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MJ Doc 5561 Ar
MJ Doc 5561 Ar
Título: El fallo P.A. c/ S.A.C. s/ medidas precautorias. El deber jurídico de ser padre
Fecha: 17-oct-2011
Producto: MJ,SYD
I. INTRODUCCIÓN
Tal decisión judicial origina un dilema ético (y un conflicto jurídico) sumamente difícil de
resolver, en el que además de los principios jurídicos y filosóficos que impregnan nuestro
ordenamiento, se ponen en juego valores y creencias personales no susceptibles de ser
sometidas al escrutinio judicial (al menos para quien esto escribe).
Trataré de abordar sucintamente mis pocos argumentos y plantear mis muchísimas dudas.
No existe duda alguna de que el ejercicio de los derechos reproductivos, tanto en su faz
positiva (concepción) como en su faz negativa (contracepción) se enmarca en el ámbito de
señorío que le es reconocido a todo sujeto por nuestro ordenamiento constitucional, en su art.
19. Ese LIBRE CAMPO DE AUTODETERMINACIÓN, donde todo individuo puede ejercer sus
elecciones personales conforme sus propios valores y principios sin intromisión ajena, que
garantiza el propio proyecto de vida sin interferencias arbitrarias de terceros, es inclusive
mucho más amplio que el concepto bioético de autonomía, entendido este último como el
derecho de todo individuo a tomar las decisiones en orden al cuidado de la salud, luego de ser
informado de manera adecuada, completa y veraz por el profesional.
Ahora bien, uno de los argumentos más llamativos del fallo que comento es sostener la
existencia de un contrato, de un régimen jurídico al cual el demandado se ha sometido
voluntariamente y -por esa misma razón- no puede ahora desconocer ni mucho menos
incumplir. Sólo que ese RÉGIMEN JURÍDICO es, ni más ni menos, que la concreción o
abstención del deseo de ser padre. Conforme esta decisión judicial, el compromiso que surge
entre dos personas cuando deciden iniciar una vida en común y fundar una familia constituye
una obligación jurídica por la cual -quien cambia de parecer- debe hacerse cargo de concretar
los proyectos tejidos en común, aún cuando su deseo se haya modificado o desaparecido.
Empero lo aún más llamativo en este caso es que no hablamos de niños, ni siquiera de fetos,
estamos hablando de ovocitos, óvulos fecundados extracorpóreamente y criopreservados. En
otras palabras, estamos hablando de UNA POSIBILIDAD DE PATERNIDAD pero no de una
paternidad siquiera actual.
Si aceptáramos -tal como afirma el fallo en comentario- la paternidad biológica por el solo
hecho de entregar material genético a los fines de realizar la inseminación artificial, nos
veríamos en un menudo problema de admitir otro tipo de técnicas -que efectivamente se
realizan- que emplean material genético distinto a los padres -así llamados- subrogantes.
Es en este punto que nos adentramos al primer cuestionamiento -no ya sólo juídico y bioético-
sino personal: ¿se puede imponer la paternidad futura, en potencia? Cambiar de opinión (o de
proyecto de vida) ¿acarrea responsabilidad jurídica?
Entiendo que cuestiones que se encuentran amparadas por nuestro art. 19 CN no pueden
recibir un tratamiento meramente contractualista:no puede imponerse desde el ordenamiento
jurídico una obligación de concretar el proyecto de ser padre, de fundar una familia. No se
puede reclamar jurídicamente a un tercero por haber renunciado a formalizar un proyecto de
vida en común, por desechar o frustrar una esperanza de futuro que está relacionada con el
ejercicio de derechos personalísimos.
Cuando el espermatozoide se deposita en la vagina, viaja a través del cuello uterino hasta las
trompas de Falopio.
