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Historia del simbolismo mas6énico Luc NEFONTAINE Universidad Libre de Bruselas La historia del simbolismo mas6nico se conoce mal, por tratarse de un campo inmenso y complejo, pero también por la relativa desconfianza de los francmasones para con un aspecto de su institucién que les parece a menudo subjetivo y aun arbitrario. No obstante, decidirse a estudiar el simbolismo en la masoneria es to- mar parte en un amplio movimiento que viene dejéndose sentir desde hace yeinte 0 treinta afios y consiste, para los especialistas de las ciencias huma- nas, en un nuevo descubrimiento del vastisimo Ambito relacionado con el simbolo. Nos proponemos, pues, trazar aqui en lo posible las grandes lineas de una historia del simbolismo masénico, no la historia de los simbolos mas nicos como tales, considerados con arreglo a su pretendido origen y a su evolucién, sino la de la actitud de los masones frente a ese simbolismo, percibido como un corpus propio. En otras palabras, hemos de ver cémo, desde el siglo XVIII, los masones han hablado de los simbolos de su socie- dad, de qué manera han captado la indole de tal simbolismo y qué funcio- nes ha venido asumiendo a sus ojos ese conjunto de simbolos y signos. A lo que parece, la historia del simbolismo masénico ha sido descuida- da por los historiadores. En Ia Bibliografia de la Masoneria, de José Anto- nio Ferrer Benimeli', no hay més que unas diez paginas dedicadas al sim- bolismo,. y en ellas encontramos lo mejor y lo peor. La de August Wolfstieg? cita principalmente obras en lengua alemana que datan de los dos siglos precedentes. Por regla general comprobamos que las bibliografias 1. FERRER BENIMELL, J.A., Bibliograffa de la Masonerfa, IntroducciOn hist6rico-critica, 2." ed corregida y aumentada, Madrid, Fundacién Universitaria Espariola, 1978, pp. 430-440. 2, Wouesties, A., Bibliographie der Freimaurerischen Literatur. Herausgegeben im Aufirage des Vereins Deutscher Freimaurer, 4 vol., 1911-1926; reimpr. Georg Olms, Hidelscheim-Zurich- Nueva York, 1992. Véase especialmente el t. 2, pp. 460-473, 157 mas6nicas dan preferencia a la historia de los acontecimientos relacionados con la masoneria y a la de los avatares de la institucién misma, en detri- mento de una historiograffa de sus elementos simbélicos y miticos. Dada esta situacién, el estudio que presentamos se encuadra dentro de ciertos limites espaciales y temporales. Si partimos del siglo XVIII, y no de una época anterior, para llegar hasta el presente, es porque s6lo nos interesa tratar de la masonerfa especulativa; y si nos hemos fijado sobre todo en In- glaterra y Francia, relegando a un segundo plano Holanda, Bélgica, Alema- nia y los Estados Unidos, es porque esos dos paises son, desde el punto de vista de la historia mas6nica, paises fundadores que han marcado con sus rasgos propios otras muchas masonerias. I. EL SIMBOLISMO EN LA LITERATURA MASONICA DEL SIGLO XVIII EI primer siglo de existencia de la masonerfa moderna se caracteriza en primer lugar por el influjo determinante de Inglaterra, pais donde la Orden nacié y tuvo un rapido desarrollo. Si se exceptiian las ediciones sucesivas de las Constituciones de Anderson —que por lo demds no pretenden dar cuenta del cardcter 0 papel del simbolismo—, es de notar que en la primera mitad del siglo XVII Inglaterra no ofrece sino pocas fuentes escritas de importancia. Durante la segunda mitad del siglo las fuentes se multiplican, no cabe duda, pero mayormente guardan silencio acerca del simbolismo. Esto es debido a que la masonerfa inglesa se preocupaba entonces més de organizarse y dirimir conflictos internos que de ponerse a reflexionar sobre su simbolismo. Hay que esperar hasta 1775 para encontrar los gérmenes de una reflexién sobre los