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Butler, Judith (2007).

El género en
disputa El feminismo y la subversión de
la identidad. Barcelona: Paidos Ibérica.

Fragmento del capítulo 1 CAPíruLO 1

SUJETOS DE SEXO/GÉNEROIDESEO

No se nacemujer: liega una a serlo.


SIMONE DE Bnzuvom

Estrictamentehablando, no puede decirse


que existan los «mujeres».
JULIA KRISTEVA

La mujer no tiene un sexo.

LUCE IRlGARAY

El despliegue de la sexualidad L. .. 1
estableció esta noción de sexo.
MICHEL FOUG\ULT

La categoría del sexo es la categoría política


que crea a la sociedad como heterosexual.
MONIQUE WITTIG

LAS «MUJERES» COMO SUJETO DEL fEMINISMO

En su mayoría, la teoría feminista ha asumido que existe


cierta identidad, entendida mediante la categoría de las mu-

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jeres, que no sólo introduce los intereses y los objetivos fe- Foucault afirma que los sistemas jurídicos de poder pro-
ministas dentro del discurso, sino que se convierte en el su- ducen a los sujetos a los que más tarde representan. Las no-
jeto para el cual se procura la representación política. Pero ciones jurídicas de poder parecen regular la esfera política
política y representación son términos que suscitan opiniones únicamente en términos negativos, es decir, mediante la li-
contrapuestas. Por un lado, representación funciona como mitación, la prohibición, la reglamentación, el control y has-
término operativo dentro de un procedimiento político que ta la «protección» de las personas vinculadas a esa estructu-
pretende ampliar la visibilidad y la legitimidad hacia las mu- ra política a través de la operación contingente y retractable
jeres como sujetos políticos; por otro, la representación es la de la elección. No obstante, los sujetos regulados por esas
función normativa de un lenguaje que, al parecer, muestra o estructuras, en virtud de que están sujetos a ellas, se consti-
distorsiona 10 que se considera verdadero acerca de la cate- tuyen, se definen y se reproducen de acuerdo con las impo-
goría de las mujeres. Para la teoría feminista, el desarrollo de siciones de dichas estructuras. Si este análisis es correcto,
un lenguaje que represente de manera adecuada y completa entonces la formación jurídica del lenguaje y de la política
a las mujeres ha sido necesario para promover su visibilidad que presenta a las mujeres como «el sujeto» del feminismo
política. Evidentemente, esto ha sido de gran importancia, es, de por sí, una formación discursiva y el resultado de una
teniendo en cuenta la situación cultural subsistente, en la versión especifica de la política de representación. Así, el su-
que la vida de las mujeres se representaba inadecuadamente jeto feminista está discursivamente formado por la misma
o no se representaba en absoluto. estructura política que, supuestamente, permitirá su eman-
Recientemente, esta concepción dominante sobre la re- cipación. Esto se convierte en una cuestión políticamente
lación entre teoría feminista y política se ha puesto en tela de problemática si se puede demostrar que ese sistema crea su-
juicio desde dentro del discurso feminista. El tema de las jetos con género que se sitúan sobre un eje diferencial de do-
mujeres ya no se ve en términos estables o constantes. Hay minación o sujetos que, supuestamente, son masculinos. En
numerosas obras que cuestionan la viabilidad del «sujeto» tales casos, recurrir sin ambages a ese sistema para la eman-
como el candidato principal de la representación o, incluso, cipación de las «mujeres» será abiertamente contraprodu-
de la liberación, pero además hay muy poco acuerdo acerca cente.
de qué es, o debería ser, la categoría de las mujeres. Los El problema del «sujeto» es fundamental para la políti-
campos de «representación» lingüística y política definieron ca, y concretamente para la política feminista, porque los su-
con anterioridad el criterio mediante el cual se originan los jetos jurídicos siempre se construyen mediante ciertas prác-
sujetos mismos, y la consecuencia es que la representación se ticas excluyentes que, una vez determinada la estructura
extiende únicamente a lo que puede reconocerse como un jurídica de la política, no «se perciben». En definitiva, la
sujeto. Dicho de otra forma, deben cumplirse los requisitos construcción política del sujeto se realiza con algunos obje-
para ser un sujeto antes de que pueda extenderse la repre- tivos legitimadores y excluyentes, y estas operaciones políti-
sentación. cas se esconden y naturalizan mediante un análisis político

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en el que se basan las estructuras jurídicas. El poder jurídi- término .emujeres» indica una identidad común. En lugar de
co «produce» irremediablemente lo que afirma sólo repre- un significante estable que reclama la aprobación de aque-
sentar; así, la política debe preocuparse por esta doble fun- llas a quienes pretende describir y representar, mujeres (in-
ción del poder: la jurídica y la productiva. De hecho, la ley cluso en plural) se ha convertido en un término problemáti-
produce y posteriormente esconde la noción de «un sujeto co, un lugar de refutación, un motivo de angustia. Como
anterior a la ley»" para apelar a esa formación discursiva sugiere el título de Denise Riley, Am I tbat Name? [¿Soy yo
como una premisa fundacional naturalizada que posterior- ese nombres], es una pregunta motivada por los posibles
mente legitima la hegemonía reguladora de esa misma ley. significados múltiples del nombre.' Si una «es» una mujer, es
No basta con investigar de qué forme las mujeres pueden es- evidente que eso no es todo lo que una es; el concepto no es
tar representadas de manera más precisa en el lenguaje y la exheustivo.jno porque una «persona» con un género prede-
política. La crítica feminista también debería comprender terminado sobrepase los atributos específicos de su género,
que las mismas estructuras de poder mediante las cuales se sino porque el género no siempre se constituye de forma co-
pretende la emancipación crean y limitan la categoría de «las herente o consistente en contextos históricos distintos, y
mujeres», sujeto del feminismo. porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase, ét-
En efecto, la cuestión de las mujeres como sujeto del fe- nicas' sexuales y regionales de identidades discursivamente
minismo plantea la posibilidad de que no haya un sujeto que constituidas. Así, es imposible separar el «género» de las in-
exista «antes» de la ley, esperando la representación en y por tersecciones políticas y culturales en las que constantemente
esta ley. Quizás el sujeto y la invocación de un «antes» tem- se produce y se mantiene.
poral sean creados por la ley como un fundamento ficticio La creencia política de que debe haber una base univer-
de su propia afirmación de legitimidad. La hipótesis preva- sal para el feminismo, y de que puede fundarse en una iden-
leciente de la integridad ontológica del sujeto antes de la ley tidad que aparentemente existe en todas las culturas, a me-
debe ser entendida como el vestigio contemporáneo de la nudo va unida a la idea de que la opresión de las mujeres
hipótesis del estado de naturaleza, esa fábula fundacionista posee alguna forma específica reconocible dentro de la es-
que sienta las bases de las estructuras jurídicas delliberalis- tructura universal o hegemónica del patriarcado o de la do-
mo clásico. La invocación performativa de un «antes» no minación masculina. La idea de un patriarcado universal ha
histórico se convierte en la premisa fundacional que asegura recibido numerosas críticas en años recientes porque no tie-
una ontología presocial de individuos que aceptan libre- ne en cuenta el funcionamiento de la opresión de género en
mente ser gobernados y, con ello, forman la legitimidad del los contextos culturales concretos en los que se produce.
contrato social. Una vez examinados esos contextos diversos en el marco de
Sin embargo, aparte de las ficciones fundacionistas que dichas teorías, se han encontrado «ejemplos» o «ilustracio-
respaldan la noción del sujeto, está el problema político con nes» de un principio universal que se asume desde el princi-
el que se enfrenta el feminismo en la presunción de que el pio. Esa manera de hacer teoría feminista ha sido cuestiona-

