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TEMA 8. LA SEGUNDA REPÚBLICA.

1 INTRODUCCIÓN.

2 LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA.
2.1 LA “FIESTA” DE ABRIL.
2.2 EL GOBIERNO PROVISIONAL.
2.3 ELECCIONES A CORTES CONSTITUYENTES.

3 LA CONSTITUCIÓN DE 1931.
3.1 APROBACIÓN.
3.2 ANÁLISIS.
3.3 VALORACIÓN.

4 EL BIENIO REFORMISTA.
4.1 LA COALICIÓN AZAÑISTA.
4.2 LA REFORMA AGRARIA.
4.3 ESTADO INTEGRAL Y AUTONOMÍAS.
4.4 LA REFORMA DEL EJÉRCITO.
4.5 LA CUESTIÓN RELIGIOSA.
4.6 REFORMAS SOCIALES Y EDUCATIVAS.
4.7 LA OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE AZAÑA.

5 EL BIENIO CONSERVADOR.
5.1 LA REORGANIZACIÓN DE LAS DERECHAS.
5.2 LA PARALIZACIÓN DE LAS REFORMAS.
5.3 LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934.
5.4 EL FINAL DEL BIENIO.

6 EL FRENTE POPULAR.
6.1 LAS ELECCIONES DE FEBRERO DE 1936.
6.2 HACIA LA GUERRA CIVIL.

7 CONCLUSIÓN.

1 INTRODUCCIÓN.

La Segunda República (1931-1936) fue una experiencia frustrada de implantación


en España de un régimen político democrático, con elevada participación de las masas en
la vida pública e intensa socialización política. Los desafíos que tuvo que afrontar el
régimen fueron muchos y además en el contexto de una coyuntura histórica de profunda
crisis económica mundial y mientras Europa se debatía entre el fascismo y la democracia.
La permanente inestabilidad política, la fuerte radicalización de las posturas y
finalmente un golpe de Estado protagonizado por un sector del ejército, harán que el
segundo intento republicano español fracase, ahogado en la triste experiencia de la
Guerra Civil.

La Segunda República 1
2 LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA.

2.1 LA “FIESTA” DE ABRIL.

Las elecciones municipales del 12 de abril dieron un claro vuelco a la situación


política del país. El resultado electoral fue desigual: aunque el número de concejales
monárquicos superó globalmente al de republicanos, en las grandes ciudades los
monárquicos habían sufrido una gran derrota.
La II República se proclamó el 14 de abril de 1931. El primer lugar donde sucedió
fue Eibar, luego Barcelona, y finalmente, al atardecer, fue izada la bandera republicana en
la Puerta del Sol de Madrid, cuando el Comité Revolucionario se hizo cargo del poder. La
población salía en masa a las calles para celebrar el advenimiento del nuevo régimen.
Ante la nueva situación, Alfonso XIII suspendió la potestad real y decidió abandonar el
país partiendo al exilio.

2.2 EL GOBIERNO PROVISIONAL.

El Comité Revolucionario se convirtió en Gobierno Provisional el día 14 de abril,


después de haber negociado la salida urgente del monarca. En su calidad de nuevo
gobierno, dirigió la toma del poder por parte de comités republicanos en todas las
instituciones locales y provinciales y dictó las primeras medidas de carácter político, como
la amnistía para los delitos políticos, sociales y de imprenta.
La composición del Gobierno Provisional reflejaba los acuerdos que, desde el
Pacto de San Sebastián, habían ido forjando los distintos partidos republicanos. Participó
la derecha liberal republicana (Alcalá Zamora y Miguel Maura, ambos ex-monárquicos),
republicanos de izquierda (Manuel Azaña y Marcelino Domingo), republicanos radicales
(Alejandro Lerroux y Diego Martínez Barrio), socialistas (Largo Caballero, Indalecio Prieto
y Fernando de los Ríos), nacionalistas catalanes (Nicolás d'Olwer) y gallegos (Casares
Quiroga). Era un gobierno de “concentración”, en el que no había quedado fuera
ninguna corriente importante del republicanismo del momento.
El acceso al poder se llevó a cabo también en el resto de las instituciones.
Ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles fueron ocupados de forma mayoritaria por
políticos de filiación republicana.
La nueva República tuvo que enfrentarse pronto a una serie de conflictos sociales
(huelgas en Sevilla, Asturias, Barcelona...), a la creciente animadversión de empresarios y
propietarios agrícolas y a la oposición de parte de la Iglesia católica. Desde el comienzo,
los sectores más reaccionarios de la jerarquía eclesiástica, encabezados por el arzobispo
de Toledo y primado de España, Cardenal Segura, manifestaron abiertamente su
oposición al nuevo régimen. A su vez, resurgió el viejo anticlericalismo popular y entre los
días 11 y 12 de mayo fueron incendiados algunos conventos y edificios religiosos en
Madrid, Murcia, Sevilla, Cádiz, Málaga y Granada.