simbolos mas6nicos, iniciada por William Hutchin- son (1732-1814)%, quien, como es natural, sittia la masoneria de su época y de su pais en el marco del defsmo filantrépico. Los simbolos empleados en las logias son para él expresin de la divinidad, es decir, del Arquitecto del Universo. Segiin Hutchinson, Dios manifiesta su poder en la naturaleza y la creacién. La obra divina es coherente, ordenada; en esto Hutchinson es un hombre de las Luces que confia en la raz6n exploradora del universo y en la ciencia reveladora de las leyes fundamentales que permiten descubrir a Dios por su actuacién en nuestro mundo. Hutchinson constituye un ejemplo perfecto de 1a mentalidad inglesa del siglo XVIII, del espiritu del liberalis- mo defsta propio de los intelectuales de aquel entonces. En Francia, comenzaba ya a percibirse la diversidad de actitudes de los masones para con su simbolismo. Unos, como el caballero André-Michel de 3. Hurcunson, W., The Spirit of Masonry, Londres, Spencer, 1843, 758 Ramsay (1686-1743)* y el enciclopedista Jéréme de Lalande (1732-1807)* daban a los simbolos el valor de palabras sagradas; otros, en cambio, como Louis-Claude de Saint-Martin (1743-1803) y Voltaire (1694-1778), manifes- taban, cada cual a su manera, una aversién por el simbolo y el ritual. Vol- taire calificaba de extravagantes y grotescos los rituales mas6nicos*, mien- tras Saint-Martin los juzgaba intitiles y estériles’. Cierto que la critica de Saint-Martin era menos radical. Apoydndose en la temdtica de la luz, este representante del iluminismo estimaba que los simbolos, simples reflejos de la luz divina, podian resultar titiles a quienes no eran capaces de llegar di- rectamente hasta Dios y tenfan que resignarse a andar en tinieblas. Ramsay, por su parte, pensaba que los simbolos mas6nicos respondian a dos funcio- nes, una diacritica y otra moralizante, El 16 de abril de 1737 dirigia una carta al marqués de Caumont, escribiendo entre otras cosas: «Nuestros simbolos alegGricos, nuestros més antiguos jeroglificos y nuestros sagrados misterios ensefian tres clases de deberes a esos tres distintos grados de nuestros iniciados. A los primeros (los Aprendices), las virtudes morales y filantrépicas; a los segundos (los Compafieros), las virtudes heroicas e intelectuales; a los dltimos (los Maestros), las, virtudes sobrehumanas y divinas.>*. En cuanto al enciclopedista Lalande, fundador de la célebre logia pari- siense Les Neuf Soeurs, insistfa en el aspecto fraternal y comunitario del simbolo mas6nico. Vefa también que el simbolismo garantizaba la cohesién interna de la masoneria universal y conferfa al iniciado su nueva identidad. Finalmente, el conde Joseph de Maistre (1754-1821), autor ultramonta- no del famoso escrito Sobre el Papa (1819), envié en junio de 1782 una respuesta al cuestionario del duque de Brunswick-Liineburg, destinado a preparar el convento de Wilhelmsbad que habfa de celebrarse aquel mismo afio. Esta Memoria al duque de Brunswick contiene un importante pasaje re- lativo a la liturgia masénica’, De Maistre opinaba que el ritual servia para 4, Ch, Hatevy, R,, Les loges maconniques dans la France d’Ancien Régime. Aux origines de 1a sociabilité démocratique (col. Cahiers des annales, n.* 40), Paris, Libr. Armand Colin, 1984, pp. 92.97, 5. Cf. su articulo en la Enciclopedia (1777), DE LALANDE, J., art. Francs-macons, en DIDEROT, Dratamperr, Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, t. 15, Lausana y Bema, Sociéiés Typographiques, 1779, p. 349. 6. Ch, Leatre, J., eL’image de Voltaire dans Vhistoriographie magonnique de langue frangai- sen, en Revue de I'Université de Bruxelles, 1977, 3-4, pp. 310-344. 7. Ch LC. pe SAINT Martin, L'Homme de désir, 1790; reed, AMADOU, R., Paris, 1973. 