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da porque intenta colonizar y apropiarse de las culturas no quier otra forma la «especificidad» de lo femenino, una vez
occidentales para respaldar ideas de dominación muy occi- más, se descontextualiza completamente y se aleja analítica y
dentales, y también porque tiene tendencia a construir un políticamente de la constitución de clase, raza, etnia y otros
«Tercer Mundo» o incluso un «Oriente», donde la opresión ejes de relaciones de poder que conforman la «idenridadsy
de género es sutilmente considerada como sintomática de hacen que la noción concreta de identidad sea errónea."
una barbarie esencial, no occidental. La urgencia del femi- Mi intención aquí es argüir que las limitaciones del dis-
nismo por determinar el carácter universal del patriarcado curso de representación en el que participa el sujeto del fe-
--<:00 el objetivo de reforzar la idea de que las propias rei- minismo socavan sus supuestas universalidad y unidad. De
vindicaciones del feminismo son representativas- ha pro- hecho, la reiteración prematura en un sujeto estable del fe-
vocado, en algunas ocasiones, que se busque un atajo hacia minismo -------entendido como una categoría inconsútil de mu-
una universalidad categórica o ficticia de la estructura de jetes-e- provoca inevitablemente un gran rechazo para ad-
dominación, que por lo visto origina la experiencia de sub- mitir la categoría. Estos campos de exclusión ponen de
yugación habitual de las mujeres. manifiesto las consecuencias coercitivas y reguladoras de esa
Si bien la afirmación de un patriarcado universal ha per- construcción, aunque ésta se haya llevado a cabo con objeti-
dido credibilidad, la noción de un concepto generalmente vos de emancipación. En realidad, la división en el seno del
compartido de las «mujeres», la conclusión de aquel marco, feminismo y la oposición paradójica a él por parte de las
ha sido mucho más difícil de derribar. Desde luego, ha habi- «mujeres» a quienes dice representar muestran los límites
do numerosos debates al respecto. ¿Comparten las «muje- necesarios de las políticas de identidad. La noción de que el
res» algún elemento que sea anterior a su opresión, o bien feminismo puede encontrar una representación más extensa
las «mujeres» comparten un vínculo únicamente como re- de un sujeto que el mismo feminismo construye tiene como
sultado de su opresión? ¿Existe una especificidad en las cul- consecuencia irónica que los objetivos feministas podrían
turas de las mujeres que no dependa de su subordinación frustrarse si no tienen en cuenta los poderes constitutivos
por parte de las culturas rnasculinistas hegemónicas? ¿Están de lo que afirman representar. Este problema se agrava si se
siempre contraindicadas la especificidad y la integridad de recurre a la categoría de la mujer sólo con finalidad «estra-
las prácticas culturales o lingüísticas de las mujeres y, por tégica», porque las estrategias siempre tienen significados
tanto, dentro de los límites de alguna formación cultural que sobrepasan los objetivos para los que fueron creadas.
más dominante? ¿Hay una región de lo «específicamente fe- En este caso, la exclusión en sí puede definirse como un sig-
menino», que se distinga de lo masculino como tal y se acep- nificado no intencional pero con consecuencias, pues cuan-
te en su diferencia por una universalidad de las «mujeres» do se amolda a la exigencia de la política de representación
no marcada y, por consiguiente, supuesta? La oposición bi- de que el feminismo plantee un sujeto estable, ese feminis-
naria masculino/femenino no sólo es el marco exclusivo en mo se arriesga a que se lo acuse de tergiversaciones inexcu-
el que puede aceptarse esa especificidad, sino que de cual- sables.

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Por lo tanto, es obvio que la labor política no es rechazar categoría de las mujeres estabilidad y
la política de representación, lo cual tampoco sería posible. te en el contexto de la matriz heterosexual? SI una noción
Las estructuras jurídicas del lenguaje y de la política crean el estable de género ya no es la premisa principal de la política
campo actual de poder; no hay ninguna posición fuera de feminista, quizás ahora necesitemos una nueva política fe-
este campo, sino sólo una genealogía crítica de sus propias minista para combatir las reificaciones mismas de género
acciones legitimadoras. Como tal, el punto de partida crítico e identidad, que sostenga que la construcción va.riable de
es el presente histórico, como afirmó Marx. Y la tarea con- identidad es un requisito metodológico y normativo, ademas
siste en elaborar, dentro de este marco constituido, una crí- de una meta política.
tica de las categorías de identidad que generan, naturalizan Examinar los procedimientos políticos que originan y es-
e inmovilizan las estructuras jurídicas actuales. conden lo que conforma las condiciones al sujeto jurí?ico
Quizás haya una oportunidad en esta coyuntura de la del feminismo es exactamente la labor de una genealogía fe-
política cultural (época que algunos denominarían posfe- minista de la categoría de las mujeres. A lo largo de este in-
minista) para pensar, desde una perspectiva feminista, so- tento de poner en duda a las «mujeres» como el sujeto
bre la necesidad de construir un sujeto del feminismo. feminismo, la aplicación no problemática de esa categona
Dentro de la práctica política feminista, parece necesario puede tener como consecuencia que se descarte la opción de
replantearse de manera radical las construcciones ontoló- que el feminismo sea considerado una política de ::preset;'--
gicas de la identidad para plantear una política representa- tación. 'Qué sentido tiene ampliar la representacron hacia
tiva que pueda renovar el feminismo sobre otras bases. Por sujetos se construyen a través de la exclusión de
otra parte, tal vez sea el momento de formular una crítica no cumplen las exigencias normativas tácitas del sujeto?
radical que libere a la teoría feminista de la obligación de (
.Qué relaciones de dominación y exclusión .se, establecen. de
construir una base única o constante, permanentemente manera involuntaria cuando la representacron se convierte
refutada por las posturas de identidad o de antiidentidad a en el único interés de la política? La identidad del sujeto fe-
las que invariablemente niega. ¿Acaso las prácticas exclu- minista no debería ser la base de la política feminista si se
yentes, que fundan la teoría feminista en una noción de asume que la formación del sujeto se produce dentro un
«mujeres» como sujeto, debilitan paradójicamente los ob- campo de poder que desaparece
jetivos feministas de ampliar sus exigencias de «represen- la afirmación de ese fundamento. Tal vez, paradoJlcamente,
ración»?' se demuestre que la «representación» tendrá sentido para el
Quizás el problema sea todavía más grave. La construc- feminismo únicamente cuando el sujeto de las «mujeres» no
ción de la categoría de las mujeres como sujeto coherente y se dé por sentado en ningún aspecto.
estable, ¿es una reglamentación y reificación involuntaria de
las relaciones entre los géneros? ¿Y no contradice tal reifi-
cación los objetivos feministas? ¿En qué medida consigue la

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EL ORDEN OBUGATORIO DE SEXO/GÉNERO/DESEO teoriza como algo completamente independiente del sexo, el
género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el resul-
Aunque la unidad no problemática de las «mujeres» sue- tado de que hombre y masculino pueden significar tanto un
le usarse para construir una solidaridad de identidad la di- cuerpo de mujer como uno de hombre, y mujer y femenino
ferenciación entre sexo y género plantea una fragmentación tanto uno de hombre como uno de mujer.
en el sujeto feminista. Originalmente con el propósito de dar Esta separación radical del sujeto con género plantea
respuesta a la afirmación de que «biología es destino», esa otros problemas. ¿Podemos hacer referencia a un sexo
diferenciación sirve al argumento de que, con independen- «dado» o a un género «dado» sin aclarar primero cómo se
cia de la inmanejabilidad biológica que tenga aparentemen- dan uno y otro y a través de qué medios? ¿Y al fin y al cabo
te el sexo, el género se construye culturalmente: por esa ra- qué es el «sexo»? ¿Es natural, anatómico, cromosómico ti
zón, el género no es el resultado causal del sexo ni tampoco hormonal, y cómo puede una crítica feminista apreciar los
es tan aparentemente rígido como el sexo. Por tanto, la uni- discursos científicos que intentan establecer tales «he-
dad del sujeto ya está potencialmente refutada por la dife- ches»?" ¿Tiene el sexo una historia?" ¿Tiene cada sexo una
renciación que posibilita que el género sea una interpreta- historia distinta, o varias historias? ¿Existe una historia de
ción múltiple del sexo." cómo se determinó la dualidad del sexo, una genealogía que
Si el género es los significados culturales que acepta el presente las opciones binarias como una construcción varia-
cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un géne- ble? ¿Acaso los hechos aparentemente naturales del sexo
ro únicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su tienen lugar discursivarnente mediante diferentes discursos
límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discon- científicos supeditados a otros intereses políticos y sociales?
tinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros cultural- Si se refuta el carácter invariable del sexo, quizás esta cons-
mente construidos. Si por el momento presuponemos la es- trucción denominada «sexo» esté tan culturalmente construi-
tabilidad del sexo binario, no está claro que la construcción da como el género; de hecho, quizá siempre fue género, con
de «hombres» dará como resultado únicamente cuerpos el resultado de que la distinción entre sexo y género no exis-
masculinos o que las «mujeres» interpreten sólo cuerpos fe- te como tal."
meninos. Además, aunque los sexos parezcan ser claramen- En ese caso no tendría sentido definir el género como la
te binarios en su morfología y constitución 00 que tendrá interpretación cultural del sexo, si éste es ya de por sí una
que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que categoría dotada de género. No debe ser visto únicamente
también los géneros seguirán siendo sólo dos." La hipótesis como la inscripción cultural del significado en un sexo pre-
de un sistema binario de géneros sostiene de manera implí- determinado (concepto jurídico), sino que también debe in-
cita la idea de una relación mimética entre género y sexo, en dicar el aparato mismo de producción mediante el cual se
la cual el género refleja al sexo o, de lo contrario, está limi- determinan los sexos en sí. Como consecuencia, el género
tado por él. Cuando la condición construida del género se no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el géne-