El zigoto continúa dividiéndose, creando un grupo interno de células con una envoltura externa,
etapa que se denomina blastocisto. El grupo interno de células se convertirá en el embrión,
mientras que el grupo externo pasará a convertirse en las membranas que lo nutren y lo
protegen. El blastocisto alcanza el útero alrededor del quinto día y se implanta en la pared
uterina, aproximadamente al sexto día. En ese momento en el ciclo menstrual de la mujer, el
revestimiento del útero ha crecido y está listo para brindar soporte al feto. El blastocisto se
adhiere fuertemente al revestimiento, donde recibe nutrición a través del torrente sanguíneo de
la madre.
Las células del blastocisto ahora se multiplican y comienzan a ocuparse de sus funciones
específicas. Es la etapa del embrión.Este proceso se llama diferenciación y conduce a los
diversos tipos de células que conforman un ser humano (como las células sanguíneas, renales
y nerviosas). Hay un rápido crecimiento y las principales características externas del bebé
comienzan a tomar forma. Es durante este período crítico de diferenciación (la mayor parte del
primer trimestre) que el feto en desarrollo es más susceptible de sufrir daños.
Ahora bien, ¿cuándo y qué es ser persona?
Desde los albores del pensamiento filosófico griego -alcanzando su apogeo con el racionalismo
cartesiano- se ha aceptado que todos tenemos experiencia de nuestros hechos de conciencia,
de esa actividad interna con que conocemos, sentimos, etc. Estos hechos son realidades de
las cuales no podemos dudar, porque están inmediatamente presentes en nuestra conciencia y
se producen en ella con una claridad incuestionable.
Desde que nace, el niño comienza un largo camino evolutivo de autoconciencia y conciencia
del mundo exterior, que le permite conocerse y relacionarse con los otros.Es un ser temporal y
espacial, que -de a poco- va adquiriendo destrezas que le ayudan a enfrentar y manipular la
realidad, conforme sus propios intereses.
Por lo que se refiere a sus necesidades inmediatas y a sus intereses prá cticos el hombre -
desde niño- depende de su ambiente físico. No puede vivir -ni sobrevivir- sin adaptarse
constantemente a las condiciones del mundo que lo rodea. En realidad, los primeros pasos
hacia la vida intelectual y cultural pueden describirse como actos que implican una suerte de
adaptación mental al entorno. (2) El surgimiento de la capacidad simbólica -el manejo del
lenguaje- resulta determinante en esta adaptación al medio circundante y a la interacción.
Sin embargo, y a la luz de las figuras de aborto tipificadas en nuestra legislación penal, y a las
nuevas técnicas de fertilización asistida, debemos analizar qué sucede con ese niño antes de
su nacimiento.
Conforme nuestro Código Civil el feto es considerado persona por nacer y adquiere derechos
sujetos a su nacimiento con vida (cfr. arts. 63, 70 y cc). Por su parte, el art. 4 inc 1 PSJCR
establece que "la vida comienza, en general, a partir de la concepción en el seno materno". De
ambas normas, la última de ellas con rango constitucional atento lo dispuesto por el art. 75 inc.
22, se deriva que el feto es considerado persona desde la concepción en el seno materno, pero
de allí no se infiere -necesariamente- que la protección jurídica que se le deba dispensar sea
de la misma intensidad que a la persona efectivamente ya nacida y desarrollada. En este
sentido, el cadáver tiene, conforme nuestra legislación, una determinada protección jurídica en
cuanto REPRESENTACIÓN y RESTO de quien en vida fuera una persona. Pero NO es esa
persona ni se confunde con ella.En otras palabras, es la legislación positiva la que determinará
el grado, extensión e intensidad de la protección que se le dispensará al bien jurídico vida, en
sus distintas etapas evolutivas hasta la muerte.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que si bien el derecho a la vida constituye uno de
los bienes de mayor jerarquía, en un sistema personalista y humanista como el nuestro, en el
cual el hombre es el centro, razón de ser y finalidad del sistema político, no implica el
desconocimiento de otros derechos de igual o similar jerarquía (verbigracia: el derecho a la
dignidad, el derecho a la intimidad con su correlato en las llamadas CONDUCTAS
AUTORREFERENTES).
