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I N T R O D U C C I Ó N
A L A T E O L O G Í A
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1981
Versión castellana de C laudio G ancho , de la obra de
W olfqanq B einbrt, Wenit Goít zu Wort kom m t,
Verlag Herder, Friburgo-Basilea-Viena 1978
ISBN 84-254-1173-4
Prólogo 9
5
Índice
6
índice
7
PRÓLOGO
9
ha surgido, tras muchas elaboraciones. !a presente obra. A quien
empieza a ocuparse de teología, ya sea estudiante o esté simple
mente interesado en día, es preciso mostrarle un camino para la
comprensión teológica. Es preciso eliminar los obstáculos que salen
al paso.
No es tarea £ádl; ni tampoco ha de llevarse a término sosla
yando simplemente las dificultades o dejándolas de lado. Por des
gracia, esto ha comportado que el trabajo sea más vasto del que
podría esperarse. Aun así, los entendidos advertirán que muchas
cosas sólo se han tratado de paso. Se requiere la colaboración del
lector, y deseamos que los numerosos ejemplos le sirvan de ayuda
para encontrar acceso al material. El objetivo debe alcanzarse sin
rodeos, lo que ha obligado a renunciar a un vasto aparato científico.
Señalamos en las notas las cuestiones que no se han podido abordar
a fondo. La bibliografía remite a ulteriores fuentes de información.
Los conocedores del tema saben que el autor debe mucho a lo
ya publicado.
El impulso inmediato para esta obra lo dieron la dirección de
la Escuda Catedralicia, de Wurzburgo y el Verlag Herder de
Friburgo de Brisgovia. A ambas instituciones doy las gracias por
la confianza que revela este encargo.
Al lector había que proporcionarle como viático la sentencia que
ya en la edad media decía Hugo de San Víctor a sus alumnos y
que todavía hoy conserva su vigencia: xOmnia disce, videbis postea
rtihil esse superfluum. Coarctata scientia iucunda non est* — Aprén
delo todo, más tarde verás que nada es superfluo. Una ciencia recor
tada no produce satisfacción — (Erud. didase., 6, 3; PL 176, 861).
Si las páginas que siguen hacen que alguien en el camino hacia
la teología se alegre de Dios, habrán logrado su objetivo. EX autor,
modestamente, no desea nada más.
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Capítulo primero
11
I. Lo problemático de la teología
12
Lo problemático de la teología
sondable, a la que sólo cabe llegar desde muchas partes y por mu
chos caminos.
Ahora bien, el auténtico destino de la teología pende de una
tercera cuestión: ¿Se puede hacer hablar a Dios de una manera
científica? Indiscutiblemente la forma en que se ha hablado de Dios
en la historia de la cultura humana tiene una importancia que di
fícilmente puede sobreestimarse.
13
I. Lo problemático de le teología
Si, pese a todo ello, se quiere salvarla como deacia, habría que
arrancarla de sus fundamentos, desviando su mirada del cielo para
fijarla en la tierra, donde tiene $u arranque y a la única qbe lógica
mente puede servir.
14
Lo problemático de la. teología
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I. Lo problemático de la teología
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Lo problemático de la teología
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Beinert, Teología 2
Capítulo segundo
La palabra «teología»
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L a p alabra « te o lo g ía »
19
II. Tentativa de hacer hablar a Dios
Decimos, por ejemplo, que Dios es justo. Tenemos aquí una sentencia
afirmativa (griego: kataphatikos). Pero no pensamos lo mismo que cuando
predicamos esa sentencia de un juez humano: éste es justo cuando juzga
estrictamente según las leyes y no permite que la gracia prevalezca sobre
el derecho. Es decir, cuando no es misericordioso. Ahora bien, esto último
es lo que debemos predicar de Dios. Así pues, Dios no es justo quiere
decir que no lo es como el juez humano, ya que en éste la justicia y la
misericordia evidentemente no se pueden reducir a un común denominador,
cosa que sí ocurre en Dios. Por tanto, la sentencia afirmativa sólo es ver
dadera en conexión con una negativa (griego: apophatikos). Sin duda que
Dios es justo, pero no como los hombres, sino de un modo totalmente dis
tinto, que sobrepasa las posibilidades humanas. Con ello hacemos una
afirmación mística, la única que se acerca a la verdad.
20
La palabra «teología»
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
connotación peyorativa como ocurre hoy muchas veces, sino que equiva
lía a nuestra «visión del mundo» (otra vez la idea de «ver», presente tam
bién en el alemán Weltanschauung). Por su dignidad de hombre, el pensa
dor querría llegar a una visión completa del mundo. Goethe hizo ex
presar este anhelo al sabio medieval Fausto.
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La palabra «teología»
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Reflexiones preliminares
Reflexiones preliminares
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Reflexiones preliminares
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
pectivos procesos; pero sólo el médico conoce todos los detalles de ese
fenómeno fisiológico.
M e 10J1 M t 19,9
y les dice: Por eso yo os digo:
el que despide a su mujer el que despide a su mujer
y se casa con otra no en caso de fornicación
comete y se casa con otra
contra aquélla comete
adulterio adulterio
y si ella misma
despide a su marido
y se casa con otro,
comete adulterio
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Nuevo Testamento y patrística
29
II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Nuevo Testamento y patrística
Pero también aquí asoman los peligros. Todos conocemos por propia
experiencia el fenómeno de que en una discusión de repente se exageran
de tal modo los puntos de vista que, si no llegan a ser totalmente falsos,
sí que resultan parciales en grado sumo. Y entonces ya no aparece la
verdad completa. Lo mismo puede observarse en la formulación de los
dogmas de fe. En la respuesta a la pregunta de quién era Jesucristo se
buscó en el siglo v un modelo por cuya medio se pudiera representar
la unión entre divinidad y humanidad. Para unos la divinidad estaba en
Cristo unida de tal modo al cuerpo humano como lo está el alma nor
malmente con el cuerpo. Pero, ¿cómo se podía salvar así la humanidad
plena de Jesús? La divinidad parecía absorberla, hasta el punto de que
sólo quedaba una naturaleza, la divina. A los defensores de esta concep
ción se les llamó por ello monofisitas (griego monos = uno; physis = na
turaleza). De ahí que otros teólogos pensasen en una reunión de divinidad
y hombre. Pero se requería una gran agudeza mental para evitar la erró
nea intelección de que divinidad y humanidad sobrestuvieran unidas
como dos trozos de madera mediante un remache, en cuyo caso ya no se
salvaría la verdadera unidad de humanidad y divinidad. A los seguidores
de esta opinión se les designó nestorianos, por el nombre de un patriarca
de Constantinopla. Contra ellos se alzó sobre todo Cirilo de Alejandría,
que descubrió el flanco débil de la concepción nestoriana, aunque aproxi
mándose peligrosamente a la posición monofisita. Sólo en el 451 se alcanzó
el equilibrio, en el Concilio de Calcedonia.
