; Dietrich, 2000). Además, la dotación de recursos
naturales de un país influye tanto en su economía política como en el tipo de gobierno
(Auty, 2001; Karl, 1997; Ross, 1999). La abundancia de recursos naturales está
vinculada en muchos de estos análisis a un pobre crecimiento económico y una
gobernabilidad deficiente, dos factores generalmente asociados con una mayor
probabilidad de conflicto (Auty, 2001; de Soysa, 2000; Leite y Weidmann, 1999; Sachs
y Warner, 1995). La relación se demuestra empíricamente por el mayor riesgo de
conflicto armado que enfrentan los exportadores de productos básicos (Collier, 2000)5.
Sin embargo, existe una posible relación endógena entre la falta de diversificación
económica y la (re)ocurrencia de la guerra, lo que se demuestra por el mayor riesgo de
repetición de guerras para los exportadores de productos primarios. Otros estudios
cuantitativos acerca de los vínculos entre recursos y conflictos, realizados a través de
modelos multivariados, confirman parte del argumento de la guerra por recursos escasos
y el argumento general de la guerra por abundancia de recursos. Los bajos niveles de
violencia (25–1000 muertes por año relacionadas con batallas) tienen una relación
positiva con la degradación ambiental (Hauge y Ellingsen, 1998), pero los bajos niveles
de dotación de recursos renovables no están asociados con el riesgo de conflicto
armado; mientras que los recursos renovables abundantes en los países por lo demás
pobres, así como los recursos no renovables en todos los países, aumentan las
probabilidades de conflicto armado (de Soysa, 2000).
5
El riesgo de conflicto aumenta con la proporción de exportaciones de productos primarios hasta que
alcanza el 28% del PIB (el riesgo de conflicto es 4,2 veces mayor que para un país sin exportaciones
primarias). Luego, el riesgo disminuye, ya que los Estados con una proporción muy alta de exportaciones
primarias serían lo suficientemente ricos como para defenderse o disuadir a la oposición armada. Otra
posible explicación es que los grandes ingresos por recursos y la concentración de las exportaciones
ofrecen la posibilidad de "comprar" la paz social a través de agendas populistas y la cooptación, o
corrupción, de los opositores políticos.
Tanto la perspectiva de la abundancia de recursos como la de la escasez de los mismos
no toman en cuenta la naturaleza socialmente construida de los recursos, y al no hacerlo,
dejan de explicar por qué una abundancia o escasez de recursos valiosos no es un factor
de conflicto necesario o suficiente. Las gemas o el petróleo también pueden movilizarse
en desarrollos pacíficos, como es el caso respectivo en Botswana o Noruega, por
ejemplo. De manera similar, la escasez de recursos no impidió el desarrollo pacífico en
muchos países, siendo Japón frecuentemente citado como un ejemplo de un país
altamente desarrollado con pocos recursos.
Dentro de los procesos históricos que moldean las economías políticas de la extracción
de recursos, varios factores participan en la reproducción y transformación de los
conflictos vinculados a los recursos. Estos últimos están relacionados con los efectos
distorsionadores de la dependencia de recursos valiosos en las sociedades, lo que
determina la conflictividad de este tipo de economías políticas. Además, la distribución
espacial y la posibilidad de saqueo de los recursos (expoliabilidad) son cruciales con
respecto a las oportunidades de los grupos beligerantes para tomar o retener el control
sobre los ingresos de los recursos. La economía política, la materialidad y la geografía
de los recursos pueden influir significativamente en la probabilidad y el curso de los
conflictos armados. En cambio, las necesidades y prácticas de la guerra han influido en
el patrón de explotación de recursos y el estado del ambiente. De esta manera podemos
hablar de una ecología política de la guerra.
6
La corrupción se entiende como una violación de los deberes públicos por parte de intereses privados
cuando las reglas o normas definen de manera objetiva estos dos ámbitos. Sin embargo, la violación a
menudo tiene un carácter endógeno que cumple otras funciones además del simple interés financiero,
como el ordenamiento político. Para un examen de la corrupción como una forma extra-legal pero
institucionalizada de manejo de recursos naturales, vea Robin (2000).
los grandes contratos de armas, como del "dilema de la defensa de los recursos" (es
decir, la riqueza de los recursos en entornos locales o regionales inestables motiva el
aumento de la capacidad defensiva percibida como una amenaza por, tanto como un
elemento disuasorio contra potenciales oponentes).
