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1 INTRODUCCIÓN.
2 LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA.
2.1 LA “FIESTA” DE ABRIL.
2.2 EL GOBIERNO PROVISIONAL.
2.3 ELECCIONES A CORTES CONSTITUYENTES.
3 LA CONSTITUCIÓN DE 1931.
3.1 APROBACIÓN.
3.2 ANÁLISIS.
3.3 VALORACIÓN.
4 EL BIENIO REFORMISTA.
4.1 LA COALICIÓN AZAÑISTA.
4.2 LA REFORMA AGRARIA.
4.3 ESTADO INTEGRAL Y AUTONOMÍAS.
4.4 LA REFORMA DEL EJÉRCITO.
4.5 LA CUESTIÓN RELIGIOSA.
4.6 REFORMAS SOCIALES Y EDUCATIVAS.
4.7 LA OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE AZAÑA.
5 EL BIENIO CONSERVADOR.
5.1 LA REORGANIZACIÓN DE LAS DERECHAS.
5.2 LA PARALIZACIÓN DE LAS REFORMAS.
5.3 LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934.
5.4 EL FINAL DEL BIENIO.
6 EL FRENTE POPULAR.
6.1 LAS ELECCIONES DE FEBRERO DE 1936.
6.2 HACIA LA GUERRA CIVIL.
7 CONCLUSIÓN.
1 INTRODUCCIÓN.
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2 LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA.
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circunscripciones electorales, candidaturas de listas abiertas y una prima muy elevada
para las mayorías vencedoras, que copaban el 80% de los escaños de cada
circunscripción.
Los resultados dieron una victoria aplastante a la conjunción republicana y
socialista que estaba en el gobierno. La suma de diputados de esta tendencia
representaba casi el 90% de la Cámara. Por partidos había hasta 19 grupos en las Cortes
entre los que destacaban:
• Partido Socialista (PSOE). 113 diputados.
• Partido Radical. 89 escaños.
• Partido Radical-Socialista. 61 diputados.
• Esquerra Republicana de Cataluña. 36 escaños.
• Acción Republicana. 26.
• Derecha Liberal. 22.
• ORGA. 15.
La composición de estas Cortes reflejaba el cambio político acontecido en el mes
de abril, pero no la totalidad de las tendencias políticas existentes en el seno de la
sociedad española del momento. La escasa representación de los partidos conservadores
o antisistema dio la falsa imagen de que en el nuevo régimen sólo había republicanos,
cuando en realidad lo que los unía a todos era su oposición a la monarquía y no la
defensa de la República. Esta percepción política sería severamente corregida en las
elecciones posteriores.
Desde el punto de vista social, la composición de las Cortes constituyentes también
trajo grandes novedades, al incorporar a la vida política a las nuevas clases medias
urbanas y, de forma muy señalada, a profesores e intelectuales.
Las Cortes fueron abiertas en sesión solemne, el 14 de julio. El socialista Basteiro
fue elegido presidente y el Gobierno Provisional se sucedió a sí mismo, como expresó su
presidente Alcalá Zamora, pero amparado en la legitimidad derivada de las urnas. La
primera tarea de las Cortes era la elaboración de una nueva Constitución.
3 LA CONSTITUCIÓN DE 1931.
3.1 APROBACIÓN.
3.2 ANÁLISIS.
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“una República de trabajadores de todas clases”, resaltando así su voluntad popular. La
Constitución establecía los siguientes principios:
3.3 VALORACIÓN.
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4 EL BIENIO REFORMISTA.
Azaña accedió por primera vez a la presidencia del gobierno en octubre de 1931,
después de las dimisiones de Alcalá-Zamora y Miguel Maura, provocadas por la solución
dada en las Cortes a la cuestión religiosa.
Aprobada la Constitución se acordó la continuidad de las Cortes constituyentes, así
como la elevación a la presidencia de la República de Niceto Alcalá-Zamora. Quedaba
pendiente la elección de un nuevo gobierno. Las alternativas para presidirlo estaban entre
el viejo líder republicano radical, Lerroux, y Azaña, líder de un partido minoritario como era
Acción Republicana.
