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Cast5ep U07 Rd05 Lectura
Cast5ep U07 Rd05 Lectura
Alfreda volvió un día del colegio sintiéndose fatal y se dejó caer en la silla de la cocina.
Se agachó y sacó de su mochila un cuaderno y un lápiz. Escribió algo en una hoja, la
arrancó y se la dio a su madre. Ponía: «He perdido la voz».
Debes de haberla perdido en el autobús. Tendrás que esperar a papá. Él te puede
llevar a la oficina de voces perdidas, a ver si está allí.
Al cabo de algún tiempo, llegó George, el padre, de la oficina. Nada más entrar,
Marjorie le comunicó la noticia de que su hija había perdido la voz.
Vámonos dijo George a su hija.
Alfreda y su padre subieron al coche y se dirigieron hacia el centro de la ciudad. Tras
aparcar el vehículo, anduvieron juntos el corto trayecto que los separaba del
ayuntamiento. Entraron, y George pidió a un hombre vestido de uniforme que le
indicara dónde estaba la oficina de voces perdidas.
Suba las escaleras, y a mano derecha respondió. Tendrá usted que esperar un
buen rato, me temo. Hay mucha gente. Cuando llega la niebla, ¡ya se sabe!
La sala de espera estaba casi al completo. Reinaba un silencio extraño y antinatural.
Solo se oía la voz del hombre situado detrás del mostrador que cada cierto tiempo
cantaba un número.
¡Por fin! exclamó si querer en voz alta George.
Alfreda y George se acercaron al mostrador. El hombre que estaba tras él terminó de
rellenar un formulario y luego dijo:
Veamos. ¿A quién tengo que atender?
A mi hija contestó George.
¿Cómo se llama?
Alfreda Abbot.
El hombre comenzó a rellenar un nuevo formulario. Quería saber dónde había nacido
Alfreda. Cuándo había nacido. Dónde había vivido. Dónde vivía ahora. A qué colegio
había ido, a qué colegio iba en la actualidad, si había vivido en el extranjero, dónde y
cuándo había perdido la voz y un sinfín de preguntas más.
¿Ha traído usted la partida de nacimiento?
George se la entregó. El hombre echó una ojeada al documento y se dirigió hacia las
hileras de estanterías que estaban a sus espaldas. Desapareció por un pasillo y
reapareció por otro. Volvió a desaparecer tras una estantería y luego volvió al
mostrador. En una mano llevaba el documento oficial; en la otra, una pequeña bolsa de
plástico cerrada. La bolsa tenía escrito un número larguísimo. El hombre abrió la bolsa
de plástico y sacó lo que parecía un copo de avena gris. Puso el copo en una pequeña
caja de metal y enroscó la tapa. Estaba a punto de apretar una palanca, adosada a la
caja metálica, cuando George le interrumpió.
Perdóneme usted un momento. No quisiera ofenderle, pero… ¿cómo sabe que esa
es la voz de mi hija? A mí todas las voces me parecen iguales. ¿Cómo las distingue?
El hombre se irguió y miró a George de hito en hito. Era evidente que le había
molestado que alguien cuestionara su habilidad para desempeñar su trabajo.
Años de ejercicio de la profesión replicó. Se necesita un ojo experto en ese
momento, el hombre señaló su ojo derecho. Solo un ojo experto puede detectar las
diferencias.
El hombre apretó la palanca. Del aparato salió una especie de silbido semejante a un
escape de vapor.
Esto se hace para esterilizar la voz explicó. Es muy probable que la hayan
encontrado tirada por algún sitio y estará sucia. Y no queremos que esta señorita
empiece a decir cosas sucias, ¿verdad?
El hombre de la oficina de voces perdidas desenroscó la tapa y entregó la voz a su
dueña. Ahora era de un inmaculado y resplandeciente color blanco y parecía tan ligera
como un copo de nieve.
Póngasela sobre la lengua y deje que se disuelva. Estará lista para usar dentro de
media hora.
Alfreda obedeció y notó inmediatamente cómo se disolvía el copo de nieve en su boca.
1 Contesta:
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c) ¿Qué consecuencias tiene ese problema?
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5 Imagina que te quedas sin voz. Explica cómo te gustaría que te tratasen y
cómo te las ingeniarías para comunicarte con los demás.
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