2.3 ELECCIONES A CORTES CONSTITUYENTES.

El Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes para el 28 de junio de 1931,


pero modificando la legislación electoral de Maura de 1907. Los cambios más
sustanciales fueron la disminución en dos años de la edad mínima para ser elector (23
años), la consideración de la provincia y las grandes ciudades como únicas

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circunscripciones electorales, candidaturas de listas abiertas y una prima muy elevada
para las mayorías vencedoras, que copaban el 80% de los escaños de cada
circunscripción.
Los resultados dieron una victoria aplastante a la conjunción republicana y
socialista que estaba en el gobierno. La suma de diputados de esta tendencia
representaba casi el 90% de la Cámara. Por partidos había hasta 19 grupos en las Cortes
entre los que destacaban:
• Partido Socialista (PSOE). 113 diputados.
• Partido Radical. 89 escaños.
• Partido Radical-Socialista. 61 diputados.
• Esquerra Republicana de Cataluña. 36 escaños.
• Acción Republicana. 26.
• Derecha Liberal. 22.
• ORGA. 15.
La composición de estas Cortes reflejaba el cambio político acontecido en el mes
de abril, pero no la totalidad de las tendencias políticas existentes en el seno de la
sociedad española del momento. La escasa representación de los partidos conservadores
o antisistema dio la falsa imagen de que en el nuevo régimen sólo había republicanos,
cuando en realidad lo que los unía a todos era su oposición a la monarquía y no la
defensa de la República. Esta percepción política sería severamente corregida en las
elecciones posteriores.
Desde el punto de vista social, la composición de las Cortes constituyentes también
trajo grandes novedades, al incorporar a la vida política a las nuevas clases medias
urbanas y, de forma muy señalada, a profesores e intelectuales.
Las Cortes fueron abiertas en sesión solemne, el 14 de julio. El socialista Basteiro
fue elegido presidente y el Gobierno Provisional se sucedió a sí mismo, como expresó su
presidente Alcalá Zamora, pero amparado en la legitimidad derivada de las urnas. La
primera tarea de las Cortes era la elaboración de una nueva Constitución.

3 LA CONSTITUCIÓN DE 1931.

3.1 APROBACIÓN.

El anteproyecto de la Constitución de 1931, en cuya redacción habían intervenido


personalidades muy destacadas del derecho político, fue encargado a una comisión
presidida por el socialista Jiménez de Asúa. El texto definitivo fue aprobado el 9 de
diciembre de 1931, con 368 votos a favor, 89 ausencias y ningún voto en contra.

3.2 ANÁLISIS.

Se trata de una Constitución de gran extensión, prolija en detalles y muy


sistemática en su organización. Su contenido se distribuye en 125 artículos, agrupados en
IX títulos, a los que se añaden una serie de disposiciones transitorias. Técnicamente
recibió influencias de otros textos constitucionales de la época, como la constitución
alemana de Weimar de 1919, la austríaca de 1920 y la mexicana de 1917. De las
primeras interesaba su carácter democrático y progresista, y de la última, su sentido
social.
De marcado carácter democrático y progresista, definía al Estado español como

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“una República de trabajadores de todas clases”, resaltando así su voluntad popular. La
Constitución establecía los siguientes principios:

• El Estado se configuraba de forma “integral”, pero se aceptaba la posibilidad de


constituir gobiernos autónomos en algunas regiones.
• El poder legislativo residía plenamente en las Cortes constituidas por una sola
cámara, y cuyas atribuciones estaban por encima de las demás instituciones. El
poder ejecutivo recaía en el Consejo de Ministros y en el presidente de la
República, elegido por el Congreso de los Diputados y por unos compromisarios,
mientras sus competencias estaban restringidas y siempre bajo el control de la
Cámara. El poder judicial se confiaba a unos jueces independientes.
• Se preveía la posibilidad de expropiación forzosa de cualquier tipo de propiedades
por causa de utilidad social, mediante indemnización, así como la opción de
nacionalizar los servicios públicos.
• Presentaba una amplia declaración de derechos y libertades, extendida a temas
económicos y sociales. Establecía el voto desde los 23 años y por primera vez se
concedía el voto a las mujeres. Se declaraba la separación de la Iglesia y el
Estado, se reconocía el matrimonio civil y el divorcio. También se expresaba la
igualdad de todos los ciudadanos ante el derecho a la educación y al trabajo.

3.3 VALORACIÓN.

Muchos tratadistas coinciden en señalar como notas negativas de la Constitución


de 1931 su gran extensión y afán detallista, que la convertían en un verdadero código,
pero no por ello dejaba de remitir en demasiadas ocasiones a futuras leyes especiales.
Además, la premura con que fue redactada impidió madurar algunos aspectos conflictivos
para adecuarlos a la realidad sociocultural de la España del momento.
El texto constitucional de 1931 pretendió -y en gran parte lo consiguió- ser un
reflejo de los avances político-jurídicos que se habían logrado tras la Primera Guerra
Mundial: de ahí que tomara como referencia las constituciones de los países señalados
con anterioridad. Su principal preocupación fue la ampliación de los derechos de los
ciudadanos, en el doble sentido de recoger las aspiraciones sociales más sentidas y de
asegurar el cumplimiento de la declaración de derechos.
Entre sus principales aportaciones a la historia del constitucionalismo español
merecen destacarse, entre otras, las siguientes: el haber contemplado las peculiaridades
históricas de algunos pueblos de España por primera vez, propiciando la consecución de
estatutos de autonomía con gobierno propio (caso de la Generalitat de Cataluña); la
concesión del derecho a voto de las mujeres; y la introducción de un claro sentido
socializante, caso del derecho de expropiación de fincas, al lado de principios liberales.
El punto más controvertido de la Constitución fue el artículo 26, que regulaba las
relaciones del Estado con la Iglesia. Si la definición del Estado como aconfesional o laico
(artículo 3) obedecía a un intento de modernización, el anticlericalismo republicano se
puso de manifiesto en la prohibición de impartir enseñanza a las órdenes religiosas, en la
anulación de la ayuda económica al clero y en la expulsión de los jesuitas. Todo ello hizo
que Alcalá Zamora abandonara el Gobierno y explica también las 89 ausencias de la
sesión de aprobación, así como el hecho de que gran parte de la derecha reconsiderara
su primer apoyo a la República.