8, Citado por Gavor, G., La franc-maconnerie francaise. Testes et pratiques (XVHle - XIXe sieles) (col. Archives, n.° 86), Paris, Gallimard et Tulliard, 1980, p. 66. 9, 4B inconcebible el influjo que las formas y aparato de las ceremonias pueden Hlegar a tener hasta en los hombres més equilibrados, impresionéndolos y sirviendo para mantenerlos en orden (..) Pero, por no hablar sino de nosotros, treinta o cuarenta personas silenciosamente dispuestas a lo lar- go de las paredes de un recinto tapizado de negro o de verde, distinguiéndose entre sf por atuendos 159 encuadrar una reflexién ordenada y serena, garantizando asf la buena mar- cha del trabajo masénico. En Alemania, Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781), en sus tres pri- meros Didlogos masonicos, hacfa decit a Est y a Falk que el lenguaje, las ceremonias y los signos masdnicos eran puramente arbitrarios; en esto la francmasonerfa era, segtin él, «algo meramente convencional»®. Con su desvalorizacién de las estructuras rituales, Lessing daba a entender que compartfa el espiritu pietista renaciente en la Alemania del siglo XVIII. De- jando a un lado las divisiones confesionales, preconizaba un retorno a la unidad original que constituye la esencia misma de la masonerfa. Si Lessing minimizaba asf el papel de los signos, teniéndolos slo por elementos pura- mente convencionales de una sociedad atemporal o transtemporal, es porque 61 mismo se situaba también en la corriente de Ia Aufklarung. El mas6n Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) frecuent6 las lo- gias durante cincuenta y dos aftos, lo que sin duda explica que todas sus obras Hevaran el sello de la masonerfa a través de una serie de temas ini- cidticos, desde Los arios de aprendizaje de Wilhelm Meister hasta el prime- ro y segundo Fausto’. Los simbolos velan el pensamiento de Goethe, que los consideraba ya como objetos propiamente dichos de su reflexin, ya como soportes de su pensar. Distingufa el simbolo de la alegoria, prefirién- dolo a ésta, que no es sino un conjunto de signos convencionales. Para concluir esta répida ojeada al siglo XVIII, sefialemos, dentro de la masonerfa, la moda del exotismo, la egiptomania y el orientalismo, lo cual es interesante para comprender la elaboracién de algunos rituales, la emer- gencia de ciertos ritos y la aparicin de simbolos. A este respecto podemos mencionar a Cagliostro, alias Joseph Balsamo, que se hacia llamar el Gran Copto... IL. EL SIMBOLISMO EN LA LITERATURA DEL SIGLO XIX En Francia, la francmasonerfa del siglo XIX estuvo marcada por dos grandes corrientes ideol6gicas, una que podrfamos calificar de «espiritualis- ta» y otra racionalista. Hacia 1860, como es sabido, el Gran Oriente de Francia tomé un viraje decisivo, el del positivismo aliado a un anticlerica- lismo cada vez més acentuado. El conflicto entre masones espiritualistas y defstas, por un lado, y masones racionalistas y laicos, por otro, daria lugar a ala disputa sobre el Gran Arquitecto del Universo». En 1877, el Gran Oriente suprimi6 de sus Constituciones la obligaci6n de creer en la existen- singulares y hablando sélo con permiso, razonarén sabiamente sobre cualquier tema que se les pro- ponga.» DE MAlsrRE, J., La Franc-magonnerie. Mémoire au duc de Brunswick, Paris, 1925, pp. 87-88, 10. Los tres primeros Freimaurergespriche se publicaron en 1778, el cuarto y quinto en 1780. 11. Cf. Marat, M., Le symbole dans la pensée et l"oeuvre de Goethe, Pais, Nizet, 1960. 