Políticamente, las rentas de los recursos brindan a los líderes políticos un medio clásico
para mantenerse en el poder, al establecer un régimen organizado a través de un sistema
de patrocinio que recompensa a los seguidores y castiga a los oponentes (Bates, 1981;
Bryant & Parnwell, 1996). Los acuerdos institucionales y las redes clientelares
vinculadas al sector de recursos configuran así las políticas de poder. Tales regímenes
pueden despojarse de la pretensión de legitimidad popular eliminando la necesidad de
una amplia tributación a una economía formal diversificada, financiando un aparato de
seguridad represivo, y recompensando a un círculo cercano de partidarios. Las rentas
imprevistas pueden incluso permitir que los gobernantes extiendan este círculo
clientelar a la población general, como ocurre en muchos micro-Estados ricos en
petróleo, como Brunei o los emiratos del Golfo. Las rentas imprevistas también ofrecen
pocos incentivos para que los gobernantes desarrollen una economía diversificada que
podría dar lugar a fuentes alternativas de poder económico, que fortalezcan a los
competidores políticos. El riesgo de competencia política interna puede reducirse aún
más mediante la transferencia de la explotación del sector de recursos a empresas
extranjeras (por ejemplo, a través de esquemas de privatización); una medida que
también ofrece la ventaja de satisfacer a las instituciones financieras internacionales y
consolidar el apoyo político externo, incluso a través de intereses comerciales dirigidos
por una diplomacia "privada" (Reno, 2000). De manera más tenue, las poblaciones o los
grupos de interés que tienen impuestos leves, o no los tienen, pueden estar menos
preocupados por la falta de responsabilidad y la ilegitimidad gubernamental que
aquellos que sí tienen impuestos pesados.
A medida que los recursos naturales ganan importancia para los grupos beligerantes, el
enfoque de las actividades militares se centra en áreas de importancia económica. Esto
tiene un efecto crítico en la ubicación de los conflictos, al incitar a los grupos rebeldes a
establecer fortalezas permanentes dondequiera que se encuentren los recursos y las rutas
de transporte, complementando así su estrategia tradicional de alta movilidad y
ubicación en las fronteras internacionales. Las economías de los conflictos armados,
incluidas las actividades comerciales, tienden a pasar de una economía de proximidad a
una economía de redes. Estas redes difusas y extensas involucran principalmente a
grupos privados, incluidos grupos del crimen organizado internacional, corporaciones
transnacionales y diáspora; pero también el liderazgo de los países extranjeros,
especialmente las antiguas potencias coloniales o regionales; y (en su mayoría
involuntariamente) los consumidores en los países importadores.
7
Para tomar el ejemplo de Angola, si el grupo rebelde UNITA quería controlar el petróleo en alta mar,
tenía que controlar el Estado y obtener el reconocimiento de las compañías petroleras. La UNITA ni
siquiera podía infligir daños importantes a los ingresos petroleros del gobierno, ya que la gran mayoría de
La segunda dimensión geográfica es la de la concentración. Se han identificado dos
categorías: recursos puntuales (o recursos de "fuente puntual") y recursos difusos (Auty,
2001). El primero se concentra en un área y en su mayoría incluye recursos explotados
por industrias extractivas (es decir, minería). El último está más extendido y en su
mayoría incluye recursos explotados por industrias productivas en grandes áreas (es
decir, agricultura, silvicultura y pesca). Aparte del aspecto puramente físico de esta
concentración espacial, el modo de explotación puede determinar el aspecto social de
esta concentración. Por ejemplo, las plantaciones suelen considerarse recursos
puntuales, ya que una pequeña cantidad de negocios del agro utilizan la mecanización y
los cercamientos para concentrar los beneficios, mientras que la agricultura de
subsistencia sigue siendo un recurso difuso.