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ro también es el medio discursivo/cultural a través del cual sexual? ¿Cómo y dónde se construye el género? ¿Qué senti-
la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se forma y esta- do puede tener para nosotros una construcción no sea
blece como «prediscursivo», anterior a la cultura, una su- capaz de aceptar a un constructor hum:mo a esa
perficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura. construcción? En algunos estudios, la afirmación de que
Trataremos de nuevo esta construcción del «sexo» como lo género está construido sugiere cierto de
radicalmente no construido al recordar en el capítulo 2 10 ficados de género inscritos en cuerpos anatómicamente
que afirman Lévi-Strauss y el estrucruralismo. En esta co- ferenciados, y se cree que esos cuerpos son receptores pasI-
yuntura ya queda patente que una de las formas de asegurar vos de una ley cultural inevitable. Cuando la
de manera efectiva la estabilidad interna y el marco binario pertinente que «construye» el género se entiende en funCIO.?
del sexo es situar la dualidad del sexo en un campo predis- de dicha ley o conjunto de leyes, entonces parece que el ge-
cursivo. Esta producción del sexo como lo prediscursivo nero es tan preciso y fijo como lo era bajo la afirmación
debe entenderse como el resultado del aparato de construc- que «biología es destino». En tal caso, la cultura, y no la bIO-
ción cultural nombrado por el género. Entonces, ¿cómo logia, se convierte en destino. "
debe reformularse el género para incluir las relaciones de Por otra parte, Sirnone de Beauvoir afirma en El segun-
poder que provocan el efecto de un sexo prediscursivo yes- do sexo que <<110 se nace mujer: llega una a serlo»." Para Beau-
conden de esta manera ese mismo procedimiento de pro- voir, el género se «construye», pero en su
ducción discursiva? queda implícito un agente, un cogito, el cual
adopta o se adueña de ese género y, e": prInCIPIO,
aceptar algún otro. ¿Es el género tan y
GÉNERO: LAS RUINAS CIRCULAREs DEL DEBATE ACTUAL como plantea el estudio de Beauvoir? ¿Podría cucunscnbu-
se entonces la «construcción» a una forma de elección? Beau-
¿Existe «un» género que las personas tienen, o se trata voir sostiene rotundamente que una «llega a ser» mujer,
de un atributo esencial que una persona es, como 10 expresa pero siempre bajo la obligación cultural de hacerlo. Y
la pregunta; «¿De qué género eres?»? Cuando las teóricas dente que esa obligación no la crea el «sexo», En su
feministas argumentan que el género es la interpretación no hay nada que asegure que la «persona» que
cultural del sexo o que el género se construye culturalmen- en mujer sea obligatoriamente del sexo femenino. SI
te, ¿cuál es el mecanismo de esa construcción? Si el género cuerpo es una situación»," como afirma, no se eludir
se construye, ¿podría construirse de distinta manera, o aca- a un cuerpo que no haya sido desde siempre
so su construcción conlleva alguna forma de determinismo mediante significados culturales; por tanto, el sexo podría
social que niegue la posibilidad de que el agente actúe y no cumplir los requisitos de una facticidad anatómica
cambie? ¿Implica la «construcción» que algunas leyes pro- discursiva. De hecho se demostrará que el sexo, por defini-
vocan diferencias de género en ejes universales de diferencia ción, siempre ha sido género."

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66 DESHACER EL GÉNERO

Butler, Judith (2006). Deshacer el género.


temano, cuando imponemos lo que es correcto para todos sin
Barcelona:
encontrar Paidos
una manera de Ibérica.y descubrir alli
entrar en comunidad
lo «correcto», en medio de la traducción cultural. Puede ser
que lo correcto y lo bueno consistan en mantenerse abiertos a CAPÍTULO 2
Capítulo
las tensiones que acechan 2 más fundamentales que
las categorias
requerimos, en conocer e! desconocimiento que se halla en e! EL REGLAMENTO DEL GÉNERO
núcleo de lo que sabemos y de lo que necesitamos, y en reco-
nocer e! signo de la vida en lo que soportamos sin tener ningu-
na certeza sobre lo que vendrá.

A primera vista, e! término «reglamento» parece sugerir la


institucionalización de! proceso mediante e! cual se regulan las
personas. De hecho, referirse al reglamento ya es reconocer un
conjunto de leyes, reglas y políticas concretas que constituyen
los instrumentos legales a través de los cuales las personas se
regularizan. Pero creo que sería un error entender todas las
maneras por las cuales se regula e! género en términos de casos
legales, porque las normas que rigen estos reglamentos exce-
den los propios casos que las encarnan. * Por otra parte, sería
igualmente problemático hablar de la reglamentación de! gé-
nero en abstracto, como si los casos empíricos ejemplificaran
sólo una operación de! poder que tiene lugar de forma inde-
pendiente de dichos casos.
__ De hecho, gran parte de la importante obra de los estudios
gays y feministas se ha concentrado en los reglamentos mismos,
ya sean legales, militares, psiquiátricos o de cualquier otro tipo.
Las preguntas que se formulan en estos estudios tienden a exa-
minar cómo se regula e! género, cómo se imponen dichos regla-
mentos, cómo se incorporan y cómo se viven por parte de los
sujetos sobre los cuales se imponen. Pero regular e! género no
consiste simplemente en someter e! género a la fuerza exterior

* El sistema legal anglosajón se basa en la casuística. (N. de la t.)