La composición del gobierno Azaña de diciembre de 1931 tuvo mayores
consecuencias de las previstas inicialmente. El centro de gravedad del ejecutivo
descansaba en una alianza entre los republicanos de izquierda (incluidos catalanes y
gallegos) y los socialistas, lo que suponía apostar por una incorporación del socialismo
reformista al gobierno de la República, de forma paralela a lo que estaba sucediendo en
varios países europeos. Pero la opción por los socialistas conllevaba que se dejaba fuera
del gobierno a los radicales de Lerroux: era la primera escisión de la vieja alianza
republicana. Se trataba, para Azaña, de consolidar el régimen, con grupos republicanos
en el gobierno y en la oposición, y evitar así la aparición de partidos no leales a la
República. Pero este supuesto no funcionó, de modo que preferencia de Azaña por los
socialistas fue una decisión cargada de consecuencias para el futuro.
La decisión de promover una política específica para el sector agrario no era nueva
en España. Había dos grandes alternativas para afrontar el problema agrario español:
• Una reforma técnica, que lograse una mayor productividad de las explotaciones
agrarias o recuperase tierras para el cultivo, como intentó la política de
“colonización agrícola” desde 1907.
• O una reforma social, que combinase productividad con reparto o mejor
distribución de la tierra, excesivamente concentrada en una minoría de grandes
propietarios que, además, eran absentistas. Esta reforma era una de las
esperanzas seculares del campesinado del sur de España, que había quedado
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proletarizado por la política agraria del liberalismo del XIX.
Desde la crisis del 98, la organización del Estado había sido uno de los problemas
centrales de la política española. Los tímidos pasos dados por los gobiernos de la
Restauración, como la autorización de la Mancomunidad catalana, se cortaron con la
Dictadura de Primo de Rivera.
La solución a este problema ya había formado parte del pacto de San Sebastián y
se puso de nuevo sobre el tapete con la acción de Macià de proclamar el Estado catalán
el 14 de abril de 1931. La solución dada por la República a esta demanda de autonomía
se recogió en la Constitución, en la que se reconocía la posibilidad de que algunas
regiones pudieran elaborar sus Estatutos de autonomía y organizar su propio gobierno,
dentro de un Estado definido como integral. Fue una fórmula transaccional, para evitar
definir el Estado ni como central ni como federal.
La aplicación fue llevada a cabo en Cataluña, País Vasco y Galicia, donde fueron
plebiscitados sus correspondientes Estatutos de autonomía. En los tres casos, los
procesos estatutarios fueron impulsados por partidos de carácter nacionalista, aunque de
desigual implantación social.
• Cataluña.
La autonomía catalana fue liderada por Esquerra Republicana. Este era un partido
de carácter populista, con dos tendencias: la del nacionalismo radical de F. Macià y la del
republicanismo de izquierdas de Companys. Fue el principal partido de Cataluña, por
encima de la vieja Lliga de Cambó.
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El Estatuto de Nuria, plebiscitado en agosto de 1931 (antes que la Constitución),
fue aprobado por un 99% de votos de un censo del 75%. Las Cortes lo aprobaron en
septiembre de 1932, pues la oposición parlamentaria era muy fuerte, tanto entre
republicanos y socialistas como en la oposición. El Estatuto fue recortado en algunas de
las competencias previstas en su redacción inicial.
A partir de este momento, comenzaron a funcionar las instituciones autonómicas
catalanas, con Macià de presidente de la Generalitat y Companys como presidente del
Parlament. A la muerte del primero en 1933, lo sucedió Companys.
• País Vasco.
La autonomía vasca siguió un rumbo distinto de la catalana, dada la oposición que
la coalición azañista presentó al nacionalismo vasco, por su carácter foralista y católico. A
pesar del empeño autonomista del Partido Nacionalista Vasco (PNV), el Estatuto de
autonomía no logró ser aprobado en todas las provincias vascas. En 1932, los
ayuntamientos de Navarra lo rechazaron y en el plebiscito de 1933, el apoyo de la
población de Álava no llegó a la mitad del censo. El proceso se retomó tras la victoria del
Frente Popular en 1936.
