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STEVEN GONZALEZ ENCISO

SEMINARIO AGUSTIN-SANTO TOMAS

CIUDAD DE DIOS COMO UTOPÍA Y HUMANISMO

San Agustín en su basta capacidad intelectual hace la tan afamada distinción de las
ciudades, la ciudad de Dios y la ciudad del hombre, en donde la primera conviene al
plano celestial ultramundano y trascendental, y la segunda es el plano terrenal hombre,
esta distinción es originaria en el amor, en el amor que el hombre tiene tanto por dios y
por sí mismo, es decir, en cuanto el ser humano ame más a dios sobre todas la cosas
entonces se concibe la ciudad de dios, en vez de que si este ame más a sí mismo,
entonces se hallará en un plano corpóreo y mundano. En ese sentido, Agustín adjudica
categorías morales de “bueno” y “malo” a dichas ciudades, pues en su visión cristiana la
ciudad de dios corresponde a lo más puro y perfecto, por el contrario de la ciudad del
hombre, una ciudad donde reina la imperfección y la “carne” concepto ampliamente
utilizado por Agustín para dirigirse a las pasiones e instintos humanos. Sin embargo, en
su concepción del amor hacia dios, que daría la concepción a la ciudad de Dios, San
Agustín afirma que en el plano terrenal es posible encontrar la paz y una vida acorde a
los principios de dios, ¿cómo se concibe esto? Con la introducción a una nueva ciudad,
es decir, unificando los elementos de las dos últimas puede encontrarse una ciudad
tercera que se funde a sobremanera en el acérrimo y fiel amor hacía dios, pero en un
plano mundano y terrenal. En dicho sentido, al estar la comunidad sujeta a la ciudad de
dios dentro de la ciudad terrenal, o viceversa, puede hallarse un mundo donde los
pecados del hombre sean más que olvidos, debido a que, si todo se funda en el amor a
dios, no existe diferencia ni individualidad, que es el origen de envidia y por
consiguiente la parafernalia del sufrimiento humano en sociedad.

Por lo tanto, esta concepción de una tercera ciudad de ubica en un plano humanista
realista, una sociedad igualitaria basada en la unanimidad del amor hacia Dios, donde
todos son iguales y las cosas de la realidad mundana también lo son, en concordancia
con; “todas las cosas les eran comunes y se distribuía a cada uno según su necesidad”.
Aunque, es bien sabido que dicha concepción de la ciudad tercera en un plano realista
no es más que una utopía, no deja de entreverse la gran visión humanística que tenía el
gran pensador San Agustín.

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