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1976-1983
1983-2001
Se abre esta periodización con los sucesos ocurridos durante la última dictadura militar
en Argentina.
Este golpe militar va a modificar las formas de protesta social e instauró un gobierno
dictatorial.
También las medidas económicas, políticas y sociales llevadas a cabo por el gobierno
militar van a producir cambios en el mundo del trabajo. En la clase obrera disminuyeron
los asalariados y se incrementó un número cada vez mayor de trabajadores autónomos,
como: albañiles, pintores, taxistas, gasistas, electricistas, plomeros, entre otros.
Durante el gobierno dictatorial también se produjo una baja del salario real, además de
la suspensión de los derechos laborales y de las negociaciones laborales. Se extendió en
trabajo en negro, se sacó a las obras sociales el control de los sindicatos, disminuyó el
gasto social, se transfirió el área de salud al sector privado y, además se clausuro la vida
sindical y se intervinieron los sindicatos.
Cuando se produce la derrota militar en Malvinas se abrió una crisis política que llevaría
al régimen militar a su caída.
Tanto Soriano como Lobato van a coincidir en afirmar que la resistencia de la clase
obrera a la dictadura puede dividirse en dos momentos: inicialmente tuvo un carácter
defensivo, los autores van a decir que para comprender esto es necesario tener en cuenta
que los militares consideraban como “subversivo” toda forma de confrontación social.
Como contracara, la resistencia tuvo un actor clave en la conformación de asociaciones
conformadas por los familiares de los que fueron afectados por la represión de las
fuerzas armadas, como por ejemplo: familiares de detenidos y desaparecidos por
cuestiones políticas, Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo, ambas
organizaciones creadas en 1976-1977
En este momento, las marchas y las movilizaciones fueron las formas de protesta
utilizadas cuyo objetivo era la denuncia por la violación de los derechos humanos y la
consigna “aparición con vida” fue el elemento de un movimiento heterogéneo.
Durante la década del 70 fue tomando forma una cultura de la rebelión juvenil, esta iba
a poder expresarse a través del movimiento estudiantil o de los partidos políticos, pero
las Fuerzas Armadas consideraban que ser joven era peligroso, por lo que van a cerrar
todos los canales de participación con represión. A raíz de esto, los jóvenes encuentran
una vía de expresión a través de la música, especialmente a partir de la Guerra de
Malvinas. También los trabajadores de la cultura tenían motivos para mostrar su
descontento, ya que además de las desapariciones y el exilio al que fueron empujados.
Mercklen va a decir que desde 1983 a 2003, los asentamientos, los piquetes, los
estallidos, los cortes de rutas y los saqueos constituyen lo que Charles Till denomina
como “nuevo repertorio de acción” de las clases populares.
Los asentamientos constituyen el puntapié inicial del cambio, a partir de 1981 se van a
dar las primeras ocupaciones ilegal de tierras en la zona sur de Buenos Aires, debido a
la desocupación y los malos salarios, que a su vez, citando a Lobato y Soriano van a
producir otro movimiento: el de las ollas populares. A partir de 1982 se organizaron un
grupo de vecinos nucleados alrededor de las parroquias zonales para repartir comida a
las personas que más lo necesitaba. Este movimiento, además de mitigar el hambre,
generó un sentimiento de solidaridad y también de pertenencia.
Son Lobato y Suriano quienes afirman que algunas manifestaciones conflictivas como
los saqueos cruzaron los periodos gubernamentales de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y
Fernando de la Rúa, en cambio, los cortes de ruta, las movilizaciones contra los excesos
policiales y el gatillo fácil fueron características de los últimos dos.
Otra de las protestas surgidas durante los gobiernos democráticos fueron los saqueos. El
primer saqueo lo van a producir quienes se habían quedado sin trabajo y habían perdido
además, la protección del Estado, este saqueo se va a dar finalizando la presidencia de
Alfonsín. A partir de ahí, la palabra saqueo abarco una amplia trama de actividades que
iban desde la toma de alimentos que se consumían en el lugar de los hechos, o eran
llevados a las viviendas de los saqueadores, el apedreo a negocios, el incendio a
comercios, las marchas y los choques callejeros entre la policía y los saqueadores.
Los saqueos fueron seguidos por una mayor organización, el de las ollas populares y la
apertura de comedores barriales llevados a cabo por vecinos, estos se vinculaban con la
iglesia católica a través de la organización Cáritas y con los partidos políticos como el
peronismo, el radicalismo y algunas organizaciones de izquierda.
Estos piqueteros pedias: planes trabajar y alimentos, pero pronto ampliaron sus
reclamos: subsidios a desocupados, el mantenimiento de los servicios de luz y gas y la
eximición a jubilados del pago de impuestos.
Otra novedad fueron los jóvenes nucleados en la asociación “hijos” que se constituyó en
un movimiento social para pedir justicia que se articulaba en torno a los escraches.
Estos escraches eran utilizados como herramienta política, una forma de manifestación
y participación que casi siempre incluía la presencia de la murga y de otros actores
teatrales.
Tanto Soriano como Lobato van a coincidir en afirmar que en este punto hay contras en
la sociedad: mientras familias enteras deambulaban por las calles en busca de alimentos,
el campo duplicaba su producción y triplicaba la exportación y, las familias más
humildes se veían cada vez más privadas de educación, seguridad y vivienda.
Suriano, Mirta y Lobato Juan “La protesta social en Argentina”. Buenos Aires: FCE,
1998