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Nuevo Testamento y patrística
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Bcinert, Teología 3
II. Tentativa de hacer hablar a Dioe
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Esplendor de la edad media
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Esplendor de la edad media
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Esplendor de la edad media
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Problemas de la edad moderna
S
1. A fin de subrayar su carácter científico, se cultiva la t*0*
logia sobre todo de un modo racional. Su tendencia es predominan*
teniente especulativa. Y logra con ello unas intuiciones profundas
en las verdades de fe. Al propio tiempo, se hace abstracta en ex-
tremo, apareciendo aislada por completo de la vida de la Iglesia,
e incluso de la vida de Jesús. Con facilidad se pasa por alto que
el cristianismo descansa en unos hechos históricos33.
2. El racionalismo inherente degenera en sutilezas cada vez
mayores. La quaestio se constituye en su propio epicentro. Y corre
el peligro de perder de vista a Dios.
3. La teología se convierte en un sistema cerrado. Degenera
en secos formalismos, de modo que pronto se reflexiona no sobre
el tema sino sobre Tomás o sobre Escoto. Dentro del sistema se
obtienen, sin embargo, logros importantes. Se resuelven por primera
vez y con éxito duradero numerosos problemas teológicos.
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i i. Tentativa de hacer hablar a Dios
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Problemas de la edad moderna
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II. Tentativa de hacer hablar a Dios
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7 A
Problemas de la edad moderna
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Capítulo tercero
E L CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD
¿Qué es ciencia?
Imaginemos una escena cotidiana. Una mujer se halla ante una cocina
eléctrica y pone agua a hervir. Podemos calificar esta situación como
un hecho, pero también cabe plantearse toda una serie de preguntas. ¿Quién
es esa mujer? Siguiendo esa línea nos enfrentaremos con su biografía,
la de su marido y la de sus "hijos, con su manera de proceder y, final
mente, con toda la humanidad, con la que está en comunión esa persona.
Imaginemos la cocina; y nos preguntaremos cómo funciona, de qué ele
mentos se compone, cómo ha sido instalada, con lo que se nos abre todo
el mundo de la técnica, de los procesos económicos y de la obtención de
energía, tema hoy tan apasionadamente controvertido. El propio proceso
de ebullición y cocción nos conduce a una búsqueda más precisa de datos
médicos, higiénicos y dietéticos.
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¿Qué es ciencia?
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III. El conocimiento de la realidad
A todas las afirmaciones científicas hay que plantearles estas tres exi
gencias o postulados. Podrían además mencionarse otros, en especial el
postulado de no contradicción y el postulado de independencia Por el
primero, todos los asertos científicos han de estar libres de contradicción.
En e l . fondo, esta condición está ya contenida en el postulado propo-
sicional. En efecto, si fuese lícito formular todo tipo de afirmaciones,
aun las contradictorias, la ciencia no podría ya pretender ninguna exigen
cia de verdad. El postulado segundo exige que las afirmaciones cientí
ficas renuncien a todos los supuestos y prejuicios; la ciencia tiene que ser
absoluta. En un sentido general eso es lo correcto. Un científico no puede
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Realidad
intentar demostrar «que lo que no puede ser, no debe ser». Pero a la luz
de un análisis más profundo, el postulado puede resultar problemático.
¿Por qué nuestro observador se preocupa precisamente de las propiedades
físicas del agua y no de las químicas? Tal circunstancia no puede deberse
a la misma agua, pues de lo contrario no podría darse ningún análisis
químico del agua; ahora bien, este análisis es posible. El observador debe
poner por lo tanto una condición que le permita decidir la aplicación con
creta de este tipo de análisis y no otro. Se perfilan aquí unas cuestiones
a las que tendremos que referim os repetidas veces en el curso de este
trabajo.
Realidad
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Beinert. Teología 4
IIí. El conocimiento de la realidad
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Conocimiento
Conocimieiito
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111. EL conocimiento de la realidad
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Nota preliminar histérico-filosófica
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III. El conocimiento de la realidad
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Observaciones preliminares sobre terminología
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IQ. El conocimiento de la realidad
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El sentido de las frases
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III. £1 conocimiento de la realidad
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El sentido de las frases
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III. £1 conocimiento de la realidad
Frase y realidad
Wittgenstein no ha analizado en particular la cuestión de cómo
se comprueba la correspondencia de una frase con la realidad.
Ése fue el problema del círculo de Vierta Wittgenstein se circuns
cribe a los juicios sintéticos a posteriori, porque sólo desde ellos se
alcanza la realidad. Y quedan al margen las proposiciones analí
ticas, puesto que evidentemente sólo sirven para aclarar, sin que
aporten avance alguno en el conocimiento.
Los juicios sintéticos sólo son posiblemente verdaderos, nunca*
de un modo necesario. De lo contrario escaparían a una comproba
ción. Si en Norteamérica debe haber una estatua de la libertad por
que este dato pertenece al concepto de Norteamérica, sería absurdo
ponerse de viaje para comprobar que realmente existe dicha estatua.
Pero si es sólo posible que esté en los Estados Unidos de Norte
américa, entonces cabe estudiar el asunto y comprobar su efectivi
dad. Ahora bien, eso significa que los juicios sintéticos sólo pueden
darse a posteriori, no a priorL Estos últimos, en efecto, no son
verificables. Los filósofos del círculo de Viena se sitúan así en la
perspectiva de que sólo los juicios empíricos tienen sentido.
¿Pero cuándo son verdaderos? Verdaderos sólo pueden ser, cuan
do es posible observarlos de manera directa. La condición es, pues,
que vengan datos, «puestos» (lat. poneré), en la experiencia. A ello
se debe que dicha teoría sea denominada positivismo lógico. Ahora
bien, todo depende de que se encuentre un criterio, con el que se
pueda comprobar la verdad de una proposición, mediante el cual
pueda verificarse (lat. verum facere = hacer verdad; sustant. veri
ficación). Dado que sólo las proposiciones verdaderas son lógicas
y con sentido, ese criterio se denomina también criterio de sentido
(Sinnkriterium).