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4 EL BIENIO REFORMISTA.

El gobierno azañista se puede considerar el bienio “reformista” por excelencia de


toda la República. Aunque algunas reformas decisivas ya habían comenzado con el
Gobierno Provisional presidido por Alcalá-Zamora, las más importantes acciones del
régimen republicano coinciden con la presidencia del gobierno de Manuel Azaña.
El gobierno dirigido por Azaña incidió directamente en varios campos, que
desarrollamos a continuación. Fueron fuertes los conflictos que hubo de hacer frente el
régimen, tanto los de carácter social y político, como los de tipo militar. Logró llevar
adelante un programa reformista que se adecuaba a la Constitución y a las demandas de
las clases medias que habían sido el soporte del republicanismo triunfante en 1931. El
problema central fue que este programa reformista se desarrolló en un momento de
fuerte polarización social y de profundo antiparlamentarismo. Por eso, los problemas
políticos tenían su origen cada menos en el Parlamento y cada vez más en la calle.

4.1 LA COALICIÓN AZAÑISTA.

Azaña accedió por primera vez a la presidencia del gobierno en octubre de 1931,
después de las dimisiones de Alcalá-Zamora y Miguel Maura, provocadas por la solución
dada en las Cortes a la cuestión religiosa.
Aprobada la Constitución se acordó la continuidad de las Cortes constituyentes, así
como la elevación a la presidencia de la República de Niceto Alcalá-Zamora. Quedaba
pendiente la elección de un nuevo gobierno. Las alternativas para presidirlo estaban entre
el viejo líder republicano radical, Lerroux, y Azaña, líder de un partido minoritario como era
Acción Republicana.
La composición del gobierno Azaña de diciembre de 1931 tuvo mayores
consecuencias de las previstas inicialmente. El centro de gravedad del ejecutivo
descansaba en una alianza entre los republicanos de izquierda (incluidos catalanes y
gallegos) y los socialistas, lo que suponía apostar por una incorporación del socialismo
reformista al gobierno de la República, de forma paralela a lo que estaba sucediendo en
varios países europeos. Pero la opción por los socialistas conllevaba que se dejaba fuera
del gobierno a los radicales de Lerroux: era la primera escisión de la vieja alianza
republicana. Se trataba, para Azaña, de consolidar el régimen, con grupos republicanos
en el gobierno y en la oposición, y evitar así la aparición de partidos no leales a la
República. Pero este supuesto no funcionó, de modo que preferencia de Azaña por los
socialistas fue una decisión cargada de consecuencias para el futuro.

4.2 LA REFORMA AGRARIA.

La decisión de promover una política específica para el sector agrario no era nueva
en España. Había dos grandes alternativas para afrontar el problema agrario español:
• Una reforma técnica, que lograse una mayor productividad de las explotaciones
agrarias o recuperase tierras para el cultivo, como intentó la política de
“colonización agrícola” desde 1907.
• O una reforma social, que combinase productividad con reparto o mejor
distribución de la tierra, excesivamente concentrada en una minoría de grandes
propietarios que, además, eran absentistas. Esta reforma era una de las
esperanzas seculares del campesinado del sur de España, que había quedado

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proletarizado por la política agraria del liberalismo del XIX.

La política republicana aspiraba a cumplir con los objetivos de ambas reformas,


aunque concediendo mayor importancia a su dimensión social, en la misma dirección que
se estaban realizando entonces muchas reformas agrarias en la Europa central o en
América Latina.
El núcleo de la reforma agraria se centró en las regiones caracterizadas como
latifundistas, dado que era criterio general que una de las causas del problema agrario
estribaba en la desigual distribución de la propiedad de la tierra.
La Ley de Reforma Agraria, fue objeto de un duro debate parlamentario, sólo fue
aprobada en septiembre de 1932, en el contexto favorable producido por el fracaso de la
sublevación de Sanjurjo. Consistía en una política de expropiación, mediante
indemnización, de fincas de labranza no explotadas directamente por sus propietarios y el
asentamiento de labradores en las mismas, en régimen de arriendo. De su puesta en
práctica se encargó un Instituto de Reforma Agraria (IRA), apoyado financieramente por
el Banco Nacional Agrario, dotado, de escasos recursos.
Los resultados de la reforma agraria fueron escasos, por la complejidad
prevista para efectuar todo el proceso, y por la fuerte oposición social que provocó en las
regiones latifundistas. La burocracia administrativa del IRA fue lenta y la dirección política
de la reforma del ministro Marcelino Domingo fue confusa y contradictoria. En el primer
año de vigencia de la ley, sólo se habían asentado en nuevas explotaciones 2.500
campesinos. De los más de dos millones y medio de hectáreas susceptibles de ser
expropiadas, sólo se vieron afectadas algo menos del 5%, donde se habían asentado, a
finales de 1934, poco más de 12.000 colonos.
Esto provocó una gran decepción entre los campesinos sin tierras, que habían
depositado grandes esperanzas en la República, y una gran conflictividad social en el
campo.