• Galicia.
La autonomía gallega no llegó a concretarse durante la II República, a pesar de
haber sido aprobado por los ayuntamientos un texto estatutario en 1932. Su aprobación
en plebiscito tuvo lugar en junio de 1936, pero el estallido de la guerra impidió que
siguiese su curso parlamentario.
• El caso de Andalucía.
La Junta Liberalista de Andalucía estaba presidida por Blas Infante, quien participó
en la Comisión Técnica de la Reforma Agraria y llegó a plantear la creación del Estado
Libre de Andalucía en una España federal. En la Asamblea de Córdoba de 1933, se
redactó un Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía. Se trataba de un
documento moderado, anticentralista y antiseparatista, en el que se constituía la Región
Autonómica Andaluza dentro del Estado español. La Guerra Civil daría al traste con todo
ello.
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La República se propuso limitar la influencia de la Iglesia en la sociedad española y
secularizar la vida social. Estas intenciones quedaron plasmadas en la Constitución, que
estipuló la no confesionalidad del Estado, la libertad de cultos y la supresión del
presupuesto de culto y clero. También se permitió el divorcio y el matrimonio civil y se
secularizaron los cementerios. El temor a las órdenes religiosas por la influencia que
éstas tenían a través de la enseñanza llevó a la disolución de la orden de los jesuitas
(debido a que el cuarto voto de obediencia al Papa profesado por esta orden la hacía
depender de un poder extranjero) y a la nacionalización de sus bienes, a la vez que se
prohibió la enseñanza a las otras órdenes. Finalmente, la Ley de Congregaciones (mayo
de 1933) limitó la posesión de bienes a las órdenes religiosas y previó la posibilidad de
disolución en caso de peligro para el Estado.
El problema religioso creó al régimen republicano sus mayores enemigos y
protagonizó los debates más exaltados, lo que dio como resultado que una parte de los
sectores católicos de la sociedad percibiera esta legislación como una agresión a la
religión. Así, una buena parte de la jerarquía eclesiástica, salvando excepciones como el
cardenal Vidal y Barraquer, no dudó en manifestar su antagonismo hacia la República y
en movilizar a la opinión católica en su contra. La actitud manifiestamente hostil de parte
del cardenal Segura y del obispo de Vitoria provocó que el gobierno optase por una
medida de fuerza y dictase su expulsión del territorio español. A aumentar el clima de
tensión contribuyeron, también, el anticlericalismo tradicional de una parte de las clases
populares así como la violencia esporádica (quema de conventos) de los sectores más
radicales.
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parlamentaria del Partido Radical de Lerroux, al que progresivamente se fueron
agregando otras fuerzas de derecha, monárquicas o católicas. Pero el principal problema
de la coalición azañista provino del exterior parlamentario: de los conflictos obreros y
campesinos promovidos por la CNT; de las clases medias y acomodadas urbanas,
organizadas cada vez mejor por la Iglesia, y del ejército, que protagonizó una primera (y
fracasada) tentativa golpista en el verano de 1932, dirigida por el general Sanjurjo. Todo
ello fue agrietando el gobierno azañista, con fuerte oposición tanto política como social y
sindical.
Desde junio de 1933, la posición del gobierno azañista era cada vez más difícil, no
por dificultades parlamentarias, sino por la abundancia de conflictos sociales, la
organización política de la derecha y la falta de confianza del propio presidente de la
República. En septiembre de 1933, Alcalá-Zamora otorgó la presidencia del gobierno a los
radicales, primero a Lerroux y semanas después a Martínez Barrio. Su objetivo era la
convocatoria de nuevas elecciones generales, por entender que las Cortes constituyentes
ya no representaban el sentimiento político de la ciudadanía española.
5 EL BIENIO CONSERVADOR.
El período de más de dos años que va desde las elecciones de noviembre de 1933
a las del Frente Popular, de febrero de 1936, constituye una etapa histórica que se podría
caracterizar por su situación de bloqueo. A partir de 1934 crecieron las deslealtades a
derecha e izquierda y se hizo evidente que no era posible la alternancia política entre
partidos. Con el fracaso del partido centrista en las elecciones del 36 se hizo patente en
España lo que también fue frecuente en Europa: que se estaba viviendo una “edad de
extremos”.
