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Greguerías de Género

Anaís de frans Mtnez. & Myshell McManflorita


2ª edición: Greguerías de Género
Autor:
Myshell McManflorita y Anaís de frans Martínez
ISBN: 9798576885084
Lulu Publishing S.L., 2020 [2018]
Impreso en Francia / Printed in France
Editado por Lulu S.L.
Índice

Ética trans-genérica
Face to face
La disexualidad en palabras propias
Un rizo en la raza de cuadrumanos
Glosa de acento ambiguador
Entradas en clave de recensión genderiana
Floripondios y entrefiletes fauvistas
Transformistas entre la misma laya
Condiciones para una neocultura jaez
Discursito tribunicio para la república del Género
De Ralea en versión avanzada
Notas ilustradas de trans-estofas
ÉTICA TRANS-GENÉRICA

El efecto epistemológico del dispositivo ético en la sexualidad es


infrecuente en el orden de lo dado, tanto es así que urge
contextualizar el marco dinamizador de la culturización global. Si para
las ciencias sociales las relaciones de género son relaciones de poder,
la ética transgénica representa un antídoto a la impotencia y a la
complejidad relacional.

La idea de configurar un espacio realmente constructivo,


independiente y extensible a otras formas de cuestionar la igualdad
de género y la libertad de expresión, nos hizo plantear un grupo de
personas implicadas en los estudios de género y la militancia por los
derechos humanos, en torno a una ética transgresora. De hecho, se
halló que los volúmenes de materia gris de las mujeres transgénero
eran en gran parte similares a los de los controles hombres cisgénero,
pero que poseían un putamen feminizado, una estructura del cerebro
asociada al control motor. El volumen de materia gris en esta área
específica era mayor, o quizá no, que por ejemplo en los controles de
hombres cisgénero.

Cuando el pensamiento se libere del lastre cromosómico y del


bioplatonicismo, la estética de género contraerá un esencialismo
performativo, libre de toda moral perversa y aspectos decadentes del
irracionalismo. De pensar con la mirada a un aforismo de las
imágenes transexualizadas a la orientalidad de la comprensión de la
realidad, en esa disyuntiva mi cuerpo se hibrida de brevedades
históricas, manifiestamente clandestinas. Somos el fragmento
romántico que no desdeña ser, sino todo lo contrario, cuanto más
siendo la genealogía parodia su origen socarrón e infecticida. Más
que de género, de un estado aforístico salimos de un armario
chispoteando, estremecidas por todas partes en plena revelación.

"De todas las variantes de las formas aforísticas es ésta -la poética en
su sentido profundo y amplio- la más indefinible, transgenérica,
insurgente” Alfredo Valenzuela (2018) propone un recorrido por una
variante que si bien significa renunciar a la reflexión, la esencia trans*
"lúdico-poética" confluye de diversa orientación y alcance, según su
propia enumeración: los aforismos de imágenes, brevedades
emparentadas con el fragmento romántico y antiaforismos
heredados de las vanguardias históricas.

Estamos ante un insignificante escollo, ya sea por su esencia impura y


desteñida por la intersexualidad, a la que se le arrebata la
importancia de una existencia menor. Como no hay microgénero,
tampoco lo remedia la justicia ni la razón, en tanto que endulzamos
la realidad con palabras que por encima de todo hermosean su
perspectiva del día a día. No somos una micro-relación narrativa ni
prosaica, como tal se remonta su reducida extensión sobre burdeles y
brevísimas vidas interrumpidas por seres violentos, ejecutores de
nuestra verdad. La identidad de género moderna, ha tomado nota y
no perdona, sino que condena a quienes condenan a la naturaleza
con sus actos viles, a pesar de sus disfraces humanos.

La adopción genérica con la limitación de esa tendencia con


autonomía propia no gusta a infieles y entre otras aberraciones,
seguimos soportando un rasgo de odio predominante desde su
extrema narratividad. Nuestra condición alternativa, a veces
sorpresiva, aspira a una sencilla y hermética puesta de sol, donde ese
género inclasificable o transgenérico aporta más luz que sombras. A
pesar de nuestra historicidad hiperbreve, o alma del talento según
Polonio, nuestro climax narrativo se hace forma proteica, ya que
nuestro género es el que mejor sabe guardar un secreto.

Entre las digresiones recurrentes, Julio Cortázar prefería la


transrealidad, como ámbito de apertura a multitud mundos posibles
o cuánticos, por su capacidad metamorfoseante y dinamismo radical.
Nuestra naturaleza poliédrica y transgenérica en un intento de
acercarse a un medio móvil que llegara a un público más masivo, más
que trabajar a partir de nociones como de trasvase. Al ser personas
reeditadas, generalmente incómodas en este tipo de textualidad
normativa, la presencia de cronopios y una voz espontánea es óbice
para trasladarse a la zona de excepción donde recuperemos el
albedrío. Y es que, si ponemos en juego la corporalidad mediante
rupturas, irrupciones y disrupciones sorpresivas, revertiremos el
mundo, tal cual lo conocemos.

En esa intersexualidad abierta cesan las normativas, suspendiendo la


norma moral y el imperativo afectivo, dadas otras relaciones
profanas que lógicamente pretender huir de sus reducciones al
absurdo, de sus remisiones al ridículo y de todo retruécano
superfluo. Hay dos maneras de ser trans*, desde la sonrisa paródica y
sus mejunjes verbales, ávidas de graciosas homofonías, hasta esta
misma característica de desmarcarse de las categorías de género, que
no remita a ningún referente. En esta misma, encontramos que
nuestro particular eclecticismo se caracteriza por su no-adecuación a
las reglas clásicas, sino a cuerpos, clásicamente invertidos.

Nuestra reciente gestación es fruto de la caricia más profunda,


aquella que sin pena ni gloria guarda el sabor acumulado de una
infinita transformación camaleónica. La Historia de lo pintoresco nos
ha sabido dotar de un vasto imaginario colectivo en cuanto a
conocimiento de costumbres sociales, de modelos de vida en
diferentes clases sociales, pero la modernidad en la que nos
anclamos como ““líquida”, flexible, voluble en la que las estructuras
sociales ya no perduran en el tiempo necesario para solidificarse y no
sirven como marcos de referencia. Desde la apertura hacia lo
excéntrico frente a lo rutinario, sobre la búsqueda incesante de
lógicas imposibles, lo insólito descoloca al monstruo amable
imágenes arbitrarias.1 Y es que el arte tuvo mucho que decir antaño,
ocultándose en una aparente contemporaneidad de la
transcendencia, hasta que la creación de otras formas de la
corporalidad ha priorizado la razón de ser de los destinos
individuales.

Al igual que el arte nunca tuvo una medida exclusiva del fracaso y del
éxito, no se puede decir que en la actualidad los valores estéticos
sean precisamente secundarios, al fin y al cabo, solo cambió el
escenario de la vanidad burguesa por una necesidad tecnológica.

1
Carlos Valverde. Hacia una estética mediatizada: De la moda al espectáculo. TFM.
Universidad Complutense de Madrid. 2011.
Estamos ya, ante un desafío de la norma cultural, donde las personas
intersexuales construyen un lugar de resistencia con un movimiento
de autodesignación y de reconocimiento identitario realmente
significativo. La transexualidad se entiende entonces como efecto de
una situación ideológica y tecnológica, que mantiene el carácter
binario invirtiendo los términos, y esto debería tranquilizar al
dimorfismo sexual. La tecnología que se desarrolla para tratar y
normalizar a los hermafroditas, si bien es posible históricamente por
los cambios en las prácticas quirúrgicas, han de ir de la mano con su
consiguiente tratamiento hormonal. Pero, a su vez, la ideología que
determina la dualidad de los sexos desmiente a la ideología cultural,
y no es solo por su incapacidad de habitar o comprender una
corporalidad no moldeada por los cánones que rigen lo que se
conoce como la dualidad sexual.

Cuando las personas no se identifican con el sexo asignado surge la


necesidad de criticar la alteridad, por una parte, mediante la ruptura
con la biología y la reconceptualización de las ideas sobre lo natural y
lo cultural en la reproducción, o bien asumiendo la sola posibilidad de
que cuerpos diversos sean capaces de gestar o asumir roles
diferentes de los tradicionalmente asociados. En cualquier caso, estas
situaciones ya enfrentan el problema de cómo medir y cómo
cuantificar con metodologías más tradicionales, ya que tendríamos
que fijar o delimitar tales identidades o categorías.2

Se parte de convocar a las expresiones multiformes de la identidad


sexual para que, ante el umbral de ciertos misterios, se escarbe en la
psicogénesis de los maquillajes y la vulnerabilidad propia del binomio
transexual. Con frecuencia le fascina el universo femenino y en
particular sus propios zapatos de tacón en casa, susurrando mucha

2
Pero eso se evidencia en los principios de Yogyakarta, sobre la aplicación de la
legislación internacional de derechos humanos a las cuestiones de orientación
sexual e identidad de género. Contiene 29 principios y recomendaciones
adicionales que, partiendo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
marcan los estándares básicos para que la Organización de Naciones Unidas (ONU)
y los estados miembros avancen en medidas que garanticen los derechos humanos
de las personas LGTBI.
exigencia y soledad. Llama la atención, la primera figura
diagnosticada, que es un papel para diferenciar fantasía de realidad,
y su impresión de anidar en sí, una vida en rosa que pronto
encontraría posibles respuestas desde un proceso de apertura de
espacios transicionales. Y el niño-niña se feminiza y se transforma en
un doble adorable y adorado por la piel materna, un vínculo
narcisista de simbolizar las situaciones traumáticas de aquella lejana
infancia. Una propuesta donde las diversidades identificatorias y el
despliegue del deseo, se aborda plenamente mediante la producción
de subjetividad, pues se apoya en operaciones psíquicas complejas.
André Green (1973) en su libro Narcisismo de vida y narcisismo de
muerte, generaliza una opción neutral de los instintos en la que el
narcisismo primario absoluto domina a sus anchas.

La psiquiatría recurre al símil de que había padecido experiencias


precoces que, por la razón que sea, habían impedido la construcción
de una identidad primaria sólida. Pero esto es una simple definición
textual académica para salir del paso, de un desconocimiento total
que se diluye, para colmo del día entre corrientes psíquicas dispares,
mezclando cualquier cosa con tal de encontrar un resquicio
patológico. La búsqueda de objeto está mucho menos centrada en el
deseo que en la necesidad de encontrar el sentimiento de existencia
y unidad narcisista, porque lo que prima en la transfiguración de lo
corporal, entiéndase bien, despliegan libremente contenidos más
simbólicos, por la capacidad de autoobservación, de asociación y de
producir sueños, que ponen en escena el inconsciente. Por eso, lo
subyacente en lo referido a la bisexualidad psíquica, parte de la
progresiva integración yoica, camino por el nadie le acompaña en
estas angustias existenciales de naturaleza delirante o recreación
entre, lo masculino y lo femenino buscando su mutua destrucción.3

Si el término género proveniente de las ciencias del lenguaje, según


John Money, los determinantes biológicos de la identidad sexual

3
Para María Elena Sammartino en Transexualidad y supervivencia psíquica: El caso
Simona permitiría pensar que para el transexual hay solo dos sexos, uno odiado y el
otro idealizado a nivel consciente y una bisexualidad inconsciente que nunca llega a
integrarse en un sentimiento identitario definido.
retroceden a favor de la cultura y lo social. Aunque es una salida fácil
desviar el tema escudándose en las carencias de una madre
misteriosa, en la cualidad personal creativa, en un elevado
simbolismo de los fetiches como medio de canalizar el deseo. De
todo ello, en el momento del descubrimiento de la diferencia de los
sexos, la sensibilidad entra en colisión con el determinismo biológico
en tanto en cuanto, la confusión de identidades está servida. Por ello,
una de las salidas se traduce mediante una corriente masculina sin
renegar de su pertenencia anatómica al género femenino, el
resultado fue un estilo bisexual y un sentimiento de género neutro.

Realmente, no tiene sentido pensar que una madre al proyectar su


deseo causado por ese vacío como modelo identificatorio, una
persona anule su propia identidad. Ser transgénero no viene de
fuera, de ninguna manera, como tampoco es una cuestión de
confusión de los límites del yo, por lo tanto, la transexualidad se
trataría de una equivalencia más primitiva, ya que la ropa de mujer
equivaldría a la madre misma, a su piel. Aunque esto no deja de ser
una típica metáfora psicológica, acomodada del terapeuta que es
incapaz de saber la razón interferida por la bisexualización de los
instintos. Y es que, para la supervivencia psíquica al aceptar lo dado
por un nacimiento, lo sexual es el residuo inconsciente de la
represión-simbolización del género por el sexo (Laplanche, 2003)

Lo sexual se encuentra en los placeres preliminares y demasiadas


veces en las perversiones en contigüidad con el orgasmo genital,
pero entre tanto, un proceso que no es puntual, no se limita a un solo
acto, sino que es un conjunto complejo de actos que incluye el
lenguaje y los comportamientos significativos más íntimos, y sobre
todo personales. Cada personalidad interpreta, procesa y se apropia
a su manera de esta asignación inconsciente, como en el caso de un
cambio de sexo velando y neutralizando las angustias arcaicas, el
vacío y el desamparo interior. Hablamos de una salida social es un
momento de recomposición psíquica, anterior al reconocimiento de
toda diferencia de los sexos. Hay que tener consideración con la
mirada del otro que le desmiente al transexual su afirmación
identitaria por no reunir los caracteres físicos con los que le hubiera
gustado nacer.
Es innegable que el carácter literal y concreto de la transformación
física, de directamente proporcional a las vivencias que cada persona
consiga organizar. De hecho, el desarrollo temprano de una gran
memoria sirve para autoengendrar una envoltura protectora para
neutralizar el dolor insoportable de la separación del objeto
maternal. En recuerdo a Einar Wegener donde se describe su
transformación en Lili Elbe: “Me gustó el tacto con esas telas suaves…
desde el primer momento me sentí como en casa dentro de ese
atuendo” femenino. El tallado del cuerpo real, a través de la creencia
de que su cuerpo se construye a su propio arbitrio, en un mundo de
sensaciones verídicas que resulta más interesante que el heredado.
Hace ya, de aquel Erastés que gustaba de la juventud del Erómenos
yaciendo plácidamente, ya que el que ama tiene, un no sé qué, de
más divino que quien es amado. Es más, el propio Plutarco en su
Pelópidas decía que el ideal hoplita fue el primero de los ideales del
gusto hacia los hombres jóvenes:

“lo que en su caso se debía mandar, era que el amante tomase


formación junto al amado; porque en los riesgos, los de la
misma curia o tribu no hacen mucha cuenta unos de otros,
mientras que la unión establecida por las relaciones de
amores es indisoluble e indivisible.”
FACE TO FACE

En la antigüedad Alcibíades consideraba en el recto entendimiento


de que, sin ser afeminados los congéneres llegaban a auténticas
representaciones sexuales de orgías materializadas, sin llegar a un
exceso de gusto por lo físico, el equilibrio estaba en adiestrarse en el
cuerpo según el eros filosófico. La palabra Transgénero en esta línea
de investigación no deja de ser un eufemismo sensato y de carácter
compensatorio, pero con el que se evidencia la frustración de lo
incompleto a través de una fuga del aspecto físico. De lo expuesto
hasta aquí, haberse dejado doblegar a una pasión representaría
un proceso de tránsito como prototipo histórico, eso sí, con
independencia de la apetencia sexual in genere.

Si el transexualismo es la máxima expresión que puede lograr una


persona disconforme, podemos decir que al vivir dos estados de
ciencia (cuerpo) y conciencia (psique) se multiplica el conocimiento.
El travestismo en cambio es un fenómeno que se manifiesta a través
de la persona en una alternativa de liberación. Es por ello que, se
entendería que la sensibilidad masculina alimente a la femenina y
viceversa, debiera entonces declararse una emancipación de origen
político y social con pleno derecho a pertenecer libremente a una
ambigüedad genérica.

El transexualismo se caracteriza por ser la máxima


expresión, femenina o masculina, que puede lograr el
hombre o la mujer en su caso, dada la pureza del concepto.

No se debe marginar un tercer género porque los atributos sexuales


no son determinantes en ningún caso. Travestir es naturalizar una
expresión de conducta voluntaria, libre y autónoma, equiparable a
ese amor verdadero o especie de servidumbre voluntaria. Hay la
creencia de que, si se somete a servir con la esperanza de
perfeccionarse en una ciencia o en cualquier virtud particular, esta
servidumbre voluntaria no es vergonzosa, sino que es fruto de la más
excelsa adulación platoniana. Con lo expuesto en tiempos pretéritos
las predilecciones eróticas o sexuales se hacen eco de la androginia
por el deseo de recuperar su antigua unidad mística, con un ardor tal
que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, ya que no querían
hacer nada la una sin la otra.

Safo se vislumbra incuestionable en relación con el rol homoerótico


entre mujeres, porque sólo se quiere poseer lo que es bueno y objeto
de posesión. De lo dicho hasta el momento, podemos extraer la
llamada Lex Scantinia, la Lex Iulia de Adulteriis Coercendis y toda la
considerada contra natura (Corraze 1992, p. 27) en pie de guerra,
incontestable y coartados por los demás por el hecho de la misma
sexualidad. Ahora, la "Décima Musa" me hace recordar que nadie
puede alcanzar la suprema dicha de poder tocar el cielo con las
manos, pero una sensualidad intensa y delicada que canta los dolores
y la alegría de la pasión amorosa va más allá del bien y del género.

"...y cuando ríes seductora. Entonces


el corazón me tiembla dentro del pecho,
pues en cuanto te miro no me sale
ni un hilo de voz."

Safo menciona una súplica hecha a la diosa para obtener su favor,


toda vez que la lengua se le quiebra, y al instante un sutil ardor le
recorre bajo la piel. El principio femenino estaría referido a Eurídice,4
buscando razones válidas donde sea necesario para solidificar su
control sobre la andrarquía, asentada dicha conducta natural por
medio del razonamiento. En parte podríamos justificar la razón de su
superioridad, entre la genialidad y el papel destacado de las reinas
helenísticas, a modo de élite de la libertad. Con todo, la manera en
que recurrimos a una hostilidad iliaca para estorbar la situación en el
palacio regente, amedrenta lo suficiente a la sospecha de que no

4
Eurídice también se vinculaba con el culto a las Musas, incluso concebidas como
sus encarnaciones, como ocurrirá con Berenice en Egipto quien será representada
como la diosa Tique, fortuna, para finalmente ser ellas mismas diosas por derecho
en los tiempos de los Ptolomeos.
parece ser una adopción legal la prerrogativa inicial de reinar nada,
sino de establecerse una correlación entre el travestismo y la
ambigüedad de género. Al igual que la visión que nos dan los mitos
de la feminidad, buscando la comprensión de la diferencia invirtiendo
el sentido, las armas de un heroico esclavo ayudan a comprender
mejor cómo se crean las mentalidades de género.