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Frase y realidad
61
ili. El conocimiento de la realidad
m. •
K = f . ------------
r*
donde la fuerza de atracción (K) es proporcional al producto de ambas
masas (mt y n^) e inversamente proporcional al cuadrado de su distancia
(r), multiplicada por la fuerza constante de la gravedad (f). Para los le
gos en la materia esto suena a muy erudito y muy convincente. ¿Pero
vale realmente dicha ley siempre y en todas partes? ¿Es una ley universal?
En realidad la hemos deducido de la observación de un gran número
de casos. Pero ni yo ni ningún otro hemos elevado y dejado caer todos
los objetos existentes. Y o no estaría en condiciones de hacer dicho expe
rimento ni siquiera respecto de las cosas que existen en el presente. Res
pecto del pasado, la operación resulta aún peor, y respecto del futuro no
es posible en modo alguno. Es probable que los relojes que se fabriquen
mañana caigan también; pero exactamente no puedo saberlo: no puedo
comprobarlo de forma experimental ni preparar un protocolo. Ahora bien,
eso sería justamente lo que habría que hacer para que valiera el criterio
de sentido.
E l «a priori» teorético
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El «a priori» teorético
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III. El conocimiento de la realidad
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Teoría de los juegos lingüísticos
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Beinert, Teología 5
III. El conocimiento de la realidad
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Teoría de los juegos lingüísticos
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III. El conocimiento de la realidad
Teorías no cognoscitivas
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Teorías no cognoscitivas
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111. El conocimiento de la realidad
Teorías cognoscitivas
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Teorías cognoscitivas
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III. El conocimiento de la realidad
pescar.» N o deja de ser una tautología; pero tiene una significación es
pecial, que no simplemente dice lo mismo con las mismas palabras, sino
que también apunta al compromiso. El pescar con caña es para ese hombre
un alto valor vital. Quien nunca ha estado personalmente en la situación
de apertura en que él se encuentra, es decir, quien nunca ha saboreado
lo hermoso que es pescar con caña, nunca se podrá explicar racionalmente
que sea en efecto tan maravilloso este deporte. Algo parecido le sucede
al hombre religioso con Dios, sobre la base de una situación de apertura,
a la que ya no se puede encontrar otro fundamento más hondo, por el que
seguir interrogándose.
72
Teorías cognoscitivas
Digo a mi amigo: «Mañana iré a tu casa». Es una frase que tiene sen
tido, y que entienden cuantos conocen el castellano y saben lo que signi
fican yo, tú y el dato cronológico que es hoy. Mas con ello no sabe aún
todo lo que la frase puede decir. Hasta ahora sólo conoce el puro contenido
objetivo, cuya manifestación es un acto locucionario (del lat. loqui =
hablar), según la terminología de Austin.
Pero puedo hacer muy diversos usos de esta expresión. Puede tratarse
de una simple comunicación y también de una promesa (mi amigo me
ha presionado desde hace largo tiempo para que vaya a visitarle), un aviso
(quiero por fin retirar el libro que él quería darme, pero que nunca me
ha entregado) y hasta una amenaza (recabaré personalmente el dinero
que le presté hace largo tiempo). La indicación del uso se designa como
acto ilocucionario (lat. illoqui — hablar a alguien); así pues, el empleo
de la frase tiene en cuenta el contexto.
Mi manifestación tiene determinadas consecuencias: mi amigo se ale
gra y prepara un buen café; puede sentirse satisfecho y también ame
drentado. Muestra, pues, unas determinadas reacciones a mis palabras.
Al efecto de la manifestación lo califica Austin de acto perlocucionario
(lat. perloqui = hablar a través; es decir, hablar con eficacia). Mientras
que en los primeros actos sólo contaba el que hablaba, en el acto perlocu
cionario también el oyente entra en el juego. Naturalmente que los tres
actos no están separados en el tiempo, sino que sólo se distingue desde
un punto de vista lógico.
Respecto de los actos ilocucionarios, Austin ha hecho otro descubri
miento. Algunas palabras los establecen con independencia de la situación.
La comunicación, aviso o amenaza, podemos también expresarla mediante
fórmulas como: «Te comunico, te advierto, te amenazo que iré mañana».
Con ello la expresión resulta de antemano inequívoca. Austin habla aquí
de manifestaciones performativas explícitas. La frase del ejemplo para un
acto ilocucionario — como la que hemos formado al principio: «Mañana iré
a tu casa»— depende, por el contrario, para su significación exacta, de la
situación en que de hecho se pronuncia. En la terminología austiana se
denomina una manifestación performativa primaria.
Finalmente Austin observó además que los actos lingüísticos ilocu
cionarios sólo pueden darse sobre la base de unas determinadas conven
ciones. Sólo se entienden y tienen eficacia poique existen una leyes, nor
mas y prescripciones morales (escritas o de tradición oral). Nuestro ejem
plo supone que ha de mantenerse la promesa. Sólo desde ese supuesto ob
tiene su significado y todo su valor.
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III. El conocimiento de la realidad
. Observaciones criticas
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Observaciones criticas
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III. El conocimiento de la realidad
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Observaciones críticas
77
III. El conocimiento de la realidad
Resumen
78
Resumen
Las páginas que siguen nos reservan una doble tarea. Hemos
de analizar cuáles son las posibilidades que se le abren al len
guaje como medio de captación de la realidad, a fin de reproducir
exactamente unas realidades transempíricas. Después nos pregun
taremos si tiene sentido hablar de Dios, es decir, si Dios existe
realmente. Expresado en un lenguaje teorético-científico:
Nos hemos de enfrentar al postulado proposicional y al postula
do de controlabilidad. Sólo entonces podemos ocuparnos del pos
tulado de la coherencia. Si Dios es la realidad última de la teolo
gía, hay que demostrar cómo están cohesionados todos sus «ob
jetos».
79
Capítulo cuarto
HABLAR DE LA REALIDAD
80
Las propiedades del lenguaje
81
Beinert, Teología 6
IV. Hablar de la realidad
ideas sobre cómo los hombres llegan a hablar, sólo puede hacerse
sobre la superestructura de una «situación de laboratorio» arti
ficial, que no se corresponde con la vida4. Ahora bien, ¿es posible
un análisis objetivo del lenguaje, cuando no hay ningún distancia-
miento del mismo? Con el lenguaje ocurre como con el ojo: ve
mos con él, pero nunca le vemos (directamente).
La segunda nota del lenguaje ya ha quedado patente: el len
guaje es siempre lenguaje humano. Dicho con otras palabras: sólo
al hablar y mediante el lenguaje el hombre se hace hombre en
sentido pleno.
