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Enrique Vega M.
- Facultades: Se llaman así las diversas capacidades que el sujeto tiene para
captar o procesar información proveniente del mundo a través de operaciones
específicas. Son la sensibilidad y la razón. A grandes rasgos, mediante la
sensibilidad el ser humano adquiere información de su entorno a través de los
sentidos (visión, tacto…). Por su parte, por medio de la razón el hombre opera
con los conceptos o ideas, ya sea produciéndolos o relacionándolos. Algunos
filósofos distinguen otras facultades o les otorgan otros nombres (conciencia,
entendimiento, etc).
Si observamos una fotografía de nuestra infancia, ¿qué vemos en ella?. Sin duda,
habría allí sólo algunos rasgos de lo que actualmente somos y quizás, ni siquiera
esos rasgos. Y, sin embargo, debemos reconocer que ese niño de la fotografía
somos nosotros mismos. Ahora bien, ¿qué es lo que prima en el ejemplo que
acabamos de señalar?: ¿lo que cambió en nosotros o lo que permaneció? ¿hay
algo que permanezca idéntico en nosotros después de tanto tiempo o nada hay en
nosotros de ese niño que fuimos? Y si así fuera, ¿por qué podemos hablar de
nosotros mismos en ese entonces y ahora? Este ejemplo nos puede ayudar a
introducirnos en la problemática del conocimiento. Observamos que hay dos
aspectos de la realidad en este ejemplo, sinteticémoslo en una expresión: “somos
lo mismo, pero no somos lo mismo”.
Una realidad la captamos por los sentidos (hemos cambiado de tamaño, color,
forma, etc.) ; otra nos la da el conocimiento intelectual de algo (a pesar del
cambio aparente, somos la misma persona). Pero, ¿qué realidad es más
importante? ¿cuál es la verdadera realidad? ¿prima el cambio o la permanencia?
La cuestión queda planteada, hay dos formas de conocer (al menos en principio):
la sensación y el intelecto. Ambas son facultades del que conoce (sujeto) y se
sirve de ellas para conocer la “realidad particular” (objeto). ¿Cuál de estas dos
formas prima sobre la otra, o no existe esa primacía? En primera instancia, la
sensación tiene mucha fuerza, puesto que corresponde a la esfera de lo tangible,
pero examinemos algunos ejemplos.
Si deseamos cruzar una calle, observamos a uno y otro lado antes de hacerlo; al
entrar a una pieza oscura tanteamos el terreno antes de ingresar, mientras
buscamos el interruptor; al comer un trozo de fruta descompuesto, lo escupimos,
sin preguntarnos acaso la sensación nos ha engañado. De estos ejemplos
podemos deducir que vivimos de acuerdo a lo que nuestros sentidos nos
informan; en ese vivir en medio de los sentidos no hay cuestionamiento de
nuestro entorno. En efecto, esto es necesario para la vida, pues de no ser así,
dudaríamos, como aquel asno melancólico que murió de hambre a la vista de
dos parvas de heno, una tan apetitosa como la otra, sin decidirse jamás por cuál
escoger. Pero en un análisis más concienzudo, nos encontramos con problemas
que se resuelven más allá de los sentidos. Enumeremos algunos:
2. Si le pedimos a una persona que imagine que alguien pasa una lima por sus
dientes o su lengua por el filo de una hoja de afeitar, es bastante probable
que reaccione con incomodidad, aunque jamás haya vivenciado una de
aquellas experiencias. Del mismo modo, sentimos apetito ante la descripción
pormenorizada de un plato o un sándwich de atractivas características. ¿Qué
tipo de conocimiento es éste? Si ahora se tratara de una descripción de una
comida con ingredientes o resultados desconocidos, ¿podríamos sentir
igual?; y si no es así, ¿por qué no?.