4.3 ESTADO INTEGRAL Y AUTONOMÍAS.

Desde la crisis del 98, la organización del Estado había sido uno de los problemas
centrales de la política española. Los tímidos pasos dados por los gobiernos de la
Restauración, como la autorización de la Mancomunidad catalana, se cortaron con la
Dictadura de Primo de Rivera.
La solución a este problema ya había formado parte del pacto de San Sebastián y
se puso de nuevo sobre el tapete con la acción de Macià de proclamar el Estado catalán
el 14 de abril de 1931. La solución dada por la República a esta demanda de autonomía
se recogió en la Constitución, en la que se reconocía la posibilidad de que algunas
regiones pudieran elaborar sus Estatutos de autonomía y organizar su propio gobierno,
dentro de un Estado definido como integral. Fue una fórmula transaccional, para evitar
definir el Estado ni como central ni como federal.
La aplicación fue llevada a cabo en Cataluña, País Vasco y Galicia, donde fueron
plebiscitados sus correspondientes Estatutos de autonomía. En los tres casos, los
procesos estatutarios fueron impulsados por partidos de carácter nacionalista, aunque de
desigual implantación social.

• Cataluña.
La autonomía catalana fue liderada por Esquerra Republicana. Este era un partido
de carácter populista, con dos tendencias: la del nacionalismo radical de F. Macià y la del
republicanismo de izquierdas de Companys. Fue el principal partido de Cataluña, por
encima de la vieja Lliga de Cambó.

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El Estatuto de Nuria, plebiscitado en agosto de 1931 (antes que la Constitución),
fue aprobado por un 99% de votos de un censo del 75%. Las Cortes lo aprobaron en
septiembre de 1932, pues la oposición parlamentaria era muy fuerte, tanto entre
republicanos y socialistas como en la oposición. El Estatuto fue recortado en algunas de
las competencias previstas en su redacción inicial.
A partir de este momento, comenzaron a funcionar las instituciones autonómicas
catalanas, con Macià de presidente de la Generalitat y Companys como presidente del
Parlament. A la muerte del primero en 1933, lo sucedió Companys.

• País Vasco.
La autonomía vasca siguió un rumbo distinto de la catalana, dada la oposición que
la coalición azañista presentó al nacionalismo vasco, por su carácter foralista y católico. A
pesar del empeño autonomista del Partido Nacionalista Vasco (PNV), el Estatuto de
autonomía no logró ser aprobado en todas las provincias vascas. En 1932, los
ayuntamientos de Navarra lo rechazaron y en el plebiscito de 1933, el apoyo de la
población de Álava no llegó a la mitad del censo. El proceso se retomó tras la victoria del
Frente Popular en 1936.

• Galicia.
La autonomía gallega no llegó a concretarse durante la II República, a pesar de
haber sido aprobado por los ayuntamientos un texto estatutario en 1932. Su aprobación
en plebiscito tuvo lugar en junio de 1936, pero el estallido de la guerra impidió que
siguiese su curso parlamentario.

• El caso de Andalucía.
La Junta Liberalista de Andalucía estaba presidida por Blas Infante, quien participó
en la Comisión Técnica de la Reforma Agraria y llegó a plantear la creación del Estado
Libre de Andalucía en una España federal. En la Asamblea de Córdoba de 1933, se
redactó un Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía. Se trataba de un
documento moderado, anticentralista y antiseparatista, en el que se constituía la Región
Autonómica Andaluza dentro del Estado español. La Guerra Civil daría al traste con todo
ello.

4.4 LA REFORMA DEL EJÉRCITO.

Azaña pretendía crear un ejército profesional y democrático, para lo cual se creía


necesario reducir los efectivos militares, acabar con la gran cantidad de oficiales, y crear
un fuero especial de los militares y asegurar su obediencia al poder civil. Así se fijó la Ley
de retiro de la oficialidad, por la que todos los militares en activo debían prometer su
adhesión al régimen, concediéndoles la posibilidad de retirarse con el sueldo íntegro si así
lo deseaban. Se redujo el número de oficiales y se cerró la Academia Militar de Zaragoza.
Se clausuraron las Capitanías Generales y desaparecieron los Tribunales de Honor y el
Consejo Supremo de Justicia Militar así como la prensa destinada exclusivamente al
ejército. La ley fue recibida sobre todo por los africanistas, como una agresión a la
tradición militar y provocó amplias tensiones en su seno.