760 cia de Dios y en la inmortalidad del alma; con esto se derivaba no hacia el atefsmo, sino hacia el librepensamiento. El fildsofo Maine de Biran (1766-1824) puede situarse en la corriente espiritualista. Cierto que en su obra filoséfica no hay ninguna alusién a la masonerfa, pero disponemos en cambio de un fragmento del discurso de bienvenida que pronuncié ante un auditorio mas6nico allé por 181017. Se perciben en ese texto ecos de la filosofia del esfuerzo caracteristica del pen- samiento biraniano. Segiin Maine de Biran, el simbolismo mas6nico es una herramienta puesta a la disposicién del iniciado para luchar contra sus pa- siones y prejuicios y alcanzar asf la sabiduria y la virtud. En 1820 se publicé en Paris una obra andnima con el titulo de Manuel magonnique y el subtitulo de Tuileur des divers rites de Maconnerie prati- qués en France; el autor se presentaba como un «veterano de la masone- ria», Lo era ciertamente Claude-André Vuillaume (1766-1833), cuyo libro se presentaba como un repertorio 0 vademecum de los distintos ritos enton- ces practicados en Francia. Para Vuillaume el simbolismo masénico era un vestigio de las iniciaciones en los misterios antiguos. Recordemos que los masones espiritualistas franceses situaban de buen grado el simbolismo de la masoneria en la tradicin de los misterios religiosos ¢ iniciaciones de la Antigtiedad. Su tierra predilecta era Egipto, mas también podian serlo Gre- cia, Roma y la India. En el contexto del deismo moralizador, los simbolos permitfan superar los dogmas de las religiones conciliéndolos en torno a una moral natural. A la nocién de simbolo venfan a afladirse las de alego- ria, jeroglifico y emblema, El simbolo se concebfa como simple imagen destinada a expresar verdades morales. A partir de la segunda mitad del siglo XIX surge la corriente raciona- lista, caracterizada por una interpretaci6n positivista y progresista del sim- polismo, Como vestigios del pasado, los simbolos mas6nicos comenzaron a tenerse, sino por inttiles, al menos por accesorios. En todo caso no eran ya necesariamente expresién del defsmo. Sometido al empuje de esta co- yriente racionalista, el simbolismo s6lo se consideraba ya como un elemento menor de la Orden. Aun cuando no siempre se opusiera al dogma, por lo menos permitfa superarlo, antes de prescindir de él. En su Dictionnaire de la langue francaise, el masén Emile Littré (1801-1881) definfa el simbo- lismo como «estado del pensamiento y de la lengua en el que los dogmas se expresan por medio de simbolos». Peyorativamente atribufa a esa palabra tun segundo sentido, atin més revelador de la depreciacién del simbolismo por parte de Ia escuela positivista: «Manfa de explicarlo todo mediante sfm- bolos.» 12. Cf. Question de, n° 43, Paris, Retz, 1981, pp. 81-82. 1B. (Voutaunte), Manuel maconnique ou Tuileur des divers rites de Maconnerie pratiqués en France, 1830, reimpr. Paris, Dervy, 1975, 761 En Bélgica, la evolucién de las mentalidades fue semejante a la de Francia, con la aparicién, en la segunda mitad del siglo, de una corriente racionalista y progresista. Al simbolismo se le asigné una funci6n precisa: ayudar al iniciado a combatir las supersticiones y prejuicios de la religion cat6lica. Hostiles a toda idea religiosa, algunos masones belgas quisieron entonces suprimir el simbolismo utilizado en sus logias, porque les recorda- ba los ritos de las Iglesias. Frente a esta corriente progresista empez6 a dejarse sentir, como reac- cidn, una tendencia «tradicionalista> que deseaba mantener el simbolismo existente. El conde Eugéne Goblet d’Alviella (1846-1925) fue su principal representante, Nieto del general Goblet (quien, siendo embajador extraordi- nario en Portugal, recibié de la reina Marfa II de Braganza el titulo de con- de de Alviella para él mismo y sus descendientes) y titular de la primera cétedra de historia de las religiones en la Universidad Libre de Bruselas, Eugene Goblet d’Alviella fue autor de numerosas obras entre las cuales me- rece citarse La migration des symboles'*. Goblet se sirve del simbolismo para interpretar los dogmas y ritos religiosos, llegando asf a constituir un amplio sincretismo simbélico, universal