No hay duda de que, desde el punto de vista ontológico, la vida, como bien propio de cada
individuo, tiene el mismo valor, con independencia de los accidentes -en sentido aristotélico-
que en el caso particular se puedan presentar (edad, sexo, desarrollo, salud, situación
económica y/o social y/o cultural, etc.). Sin embargo, desde el punto de vista del Derecho
Penal (que es aquel llamado a proteger con mayor intensidad los bienes jurídicos frente a una
conculcación o desconocimiento grave), no todas las conductas (acciones y/u omisiones) que
producen un ataque al bien jurídico VIDA reciben el mismo tratamiento, ni son consideradas de
la misma manera, ni tienen la misma relevancia legal.
Si el bien VIDA fuera un valor absoluto -desde la óptica del Derecho Penal- el suicidio debería
estar penado; todas las muertes deberían recibir la misma pena y ninguna muerte podría estar
justificada. Sólo a título meramente ejemplificativo: el homicidio simple (art. 79 CP) tiene una
pena de ocho a veinticinco años de prisión o reclusión; el homicidio agravado (art. 80 CP),
reclusión o prisión perpetua; el homicidio en emoción violenta (art. 81 inc. 1 a CP), reclusión
de tres a seis años o prisión de uno a tres años; el aborto sin consentimiento de la mujer (art.
85 inc. 1 CP), reclusión o prisión de tres a diez años; y el aborto con consentimiento de la
mujer (art. 85 inc. 2 CP), reclusión o prisión de uno a cuatro años; el homicidio en ejercicio de
legítima defensa -propia o de terceros- (art. 34 incs.6 y 7 CP) resulta impune porque se
encuentra justificado. Frente a estos ejemplos, es indudable que el Derecho Penal no
VALORA -a los fines de su protección- del mismo modo el bien VIDA, sino que la concreción e
intensidad de esa protección va a depender en algunos casos del sujeto, en otros del modo
comisivo, en otros de la finalidad, etc.
De esta manera, nos estamos refiriendo a algo más que a una vida biológica de un ente que el
derecho considera ser humano. Estamos pensando en el individuo en tanto perceptible al ojo
desnudo y que tiene su historia de vida incontrovertiblemente interactiva. Múltiple e
incesantemente relacional. El sujeto que no precisa más que de su propia facticidad como
nacido para instantáneamente tornarse un centro de imputación jurídica. En consecuencia,
sujeto capaz de adquirir derechos en su propio nombre, más allá de ciertas condiciones de
tiempo y de sanidad mental; también en nombre propio contraer voluntariamente obligaciones,
sujeto en tanto centro de imputación de normas que significan imposición de deberes. Lo cual
sólo puede suceder a partir del nacimiento con vida. Individuo-persona que se dotará de toda
una gradual formación moral y espiritual. Todo lo cual nos permite arrimar una definición
provisoria desde la óptica jurídica: vida human a ya revestida del atributo de la personalidad
civil es el fenómeno que transcurre entre el nacimiento con vida y la muerte.
Reiteramos que la cuestión no reside exactamente en determinar el inicio de la vida del homo
sapiens, sino en saber qué aspectos o momentos de esa vida están válidamente protegidos por
el derecho y en qué medida.