Las otras dos dimensiones geográficas relevantes para la incorporación de los recursos
naturales en los conflictos son la fragmentación y la periferización. Durante los
conflictos, la sociedad y las actividades económicas se ven afectadas por una
fragmentación –o contracción y circunscripción– en la distribución de las poblaciones y
las actividades económicas. Las poblaciones tienden a reagruparse en las áreas más
seguras, dejando vastas regiones despobladas. Esto lleva a una reconfiguración de las
actividades económicas y las estructuras sociopolíticas. Las actividades económicas
propias de los tiempos de paz se contraen y se circunscriben tanto geográfica como
estructuralmente, con un cambio desde la producción a los servicios, lo que resulta en el
crecimiento de actividades informales. Esta fragmentación tiene un impacto importante
en las economías de conflicto armado basadas en recursos, ya que los líderes pueden
enfrentar dificultades para mantener a sus aliados y controlar a sus subordinados. A
menos que el liderazgo pueda monopolizar los medios de intercambio (por ejemplo,
vehículos, aeropuertos, carreteras, cuentas bancarias, autorizaciones de exportación,
intermediarios, importadores) entre un recurso y la economía abierta, hay un espacio
económico disponible para que sus aliados y subordinados se vuelvan autónomos a
través de actividades comerciales o delictivas basadas en recursos locales. El riesgo
inherente de la apropiación privada puede socavar la confianza y dar lugar a
enfrentamientos entre los miembros de un grupo armado. De manera más general, es
probable que este patrón de flujo de recursos debilite la disciplina y las cadenas de
mando. En contraste, cuando los recursos se incorporan al conflicto desde fuera, como
en el caso de la Guerra Fría, los líderes pueden mantener la coherencia de sus
los campos petroleros se encontraban en alta mar. De manera similar, si el gobierno quería controlar los
diamantes, tenía que asegurar un monopolio de acceso sobre un vasto territorio. A pesar de que las
principales minas se concentran en el noreste, los diamantes aluviales se pueden encontrar en muchos
lechos de ríos en un enorme territorio cubierto por arbustos y actividades de guerrilla, y son accesibles
para un gran número de empresas e incluso pequeños grupos de garimpeiros -buscadores independientes
(de Boeck, 1998). Aunque difuso por la geografía y el modo de producción, el control estricto que ejerce
la UNITA sobre los garimpeiros y las minas en algunas regiones es tal, que los diamantes también pueden
considerarse un recurso puntual con respecto a la concentración de los beneficios. Si se hubieran
encontrado diamantes sólo en las fosas de Kimberlita, como en Botswana, o en el lecho marino a lo largo
de la costa, como en Namibia, el acceso a los diamantes por parte de UNITA hubiera sido complicado,
por no decir imposible.
movimientos armados mediante el control estricto del flujo de recursos extranjeros a sus
aliados y subordinados. Como señaló un comandante del Khmer Rouge:
El gran problema de obtener fondos de nuestros negocios [en lugar de China] fue
evitar una explosión del movimiento porque a todo el mundo le gusta hacer
negocios y los soldados se arriesgan más a hacer negocios que a pelear8.
Es probable que los recursos influyan en el tipo de conflicto violento que es requerido y
factible para lograr objetivos políticos y económicos. Si bien esta lectura bidimensional
de los conflictos armados tiene límites y advertencias obvios dada su
multidimensionalidad, la Tabla 1 presenta una tipología tentativa que asocia la geografía
y la economía política de los recursos con conflictos específicos, proporcionando
ejemplos.
Tabla 1
Relación entre la naturaleza/geografía de los recursos y el tipo de conflicto
Puntuales Difusos
Próximo Control del Estado / Golpe de Rebelión / Disturbios
Estado /
El Salvador (café)
Argelia (gas) Guatemala (tierras de cultivo)
Angola (petróleo) Israel-Palestina (agua dulce)
Chad (petróleo) México (tierras de cultivo)
Congo – Brazzaville (petróleo) Senegal – Mauritania (tierras de cultivo)
Irak – Irán (petróleo)
Iraq – Kuwait (petróleo)
Liberia (mineral de hierro, caucho)
Nicaragua (café)
Ruanda (café)
Sierra leona (rutilo)
Distante Secesión Caudillismo armado
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Estoy en deuda con la Dra Karen Bakker por este término.
