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El lobo de Esopo - Horacio Quiroga
Era un magnífico animal, altísimo de patas, y flaco, como conviene a un lobo. Sus ojos, normalmente oblicuos,
se estiraban prodigiosamente cuando montaba en cólera. Tenía el hocico cruzado de cicatrices blanquecinas.
La huella de su pata encendía el alma de los cazadores, pues era inmensa.
La magnífica bestia vivió la juventud potente, empapada en fatiga y sangre, que es patrimonio de su especie,
y durante muchos años sus grandes odios naturales fueron el perro y el hombre.
El brío juvenil pasó, sin embargo, y con la edad madura llegáronle lenta, difícil, penosamente, ideas de un
corte profundamente peregrino, cuyo efecto fue aislarle en ariscas y mudas caminatas.
La esencia de sus ideas en tortura podía condensarse en este concepto: «El hombre es superior al lobo».
Esta superioridad que él concedía al soberbio enemigo de su especie, desde que el mundo es mundo, no
consistía, como pudiera creerse, en la vivísima astucia de aquél, complicada con sus flechas. No: el hombre
ocupaba la más alta escala por haberse sustraído a la bestialidad natal, el asalto feroz, la dentellada en carne
viva, hundida silenciosamente hasta el fondo vital de la presa.
Como se comprende, largos años pasaron antes que este concepto de superior humillación llegara a
cristalizarse. Pero una vez infiltrado en sus tenaces células de lobo, no lo abandonó más
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MAGNÍFICO
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ANIMAL
El lobo de Esopo - Horacio Quiroga
Tuvimos que esperar más de dos meses. Nuestro hombre tenía una ridícula prolijidad aséptica que contrastaba cruelmente con
nuestra decisión.
¡Eduardo Foxterrier! ¡Qué nombre! Esto fue causa de la vaga consideración que se le tuvo un momento. Nuestro sujeto no era
en realidad peor que los otros; antes bien, honraba la medicina —en la cual debía recibirse— con su bella presunción
apostólica.
Cuando se rasgó la mano en la vértebra de nuestro muerto en disección —¡qué pleuresía justa!— no se dio cuenta. Al rato, al
retirar la mano, vio la erosión y quedó un momento mirándola. Tuvo la idea fugitiva de continuar, y aun hizo un movimiento para
hundirla de nuevo; pero toda la Academia de Medicina y Bacteriología se impuso, y dejó el bisturí. Se lavó copiosamente. De
tarde volvió a la Facultad; hízose cauterizar la erosión, aunque era ya un poco tarde, cosa que él vio bastante claro. A las 22
horas, minuto por minuto, tuvo el primer escalofrío.
Ahora bien; apenas desgarrada la epidermis —en el incidente de la vértebra— nos lanzamos dentro con una precipitación que
aceleraba el terror del bicloruro inminente, seguros de las cobardías de Foxterrier.
A los dos minutos se lavó. La corriente arrastró, inutilizó y abrasó la tercera parte de la colonia. El termocauterio, de tarde, con el
sacrificio de los que quedaron, selló su propia tumba, encerrándonos.
Al anochecer comenzó la lucha. En las primeras horas nos reprodujimos silenciosamente. Éramos muchos, sin duda; pero,
como a los 20 minutos, éramos el doble (¿cómo han subido éstos, los otros?) y a los 40 minutos el cuádruple, a las 6 horas
éramos 180.000 veces más, y esto trajo el primer ataque.
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VÉRTEBRA
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MEDICINA
Mi cuarta septicemia - Horacio Quiroga
Cazábamos desde esa mañana en el Palometa, Juancito, un peón y yo. El monte, sin duda, había sido batido con poca
anterioridad, pues la caza faltaba y los machetazos abundaban; apenas si de ocho a diez nos destrozamos las piernas en
el caraguatá tras un coatí. A las once llegaron los perros. Descansaron un rato y se internaron de nuevo. Como no
podíamos hacer nada, nos quedamos sentados. Pasaron tres horas. Entonces, a las dos, más o menos, nos llegó el grito
de alerta de un perro. Dejamos de hablar, prestando oído. Siguió otro grito y, enseguida, los ladridos de rastro caliente. Me
volví a Juancito, interrogándolo con los ojos. Sacudió la cabeza sin mirarme.
La corrida parecía acercarse, pero oblicuando al oeste. Cesaron un rato; y ya habíamos perdido toda esperanza cuando,
de pronto, los sentimos cerca, creciendo en dirección nuestra. Nos levantamos de golpe, tendiéndonos en guerrilla,
parapetados tras un árbol, precaución más que necesaria, tratándose de una posible y terrible piara, todo en uno.
Los ladridos eran, momento a momento, más claros. Fuera lo que fuera, el animal venía derecho a estrellarse contra
nosotros.
He cazado algunas veces; sin embargo, el Wínchester me temblaba en las manos con ese ataque precipitado en línea
recta, sin poder ver más allá de diez metros. Por otra parte, jamás he observado un horizonte cerrado de malezas, con más
fijeza y angustia que en esa ocasión.
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Ejemplo: cacería
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contengan 9 letras.
Ejemplo: guerrilla
De caza - Horacio Quiroga
Más al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste,
a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no
ver el machete de plano en el suelo.
Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en
toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano
izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño
y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.
El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del
sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría,
matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.
La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días
preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos
dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último
suspiro.
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contengan 3 veces la letra A.
Ejemplo: alambrado
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contengan 3 veces la letra E.
Ejemplo: intendente
Escribe al menos 15 palabras que
contengan 3 veces la letra O.
Ejemplo: oportuno
El hombre muerto - Horacio Quiroga