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Renovación Española, partido liderado por José Calvo Sotelo, que defendía abiertamente
la necesidad de un golpe de Estado. Por su lado, los carlistas se agruparon en la
Comunión Tradicionalista y llegaron a un acuerdo electoral con los alfonsinos con el
propósito de unir las fuerzas monárquicas.
Grupúsculos de corte nacionalsocialista y fascista crearon, en 1931, las JONS
(Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), unidas más adelante a Falange Española,
partido fundado en 1933 y dirigido por José Antonio Primo de Rivera, el hijo del dictador.
Falange destacaba por su ideología antidemocrática, su defensa a ultranza del
nacionalismo español y presentaba un programa inspirado claramente en el fascismo
italiano. Defendían la formación de grupos paramilitares de acción directa, dispuestos a
enfrentarse con los militantes de izquierda.
Algunos sectores del ejército pretendieron recoger el descontento generado entre
los grupos más conservadores de la sociedad por la concesión de la autonomía a
Cataluña, las reformas religiosa y militar, así como la aparente alarma social creada por
las huelgas y desórdenes públicos. Haciéndose eco de este malestar, el general Sanjurjo
protagonizó un golpe de Estado con la pretensión de forzar el viraje de la República a la
derecha (agosto de 1932), pero fracasó estrepitosamente. En 1933 se creó la UME (Unión
Militar Española) como una organización clandestina de militares derechistas y
antirreformistas, que tendría una activa participación en el golpe de Estado de 1936.
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El viraje conservador y la obstrucción a la obra reformista llevada a cabo por la
coalición republicano-socialista en el bienio anterior tuvieron como consecuencia una
radicalización del PSOE y de la UGT. Su ala más izquierdista, liderada por Largo
Caballero, proponía no colaborar más con las fuerzas burguesas y propiciaba la
revolución social, mientras el sector más moderado, liderado por Indalecio Prieto,
defendía la necesidad de colaborar con los republicanos de izquierda para estabilizar la
República y profundizar en el proceso reformista.
El enfrentamiento con las fuerzas nacionalistas de Cataluña y del País Vasco, la
radicalización de los socialistas y la proliferación de huelgas y conflictos llevaron a la
CEDA a endurecer su posición y a reclamar una acción más contundente en materia de
orden público, exigiendo participar directamente en el gobierno bajo la amenaza de retirar
su apoyo parlamentario. El presidente del Gobierno, Lerroux, accedió a estas peticiones y
el 5 de octubre otorgó tres carteras ministeriales a la CEDA, que había mantenido siempre
una cierta ambigüedad respecto de la legalidad republicana y no escondía sus simpatías
hacia el fascismo.
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más político que en Asturias, ya que Lluís Companys quería evitar la formación de un
gobierno de derechas, en un momento en que la autonomía se veía en peligro como
consecuencia de la paralización sufrida en el traspaso de las competencias autonómicas.
La rebelión fue rápidamente sofocada con la declaración del estado de guerra y
con la ocupación del palacio de la Generalitat por el ejército al mando del general Batet.
La represión tampoco se hizo esperar y el gobierno de la Generalitat y el pleno del
Ayuntamiento de Barcelona fueron encarcelados. En total hubo más de 3.500 detenidos,
se suspendió la autonomía catalana y la presidencia accidental de la Generalitat quedó
provisionalmente en manos de un militar. Azaña, que se encontraba en Barcelona, fue
encarcelado y en Madrid también fueron detenidos varios líderes del Comité de huelga,
entre ellos Largo Caballero.
6 EL FRENTE POPULAR.
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(Izquierda Republicana, Unión Republicana), partidos regionalistas (Esquerra
catalana, Partido Galeguista) y partidos socialistas y comunistas (PSOE, PCE y
POUM). El programa del Frente Popular consistía en recuperar las grandes
líneas de actuación del primer bienio azañista, así como una amnistía general
para los represaliados por los sucesos del 34.