Papua Nueva Guinea / Bougainville Colombia (cocaína)
(cobre)
DR. Congo (diamantes, oro)
Senegal / Casamance (marihuana)
Kurdistan (heroina)
Sudán (petróleo)
Líbano (hash)
Liberia (madera, diamantes, drogas)
Peru (cocaína)
Filipinas (marihuana, madera)
Sierra leona (diamantes)
Somalia (plátanos, camellos)
Tadjikistan (drogas)
Antigua Yugoslavia (marihuana, madera)
En los países dependientes de los recursos, las rentas obtenidas de estos constituyen "el
premio" por el control del Estado y pueden llevar a violentas pugnas por el gobierno,
como son los intentos de golpe por parte de movimientos populistas que buscan una
reparación política. En Venezuela, la elección presidencial del líder de un fallido golpe
de Estado demostró el nivel del reclamo de la mayoría de la población contra la
corrupción y la mala gestión de los considerables ingresos petroleros de ese país.
Alternativamente, las pugnas por el control estatal pueden estar motivadas por la codicia
de las élites competidoras. En Liberia, la búsqueda del poder por parte de Charles
Taylor en 1989 orientó en primer lugar la sede del poder en la capital, Monrovia. No
pudiendo hacerlo debido a la intervención de tropas internacionales, no obstante, logró
establecer su gobierno en la mayor parte del país, al tomar el control de sectores
lucrativos, no solo en su país (caucho, madera y mineral de hierro), sino también en la
vecina Sierra Leona (diamantes) al apoyar al Frente Revolucionario Unido (Alao, 1999;
Reno, 1998; Atkinson, 1997; Zack-Williams, 1999). En el Congo Brazzaville, el golpe
del ex presidente Denis Sassou Nguesso contra el presidente electo Pascal Lissouba, que
degeneró en un conflicto civil armado en 1997, estuvo estrechamente relacionado con el
control de la renta petrolera (Verschave, 2000). En Argelia, aunque las agendas políticas
fueron predominantes, el conflicto por el control estatal entre el régimen político-militar
y los "fundamentalistas" musulmanes elegidos democráticamente, también estaba
vinculado a los ingresos del petróleo y el gas (Muller-Mahn, 1995). Por un lado, los
reclamos populares contra el régimen se asociaron en gran medida con su mala gestión
de la caída de los ingresos de exportación de petróleo y gas. Por otro lado, la oligarquía
argelina se mostró renuente a devolver el poder al partido musulmán ganador de las
elecciones, ya que la principal fuente de riqueza era la renta petrolera controlada por el
Estado.
Los recursos también pueden motivar las secesiones en regiones con abundancia de los
mismos. En este caso, la captura del „premio‟ no requiere el control del país, sino sólo la
soberanía de facto de las áreas necesarias para el control de los recursos y el comercio.
De este modo, los recursos pueden influir enormemente en el control, la transformación
y la producción de territorios. Al igual que los conflictos por el control estatal, las
agendas políticas populares o las iniciativas impulsadas más que todo por la codicia
personal, pueden motivar a las secesiones. La probabilidad de secesión política aumenta
cuando se percibe que los "forasteros" extraen recursos "locales" sin compartir la
riqueza, y cuando las poblaciones locales son desplazadas por la industria extractiva o
sufren sus costos ambientales. La distribución de beneficios y externalidades ha
impulsado la secesión y las rebeliones de Biafra en la región del Delta de Nigeria, Aceh
en Indonesia y el enclave de Cabinda en Angola, por nombrar solo algunos ejemplos de
conflictos en las regiones más ricas en petróleo. Si bien muchas de estas secesiones
tienen una base política indígena, actores nacionales o externos manipulan las
identidades políticas locales para los intereses comerciales y también motivan estas
acciones. El ejemplo más evidente es el de la secesión de Katanga en el antiguo Zaire.
Esta región fue inventada políticamente por los intereses belgas y anglosajones para
asegurar un control sobre sus minas de cobre. A raíz de la independencia, fue utilizado
por líderes políticos indígenas ansiosos por distanciarse de Kinshasa (Balancie y de La
Grange, 1999; Fairhead, 2000). El temor a la secesión también puede llevar a una severa
represión por parte del gobierno central. El sur de Sudán, con su conflicto por el
petróleo, las tierras de pastoreo y el ganado, es un ejemplo de cómo el control de los
recursos puede jugar en las agendas de la secesión (Nyot Kok, 1992; Keen, 1994). El
intento de los insurgentes en la isla de Bougainville para separarse de Papua Nueva
Guinea, estuvo en parte relacionado con el control de los ingresos del cobre (Boge,
1998).