68 DESHACER EL GÉNERO EL REGLAMENTO DEL GÉNERO 69

de un reglamento.' Si el género preexistiera a la reglamentación, La idea de que el género es una norma requiere una mayor
entonces podríamos tratarlo como un tema y proceder a enu- elaboración. Una norma no es lo mismo que una regla, y tam-
merar los diversos tipos de reglamentos a los cuales estamos su- poco es lo mismo que una ley.' Una norma opera dentro de las
jetos y las maneras en las que se da la sujeción. Sin embargo, el prácticas sociales como el estándar implícito de la normaliza-
problema es más complejo. Después de todo, ¿hay un género ción. Aunque una norma pueda separarse analíticamente de las
que preexista a su regulación?, o el caso es más bien que, al es- prácticas de las que está impregnada, también puede que de-
tar sometido a la regulación, ¿el sujero del género emerge al ser muestre ser recalcitrante a cualquier esfuerzo para descontex-
producido en, y a través de, esta forma especifica de sujeción? tualizar su operación. Las normas pueden ser explícitas; sin
Al tratar de la sujeción y de la regulación es importante te- embargo, cuando funcionan como el principio normalizador
ner en cuenta al menos dos advertencias derivadas del pensa- de la práctica social a menudo permanecen implícitas, son difi-
miento de Foucault: 1) el poder regulador no sólo actúa sobre ciles de leer; los efectos que producen son la forma más clara y
un sujeto preexistente, sino que también labra y forma al suje- dramática mediante la cual se pueden discernir.
to; además, cada forma jurídica de poder tiene su efecto pro- Que el género sea una norma sugiere que está siempre te-
ductivo; y 2) estar sujeto a un reglamento es también estar sub- nuemente incorporado en cualquier actor social. La norma rige
jetivado por él, es decir, devenir como sujeto precisamente a la inteligibilidad social de la acción, pero no es lo mismo que la
través de la reglamentación. Este segundo punto se desprende acción que gobierna. La norma parece ser indiferente a las ac-
del primero en la medida en que los discursos reguladores que ciones que rige, con lo cual sólo quiero decir que la norma pa-
jorman al sujero del género son precisamente aquellos que re- rece tener un estatus y un efecto que son independientes de las
quieren e inducen al sujero en cuestión. acciones gobernadas por la norma. La norma rige la inteligibi-
Los tipos de reglamentos pueden entenderse como casos lidad, permite que ciertos tipos de prácticas y acciones sean re-
específicos de un poder regulador más general, que está espe- conocibles como tales imponiendo una red de legibilidad sobre
cificado como la reglamentación del género. Aquí contravengo lo social y definiendo los parámetros de lo que aparecerá y lo
a Foucault en algunos aspectos porque, si la concepción fou- que no aparecerá dentro de la esfera de lo social. La cuestión
caultiana se centra en la idea de que el poder regulador tiene de qué significa estar fuera de la norma plantea una paradoja al
algunas características históricas y que opera sobre el género pensamiento, porque si la norma convierte el campo social en
así como también sobre otros tipos de normas sociales y cultu- inteligible y normaliza este campo, entonces estar fuera de la
rales, entonces el género no es más que el ejemplo de una ope- norma es, en cierto sentido, estar definido todavía en relación
ración de poder más amplia. En contra de esta subordinación con ella. No ser lo bastante masculino o lo bastante femenino
del género al poder regulador yo diría que el apararo regulador es todavía ser entendido exclusivamente en términos de la rela-
que rige al género está especialmente adaptado al género. No ción de uno mismo con lo «bastante masculino» o lo «bastante
quiero sugerir que la regulación del género sea paradigmática femenino».
del poder regulador en sí mismo, sino más bien que el género Afirmar que el género es una nortna no es lo mismo que de-
requiere e instituye su propio y distinto régimen regulador y cir que hay visiones normativas de la feminidad y de la masculi-
disciplinador. nidad, aunque claramente existan dichas visiones normativas. El
70 DESHACER EL GÉNERO EL REGLAMENTO DEL GÉNERO 71