Preguntarse cuándo comienza la vida humana o qué es vida humana son preguntas que
contienen un enunciado que remite a una regresión infinita:las células humanas en el óvulo
antes de la fecundación, así como en un óvulo fecundado, en un embrión, en un feto, en un
niño o en un adulto. El ciclo interminable de generación de la vida humana envuelve células
humanas y no humanas, a tal punto que describimos el fenómeno biológico como
reproducción y no simplemente como producción de vida humana. Mas eso no impide,
reiteramos, que nuestro ordenamiento jurídico y moral pueda reconocer algunos estadíos de la
biología humana como pasibles de mayor protección que otros. Es el caso, como ya lo hemos
expresado, del cadáver humano, aunque aún así no pueden compararse con las protecciones
jurídicas y éticas ofrecidas a una persona adulta viva. En consecuencia, considerar que el
marco de la fecundación resulta suficiente para el reconocimiento del embrión como poseedor
de todas las protecciones jurídicas y éticas disponibles para la persona ya nacida implica
asumir que, en primer lugar, la fecundación expresaría no solamente un marco simbólico en la
reproducción humana, sino que la resumiría heurísticamente; una tesis esencialmente
metafísica. En segundo lugar, habría una continuidad entre óvulo fecundado y futura persona,
pero no entre óvulo no fecundado y otras formas de vida celular humana. Tercero, frente a la
ausencia de úteros artifíciales la potencialidad embrionaria de desenvolverse intra-útero
presupondría el deber de la mujer a la gestación, como forma de garantizar la potencialidad de
la anidación. Cuarto, la potencialidad embrionaria de desenvolverse intra-útero debería estar
garantizada -para ello- por un principio constitucional de derecho a la vida.
En apoyo a esta tesis acuden las palabras de Ronald DWORKIN (5), cuando afirma: "Creemos
que una vida humana exitosa sigue un cierto curso natural. Comienza con un simple desarrollo
biológico -la concepción o desarrollo del feto y de la primera infancia- y después prosigue con
la educación y las elecciones sociales e individuales, culminando en la capacidad de establecer
relaciones y alcanzar los más variados objetivos.Después de un período de vida normal,
termina con la muerte natural. El desperdicio de las inversiones creativas naturales y humanas
que constituyen la historia de una vida normal, ocurre cuando esa progresión normal se ve
frustrada por la muerte, prematura o no. Cuán lamentable ello sea -el tamaño de la frustración-
depende de la fase de la vida en que ocurre, pues la frustración es mayor si la muerte sucede
después de que la persona ha realizado una inversión personal significativa en su propia vida,
y menor si ocurre después de que alguna inversión ha sido sustancialmente concretizada o tan
sustancialmente concretizada como pudiera ser".
Que quede bien claro que no se niega que el inicio de la vida humana sólo puede coincidir con
el preciso momento de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Éste se funde en el
primero para la formación de una célula unitaria que consiste en el zigoto. Tal como se da con
la desconcertante aritmética del amor: "uno más uno igual a uno", conforme la magnífica
expresión de Jean Paul SARTRE. No puede ser diferente.No existe otra "materia prima" de la
vida humana o modo diverso por el cual ese tipo de vida animal pueda comenzar, ya sea en
virtud de una relación sexual o en virtud de un ensayo o cultivo en laboratorio. Al final, el zigoto
en tanto primera fase del embrión humano es eso mismo: el germen de todas las demás
células del hombre (por eso en su primera etapa se lo denomina "célula madre"). Sin embargo,
ese insustituible inicio de la vida es una realidad bien distinta de aquella constitutiva de la
persona física o natural; así como no existe proceso civil sin demanda ni sentencia sin
proceso, cada una de ellas constituye una etapa que desemboca en el pronunciamiento
judicial, pero no se confunden entre sí y merecen una regulación distintiva.
Es por estas razones que impacta como otra cuestión bioética dilemática surgida de este fallo
el status que se brinda a los embriones. En este sentido, no se debe pasar por alto la
importancia que se otorga a los embriones, e inclusive -como en este caso- al óvulo
fecundado, muchas veces en detrimento de las mismas mujeres, en especial, y en este caso -
todo un hallazgo, como ya lo hemos remarcado- del hombre en cuanto proveedor del material
genético. Esta PRIORIDAD de los embriones está sutilmente presente en algunas actitudes,
en la terminología utilizada y en ciertas prácticas que determinan y limitan disimuladamente las
opciones que pueden ofrecérsele a una mujer o a una pareja, como por ejemplo, el rechazo a
criopreservar embriones cuando no existe ninguna ley que lo prohíba; o la obligación de donar
embriones; o la terminología que se utiliza: ADOPCIÓN PRENATAL, y finalmente la paradoja
de introducir el diagnóstico genético pre-implantatorio cuando no se acepta el descarte de
embriones.