Recursos y caudillismo armado
10
Una discusión del concepto político económico de "dependencia" está más allá del alcance de este
documento (para una discusión, ver Hout, 1993; Altvater, 1998).
la violencia ilegítima desplegada en la economía informal, se han interpretado como una
"criminalización" del Sur (Bayart et al., 1999). Si bien este paradigma tiene algo de
verdad, vale la pena señalar que muchas de estas economías informales son moralmente
benignas y socioeconómicamente rentables. De hecho, millones de personas en el Sur
dependen de estas. Además, el posible carácter criminal de algunas actividades debe
juzgarse de acuerdo con los criterios de legitimidad locales. Finalmente, lejos de ser
anárquicas, la economía política de estas actividades responde a formas
(des)organizadas de autoridad y legitimidad, con actores locales que instrumentalizan el
"desorden" en su beneficio (Chabal y Daloz, 1999). El proceso de 'criminalización' debe
entenderse como nuevas formas de redes glocales y patrones innovadores de integración
extra-legal y no-formal Norte-Sur, que generan nuevos sistemas de legitimidad en el
Sur, que involucran modos violentos y no violentos de mediación, y que responden en
parte a una adaptación al impacto de los ajustes estructurales, la disminución de los
términos de intercambio y el desinterés de los antiguos estados patronos (Clapham,
1996).
Como muchas de estas actividades involucran oficiales tanto del gobierno como de la
oposición armada, la gobernanza y la insurgencia son descritas como "criminalizadas",
lo que representa el riesgo de despolitizarlos. Esta criminalización se produce
especialmente cuando el control y la comercialización de productos ilícitos requieren
que los grupos beligerantes desarrollen asociaciones con redes delictivas para facilitar el
comercio internacional o las ventas minoristas. La criminalización de los procesos
políticos se basa en la voluntad de ganar o mantener el poder por todos los medios, ya
que no solo se acumula riqueza, sino que la simple supervivencia está en juego, como lo
demostró el reciente asesinato del Presidente Kabila. A medida que las fuerzas armadas
públicas y privadas se multiplican y desarrollan intereses comerciales, la violencia no
sólo se usa en las relaciones de poder de alto nivel, sino que se convierte en un "truco
sucio" o una forma de "debrouillardise" (inteligencia / ingenio) como cualquier otra en
las relaciones cotidianas (Bayart et al., 1999). La política del saqueo se puede sostener
económicamente con mayor facilidad mediante la disponibilidad de recursos
expoliables, en su mayoría recursos naturales valiosos que atraen a socios comerciales,
y sin recurrir sistemáticamente a la violencia política, siempre que la violencia sea en sí
misma criminalizada y pierda su significado político. La criminalización y la política
del saqueo no son, por lo tanto, procesos unidireccionales con conflictos armados como
su punto muerto ineludible. Dependiendo en gran medida del contexto económico
internacional en el que se encuentran, los grupos sociales pueden entrar y salir de la
criminalización; un argumento que es apoyado por una coalición flexible de defensores
de la (re)integración económica, condonación de deudas y levantamiento de
condicionalidades.
Impidiendo la paz
11
El término criminalización debe entenderse como un cambio de las economías de conflicto armado que
protegen los intereses básicos de las poblaciones (por ejemplo, a través del racionamiento de alimentos) a
las economías de conflicto armado que depredan o descuidan a las poblaciones. Además, los conflictos
armados por los recursos pueden parecer más criminales que los conflictos armados por el poder porque
no están motivados ni legitimados políticamente por una parte de la "comunidad internacional"; sin
embargo, en un sentido legal y moral, es el uso de la violencia como un instrumento de poder contra los
civiles lo que es criminal (por ejemplo, los Convenios de Ginebra). En este sentido, los conflictos
armados tanto de recursos como de poder comparten un carácter criminal común.
oportunidades económicas y políticas que no pueden lograrse mediante la paz o incluso
la victoria (Kaldor, 1999). De hecho, es probable que la paz erosione las fuentes de
sustento de las partes beligerantes: el miedo y el odio, así como la represión
"legitimada", en el ámbito político; así como la asistencia externa y una violenta
transferencia de activos, en el ámbito económico. Además, los intereses arraigados
asociados con la captura de rentas, junto con la dificultad de revertir los efectos
económicos perversos, pueden resultar en una falta de consenso político para impulsar
una reforma. En caso extremo, incluso un líder comprometido con un acuerdo de paz
puede no ser capaz de garantizar su cumplimiento por parte de seguidores y
subordinados, más influenciados por sus ganancias económicas personales que la
estructura de autoridad en el grupo armado (Keen, 1998).