82
Las propiedades del lenguaje
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IV. Hablar de la realidad
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Relaciones entre lenguaje y realidad
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IV. Hablar de la realidad
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La verdad de las proposiciones
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IV. Hablar de la realidad
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La verdad de las proposiciones
8$
IV. Hablar de la realidad
Para descubrir si, en efecto, la pesca con caña representa para el que
habla el supremo placer, hay que hacerle entrar en una conversación,
que conducirá a lo que Ramsey llama «tautología significante»: «Pescar es
pescar.» En el comportamiento del que habla, en su régimen de vida, en
la seriedad de sus palabras, se advierte que podemos confiar en su afirma
ción por lo que a él se refiere. Ello es posible, cuando el oyente se abandona
por completo al que habla, lo toma en serio y se le abre confiadamente.
Se establece así aquella situación de amor que forma parte de la esencia
de un diálogo auténtico. Pero puede suceder que salte una chispa del que
habla al oyente, de modo que éste comprenda de repente que el otro dice
la verdad. Se da entonces la situación de apertura (disclosure); y en ella
no sólo se reconoce como verdadera la proposición de que para el hablante
la pesca con caña es el placer supremo, sino que al mismo tiempo se nos
manifiestan otros contextos objetivos que hasta ahora estaban ocultos.
Y entonces puede comprenderse, además, la conducta total del pescador.
91
IV. Hablar de la realidad
92
La profundidad significativa del lenguaje
93
IV. Hablar de la realidad
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La profundidad significativa del lenguaje
95
IV. Hablar de la realidad
Resumen
96
Resumen
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Beinert, Teología 7
Capitulo quinto
REALIDAD DE DIOS
La situación dialógica
98
La situación dialógica
99
V. Realidad de Dios
100
La situación introductoria del discurso
101
V. Realidad de Dios
probar por qué no haya de propinarse ningún tóxico a las personas ino
centes. Pero nadie se atreverá a discutir que pueda hacerse tal cosa.
Existe, pues, una realidad que lo prohíbe; realidad que no pertenece
al campo empírico, pero que tiene el poder de emitir normas. Es, pues, una
realidad existente, aunque sólo puede demostrarse de forma indirecta.
102
Apertura de una experiencia empírica
realidad que todo lo fundamenta! Pero hay que probar con toda exactitud
que lo es realmente. En definitiva, son muchas las personas que explican
los hechos de otro modo.
103
V. Realidad de Dios
104
A p ertu ra d e u n a e x p erie n c ia em p irica
105
V. Realidad de Dios
Q = R, debido a S
R = S, debido a T
5 = 7 , debido a V...
Pero repitámoslo una vez más: aunque todo eso nos resulte evi
dente, seguimos conduciendo el coche, encendemos la televisión,
ponemos en marcha la lavadora; es decir, que damos por válidas
las leyes de las ciencias de la naturaleza. Y eso sólo ocurre porque
les hacemos un anticipo de confianza: interpretan la naturaleza
de un modo adecuado. Un gran científico de la naturaleza expresó
este estado de cosas con acertadas palabras. He aquí, en efecto, lo
que escribió Max Planck: «El que alguna vez ha contribuido real
mente a la construcción de una ciencia sabe por propia experiencia
interna que en la puerta de entrada de dicha ciencia hay un indi
cador, que no es visible externamente, pero que resulta irreem
plazable: la fe que mira hacia delante. Difícilmente podrá darse
una proposición cuya errónea interpretación haya provocado tanto
mal como la que asegura que la ciencia no ha de suponer ningún
requisito previo. Así como es cierto que el fundamento de cualquier
ciencia está constituido por el material que procede de la experien
cia, así también es seguro que ni ese material por sí solo, ni su
elaboración lógica, constituyen la ciencia propiamente dicha. En
efecto, el material es siempre fragmentario y sólo consta de partes
aisladas, aunque a veces sean muy numerosas. Esta afirmación se
aplica tanto a las tablas de medida de las ciencias de la naturale
za como a los documentos de las ciencias del espíritu. De ahí que
haya que completarlo y ponerlo a punto rellenando las lagunas; y
esto se realiza única y exclusivamente a través de unas conexiones
ideales que no proceden de la actividad intelectual, sino de la fan
tasía del investigador, y que pueden calificarse como fe o, emplean
do una expresión más prudente, como hipótesis de trabajo. Lo esen
cial es que su contenido sobrepasa de algún modo aquello que nos
viene dado en la experiencia» 12.
Quiere esto decir que el pensamiento científico sobre la natura
106
La apertura de la comprensión
La apertura de la comprensión
107
V , R e a lid a d d e D io s
108
L a a p ertu ra d e la c o m p r e n sió n
Es necesario tener una idea clara de que sólo así es posible la ciencia.
Hasta el mayor especialista, que conoce en grado sumo su especialidad, ha
empezado alguna vez con un conocimiento muy aproximativo y difuso;
pero, a diferencia de otras personas, se interesó por el tema por motivos
que pueden explicar las diversas circunstancias de su biografía personal.
Y así, se esforzó por transformar unos conocimientos vagos en un saber
exacto, elaborándolo desde unas lecturas populares hasta unos libros de
la especialidad, estudiando siempre con vistas a esa especialización.
109
V. Realidad de Dios
El sentido absoluto
Las ciencias de la naturaleza y las del espíritu se distinguen
entre sí por su objeto formal y, consiguientemente por su método
respectivo. Pero las dos se enfrentan con el mismo problema básico:
tienen su fundamento en sí mismas1S. En el horizonte de sus cam
pos de investigación se les abre siempre una realidad ilimitada,
que debe fundamentar la realidad limitada a la que ellas se refieren.
Esa realidad, que se apoya en sí misma y que, por ende, da base a
todo lo demás, es lo que llamamos sentido.
Por preceder a todos los objetos de la ciencia, no forma parte
de su tema de investigación; pero este tema es totalmente inalcan
zable sin aquel sentido. Así, pues, las ciencias no empiezan por
hallar la verdad, sino que ya antes se encuentran en ella “ . Por
eso, el hombre puede ponerse en marcha para investigarla, lo que
equivale a decir que está ya empeñado en la búsqueda del sentido.
Si el afán de saber y la ciencia misma son parte irrenunciable del
ser humano, también le incumbe la cuestión del sentido. Como el
sentido está dado en toda la realidad, también ese problema sub
yace en todas las cuestiones. No es un producto del hombre, sino
que se le impone, como tampoco el sentido es creación humana, sino
dato preexistente al hombre. El sentido está establecido.