El criterio que nos ha llevado a un nivel profundo imaginal, lo encarna


aquella lorquiana Dorotéia, la cual posee una naturaleza sobrenatural
que, ante todo lograría materializar imágenes y sentimientos
arquetípicos comunes a todo individuo. En concreto, la copresencia
entre dos o más géneros cambia según el enfoque que damos a los
mitos y orienta nuestra atención hacia la teatralidad donde percibir
las cosas que no están en el espíritu. Este rasgo simbólico, en
principio y sin buscarlo, también encontró en los mitos una forma de
convertirse en imagen y vino a posibilitar una experiencia más
profunda del ser. Nuestra premisa es ir más allá y examinar qué
aproximación puede darse entre géneros tan diferentes en apariencia
o como presenta la historia, tan ligeramente adyacentes.

Afrodita o Cipris reverenciaba un tipo de poder que ensorbecía a


detractores y matemáticos de la razón, al decir las cosas
reveladamente y desde dentro del alma, a cuajo de ser imaginada en
esa mitogénesis, más erótica que sáfica. La Casa de las Servidoras de
las Musas, nos da noticias de círculos femeninos en los que es
innecesaria la presencia viril, por ser ya desafortunados epítetos de
infantería. Allí se blinda la dulce lira de los cantos, cual cervatillas
trenzaban para la danza en nombre de lo más bello sobre la negra
tierra, a quien una ama. Por ello, ante la experiencia más parecida a
evadir la soledad inherente a la existencia humana, queramos o no,
se suple por un momento en el acto de encontrarse literalmente
dentro de otra persona o siendo penetrada. El problema viene
después del orgasmo la base de todo es la pérdida, que se puede
deber en parte al gasto de fuerza vital o disforia poscoital, de cuya
abrumadora naturaleza el deseo sexual queda sumido en la esquiva
tristeza o agujero negro insensible y disfórico. No es que se tema el
abandono, simplemente lo que se produce de plano es un bajón de
endorfinas, oxitocina y prolactina. Sería justo partir más bien de una
intimidad no productiva para quedarse en ese climax, de donde no
bajarse jamás.

La homeostasis, lamentablemente nos impide mantener grandes


expectativas, no solo por el filtro que supone contener una amígdala
vengativa5 con efectos secundarios negativos, es que todo lo que
sube tiene que bajar. Esta cruda realidad se manifiesta a veces como
irritabilidad, en base a una neuroquímica falaz de la que se exonera al
gallo y a la mujer, ya sea hetero o transexual, aunque no impide
pensar y eso perturba y embota la mente. De la victoria orgásmica
pasamos a una derrota de las funciones cerebrales, lanzando aquella
mirada fría centrada y resignada en la “fase meseta” del acto sexual.
Necesitamos alimentar la hormona del vínculo con abrazos y roces
morbosos para aumentar tal vez los niveles de oxitocina, a pesar de
que la lencería ya de por sí encierra un lenguaje antocongestivo que
alivia cualquier crisis nerviosa e invita a acabar con toda una
monotonía asfixiante.

Volviendo a la musa inmortal de trenzas violetas, nos reconcilia su


omnipresencia con el simple placer de la seducción del vivir, siempre
como la capacidad de contener la poesía en nuestro cuerpo, erectos
lo senos del poetizar desde la sencillez de la que estaba enamorada.
La impulsiva declaración del deseo exhorta a los cuerpos a gozar bajo
esa influencia divina, tal que dos cuerpos diferentes y un mismo
género se sitúan más allá de los sentidos. Es Anactoria, toda deseada
en su belleza esparcida, bajo un espejismo de eros tras su
fantasmática naturaleza, la que no deja de sorprender por su
indefinición en su interior. Luego adquiere las formas prestadas de
las diosas imitando su apariencia con sonidos y palabras de una
polifonía femenina del deseo de su cuerpo sin un contorno particular.
De la misma forma, la más deseable entre todas, considera finalizada
la plena madurez sexual mediante la deseabilidad de la pasión
femenina, allí donde se unen ellas en las profundidades de amables

5
Siempre queda el consuelo de encontrar herramientas burladoras como la
cualidad de aquella chica ciega que decía poder ver el color de sus orgasmos.
grutas de una potencia divina. Afrodita la tiene inmoviliza por la
ausencia de la amada con la garantía de pervivencia tras la muerte,
pues su poesía es un instrumento de su recuerdo, fundiendo la
materia del amor con el hacer poético.

Por ende, las infidelidades de una Afrodita impúdica y desenfrenada


fluyen sin aflicción, para distraer precisamente el dolor en un estado
de olvido, como un viejo recurso casero de las que no se describe
detalle alguno. En cambio, los retratos de Gray reflejan en la
caravana del Orgullo la realidad homoerótica del hijo de Afrodita,
tantas veces incompleta a los ojos de los necios, pocas veces
escapando de la clandestinidad. Diferencias cerebrales revelan que
las conexiones cerebrales de las personas transexuales estarían en
una posición intermedia entre las de ambos sexos, pero la verdad es
más compleja y libre, ya que siempre se olvidan de la libertad de los
instintos, debido a la dependencia de sus ancestrales costumbres.
Tiresias del que se dice que fue siete años hombre y durante otros
siete, mujer, así como el mismo Zeus se transforma en mujer para
seducir a la bella ninfa Calisto, toda vez que invocamos a la "diosa
Castalia" que de por sí ya era comprensiva y accedía a los deseos de
aquellas almas femeninas que vivían y que siguieron encerradas en
cuerpos masculinos.

Desde el alumbramiento del clítoris en el siglo XVI, la teoría de la


simetría inversa de órganos se ha tergiversado a conveniencia, pues
lejos de atemperar el aire que entra en el cuerpo, este no tiene nada
que ver con la úvula de ningún paladar. El cuerpo unisexo al igual que
el resto de la creación, se renueva más allá de la atracción por su
desnudez y el poder genital. Hubo quien consideró que el amor hacia
otro hombre es más puro que el que tiene por objeto de deseo a la
mujer, pues si el primero se basa en la pureza del intelecto, el
segundo está contaminado por el deseo carnal. Después de esta
licenciosa controversia, la imposibilidad incorpórea6 llevaría a
6
Por ahora las sombras del conocimiento relegan a cualquier mal llamado
subgénero a un pequeño reconocimiento, ya que fascina y genera respeto porque
pertenece al dominio de lo oculto. Esta posición cómoda para la mayoría resulta
incomprensible, aunque no por ello se cuestiona su existencia.
salvaguardar las coordenadas culturales, no fuese que el correcto
tratamiento del hermafrodita se asocie a orden y con la bondad de la
naturaleza, siempre más sabia e ilustrada, por cierto. La mayor
malformación congénita que se conoce es la maldad por su
clamorosa intolerancia y perversa curiosidad, que sin duda es
reconocible en el binarismo y que, por desgracia, cuenta con un
público numeroso.

Al otorgar a toda persona trans* el mismo estatuto de veracidad, se


ofrece una explicación naturalista que contiene una fuerte carga
moralizante, tras considerar este fenómeno como una posibilidad
inscrita en el orden de la naturaleza. Es decir, lo que en su día
representaba la fábula de Salmacis entrando en una fuente donde al
abrazar a Hermafrodito, supuso por otra parte la fusión de los dos
cuerpos en uno que retuvo ambos sexos; lo que hoy permite dilucidar
algunos puntos más inevitables para todo erudito. Ser hermafrodita
no es tanto un problema médico como jurídico, por lo que la lucha
social está servida en vano, sabiendo que la elección del sexo es el
santo grial para acabar con la supremacía de género. La razón por la
cual las mujeres pueden convertirse en hombres, no es solo porque
tienen lo mismo escondido en su cuerpo, es que la Naturaleza tiende
siempre hacia la perfección.

Por defecto de fábrica el uso de las categorías que conforman


nuestro universo sexo-lógico ha supuesto una pretérita soberbia
intelectual sin excusa posible. Antes incluso de la aportación teórica
de Hirschfeld, el deseo erótico-sexual hacia personas del mismo
género y el uso de una vestimenta típica del género contrario se
confundían en una única categoría, cuando no había que recurrir a la
presencia de la mediación de la divinidad en forma de súplica. Y
aunque la erótica del amor se manifiesta en la soledad de la
tardanza, queda aprovechar el tan consabido carpe diem, en honor a
la inconmensurable Afrodita, zurcidora de engaños, aquí y ahora.7

7
Así pues, ven a mí ahora, y líbrame de mis penosas preocupaciones, y cúmpleme
cuanto mi corazón desea, ¡cúmplelo!, y tú misma sé mi aliada en la lucha (Artístides
Mínguez Zenda en La amante de las musas. 2020.
LA DISEXUALIDAD EN PALABRAS PROPIAS

El cerebro no feminiza por carencia de nada sino por ampliación de


conocimiento y de expresiones voluntarias e intuitivas, o sea que la
disexualidad es simplemente una opción razonada ante la aparición
de nuevos estímulos. En realidad, no difiere de lo que Carles Miralles
llama amor idealizado, donde necesita personajes ideales, heroínas
desempolvando los sufrimientos fuertemente sus alas desde el cielo
por entre el medio del éter. Y es que, al remar contracorriente, tanto
libros de odas, epitalamios, elegías e himnos, como la odisea de
experimentar con el cuerpo ambos sexos la lírica de la promiscuidad,
nos permite crear ritmos y metros nuevos con los que escanciar el
néctar de las diosas embriagadas de la esencia del eros de la belleza.

Michaelle de fran M. es autora de una nueva definición de género,


equidistante en planteamiento y forma sobre los aspectos
antropológicos de la condición sexual. Definirse disexual es tener
muy claro que, el cuerpo es una explicación orgánica que deambula
entre lo masculino y la femenidad, de tal modo que para hacer el
amor con un hombre, la persona disexual se siente y se expresa
como mujer (hormonada o no) y al mismo tiempo aún con el cuerpo
hormonado puede estar con una mujer ejerciendo la penetración
desde una postura bilogicista lésbica (estímulos relacionados con la
masculinidad en origen) La cuestión es que no hay incompatibilidad,
sino una ampliación del conocimiento corporal a través de
expresiones preferentemente voluntarias y sensibilidades intuitivas,
cuyo empoderamiento de género8 se traduce en términos de
estimulación y diferenciación hipotalámica.

Desde la identificación biológica y sexualizada a la orientación


sin género, hay constructos definidos y otros compartibles.

8
Una de las tecnologías del yo determinantes en la producción del Sujeto es la
confesión. Mediante este procedimiento discursivo, las personas son incitadas a
descubrir la verdad acerca de sí mismas, a conocer lo que está pasando dentro de
ellas, localizar sus faltas, descifrar deseos, para luego verbalizarlo todo ante una
figura de autoridad. Estaría en línea con La voluntad del saber (2003) de Foucault.
El ser disexual no significa estar saturado de sexualidad, sino que
hereda la noción del cuerpo en base a la articulación de ambos
géneros, y hasta podría decirse que con determinados estados del
alma. La Modernidad interpreta una visión teleológica de la historia
basada en los postulados del positivismo y del evolucionismo, pero
no es ajena a la importancia del conocimiento científico con la
certeza, lo que implica abarcar las disidencias de género en su
completitud. Según la terminología foucaultiana, es a través de su
sexualidad que el ser humano se constituye a la vez como sujeto y
objeto de conocimiento, como criterio de inteligibilidad y mecanismo
de identificación. Bien es cierto que, pudiendo ser causa del estudio
de sus variaciones mórbidas, el dispositivo de sexualidad se ejerce en
gran parte con el aumento de sus aptitudes y la maximización de su
utilidad. En este caso, el cuerpo individualizado sirve de fundamento
para descubrir los límites de la tecnología del yo, aquella que por
excelencia es controlada sobre todo tipo de cuestiones sexuales.

Aunque se diga que, con el nuevo paradigma, el cuerpo deja de ser


una metáfora del orden social para tornarse su fundamento mismo,
la consolidación del modelo de los dos sexos no permite una
vinculación razonable y contingente respecto del modelo del sexo
único. El cuerpo dejaba de ser visto como el espejo del cosmos y al
convertirse en una entidad aislada sujeta a las leyes de la biología, la
fisiología y la medicina, el disenso separa definitivamente la sociedad
de la naturaleza. Por su parte, los estudios sobre el hermafroditismo
de Saint-Hilaire, la bisexualidad primigenia freudiana o el concepto
de «estados sexuales intermedios» en Marañón o Hirschfeld, si han
aportado una cercana naturalidad, pero permaneciendo dentro de la
ciencia de las anomalías. La figura más perjudicada en este sentido es
la hermafrodita, pero por añadidura la disexualidad representa una
aberración semántica, pero que a su vez provoca el mismo morbo
secular o teratológico en el mundo de la pareja.

Tras hacer el amor sexual con siete matrimonios, a veces de manera


continuada, he de decir que podría abarcar por instantes de ardor y
frenesí, no solo una clara y evidente duplicidad sexual, también
elementos homeoeróticos, lésbicos, pansexuales y sobre todo
intersexuales. Guardo un equilibrio equivalente a la morfología
hermafrodita, prácticamente a todos los niveles, cosa inexplicable
desde la gravedad de las consecuencias individuales y sociales que
puede entrañar declararse abiertamente disexual. Pienso que
formamos parte de una nueva Gestalt de la corporalidad con su
correspondencia sexual que, por cierto, nada tiene que perder y todo
en cambio que ganar y aportar, pues recogemos el fruto, tanto
prístino como libidinoso de una Naturaleza, orgánicamente plural y
excepcionalmente singular.

Esta teoría superaría la idea de que el género intersexual es una


prolongación directa de un tratamiento de nuevos géneros y de la
importancia de la hibridación genérica, para que las diferentes
formas más expresivas, progresen y avancen en sus diferentes
manifestaciones culturales. Al subrayar las características internas de
la poética trans*la teoría de los géneros en una cadena incesante de
análisis hipertextuales, siguiendo la recomendación universal de
derechos, quedaría prendada y totalmente desvinculada del ámbito
incontestable de la experiencia. De la hibridación a modo de géneros,
subyace cualquier comportamiento oscilatorio sobre la corporalidad,9
considerando la disexualidad entre la tragedia y el melodrama. Lo
que no deja de ser una epopeya, de la que proviene de una expresión
ya existente en otros ámbitos. La trágicosexualidad freudiana resulta
sorprendente que se produjera escogiendo como protagonistas dos
géneros o tipos considerados radicalmente opuestos, hubiera sido
más honesto la sinergia helénica de ambos.

Normalmente, la idea -o tesis contraria- de que el género en realidad


es algo indiferenciado, salvo en la genitalidad biológica, denota la
importante aportación de lo que es la perspectiva de género. El
género es una cuestión antropológica y de pensamiento, de nuestra
construcción de una realidad que utilizamos en la interacción social,
por eso la mirada de la persona que para sí se observa, vivirá cambios
inesperados durante el proceso. Las dinámicas del espacio personal
que están pendientes con la mirada de lo que hace el grupo, volvían a

9
Friederich Schleger, ya en su Diálogo sobre la poesía (1800) por ejemplo
recomendaba la abolición de toda separación genérica.
su lugar de inicio, una vez compartido en direcciones balanceadas a
un lado y a otro. El atractivo que supone conocer los extremos, pone
en cuestionamiento su rol en prueba de un mayor bienestar
intersexual, simplemente porque se pregunta algo que no conoce.

No puede haber recato al mover el cuerpo, como al referirnos a la


vergüenza como algo que no deja realizar todos los movimientos
posibles, o como si no pudiese decirse directamente porque es un
signo de debilidad o inseguridad. Esta propiedad hace referencia a la
libertad de un cuerpo en movimiento sobre la mente, vivido como
extraño o enemigo, ya que se dice: “el cuerpo se suelta cuando se
suelta la cabeza.” El poder disfrutar en grupo de mi cuerpo, incluida y
participante de ambos sexos, es el deseo de habitarlo por otros
cuerpos y en prueba de ello, recoger la cosecha orgásmica en y para
sí, y después tener un instante de reconocimiento público.10 Si las
sexualidades crean libremente opciones de acuerdo con cómo se
ven/son ellas mismas, difícilmente podremos conformarnos con un
solo tipo.11 Por otra parte, un contenido sexual específico en el
conjunto del arte erótico es una mera plataforma en la que sentirse
bien o desde donde lanzarse al fondo de la diversidad.

La concepción trans-objetualista reproponía su contribución a la


inteligencia del misterio de la carne que, en la realidad misma,
independiente de nuestra culturización, se entrevée, como
inteligencia sensible. La disexualidad estaría entre la logificación de la
inteligencia y la entificación de una realidad concipiente, puesto que
considera que su primer acto es la fusión de los sexos, sobre todo, ya
aprehendido por los sentidos. Zubiri12 escribe sobre la inteligencia
10
Badinter. E, (1992) afirma que podemos definir y construir nuestro género, de la
misma manera que lo aprendemos lo podemos desaprender y volver a construir un
género nuevo, donde la forma de ser vaya acorde a nosotras/os mismas/os y no
con un mandato social.
11
Enguix Grau, B. y González Ramos, A. M. Cuerpos, mujeres y narrativas:
Imaginando corporalidades y géneros. Athenea Digital, 2018, 18(2)
12
Zubiri realiza una síntesis de una metafísica de la substantividad, que es lo que,
según él, necesita entre otras cosas nuestra filosofía, aunque lo espiritual ya
encierra en su sentido restringido, toda una bipedestación en referencia a la base
sobre la que está construido el todo, incluida la sexualidad.
sentiente y la realidad con la que el cuerpo aprendería también de
forma impresiva, sintiendo la sexualidad en este caso como algo muy
real y sentiente. Entonces, la sustantividad, su actualidad y una
corporeidad que se deja trasparecer como alimento material no
necesita de una cópula verbal, sino una unidad de complexión acorde
con cada aspecto de nuestros dos propias sexualidades. Estamos ante
una práctica Crística del “aquí estoy yo mismamente” como realidad
física para una mayor claridad del ser, donde estoy siendo yo una
mismidad permanente sobre su circunstancia.

Michaelle de fran, generóloga experta, en su apología de género


cruzado,13 pretende aclarar las ideas y compartir los sentimientos
afablemente, simplemente aceptando la ambigüedad en torno a una
disexualidad ética y estética en torno a un estado de conciencia que
solo obedece a la razón de ser y el sentido de una vida, propios del
ser humano.14 De hecho, en su apuesta la habilidad analítica por
ejemplo, permite realizar cambios en la manera de actuar e
influenciar sobre el entorno, de tal manera que los procesos químicos
relacionados con las funciones hormonales del cuerpo, no siempre
encuentran la concordancia con el dimorfismo cerebral. De todas
formas, hay que indagar en la consideración de que las proporciones
de seducción y atracción por el otro, se decantan hacia un 65% y
entre la homosexualidad y la bisexualidad se reparte el resto. La
disexualidad abre vías de “capacidad de acción” en las que se
reclaman nuevas visibilidades y derechos eróticos, algo que viene
documentado en la revista Transgênera: Tribuna crítica.