y moral. Adversario del dogmatis- mo, vefa en el simbolismo masénico un factor de unidad y tolerancia, El simbolismo, escribia, es «un poderoso auxiliar del sentimiento religioso con- tra la inmovilidad del dogma y Ia tiranfa de la letra». A su juicio no debfa en modo alguno suprimirse ese simbolismo, ni en todo ni en parte, En 1875, a su vuelta de un viaje a la India, encontré a los hermanos del Gran Oriente de Bélgica ocupados en revisar los rituales de los tres primeros gra- dos y discutir sobre la conveniencia 0 no de conservar la leyenda de Hiram y Su representacién simbélica. Su reaccién no se hizo esperar, logrando a la postre mantener y aun desarrollar todavia més el mito en cuestin'. En Holanda, ciertos masones encuadraron el simbolismo de su Orden en una religiosidad bastante vaga, aliando esoterismo y cristianismo en el contexto de una nueva ciencia de las religiones. Intangible para muchos, el simbolismo mas6nico debfa ocupar el puesto de los simbolismos religiosos englobéndolos todos '6. En el marco del tefsmo anglosajén, es decir, el de Inglaterra y los Es- tados Unidos en el siglo XIX, el simbolismo masénico se percibfa como 14, Goater Diatvir.ta, E., La migration des symboles, Part Bruselas, Louis Musin, 1983, 15, «Yo luché enérgicamente contra aquella amputacién de una de las ceremonias més pinto- rescas y respelables del Rito y, teniendo que preparar el nuevo Ritual por encargo de un Comité es. Pecial, consegur no solo preservar, sino hasta desarollar el gran drama de os ritos del tercer gras do» GosLer DraLvietta, E. «Souvenirs de cinguante années de vie magonnique en Belgique (1870-1920)», en Bulletin du Supréme Conseil de Belgique, n° 59, Brusclas, 1921, p. 59 16. Cf. por ejemplo CaRPENTIER ALTING, A.S., Woordenboek voor Vrijmetselaren, Haarlem, F. Bohn, 1884; sjm., «lets over Magonnieke Symbolen», en Maconnick Weekblad, Arasterdam, 18 de julio de 1887, n2 29, pp. 1-2. E. Leroux, 1891; reimpr. en 762 ilustracién de una moral natural cuya raz6n de ser estribaba en 1a observa- cin de Ia naturaleza y el reconocimiento de un Dios creador del mundo. El simbolismo es aqui revelacién de lo divino y sostén de la prictica de una moral natural resumida en el Decélogo. Orientaciones similares aparecen en las obras del pastor anglicano George Oliver (1782-1867), por ejemplo Anti- quities of Freemasonry (1823) y Book of the Lodge (1856)", en las de Chalmers I. Paton, autor de un libro sobre el simbolismo mas6nico"®, en la entonces nueva revista Ars Quatuor Coronatorum', y en los estudios del historiador inglés Robert Freke Gould (1836-1915), uno de los fundadores de la logia de investigaciones Quatuor Coronati y autor de una imponente «Historia de la Franemasonerfa» (History of Freemasonry)®. Gould rechaza- ba Ia tesis del origen antiguo del simbolismo masénico, tesis que de tanto éxito habia gozado durante dos siglos. En su opinién, el simbolismo mas6- nico era anterior a 1717, pero su evolucién venfa teniendo lugar sobre todo después de esta fecha. A partir del siglo XVIII algunos simbolos fueron in- tegrdndose gradualmente en los rituales mas6nicos. En los Estados Unidos, autores tan famosos como Albert G. Mackey (1807-1881)?! 0 Albert Pike (1809-1891) se interesaron por el simbolismo de su Orden viendo en él un elemento importante de la masonerfa. Ill. EL SIMBOLISMO EN LA LITERATURA MASONICA DEL. SIGLO XX Tocante al siglo XX, la documentacién de que dispone el investigador se amplia de modo considerable. Frente a tal masa de documentos se impone una tarea de clarificacin cuyo primer paso es el examen de la situacion de cada pafs estudiado, y ello obediencia por obediencia, pues ya se sabe que las concepciones mas6- nicas del trabajo y de la filosofia varfan segtin las obediencias. 