Existe, pues, el sentido. Subyace en todo y en todas las cosas se
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El sentido absoluto
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V . R e a lid a d d e D io s
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Experiencia del sentido absoluto
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Beinert, Teología 8
V. Realidad de Dios
Resumen
Nos hemos planteado en este capítulo la cuestión de si Dios
toma en realidad la palabra. Piara ello, hemos llegado al acuerdo
previo de que Dios es la designación de aquello que abarca toda
la realidad.
114
Resumen
115
Capítulo sexto
116
Lo cristiano de la teología
117
V I. D io s a p a rece en la p alab ra
L a fe como respuesta
El testimonio de Jesucristo y la prueba de su vida no elimina
la sospecha de que este mundo es absurdo. Ahora como antes el
hombre está llamado a una decisión: ante este foro aparece Dios
en la palabra. Pero eso significa que a la alocución de Dios en la
Palabra, que es su Hijo, ha de seguir por parte del hombre una
respuesta amorosa, que designamos fe. Es la forma histérica con
creta con que Dios toma en Jesucristo la palabra entre los hombres.
Así entendida, la fe difícilmente puede ser un simple barrunto
u opinión, sino que es la captación de una realidad desde la expe
riencia de que la realidad alcanzada en dicha fe es digna de cré
dito.
En último término, ya no descansa en una experiencia obje
tiva sino en un reconocimiento personal. En el credere latino
subyace un cor daré = entregar el corazón. (También el alemán
glauben procede de la raíz indoeuropea galaubjan = tener por
amigo, dar por bueno, que pertenece al grupo lieben = amar.) Así,
pues, la fe en su forma plena es un modo de amor y confianza;
es decir, una toma de posición personal. Procede de una persona
y se dirige a otra, a la que se reconoce no ya en la categoría de
objetos, sino en su dignidad auténtica, gracias a la cual su valor
y dignidad está por encima de todas las cosas. Semejante recono
cimiento supone aquella confianza amorosa, a la que apunta la
etimología de esta palabra. La fe es, por tanto, una decisión, y al
ser una decisión sobre valor y dignidad, posee a su vez una digni
dad propia y específica.
118
El lenguaje de la fe
El lenguaje de b fe
119
VI. Dios aparece en la palabra
120
El lenguaje de la fe
121
VI. Dios aparece en la palabra
122
El lenguaje de la fe
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V I. D io s a p a rece en la p alab ra
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F e y te o lo g ía
Fe y teología
125
VI. Dios aparece en la palabra
126
F e y te o lo g ía
Hay científicos que han analizado con éxito los problemas religiosos,
sin ser personalmente seguidores de la religión respectiva: se puede estu
diar muy bien el Corán sin ser musulmán. ¿Y acaso no vale la analogía
de que el criminólogo no tiene que ser un criminal ni el internista pade
cer de estómago para ser hábiles en su profesión? Además, también en el
campo cristiano hay una serie de problemas teológicos para los que no
exige la condición de tener fe. Más adelante (pág.. 163ss) mostraremos cómo
una gran parte del trabajo teológico es de índole histórica, filológica y
exegética. N o hay razón alguna para afirmar que un creyente entenderá la
doctrina matrimonial del concilio de Trento mejor que un ateo; aquí se
trata única y exclusivamente de la aplicación exacta del método histórico.
127
VI. Dios aparece en la palabra
128
P o sib ilid a d d e u n le n g u a je te o ló g ic o
129
Beincrt, Teología 9
VI. Dios aparece en la palabra
Verificación en la teología
130
V er ific a c ió n d e la te o lo g ía
131
VI. Dios aparece en la palabra
132
V er ific a c ió n d e la te o lo g ía
133
VL Dios aparece en la palabra
134
Estructuras de una teología científica
135
VI. Dios aparece en la palabra
Resumen
136
Resumen
137
Capítulo séptimo
El problema hennenéutico
138
El problema hermenéutico
139
V il. Entender la palabra de Dios
Quien hoy dice a una dama alemana que es una mujer corriente (ge
rmines Weib), la ofende. Pero en épocas anteriores la significación era muy
otra. Mujer (Weib) significaba lo mismo que señora (Frau) (en la vieja
fórmula alemana del avemaria entra la primera palabra); corriente (gemein)
equivalía a común, inserto en la comunidad (gemeinschaftlich). La «mujer
común» o «mujer corriente» puede significar (en el lenguaje actual) una
señora comunicativa. Con lo cual de la injuria se ha pasado a un cumplido;
pero sólo porque yo he interpretado la cosa de forma diferente.
140
El problema hermenéutico
141
VIL Entender la palabra de Dios
142
Origen de las proposiciones teológicas
143
VII. Entender la palabra de Dios
DOGMA
4 3. cr nivel de reflexión.
4
Replanteamientos teológicos y nue 4. ° nivel de reflexión.
vas interpretaciones
4
Nueva fijación eventual del magis
i.
5.° nivel de reflexión.
terio
4
4 Otros niveles de reflexión.
4
4
Va en la p. 32 hemos planteado el problema que aquí se nos presenta
y el primer intento de solución: dentro del mismo Nuevo Testamento la
perspectiva de la predicación experimenta un cambio: en lugar de la pro
clamación del reino de Dios, presentada por Jesús, entra el kerygma de
Jesús como el Cristo. Pero es justamente así como se mantiene el objetivo
de la predicación personal de Jesús.
La cuestión cristológica pueden también servimos como ejemplo del
estado de cosas señalado. La experiencia con Jesús quedó consignada en
el Nuevo Testamento dentro de una doble serie de proposiciones: en la
primera aparece Jesús como un verdadero y auténtico hombre anormal»
144
Origen de las proposiciones teológicas
145
Beinert, Teología 10
V il. Entender la palabra de Dios
Entender
146
Entender
147
VII. Entender la palabra de Dios
148
Aspectos comunes del horizante existencial
Tras esta exposición más bien elemental, habrá que explicar los
elementos más importantes que es necesario tener en cuenta para
la comprensión. Nos centramos sobre todo en los textos históricos,
que son los que el teólogo ha de entender de modo muy particular *.
149
VII. Entender la palabra de Dios
2. La precomprensión
3. La diferencia hermenéutica
150
El interés conductor
4 El interés conductor
Hasta la época moderna, la Sagrada Escritura pasaba por ser una fuente
general de soluciones a todas las cuestiones humanas, puesto que era la
palabra auténtica de Dios. Por ella se orientaban los astrónomos y los
biólogos, los físicos y los juristas. Sólo con el correr del tiempo, y a me
nudo tras luchas encarnizadas, se reconoció que el interés primordial de
los científicos (por encontrar soluciones astronómicas, etc.) no coincidía con
el interés capital de la Biblia (anunciar la palabra de Dios).