4.5 LA CUESTIÓN RELIGIOSA.

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La República se propuso limitar la influencia de la Iglesia en la sociedad española y
secularizar la vida social. Estas intenciones quedaron plasmadas en la Constitución, que
estipuló la no confesionalidad del Estado, la libertad de cultos y la supresión del
presupuesto de culto y clero. También se permitió el divorcio y el matrimonio civil y se
secularizaron los cementerios. El temor a las órdenes religiosas por la influencia que
éstas tenían a través de la enseñanza llevó a la disolución de la orden de los jesuitas
(debido a que el cuarto voto de obediencia al Papa profesado por esta orden la hacía
depender de un poder extranjero) y a la nacionalización de sus bienes, a la vez que se
prohibió la enseñanza a las otras órdenes. Finalmente, la Ley de Congregaciones (mayo
de 1933) limitó la posesión de bienes a las órdenes religiosas y previó la posibilidad de
disolución en caso de peligro para el Estado.
El problema religioso creó al régimen republicano sus mayores enemigos y
protagonizó los debates más exaltados, lo que dio como resultado que una parte de los
sectores católicos de la sociedad percibiera esta legislación como una agresión a la
religión. Así, una buena parte de la jerarquía eclesiástica, salvando excepciones como el
cardenal Vidal y Barraquer, no dudó en manifestar su antagonismo hacia la República y
en movilizar a la opinión católica en su contra. La actitud manifiestamente hostil de parte
del cardenal Segura y del obispo de Vitoria provocó que el gobierno optase por una
medida de fuerza y dictase su expulsión del territorio español. A aumentar el clima de
tensión contribuyeron, también, el anticlericalismo tradicional de una parte de las clases
populares así como la violencia esporádica (quema de conventos) de los sectores más
radicales.

4.6 REFORMAS SOCIALES Y EDUCATIVAS.

El socialista Largo Caballero propició desde el Ministerio de Trabajo una serie de


reformas destinadas a mejorar las condiciones laborales. Se aprobó la Ley de
contratos de Trabajo, que regulaba la negociación colectiva, y la de Jurados Mixtos, a los
que reconocía el poder de arbitraje vinculante en caso de desacuerdo. Se estableció la
semana laboral de 40 horas y se estimularon los aumentos de salarios. También se
promovió la creación de seguros sociales, se redujo la jornada laboral de los trabajadores
del campo y se reforzó el papel de los sindicatos agrícolas en la contratación de tareas del
campo. Todas estas medidas provocaron la irritación de las organizaciones patronales,
que se opusieron a su promulgación y consiguieron frenar algunos proyectos, como el de
intervención obrera en las empresas.
Otra reforma importante fue la de la enseñanza, cuyo objetivo primordial era
promover una educación liberal y laica y hacer del Estado el garante del derecho a la
educación extendido a toda la población. El centro de su actividad fue, sobre todo, la
enseñanza primaria, y así se crearon 10.000 nuevas escuelas y 7.000 nuevas plazas para
maestros, mientras el presupuesto de educación se incrementó en un 50%. Se intentó
acabar con la hegemonía de la enseñanza religiosa y se adoptó un modelo de escuela
mixta, laica, obligatoria y gratuita. El interés por promover el desarrollo cultural de la
población, sobre todo entre los sectores sociales con menores ingresos, llevó a la
creación de las Misiones Pedagógicas, encaminadas a difundir la cultura en las zonas
rurales (bibliotecas, cine, coros, teatro, conferencias...).

4.7 LA OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE AZAÑA.

Desde finales de 1932, la coalición azañista comenzó a sufrir la oposición

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parlamentaria del Partido Radical de Lerroux, al que progresivamente se fueron
agregando otras fuerzas de derecha, monárquicas o católicas. Pero el principal problema
de la coalición azañista provino del exterior parlamentario: de los conflictos obreros y
campesinos promovidos por la CNT; de las clases medias y acomodadas urbanas,
organizadas cada vez mejor por la Iglesia, y del ejército, que protagonizó una primera (y
fracasada) tentativa golpista en el verano de 1932, dirigida por el general Sanjurjo. Todo
ello fue agrietando el gobierno azañista, con fuerte oposición tanto política como social y
sindical.

• Oposición política: el presidente de la República Alcalá-Zamora, monárquicos,


católicos, organizaciones agrarias y católicas de Gil-Robles, que confluyeron en un
nuevo partido en 1933: Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA),
de inspiración católica.

• Oposición social: tanto de las organizaciones patronales como sindicales, sobre


todo de la CNT. Se promovieron huelgas generales y movimientos de carácter
insurreccional. El más famoso fue el episodio de Casas Viejas (enero de 1933),
donde tuvo lugar una matanza de campesinos por parte de la Guardia Civil, sirvió
de acicate para que tanto los anarquistas como los radicales y agrarios
desencadenasen una feroz campaña de desprestigio del gobierno al que acusaban
de ser responsable de los sucesos.

Desde junio de 1933, la posición del gobierno azañista era cada vez más difícil, no
por dificultades parlamentarias, sino por la abundancia de conflictos sociales, la
organización política de la derecha y la falta de confianza del propio presidente de la
República. En septiembre de 1933, Alcalá-Zamora otorgó la presidencia del gobierno a los
radicales, primero a Lerroux y semanas después a Martínez Barrio. Su objetivo era la
convocatoria de nuevas elecciones generales, por entender que las Cortes constituyentes
ya no representaban el sentimiento político de la ciudadanía española.

5 EL BIENIO CONSERVADOR.

El período de más de dos años que va desde las elecciones de noviembre de 1933
a las del Frente Popular, de febrero de 1936, constituye una etapa histórica que se podría
caracterizar por su situación de bloqueo. A partir de 1934 crecieron las deslealtades a
derecha e izquierda y se hizo evidente que no era posible la alternancia política entre
partidos. Con el fracaso del partido centrista en las elecciones del 36 se hizo patente en
España lo que también fue frecuente en Europa: que se estaba viviendo una “edad de
extremos”.