Esta generóloga intenta llamar la atención sobre la interdicción hacia


la práctica de la "libertad sexual" que no impone la abstención de las
aphrodisia, sino que estimula una percepción del tiempo muy distinta

13
No se puede reducir a groso modo la condición sensible a la conformidad del
aspecto biológico ni a conductas de género cruzado, entre otras cosas porque la
naturaleza nos muestra en su creatividad la composición de microestructuras a
través de conexiones cerebrales “intermedias” entre ambos géneros.
14
Hipótesis planteada por el equipo de género de Ámsterdam, en virtud de la cual
no debería considerarse la transexualidad como un problema o trastorno
psiquiátrico como tampoco se incluye la intersexualidad.
de la que encontramos a propósito del cuerpo, porque como decía
Michel Foucault: El cuerpo es la superficie grabada de los
acontecimientos. En realidad, hay un nexo de valoración empírica
que interpreta ambos géneros como un mero instrumento de juego
sexual,15 de mezcla química inducida por los estímulos di-sexuales.16
Se nos invita a reflexionar sobre como una persona disexual puede
hacer el amor con un hombre desde el convencimiento de sentirse
mujer-hembra en toda su dimensión psicológica y con ellas en forma
más física, más o menos pseudoviril y pseudolésbica. Para Michaelle
la mirada psicosocial sobre la nueva realidad emergente, nos plantea
la identidad de género como un bienestar psicológico y emocional
que corrige una discriminación ancestral. El género ha pasado de la
teoría a la sustantivación objetiva mediante realizaciones
performativas, sin alterar el orden establecido y las costumbres al
tiempo que han permitido investigar nuevas subjetividades sobre
cualquier aspecto de la realidad.17

Para introducir una filosofía de la corporalidad del “trans* istmo” en


una sociedad muxe, abierta y tolerante, partimos de una discusión
con la que Michaelle de fran (2019) cierra el artículo “La disexualidad
en la condición de transgénero”:

15
Mientras que lo demisexual se entiende como una reactivación de la sexual, la
disexualidad pulula libremente entre ambos géneros. Si el aspecto, o en su caso, la
personalidad no afecta a la atracción sexual primaria, tampoco la intersexualidad
supone prejuicio alguno, como cualquier otra manifestación en el momento de
aplicar la sexualidad asociada.
16
Entre cualquier orientación sexual, la capacidad de sentir atracción sexual y no
vivir arrastrando hándicaps, no afecta su etapa de sexualidad activa; la discrepancia
entre los estímulos al fin y al cabo puede llevar a ideas equívocas y no por ello se
deambula de un género a otro. La atracción sexual después de una fuerte
vinculación emocional con otra persona no es causa de una demisexualidad o de un
deseo recóndito, simplemente una atracción sexual bajo ciertas condiciones (2019)
17
Lo que no se dice es que las respuestas adaptativas son asertos ontogenéticos
con capacidad de renovación y de innovación erótico-proximal, tal que se derivan
otras variables psicofisiológicas de género fluido o líquido, entre las que hay una
percepción de lo disexual como una respuesta parasimpática, cuya naturaleza solo
obedece a patrones, más bien poco evolucionistas.
Las medidas de reducción sensorial respecto a la
disexualidad no tienen efecto práctico, ya que el estado
cardiovascular en consonancia con la sensibilización estética
multiplica la atracción mediante la extraversión y el tono
hedónico del estímulo. A mayor excitación de géneros, mejor
digestión sexual, para entender la complacencia en términos
de género la produce el bienestar, cuya realidad se configura
gradualmente al tiempo que experimentan un continuo entre
la completa felicidad del momento y la más absoluta
inseguridad en relación al resto del tiempo.

Michaelle concluye que un relativo hermafroditismo psíquico


ganaría en verosimilitud si se viera como habitual, en vez de
desvirtuar la imaginación continuamente. Socialmente tampoco es
la desorientación del modelo mismo lo que lleva a algunas
personas a considera la intersexualidad lo más erótico y excitante,
sino la respuesta parasimpática es la que se reproduce
abiertamente y con un sentido pleno de lo que significa una
autopercepción multideterminada.

Efectivamente, si hablásemos de una disexualidad ética y


estética en torno a un estado de conciencia que solo obedece
a la razón de ser y el sentido de una vida, estamos
reconociendo que los estímulos disexuales obedecen a una
función performativa con capacidad de ir creando realidad.
UN RIZO EN LA RAZA DE CUADRUMANOS

Al tercer género se le puede considerar como un eslabón más de la


cadena, sin lugar a dudas, más evolucionada y compleja. La forma de
abordar, desde una óptica postmoderna, conceptos supuestamente
naturales como el género, sustentaría la representación del sexo a
partir del cruce entre las prácticas médicas y retóricas clínicas y la
experiencia de los protagonistas. El hecho de que, hacia la sexta
semana de gestación, las gónadas primitivas comienzan a organizarse
bipotencialmente, es decir pueden dar lugar a testículo u ovarios, al
día de hoy solo es un lastre más a restaurar por parte de quien tiene
la potestad de decidir por sí mismo qué entiende por su corporalidad.
Hay personas con cromosomas xx, xy, x0, xxy, y en todas esas
categorías los fenotipos pueden variar, luego dejemos a la estirpe
neolítica divagar al respecto. Una forma ilustrada de leer e
interpretar la naturaleza, por supuesto se sobrepone a la
sexodependencia del esplenio del cuerpo calloso, deja de tomar a la
bioquímica cerebral y, como no podría ser de otra manera, adapta
una variedad corporal posible y legítima a una realidad radical.

Cuando ahora se postula un género que se refiere a los aspectos


suprapersonales, de origen biosocial, lo que se espera de cada cual,
por tener una determinada forma corporal, se refiere exactamente a
un modelo de reconocimiento visual, cuyos significantes (genitales,
cromosomas u hormonas) se consideran empíricos y científicos
(ontología escópica: lo real es lo que se ve) frente a la idea de que
existe un sexo psicológico verdadero. Se va conformando la identidad
sexual como la interiorización del género y el género sería la
expresión pública de nuestra identidad sexual, pero eso apenas
cambia nada, tan solo la inversión de los términos. No obstante,
desde una visión práctica, la dicotomía sexo-género, permanece aún
asentada en la firme convicción de la dicotomía de los cuerpos y, sin
embargo, pues no generaría nueva división y nueva desigualdad.
Precisamente, la Teoría performativa del género es controvertida
porque viene a generar realidad, la que únicamente se representa.
En ese hacer, como dice Judith Butler, no existe ninguna esencia que
se exprese en el género, puesto que no es un hecho sino un conjunto
de actos, un devenir inteligible desde la práctica del cuerpo y una
práctica de las relaciones. Por tanto, estamos ante dos conflictos que
solo se resuelven con la reasignación de una categoría tan personal
que, no se puede realizar de manera pura, pero si con plena
convicción y derecho. Se quiere ver un proceso de transexualización
como una cuestión tecnosexual en tecnopersonas que, aún
manteniendo su sexo original, su funcionalidad difiere de su sentido
como biopersonas binarias. El resultado inmediato de todo esto es la
existencia de dos modelos, todavía incompatibles y opuestos de
reconocimiento, por un lado, el visual y por otro el psicológico o
entre personas normativas y disidentes. La lucha por sentirse
personas sexuadas, independientemente de cómo se configure su
cuerpo, en concreto reivindica cada vez más el no querer encasillarse
y reivindicar sus legítimas rarezas.

El intentar cualquier simplicidad obsesiva es acomodarse a la


costumbre y renunciar al esfuerzo. Que los seres vivos vengan de
organismo elementarios o infusorios, según Lamarck, es una
condición en la cadena de transmisión genética. Un esquema
transformista rechaza la definición de género por cuestión de fuerza
o curvatura de un cuerpo que siempre será manipulable y
reprogramable. Parece que la naturaleza trata de feminizar al bípedo
sapiens modificando la influencia de las circunstancias sobre los
hábitos. De ser cierto, una superación del fijismo, entonces el
transformismo goza de significaciones distintas sobredimensionadas
en relación a la biología. Y es que definir el sexo en el que una
persona debe ser “humanizado” es, en última instancia, una decisión
de carácter político y no un acto aséptico de “normalización” o
“naturalización”.18 Habría que considerar, tanto desde la perspectiva
biomédica como de la contestación que se hace desde el campo de
las ciencias sociales, una respetuosa lectura sobre su persistencia.

18
Género y sexualidad: consideraciones contemporáneas a partir de una reflexión
en torno a la transexualidad y los estados intersexuales (M. Hernández, G.
Rodríguez et al.) 2013.
La performatividad precisa de la ambiguedad en tanto en cuanto se
desvincula de lo sexualizado. La plasticidad cultural intraculturaliza la
subjetividad como prácticas erotizantes que abrirán la puerta a una
realidad virtual subestimada por la filosofía. Shirley Campbell canta
queriendo que la realidad fuera distinta y quiso borrar los libros
donde su imagen estaba errada, ya que no es siempre lo mismo la
piel que se lleva desde el principio y la piel que se carga con
conciencia. Rotundamente libre, no otorga razones para su ser desde
la alegría y el orgullo contra el racismo y el machismo, entendida
mujer y sin excusas ni explicaciones para la redondez de las nalgas o
la natural cadencia en su andar...

La base biológica acaba justificando el status quo, justificando los


roles sociales desde la caída de Roma, por lo que el sujeto
revolucionario último es precisamente, dentro de una jerarquía, toda
separación de la humanidad en gran medida por la razón de ser de su
continuidad. A medida que la historia se mueve lo que tiene el asunto
de extrínseco busca la inspiración dentro de sí mismo y canta sus
afectos reproduciendo de una manera sensible, por medio del
lenguaje, la belleza que percibe en ellos. No pareces tocar el
cemento, vas suspendida en tus tacones, casi de charol y casi de tu
numeración, tacones que quieren tocar el cielo…Estás toda tu, toda
así, enteramente febril…Reina y soberana de tu esquina, dama y
vagabunda, va calando gota a gota el axioma: Nuestra sola existencia
es resistencia. Esa misma gente, es la que espera de quiénes se
identifican como mujer hasta que empezaron a vivir como tal, que
tras la noche de los tiempos sus palabras acosadoras pretendan
hacernos su objeto sexual para no incomodarnos desde nuestra
negritud. Georgina Herrera puso la luna, para mí sola, toda la gloria
de su luz tierna y brutal, así como el mar en esos ojos que lloran para
no dejar de ser ella.

Entonces, los senos colgantes al compás de la danza de las


palabras apresan el aire, envolviendo tu cuerpo de rugiente
deseo, donde la interioridad del negro se revela más
importante que el cuerpo.
La interioridad no se podría entender desde términos exclusivamente
biologistas, en silencio, en las noches de ese grito silente de
profundas y lentas bocanadas en torno de un eje invisible. No es
atributo de ningún dios la blancura interna en su erótico cuerpo
cuando se cimbrea con flexibilidades de serpiente, allá donde se le
escapan palabras extrañas. En la máscara vinculada a las artes se
percibe el juego antitético como refuerzo semántico del espíritu y
cuerpo de una realidad exclusiva, al igual que se quiere intensificar el
abordaje de una sexualidad salvaje, estéticamente percibida. En
terapia nadie está a gusto en su propio cuerpo y, además todas las
ideas preconcebidas de la cabeza se unen después de una serie de
preguntas en las que todo empezará a cambiar en la vida arrepentida
y que poco a poco no desvela más de lo que ya sabe. Es un tema
siempre latente romper los estereotipos desde las regiones más
abiertas y anhelantes, antes desconocidas en poseer un carácter
dramático más marcado, sobre todo quienes tan bien andan
ocupados en buscar a quien se pierde.19

Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se


sufre a sí mismo un ignorante soberbio (Fragmento de Félix
Lope de Vega)

Esa apuesta por la «indagación» y por la búsqueda de los límites de


un lenguaje queer y fluido, singulariza en lo mediático nuestro único y
versátil dominante poético, aquellas encantaciones alucinantes de un
cambio de una vida por otra para conseguir arribar a los primeros
atisbos de su verdadero ser. Donde se ve solamente el desborde de la
naturaleza interior se ve en la necesidad de ser dirigidos hacia
semejante tensión de sus sentidos. Es ella la pasión sin descanso que
se orienta desde mi sueño hasta los centros inexplorados aún de sus
capas más profundas, por la que tememos vivir en pánico.20 La
posibilidad de los instintos, donde se cambia terror con amor,
llevando tras de sí a un dualismo tenebroso y alejándose de toda
preocupación inmediata, escapa a un control que pretende ser diario.

19
Alonso de Ledesma, fragmento de villancico.
20
Braulio Arenas – MANDRÁGORA, POESÍA NEGRA – 1938
En este momento donde cada quien satisface sus necesidades físicas,
afectivas y sociales, le da al individuo un sentido de identidad que
abarca todos los aspectos de la vida en el desarrollo como personas.
La orientación sexual de un cuerpo con otros donde el deseo se
conceptualiza como un factor en un contexto mucho más amplio, es
un marco biológico donde el deseo sexual proviene de una
motivación innata o experimentada sin temor a perder nada. El
deseo y la actividad sexual también podrían producirse para ayudar a
lograr otros medios o para obtener otras recompensas que pueden
no ser de origen sexual, como una mayor cercanía y apego a una
cierta dependencia de bienestar. En el límite de las formas
ampliamente aceptadas de conductas sexuales, se encuentran las
llamadas expresiones del comportamiento sexual, no solo se elude
parte importante del fetichismo, también se pervierte la naturaleza
de una sexualidad sana. Desde el momento mismo que para distraer
a las mentes, de tal modo que no pudieran darse cuenta, se recurre a
una locuacidad o recurso erótico, la posibilidad de hacerse invisible
se deja a merced del cuerpo sexuado, en tanto su obrar habla por él.

A riesgo de particularizar, ya no es posible totalizar sino a partir de lo


fragmentario en este mundo interconectado, pues descarnados los
valores místicos, la tentativa creadora acecha entre sus propias
contradicciones. El cuerpo es un receptor de señales y un ejecutor
implacable de dominación que, como tal sabe que en el fondo no es
más que carne sobre la exhibe imposturas disfrazadas en una
deliberada profanación de lo humano por lo sagrado, y no viceversa.
No hay engaño sino un modo de ver la realidad obrando sobre sí
misma, y es que se engaña dando vida a la imaginación por ser la
única aliada confiable. Luego, no hay egolatría al referirse al pasado
del cuerpo, elegido y relegado en tanto en cuanto siente la
intromisión de unos instintos que debían seguir un orden evolutivo.
Sin embargo, en esa suerte de pasión adánica es el poder de quien
toma la iniciativa, la causa de su propia declinación estética. Desde
una mirada foránea, la concepción de lo representativo inquieta su
propia formulación, pues lo fascinante sea o haya sido, se da en la
realidad mostrando su exuberancia.
Mi sexualidad enumerativa, tras retozar con unas veinte mujeres,
cuarenta virilidades y el intercambio carnal e intersexual o transexual
en un inicio a la parodia de un cuerpo travestido por las
circunstancias del relato, hallo la vèrité frondosa y metafórica entre
mis piernas mediadas de nylon, cruzadas con avidez libresca y una
vez más dispuestas a recibir la embestida de un miembro abriendo
paso a la experiencia mundana. Si en última instancia, esta realidad
se presta desde la mirada cautiva a un lenguaje que hace objeto al
sujeto, entonces impone una necesidad que no puede ser cumplida.
El cuerpo es combinatorio, puede perderse y degenerar en un híbrido
con imaginarse más exigente y a un tiempo misteriosa, resultado de
una simple superposición de géneros. Esta vertiginosa verba se nutre
de claves catecúmenas sin caer en el exceso, pero que después se
hará más intensa en toda su obra y cuerpo. Cada punto y coma
describe mi tenue promiscuidad, en lo que alude a la vez a la
intensidad de la pasión como renacimiento y muerte. Cada acto
sexual erotiza la memoria y recrea cada instante a fuego y aun en su
propia autenticidad, el énfasis va minando su poder persuasivo.

Tal cual es la naturaleza de esta pasión con lo sentido, que desde esta
perspectiva puede entenderse que todo el ser está en lo que
sentimos al hacerlo. La realidad contenida en cambio, parece dique y
no puramente sensorial, en la medida en que es sentida por la pasión
y concebida por la conciencia. La idealización ayuda a la conversación
con una cierta clarividencia, pues al prolongar la forma prevalece en
ella la pasión, creando una expectativa que es el deseo mismo por ser
y poseer siendo estrictamente desposeídos de toda temporalidad.
Hay un morir orgásmico que finge matar la muerte en ella, pues no
recrea el pasado, a lo sumo convierte lo fornicado en algo naciente al
solo uso poético. El y ella en un mismo cuerpo en un balbuciente
vaivén de entradas y salidas cuya profusión, a veces desemboca hasta
un delirio hiperbólico como justificación estética del Universo.21

21
Macedonio Fernández trata de justificar poéticamente ciertos hechos y no de
explicarlos por una simple inteligibilidad. Esto es, la conciencia poética que no
actúa mediante raciocinios sino a través de la gratuidad de lo imaginario.
GLOSA DE ACENTO AMBIGUADOR

El objeto de este movimiento fue su máximo profeta, que ha sido


luego uno de los más importantes exégetas. Al comienzo la
verdadera naturaleza del mundo es la imaginación del deseo, o como
lo dice el propio Macedonio: "el mundo es de inspiración tantálica".
Es un estado, pues, de iluminación, el cuerpo se pone de lado de la
mísitica, reclama su parte de recreación y de emoción directa, pues
está llamado a empalidecer y consumirse entre insomnes e inhábiles
movimientos al final de la cuerda. Habría que matizar un lenguaje
que excluye la exuberancia con el desnudo de los cuerpos, pero que
se jacta de alcanzar las profundidades de la fantasía onírica. El sexo
no era motivo de una irrealidad o una evasión, sino otra forma de la
realidad simbolista y subordinada del todo al placer.

El parecido advertido es realidad retórica, incluidos los poetas


malditos; alguno de los cuáles quisiere revolucionar la paz lírica con
un libro de versos incendiarios. Y ya puestos, el fatalismo unce una
conversación sobrevenida, de expresión invertebrada, sin género ni
pasaporte ultraísta. Frunce un gesto heroico de vocearla, al tiempo
que empuña la metáfora dadaísta, al estilo más acendrado e
inmarchito, de cuantas odas ateneistas se guardan entre sus papier
collé. Consistiría en combinar una mezcla de misterio inquieto con un
simple divertimento. La transformación del cuerpo, mientras tanto,
comienza al abrirse paso, tras las laberínticas transposiciones
conceptuales, en la misma línea que aún permanece inédita. Lo
importante, sin embargo, en relación con el espíritu lúdicro, la
transgeneridad en un cuerpo inquieto no es una alegoría edificante,
como en cierto modo lo es la concepción del mundo como un gran
teatro diversificado.