Los ovocitos -expresión técnicamente más precisa que embriones -a los cuales se refieren
estas técnicas son aquellos derivados de una fertilización que se obtiene sin el coito entre la
pareja, fuera de la relación sexual. Del lado externo del cuerpo de la mujer y del lado de dentro
de las probetas o tubos de ensayo. En una palabra, concepción artificial o en laboratorio, en el
lugar donde dejan de coincidir los fenómenos de la fecundación y del embarazo. La primera ya
existente, mas la segunda ausente. De donde se deduce que si bien toda gestación humana
principia con un embrión igualmente humano, no todo embrión humano desencadena una
gestación igualmente humana. Situación en la que también dejan de coincidir concepción y
nasciturus, por lo menos hasta que el ovocito, es decir el óvulo ya fecundado, no sea
introducido en el útero materno y anide.
En consecuencia, con estas técnicas no se interrumpe ningún embarazo humano, porque así
como ninguna mujer está MÁS O MENOS EMBARAZADA (en el sentido de que el embarazo
es radical y no permite gra dos, o es un hecho consumado o no existe); del mismo modo
ninguna mujer puede embarazarse a distancia. Por lo cual, mucho menos puede hablarse de
maternidad o paternidad respecto de embriones criopreservados.Es más, entiendo que la
palabra EMBRIÓN también luce desacertada, ya que lo que se criopreserva es el óvulo
fecundado por el espermatozoide, el zigoto, que -a menos que sea introducido en el útero
materno y anide- no podrá transformarse nunca en embrión, en feto, en persona.
En este mismo sentido argumentativo, resulta claro que no se trata siquiera de interrumpir la
trayectoria extra-uterina del material constituido y acondicionado en un tubo de ensayo,
simplemente porque ese modo de surgir en laboratorio y permanecer confinado IN VITRO es,
para el zigoto, insusceptible de progresión reproductiva. Es que resulta cierto que, a falta del
ambiente orgánico femenino propio donde desenvolverse, el óvulo ya fecundado, pero en
estado de congelamiento, se estanca en su propia línea de partida genética. No existe la forma
de que alcance la fase que, en la mujer embarazada, corresponde a la anidación, que es la
antesala del feto. Es que el ovocito así concebido, se detiene en sus primeros grados de lo que
sería su propia evolución genética, ya que se encuentra imposibilitado de experimentar por sí
mismo la metamorfosis de humanización que ocurriría con su eventual anidación. Anidación
que es ya la fase de implantación del zigoto en el endometrio o pared del útero, en la
perspectiva de su conversión en feto.
El zigoto así referido no resulta jamás una vida en camino de convertirse en otra vida
virginalmente nueva. Le faltan todas las posibilidades de desarrollar las primeras terminaciones
nerviosas que son el anuncio biológico de un cerebro humano en gestación. En otras palabras,
no tiene cerebro. Ni concluido ni en formación. Por lo tanto, la persona humana no existe ni
siquiera como potencialidad. No tiene la posibilidad de configurar la maternidad ni paternidad ni
de dotarse de un substrato cerebral que, en definitiva, es la razón de ser de la atribución de
una personalidad jurídica al nacido.