5.1 LA REORGANIZACIÓN DE LAS DERECHAS.

Los viejos monárquicos fueron derivando progresivamente hacia posiciones


antidemocráticas. Se crearon nuevas organizaciones como Acción Española, un núcleo
intelectual (José María Pemán, Ramiro de Maeztu), cuya misión era armar
ideológicamente a la derecha y presentar a la monarquía católica y tradicional como la
única defensa frente a la revolución social. A finales de 1932 se creó la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), un partido de la derecha católica y
autoritaria, dirigido por José María Gil Robles. Al año siguiente los alfonsinos fundaron

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Renovación Española, partido liderado por José Calvo Sotelo, que defendía abiertamente
la necesidad de un golpe de Estado. Por su lado, los carlistas se agruparon en la
Comunión Tradicionalista y llegaron a un acuerdo electoral con los alfonsinos con el
propósito de unir las fuerzas monárquicas.
Grupúsculos de corte nacionalsocialista y fascista crearon, en 1931, las JONS
(Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), unidas más adelante a Falange Española,
partido fundado en 1933 y dirigido por José Antonio Primo de Rivera, el hijo del dictador.
Falange destacaba por su ideología antidemocrática, su defensa a ultranza del
nacionalismo español y presentaba un programa inspirado claramente en el fascismo
italiano. Defendían la formación de grupos paramilitares de acción directa, dispuestos a
enfrentarse con los militantes de izquierda.
Algunos sectores del ejército pretendieron recoger el descontento generado entre
los grupos más conservadores de la sociedad por la concesión de la autonomía a
Cataluña, las reformas religiosa y militar, así como la aparente alarma social creada por
las huelgas y desórdenes públicos. Haciéndose eco de este malestar, el general Sanjurjo
protagonizó un golpe de Estado con la pretensión de forzar el viraje de la República a la
derecha (agosto de 1932), pero fracasó estrepitosamente. En 1933 se creó la UME (Unión
Militar Española) como una organización clandestina de militares derechistas y
antirreformistas, que tendría una activa participación en el golpe de Estado de 1936.

5.2 LA PARALIZACIÓN DE LAS REFORMAS.

Las elecciones general de noviembre de 1933 dieron la victoria a los partidos de


centro-derecha y marcaron un punto de inflexión en la política republicana. El nuevo
ejecutivo orientó su acción política hacia el desmantelamiento de toda la obra reformista
del bienio anterior. Los gobiernos se estructuraron alrededor de dos fuerzas políticas, el
Partido Radical de Alejandro Lerroux, que había perdido en buena parte el carácter
demagógico de principios de siglo y había virado hacia posiciones netamente más
conservadoras, y la CEDA, con un programa que proponía la revisión de la Constitución y
de la legislación social.
En el campo se frenó la reforma agraria, se fijó la devolución de tierras a la
nobleza, se anuló la cesión temporal de tierras mal cultivadas a los campesinos de
Extremadura y se concedió total libertad de contratación, lo que supuso una tendencia a
la baja en los salarios de los jornaleros. El campo conoció un ambiente de revancha: los
propietarios mostraron su voluntad de desquitarse de las reformas anteriores y los
campesinos respondieron al empeoramiento de sus condiciones con numerosas huelgas.
La cuestión agrícola enfrentó al gobierno central con la Generalitat de Cataluña,
que seguía en manos de los republicanos de izquierda, a raíz de la promulgación en 1934
de la Ley de Contratos de cultivo, que permitía a los campesinos arrendatarios acceder a
la propiedad de las tierras que trabajaban, pagando a los propietarios unos precios
tasados. Los propietarios catalanes buscaron el apoyo de la conservadora Lliga Catalana,
que tuvo el apoyo de las Cortes.
Por otro lado, se quiso contrarrestar la reforma religiosa mediante la dotación de
un presupuesto para culto y clero y el intento de firma de un concordato con la Santa
Sede. También se aprobó una amnistía para los sublevados con Sanjurjo en 1932 y
para los colaboradores con la dictadura de Primo de Rivera. Por el contrario, la reforma
militar siguió vigente, así como los cambios promovidos en materia de educación, aunque
se redujo su presupuesto. Para contrarrestar la parálisis de las reformas, el gobierno
propició una Ley de Arrendamientos rústicos y una política de promoción de la vivienda
de alquiler.

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El viraje conservador y la obstrucción a la obra reformista llevada a cabo por la
coalición republicano-socialista en el bienio anterior tuvieron como consecuencia una
radicalización del PSOE y de la UGT. Su ala más izquierdista, liderada por Largo
Caballero, proponía no colaborar más con las fuerzas burguesas y propiciaba la
revolución social, mientras el sector más moderado, liderado por Indalecio Prieto,
defendía la necesidad de colaborar con los republicanos de izquierda para estabilizar la
República y profundizar en el proceso reformista.
El enfrentamiento con las fuerzas nacionalistas de Cataluña y del País Vasco, la
radicalización de los socialistas y la proliferación de huelgas y conflictos llevaron a la
CEDA a endurecer su posición y a reclamar una acción más contundente en materia de
orden público, exigiendo participar directamente en el gobierno bajo la amenaza de retirar
su apoyo parlamentario. El presidente del Gobierno, Lerroux, accedió a estas peticiones y
el 5 de octubre otorgó tres carteras ministeriales a la CEDA, que había mantenido siempre
una cierta ambigüedad respecto de la legalidad republicana y no escondía sus simpatías
hacia el fascismo.

