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El romanticismo.

Los antecedentes.
En la segunda mitad del siglo XVIII se empieza a revalorizar la sensibilidad. La gente culta
de Francia se harta de las estrictas normas del arte clasicista y, al mismo tiempo, se interesa más por
la naturaleza. Autores ilustrados, como Rousseau, dicen que debemos cultivar nuestras emociones
lo mismo que hacemos con nuestras facultades lógicas y dedican un montón de páginas a describir
las sensaciones que les producen los paseos por el campo.
Mientras, en Inglaterra, se pone de moda un nuevo adjetivo: “pintoresco”. Las personas que
desean cultivar su sensibilidad miran la naturaleza buscando imágenes emocionante, pero que
parezcan “como sacadas de un cuadro”. Quieren una belleza espontánea y salvaje, pero parecida a
la que ya conocen. En paralelo, se ponen de moda las novelas emocionantes, con escenas
terroríficas y siniestras. Novela en inglés se dice “romance” y es muy probable que el adjetivo
“romántico” surgiese como una manera despectiva de referirse a ese gusto por lo sensible,
emocionante y salvaje.
En Alemania, por su parte, los jóvenes ilustrados crean una nueva corriente literaria
conocida como Sturm und Drang, que significa “tormenta y agitación”. Sus historias tienden a lo
sensible y emocionante, como pedían los lectores “románticos”, pero les añaden un giro maestro: el
conflicto sin solución. El héroe típico es un hombre sensible que se ve atrapado en una alternativa
donde las dos salidas le llevan a la destrucción.

La rebelión romántica.
Poco tiempo después, sucede la revolución francesa. Todo el mundo se da cuenta de
inmediato de que está pasando algo histórico. Muchos jóvenes europeos, simpatizantes de las ideas
ilustradas, creen que ha llegado la hora de cumplir unos sueños que creían casi imposibles y se
hacen revolucionarios. Sin embargo, a los pocos años el panorama cambia: para algunos de esos
jóvenes, la revolución ha sido un fracaso porque ha derivado en una dictadura; para otros, el fracaso
es propiamente suyo, porque han sido incapaces de llevar la revolución a sus países. La
combinación entre exaltación primero y luego frustración les vuelve rebeldes e individualistas, las
dos características típicas del carácter romántico.
La rebelión romántica se da en varios terrenos: contra las normas y costumbres heredadas,
contra toda la sociedad y contra uno mismo. La rebelión contra las normas hace que uno desee
desarrollar completamente su personalidad por encima de todo, es decir, sin obedecer
mecánicamente lo que le dicen los demás; entonces, se considera a la mayoría como gente vulgar,
mezquina e interesada y se la desprecia; finalmente, todas esas críticas se vuelven contra uno mismo
y se ve débil y ridículo.

El idealismo y la ironía.
Los jóvenes románticos son “idealistas”. Esto quiere decir que valoran por encima de todo la
capacidad para seguir a toda costa una idea. Lo importante es que da igual cuál sea esa idea: se
admira a la persona que está dispuesta a todo por algo trascendente, pero independientemente del
objeto. Sin embargo, también se mantiene una actitud fuertemente crítica, que da lugar a la ironía:
el joven romántico sigue su ideal pero no es un fanático; es capaz de ver las dos caras de cada
problema. Sueña con un mundo mejor (donde se encuentren la belleza y la verdad), pero también se
sabe que es un sueño. Es como si tuviese dos clases de entusiasmo: uno postivo, que le lleva a
luchar por afirmar su personalidad, y otro negativo, que le lleva a ser crítico incluso con sus propios
ideales.

El espejo y la lámpara.
Cuando abandonan la obediencia a las normas y se dejan llevar por su sensibilidad, los
románticos descubren un nuevo concepto: la “intuición”. Según dicen, la parte más importante del
conocimiento no se da gracias al uso de la razón y la lógica. Eso sólo es suficiente para “entender”
las cosas. Para llegar más allá, para “comprenderlas” (o sea, vivirlas), es necesario tener intuición,
una clarividencia difícil de explicar y que no se puede enseñar. Quienes la desarrollan son “genios”,
gente por encima de lo normal. Por supuesto, se trata de una minoría que, necesariamente, será poco
comprendida por sus contemporáneos, que pensarán más bien que están locos. Los genios son
arrastrados por sus visiones (es inevitable) y se dan cuenta más plenamente de todo lo que les pasa,
pero a cambio son marginados.
Al crear el concepto de genio, los románticos alteran la concepción del arte y de la literatura.
Se dice que hasta entonces la literatura era como un espejo de la realidad, es decir, que servía para
reflejarla, y que ahora es como una lámpara, es decir, sirve para iluminar nuestra conciencia y que
veamos aspectos que antes nos pasaban desapercibidos. El lema de uno de los jóvenes románticos
más importantes, Novalis, es: “hacer lo cotidiano extraño y lo extraño, cotidiano”. Significa:
descubrir (gracias a la intuición) que nuestro día a día no es como parece y vivir plenamente (según
nuestra intuición), el día a día.

La libertad y el nacionalismo.
Resumiendo: los románticos querían desarrollar su personalidad (individualismo) por
encima de todo y contra todo (rebelión); se guiaban por la pasión para buscar lo auténtico y
originario (intuición) y preferían la marginalidad a llevar una vida vulgar (genio). Su objetivo era la
libertad total. Querían romper los límites.
En un terreno más social, propusieron una nueva manera de mirar la historia y la vida
comunitaria: el nacionalismo.
Cuando los revolucionarios franceses juzgaron y guillotinaron al rey, se justificaron diciendo
que el monarca era un traidor, pero ¿traidor a quién? Se suponía que el rey era la autoridad absoluta,
no podía traicionar a nadie porque no dependía de nadie. Los revolucionarios respondieron: traidor
a la nación, a su pueblo. Los románticos alemanes cogieron este concepto y lo desarrollaron así: la
naturaleza es lo más auténtico y originario; consecuentemente, las sociedades surgen de la
naturaleza; pero cada territorio concreto es diferente de los demás -por ejemplo, hay climas
diferentes; por eso hay muchas costumbres, lenguas y culturas en el mundo y no sólo una; por tanto,
cada nación (con su lengua y su cultura) se corresponde con una manera peculiar de ver el mundo; y
eso implica que hay una conexión entre a) la libertad de los pueblos - el desarrollo de su cultura y b)
la libertad de los individuos - el desarrollo de su personalidad.

Fin.
El romanticismo propiamente dicho duró muy poco. Tuvo su apogeo en Alemania en torno a
1800, pero en 1830 todos los románticos alemanes habían abandonado sus ideas juveniles o habían
muerto. Sin embargo, se extendió lentamente, como una moda (a veces casi como una caricatura)
por el resto del continente y por América. Las ideas románticas calaron muy hondo en las mentes de
artistas que no se definían como románticos. Tuvieron vida propia y sirvieron para crear la
sensibilidad moderna: todos sabemos qué es un genio, pensamos que a veces se necesita intuición
para entender las cosas, justificamos nuestros gustos musicales porque nos emocionan, nos parece
bien que la gente persiga sus sueños, etc. En la actualidad, incluso quienes rechazan todas estas
ideas no tienen más remedio que tenerlas en cuenta. En este sentido, somos un poco los nietos de
los románticos.

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