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Villa Universitaria-Barrio Sur-3192-Santa Elena, Entre Ríos

Profesorado de Educación Especial con Orientación en Discapacidad


Intelectual.

*Espacio curricular: Filosofía.

*Curso: 2do año.

*Profesor: Dalmasso, Luca.

*Alumna: Pintos Marcela. DNI: 36.651.164

*Fecha de entrega: 30 de abril 2020.


CRISIS EN MI IDENTIDAD DOCENTE.

Partiendo de la lectura del preludio que presenta la actividad y del video propuesto
para la reflexión, quisiera hablar sobre la construcción de la identidad del docente que
pretendo, tomando como base una frase que expone un recluso (no quiero reducir su
identidad a esta condición, solo lo uso como referencia) la cual expresa “La filosofía es
liberadora y también es dolorosa”. Partiendo de este enunciado quisiera exponer
como la filosofía influye provocando “crisis” en mis concepciones y por lo tanto en mi
forma de ver la docencia.
Si bien hace unos años me decidí por empezar mi formación, no podría decir que sigo
con las mismas motivaciones e incluso con la misma visión. Mi primer año, me sentía
más atraída por la salida laboral y la facilidad que suponía que conllevaba la carrera,
desde los 12 años que trabajaba como maestra particular así que creía que no me seria
complicado.
Por supuesto a través del transcurso me fui encontrando con autores que hicieron que
me apasione por la carrera, pero esto no fue precisamente desde un ángulo “bonito”,
sino que desde la reprimenda que sentí hacia mi forma llana de interpretar al maestro
y a la educación. Fueron mis primeros pasos con Foucault y las relaciones de poder,
Freyre como perseguido político, Antelo y su pedagogía desde el cariño y demás.
Fue la primera vez que entre en crisis, pensé que era un oficio para el cual no llegaría a
estar a la altura, mi fascinación me desmotivaba, veía al docente como alguien
completamente altruista, capaz de cambiar al mundo desde el aula. Miraba mis notas,
podría decirse que conseguiría mi “título en tiempo y forma”, lo que me frustraba en
demasía porque veía inminente mi llegada al aula, y sentía que iba a defraudar a la
profesión. La diferencia entre reproducir bien un contenido en el parcial y asumir una
postura integra en el aula me sacaban el sueño.
Como resultado de mi primera etapa, podría decirse que me quede con la
desconformidad hacia las instituciones y la determinante decisión de solo estudiar la
carrera para saber, no para ejercer.
De esta manera seguí cursando un año más, donde por cuestiones personales no pude
seguir estudiando. Aquí, en mi situación de abandono, en mis constantes quejas con el
sistema educativo, fue donde surgió mi segunda crisis. Me di cuenta que uno no solo
sabe por saber, que uno no solo aprende y ya, el conocimiento implica una
transformación en nosotros, y eso era justamente lo que estaba experimentando. La
angustia de darme cuenta no solo que había comenzado a amar la profesión (me tomo
una licencia para llamarla así), sino que me estaba metiendo en un terreno en donde
las intenciones lo eran todo. Un maestro tiene que ser consciente de que nadie
aprende y nada más, sino que cada saber va a traer consigo un cambio, una forma de
pensar diferente, nuevas visiones, etc. Por esta razón uno debe tener claro de que
pretende transmitir, no podemos cargar esa inocencia de pensar que solo es
conocimiento que queda sin más. En ese momento sentí vergüenza por las veces que
vendí trabajos prácticos, estaba colaborando con futuros profesionales que no sabrían
asumir esa responsabilidad.
Lejos de quedarme quieta, decidí que seguiría como autodidacta, no lo digo como algo
que me surgió desde un sentimiento de inspiración superadora, sino, desde la
impotencia por no seguir cursando, y fui leyendo por mi cuenta, algunos amigos me
pasaban material que les daban en los diferentes profesorados a los que concurrían.
A partir de estas lecturas, y charlas con un amigo que ejerce en el terciario hace
muchos años, fui formando una nueva visión del maestro. A través de una tercera
crisis, podría decirse que comencé a ver al maestro como un humano. Parece quizás