5.3 LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934.

La entrada de miembros de la CEDA en el gobierno fue interpretada por la


izquierda como un camino hacia el fascismo y la reacción no se hizo esperar. Al día
siguiente de la formación del nuevo gobierno, por iniciativa ugetista y con escasa
participación de la CNT, se produjeron huelgas generales en las grandes ciudades
como medio para defender la democracia republicana y el reformismo social amenazados
por la entrada de la derecha autoritaria (CEDA) en el gobierno. Fracasó por la falta de
coordinación del movimiento y por la contundente repuesta del gobierno que decretó el
estado de guerra. A pesar de ello, los acontecimientos adquirieron una especial
relevancia en Asturias y Cataluña.
En Asturias, los mineros protagonizaron una revolución social, fruto del acuerdo
previo entre anarquistas, socialistas y comunistas. Columnas de mineros armados
ocuparon los pueblos de la cuenca, tomaron gran parte de los cuarteles de la Guardia
Civil y sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios que asumieron el
abastecimiento de alimentos, los transportes y el suministro de agua y electricidad. Los
mineros sitiaron Oviedo y formaron patrullas dispuestas a defender la revolución y a
enfrentarse con las fuerzas del orden. Éstas no tardaron en llegar ya que el gobierno
decidió mandar al Principado, desde África, a la Legión para reprimir el levantamiento. La
resistencia asturiana prolongó durante unos diez días, pero finalmente todos los núcleos
insurrectos fueron derrotados.
El balance del conflicto fue muy cruento. Se habla de 1.000 muertos entre los
mineros y 450 entre los militares y las fuerzas del orden, 2.000 heridos y unos 5.000
detenidos. El elevado número de bajas entre los mineros se debe a la serie de
ejecuciones sumarias ordenadas por los generales responsables y a la durísima represión
desencadenada tras el levantamiento. La violencia y la radicalización del conflicto
asturiano fue un preludio de lo que ocurriría dos años después con el estallido de la
guerra civil.
En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el 6 de
octubre la República catalana dentro de la República Federal española. Al mismo tiempo,
una alianza de fuerzas obreras (PSOE, UGT, Unión de Rabassaires y comunistas, pero
con la abstención de la CNT) organizaba una huelga general. La negativa de la CNT, que
era la fuerza mayoritaria, a participar en la huelga y la escasa participación ciudadana
hicieron fracasar el movimiento insurreccional. En Cataluña la revuelta tuvo un carácter

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más político que en Asturias, ya que Lluís Companys quería evitar la formación de un
gobierno de derechas, en un momento en que la autonomía se veía en peligro como
consecuencia de la paralización sufrida en el traspaso de las competencias autonómicas.
La rebelión fue rápidamente sofocada con la declaración del estado de guerra y
con la ocupación del palacio de la Generalitat por el ejército al mando del general Batet.
La represión tampoco se hizo esperar y el gobierno de la Generalitat y el pleno del
Ayuntamiento de Barcelona fueron encarcelados. En total hubo más de 3.500 detenidos,
se suspendió la autonomía catalana y la presidencia accidental de la Generalitat quedó
provisionalmente en manos de un militar. Azaña, que se encontraba en Barcelona, fue
encarcelado y en Madrid también fueron detenidos varios líderes del Comité de huelga,
entre ellos Largo Caballero.

5.4 EL FINAL DEL BIENIO.

Durante el año 1935, los gobiernos de orientación radical-cedista estuvieron


presididos por Lerroux y Chapaprieta, pero la influencia en ellos de la CEDA fue mucho
más directa, al entrar en el ministerio de la Guerra el propio Gil-Robles, quien se rodeó de
significados militares africanistas como Franco y Goded. Al propio tiempo, Gil-Robles
prescindió del ministro de Agricultura, perteneciente a la CEDA, que era proclive a
mantener una política de reforma agraria moderada. En su lugar, entró en el gobierno un
representante de los terratenientes, N. Velayos, que apadrinó una “reforma de la reforma
agraria”, que hacía inviable en la práctica el trabajo del Instituto de Reforma Agraria.
Los gobiernos radicales, cada vez más inestables e ineficaces, se vieron afectados
por el asunto de los dos grandes escándalos que se descubrieron en 1935. Uno fue el
conocido caso del estraperlo (así llamado por los apellidos de los dos sobornadores,
Strauss y Perlo, en un negocio del juego de la ruleta). Y otro el de Nombela (nombre del
denunciante de un desvío de fondos públicos para pagos a una naviera). Ambos afectaron
de lleno a varios miembros del Partido Radical, incluyendo familiares de Lerroux.
El último gobierno radical, presidido por Chapaprieta, dimitió en diciembre de 1935
y todo parecía indicar que el próximo presidente del gobierno debería ser Gil-Robles, el
líder de la CEDA. Pero el presidente de la República confió el gobierno a una persona
independiente y de su confianza, el gallego Portela Valladares, quien acogió el encargo
con dos mandatos: convocar nuevas elecciones y organizar una fuerza republicana de
carácter centrista, que evitase la polarización de la vida política española. De lo primero,
se ocupó a los pocos días de tomar posesión; lo segundo, le resultó una misión imposible.