Si la ley nacional permite hacer coincidir la muerte encefálica con el cese de la vida de una
persona humana; si ya está así positivamente regulado que la muerte encefálica es el preciso
punto terminal de la personalizada existencia humana, que permite justificar la remoción de
órganos, tejidos y partes del cuerpo aún físicamente pulsante para fines de trasplante,
investigación y tratamiento; entonces el ovocito congelado no puede considerarse persona
humana, más allá, reiteramos, de que puedan establecerse algunas protecciones particulares
en pos de la HUMANIDAD con que lo envestimos.
En efecto: "Partiendo de que aquí no estamos frente a un acto jurídico sino a una mera
manifestación de voluntad no negocial o mero acto lícito, la cuestión se simplifica y
desaparecen las rigideces legales referidas a capacidad, incapacidad y representación,
régimen de nulidades, etc. Con ello, todo se torna más normal y práctico, se vuelve al sentido
común y no hace falta acudir a distorsiones referentes a la normal representación de los
incapaces ni complicar el régimen de capacidad y representación legal buscando a estos fines
excepciones que no figuran en ninguna norma. Debe atenderse más bien a razones de aptitud
psicológica a que el sujeto pueda o no ejercer personalmente su derecho a otorgar un
consentimiento informado luego de la adecuada revelación de lo que necesita saber para
decidir.En tanto si se piensa que se está ante un acto jurídico no se trata sólo de una cuestión
fáctica sino que debe existir una causal jurídicamente relevante que impida la plena capacidad;
por el contrario, si se considera que se está ante una declaración de voluntad no negocial, ante
un mero acto lícito, la cuestión no se refiere ya a una incapacidad legal, sino a una
imposibilidad fáctica, la que fácilmente puede darse en el caso de enfermedad física o
psíquica, momentos en que existe cierta debilidad, poca disposición para entender o dificultad
para recibir una explicación, en que el paciente esté bajo efecto de calmantes, o
excepcionalmente nervioso, irritable o dolorido".(8)
Haciendo una rápida lectura del art. 6, ap. 1 de la Declaración de la Unesco (10), como así
también de los arts. 6 y 8 de la Ley 26.529, se interpreta claramente y de manera precisa que
la obtención del consentimiento informado se impone como obligatoria, en forma previa a toda
intervención profesional médica, incluso para los supuestos de exposiciones con fines
académicos. Para ello se requiere, como venimos exponiendo, de una activa participación del
paciente en conjunto con su profesional médico en este proceso de atención asistencial;
siendo recomendable que este proceso suceda en el marco de la relación médico - paciente.
Pero frente a todo lo dicho, debe tenerse en cuenta que el derecho al rechazo de un
tratamiento médico es la contrapartida y a su vez la consecuencia natural del consentimiento
informado. En efecto: toda vez que se reconozca a las personas un derecho a ser informados
de los aspectos relevantes que hacen a la terapéutica médica que se les propone, y a consentir
su aplicación, deberá reconocérseles la facultad de rechazar tal tratamiento. (12) No sólo
ello:siendo el consentimiento informado una manifestación unilateral de voluntad que hace al
ejercicio del derecho personalísimo a la salud del propio paciente, es esencialmente revocable,
facultad que no puede ser limitada a priori.
Resulta por ello preocupante que el fallo en comentario mencione que el demandado ha dado
su consentimiento informado para someterse a las técnicas de fertilización in vitro, con lo cual
ha aceptado una supuesta paternidad de los embriones que lo obligan a autorizar la
implantación en su ex mujer y asumir -de este modo- su posible paternidad, sin reconocerle el
derecho que le asiste a cambiar de idea respecto del tratamiento de su infertilidad y de los
tratamientos que acepta o rechaza.
V. CONCLUSIONES
Es cierto que el demandado -en su momento- aceptó someterse a las técnicas de fertilización
artificial y criopreservar los EMBRIONES. También es cierto que firmó un convenio con su ex
mujer en el cual se establecían pautas para el caso de separación. Pero el punto a dilucidar es
si esa clase de acuerdos personales son susceptibles de acarrear consecuencias jurídicas. Si
el deseo puede ser impuesto por un juez, si los proyectos de vida pueden ser jurídicamente
regulados y exigidos. En una palabra, si la libertad individual puede ser condicionada por una
expectativa a concretar el derecho a ser madre de un tercero.