En medio de ambos frentes, estaban las candidaturas de carácter centrista,
inspiradas por Portela Valladares.
Los resultados de las elecciones dibujaron un nuevo mapa político. Las
candidaturas del Frente Popular obtuvieron la victoria por un estrecho margen de
votos, ganando en Madrid, Cataluña, Asturias y toda la periferia mediterránea, mientras
que las derechas se impusieron en Castilla y Aragón, y los centristas de Portela, en la
provincias de Lugo y Soria. La gran novedad de estas elecciones fue la desaparición del
Partido Radical, que se quedó reducido a cinco escaños. Los grandes triunfadores
fueron los partidos republicanos de Azaña, Martínez Barrio y Companys, que sumaban
150 diputados.
Aunque algunos militares y políticos, entre ellos Calvo Sotelo y Gil-Robles,
propusieron a Portela que encabezase un golpe militar, éste abandonó rápidamente el
gobierno, del que se hizo cargo Manuel Azaña, antes de acudir a la segunda vuelta de las
elecciones y de reunirse las Cortes. Era una medida de urgencia, para evitar el vacío de
poder.
El nuevo gobierno fue estrictamente republicano, sin participación de los
socialistas. Tomó las primeras medidas de urgencia: liberación de presos,
restablecimiento de las instituciones autonómicas catalanas y recuperación de la política
de reforma agraria, que supuso que en pocos meses se realizaran muchos más
asentamientos campesinos que durante los años anteriores. En general, el gobierno de
Azaña trató de restaurar la política del primer bienio, incluyendo una posición más
favorable a la tramitación de los Estatutos de autonomía del País Vasco y Galicia.
Una de las primeras medidas tomadas por las nuevas Cortes fue promover la
destitución del presidente de la República, acusado de haber actuado
inconstitucionalmente al haber autorizado la disolución por dos veces de la Cámara
parlamentaria. Alcalá-Zamora sólo contó con el apoyo de cinco diputados. En el mes de
mayo, Azaña fue elegido presidente de la República, dejando la presidencia del Gobierno
a Casares Quiroga.
Los resultados de las elecciones de febrero, aunque aceptados por los grandes
partidos, no lograron sosegar la vida política de la República. Por la derecha y por la
izquierda, las posiciones más radicales fueron ganando terreno, tanto en sus propuestas
políticas y parlamentarias como en la calle.
• Los sindicatos UGT y CNT actuaron mucho más unidos que en el primer bienio
azañista, lo que propició una importante movilización obrera y numerosas
huelgas, las más numerosas de toda la República. Todos los sectores económicos,
especialmente el de la construcción, se vieron afectados por movimientos
huelguísticos. Los partidos políticos de izquierda ya no eran capaces de establecer
una estrategia política común con la clase obrera, que prefería preparar la
revolución social a un apoyo al gobierno considerado burgués.
• Los grupos extremistas de derecha, desde la Falange Española (fundada por José
Antonio Primo de Rivera en 1933) al Bloque Nacional, confiaban cada vez menos
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en las tácticas parlamentarias de la CEDA de Gil-Robles.
El punto de encuentro de esta polarización política y social fue la lucha callejera.
Cientos de asesinatos, incendios de iglesias y escaramuzas públicas convertían la
violencia en la principal arma política, sin que el gobierno de Casares Quiroga fuera capaz
de controlar el orden público. A ello se añadía la división interna del ejército; una parte
de sus mandos, coordinados por el general Mola, participaban en la conspiración contra el
gobierno del Frente Popular y establecían alianzas con grupos civiles y potencias
fascistas.
Los asesinatos políticos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo, en julio de 1936,
acabaron por acelerar la sublevación militar, con la que comenzó una larga guerra civil. El
régimen republicano se suprimió de inmediato en el territorio que comenzaron a controlar
los sublevados; en la zona leal al gobierno se mantuvo hasta el final de la guerra, y
durante décadas, en el exilio de Francia y México.
7 CONCLUSIÓN.
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