151
V II. Entender la palabra de Dios
El interés prim ordial del teólogo puede ser muy distinto en cada
caso concreto. Desde el complejo de la fe, puede ser la predicación
o la buena disposición a dejarse afectar personalmente por ella;
a esto se añade la curiosidad científica, La voluntad de conoci
miento, el gusto por la investigación. Sin duda que todo eso no
basta, pues el interés prim ordial de los textos analizados no es la
ampliación del conocimiento ni la información, sino el esfuerzo por
dejar que Dios bable.
6. La traducción al presente
152
La reserva hermenéutica
7. La reserva hermenéutica
153
V II. Entender la palabra de Dios
1. Crítica textual
154
Critica literaria
2. Crítica literaria
155
VII. Entender la palabra de Dios
una unidad. Los tres primeros Evangelios discurren en buena parte parale
los (a sus autores se les llama sinópticos, del griego synorart = ver conjun
tamente: los tres textos pueden leerse de un modo paralelo). Mt y Lo se
apoyan en Me, aunque uno y otro han utilizado además otras fuentes.
4. Historia de la redacción
156
Análisis textual
5. Historia de la tradición
1. Análisis textual
Como en todos los textos, también en los que aquí nos inte
resan hay que aplicar el instrumental de crítica literaria que ya co-
157
Vil. Bntander la palabra de Dios
158
Atención a la historicidad
3. Atención a la historicidad
159
VII. Entender la palabra de Dios
160
Regla básica y general
161
Beinert, Teología 11
VII. Entender la palabra de Dios
PALABRA DE DIOS
i t
SAGRADA ESCRITURA
4- í
DOGMA
i t
TEOLOGIA
n
CONFESIÓN DE FE
162
División interna
División interna
*
La proposición teológica fundam ental en su form a cristiana
(cf. pág 119) se caracteriza por incluir, además de un elemento
transcendente, otro histórico. Por lo mismo, también ese compo
nente es propio de la comprensión teológica. La teología tiene siem
pre que volver a preguntarse por el acontecimiento cristológico,
que desde luego no está concluso, sino que se prolonga (en la
historia de la Iglesia como cuerpo de Cristo). Queda así delimitado
el campo de estudio de un grupo especializado, que se compendia
bajo el título de teóloga histórica, y que se ocupa del origen, las
fuentes y el proceso de transmisión de la fe cristiana. A este campo
pertenecen concretamente la historia de la exégesis24, de la Igle
sia, de la teología y de los dogmas. Su método es preferentemente el
de la crítica histórica.
La palabra de Dios no suscita un simple interés histórico, sino
que nos afecta aquí y hoy. Debemos estar en condiciones de reco
nocerla y apropiárnosla como palabra de nuestra salvación. Dentro
de la teología contribuye a esa tarea el grupo especial de la teología
sistemática A ella pertenecen la teología fundamental, la dogmá
tica y la teología moral, como disciplinas más importantes. Se sir
ven principalmente del método especulativo: se interpreta crítica
mente, se argumenta y se hacen tentativas por proponer nuevos
ensayos de comprensión.
La palabra de Dios no vale sólo para hoy, sino para todas las
generaciones, por lo que es necesario transm itirla a cada nueva
época. En la teología se sienten obligados a esa tarea los especia
163
V il. Entender la palabra de Dios
División externa
164
División externa
165
VII. Entender la palabra de Dios
1. Exégesis26
2. Historia de la Iglesia28
3. Teología fundamental29
166
Teología dogmática
4. Teología dogmática *
167
VII. Entender la palabra de Dios
5. Teología m oral31
168
Pedagogía religiosa
8. Ciencia litúrgica34
9. Pedagogía religiosa35
169
VII. Entender la palabra de Dios
170
Resumen
171
Capitulo octavo
172
La eclesialidad de la teología
Teología e Iglesia
La eclesialidad de la teología
173
VIII. Transmitir la palabra de Dios
El magisterio de la Iglesia
174
El magisterio de la Iglesia
ron las más de las veces también teólogos: asi, la disputa teológica se
desarrolló entre portadores del magisterio. Durante la edad media, la
teología emigró a las universidades y las escuelas; los obispos se vieron
abrumados con tareas cada vez mayores y más vastas, por lo que ya no pu
dieron ser teólogos especializados. Como consecuencia de la Reforma
pareció que el mandato supremo a la dirección eclesial era el de conservar
la unidad eclesial y defender el depósito de la fe católica contra los «in
novadores». Por ello se creyó que no era posible entablar amplias discu
siones teológicas, sobre todo porque la sacudida del siglo xvi había pro
vocado un cierto miedo. Con la crisis modernista, a comienzos del presente
siglo, la situación se agudizó: el intento de los teólogos por establecer un
diálogo con el mundo moderno se vio enérgicamente frenado por el ma
gisterio eclesiástico. Y se llegó a un conflicto abierto. Sólo en el concilio
Vaticano 11 se logró una cierta calma. Pero lo ocurrido desde entonces
demuestra claramente que la tensión no ha desaparecido por completo.
Con mucha frecuencia, las controversias no se deben a que los teólogos
no trabajen de una manera objetiva, sino a que entre ellos se ventilan dis
cusiones teológicas internas. El necesario pluralismo teológico8 compor
ta disputas que han de solucionarse entre especialistas. Dado el elemento
humano de la comunidad creyente, estas discusiones no siempre se llevan a
cabo sitie ira est studio, aparte el hecho de que en el calor de la discusión
pueden darse unas visiones parciales. A priori tampoco los representantes
del magisterio están inmunizados contra ese peligro. Q erto que hoy ya
no son todos ellos especialistas en teología, pero todos la han estudiado
y normalmente en ese estudio han adquirido una determinada orientación
del pensamiento teológico, y han aceptado una cierta «escuela». En el
pasado reciente, la teología romana ejerció una influencia indiscutible
y difícilmente exagerable. Muchos dignatarios eclesiásticos estudiaron en
Roma en su juventud; de ahí que fácilmente se llegara a identificar la
teología católica con la teología de la escuela romana. Así se echó de ver
con toda claridad al comienzo del concilio Vaticano n : sólo entonces mu
chos obispos, y también numerosos teólogos romanos, cayeron en la cuenta
de que existían otras escuelas y tendencias teológicas, cuya legitimidad
no se podía poner honestamente en tela de juicio9.