tonta esta afirmación, pero es la idea que me permitió poder visualizarme como
docente. Comencé a darme cuenta que el acto de enseñanza y aprendizaje se da entre
personas, más allá de la investidura de maestro, se encuentra una mujer o un hombre
con sentimientos, sueños, temores, y demás. Partiendo de esta premisa también veo al
estudiante de esta manera y a la educación como no solo transmisión, sino como la
tensión constante entre las partes donde el conocimiento no se separa de las
emociones. Y centralizándome en la figura del docente como persona, nos da la pauta
de que uno es inacabado, que esta siempre en un proceso de aprendizaje y constante
cambios, donde siempre se puede buscar una mejor versión, en donde yo puedo ir
acercándome a la imagen de maestra.
El año pasado me decidí a retomar mis estudios, los miedos nunca faltan, pero sentía
que era una oportunidad que me merecía. No podría decir que fue un año tranquilo,
todo lo contrario, fue el escenario de mi ultima crisis.
Nuca fui partidaria de las instituciones, lo cual es un conflicto que no puedo solucionar
hasta el día de hoy, y el año pasado note como la burocracia es mas importante que
los estudiantes. Que, si bien no se necesita de un aula, si se necesita de buenas
condiciones. Recuerdo a Freyre en estos momentos, en “El grito manso” o “Cartas para
quien pretende enseñar”, en su espíritu de lucha. Pero no quiero hondar en esto, sino
que prefiero habar de otra situación.
Hace medio año me encontraba luchando con los discursos nuevos de personas que
reproducían lo viejo. Encontré que tanto en las practicas como en el estudio, algunos
ponían una división tajante entre lo teórico y lo práctico. Sin pretender hacer un juicio
de valores, creo que, aunque sean profesores de “la nueva escuela”, tienen arraigado
las conductas de sus formadores de la “vieja escuela”. Siento que no pudieron romper
con aquello que les parecía injusto cuando eran estudiantes, y terminaron
reproduciéndolo. A esto le sumo un texto que me dejo mas perpleja, no por su
complejidad sino por su intención, que es reveer la autoridad docente.
La única brújula que encuentro para intentar resolver este conflicto es las
concepciones de hombre, maestro y educación que pueda ir armando. Si bien hoy en
día no tengo certezas, apuesto a ese ideal de educción como potenciador de
oportunidades. Veo al hombre como un ser que se va construyendo a través de si y de
sus pares. En el ámbito social creo que educación debe ayudar a democratizar el
conocimiento con el fin de generar la igualdad de oportunidades como ciudadanos,
pero también para poder visualizarse desde lo personal. Quizás suene ambicioso, pero
me gustaría que mis estudiantes olviden sus “diferencias económicas”, por ejemplo, y
se sientan parte del mundo, puedan celebrar sus diferencias sin miedo. Quizás eso no
haga una revolución o un gran cambio en la sociedad, pero si en una vida, y no hablo
solo del estudiante, sino de mí, ese cambio sería suficiente.
En estos momentos soy partidaria de que, en la docencia, como en cualquier otro
ámbito es necesario que surjan estas crisis, para poder dar lugar a nuevas versiones, a
nuevas perspectivas y cambios. Siento que cuando uno se acomoda en su zona de
confort, se produce un estancamiento peligroso, donde todo se diluye. A veces miro lo
efímero de la vida de un modo casi nihilista, pero creo que la educación es la forma de
trascendencia de lo humano, y eso no es otra cosa que cambio, trasformación.
Estas reflexiones, erróneas o no, siempre surgieron de crisis, las cuales no las veo para
nada como negativas. A través del cuestionamiento filosófico, llegamos a la angustia
que nos producen la incertidumbre, ese derrumbe de aquello que solía ser nuestro
sostén y lo único fijo que nos guiaba, nuestra verdad. Pero esto no queda en la nada,
entre tanto indagar surgen respuestas, ya no definitivas, pero que nos liberan, nos
abren nuevos horizontes, que a su vez nos dan la posibilidad de seguir mirando.

 BIBLIOGRAFIA: “Los dueños del Pabellón. De la garganta poderosa”


https://www.youtube.com/watch?v=ggHq0US5RUI

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