17. Rev. G. OLIVER, The Book of the Lodge and Officer's Manual; to which is added a cen- tury of aphorisms, calculated for general instruction, and the improvement of a masonic life, Lon- dres, R. Spencer, 1856. 18, BR. CHALMERS I. PATON, Freemasonry, its Symbolism, Religious Nature, and Law of Per- fection, Londres, Reeves and Turner, 1873, 19. Cf, FINLAYSON, JF. The Symbols and Legends of Freemasonry, Londres, Kenning, 1889; resefia de SPETH, G.W., A.C. t. 2, 1889, pp. 79-80. 20, CE, Gout, RF. «On the Antiquity of Masonic Symbolism» , en A.0.C.. t. 3, 1890, pp. 732. D1. Ch Mackey, A.G., The Mystic Tie, or Facts and Opinions Ilustrative of the Character and Tendency of Freemasonry, Charleston, Miller & Brown, 1849; Mackey, A.G., HusHAN, WJ. Hawnins, EL An Encyclopaedia of Freemasonry and its Kindred Sciences Comprising the Whole Range of Aris, Sciences and Literature as Connected with the Institution, nueva ed. revisada, Nueva York-Londres, The Masonic History Company, 1913, t- 2, pp. 751-752. 22. PIKE, A., Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry, Charleston, 5641 (= 1871). 763 Entre los hermanos del Gran Oriente de Francia, obediencia mayoritaria en este pais, observamos que a comienzos del siglo XX un sector bastante importante de la misma desdeiia el simbolismo, juzgado imitil y contrario al Progreso y a los principios del librepensamiento. Esta desvalorizacién del simbolismo parece haberse prolongado en ciertos ambientes hasta finales de los afios treinta. En los afios cincuenta, algunos se lamentaban todavia del desinterés de los masones del Gran Oriente por el estudio del simbolismo”. A la par con esta tendencia a la despreocupacién se dejaron sentir, des- de los primeros afios de nuestro siglo, reacciones a favor del restablecimien- to de la prictica y estudio del simbolismo masénico. Pero también muy pronto algunos hermanos se percataron de los limites y peligros de tales reacciones, cuando Ilegan a ver el simbolo en todo... Hoy en dia, las publi- caciones de los hermanos del Gran Oriente reflejan a la vez un claro interés por el estudio del simbolismo y una desconfianza hacia el antisimbolismo radical, por lo demas muy raro. Desde el punto de vista de los temas, el simbolismo puede enfocarse en el Gran Oriente a través de varias problemiticas referentes a su cardcter y funciones. En primer lugar observamos que el papel moralizador de los simbolos constituye una tematica muy frecuente desde principios de siglo. En segundo lugar, la cuestién de las relaciones entre el simbolismo y la ra. z6n parece también tener mucha importancia para los hermanos del Gran Oriente. Algunos de ellos contraponen ambas cosas, pues a su juicio el sim- bolismo participa por naturaleza de lo irracional, lo mistico y lo religioso. Actualmente esta actitud va superindose cada vez més. Lo que hoy se nota es el intento de dar al simbolismo un estatuto no contradictorio en sus rela. ciones con Ia raz6n. Muchos hermanos rechazan ya la oposicién entre sim- bolismo y racionalismo”. Por otra parte, ha de tenerse en cuenta que numerosos hermanos del Gran Oriente son refractarios a la idea de que el simbolismo pueda percibir- se como palabra sagrada. Desconffan también de un simbolismo con excesic vo matiz religioso. A todas luces algunos hermanos del Gran Oriente son alérgicos al dogmatismo y misticismo, aun en la manera de captar los sim- bolos. Esto explica sin duda la escasez de consideraciones esotéricas y ocul- tistas, salvo quizé en la revista La Chaine d’Union, de la que viene publi- cAndose una nueva serie desde 1985, 23, Francis Viaud, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia de 1945 a 1956 y miembro del Gran Colegio de Ritos desde 1948 antes de tlegar a ser su Gran Comendador en 1962, eseriblaz ‘

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