Baudelaire en su infancia simulaba en miniatura un universo en el


que el artificio del juego produce un encantamiento y presencialidad
de la realidad y de la verdad. Añoraría después el ambiente exclusivo
en el que se desenvolvía, una vez convertido en amanuense de la
Corte familiar, aunque en ocasiones perdiera la confianza real y se
viera privado de sus temas favoritos. La ilusión genuina sirve de vía
para aquéllos que buscan el placer o se entregan con indulgencia a
sus pasiones; siempre ha sido así hasta que la falsa impresión de
virtualidad desarraiga por completo la única realidad sobre la tierra.
El afecto se multiplica hasta la pasión enloquecida, al servicio de los
que encarnaban el significado múltiple con sus mil caras. Es ese
mundo idealizado, del que formaba parte entre otras cosas, la
magnanimidad de su propio deseo para complacer a su alter ego.
Este esplendor es la luz que emana de la belleza imaginaria cuando se
nos permite cruzar con vergüenza cobarde a la esencia femenina, que
forma parte del encanto personal y subraya la liberalidad del
pequeño emperador buscando los tacones y se desprende de todo
artefacto bélico. Al fondo hay una copia mirando de la musa bígama
del collage que desciende en la antología cromática del gusano de
seda, y con la misma espontaneidad se evade del mundo de las
formas representables.

El proceso performativo del collage hace el milagro eruptivo


en el que, libélulas trans desovan una conducta no verbal, al
socaire fugaz el segundo nivel del lenguaje.

Al incorporar la razón de ser de una Galatea desfavorecida hoy, tras


enseñorearse del artificio de la elocuencia que en ella cabe, la
imagen perezosa recela de ser travestida hoy, bajo las églogas
libertinas de un sexo que no es aquel que no responde a su deseo.
Como gustéis, en un mundo lleno de equívocos y de laberintos, el
género poco importa cuando es una incierta hipótesis de la que no
podemos salir. Será preciso un esquema críptico: la belleza sirve para
convertir lo literario en lo salvaje, y para unificar, ya sí se orienta su
actuación hacia una tentación aparente. El cambio aristotélico debe
realizarse entre contrarios de la misma especie, pues no hay
producción de lo impar donde el encanto lo femenino queda barrido.
El mundo son objetos que se autosignifican22 frente a lo religioso en
su torpeza de prohibir al fetichismo.
22
Hillary Putnam, ilustre profesor de Harvard.
Todo sexo es absorción y transformación de una multiplicidad de
otras sexo-subjetividades, o sea, atravesado por la intersexualidad
enmascarada y una ideologema intermediaria. La ilusoria totalidad
sexual viene reflejada y determinada por la asimetría sexual y a su
vez por la imposibilidad de una reproducción mecánica. Rechazada,
pues, la noción de totalidad como una objetividad multiorgásmica,
queda la posibilidad de crear una cierta realidad en su delimitación
contextual-orgánica. La sexualidad como metáfora social es una
totalidad que niega ser subjetivada al máximo sobre la base del
comportamiento endopático, reforzando la duplicidad del ser-para-sí
y el ser-para-otro.23 Y es que entre la soledad la Naturaleza y la del Yo
hay un desdoblamiento de arquetipos catalizados por el sentimiento
de culpa y sus redundancias liquidadoras de la interioridad.

El falo entraña una mimesis introyectiva que inunda por completo el


soliloquio de una catexia libidinal, en tanto que da y recibe del otro
cuerpo un diálogo telepático y fantasmático. En esta perspectiva
solipista de mutua alucinación progresiva, los contrastes y las
transgresiones actúan como índices subsumidos por la ambigüedad, y
al acecho erotómano con sus delirios eróticos. Esta cosa idealizada y
siempre supeditada a la muerte del pasado, se halla muy arraigada
en esa aversión hacia sí misma en la carencia de autoafirmación y
amor hacia el yo real, pero disfrazado de un deseo carnal por
desposeer al otro cuerpo. El deseo es una mixtificación hiperbólica de
truculentas ideas que circulan bilateralmente, entre distorsiones
sensóreas e impulsos redundantes subsumidos por la carnavalización
y la detonación seminal como glosa a la pérdida de su destino. Esta
pugna desemboca en la locura y el vaciamiento suicida por llegar al
fondo del abismo, contra el que ya, nada puede su pulsión vitalista.

Hay ambiguaciones de naturaleza indefinida, atópicas y de una


condicionalidad irreal que, en correlación con indeterminaciones no
aclarativas ni asociados, precisamente a la incertidumbre, que
refuerzan el aura de su realidad y onirismo donde se esconde la

23
Jean Paul Sartre en El Ser y la Nada y La Náusea.
pérdida de dicha realidad. Entre tantas transgresiones hiperreales, el
enmascaramiento laberíntico confunde y amalgama los mandatos de
la conciencia, y es cuando la somnolencia larval connotada de
ambigüedad se nos desvanece sobre otras realidades, ya de tipo
subconsciente. Mi estado de evanescencia ideal queda legitimado
entre exterioridad e interioridad, como dualidad que relativiza un
mismo fenómeno, allí donde le ha impedido conciliar el sueño. Pero
en este somniloquio climatérico una subjetividad transgenérica se
devora a sí misma, desligada de su base social no es una mera
apariencia. Al fin y al cabo, para lamer y succionar el néctar de una
conjunción de géneros, aunque ésta sea únicamente aproximada al
hermafroditismo, la realidad permanece enigmática. La cuestión a
retener es que en el territorio de lo irracional la flema ufana de un
calentón sobrepasa a un más que sospechoso punto y final.

De manera que, la solución podría encontrarse en una afirmación


absoluta como una reducción al absurdo, tanto de los atributos
distintivos como de su origen omniabarcante. Aquí no interesa tanto
el "en-sí” sino el "para-sí" existencial, pues la autodeterminación de
la identidad única hace por fuerza o por ignorancia, que admitamos
cierta autocausalidad y hasta concausalidad a la hora de cifrar
nuestra dependencia orgánica y social. Ya, en la condición de
transgeneridad, así como la androginia, en cuanto que son objeto de
deseo o de amor trascendente, si que enuncian la absoluta mismidad
al desprenderse de la duplicidad primaria. Si bien, el primer deseable
o forma del pensamiento es un acto puro que no se autoconstituye o
se autoproduce, la ambigüedad sexual desde luego por supuesto que
es nacida u originada de sí misma. No cuesta tanto entender que esta
aseidad o existencia para sí misma es la razón de ser en esencia,
simplemente sin proceder de nadie ajeno a la voluntad positiva, que
entonces es a se24 su propia perfección del Absoluto.

Podemos profundizar en la ironía y lo mismo que Plotino atribuye lo


indiviso y carente de toda multiplicidad a lo Uno divino, nosotrxs nos
hacemos en la experiencia de performar, por cuanto tiene de sí y

24
El Absoluto como <causa sui> en Spinoza.
para sí misma la Inteligencia como obra de su libre actividad. En este
sentido, nuestra inengendrada cualidad constituye precisamente una
peculiar consistencia autodeterminada y aquilatada en la libertad de
poder, como esa potencia infinita en el fondo no tendría poder sobre
sí misma. O sea, vemos como al igual que la permanencia binarista,
nos asemeja una autocausalidad de por sí condicionada por la
inversión de las formas y el corolario que requiere una causa de su
hacerse. Por lo demás, poco importa cuál sea el origen de la
ambigüedad, lo que importa es poseerla verdaderamente, no
imaginarla. Esta idea encierra en sí misma toda posibilidad lógica, es
decir, no implica contradicción interna alguna donde se parte de la
nada sustancialmente para ser toda una piadosa contingencia.

Cuando no hay contradicción interna alguna, la existencia real es una


perfección que no le suele faltar a quien opta entre todas las
perfecciones, exclusivamente por la suya propia argumentada. Según
esto, la existencia real necesaria, sin contradecir a Descartes, solo
tiene un sentido de causalidad y de ser a sí mismos una afirmación o
contraargumento de ser real. No seríamos objeto de ninguna causa si
recurrimos a una afirmación tan prepotente diciendo algo como que
somos porque sí, de forma que la verdadera causa es seguramente
existir, sobre todo si somos lo que queremos ser. La autocausalidad
se fundamenta en su persistencia en el ser, y por tanto no puede ser
planteada desde ninguna escapatoria cartesiana, en tanto que la
mera posibilidad de llegar a ser acto tendrá cumplida respuesta sobre
la causa eficiente, o sea, sobre nuestra virtud. En este axioma una
primera causa incausada, podría ser la razón de una divinidad, así
como de una identidad discrepante de la biología o cultura, sin que
por ello tenga que hablarse de contradicción, como si podría ser el
caso del principio de la existencia suprema y omnipotencial.

Desde un prisma filosófico, ser único es garante de la verdad de las


ideas, pero como carece de objetividad, entonces es desde mi
pensamiento que ese eterno hacerse a sí mismos delega todo su
poder en mi voluntad autosuficiente. Más allá de la causa se
encuentro lo ultracausal, o sea lo que buenamente podemos
concebir, entendiendo aquello cuya esencia envuelve la existencia
como aquello, cuya naturaleza no puede concebirse sino como de
facto existente.25 La condición trans* precede al efecto de ser a la vez
causa y efecto de sí mismo, lo que justifica su existencia al tiempo
como se autoproduce, posee el poder de ponerse a sí mismo en la
existencia. El género sería un aspecto presente o causa rerum con
que se muestra y entiende una esencia actuante, pero no fuera de sí,
por lo que preserva las bases sobre las que pudiera provenir de la
propia intimidad. Lo más relevante, como pauta hermenéutica es una
relación de causalidad lógica, ya que, de otro modo la única
posibilidad de que el punto de partida tenga la condición ontológica
de una realidad existente, será pensada y sentida como existente en
sí misma.

Ni que decir sobre estadios intermedios o desarrollos alternativos,


cuando se pretende impedir el desarrollo propio y real de la facultad,
quedando ésta en un estado de atrofia lingüística, a la espera del
juicio popular. En el marco de la elaboración de la teoría de géneros,
que abarque a personas atendidas, como instrumento práctico de
evaluación, puede ser útil la naturaleza del lenguaje en el conjunto
de los rasgos definitorios e identitarios. El Sistema debe regular y
facilitar el acceso y el derecho a responder mediante la inserción
social a quien estaría exponiendo su integridad por falta de
pertenencia a esa mayoría recelosa y crítica, independientemente de
los razonamientos que deba creerse por fe o autoridad. Para las
identidades generativistas la explicitación de género es teóricamente
inherente al vocabulario de la lengua, tanto como establecer una
diferencia de las otras identidades en los documentos oficiales. Un
sistema sin fronteras de géneros es un objeto de estudio posible, a
pesar de secuencias con significado vago, raro o ambiguo.

Lo que no tiene sentido es catalogar como agramaticales a quien


profesa el transgenerismo, por el hecho de que el cambio de una a
otra forma puede ser percibido como paso de un significado a otro, y
no como el traspaso de la frontera entre lo gramatical y lo
agramatical, lo cual es una complicación innecesaria, a menos de que

25
Spinoza, B., Etica I, def. 1: "Per causam sui intelligo id, cuius essentiainvolvit
existentiam, sive id, cuius natura non potest concipi, nisi existens".
se utilice un contexto bastante sofisticado que permita hacerlo sin
crear confusión.26 En resumen, se trata de dos niveles distintos: en el
de la naturaleza del lenguaje, donde la ambigüedad sintáctica es un
mero accidente bastante significante, pues cada caso particular de
ésta, no sólo no es un desafortunado accidente gramatical, sino que
es una consecuencia necesaria de las características propias de la
humanidad.

La referencia a entidades se realiza en la lengua mediante los


sintagmas nominales en sus distintas formas, que además incluyen el
fenómeno que tiene lugar entre la expresión referencial y la entidad
o entidades a las que representa fuera del propio lenguaje. La
personalidad impropia de su herencia biológica, que no disfórica,
vendría a ser un fenómeno de correferencia indefinida, ya que no
presenta, sino que representa una entidad en el discurso en tanto
que la incidencia del rasgo negación sobre lo que sería el sintagma
nominal indefinido, daría como resultado un tipo de referencia
extralingüística. Al valorar el punto de vista filosófico y comunicativo
en la definición de expresión referencial se observa la variedad de
sentidos y referencias de las expresiones del lenguaje natural. Basta
otra argumentación paralela y toda generalización existencial y
sustituibilidad de idénticos, para que cambie la lógica que se lleva a
cabo y resulte toda una ambigüedad en su referencia.

Por tanto, cuando una expresión lingüística refiere a un objeto de la


realidad, no tendría que haber problemas de tipo conceptual, ya que
es más coherente sumar que restar sentido. Cada identidad con su
sentido peculiar se puede representar además mediante diferentes
expresiones, ya que en el ejercicio de su voluntad quiebra muchas
veces la representación o imagen interna y subjetiva. Una identidad
transgénera podría estar subordinada y tener un valor de verdad que
denota una sustantividad indirecta, razón por la cual se recurre a
pleitear una convicción no indefinida, en todo caso elíptica. Entonces,
si la lógica es lo fundamental de la filosofía y el objetivo de ésta

26
Radelli, Bruna, “Agramaticalidad, ambigüedad sintáctica y metáfora: criterios e
instrumentos para evaluar la adquisición de competencia lingüística”, en Dimensión
Antropológica, vol. 1, mayo-agosto, 1994, pp. 79-102.
reside en la elaboración de un lenguaje ideal, la expresión lingüística
no es el problema, dada la elasticidad del lenguaje y el sentido con el
que se presenta en una proposición. Por ello, lo identificable es un
constituyente de la expresión que va más allá de un estatuto validado
por sus referentes.
ENTRADAS EN CLAVE DE RECENSIÓN GENDERIANA

Nunca, una inclinación per se, se mostró impaciente por socavar el


origen de la expresividad genética. Cuando ya estaba orientado un
determinado comportamiento sexual, la génesis psíquica se ha ido
incrementando o si se quiere, complementando con tendencias
bisexuales. El fetichismo por su parte, entre la orientación corporal y
algunas sensaciones psicológicas, ha significado más bien una
malformación deliberada. Janet Momsen contribuye al debate para
ganar independencia, señalando patrones de responsabilidad,
porque las mujeres y otras deidades son agentes de cambio. Este
recurso humano conlleva roles productivos que al final
encontraremos como coherentes o naturales.

En este sentido es que Judith Butler introduce su noción del género,


el sexo y la sexualidad como performativos, esto es configurados, a
través de su actuación o representación. Nosotrxs sin duda, somos
casi todo un Yo y la porción de circunstancia que permitimos recibir
como destino27 y por antonomasia una nueva carne en su radical
alteridad. La idea de cuerpo y abertura del ser ayudan a conferir las
fuentes de algunas intuiciones igualmente engañosas, pues ya desde
la familia "gen” (generar, genital, general, género, genérico) la
naturaleza enturbia un linaje que no debiera nunca, ser mecanizado.
En cambio, si se consideran las propiedades inherentes, además de
orgánicas, vemos que se puede bloquear la percepción de otras
menos inmediatas o incontestables.28 Al fin y al cabo, la sociedad es
un fenómeno igual de metafórico que el fenómeno trans* y entre

27
Este modo de hacer hablar al cuerpo no ha hecho más que acentuarse en
momentos límite de dolor, placer, sexualidad, fatiga y descomposición, a la vez que
desaparece la experiencia de la representación del cuerpo como unidad. Para
Deleuze los flujos sexualizantes como potencia productiva de vivir engendra lo que
posteriormente entrega al horizonte del acontecimiento.
28
StephenC. Pepper "(1942:38-39) parte desde una metáfora raíz como analogía
básica para ir a todas las otras áreas de hechos, que devienen más refinamiento.
ambas cabría interferir la suposición filosófica de Cornell: "tal vez
toda ciencia debe comenzar con metáfora y terminar con algebra”.

El gran eje sobre el que se asienta lo metafórico reporta la noción de


la performatividad del género, sobre la cual toda generalización del
sujeto queer/cuir debería ser cuestionada como cultura específica.
Ello por cuanto, desde la normalidad, para la representación de ser
un género cabal, este se constituye a través de la práctica de la
performatividad o desempeño. Tampoco somos algo parecido a un
arquetipo conceptual, sino una extensión analógica excepcional con
sus significados paradigmáticos y suficiente nivel de generalidad. La
complejidad y la metáfora del devenir encajaría con lo queerness a
través del cambio como metáfora biológica, así como desde un
principio vital de crecimiento interno. Por ende, nuestro carácter
dinámico se aprecia en la persistencia de ese cambio, y, por cierto, la
persistencia como un aspecto sorprendente del mismo. En definitiva,
más allá de una forma estética humana, o de un producto social, la
naturaleza dejó bien claro nuestra disponibilidad neo-kantiana para
dar cuenta de una coherencia proclive a la distinción.

Sin embargo, las personas como objetos de la acción de los otros


satisfacen un criterio sobre los datos sociológicos, pero siempre en
clave de conflicto y esta clave de drama social sobra. Nuestra
verdadera función dentro de la communitas pretende ser significativa
en su acción sobre las relaciones sociales, a menudo bajo una
comprensión mayor de lo normal en el curso de los sucesos. Las
elecciones personales son subyugadas por al deber y en ese sentido,
la conciencia es la única voz, luego sobra toda retórica y juicio supino
de personitas con cargo o lengua viperina. En toda personalidad
arrecia un temporal de contrariedades sencillas, que un individuo no
puede poner en relación con otras ideas porque, simplemente
energiza pensamientos normativos autoevidentes con respecto a los
cuales la acción es subsecuente y demasiado subordinada. Nuestra
quiebra moral no se da en las relaciones sociales regulares, sino ante
una deliberada falta de cumplimiento de alguna norma esencial que
regula de facto la interacción entre las partes. Como diría Frederick
Bailey: Nos vemos a sí mismos como representantes, no como una
mano solitaria.

Para explicar la compleja realidad en la que se enmarca la influencia


genderiana de lo ideológico habría que precisar en primer lugar el
concepto de género textual, a pie de calle como quien dice. No se
puede una transgresión completa de orden sobrenatural ni de
disforia alguna por parte de titulados sanitarios que ni por asomo
comprenden esta particular semantización de la naturaleza. Las
diferencias de dónde se encuentran dos realidades en un mismo
mundo, binaria y periférica, no solo han sido definidos por una
multitud de subgéneros, es que para generar una catarsis cognitiva se
hace necesario señalar y delimitar claramente la terminología.
Aunque se plantea lo trans* desde un campo de referencia externo,
este mundo ficcional en ocasiones, heredera de la literatura los
avances que puede generar la ciencia en nuestro modo de vida. Esto
no quiere decir que una parte importante del género disidente
renuncie en modo prospectivo, a valores estéticos en beneficio de
crear un campo de referencias interno, menos riguroso. Hay en el
fondo una llamada hacia lo fantástico y apocalíptico de obrar contra
sistema, de invertir los polos y la lógica crítica al adaptarse a los
nuevos lenguajes y estilos que son propios de la cultura de masas.