género no es exactamente que uno «es» ni tampoco precisa- ra de poder que naturaliza e! caso hegemónico y reduce la po-
mente lo que uno «tiene». El género es e! aparato a través de! sibilidad de pensar en su alteración.
cual tiene lugar la producción y la normalización de lo masculi- Una tendencia dentro de los estudios de género ha sido
no y lo femenino junto con las formas intersticiales hormonales, asumir que la alternativa al sistema binario de! género consiste
cromosómicas, psíquicas y performativas que e! género asume. en multiplicar los géneros. Este punto de vista invariablemente
Asumir que e! género implica única y exclusivamente la matriz provoca la pregunta: ¿cuántos géneros puede haber y cómo se
de lo «masculino» y lo «femenino» es precisamente no com- llamarán?' Pero la alteración de! sistema binario no debería ne-
prender que la .producción de la coherencia binaria es contin- cesariamente conducirnos a una cuantificación de! género igual-
gente, que tiene un coste, y que aquellas permutaciones de! gé- mente problemática. Luce Irigaray, siguiendo la línea lacania-
nero que no cuadran con e! binario forman parte de! género na, se pregunta si el sexo masculino es «eh> sexo, es decir, no
tanto como su ejemplo más normativo, Fusionar la definición de sólo «e! único e incomparable sexo», sino también e! que inau-
género con su expresión normativa es reconsolidar, sin advertir- gura una aproximación cuantitativa al sexo. Desde su punto de
lo, e! poder que tiene la norma para limitar la definición de! gé- vista, e! «sexo» no es ni una categoría biológica ni una catego-
nero. El género es e! mecanismo a través de! cual se producen y ría social (así pues, es distinta de! «género»), sino una categoría
se naturalizan las nociones de lo masculino y lo femenino, pero lingüística que existe, por decirlo así, en la división entre lo so-
e! género bien podría ser e! aparato a través de! cual dichos tér- cial y lo biológico. Por tanto, «e! sexo que no es uno» es la fe-
minos se deconstruyen y se desnaturalizan. De hecho, puede ser minidad entendida precisamente como aquello que no puede
que e! mismo aparato que trata de instaurar la norma funcione ser expresado mediante un número.' Otros enfoques insisten
también para socavar esa misma instauración, que ésta sea, por en que el «transgénero» no es exactamente un tercer género
así decirlo, incompleta por definición. Mantener e! término «gé- sino un modo de paso entre géneros, una figura de género in-
nero» aparte de la masculinidad y de la feminidad es salvaguar- tersticial y transicional que no puede reducirse a las normas
dar una perspectiva teórica en la cual se pueden rendir cuentas de que establecen uno o dos géneros'
cómo el binario masculino y femenino agota e! campo semánti-
co del género. Cuando nos referimos a «e! género en disputa o
problematización del género» (gender troublet o a la «mezcla de POSICIONES SIMBÓLICAS Y NORMAS SOCIALES
géneros» (gender blending), ya sea e! «transgénero» itransgender)
o e! «cruce de géneros» icross-gendert, estamos ya sugiriendo Aunque algunos teóricos sostienen que las normas son
que e! género tiene una forma de desplazarse más allá de! bina- siempre sociales, los teóricos lacanianos, en la línea del estruc-
rio naturalizado. La fusión de! género con lo masculino/femeni- turalismo de Claude Lévi-Strauss, insisten en que las normas
no, hombre/mujer, macholhembra, performa así la misma natu- simbólicas no son lo mismo que las sociales, y que cierta «re-
ralización que se espera que prevenga la noción de género. gulación» de! género tiene lugar a través de la demanda simbó-
Así pues, un discurso restrictivo de género que insista en e! lica que se les plantea a las psiques desde su origen.
binario de! hombre y la mujer como la forma exclusiva para en- Lo «simbólico» se convierte en un término técnico para
tender el campo de! género performa una operación regulado- Jacques Lacan en 1953 y se convierte en su forma de componer
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USOS matemáticos (formales) y antropológicos del vocablo. En cuales sería posible la transformación del género. Otro asunto
un diccionario de lenguaje lacaniano lo simbólico está explíci- concerniente a lo simbólico es que la prohibición del incesto
tamente ligado al problema de la regulación: «Lo simbólico es puede ser uno de los motivos para su propia transgresión, lo
el reino de la Ley que regula el deseo en el complejo de Edi- que sugiere que las posiciones simbólicas del parentesco son,
po».' Ese complejo se entiende como derivado de una prohibi- de diversas maneras, derrotadas por la misma sexualidad que
ción primaria o simbólica contra el incesto, una prohibición tratan de producir a través de la regulación.' Finalmente, espe-
que sólo tiene sentido en términos de las relaciones de paren- ro mostrar que la distinción entre la ley simbólica y la social no
tesco por la cuales se establecen diversas «posiciones» en la fa- puede sostenerse en último término, que lo simbólico mismo
milia según un mandato exogámico. En otras palabras, la ma- es una sedimentación de las prácticas sociales y que las altera-
dre es alguien con quien un hijo y una hija no tienen relaciones ciones radicales del parentesco reclaman una rearticulación de
sexuales, y un padre es alguien con quien un hijo y una hija no las presuposiciones estructuralistas del psicoanálisis, despla-
tienen relaciones sexuales, una madre es alguien que sólo tiene zándonos, por así decirlo, hacia un estructuralismo queer de la
relaciones sexuales con el padre, y así sucesivamente. Estas re- psique.
laciones de prohibición están codificadas en la «posición» que Para volver al tabú del incesto, la cuestión que se plantea
ocupa cada uno de estos miembros de la familia. Así pues, ocu- es: ¿cuál es el estatus de dichas prohibiciones y de dichas posi-
par dicha posición es estar en dicha correspondencia sexual en- ciones? Lévi-Strauss aclara en Las estructuras elementales del
trecruzada, al menos de acuerdo con el concepto simbólico o parentesco que la biología no necesita del tabú del incesto, que
normativo de lo que aquella «posición» es. es un fenómeno puramente cultural. Por «cultural» Lévi-
Está claro que las consecuencias de dicha visión son enor- Strauss no entiende «variable culturalmente» o «contingente»,
mes. El legado estructuralista dentro del pensamiento psicoa- sino más bien de acuerdo con las leyes «universales» de la cul-
nalítico ha tenido un efecto colosal sobre las teorías fi.1micas y tura. Así pues, para Lévi-Strauss, las reglas culturales no se
literarias feministas, y sobre las interpretaciones feministas del pueden alterar (tal como Gayle Rubin argumentó posterior-
psicoanálisis desde diversas disciplinas. También abrió el cami- mente) sino que son invariables y universales. El dominio de
no para la crítica queer del feminismo, que ha tenido, y conti- una regla cultural universal y eterna -lo que Juliet Mitchell
núa teniendo, efectos divisorios dentro de los estudios de la se- llama «la ley universal y primordials-i-" se convierte en la base
xualidad y del género. A continuación espero mostrar cómo la de la noción lacaniana de lo simbólico y en los subsiguientes es-
noción de cultura que se ha transmutado en lo «simbólico» en fuerzos para separar lo simbólico tanto del dominio de lo bio-
el psicoanálisis lacaniano es muy diferente de la noción de cul- lógico como de lo social. En Lacan aquello que es universal en
tura todavía vigente en los estudios culturales, de forma que, a la cultura reside en sus reglas simbólicas o culturales, y se en-
menudo, estos dos proyectos se entienden como irremisihle- tiende que éstas sostienen las relaciones de parentesco. La pro-
mente opuestos. También me propongo argumentar que cual- pia posibilidad de referencia pronominal de un «yo», un «tú»,
quier tentativa para establecer las reglas que «regulan el deseo» un «nosotros», un «ellos», parece apoyarse en este modo de
en un reino inalterable y eterno tienen un uso muy limitado parentesco que opera en el lenguaje y como un lenguaje. Hay
para una teoría que busca comprender las condiciones bajo las un deslizamiento de lo cultural a lo lingüístico, un deslizamien-
74 DESHACER EL GÉNERO EL REGLAMENTO DEL GÉNERO 75
to que el propio Lévi-Strauss apunta hacia el final de Las es- otras palabras, posiciones sin las cuales no podría darse ningún
tructuras elementales del parentesco. En Lacan, lo simbólico se significado o, dicho de otra manera, sin las cuales no se podría
define en términos de una concepción de las estructuras lin- procurar ninguna inteligibilidad cultural. Pero ¿cuáles son las
güísticas que son irreducibles a las formas sociales que toma el consecuencias de convertir ciertas nociones del parentesco en
lenguaje. De acuerdo con los términos estructuralistas, lo sim- eternas y elevarlas después al estatus de las estructuras elemen-
bólico establece las condiciones universales bajo las cuales se tales de la inteligibilidad?
posibilita la socialidad, es decir, la comunicabilidad de toda uti- Aunque Lévi-Strauss da a entender que considera una va-
lización del lenguaje. Este movimiento allana el camino para la riedad de sistemas de parentesco, en realidad sólo delimita
consiguiente distinción entre las explicaciones simbólicas y so- aquellos principios del parentesco que son interculturales. Lo
ciales del parentesco. que el estructuralismo ofrece como una «posición» en el len-
Asi pues, una norma no es exactamente lo mismo que una guaje o en el parentesco no se puede identificar con una «nor-
«posición simbólica» en el sentido lacaniano, la cual parece ma», ya que esta última es producida socialmente y es un mar-
disfrutar de un carácter casi atemporal, a pesar de las modifi- co variable. Y recordemos que una norma no es lo mismo que
caciones que aparecen en las notas a pie de página de varios de una posición simbólica. Además, si es más apropiado conside-
los seminarios de Lacan. Los lacanianos casi siempre insisten rar una posición simbólica como una norma, entonces una po-
en que una posición simbólica no es lo mismo que una social, sición simbólica no es lo mismo como tal, sino más bien una
que sería un error tomar, por ejemplo, la posición simbólica del norma contingente cuya contingencia ha sido encubierta por
padre, la cual es después de todo la posición simbólica para- una reificación teórica que potencialmente conlleva conse-
digmática, y confundirla con una posición socialmente consti- cuencias duras para la vida del género. Dentro de la presun-
tuida y alterable que los padres han asumido a lo largo del ción estructuralista se podría reaccionar afirmando: «i Pero ésa
tiempo. El punto de vista lacaniano insiste en que hay un ideal es la ley!». Ahora bien, ¿cuál es el estatus de dicha afirmación?
y una demanda inconsciente que se hace a la vida social que «¡Es la ley!» se convierte en la declaración que atribuye per-
permanece irreducible a causas y efectos atribuibles social- formativamente la misma fuerza a la ley que la ley misma dice
mente. El lugar simbólico del padre no cede a las demandas de ejercer. Tal afirmación es, por tanto, un signo de lealtad a la ley,
una reorganización social de la paternidad. En cambio, lo sim- una señal del deseo de que la ley no pueda ser disputada, un
bólico es precisamente aquello que marca los límites de cual- impulso teológico dentro de la teoría del psicoanálisis que tra-
quier esfuerzo utópico de reconfigurar y de revivir las relacio- ta de detener cualquier critica al padre simbólico, a la ley mis-
nes de parentesco a cierta distancia de la escena edípica.? ma del psicoanálisis. Así pues, no es sorprendente que el esta-
Uno de los problemas que surgió cuando el estudio del pa- tus que se da a la ley sea precisamente el estatus que se da al
rentesco se combinó con el estudio de la lingüística estructural falo, el cual no es un mero «significante» privilegiado dentro
es que las posiciones de parentesco fueron elevadas al estatus del esquema lacaniano sino que se convierte en el rasgo carac-
de estructuras lingüísticas fundamentales. Estas son posiciones terístico del aparato teórico en el cual se introduce dicho signi-
que hacen posible la entrada en el lenguaje y que, por lo tanto, ficante. En otras palabras, la fuerza autorizada que refuerza la
mantienen un estatus esencial con respecto al lenguaje. Son, en incontestabilidad de la ley simbólica es en sí misma un ejercicio
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EL REGLAMENTO DEL GÉNERO 77