Para quien esto suscribe, no existe conflicto entre el derecho a la vida del nasciturus y la
libertad individual de su padre o madre. Como ya lo hemos sostenido, el ovocito es la célula
madre, germinal, pero no es persona ni puede confundirse con ella. Es cierto que merece
determinadas protecciones legales contra tentativas livianas o poco serias de limitación, pero
no creo que esas protecciones legales puedan llegar hasta imponer la obligación de ser
padre/madre, sin que ello implique violentar principios constitucionales fundamentales.
Personalmente, no creo que la maternidad/paternidad pueda imponerse por ley. Ningún vínculo
afectivo puede efectivizarse a través de la ley.Podrá haber un emplazamiento en un
determinado estado civil, podrá existir un parentesco, pero los sentimientos y los proyectos
personales no pueden decretarse ni regularse. Y me apresuro a contestar una posible crítica:
no existe en el presente la conculcación a un derecho de terceros que limite el ejercicio de la
autonomía jurídica. Tal como ya hemos demostrado, no estamos hablando ni de un embrión, ni
de un feto ni mucho menos de un niño. Estamos refiriéndonos a material genético de un
hombre y una mujer que han permitido la fertilización y la creación de un ovocito que -de
implantarse y anidarse en el útero materno- podrá ir evolucionando hasta convertirse en
persona humana concreta y efectiva, pero no es esa persona ni se confunde con ella.
Nos preguntamos qué será de estos hijos así concebidos: con la oposición paterna, con la
ausencia de su deseo de paternidad y como consecuencia de una batalla judicial. ¿Estamos
verdaderamente pensando y actuando en su mejor interés?
Amén de ello, debemos plantearnos -como sociedad- cuál será el espacio que le daremos al
avance tecnológico. El conocimiento científico (y su producto) es un instrumento valiosísimo
de bienestar para el ser humano, pero muchas veces termina convirtiéndose en nuestro propio
Frankestein: imparable, termina fagocitando las más elementales libertades y derechos
individuales, termina transformándose en un imperativo tecnológico: ya no es una herramienta
sino que termina siendo una imposición. Debemos regular el uso y aplicación de la tecnología
de manera de armonizar este avance científico con los legítimos intereses constitucionalmente
tutelados. Debemos invitar a la discusión no sólo al Derecho, sino a la Medicina y a la Bioética.
Debemos iluminar la cuestión científica a través de los valores morales que una sociedad
liberal y humanista privilegia y sustenta.
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(1) CIRUZZI, María S.: "La procreación: ¿derecho o deber? El avance tecnológico como
imperativo categórico: beneficio, perjuicios y prejuicios", Microjuris 2011.
(4) DA SILVA, José A.: Curso de Direito Constitucional Positivo, 20ª edição, Malheiros
Editores, 2001, p. 196.
(7) LORDA, Pablo S.: Revista Medicina Clínica Vol 100, 17, Universidad Complutense.
(8) HIGHTON, Elena y WIERZBA, Sandra: "La relación médico paciente-El consentimiento
informado".
(9) LORDA Pablo S.: "La evaluación de la capacidad de los pacientes para tomar decisiones y
sus problemas. En Estudios de Bioética", Madrid, 1997,Universidad Carlos III-Dykinson, p.
120.
(10) Art. 6: "1. Toda intervención médica preventiva, diagnóstica y terapéutica sólo habrá de
llevarse a cabo previo consentimiento libre e informado de la persona interesada, basado en la
información adecuada. Cuando proceda, el consentimiento debería ser expreso y la persona
interesada podrá revocarlo en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe para
ella desventaja o perjuicio alguno."