El fenómeno integrado y al poseer un componente emocional


convierte a la estética en el vehículo perfecto para transmitir un
discurso ideológico la sociedad,29 según se reconoce en la actualidad.
No olvidemos que si bien, lo que el individuo aprende lo toma como
parte de su identidad y contradecirlo es meramente irracional, entre
otras cosas al igual que lo trans*, a la estética lo que le caracteriza es
su búsqueda de lo bello dentro de una cultura. La ideología de género
al haberla definido como un sistema de creencias que no está
contrastada por el conocimiento científico, permite al pensamiento
subjetivo, ser compartido y amenizado por un colectivo liberado e
intersubjetivo. Luego, más allá de la tolerancia que inferimos de
nuestro entorno a partir de unas determinadas posibilidades de ser

29
Baumgarten en La estética como ideología, 2006: 66-67.
objeto crítico en relación al gusto de la comunidad, el objetivo de
alcanzar un canon social no es pervertirlo, sino deconstruirlo.
Hans-Robert Jauss y su estudio de las causas del placer estético sirve
como ejemplo perfecto transmisor de la ideología, cuando de la
mímesis aristotélica el receptor goza del objeto estético al
reconocerse en él. Pero no menos gráfico resulta el placer de la
catarsis que conduce al receptor a cuestionar sus creencias o a
reafirmarse en ellas. Jauss ejemplifica esto con la idealización de la
dama porque no estaba en concordancia con la realidad de la época
(1986: 52-53) y en este contexto lo trans*guarda una gran relación en
las convenciones de identificación en gran medida por la
intersubjetividad. Es más, en este sentido puede surgir una
hegemonía alternativa ideológica catalizadora y sujeta a sus
continuas transformaciones. Por otra parte, lo emergente produce en
este sentido una confusión con lo residual a través de un proceso de
adaptación y con la aparición de una nueva clase con conciencia de
identidad. Por lo cual, su hermenéutica del disimulo tuvo que dar un
salto a la dialogicidad abierta, para explorar el sitio de los seres
humanos en el universo, siendo interrogante así mismo de la cadena
de la comprensión.

La experiencia estética modifica a quien la tiene, según Hans


Gadamer, rescata incluso una traslación del énfasis hacia un aspecto
concreto, ser historia en carne y hueso. Es preciso construir una
nueva Historia que se base en la estética de la recepción, y la
capacidad de modificación de horizonte que implica, la forma
concreta de una personalidad identitaria. La elocuencia que muestra
la naturaleza en su diversidad de formas es para defender las dotes
naturales frente a las reglas (Feijoo, 1726) tanto para formar un
poeta como explorar la sensualidad que deviene aquel deseo
irreprimible y que procede de la descarga de tensiones dadas en
nuestra alma. Lo que una reacción comprensible nos inclina a explicar
estos sueños diurnos, creándose en el fondo un mundo propio, surge
de las fuerzas impulsoras de nuestras fantasías que exigen ser reales
y vividas en los dos frentes. Al poeta, además, se le permite sentir un
elevado placer, dada su excepcionalidad neurótica freudiana, y
además puede generar insight, integración de aspectos disociados
del self y de la realidad y cambio psíquico.

La transgeneridad hasta ayer miso se consideraba producto de una


identificación patogénica de la infancia, en eso están los de siempre
mientras el placer estético del ser permite una gratificación vicaria de
deseos prohibidos, sin sentir ansiedad o culpa. La teoría estructural
considera a la mente como un conjunto constituido por grupos de
funciones diferenciadas y estables, pero su intensa ambivalencia queda
internalizada a la espera de ser rescatada con una experiencia
disociada que le impele a crear o por qué no, a crearse. El
comportamiento sexual en un cuerpo objetivo en cuanto a hecho y
orgasmo, puede determinar la aparición de la propia conducta
motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute
con intensidad. Pero entre lo que se desea y lo que se posee desde
cualquier orientación, la reacción afectiva en función del estímulo
que elicita, desencadena una intensa agitación hipoactiva. Ello explica
el hecho de que para producir una emoción intensa hace falta
estímulos de mayor magnitud.

Al fin y al cabo, en la transferencia de la excitación la persona


intersexual enfatiza menos, los procesos de condicionamiento e
inmovilidad corporal defensiva, debido a las respuestas adaptativas
de los cambios fisiológicos o simplemente en el fraccionamiento
direccional de ambos géneros sin diferenciarlos. El ya, patrón
psicofisiológico desadaptativo, ofrece una descripción más extensa
de las modalidades sexuales y permite la experiencia cualitativa de la
emoción, así como invertir el sentido representativo. Uno de los
aportes más importantes de Epicuro fue su formulación sobre la
búsqueda del placer. Pensaba que era necesario distinguir entre los
deseos naturales y necesarios, aunque subyugados a la razón, para
que no transformen su valor como producto deseado en un desecho
indeseado. Esto puede provocar que, si no ayuda a no darse cuenta
de las necesidades del propio ser, las relaciones humanas compitan
por lo que pueden no tener relación alguna con nosotros. Desde el
autoconocimiento sería importante añadir una actividad fuera del
entorno posesivo y entrever por qué es tan difícil alcanzar el placer y
la felicidad. Lamentablemente, como todas las cosas de la vida, la
felicidad hay que trabajarla, en términos de cuánto aumenta el placer
o de cuánto disminuye el dolor.

Deseo y delicia no se ponen de acuerdo con respecto al placer, pues


mientras que Deleuze enfatiza el deseo spinoziano y considera el
placer como un obstáculo para esta emergencia vital que nos mueve
a la acción, dada su pasividad, y encima Lacan lo limita a una falta; no
deja de ser cierto que quiere permanecer, por muy perturbadora que
resulte su consecución. Freud ve al placer como consecuencia de la
eliminación de una tensión desagradable, o sea, de la excitación
perturbadora. Pero en la sexualidad hay un plus con la excitación, un
placer suplementario a la pura eliminación del displacer. Lacan
reformula lo que experimentamos en el sentido de cuando sentimos
algo agradable, y lo hace diferenciando entre placer y goce. A pesar
de todo, ocurre la paradoja de que lo que produce placer en el
consciente puede provocar displacer en el inconsciente. Pareciera
una maldición bíblica, pero afortunadamente se da lo contrario y es
entonces cuando su singularidad está por encima de los roles morales
y psicológicos. Bataille, en su libro El erotismo plantea que el placer
humano sería aberrante si no nos llevara a una superación, pero
vemos que esto es más de lo mismo y como de por sí, el erotismo
pone en juego nuestra falta, nuestra soledad y nuestra angustia, solo
queda cumplir cuando sentimos en libertad y conciencia.
FLORIPONDIOS Y ENTREFILETES FAUVISTAS

El uso persistente del lenguaje compartimentado es incuestionable a


la hora de ver las necesidades de aquellas personas heterosexuales
que se han dado cuenta de su otro lado y buscan expresarlo, ya que,
a medida que los individuos cambian de situación, de manera de ser
o de hábito, reciben las influencias que cambian poco a poco la
consistencia y las proporciones de sus partes, de su forma, sus
facultades y hasta su misma organización.30 Quienes mejor se
adaptan, al no proponer la fuente de la variabilidad sobre la que
actuaría la selección natural, son evolucionistas sin complejos que
reivindican su reformulación, no solo a consecuencia de mutaciones
aleatorias, sino desde una cierta inquietud que la recepción de su
obra demostró hostil. La experiencia nos sería útil en la actualidad
bajo un cuerpo de preceptos y de principios, que a ser posible no
objetaran sus caracteres particulares, hasta en sus más mínimos
detalles. Como bien expresa el conjunto de las formas vivas: Lo que
se llama especie... sólo tiene una permanencia relativa en su estado,
que no puede ser tan antiguo como la naturaleza.31

Este nuevo género opera como una corriente nómada y fluida, igual
que los líquidos del cuerpo femenino caracterizada como la
yuxtaposición de un relato breve erótico. A la sombra de un
floripondio su impulso narrativo queda a merced de elementos
diferentes que rompen con la ilación de lo que se considera la
modelación estricta de un relato. Toma su individualización de
oposición, como ya lo estableció la desnudez del personaje femenino,
ante una mirada mitológica y se contraponía en un género
indeterminado y doblemente cargada de sentido. Lo interesante de
establecer una similitud muy poética enmarca al sonido propio como
enunciador femenino, del yo lírico a partir de significantes flotantes.
Es evidente que el ideal de lo femenino lo cubre todo de erotismo

30
Dobzhansky en Genética y el origen de las especies, 1937
31
Jacob citando a Lamarck, Lógica de lo viviente, Cap. 3-El tiempo.
gracias a la fantasía de la vinculación alegórica. Esta relación daría
origen a un conocimiento sensible entre la vida del sujeto que cambia
y permanece, entendida la descripción de la composición placentera
viviendo en el sentido de historia bien construida. Realmente, a lo
femenino se le intenta validad en un conservadurismo que no
poseería más que el carácter ficticio de retener un deseo imposible
de captar. Esto evoca el argumento que reconoce y exhibe el deseo
sobrentendido, causa de su propio deseo en defensa contra aquello
que permanece existente.

La Cosa no es la verdad, sino el objeto como Hecho, que es posible


escribirlo con una notación positiva de la idea del reconocimiento,
del orden de significado y del sentido del ser. De este modo, la
consistencia del deseo designa una posición de existencia a falta de
pensar en su permanencia, frente a este goce de su existencia
rebelde a la dialéctica y a toda retórica cartesiana. Aquí, lo reprimido
carece de lugar al ser algo, simplemente aplazado, donde el
verdadero objeto del deseo no está realmente ahí delante, como
siendo apuntado intencionalmente, sino más bien detrás, en tanto
que objeto que causa ese deseo.32 La peculiaridad es un motivo
encausado que encarna al objeto deseado, hasta el punto de que no
es perfecto ni angustiante, si bien conscientemente parece más
originaria de todo aparecerse enigmático y seducible. El goce queda
del lado de la Cosa que se llama función del deseo, y que explica la
resistencia del sujeto a desaparecer. Lacan considera que no nos
relacionamos con las partes naturales o superficiales del cuerpo, sino
que este está organizado en una serie de zonas erógenas que actúan
como condensadoras de goce bajo llamadas en torno a un objeto sin
llegar nunca a captarlo por completo.

El cuerpo simbólico acepta ciertas cuotas de sexualización, y por


mucho que las mujeres hagan de su cuerpo y de su sexualidad el
centro de su existencia vital, el cuerpo generizado se constituye en
soporte compensatorio donde elegir y repartir los sentimientos y la
sexualidad. El proceso de creciente objetualización de los cuerpos se

32
Lacan (1962-63) p. 114
ha generalizado y transversalizado sobre valores de igualdad activa y
de diferencia y autonomía para la creación de una subjetividad para
la emancipación. La construcción del cuerpo es una nueva
arquitectura y de construir el cuerpo como empoderamiento, como
un hecho natural. Pero no se oculta la construcción del ideal
femenino a lo largo de la historia y la reivindicación de una identidad
propia, que por otra parte choca con el desaire del deseo viril,
ensimismado con la imagen fetichista de la lencería sobre una piel
delicada. Se alejan, no solo los géneros hacia un narcisismo grotesco,
donde el cuerpo va, por un lado y el lenguaje por otro. La señal
informativa del Body Art sigue vigente en su obsesión por la esencia
inmaterial del vacío y su ausencia de límites. Ahora, en un estado
líquido del cuerpo desestereotipado, se aprecia una transición del
cuerpo prohibido, al cuerpo instrumental y cibernaútico, si se me
permite la expresión relacional. Lo que significa, que el cuerpo puede
ser considerado como un microcosmos dentro de la sociedad, que
puede responder a cualquier sistema articulado o tirar por la calle del
medio, hacia situaciones liminales, donde los hechos o los sujetos se
liberan de toda estructura.

El cuerpo ni puede ser la medida de todas las cosas ni es el cuerpo


sexual el símbolo del poder universal, mientras que sea objeto de la
imaginación. Lo que ejerza lo genital sobre nuestras otras pulsiones
corporales, no deja de ser un erótico ritual de retorcidas masas de
esperma en búsqueda de cavidades restringidas, de representarse
sagrado en la tierra. Eros completa la obra acelerada dramáticamente
por una corriente de identidad y de alteridad, entonces ¿Por qué
considerar la transexualidad un problema filosófico? Quizá porque en
su eterna búsqueda de la ofuscación han convertido el disfrute del
sexo en algo complejo, cuando debería ser algo sencillo, y han
simplificado su papel en nuestras vidas, cuando deberían haber
aprendido a conjugar toda su complejidad. Todo se vuelve serio, todo
es vergüenza, todo es ocultación, cuando hablamos de sexo.
Después de todo, un querer que significa mantenerse a todo precio
en un estado de exasperación y de fiebre, en esos instantes eternos
de búsqueda de una gracia terrenal, se parece mucho a lo que decía
Arthur Schopenhauer: El amor por etéreas e ideales que sean sus
apariencias, tiene su raíz en el instinto sexual.

Somos carne, no una cosa rara llamada espíritu, y como tales seres
finitos, con infinitas ganas de conocernos al desnudo, de unificar
incluso en un platónico y absurdo ideal la unión perfecta de seres
imperfectos. El sexo cambia y busca siempre complicidades, humor y
aventura compartidos, exigirse mutuamente libertad para continuar
en ejercicio de su inalienable derecho. Ciertamente, el sexo como
ejercicio de fascinación o juego de intimidades, sacralizado es de lo
más desestimulante y ortopédico, pero como aventura lo es todo.
Allí, donde los sentidos se encuentran conectados por una energía de
tilde ritualista o similar al abismo, se van sugiriendo complicidades al
desposeerse de lo oculto. Un juego donde la ligereza y sabiduría de la
ironía, desconocedora de los límites nos iguala en la carencia
imaginativa, entre lo recatado y lo perverso. Algo bien distinto nos
humaniza cuando invertimos el género y la forma de recibir sobre
este cuerpo brinda nuestra fragilidad al otro.

Encontrar el logos identitario explica, en gran parte, el hermetismo


gongoriano en el que envolvemos una abstrusa inocencia y un
refinamiento doméstico. Representa la búsqueda del logos de lo
increado que excluye lo real inmediato, prescinde además de la
corporalidad penetrada de una materialidad, ahora muy viva, aun en
sus implicaciones más encubiertas. Nos hallamos entre sustituciones
innombrables donde la naturalidad creada que nos pone en
presencia de una naturaleza original, clama un continuo sistema de
fusiones realistas o simbólicas, inherentes a la naturaleza misma de
todo lenguaje poético. La transgeneridad, lejos de igualarse al común
de los mortales debe encarnar lo imaginario con una metáfora que, si
bien va más allá de lo sensorial, nos daría una visualidad acelerada
sobre una perspectiva simultánea. Ya es hora de cumplir los designios
de una naturaleza forzada a la procreación de seres sustituibles y
mediocres, así como de retomar y obturar dichas deformidades por
una poesía que se significa del lado de la hermafroditacización y su
naturaleza primigenia. Ya es hora de liberar el orfismo celular a
través de la experiencia de una totalidad que ha sido sesgada cuando
la personalidad cigota no podía reconocerse como perfecta. Esta
amputación unánime de la excelsa dualidad ha supuesto una especie
oscurecida y opresiva, de la cual la inteligencia reniega de esta carga.

Para engrandecer al transhumanismo, la disolución de los géneros no


es simplemente la búsqueda, mucho menos el asedio, de la unidad;
es sólo el fluir hacia la unidad total, que es dejarse impregnar por el
mundo para que a su vez éste alcance su propia inteligibilidad.33 De
una y otra forma, por tanto, la voluntad de poder no es, en el fondo,
sino la disolución de todo propósito individual en la conformación
regenerada a semejanza de la naturaleza. Al igual que la metáfora es
relación o equivalencia entre elementos opuestos, la androginia
equipara la espiritualidad del contubernio mediante un discurrir de la
particularidad arquetípica, prácticamente sin secretos. En esta
espiritualidad neutral, lo andrógino es más que un ser con dos
géneros, es un Ser Otro, pero así, como el hermafrodita refiere a lo
develado y lo andrógino a lo velado, en tanto que la androginia
trasciende al hermafrodita porque este no se trata de una plenitud
debida a la fusión de ambos sexos, sino de una superabundancia de
posibilidades eróticas.34 En buena o cierta medida, aquellos memes
construyen una realidad con reglas muy diferentes a las biológicas, se
vinculan y en otras ocasiones se tornan evolutivamente inestables, y
esto sería como ir perdiendo nuestras características genéricas.

Hoy sabemos que la identidad de género, esa percepción subjetiva


acerca de quién soy yo, es una construcción compleja en la que
persisten puntos ciegos, debido a nuestra estructura anatómica,
conductual o cultural. Hay infinitas maneras de subjetivar el género,
todas legítimas e indomables, pero lo que molesta todavía es que la
identidad de género sea tan sólida en personas transgénero.
Lamentablemente la ciencia médica lleva toda la vida atrasada y

33
Guillermo Sucre en La máscara, La transparencia. Ensayos sobre poesía
hispanoamericana. Tierra firme.
34
Loreana Canillas en “Señales de la androginia en la cultura y el arte”. IUNA.
estereotipada por las mayorías y sus generalidades. Se admite incluso
que en el mundo científico no existe ninguna hipótesis, aceptada
universalmente acerca de cómo se construye la identidad, es un
hecho que queda fuera de la norma, a pesar de que la ciencia admite
el error y reconoce que el mundo ya no es tan binario. Asistimos a la
era post género frente al esencialismo biológico y a una dialéctica
molesta que incomoda en su búsqueda de causas. Así pues, el género
como un espectro constituye un perfeccionamiento biomédico que
cualquiera puede pedir libremente, algo sencillo de entender si se
quiere, pero que asusta a necios y cancerberos médicos que deciden
a quién aplicar la reasignación y cambio de sexo, cuando su trabajo es
ayudar y cumplir los principios bioéticos y deontológicos.