175
VIII. Transmitir la palabra de Dios
176
El magisterio de la Iglesia
177
Beinert, Teología 12
VIII. Transmitir la palabra de Dios
178
Referencia a la práctica
Referencia a la práctica
179
VIII. Transmitir la palabra de Dios
180
Pensamiento ecuménico
Pensamiento ecuménico
181
V III. Transm itir la palabra de Dios
182
Las relaciones con la filosofía
Teología y ciencias
183
VIII. Transmitir la palabra de Dios
con ese punto de vista» habría que abogar por unir la teología a la
filosofo o por incorporar ésta a aquélla.
184
Las relaciones con la filosofía
185
V III. Transmitir la palabra de Dios
Teología interdisciplinar
186
Teología interdisciplinar
187
VUI. Transm itir la palabra de Dios
188
Teología interdisciplinar
190
La teología como respuesta
191
IX. La teología como respuesta
192
La teología como respuesta
Cabe suponer que serán muy pocos los especialistas europeos inte
resados en la antigua lírica china, mientras que a la mayoría les será des
conocida por completo. El especialista se siente movido por un conocimien
to hacia investigaciones siempre nuevas: su especialidad puede convertirse
en la pasión y en el quehacer de su vida, mientras que a los demás eso no
les dice nada. Distinto es lo que sucede con los conocimientos técnicos
de carácter básico que se necesitan para conducir un coche. Este cono
cimiento interesa a muchísimas personas, pues de él depende su profesión,
su movilidad, etc. Pero para que el sinólogo sea un buen padre de familia,
y la conductora de un coche una buena cocinera, no necesitan recurrir a
sus conocimientos especializados. Para ello hay que dominar otra reali
dad (en nuestros ejemplos, el arte de la educación y el arte culinario,
respectivamente). La idea aparece con mayor claridad aún en el caso nega
tivo. Se puede ciertamente ser un buen sinólogo o un buen conductor, y
a la vez un hábil falsificador de cheques. Ambas cosas nada tienen que
ver entre sí; entran aquí en juego sectores de la realidad totalmente dis
tintos.
193
Beinert, Teología 13
IX. La teología como respuesta
194
La teología como respuesta
195
A péndice
Patrística (antigüedad)
Período premcénico
196
Período de esplendor
Período de esplendor
197
Apéndice: Historia de la teología
Últimos ecos
196
Primera escolástica
Teología carolingia
Las primeras bases en tal sentido las pone Escoto Eriúgena (f hada
870). Los resultados de la exégesis patrística los reúne Beda el Venerable
(t 735). Famosos se hicieron ya por la contravenía acerca de cómo
Cristo está presente en la sagrada cena los monjes del monasterio de
Corbie, Pascasio Radberto y Ratramno.
Prima-a escolástica
199
Apéndice: H istoria de la teologia
Teologia monástica
Canonistica
200
La escolástica tardía
La madurez de la escolástica
La escolástica tardía
201
Apéndice: H istoria de la teología
Edad moderna
I
202
Desde el concilio Vaticano II
203
INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS PARA EL ESTUDIO
DE LA TEOLOGÍA
204
Indicaciones bibliográficas
205
Indicaciones bibliográficas
206
Indicaciones bibliográficas
207
ABREVIATURAS
208
Abreviaturas
209
Beinert, Teología 14
BIBLIOGRAFÍA
2 10
Bibliografía
211
Bibliografía
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218
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220
Bibliografía
221
Bibliografía
222
B ib lio g r a fía
223
NOTAS
224
Notas II
n
1. Rep. 379 A. — Bibliografía sobre este capítulo: G.. van Ackeren,
Sacra doctrina The Subject of the First Question of the Summa Theoló
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der wissenschaftlichen Methode, en ThZ, 18 (1962) 341-356. — R. Weier,
Das Theologieverstándnis Martin Luthers (KonfessionkundL u. kontro-
verstheoL Studien 36), Paderbom 1975.
2. También Platón, que gustaba de las introducciones mitológicas pan,
sus conceptos filosóficos (la más conocida es la metáfora de la caverna), fue
conocido en la antigüedad como «teólogo», al igual que los poetas de la
mitología Hesiodo y Homero.
3. Met. vi. 1, 1025o 19. También en Met. XI, 8, 1064ó 2. En otros
pasajes, Aristóteles emplea la palabra como Platón.
4. De civit. Dei 6, 5 (PL 41, 180).
5. Para Justino, «teologizar» equivale a buscar a Cristo. La referencia
cristológica es especialmente clara en Orígenes, In Jo 1,24 (GCS Prgpschen
30). En los siglos IV/V se impone definitivamente. Uno de los últimos
escritos de Eusebio de Cesárea se titula Peri tes ekklesiastikes theologia
(literalmente «teología eclesiástica»): trata realmente de la doctrina de Dios
y de la cristologia.
225
Beinert, Teología 15
Notas II
226
Notas m
prendido Jesús en el huerto de los Olivos, Pedro le dice que tiene dot
espadas, el lector medieval veía indicadas ahí las dos supremas autoridades
mundiales: el Estado y la Iglesia; y de ahí se deducía toda una construcción
jurídica estatal-eclesiástica. Naturalmente que todo ello era ajeno a los
autores bíblicos.
34. J. Beumer, Die theoíogische Methode 99. Cf., también, R. W iier,
Das Theologieverstándnis Martin Luthers (Konfessionskundl. u. kontrovwt»
theol. Studien 36), Paderbom 1976.
35. Cf., en cap. 7, La disivión de la ciencia teológica, p. 21-224.
m
1. Las exigencias siguientes fueron formuladas por H. Scholz, Wie Ist
eine evangelische Theologie ais Wissenschaft moglich?, aparecido ya en un
artículo de 1931. Ahora puede leerse en G. Sauter (dir.), Theologie OÍS
Wissenschaft 221-264, especialmente p. 231-236.
2. De ahí procede la turbación que todavía hoy experimentan muchos
católicos cuando se dice que este o aquel relato de ia Sagrada Escritura no
es histórico. Piensan que ello equivale a decir que no es verdadero. Pero
existen otras formas de verdad distintas de las históricas. La investigación
exacta del contenido histórico de la Biblia fue posible gracias al método
de la crítica histórica, que se desarrolló primero en la teología protes
tante y, desde 1943 (encíclica Divino affiante Spiritu del papa Pío xil) tuvo
también acceso a la teología católica. Cf. pp. 154-157.,
3. En la Ilustración se hicieron esfuerzos por demostrar la existencia
de Dios desde cualquier detalle posible del acontecer natural. Reimarus
(f 1768) pensaba que podían sacarse argumentos hasta de las arrugas de
la piel de rinoceronte; G.O. Richter publicó una obra monumental de 912
páginas con este largo título: Ictioteología o ensayo racionad y escrituris-
tico para llevar a los hombres desde la consideración de los peces a la ad
miración, respeto y amor de su grande, amorosísimo y omnisciente Creador,
Leipzig 1754.