de aquella ley simbólica, un caso más del lugar del padre, por sistir en que la norma en su necesaria temporalidad se abre al
decirlo así, al que no se puede refutar ni contestar. Aunque, desplazamiento y a la subversión desde dentro.
como nos recuerdan los lacanianos, únicamente hay contesta- Lo simbólico se entiende como la esfera que regula la asun-
ciones de lo simbólico, finalmente éstas no logran ejercer nin- ción del sexo, cuando se entiende el sexo como una serie dife-
guna fuerza para desmontar lo simbólico mismo o para forzar rencial de posiciones masculinas y femeninas. Así pues, el con-
una reconfiguración radical de sus términos. cepto de género, derivándose del discurso sociológico como lo
La autoridad de la teoría expone su propia defensa tauto- hace, es ajeno al discurso de la diferencia sexual que emerge en
lógica en el hecho de que lo simbólico sobrevive a todas y cada el marco lacaniano y postlacaniano. Lacan estuvo claramente
una de las contestaciones a su autoridad. Es decir, no es sólo influenciado por Las estructuras elementales del parentesco de
una teoría que subraya lo masculino y lo femenino como posi- Lévi-Strauss, ensayo que se publicó por primera vez en 1947,
ciones simbólicas que finalmente trascienden cualquier contes- aproximadamente seis años después de que Lacan utilizara el
tación y que marcan los límites a cualquier impugnación, sino término «simbólico»." En el modelo de Lévi-Strauss, la posi-
que reposa sobre la misma autoridad que describe para refor- ción del hombre y la mujer es la que posibilita ciertas formas de
zar la autoridad de sus propias demandas descriptivas. lazos sexuales reproductivos y la que prohíbe otras formas.
Separar lo simbólico de la esfera social facilita la distinción Desde este punto de vista, el género es un indicador de las re-
entre la Ley y las leyes variables. En lugar de una práctica críti- laciones sexuales proscritas y prescritas por las que un sujeto es
ca que no anticipa una autoridad definitiva y que abre un cam- socialmente regulado y producido.
po de posibilidades de género que produce ansiedad, aparece Según Lévi-Strauss, las reglas que rigen el intercambio se-
lo simbólico para terminar con dicha ansiedad. Si hay una Ley xual y las cuales, por consiguiente, producen posiciones viables
que no podemos desplazar pero que tratamos de desplazar una para el sujeto sobre la base de dicha regulación de la sexuali-
y otra vez a través de procedimientos imaginarios, entonces sa- dad, son ajenas a los individuos que se atienen a dichas reglas y
bemos de antemano que nuestros esfuerzos de cambio serán que ocupan dichas posiciones. Que las acciones humanas estén
controlados, y que nuestra lucha contra las explicaciones auto- reguladas por dichas leyes pero que no tengan el poder de
rizadas del género será frustrada y que tendremos que rendir- transformar la sustancia y la intención de sus leyes parece ser la
nos ante la autoridad insoslayable. Algunos creen que pensar consecuencia de una concepción de la ley que es indiferente al
que lo simbólico puede ser cambiado por la práctica humana contenido que regula. Pero ¿cómo el cambio de una concep-
es puro voluntarismo. Pero ¿lo es? Ciertamente, se puede con- ción del género regulado por leyes simbólicas a un concepto
ceder que el deseo está radicalmente condicionado sin afirmar del género regulado por normas sociales contiende con esta in-
que está radicalmente determinado, y se puede reconocer que diferencia de la ley hacia lo que regula? ¿Y cómo puede dicho
hay estructuras que posibilitan el deseo sin afirmar que estas cambio inaugurar la posibilidad de una contestación más radi-
estructuras son eternas y recalcitrantes, insensibles a la reítera- cal de la ley misma?
da repetición y al desplazamiento. Contestar a la autoridad Si el género es una norma, no podemos decir que es un mo-
simbólica no es necesariamente un retomo al «ego» o a las clá- delo al que los individuos tratan de aproximarse. Por el con-
sicas nociones liberales de la libertad, sino que es más bien in- trario, es una forma de poder social que produce el campo in-
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teligible de los sujetos, y un aparato que instituye e! género bi- luz pública en las constituciones, los códigos legales y en la
nario. Como norma que aparece independientemente de las actividad constante y clamorosa de la legislatura (Foucault,
prácticas que rige, su idealidad es e! efecto reinstituido de «Right of Death and Power Over Life»). Foucault afirma, ade-
aquellas mismas prácticas. Esto no sólo sugiere que la relación más, que las normas pertenecen a las artes de! juicio y que, aun-
entre las prácticas y las idealizaciones bajo las cuales trabaja es que estén claramente relacionadas con e! poder, se caracterizan
contingente, sino también que la misma idealización puede ser menos por e! uso de la fuerza o la violencia que por, como dice
puesta en cuestión y en crisis, sometiéndola potencialmente a Ewald, «una lógica implícita que permite al poder reflexionar
una desidealización y a la desposesión. sobre sus propias estrategias y definir claramente los objetos a
La distancia entre e! género y sus casos naturalizados es los que se dirige. Esta lógica es tanto la fuerza que nos permite
precisamente la distancia entre una norma y sus incorporacio- imagínar la vida y lo vivo como los objetos de! poder, como el
nes. He sugerido más arriba que la norma es analíticamente in- poder que puede tomar la "vida" en sus manos y crear la esfe-
dependiente de sus incorporaciones, pero quiero enfatizar que ra de lo biopolítico» «<Norms», pág. 138).
esto es sólo una heurística intelectual que ayuda a garantizar la Para Ewald esto suscita al menos dos temas: si la moderni-
perpetuación de la norma misma como un ideal eterno e inal- dad participa en la lógica de la norma y cuál sería la relación en-
terable. De hecho, la norma sólo persiste como norma en la tre las normas y la ley," Aunque e! término «norma» se utiliza a
medida en que se representa en la práctica social y se reideali- veces como sinónimo de «regla», está claro que las normas son
za y reinstituye en y a través de los rituales sociales diarios de la también lo que da a las reglas cierta coherencia local. Ewald afir-
vida corporal. La norma no tiene un estatus ontológico inde- ma que a principios de! siglo XIX se establece un cambio radical
pendiente; sin embargo, no puede ser fácilmente reducida a sus en la relación entre la regla y la norma «<Norms», pág. 140) Y
casos: ella misma es (relproducida a través de su incorpora- que la norma emerge conceptualmente no sólo como una varie-
ción, a través de los actos que tratan de aproximarla, a través dad particular de reglas, sino también como una manera de pro-
de las idealizaciones reproducidas en y por esos actos. ducirlas y como un principio de valoración.
Foucault difundió e! discurso de la norma argumentando, En francés e! término normalité aparece en 1834, y norma-
en e! primer volumen de su Historia de la sexualidad, que e! si- tif en 1868; a finales de! siglo XIX hallamos en Alemania las
glo XIX fue testigo de la aparición de la norma como método de ciencias normativas (las cuales, según tengo entendido, quedan
control social no idéntico a las operaciones de la ley. Influen- reflejadas en e! nombre de! grupo de las reuniones de la Ame-
ciado por Foucault, e! sociólogo Francois Ewald ha ampliado rican Political Science Association [Asociación Americana de
esta observación en diferentes ensayos.'! Ewald defiende que la Ciencia Política] contemporánea llamado «teoría política nor-
acción de la norma se realiza a expensas de! sistema jurídico de mativa»); e! término «normalización» aparece en 1920. Para
la ley, y que, aunque la normalización conlleve un incremento Foucault, así como para Ewald, corresponde a la operación
de legislación, no se opone necesariamente a ella, sino que per- normalizadora de los poderes burocráticos y disciplinarios.
manece independiente de formas significativas «<Norms», Según Ewald, la norma transforma las restricciones en un
pág. 138). Foucault observa que las normas aparecen a menu- mecanismo y marea así e! movimiento por e! cual, en términos
do bajo una forma legal, que lo normativo sale típicamente a la foucaultianos, e! poder jurídico se vuelve productivo; es decir,
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transforma las restricciones negativas de lo jurídico en contro- tituyen un ideal hacia el cual todos los otros fenómenos se des-
les más positivos de normalización; así pues, la norma perfor- plazan» (pág. 9).
ma su función transformadora. De este modo la norma marca Ewald busca una definición más ajustada de la norma con
y efectúa el desplazamiento de una concepción del poder como el fin de abarcar tanto su capacidad de regular todos los fenó-
una restricción jurídica a la concepción del poder como: a) una menos sociales como los límites internos que acotan cualquier
serie organizada de restricciones, y b) un mecanismo regulador. reglamento de este tipo «<Power», págs. 170-171). Ewald de-
clara:

LAS NORMAS Y EL PROBLEMA DE LA ABSTRACCiÓN ¿Qué es exactamente una norma? Es la medida que simultá-
neamente individualiza, posibilita la individualización incesante
Esto nos remite no sólo a la cuestión de cómo puede decir- y hace posible las comparaciones. La norma es 10 que hace posi-
se que el discurso «produce» un sujeto (algo que se asume en ble la indefinidalocalización de espacios que se distancian y re-
ducen cada vez más, y al mismo tiempo asegura que estos espa-
todos los estudios culturales pero que rara vez se investiga
apropiadamente) sino, de forma más precisa, a qué es lo que cios nunca encierren a nadie de tal forma que se cree una
naturaleza específica para él, ya que estos espacios individualiza-
efectúa en el discurso dicha producción. Cuando Foucault afir-
dores no son más que la expresión de una relación, relación que
ma que la disciplina «produce» individuos, no sólo quiere de- tiene que ser vista de forma indefinida en el contexto de otras re-
cir que el discurso disciplinario los dirige y los utiliza, sino tam- laciones. ¿Qué es entonces una norma? Un principio para la
bién que activamente los constituye. comparación, una medida común que se instituye como mera re-
La norma es una medida y una forma de producir un es- ferencia del grupo consigo mismo, cuando el grupo sólo tiene re-
tándar común, pero convertirse en un ejemplo de la norma no lación consigo mismo, sin una referencia externa y sin verticali-
es agotarla totalmente, sino más bien estar sujeto a la abstrac- dad (<<Norms», pág. 173; la cursiva es mía).
ción de la comunalidad. Aunque Foucault y Ewald tienden a
concentrar sus análisis en los siglos XIX y XX, en Making a Social Según Ewald, Foucault añade lo siguiente al pensamiento
Body Mary Poovey fecha a finales del siglo XVIII la historia de la sobre la normalización: «La individualización normativa no es
abstracción en la esfera social. Ella sostiene que en el Reino exterior. La naturaleza de lo anormal no es diferente de la de lo
Unido «las últimas décadas del siglo XVIII fueron testigo de los nonnal. La norma, o el espacio normativo, no tiene un exterior.
primeros esfuerzos modernos de representar todas las partes La norma integra cualquier cosa que pueda intentar ir más allá
significativas de la población del Reino Unido como agregadas de ella; nada, nadie, cualquier diferencia que pueda mostrar,
y de distinguir la esfera social de los dominios políticos y socia- pueden nunca afirmar ser externos o que poseen una alteridad
les» (pág. 8). Desde su punto de vista, lo que caracteriza a esta que de hecho les convertiría en otro» (<<Norms», pág. 173).
esfera social es la llegada de las medidas cuantitativas: «Por su- Este punto de vista sugiere que cualquier oposición a la
puesto, dichas comparaciones y mediciones producen algunos norma ya está contenida en la norma y que aquélla es crucial
fenómenos como normativos, de forma ostensible porque son para su funcionamiento. De hecho, en este punto de nuestro
numerosos, porque representan a un promedio o porque cons- análisis parece que el desplazamiento de una noción lacaniana
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de lo simbólico a una noción más foucaultiana de la «norma so- de conferirle la máxima cantidad de realidad de la que es ca-
cial» no aumenta las posibilidades de un desplazamiento efec- paz» (pág. 186; la cursiva es mía).
tivo de la resignificación de la norma misma. Anteriormente he mencionado que la norma no puede ser
En la obra de Pierre Macheray, sin embargo, se empieza a reducida a cualquiera de sus casos, pero ahora añadiría que la
observar que las normas no son entidades independientes y norma tampoco puede ser completamente liberada de su re-
autosostenidas, o abstracciones que deban entenderse como presentación casuística, La norma no es externa al campo de su
formas de acción. En «Towards a Natural History of Norms», aplicación. La norma no sólo es responsable de producir el
Macheray clarifica que el tipo de causalidad que las normas im- campo de su aplicación, según Macheray (pág. 187), sino que
ponen no es transitiva sino inmanente, y recurre a Spinoza y a la norma se produce a ella misma en la producción de aquel cam-
Foucault para basar su afirmación: po. La norma confiere realidad activamente; de hecho, la nor-
ma se constituye como tal sólo en virtud de la repetición de su
Pensar en términos de la inmanencia de la norma es, efecti- poder para conferir realidad.
vamente, abstenerse de considerar la acción de la norma de una
forma restrictiva, y de contemplarla como una forma de «repre-
sión» formulada en términos de prohibiciones que se ejercen so- LAS NORMAS DEL GÉNERO
bre un sujeto dado antes de que ejecute su acción, de lo cual se
deriva que este sujeto podría, por sí solo, liberarse o ser liberado
Según la noción de norma que acabamos de exponer, se
de este tipo de control: la historia de la locura, igual que la de la
puede decir que el campo de la realidad que crean las normas
sexualidad, muestra que, lejos de suprimir la acción de las nor-
mas, dicha «liberación» las refuerza. Pero uno puede también
de género constituye el telón de fondo sobre el cual aparece el
preguntarse si es suficiente con denunciar las ilusiones de este género en sus dimensiones idealizadas. Pero ¿cómo debemos
discurso antirrepresivo con el fin de huir de él: ¿no se corre el entender la formación histórica de dichos ideales, su persisten-
riesgo de reproducirlas a otro nivel, donde cesan de ser ingenuas cia a través del tiempo y su lugar como una compleja conver-
y donde, a través de una naturaleza más educada, todavía perma- gencia de significados sociales que no parecen tratar del géne-
necen desacompasadas en relación con el contexto al cual pare- ro directamente? En la medida en que las normas del género
cen estar dirigidas? (pág. 185). son reproducidas, éstas son invocadas y citadas por prácticas
corporales que tienen también la capacidad de alterar Iasnor-
Al sostener que la norma sólo subsiste en y a través de sus mas en el transcurso de su citación. No se puede ofrecer una
acciones, Macheray sitúa la acción en el centro de la interven- explicación narrativa completa de la historia citacional de la
ción social: «Desde mi punto de vista ya no es posible pensar la norma: aunque la narratividad no esconde completamente su
norma misma de forma adelantada a las consecuencias de su historia, tampoco revela un único origen.
acción, como si de alguna manera fuera independiente y estu- Entonces, un sentido importante de la reglamentación es
viera por detrás de ellas: la norma debe ser considerada como si que las personas son reguladas por el género y que este tipo de
actuara precisamente mediante sus efectos; por tanto, no trata de reglamentación funciona como una condición de inteligibilidad
limitar la realidad a través del simple condicionamiento, sino cultural para cualquier persona. Desviarse de la norma del gé-
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nero es producir el ejemplo aberrante que los poderes regula- las mujeres es la que produce el género: «Una vez eliminada
dores (médico, psiquiátrico y legal, por nombrar algunos) pue- como atributo de la persona, la desigualdad sexual toma la for-
den rápidamente explotar con el fin de reforzar las razones fun- ma del género; al desplazarse como una relación entre perso-
damentales para la continuidad de su propio celo regulador. nas, toma la forma de la sexualidad. El género surge como la
Por tanto, la cuestión fundamental sigue siendo qué desviacio- forma coagulada de la sexualización de la desigualdad entre
nes de la norma interrumpen el proceso regulador mismo. hombres y mujeres» (Feminism Unmodi/ied, págs. 6-7).
La «corrección» quirúrgica de los niños intersexuados es Si el género es la coagulación de la sexualización de la desi-
un caso relevante. En este caso se argumenta que los niños na- gualdad, entonces la sexualización de la desigualdad precede al
cidos con unas características sexuales primarias irregulares tie- género y el género es su efecto. Pero ¿podemos llegar a con-
nen que ser «corregidos» para encajar, para sentirse más có- ceptualizar la sexualización de la desigualdad sin un concepto
modos y para conseguir la normalidad. La cirugía correctiva se previo del género? ¿Tiene sentido afirmar que los hombres su-
realiza con el apoyo paterno y en aras de la normalización; sin bordinan sexualmente a las mujeres si no tenemos primero una
embargo, se ha comprobado que los costes físicos y psíquicos idea de lo que son los hombres y las mujeres? MacKinnon sos-
de la cirugía son enormes para aquellas personas que se han so- tiene que no existe ninguna constitución del género externa a
metido, por así decirlo, al bisturí de la norma." Los cuerpos la sexualidad y, por implicación, externa a esta forma de se-
producidos a través de dicho forzado cumplimiento regulato- xualidad subordinativa y explotadora.
rio del género son cuerpos que sufren, que llevan las marcas de Al proponer la regulación del acoso sexual recurriendo a
la violencia y el dolor. Aquí la idealización de la morfología del este tipo de análisis del carácter sistemático de la subordina-
género se hace incidir literalmente en la carne. ción sexual, MacKinnon instituye un reglamento de otro tipo:
Así pues, el género es una norma reguladora pero también tener un género significa haber entrado en una relación hete-
una norma que se produce al servicio de otro tipo de regla- rosexual de subordinación; ya no hay personas con género que
mentos. Por ejemplo, en la regulación del acoso sexual se tien- estén libres de tales relaciones, no hay relaciones heterosexua-
de a asumir, según Catharine MacKinnon, que éste consiste en les que no sean de subordinación, no hay relaciones no hetero-
la subordinación sistemática de las mujeres en el lugar de tra- sexuales y tampoco hay acoso entre personas del mismo sexo.
bajo, y que los hombres están generalmente en la posición del Esta manera de reducir el género a la sexualidad ha dado
acosador y las mujeres en la de las acosadas. Para MacKinnon, lugar a dos movimientos diferenciados pero superpuestos den-
esto implica una subordinación más fundamental de las muje- tro de la teoría queer contemporánea. El primero separa la se-
res. Aunque estos reglamentos buscan constreñir el comporta- xualidad del género, de forma que tener un género no implica
miento sexual humillante en el trabajo, también conllevan cier- que se realice una cierta práctica sexual; el sexo anal, por ejem-
tas normas tácitas de género. En cierto sentido, la regulación plo, no conlleva que uno tenga un género dado." El segundo
implícita del género tiene lugar a través de la regulación explí- movimiento en la teoría queer está relacionado con el primero
cita de la sexualidad. y sostiene que no puede reducirse el género a la heterosexuali-
Para MacKinnon, la estructura jerárquica de la heterose- dad jerárquica, sino que asume formas diferentes cuando es
xualidad por la cual se entiende que los hombres subordinan a contextualizado por las sexualidades queer; defiende, además,
86 DESHACER EL GÉNERO EL REGLAMENTO DEL GÉNERO 87
que su binarismo no puede darse por hecho fuera de! marco nación de las mujeres por parte de los hombres forma parte de
heterosexual, que e! género mismo es internamente inestable y una práctica social más amplia que crea cuerpos de género: mu-
que las vidas transgénero evidencian la ruptura de cualquier lí- jeresfemeninas y hombres masculinos «<What's Wrong With Se-
nea de determinismo causal entre la sexualidad y e! género. La xual Harassment?», págs. 761-762).
disonancia entre el género y la sexualidad se afirma, pues, des-
de dos perspectivas diferentes: la perspectiva que busca mos- Los castigos sociales que siguen a las transgresiones de gé-
trar posibilidades para la sexualidad que no estén constreñidas nero Incluyen la corrección quirúrgica de las personas interse-
por e! género con e! fin de desmontar el reductivismo causal de xuales, la patologización psiquiátrica y la criminalización en di-
los argumentos que las ligan; y la perspectiva que trata de mos- versos países -Estados Unidos entre e!los- de las personas
trar posibilidades de género que no estén predeterminadas por con «disforia de género», el acoso a personas que problemati-
las formas de heterosexualidad hegemónicas." zan e! género en la calle o en e! trabajo, la discriminación en el
El problema que se deriva de los códigos de acoso sexual empleo y la violencia. La prohibición de! acoso sexual de las
que se basan en una visión de la sexualidad en la que e! género mujeres por parte de los hombres está basada en un razona-
es e! efecto oculto de la subordinación sexualizada dentro de la miento que asume la subordinación heterosexual como e! esce-
heterosexualidad es que se refuerzan ciertas visiones de! géne- nario exclusivo de la sexualidad y de! género, y lo convierte así
ro y ciertos puntos de vista sobre la sexualidad. En la teoría de en un medio regulador para la producción y e! mantenimiento
MacKínnon, e! género se produce en el escenario de la subor- de las normas de género dentro de la heterosexualidad.
dinación sexual y e! acoso sexual es e! momento explícito de la Al principio de este ensayo he sugerido diversas formas
institución de la subordinación heterosexual. Esto implica que para comprender e! problema de la «regulación». Un regla-
e! acoso sexual se convierte en la alegoría para la producción mento es aquello que regulariza, pero también, siguiendo a
de! género. Desde mi punto de vista, los códigos mismos de Foucault, un modo de disciplinar y vigilar dentro de las formas
acoso sexual se convierten en e! instrumento a través de! cual e! modernas de! poder; un reglamento no se limita a constreñir y
género se reproduce. negar y, por lo tanto, no es una mera forma jurídica de poder.
Según la experta en Derecho Katherine Franke, en este en- En la medida en que los reglamentos operan a través de las
foque no sólo no se cuestiona la regulación de! género, sino normas, se convierten en momentos clave en los cuales se re-
que se colabora con ella de forma inconsciente. Franke escribe: constituye la idealidad de la norma; su historicidad y su vulne-
rabilidad quedan temporalmente fuera de escena. Como ope-
Lo que no funciona en el mundo que MacKinnon describe ración de. poder: la regulación puede tomar una forma legal,
en Su obra no se soluciona diciendo que los hombres dominan a pero su dimensión legal no se agota en la esfera de su eficacia.
las mujeres, aunque ésta sea una descripción cierta en la mayoría Al igual que aquello que descansa sobre categorías que con-
de los casos. El problema es, más bien, una cuestión mucho más vierten a los individuos en socialmente intercambiables entre
sistemática. Al reducir el sexismo sólo a aquello que los hombres ellos, la regulación está ligada al proceso de la normalización.
hacen a las mujeres, perdemos de vista la ideología subyacente Los estatutos que definen quiénes serán los beneficiarios de la
que convierte el sexismo en algo tan poderoso. [... ] La subordi- asistencia social actúan sobre la producción de la norma que
88 DESHACER EL GÉNERO