Los sentimientos de alienación producidos por una discontinuidad


entre las partes corporales, las identidades y los placeres sexuales
han corroborado con regularidad episodios de travestirse desde la
niñez35 hasta llegar posteriormente a una convicción personal de que
no es una cuestión de placer, sino de ser ella misma. Las personas
que desean obtener la cirugía de cambio de sexo rechazan deseos y
prácticas homosexuales en sus narrativas biográficas con el fin de
evitar reconocer cualquier actividad erótica que pudiera poner en
peligro su diagnóstico. Esto no quita que pueda haber casos de
bisexualidad en personas di-sexuales que, en términos operativos son
un claro argumentario hermafrodita, no biológico precisamente, sino
de género. Pero bueno, en su defecto y en consuelo de quien se
queda en lo superficial, recordemos como los abogados demuestran
que los transexuales cumplen con los requisitos de la “correcta”
apariencia, es decir, encajan en los estándares de identidad social y
requieren la aprobación del juez de lo que es ya un hecho. Además, la
reorientación documental es una especie de incentivo de operación
de cambio de sexo ya que, hasta la ley del 2007 (BOE 2007) era un
pre-requisito para renovar la documentación. Como consecuencia, la

35
Estas personas hacían un gran esfuerzo para distinguirse de travestis dejando
claro en sus explicaciones que nunca obtuvieron placer sexual y justificando
episodios tempranos de excitación: “acostumbraba a excitarme sexualmente al
vestirme con prendas solo de mujer, pero ahora no me excita nada (…) Travestirse
no es una excitación sexual, por lo que a mí respecta: Soy yo” (Jane)
migración de género funciona como un mecanismo para controlar la
desviación de género y reforzar el conformismo, en la medida en que
sitúa a nivel individual, nunca a nivel colectivo.

Al investigar la diferencia en los volúmenes de sustancia blanca


(fibras nerviosas) y gris (sistema nervioso central) con imágenes de
resonancia en los cerebros, se indica que las mujeres trans poseen un
tamaño reducido en un área cerebral llamada Ínsula, en los dos
hemisferios cerebrales. Esta característica es igual en el caso de las ya
nacidas como mujeres, y aunque nada es tan determinante como el
sentido común, esa zona es sumamente importante en la percepción
del propio cuerpo. El tamaño de la corteza insular no apareció
disminuido con relación a los varones cisgénero, que sugiere que las
diferencias empiezan a ocurrir durante el período gestacional y no se
trata de una cuestión de práctica ideológica.36 La transexualidad
genera mucho morbo, cuando lo urgente es transmitir normalidad,
visualizando la realidad sin adjetivaciones ni dramas porque la
diversidad también significa sentir la misma realidad de maneras
diferentes.37 Las trayectorias fronterizas de las mujeres transgénero
son procesos socio espaciales localizados en un contexto marginal,
que en principio ya eran impredecibles tanto en sus trazos como en
las condiciones de tránsito. Es un hecho que la cartografía social no
entiende por qué, las mujeres “transgénero” recurren a métodos
clandestinos para transformar sus cuerpos, ya que sus vidas se
representan inadecuadamente con mucha frecuencia, si es que llegan
a representarse en absoluto.

Debido a que la reasignación de sexo no es suficiente para encajar en


la construcción de su identidad de género, la apariencia no tiene por
qué ser cercana a la construcción social de la sexualidad,

36
La pequeña Elsa, que ahora tiene 6 años, quería vestirse siempre a oscuras y
odiaba a su padre: «Porque odiaba todo lo masculino». «Cuando se acostaba, me
preguntaba: ¿mañana ya seré una niña?»
37
Laura empezó a ponerle nombre a la transexualidad a los 12 años. «Pero si
hubiera tenido más información, habría sido antes. Yo recuerdo que me maquillaba
y me ponía mi floripondio. Me gustaba sentirme mujer». Si echa la vista atrás, dice
que se enorgullece de su camino.
manteniendo el dilema de seguir en la periferia reforzando los
sentimientos de pertenencia, diferenciación y soberanía o abstenerse
de formar parte de una irrealidad donde las autoridades son sus
dueñas y maestras custodias. Menos mal que se ha ido creando un
discurso de verdad sobre el lugar y la agencia de las mujeres
transgénero sin necesidad de subvertir otra cosa que no sea su
frontera. Por ende, los cuerpos fronterizos materializan una idea de
frontera que ya los estudios culturales cuestionan, una frontera que
encierra, ancla, y que delimita a las identidades que las ocupan.38
Vamos que en verdad todo el mundo sabe que hay una mayoría de
heterosexuales buscando el servicio de profesionales trans* o en su
defecto a transformistas con algo de lencería para cubrir alguna
fantasía envuelta en lencería, y mientras tanto, todo sigue su curso.

Un breve y sentido reconocimiento a la Sinopsis de Damas y


adamados (Conversaciones con protagonistas de la diversidad sexual)
como homenaje a quien cultiva el arte de la conversación para
construirse:

Lilas y lilos, floripondios, mariposones, ninfas y ninfos… Como


en El jardín de las delicias de El Bosco, este volumen ofrece al
lector un abanico sobre los gozos del amor que abarca la gama
LGBT: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales de ambos
géneros, más el de una “buga” solidaria, la feminista Marta
Lamas, porque en esa gradación de tonalidades eróticas
también se encuentra la heterosexualidad.

38
Charles Darwin fincaba la felicidad en la armoniosa relación del cuerpo con su
entorno natural.
TRANSFORMISTAS ENTRE LA MISMA LAYA

Al final de un laborioso disfraz poco conocido, los ojos estarían


desmesuradamente abiertos en el inmenso y negro instante de ser
por primera vez penetrados por ese miembro, justo antes de abrir las
piernas de par en par como hembra en celo. La primera vez se es
penetrada hasta el alma, y en mi caso catapultando así la escasa
virilidad heredada de un mal gobierno. De estar como el a ser ella,
bastó un primer ensayo junto al olor de un sujetador de rosas y la piel
cubierta de nylon en esos primeros años de afirmaciones peregrinas
con las ventanas bajadas. La segunda ola introdujo analmente la
fregona hasta el fondo, ante la sublime sorpresa de un cosquilleo por
todo el cuerpo, sin disculpa para asimilar un nuevo renacimiento,
pues todo se había invertido hacia una inmemorial trascendencia.
Este yo nacido y criado con pantalones relacionó lo posible de esa
existencia colmando silencios inconclusos, al subir a unos tacones
infinitos y sentir las alas ingrávidas que han de valerse para ir al otro
lado existencial. Absolutamente por encima del orden material, la
entelequia de un cuerpo más luminoso del racional, acabaría de ser
que a toda verdadera realidad densifica.

De otro modo hemos de resumir una obviedad: “se travestía aquel


que podía hacerlo”, de manera que no habría de ser ajeno a las
profundas asimetrías que caracterizaban a personajes avezados en
las truculencias de lo políticamente incorrecto. De modo que, en
razón de ello, bien podrían distinguirse las clases más acomodadas y
de poder que a través de ellas se ejerce, e incluso el grado de
dependencia que en ella ha llegado a crearse. Esa situación antes
descrita fue creando una notable asimetría en la afición por tener
varios sexos, a cuál, más hegemónico desde esa última orfandad. Y de
un modo convergente, ambas instancias derivarían hacia posiciones
semejantes en lo que al flamenco travestido se refiere, porque en
ambos casos la libertad hubiese sido suficiente para explicar cómo se
produjo esa omnipresencia. Lo cierto es que, todo lo que ahora
gravita al socaire de formas voluptuosas, no deja de talonear y de
forma impaciente buscando la más hermosa que vieron sus ojos.
El encuentro con la seducción sorprende en ámbitos de libertad y
tolerancia, en su inocencia de gustar el tibio calostro de una leche
milagrosa, que además de estar prohibida la imagina envuelta en
chocolate. Todas las armonías de gusto suelen engordar con la
insurrección de la carne y el fragor azucarado hasta el mismo instante
de ser muy peligroso. Lo único que se interpone entre nosotros y el
entusiasmo de otros sentidos radica en una región desconocida y
oculta de la geografía del cuerpo y sólo por eso, hay que disfrutar allí,
donde los primeros sentimientos de placer son transferidos. Si
sabemos aprovechar los placeres que encontramos al paso y los
agradecemos como si fuesen grandes favores, estaremos más en
disposición de que lo mejor, siempre, está por llegar. Necesitamos
muchos miramientos, mucha atención para que todo este esfuerzo
de introspección recogido bajo los párpados como si no tuviésemos
ninguna necesidad de caer en derrotas y se despreciable
mansedumbre. No cabe resignación cristiana cuando se trata de no
estar segura de ser mujer, pues si caer derrotados por detuvo mi
huida, lo mismo puede hacer el tiempo con solo pasar un dedo por
encima. En algún rincón de mi cuerpo me sentía tentada al impulso
parecido al de alguien que quisiera tocar un cable de alta tensión
para comprobar qué se siente.

De vuelta a casa, no cabría duda de que lo mejor estaría por llegar,


pues lo peor sería la incapacidad de resistirse a la dulce y mortífera
atracción del vacío, debido a una siempre latente y algo perversa
naturaleza. Una fantasía erótica escotada en la que me sorprendía mi
amante con un camisón angelical, antes de auscultarme el muy
variado rango de sus curiosidades, se muestra ante los ojos
penetrantes y yo, contenida y cuajada remando sobre las aguas
bravas de un río sin fin. La consigna para librarse de lo preestablecido
es nada tan oscuro ni tan claro, una propuesta de erotismo que
plantea una relación entre los seres más libre, para que se produzca
el desarrollo natural de las ideas y el placer autorreferencial y
autoabastecido. En última instancia, planean infinitas posibilidades
de goce a través de un cuerpo que también muta, cambia y puede
encontrar placer en la diversidad de comportamientos. Pero en este
continuo devenir del cuerpo y su sexualidad como posibilidad prima
una estética voluptuosa atravesada por una “trans-generización” que
rompe con los roles casi siempre blasfema o irreverente.

Se me cayó algo del sexo, como un pimpollo, un huevo, se lo


aplasté (con aroma a vida íntima) se lo refregué. El planeta
levitó, subió un poco, salió del suelo. Rápida, me lo acosté
debajo, abrí las piernas; entonces, estiró un garfio, recién
aparecido, lo insertó en mi lugar del que había volado el
huevo.39

Los textos de Marosa40 plantean infinitas posibilidades de goce


prelógico, donde el transformismo y la teatralidad utilizan la paradoja
y la metamorfosis en lugar de la cristalización de las identidades. El
esencialismo da paso a lo inestable, lo indefinible o anómalo que
revela la apuesta por otras formas de placer o sensibilidad femenina,
porque el transformismo no se puede asociar ni de lejos con la
promiscuidad ni los harenes de tetosterona. Esa tendencia que
apunta hacia la fluidez de género se sustenta también en un
hedonismo exacerbado, en el autogoce narcisista, en técnicas como
el trampantojo y el disfraz y en una construcción preñada de
sentidos, densa conceptualmente, rigurosa desde un punto de vista
formal.41 Además de crear una ilusión escénica, una persona que se
disfraza o decide invertir su apariencia socialmente asignada, merece
cuando menos la atención por parte del Travestario, ya que salir de la
zona de confort solo tiene sentido si hay un significado.

Erhenfels valora el deseo como fundamento de valor más allá del


sentimiento de agrado, pues el significado es un ser absoluto, y esto
es una razón para otorgarle a la performatividad de género una
categoría, no solo moral, también a altura del mismo Arte. Ortega y
Gasett considera a los valores dotados de facultad estimativa, o sea,

39
Roberto Echavarren en Marosa di Giorgio: devenir intenso, Montevideo: Lapzus,
2005, pag. 48.
40
Marosa Di Giorgio en Reina Amelia, Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 1999.
41
María José Bruña Bragado en Raras criaturas: la audacia expresiva de Marosa Di
Giorgio, Cuadernos Lírico, 2010.
de existencia por sí mismos y en sí mismos. Aquí partimos de que un
elemento ideal preexiste a nuestra valoración a la que se le suma un
valor estético como una cualidad sublime. Luego, la sustantividad
estaría en las propiedades transformistas que se hallan en el cuerpo
u objeto de estudio, o como diría Paolo Freire, cuando tenemos
conciencia de ser agentes transformadores del mundo y productores
de cultura. Solo con el diálogo habrá un modelo humanizante y
homeostático lo suficientemente integrador, pues abierta o
veladamente este hecho se revela mediante pautas de comunicación
repetitivas, circulares y predecibles.42 Y es que ante condiciones de
gran desigualdad el infante inventa todo lo que no logra entender, de
modo que al pasar el tiempo contamos con una mezcla de verdad y
fantasía, que más que afectar a su realidad, si se es creativo le
imprimirá una fuente de la identidad del Yo.

Un problema por sí mismo no tiene significado y como aquí se trata


de encajar en un modelo social resistente y nada innovador, la
necesidad de ocultar los sentimientos en lugar de darles
reconocimiento solo representará una dificultad si el individuo lo
percibe como tal. Por tanto, hay que dejar de perder la mirada
puesta en el conjunto y marcar la diferencia con todas sus
consecuencias, aunque la forma más elegante sea elevar la estima de
cada uno de los integrantes del autoconcepto. Para Carl Rogers
(1959) las personas quieren sentir, experimentar y comportarse de
forma que sean consistentes con la autoimagen, que no siempre es la
imagen ideal, sino ideada por un self de dudosa silueta, pero que da
juego a una configuración más prometedora que posible. Quienes
responden de forma subjetiva, tanto a las percepciones, relaciones y
encuentros que se estén dando, se entiende que nos referimos al
instinto básico de a llegar a su capacidad máxima. Rogers formó su
teoría del desarrollo de la personalidad en condiciones de
homogeneidad, sin acercarse a un auto-concepto queer por ejemplo,
pero que es válida en tanto que toda persona debe mantenerse en
un estado de congruencia.

42
Virginia Satir justifica la Terapia Familiar en un ambiente liberador como el mejor
recurso integrativo.
Las personas que son capaces de auto-actualizarse son plenamente
funcionales, y esto da clarividencia de sus experiencias subjetivas y
sus sentimientos, de que están en continuo crecimiento y cambio. Si
una persona no puede abrirse a sus propios sentimientos, no se
puede abrir a la actualización del yo, capaz de vivir y apreciar de
forma plena el presente, donde lo performativo se hace
indispensable para estar en contacto con la auto-actualización.43 Al
final, un estado de virtud o satisfacción incluye un proceso en el que
hay libertad psicológica para moverse en cualquier dirección44 y que
reacciona y responde basándose en su percepción y su experiencia.
Cualquier distorsión de la misma chocaría con un estímulo de manera
aversiva, predisponiendo a una falta de sustento explicativo del saber
propio, que podía encubrir la pobreza conceptual. Por ende, el
transformismo establece sus relaciones mutuas en la observación
como fundamento último que justifica el fenómeno. En ese sentido,
una consecuencia lógica no es refutable en teoría, aunque si puede
demostrar su falsedad cambiando los parámetros y sus valores, lo
que por su naturaleza supone riesgos mayores.

Entre la inteligencia fluida la autopercepción muchas veces poco


tiene que ver con la realidad, por lo que la inteligencia cristalizada
absorbe la lógica exclusivamente de la experiencia, permitiendo que
las diferencias en valor absoluto para las mentes simples se reducen
a simple conjetura. En cambio, se puede decir que la no-conformidad
de género representa un estigma que hay que erradicar en todos los
contextos y situaciones, permitiendo ni más ni menos que la
adaptación de la persona a los cambios. Hoy vemos que la
autoidentificación como gay, lesbiana, bisexual o heterosexual se
convierte en algo irrelevante, pues al cambiar su orientación sexual
varias veces durante las distintas fases de la vida no vemos necesidad

43
Carl R. Rogers afirma que la persona que funciona plenamente reconoce el libre
albedrío en sus acciones y asume las responsabilidades de las oportunidades que se
le brindan.
44
Carl R. Rogers en El proceso de convertirse en persona. Mi técnica terapéutica,
Paidos, Contextos. 1961.
alguna para el uso de estas etiquetas. La sensibilidad ampara de
forma inmediata a las personas ya discriminadas o ciudadanía
indefinida ante la falta de ser saneada por la Constitución con toda su
corporeidad heterodoxa como bandera.

Los derechos humanos y las libertades fundamentales son atributos


de todos los seres humanos, y su carácter universal es incuestionable,
y en tal sentido cabe preguntarse de entrada ¿Qué sobra, la persona
o la religión que no admite a la misma? Amnistía Internacional apela
sencillamente a este axioma y a su aprobación porque es la única
forma de terminar con la intolerable discriminación de lesbianas,
gays, bisexuales y de transexuales desde la completa protección que
debe ofrecer Naciones Unidas. Si como dice Kim Pérez, la
transexualidad, según las últimas investigaciones, es una
intersexualidad o hermafroditismo que se radica en el plano
anatómico cerebral, podemos envolvernos en un laberinto con salida
a un tercer género, cuando lo factible sería anteponerlo como raíz
cuadrada de esta fórmula protectora llamada Madre Naturaleza.
CONDICIONES PARA UNA NEOCULTURA JAEZ

La idea de fondo sobre todo aquello que se da por natural, pero que
en realidad es impuesta culturalmente, sigue latente y solapada por
una caricatura científica, nada evolucionada, sino que quedará
descolgada respecto de la tecnología. Esta es la única herramienta,
que procediendo de la ciencia no cuenta con ningún prejuicio ni
sesgo, por lo que la revolución total de la especie nos puede
emancipar de una vez por todas y por completo de la biología. De la
tecnología de la reproducción que satura los espacios públicos y no
ofrece soluciones verídicas de progreso, iremos entrando a otra era
mediante una tecnología de género y de libertad para no volver atrás
ni mantener por más tiempo la falsa de esa masa social que opina
que si no estamos por encima del 20% de toda la población no se
debe ser representativos. Habría que apartar entonces a políticos y
pensadores recalcitrantes de la escena pública con esa métrica.

A Judith Butler se le critica que siempre que dice que va a hablar de


los cuerpos, termina hablando del lenguaje, ciertamente, porque es
dicho discurso autorreferencial se muestra que la corporalidad, más
allá de la apariencia naturaliza un sexo performativo que incluso
sobrepasa los límites de la nomenclatura de género. Ya sabemos que
se pretende equiparar lo queer con los instintos animalescos y la
promiscuidad, y esto es porque esta censura teológica está ciega de
nacimiento y desconoce el arte, la estética y, en definitiva, las
propiedades innumerables de la belleza. Efectivamente, la sexualidad
como constructo reconocible define la base material con la que
formulamos las ecuaciones sin incógnita, pues entre sexo, género e
identidad hay nexos empáticos que anulan esa racionalidad oscura y
censurable en sí misma. Para formar parte del colectivo oficial no se
puede imponer a las personas transexuales que se sometan a una
intervención quirúrgica, y a regañadientes admitirlas en un cambio
de fila discretamente, manteniendo la polarización identitaria. Lo que
preocupa más es la abolición del género y la restauración del
hermafroditismo como la verdadera raíz de la Historia.
En verdad, la teoría queer-cuir por mucho que siga en movimiento
(Wendy Brown) ha de poner el acento en la negación histórica de la
democratización humana por fraudulenta, replanteando una
corrección prácticamente quirúrgica sobre la cuestión del género y
sus variables semánticas.45 Esta nueva visibilidad en la disciplina de
los quehaceres incide de modo decisivo en la percepción del orden
natural de los cuerpos, en respuesta a sucesivas generaciones de
transgresores de lo binario. La teoría de género hace hincapié sobre
el propio concepto de género debido a la enorme dificultad de
superar el individualismo metodológico, y de no superar esa
perspectiva relacional o culturalista de sexo. Al no ser receptores
pasivos de una ley cultural inexorable que fijaba la biología como
destino (Marcela Lagarde) contamos con mecanismos proveedores
de valor que relaciona el cuerpo con una serie de significados
culturales sin importar el sexo. Tú eres la medida cuando sabes lo
que quieres, por tanto, es rechazable no tomar la iniciativa y la
responsabilidad de ejercer cada cual sus límites de libertad realmente
democráticos.