La actitud cínica o permisiva de los actores externos está siendo desafiada cada vez más
por la sociedad civil, las ONG de apoyo y los organismos gubernamentales e
intergubernamentales. Una mayor responsabilidad empresarial y gubernamental en la
prevención y resolución de conflictos tiene mucho que ver con su complicidad en el
mantenimiento de las economías de conflicto armado, especialmente en el sector
extractivo. En el sector petrolero, por ejemplo, el juicio de Unocal por complicidad en
los abusos de los derechos humanos en Birmania, las críticas contra las compañías
francesas Elf y Total en África o Birmania, y la controversia sobre el rol de la compañía
canadiense Talisman, apuntan a la posible acusación de empresas que motivan o apoyan
regímenes coercitivos e ilegítimos (Harker, 2000; Nelson, 2000; Verschave, 2000). Las
ONG locales e internacionales desempeñan un papel importante al solicitar una mayor
transparencia y responsabilidad por parte de las empresas internacionales, y pueden
tomarse medidas con respecto a conflictos específicos de financiamiento de
commodities. Por ejemplo, las investigaciones sobre redes de comercialización pueden
revelar los actores y mecanismos que vinculan la explotación de los recursos naturales
en los países en guerra y el consumo en los países ricos (Hartwick, 1998; Le Billon,
1999). Una gestión responsable en la cadena de suministro por parte de la industria
debería garantizar que ningún producto que termine en el mercado internacional haya
participado en la financiación de este tipo de conflictos. El cartel de los diamantes De
Beers, se comprometió a tomar tales medidas y existe una creciente presión dentro de la
industria de este mineral para reformar sus prácticas12. A nivel gubernamental e
intergubernamental, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas también está
tomando medidas para que los Estados miembros apliquen "sanciones inteligentes", en
particular mediante el establecimiento de paneles de expertos de investigación y
mecanismos de supervisión que tienen la responsabilidad principal de "nombrar y
avergonzar" a quienes cometen las sanciones13.
Como ejemplo de éxitos relativos, Global Witness, una ONG británica, participó en la
reducción del comercio de madera y diamantes, que mantenían el Khmer Rouge en
Camboya y UNITA en Angola, respectivamente (Global Witness, 1999a, b). Tanto las
campañas de las ONG como los informes del Consejo de Seguridad de la ONU sobre
los diamantes en 'conflicto' o 'de sangre', han elevado el perfil de este problema, al
tiempo que han tenido cuidado de no socavar la parte legítima de un negocio que
emplea a cerca de 800.000 personas solo en la India14. Hasta ahora, las ventas de
diamantes no han disminuido, sino que han aumentado, y la industria de este mineral
puede felicitarse por evitar el tipo de protesta pública que puso de rodillas a la industria
de las pieles 'sangrientas' en la década de 1980. Las víctimas de los conflictos armados
en varios países africanos tienen menos para regocijarse. Si los compradores éticos se
tranquilizan con certificados que afirman que los diamantes ofrecidos, como signo de
amor puro y eterno, serán libres de "sangre", muchos comerciantes y clientes
continuarán participando en el turbio negocio de gemas que alimenta varios conflictos
en África, pero también en Birmania, Camboya o Colombia. Si bien es raro que a las
empresas privadas y los gobiernos les interesen en el corto plazo denunciar las
violaciones que generan tales prácticas, a sus intereses de largo plazo les conviene
abordar el problema, ya que las industrias y los productos "sucios" pueden verse
afectados por grupos de presión y el boicot de consumidores. Las corporaciones
privadas, ya sean nacionales o internacionales, deben asumir su papel político y adoptar
una postura moral al demostrar su "ciudadanía". Sin embargo, tales posiciones no deben
ser utilizadas cínicamente por las compañías del primer mundo para excluir a los
competidores en el Tercer Mundo; por ejemplo, caracterizando los diamantes africanos
en general como diamantes de "sangre", y los de los países desarrollados (por ejemplo,
Australia y Canadá) como "limpios". Los recursos producidos por las multinacionales
tampoco deben considerarse sistemáticamente "propensos a la paz" y los artesanales
12
Véase, por ejemplo, el sitio web del Consejo de Seguridad de la ONU
http://www.globalpolicy.org/security/issues/diamond.