4. Cf. más adelante, pp. 171ss.
5. B. Russell, Logic and Knowledge. Essays 191-1950, Londres 1956;
Human Knowledge, its Scope and Limits, Nueva York 1948; Por qué no
soy cristiano, Sudamérica, Buenos Aires 101974. — Ch.E, Moore, Principia
Ethica, Cambridge 1903; Ethics, Londres 1912; Philosophiccd Studies, Lon
dres 1922; Phiíosophical Papers, Londres 1959; En defensa del sentido co
mún y otros ensayos, Taurus, Madrid 1972.
6. Acerca de Wittgenstein, cf. A. Kenny, Wittgenstein, Revista de Oc
cidente, Madrid 1974; J. Hartnack, Wittgenstein y la filosofía contemporánea,
Anal, Barcelona 1972.
7. Acerca del círculo de Viena: V. Kraft, El círculo de VYern?,^Taurus,
Madrid 1966. — R. Camap, Introduction to Semantics. Formalization of
Logic (Studies in Semantics I/II), Cambridge (Mass.) 1959; Meaning and
Necessity. A Study in Semantics and Modal Logic, Chicago 1960; Logische
Syntax der Sprache, Viena 21968; Einführung in die symbolische Logik mit
227
N otas III
228
N otas IV
IV
229
Beincrt, Teología 16
N otas IV
230
N o ta s V I
burgo - Basilea - Viena 1977, p. 30s (trad. cast.: Experiencia del espíritu,
Narcea, Madrid 1978).
19. El tema de la experiencia de la fe se discute hoy vivamente. Bl*
bli ografía selecta: W. Beinert, Die Erfahrbarkeit der Glaubenswirklichkeit,
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genwárfiger Welt- und Lebenserfahrung. Reflexionen über die Notwendig-
keit einer neuen Erfahrungs theologie, en ZThK, 71 (1974) 94-122.
20. Una visión de conjunto puede encontrarse en L. Scheffczyk, op.
cit. (nota 19) 357-359.
21. El más conocido es el de A. Frossard, Dios existe, yo me lo en
contré, Rialp, Madrid 1976, así como del mismo autor, ¿Hay otro mundo?,
Rialp, Madrid 1977.
22. Sprachkritische Untersuchungen 293; cf. 292-298.
23. Cf. p. 130-136.
24. Cf. p. 126-134.
VI
231
N otas V I
vn
1. J. Ratzinger, en Internationale Theologenkommission; Die Einheit
des Glaubens 33 (cf. Comisión teológica internacional, El pluralismo teoló
gico, Católica, Madrid 1976).
2. Típicas son las palabras de monseñor Lefebvre en la «declaración de
fe» del 21 de noviembre de 1974: «Por eso mantenemos todo cuanto la
Iglesia ha creído y realizado en la fe en todos los tiempos y antes de la
influencia modernista del concilio... Todo ello está contenido en los libros
que aparecieron antes de la influencia modernista del concilio. Podemos
confiar en que la verdadera luz de la tradición disipará la oscuridad que
cubre el cielo de la Roma eterna» (citado según Y. Congar, Der Fcil Le
febvre. Schisma in der Kirche?, Friburgo - Basilea - Viena 1977, 100b;
232
N o ta s V II
234
N o ta s V I I
235
N o ta s V II
vm
1. Cf. G. Gorschenek (dir.), G ru n dw erte in S taat un d G eséU schaft
(Beck’sche Schwarze Reihe 156), Munich 1977.
2. Cf. antes, p. 177.
3. Cf. antes, p. 174-178.
4. Cf. antes, p. 196ss.
5. Comisión teológica internacional, E l pluralism o teológico, Católica,
Madrid 1976, p. 36 de la ed. alemana.
6. Sobre las relaciones de la teología y del magisterio eclesiástico,
cf. la mencionada Comisión teológica internacional, T h eses d e m agisterii
ecclesiasíici e t th eologiae ad invicem relatione, en Greg 57 (1976) 549-563.
W. Kasper, D ie F u n ktion d er T h eologie in der K irch e, en D ie Z u k u n ft
der K irch e (volumen informativo del Concilium-Kongres 1970), Zurich -
Einsiedeln - Colonia - Maguncia 1971, p. 45-52. — H. Küng, T h eo lo g ie u n d
K irche, Einsiedeln 1964. — K. Rahner, D isp u t um d a s kirchliche L ehram t,
en Schriften zu r T h eologie X, Einsiedeln 1972, p. 324-337. — O. Semmelroth,
D ie T h eologie in d er K irche, en StdZ, 184 (1969) 233-243. — N. Trippen,
T heologie und L eh rm at im K o n flik t . D ie kirchlichen M assnahm en gegen
den M odern ism u s im Jahre 1907 u n d ihre A u sw irkungen in D eutschland,
Friburgo - Basilea - Viena 1977.
7. Cf. antes, p. 25-56.
8. Cf. antes, p. 192.
9. J. Ratzinger, E inleitung zu r D ogm atischen K o n stitu tio n ü b er die
O ffenbarung, en L exikon fü r T h eologie u nd K irch e, vol. 2 de los suple
mentos, p. 500.
10. Constitución dogmática del concilio Vaticano i i L um en gentium
sobre la Iglesia, 4. Como evidencian las propias observaciones que se hacen,
se trata de una cita patrística.
11. Ibideb, 12.
12. M/Seckler, D ie T h eologie ais kirchliche W issenschaft nach P iu s XII
u nd P au l VI, en ThQ, 149 (1969) 209-234.
13. J. Ratzinger, E l nu evo p u eblo d e D io s , Herder, Barcelona 1972,
p. 319.
14. Rahner, K irch lich es L eh ram t u n d T h eologie nach dem K o n zil, en
S chriften zu r T h eologie VIII, Einsiedeln 1967, 126.
236
N o ta s V III
237
N o ta s V I I I
IX
Apéndice
238
N o ta s (A p é n d ic e )
239
INDICE ANALÍTICO
240
ín d ic e an a lítico
241
ín d ic e a n a lítico
242
ín d ic e a n a lític o
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