Una mirada a la temeridad desde la perspectiva de género tan solo


sería una actitud preventiva en un ambiente indeseable, pero la
socialización incluye diversas formas de descuido del cuerpo y la
mente, que biopolíticamente hablando han de corregirse con
feminización de unos a otros. En esta antropología experimental una
travesti instaura fronteras corporales que son postuladas como
muros infranqueables y en las que basa gran parte de su efectividad
tanto política como histórica. La transgeneridad por su parte
depende de la estabilización de ciertas fronteras conceptuales que
representan la complejidad de lo real de una manera que se asume
como natural, objetiva e incuestionable. Frente a ello se hace
imperativo reconocer el nuevo estatus logrado por el reconocimiento
institucional universal, pese a muchas voces histéricas y mugrientas,
en tanto que el futuro se cierne cada vez más andrógino y fugaz.

45
Este motivo se desarrolla en otro ensayo que denomino “Correcciones
antropológicas: Abolición de género y restauración de la matriz hermafrodita”.
En el caso de la construcción de cualquier tipo de género o base
cultural, el discurso brilla en las páginas de esos diarios y bitácoras
atrevidas, que a pesar de todo obligan a repensar los abusos de la
historia. Ahora bien, si las fronteras entre la homosexualidad y la
transgeneridad son construidas como más permeables para
sancionar precisamente a los cuerpos abyectos, el atentado contra la
razón se convierte en un hecho ritualizado, no comprensible como
espacio de encuentro de diferencias y de diferentes. De esta manera,
podemos ver el carácter eminentemente móvil de todo intento de
producir fronteras, o de uniones frente a la incomprensión y los
ataques ofensivos a la propia noción de persona humanizada. La
sociedad alcanzaba un estado de aparente equilibrio, primero porque
se produce un cambio de consciencia en el ser humano, cuyo
sufrimiento, manifestado por el Existencialismo había calado
demasiado y no permitía fluir otras libertades que pujaban por
invertir el orden. Sin embargo, el arte ha ignorado hasta ahora la
nueva realidad, lo cual es inaudito, dada su naturaleza subversiva y la
complejidad estética que supone esta miscelánea de géneros.

El cuerpo se vuelve soporte de reivindicaciones en una línea


andrógina, y como es una herramienta de comunicación de ideales se
convierte en un material de creación absolutamente relevante. Tras
haber navegado por la clandestinidad y sus interesantes revelaciones,
ciertamente es justo darle su lugar, aunque pierda esa esencia
prohibida y poética, hasta el punto de preguntarnos si realmente
queremos normalizar lo que de por si detestamos. Una dialéctica que
ha pasado de ser reivindicativa a oficialista, plantea otra frontera
insurrecta, la cultura queerista al servicio de la libertad de expresión
como único recurso de protesta. Lo más interesante es que no
obedece a ningún paradigma y en consecuencia nos queda su
estética jaez, sublime y libertaria ajena a cánones de belleza, pero
muy rica en atributos, no de provocación sino de ambigüedad
creativa. A nadie le es indiferente el no poder ubicar al sujeto y su
pensamiento, ese alarde libertad irrepetible que no precisa de
formación ni ortodoxia alguna. Más allá de la posmodernidad
encontramos una unidad biológicamente cambiante que para nada
resulta contradictoria, o en todo caso algo si extravagante.

Al tiempo que explicamos las singularidades del cuerpo y sus


funcionalidades, la realidad social y cultural explica la construcción de
una identidad diferencial de género que solo es incompatible con lo
que cree que representa una amenaza para su persona o comunidad.
A esto se le llama ignorancia orientada hacia sí mismos y hacia el
exterior, tal que vive su cuerpo en función de los demás, o sea, una
pieza perfectamente encajada en un organigrama atávico en clara
decadencia. Las desigualdades de todo tipo, por una parte,
conforman y por otra se rechazan a través de argumentos bien
cimentados, pero no pertinentes en un modelo de sociedad donde
aceptan cualquier modificación de signo tecnológico. Esta falta de
lógica ha provocado un énfasis singular de los discursos de poder, y
por añadidura el control de los impulsos. El caso es que no ofrecen
alternativa y eso es fraudulento cuando menos, hecho que tiene sus
propias limitaciones, puesto que de él se desprende una visión del
cuerpo como elemento pasivo e impropio de alguien con neuronas
suficientes para innovar conocimiento.

Las interpretaciones sobre el cuerpo46 responden a concepciones


inclusive contemporáneas, a la resistencia de entender al cuerpo
como portador de deseos y pasiones que necesitan ser reprimidas
para conservar determinado orden social. Ante esta resistencia banal
la preeminencia del ser estaría expresada en el acto intelectual, en el
cual el cuerpo viene a jugar un rol, ya sea reprimido o abiertamente
teleológico. Nada sería el pensamiento sobre el cuerpo si no
enriquece las nociones del yo, de manera que, una vez insertada la
idea de materialidad en un sentido u otro, suponemos preferible los
aspectos más liberadores de la vida social. La identidad física ha
traído demasiados problemas, cuando era una mera cuestión de
inclusividad, en gran medida como modelo para construir el ideal, o
en su defecto cumplir un deseo lícito de una identidad propia.

46
Yves Klein, en su obsesión por la esencia inmaterial del arte muestra una
personalidad que fluctuaba entre concentración y ausencia de límites, matizada
por una síntesis entre monocromía y figuración, espiritualidad y teatralidad.
Al debilitarse la estructura social, lo hace también el grado de
formalismo, donde el género adquiere su expresión simbólica en la
disociación corporal. Las funciones de sus diferentes partes y sus
relaciones, constituyen una fuente de símbolos para otras estructuras
complejas y dinámicas, y cierta idea romántica de la destrucción, la
muerte o la renovación. Su fin último ha pasado de la transgresión a
explorar los límites del cuerpo, como le es natural en la
desmaterialización del objeto místico. Cualquier materia expelida no
es más que una lucha contra el poder donde existía la necesidad de
buscar nuevos soportes. Esta idea romántica de la destrucción,
muestra a la muerte y la renovación, llevadas por el pathos para
enfrentarse de lleno al orden establecido, renegando del objeto y
volcándose con el propio cuerpo, que se convierte a la vez en arma y
herida (Egon Schiele) Desde esos límites los hechos o los sujetos se
liberan de la estructura poniendo en tela de juicio los residuos del
mismo cuerpo. Para cada sociedad, el cuerpo humano es el símbolo
de su propia estructura, luego si fuésemos mera apariencia, la
manera de representarlo a partir de la interpretación del símbolo,
ocuparía simplemente un espacio en la naturaleza.

La experiencia física del cuerpo es una fuerza en un campo de acción


social que, mientras pulula absorto en los rituales sociales es
simbolizado como cuerpo sexual gobernado por los fantasmas
sexuales de nuestra imaginación. Si bien el cuerpo que es la medida
de todas las cosas es precisamente el cuerpo sexual47 en medio de un
pansexualismo orientado a partir del deseo, no de otras pulsiones
corporales. La libido ha estado viviendo como práctica de la cultura
en virtud del objeto fantasma de su deseo, a ser posible prohibido y
cohibido, por lo que no dudamos en montar, cortar, multiplicar y
travestir el cuerpo de todas las maneras posibles hasta que su cuerpo
real coincida con el cuerpo deseado y deseable.48 El conflicto en

47
Norman Oliver Brown, en Body’s Love. Los Ángeles, California: University of
California Press, 1966: 162.
48
En lo artístico Pierre Molinier la representación corporal es un espacio para el
exhibicionismo, un lugar para el espectáculo transformista que muestra cuerpos
narcisistas preguntándose sobre su identidad.
transformación y cambio recapitula en todas sus partes las
significaciones que el cuerpo percibe y obra, resultado de una
construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales
esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana,
siendo formas socialmente variables de desempeñar uno o varios
papeles sexuales.

En teoría, las relaciones objetuales en interacción con la figura de


apego tienen una función reguladora, ya que establecen reacciones y
respuestas diferentes según las necesidades emocionales. El apego
desorganizado, no solo arranca de una relación maternal que no
encaja como modelo, sino que a cada ocasión se nos presenta
tentando al acercamiento como necesidad de seguridad y consuelo.
El apego autónomo, en cambio conlleva inconsistencias porque no es
coherente, a falta de estrategias adaptativas y las relacionadas con
experiencias de separación. La conducta y su respuesta es una forma
de expresión y represión de las manifestaciones de ansiedad y
enfado, ante un mundo hostil por naturaleza, semejante en su
interacción con el ambiente, pero discordante en la representación
de sí mismos. De manera que el verdadero interés es penetrar en las
profundidades de las cosas, en conexión con el origen del simbolismo
y de manera muy particular identificando un desplazamiento del
placer sexual desde los órganos corporales hasta los objetos.49

Para el freudismo la libido siempre busca satisfacer su necesidad


irreprimible, se presenta como excitación erógena, y la meta a la que
tiende es siempre suprimir la excitación. Pero en este depósito causal
de todas las manifestaciones de la sexualidad, el efecto-signo
simbólico se reduce a una metamorfosis de la libido, en el que ese
cuerpo perverso y polimorfo vibra en última instancia, sensible a la
gran cantidad de sustancia mitológica, poética y simbólica. La
realidad es más compleja y en ella Quirino es la divinidad «plural»
que nos confía la extraña propiedad de escapar a la contingencia

49
De acuerdo con la evolución del lenguaje y de la sublimación, el incesto simbólico
es un recurso de idealizar lo que es poseído, donde el cuerpo amante se convierte
en objeto de deseo y de menosprecio asimétricos.
material de la palabra hecha verbo. Pues, al igual que la extrema
complejidad de la mitología se reduce a un instrumento lógico, este
impulso específico o potencia vital constituye un universo de valores
sustanciales para el cuerpo y la influencia de la lógica de la identidad.

Podemos aseverar que lo que hace poderosos a los símbolos y a lo


andrógino por su escurridiza naturaleza, además de su fragilidad y
consistencia inacabada, es que forman parte e de la dinámica social
en un sistema de representación meramente subjetivo. El lenguaje es
un método con el que el caminar es una función instintiva, al poner
en juego la consistencia e identidad más resbaladiza, que emerge
vinculada a prácticas rituales y fetichistas. El sujeto primario no
esconde su tendencia a la diferenciada promiscuidad, llegando a
confundirlas y explicarlas exotéricamente, aunque el papel
preponderante del culto a la sexualidad, impone al individuo
retractarse y volver a la carga. La corporalidad mantiene una
dicotomía singular al situar el origen del símbolo en el proceso mismo
de la vinculación en torno a significados compartidos. Además de ser
universalmente reconocida al referirse a la convencionalidad como
fuente de significado, abre la posibilidad de complejidad variable no
menos cuando menos más interesante.

El caos de la libido no se entiende porque es de las cosas más directas


que puede haber, de forma que la estrategia de subversión
promueve la posibilidad de su argumentación en favor de lo ideal
emancipador. Esta dimensión del lenguaje que por lo general está
reprimida, porta una serie de significados que son anteriores a la
cultura misma, razón por la cual su análisis formalmente es posible
como una multiplicidad prediscursiva.

Butler hace énfasis en el aspecto productivo del tabú del incesto


cuyos ecos jurídicos generan, y simultáneamente regulan, el
que la heterosexualidad sea válida y la homosexualidad
subversiva, cuando las dos condiciones jamás existieron antes
del advenimiento de la ley.
DISCURSITO TRIBUNICIO PARA LA REPÚBLICA DEL GÉNERO

Al parecer la bisexualidad era lo común en aquella época donde el


color verde indicaba el cinadeus o papel pasivo en la relación, dentro
de una lírica erótica recogida en Las vidas de los doce césares, habida
cuenta como se entendía la naturalidad orgánica50 en un mundo
finito y sobremanera realista. En Roma un pene grande era
considerado un signo de atractivo y masculinidad importante, a
imagen del dios de la fertilidad Príapo, y el mejor lugar para exhibirlo
el baño público mediante encuentros furtivos. Arrascarse la cabeza
fue una señal que el emperador Elegabalus promovía, pues su
frustración transexual no era consentida por el favor divino. De
manera que, la genitalización podía ser considerada una maldición de
incomplitud cuando recurrían a tabúes sexuales y prácticas
orgiásticas. Si embargo, un paradigma de libertad sexual en el que
cada cual hacía el uso que deseaba de su cuerpo, entiende que los
instintos biológicos son universales.

En el campo de la sexualidad, cualquier investigación se enfrenta a


construcciones culturales restrictivas como pauta condicionante. Una
vez que la Antropología diferenciara de forma nítida entre sexo,
sexualidad y género, las partes del cuerpo susceptibles de ser
sexualizadas han sido objeto de escarnio permanente. La sexualidad
no ha de ser en absoluto constante en un individuo, salvo por
voluntad propia, y ya se sabe que el error ha sido pensar que a un
determinado sexo le corresponde un determinado género y una
única y válida sexualidad. Dado que la sexualidad puede convertirse
en una expresión de libertad absoluta, dominar los propios impulsos,
pero también dominar a los demás es una forma poco virtuosa que

50
Heliogábalo a principios del siglo III escandalizó a sus contemporáneos casándose
públicamente dos veces vestido de mujer, adoptando así explícitamente el papel
pasivo en la relación. Son múltiples las anécdotas sobre su comportamiento lascivo,
y los soldados de su guardia personal eran conocidos como los rabos de burro por
ser reclutados en las termas entre los mejor dotados
ha sido superada por la lógica de la razón y la corporalidad. Por tanto,
la prudicitia o pudor femenino se ha quebrado como así el resto de
los mortales, aquellos a los solo les quedaba la obediencia.

Desde Roma el sexo no es una relación entre iguales, sino un juego


de poder mal llevado y condenado a ser abandonado, véase las cifras
de incestos y separaciones a lo largo de la historia. Si alguien había
nacido libre y era, por tanto, inviolable, solo se tenía que haber
comprendido el alcance semántico, simplemente eliminando los
límites y erratas del linaje.51 Tras el fin de la segunda guerra púnica,
una intensa sensualidad se adueñó de Roma, mandaron al cuerno la
proverbial austeridad romana, y como siempre, un exceso de vanidad
dionisíaca reaparece descaradamente y con toda distensión. Ya
indeliberada, la historia natural de producción se altera en la medida
que nuestras diferentes maneras de vivir la sexualidad incrementan
las fuerzas vitales desde la transformación mágica del sí mismos. La
estirpe configurada por el éxtasis creador dionisíaco produce estupor
al día de hoy, además se abre de par en par a las transmutaciones
performativas que habitaban en la ciudad de los muertos vivientes.52

A las iniciadas en el estoicismo que liberan un doble acontecimiento


incorporal, entre inocencia y perversidades en la frontera de ciertos
naturalismos, se aprecia la virtud de aprender las lecciones del revés,
del derecho, por encima, por debajo siempre serpenteando en la
superficie, sobre las olas y a contracorriente. Deleuze no soporta en
la juventud su falsa profundidad, o incluso su falsa sabiduría y hasta
el momento en que la transformación se produce, interpretar no es
alcanzar la certeza. Es necesaria la necesidad de la promesa en tanto
posibilidad, una disciplina del alma que remite a autofecundarse bajo
un indicio de unisexualidad, pues somos deuteróstomos que lo
primero que desarrolla nuestra flor orgánica es la boca y el ano.

51
El Imperio Romano no permitía la poligamia, pero era una institución hecha a
medida de los ricos, lo cual sigue vigente con la complicidad de la masa doméstica y
prácticamente en todas las sociedades, aunque sea de manera encubierta.
52
Preciado, al referirse al cambio contemporáneo en la reproducción sexual,
muestra ciertas formas de incorporación tecnológica del sexo siguiendo las
intuiciones de Foucault, distintas “praxis de resistencia”.
Diríase que en esta primera etapa manflorita nos ha servido para
reconocernos, a pesar de que la mayoría como masa amorfa declina
por servir a la reproducción de la raza.

El mundo trans* desafía la regla porque en su intersexualidad


manifiesta pueden sentirse perfectamente con su físico a pesar de
tomar la apariencia opuesta. Si el miedo lleva a colocar límites para
mantener una seguridad narcisista, el concepto lacaniano de un
imaginario, entendido como la forma de percibir y organizar
mentalmente la realidad, produce una imagen invertida del lenguaje.
Las relaciones humanas se han observado siempre como si se rigieran
por normas precedentes del mundo imaginario, como un sistema de
oposiciones binarias o en las diversas formas que sus elementos
pueden reflejarse o invertirse mutuamente. La mujer trans* en su
telaraña53 supera las limitaciones que no existen en la literatura con
escenas figuradas y de los que también tenemos constancia. Una
labor ceramista de mito que se ajuste a todos los casos reales que,
por existir desde siempre, lo prudencial hace dejarlas más o menos
prudentemente ocultas.

Este tipo de interpretaciones o de alegorías oniriformes no operan


ocultamente como símbolos, sino como relatos que socialmente
comprometen las aportaciones de la psicología en el uso que se hace
de ellos. Del relato mítico que puede descomponerse en secuencias
mínimas, rescatamos su sentido profundo que capta las esencias del
conocimiento que proporciona la imaginación. A su vez, un
conocimiento cierto, acorde con la identidad va descubriendo en su
pensar la medida deseable conforme a su capacidad de razonar para
no hacer más gravosa aun, la obligación de perdurar excesivamente
en el tiempo. Cobra sentido el automatismo psicológico a partir de
esas formas elementales del evolucionismo, antes de dar cuenta
sobre las formas más elevadas y complejas. Lo andrógino no podía
explicarse sino a través de la voluntad encarnada en un equilibrio

53
Françoise Frontisi-Ducroix (2006) El hombre-ciervo y la mujer-araña. Figuras
griegas de las metamorfosis, Madrid: Abada.
conflictivo al igual que requiere sin duda la modificación artificial del
estado de conciencia de una personalidad.