13
Funcionario del Departamento de Asuntos Políticos de la ONU, entrevista con el autor, marzo de 2001.
14
Audiencia exploratoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la implementación de la
Resolución 1306, agosto de 2000.
"propensos a los conflictos"; con el riesgo de socavar a los productores locales a
pequeña escala, como ocurrió en Camboya, resultado de la represión de la tala a
pequeña escala, en su mayoría llevada a cabo por soldados auto-desmovilizados y
migrantes estacionales (Le Billon, 2000c).
Como el acceso o control sobre los recursos descansa sobre la violencia y el estado de
conflicto armado, la resolución a corto plazo de estos últimos requiere a menudo un
acuerdo preliminar sobre el intercambio de recursos, incluso para los comandantes
locales y los soldados de infantería, que de otro modo podrían resistirse para preservar
sus derechos. Las soluciones a largo plazo pasan por reformas constitucionales y
prácticas corporativas que garantizan que la participación de las poblaciones en los
recursos haga obsoleto el control de las rentas estatales para el enriquecimiento personal
y la supervivencia política (violenta); una diversificación de la economía, que depende
en gran medida de una reforma del comercio internacional; así como las formas de
gobernanza local que dependan menos de la corrupción y las actividades delictivas (Le
Billon, 2001b). Las iniciativas para prevenir y resolver conflictos armados deben
comprender mejor y abordar el papel de los recursos en la economía política de los
conflictos y desafiar los intereses propios de los actores involucrados, ya sean soldados
de infantería, caudillos, políticos o multinacionales. Sin embargo, si bien la
diversificación económica y un mayor acceso a los mercados internacionales, los
esquemas justos y transparentes de asignación de ingresos por recursos, la asistencia
sostenida durante los períodos de crisis y las sanciones dirigidas contra las rentables
economías de los conflictos armados, han estado en las agendas de desarrollo y
construcción de la paz, en gran medida siguen estando pendientes para ponerse en
práctica.
Conclusiones
Los conflictos armados y los recursos naturales pueden relacionarse directamente de dos
formas principales: conflictos armados motivados por el control de los recursos y
recursos integrados en la financiación de los conflictos armados. Si bien pocas guerras
están motivadas inicialmente por conflictos por el control de los recursos, muchas
integran recursos en su economía política. Mientras que sería un error reducir los
conflictos armados a guerras de recursos impulsadas por la codicia, ya que los factores
políticos y de identidad siguen siendo claves, el control de los recursos locales influye
en las agendas y estrategias de los grupos beligerantes. Esta influencia se manifiesta a
través de esquemas locales de explotación de recursos, que involucran la producción de
territorios basados en la ubicación de los recursos, el control y el acceso a mano de obra
y capital, las estructuras institucionales y las prácticas de gestión de recursos, así como
las incorporaciones a las redes comerciales globales. Hasta cierto punto, muchas guerras
contemporáneas están inscritas en el legado de guerras mercantiles anteriores,
financiadas con fondos privados para cumplir objetivos económicos y de manera
similar, en áreas ricas en recursos y puestos comerciales. La importancia de los recursos
también influye en el curso del conflicto, ya que la localización de la autoridad y los
motivos de la violencia pueden verse profundamente influenciados por consideraciones
económicas, hasta el punto de impedir una transición hacia la paz.
Agradecimientos
Agradezco a Tony Addison, Karen Bakker, Jackie Cilliers y Patricia Daley, así como a
tres árbitros anónimos por sus comentarios sobre borradores anteriores. Durante este
período de investigación, se recibió apoyo de WIDER / UNU, Helsinki y el gobierno
finlandés.
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