rige quién será e! recepror de la asistencia social. Aquellos que


regulan e! habla gay en e! Ejército actúan sobre la producción
y e! mantenimiento de la norma que rige quién es un hombre o
una mujer, qué es e! habla y cuándo hayo no sexualidad. Los CAPITULO 3
reglamentos estatales que regulan la adopción lesbiana y gay,
así como las adopciones de familias monoparentales, no sólo HACERLE JUSTICIA A ALGUIEN:
restringen dicha actividad, sino que se refieren a y refuerzan un LA REASIGNACIÓN DE SEXO Y LAS ALEGORÍAS
ideal sobre cómo deben ser los padres, por ejemplo, si deben DE LA TRANSEXUALIDAD
tener un/a compañero/a y qué se considera como un/a compa-
ñero/a legítimo/a. Por lo tanto, los reglamentos que buscan
simplemente refrenar ciertas actividades específicas (e! acoso
sexual, e! fraude a la asistencia social, los términos sexuales) Quisiera tomar como punto de partida una cuestión re!a-
performan otra actividad que permanece, en su mayor parte, cionada con e! poder, con e! poder de regular, un poder que
sin señalar: la producción de parámetros de persona, es decir, determina, más o menos, lo que somos y lo que podemos ser.'
e! hacer personas de acuerdo con normas abstractas que a la No me refiero sólo al poder en un sentido positivo o jurídico,
vez condicionan y exceden las vidas que hacen -y rompen. sino al funcionamiento de cierto régimen regulador, un régi-
men que informa la ley y que también la excede. Cuando se
pregunta cuáles son las condiciones de inteligibilidad median-
te las cuales surge lo humano y se lo reconoce como tal, me-
diante las cuales algún sujeto se convierte en e! sujeto de! amor
humano, se pregunta acerca de las condiciones de inteligibili-
dad que componen las normas, las prácticas, las condiciones
que se han convertido en presuposiciones, y sin las cuales no
podemos ni pensar sobre lo humano. Así que propongo deba-
tir la relación entre los órdenes variables de inteligibilidad y la
génesis y la posibilidad de conocer lo humano. Y no sólo por-
que hay leyes que rigen nuestra inteligibilidad, sino porque te-
nemos modos de conocimiento, modos de verdad que definen
la inteligibilidad a la fuerza.
Esto es lo que Foucault denomina la politica de la verdad,
una política que pertenece a esas relaciones de poder que cir-
cunscriben de antemano lo que contará y lo que no contará
como verdad, que ordenan e! mundo de formas regulares y re-
gulables, y que se llegan a aceptar como un campo específico

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