6 EL FRENTE POPULAR.

6.1 LAS ELECCIONES DE FEBRERO DE 1936.

Las elecciones tuvieron lugar el 16 de febrero de 1936. Fueron las últimas de la


República, apasionadas y muy competidas (la participación fue del 70%). Se presentaron
muchos partidos en dos grandes bloques políticos.
• El “frente de la contrarrevolución”, nucleado por la CEDA, pero sin un acuerdo
general para todas las circunscripciones electorales. El programa de la derecha
consistía en “ir a por los 300 diputados”, que permitieran la reforma de la
Constitución, pero sin mayor concreción.
• El Frente Popular, en el que participaron los partidos republicanos de izquierda

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(Izquierda Republicana, Unión Republicana), partidos regionalistas (Esquerra
catalana, Partido Galeguista) y partidos socialistas y comunistas (PSOE, PCE y
POUM). El programa del Frente Popular consistía en recuperar las grandes
líneas de actuación del primer bienio azañista, así como una amnistía general
para los represaliados por los sucesos del 34.
En medio de ambos frentes, estaban las candidaturas de carácter centrista,
inspiradas por Portela Valladares.
Los resultados de las elecciones dibujaron un nuevo mapa político. Las
candidaturas del Frente Popular obtuvieron la victoria por un estrecho margen de
votos, ganando en Madrid, Cataluña, Asturias y toda la periferia mediterránea, mientras
que las derechas se impusieron en Castilla y Aragón, y los centristas de Portela, en la
provincias de Lugo y Soria. La gran novedad de estas elecciones fue la desaparición del
Partido Radical, que se quedó reducido a cinco escaños. Los grandes triunfadores
fueron los partidos republicanos de Azaña, Martínez Barrio y Companys, que sumaban
150 diputados.
Aunque algunos militares y políticos, entre ellos Calvo Sotelo y Gil-Robles,
propusieron a Portela que encabezase un golpe militar, éste abandonó rápidamente el
gobierno, del que se hizo cargo Manuel Azaña, antes de acudir a la segunda vuelta de las
elecciones y de reunirse las Cortes. Era una medida de urgencia, para evitar el vacío de
poder.
El nuevo gobierno fue estrictamente republicano, sin participación de los
socialistas. Tomó las primeras medidas de urgencia: liberación de presos,
restablecimiento de las instituciones autonómicas catalanas y recuperación de la política
de reforma agraria, que supuso que en pocos meses se realizaran muchos más
asentamientos campesinos que durante los años anteriores. En general, el gobierno de
Azaña trató de restaurar la política del primer bienio, incluyendo una posición más
favorable a la tramitación de los Estatutos de autonomía del País Vasco y Galicia.
Una de las primeras medidas tomadas por las nuevas Cortes fue promover la
destitución del presidente de la República, acusado de haber actuado
inconstitucionalmente al haber autorizado la disolución por dos veces de la Cámara
parlamentaria. Alcalá-Zamora sólo contó con el apoyo de cinco diputados. En el mes de
mayo, Azaña fue elegido presidente de la República, dejando la presidencia del Gobierno
a Casares Quiroga.

6.2 HACIA LA GUERRA CIVIL.

Los resultados de las elecciones de febrero, aunque aceptados por los grandes
partidos, no lograron sosegar la vida política de la República. Por la derecha y por la
izquierda, las posiciones más radicales fueron ganando terreno, tanto en sus propuestas
políticas y parlamentarias como en la calle.
• Los sindicatos UGT y CNT actuaron mucho más unidos que en el primer bienio
azañista, lo que propició una importante movilización obrera y numerosas
huelgas, las más numerosas de toda la República. Todos los sectores económicos,
especialmente el de la construcción, se vieron afectados por movimientos
huelguísticos. Los partidos políticos de izquierda ya no eran capaces de establecer
una estrategia política común con la clase obrera, que prefería preparar la
revolución social a un apoyo al gobierno considerado burgués.
• Los grupos extremistas de derecha, desde la Falange Española (fundada por José
Antonio Primo de Rivera en 1933) al Bloque Nacional, confiaban cada vez menos

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en las tácticas parlamentarias de la CEDA de Gil-Robles.
El punto de encuentro de esta polarización política y social fue la lucha callejera.
Cientos de asesinatos, incendios de iglesias y escaramuzas públicas convertían la
violencia en la principal arma política, sin que el gobierno de Casares Quiroga fuera capaz
de controlar el orden público. A ello se añadía la división interna del ejército; una parte
de sus mandos, coordinados por el general Mola, participaban en la conspiración contra el
gobierno del Frente Popular y establecían alianzas con grupos civiles y potencias
fascistas.
Los asesinatos políticos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo, en julio de 1936,
acabaron por acelerar la sublevación militar, con la que comenzó una larga guerra civil. El
régimen republicano se suprimió de inmediato en el territorio que comenzaron a controlar
los sublevados; en la zona leal al gobierno se mantuvo hasta el final de la guerra, y
durante décadas, en el exilio de Francia y México.

7 CONCLUSIÓN.

La extrema polarización de las posturas políticas y sociales, hacia la derecha y


hacia la izquierda, fenómeno no exclusivamente español y común en toda la Europa de
los años 30, dio al traste con la idea de crear en España un sistema democrático. Ni los
pactos políticos, ni los acuerdos parlamentarios, ni siquiera la enorme trascendencia de
las reformas afrontadas, fueron suficientes para que los más radicales impusieran su
voluntad. España estaba abocada a una guerra civil, que cambiaría el curso de su
Historia.
La aspiración de los republicanos de construir un sistema político democrático tardó
cuarenta años en hacerse realidad. Pero esto no hubiera sido posible sin la conservación
de la memoria de lo que había sido la II República.

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