La transgeneridad apuntaba al sueño hipnótico, toda vez que, para


desmarcarse de eventuales imprudencias ocasionadas por las
condiciones de una buena experiencia psicológica, podía constatarse
en los sueños o en los estados de conciencia inducidos por el éter.
Hoy en cambio, se hace patente en particular, desde una misma
percepción de fenómenos sensitivos que realmente ocurren por la
gran riqueza que ofrece una naturaleza debilitada en su capacidad de
síntesis. Hay quien quiere ver una disociación secundaria en la
inversión de los géneros, y esto implica a su vez todo un cambio de
juicio respecto a la negligencia de percepciones y disociación del yo o
si cabe, a la organización de personalidades secundarias. Al mismo
tiempo, la incidencia de la sexualidad es elogiada en la medida que
confirma las propias tendencias, sin negar la existencia de todas las
alteraciones orgánicas susceptibles de modificar la apreciación de un
cuerpo hormonado.

Este aviso no es más que un compendio de observaciones vinculadas


entre sí, en una exaltación de apoyo empírico a la causa trans* y
luego de exponer este descubrimiento de los fenómenos naturales.
Pero no basta con hacer expresar una idea fija para suprimirla, lo que
hay que conseguir a toda costa es ensalzar cualidades propias de alta
consideración e inteligencia a través de operaciones preliminares e
indispensables. Algo similar es satisfactorio constatar en la lucha
judicial y sus logros no pasibles de error en esta época reivindicativa,
respecto de las diferentes formas de la alienación social. Para
comprender bien la ley normal solo hay que abrir bien los ojos a
algunos datos aproximativos y las evidencias de las experiencias
naturales, más que por el de las teorías sentenciadas. Con esta
afirmación, la disociación del género biológico tomaría en cuenta
cualquier otro recuerdo inusual después de examinar el tránsito de
instintos oponible al binarismo.54
54
Janet, entre 1908 y 1911, dedicaría un “análisis psicológico” de la emoción, las
tendencias y la percepción a la luz de los métodos clínicos, donde priman los
estados de desarrollo sobre las tendencias.
El balance, en cuanto a la asociación libre descarta sin mayores
miramientos los pensamientos acomodados de un deseo sexual
reprimido. Su docilidad en este sentido admite una transferencia
inconsciente en forma de perturbaciones sexuales como el coitus
interruptus,55 origen de tantas dificultades y malentendidos. La
orientación biológica lleva a cabo desde la fisiología una tendencia a
la activación de algunos cambios en las emociones severamente
distorsionada. La realidad, no siempre plantea problemas con la
identificación conceptual de la emoción, por cuanto la interpretación
del proceso emocional en la adquisición del miedo condicionado,
predice considerablemente alguna dimensión a medida de la
emoción controlable. La relación entre razón y pasión contrapone
sentimientos entre estímulos y respuestas, susceptibles de un análisis
destacado en la génesis de la emoción, que es entendida como un
tipo de sensación caracterizada por la agitación de los sentidos. Estas
impresiones pueden ser plácidas por dolor o placer entrelazados, así
como la negación de una diferencia específica posibilita la secuencia
adaptativa-expresiva ante situaciones de complejidad emocional.

El ser, en un contexto psicológico sería un mero estado cognoscitivo


sin argumentos que rebatir a la naturaleza, por eso necesita la
percepción de un estímulo corporal y biológicamente significativo
para concluir la existencia de una emoción contingente. En general,
una correlación entre el nivel de activación y la intensidad de la
experiencia subjetiva, supondría una respuesta concomitante de un
sistema de activación fisiológico de tipo emocional. La identidad de
géneros al no necesitar un marco discreto responde a los estímulos
condicionados liberando esa energía del organismo para llevar a cabo
una actividad intensa. Esta eficiencia requiere su tasa de cambio y su
dimensión hedónica, lo que incluye concretamente las respuestas
emocionales externamente observables, en función de sus valores y
compromisos, reconocidos como característicos de la condición
emocional.

55
Freud reclamaba a los médicos que inventaran un preservativo capaz de prevenir
las enfermedades y la concepción, para brindar un placer sin peligros.
El protagonismo en rebeldía contra el pensamiento autoritario, salido
de su letargo se aferra a una ilusoria normalidad con una mirada
irónica, desde la cual sobreentendemos aquellas entidades
"naturales" que se explican por sí mismas. Pero en toda elaboración,
entendida aquí como la que espera ser ordenada, la finalidad de un
ser naciente es meditada y entendida en analogía como un proceso
técnico que permite forjarlo. En el lenguaje coloquial, evolución es
sinónimo de progreso, según Lamark, donde la persona cuenta con
herencia de modificación. Visto así, la transgeneridad nos es familiar
al estar dirigida hacia la adaptación, dado que los individuos en toda
población son variables en medio de una idea de selección
darwiniana: la variación poblacional azarosa y la competencia. Esta
parte ordenadora abriga cierta unidad intrínseca y una actividad
propia, y a partir del uso o desuso le conlleva al organismo una cierta
escisión o diferencia entre el mundo biológico y la intelección
sentida. Estamos en un horizonte de posibilidades culturales y
entrando en un mundo de desvelación en el que se espera poner el
foco en crecer si somos lo suficientemente flexibles y receptivos
como para modificar nuestro rumbo.
DE RALEA EN VERSIÓN AVANZADA

El binarismo, realmente muestra evidencias de senescencia respecto


a las tecnologías de rejuvenecimiento y el fin de prolongar un estado
óptimo de bienestar. En cambio, la posibilidad de cambiar es
contemplada como segunda ley de futuro para Arthur C. Clarke: “La
única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un
poco más allá, hacia lo imposible”. Mejor una evolución por
traumática que sea, dice la teoría del Equilibrio Puntuado,56 ya que
en la normalidad apenas se avanza y modifica el pensamiento
filosófico, científico y vital. Se identifica el hilo del discurso en una
modernidad líquida que, ante el compendio de muchas de esas
preguntas que no pueden responderse, se substancian en una unidad
con fuertes disrupciones asimétricas. Luego, la inteligencia artificial
radica en la emergencia de las ciencias biológicas en su combinación
con las tecnologías informacionales, y esto podría paliar de algún
modo el agravio de tanta injusticia. Mientras se aplican tecnologías
exponenciales, la ideología de género se posiciona en el lugar se
salida con la posverdad como destino.

Einstein creía que donde hay un deseo habría un camino, lo cual no


difiere en nada con el legado de Maturana al combinar dos palabras
del griego "auto" (a sí mismo) y "poiesis" (creación) Según su teoría,
todo ser vivo es un sistema cerrado que está continuamente
creándose a sí mismo y, por lo tanto, reparándose, manteniéndose y
modificándose. Aquí tenemos una fuente molecular de incalculable
valor que se sostiene por encima de toda especulación y sistema de
apropiación, que sabiamente el autor define magistralmente con una
frase: los organismos se gobiernan a sí mismos. Al percibir varias
realidades nuestros cuerpos se van transformando desde el lenguaje,
cuyo sustento biológico se fundamenta en que podamos tener
experiencia de forma arbitraria, desde las preferencias personales.

56
Eldrege, N. y Gould, S.J. (1977): Punctuated Equilibria: The Tempo and Mode of
Evolution Reconsidered. Paleobiology, 3(2) 115-151.
Luego, si para validar racionalmente esas emociones hay que partir
de premisas lógicas, nuestra coherencia interior se suele inclinar en el
fondo por desacuerdos que percibimos bajo ese canto de sirena que
amenaza nuestra existencia.

Hay que tener cuidado con la universalidad a la hora de persistir en


nuestros propios argumentos, ya que seremos tildados de ilógicos en
un mundo amañado a través de la indiferencia, sin presencia más allá
del ombligo de las preocupaciones banales.57 En ese sentido, el
derecho a existir desmotiva su propia visión del mundo, pues cada
ser humano posee su propia realidad y pocas veces interesa hacerse
eco de esta circunstancia. La historia es el fundamento de la vida
social, al aceptar la existencia mediocre de los demás, por lo que
nuestra naturaleza biológica solo evoluciona con la aceptación de la
singularidad. Resulta sumamente más llevadera una vida plana,
desde la aceptación y no desde el conflicto, hasta que se produce la
interferencia con el campo intelectual. Para no tener una expectativa
miserable, claro que hay que romper con esa barrera ajena al hecho
que, a la inversa el paradigma lineal cartesiano posibilite cerrar las
grietas dejadas por dicho modelo. Del poder de sumisión al poder
como construcción colectiva, la dialéctica o debería permitirnos
recuperar la capacidad del asombro, de asumirnos sin rubores en las
ignorancias, y replantear nuestras miradas, sueños y utopías.

Asumiendo el tiempo plural de acuerdo con urdir un barrido histórico


y su reprimida capacidad de aprendizaje, la conciencia de sí mismos
llevaría a desarrollar impulsos definitorios de lo humano, ya no
tutelados por la genética. Asimismo, a la naturaleza humana se le ha
resistido el desarrollo por culpa de la imitación y diversos estados
intermedios. Todavía cuesta asumir el principio de dignidad e
inviolabilidad del individuo, como sinónimo de humanidad, por lo que
este imperativo categórico kantiano, de por sí inconmensurable e
irrenunciable, obligaría a ver en todo ser humano un fin intrínseco no
nacido para la esclavitud ni la servidumbre de nadie. Es decir, que la

57
Maturana habla de la emoción que especifica el dominio de acciones en las
cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como
consecuencia la aceptación mutua.
dignidad nos hace humanos no por su rango social, sino en su calidad
de libertad, sobre la cual encuentra en la autonomía su expresión
más elevada.58 La dignidad, considerada como el derecho de todo
individuo a ser reconocido en su valor intrínseco y no instrumental,
en aras de sus congéneres y respectivos y variados géneros.

Las ideas de la complejidad y de totalidad con sus consideradas


propiedades emergentes59 nos ingenian en el vivir sorbiendo a
nuestra deriva filogénica cultural60 más allá de una variabilidad
fenotípica. En concreto, al mundo trans* esta argumentación le
inocua una dosis de vitalismo gestáltico que determinaría aquellos
cambios, ya no predeterminados, también siendo esta diferencia la
que permitiría narrar la experiencia propia. De otra parte, el proceso
deconstructivo de los géneros confunde la explicación con la realidad
debido al acervo cultural, que no pasa de ser una visión sesgada.
Cada uno de nosotros crea una representación del mundo en que
vivimos, es decir, un mapa o un modelo que nos sirve para generar
nuestra conducta,61 ciertamente marcada por el conocimiento y las
experiencias acumulables. De lo contrario, el poner siempre las
emociones por encima de la razón, es porque tuvo que estar
presente como trasfondo permanente para que eso ocurriese.62

Puede afirmarse, en este sentido, que la selección natural ha provisto


de un mecanismo productor de adaptaciones con el que podemos
identificar el funcionamiento de otras sexualidades con las que
experimentar esas características resistentes a dejarse reprimir. Es
respecto de ellas mismas, que a no debemos entender otra cosa sino

58
Los genes son los que permiten que la mente aprenda, que dirijan la
construcción del cuerpo en el útero, pero luego se ponen a desmantelar y
reconstruir lo que han hecho casi inmediatamente, en respuesta a la experiencia.
Sin duda son causa y consecuencia de nuestras acciones (Ridley, Qué nos hace
humanos, 2004, pág. 15)
59
Sotolongo & Delgado, La revolución contemporánea del saber y la complejidad
social, Buenos Aires: CLACSO, 2006, pág. 43.
60
Maturana H. ¿Cuándo se es humano?, 1992, pág. 142.
61
Bandler & Grinder, La estructura de la magia. Santiago de Chile: Cuatro Vientos,
1999, págs. 27-28.
62
Maturana H., El Amor y el Origen de la Humanidad, 1992, pág. 251.
la auto-replicación de cada organismo. La selección natural opera
sobre diferencias, igualmente en el límite de la escasez, pero que la
propia idea de adaptación sigue en tela de juicio. Véase si no, como el
más claro contraste entre la biología y la psicología, la transexualidad
y en mayor medida la inaprensible expresión hermafrodita. He ahí un
escollo latente de la benevolencia de un sistema predador que
confunde la adaptación ecológica con la adaptación reproductiva. Es
una pena que la especie se estanque apelando a un mecanismo que
permita la estabilidad de las formas orgánicas, ya que el reto está en
salirse de la espiral de ese ñoño retorno, pues ni es eterno ni siquiera
gracioso. La transgeneridad, lo que debiera plantearse es salirse de
ese tablero conservador, renunciar a esas prácticas masoquistas de
reencarnarse de un género a otro en vidas separadas y desvincularse
del Todo. La razón no es otra que la propia singularidad al margen de
presiones selectivas, lo que atañe al propio proceso evolutivo por
encima de la supervivencia.

Apuntemos como condición necesaria nuestra única alternativa en la


lucha por la existencia, pero nunca no una copia de la explicación
darwinista sobre la primada de los buenos diseños. Aunque no sea
una cuestión fronteriza, el materialismo metodológico no deja de ser
simplemente una proposición filosófica que no abarca la realidad más
allá de una ilusión trascendental. Frente al derecho a pensar como
quieran, nadie tiene autoridad para basar su filosofía materialista en
los logros de la ciencia ni de extraerlo del Génesis bíblico.
Desgraciadamente se ha manipulado en demasía a los seres
temerosos de lo desconocido, hasta el punto de tapar el sol con un
dedo y con la mayor arrogancia se niega el diseño inteligente como
parte de una cultura avanzada. Aparentemente se trata de ser
partidario de la teoría científica de la evolución biológica o de
performar la idea de un naturalismo ontológico, que siendo
acientífico se reconoce como argumento lícito del diseño. No
obstante, este argumento de un modo totalmente independiente se
blinda contra quienes pretendan influir negativamente en el
resultado de un proceso natural de selección, que fomenta la
adaptación de los organismos a sus entornos.
Los aspectos aparentemente diseñados de los seres vivos son meras
apreciaciones que se elaboran de percepciones condicionadas, de
modo que, desde un punto de vista puramente naturalista siempre se
podrá generar otras formas bajo la noción de supervivencia del más
apto aplicada a las relaciones humanas. En estos tiempos ya es hora
de liberarse del yugo del pecado y de la herencia genética por su
ineficacia y excesiva parcialidad. Habría que hacerlo a favor, en
principio, de la evolución que conforma el origen de los humanos
anatómicamente modernos, y en el futuro sobre la idea de si tiene
sentido mantener lo falible entre las regiones del genoma. Ayala
reconoce que las cosas que más cuentan siguen envueltas en el
misterio,63 aunque en nuestro caso preferimos desempolvar la
ascendencia común de todos los organismos y dejar de pertenecer a
un rebaño. Por fuerza debemos desligarnos de prejuicios y de
cualquier tipo de dependencia innecesaria, de confiar en la capacidad
de adaptación, como ocurre con la mutagénesis que trata de extinguir
virus por un exceso provocado de mutaciones. Como su preguntar
implica, la acción disipativa generalizada de la segunda ley de la
termodinámica contrarresta la información como medida de cuán
ignorante ha sido siempre el modelo.

El conocimiento implica la reducción de la ignorancia e introduce un


orden y una especificidad, después de todo, para explicar la
especificación biológica y la complejidad no lo determina un diseño
científico, pero nutre un intento de explicar el sentido de la vida
desde un punto de vista creativo. Muchas especies muestran también
rasgos de intersexualidad y no pasa nada, razón por la cual la humana
se encentra entre ellas, pese a quien le pese, siendo una realidad que
va más allá de lo biológico. La reproducción tan solo es un paso
concebido en un espacio de tiempo demasiado reducido como para
pensar que es el eje vital de una naturaleza que sobrepasa con
mucho a la estupidez humana. Por ejemplo, cuando se observa la
hembrización testicular dificultamos la razón natural planteando

63
Carlos A. Marmelada en Darwin y el diseño inteligente. Reseña de la obra de
Francisco J. Ayala Darwin y el diseño inteligente. Creacionismo, cristianismo y
evolucionismo Alianza Editorial: Madrid, 2007 (121)
anomalías entre aquellos que contemplan la posibilidad de un tercer
género, de intersexualidad y de transgenerismo que se pueden
encontrar en los anales de la historia. El caso es que se ha venido
utilizando estos géneros alternativos como una amenaza estéril, en
vez de permitir abandonar una posición más realista, a pesar de unos
datos estadísticos que ocultan más que aportan. De forma parecida a
una verdad genital, los hechos demuestran que en la sexualidad no
hay fronteras entre los estímulos, fantasías y formas de entender la
relación de la mente con el cuerpo a unos niveles tan íntimos.

Al desestabilizar los conceptos de sexo, género y sexualidad, la


deconstrucción de las identidades posibilita las prácticas que se salían
de la norma, aunque esto no es ninguna novedad realmente. Lo que
singulariza la personalidad erótica es aquella capacidad sensible de
configurar la intersexualidad, bajo una visión de inocencia la enorme
diversidad que presenta la biología del cuerpo humano.
Simplemente, el objeto de estudio obedece a obtener mayor
conocimiento de las cosas que, siendo inherente a nuestra niñez, no
cabe duda que, con el tiempo cada sensación multiplica el ángulo
emocional hasta concluir con la experimentación del propio cuerpo.
De modo que posteriormente la categoría género no debiera
contemplarse como una parte inmutable de la identidad individual.
La curiosidad por descubrir todo lo que estimula una visión relacional
comprender la posibilidad de que el mismo pueda cambiar a lo largo
de la vida del individuo, sin necesidad de recurrir necesariamente a
explicaciones socioculturales.64 Una vez cuestionada la naturalidad
que rodea la normatividad lo que se avecina, eso sí, en condiciones
normales, bien a ser una sociedad despatologizada que aleja
fantasmas del pasado y estabiliza las propuestas de intervención
corporal como encarnación plausible al desafío hermafrodita del
pensamiento evolucionado.65

64
Gayle Rubin, Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la
sexualidad, en Vance, Carole (comp.) Placer y peligro. Explorando la sexualidad
femenina, Madrid, Revolución, 1989.
65
Es ofensivo el trato de “hermafrodita verdadero”, cuando desde la bioética se
cuestiona que haya personas con una moral que se fundamente en la verdad, pues
es evidente que solo obedecen a intereses inopinados y poco nobles.
La perseverancia de las teorías de la «intersexualidad» para
desprenderse de valoraciones morales y aportar explicaciones más
radicales, avala científicamente el argumento de que ya habría
desarrollado un «instinto» sexual apropiado o unas «aspiraciones»
propias de conformidad con lo sentido. Merece la pena dedicar unas
palabras en relación a la dicotomía entre naturaleza y cultura, donde
la diferencia sexual parte de una identidad monosexual hasta derivar
en una clara intercorporalidad erótica, directamente proporcional al
grado estético de comprender las aspiraciones del cuerpo. El debate
científico evidencia que los conceptos de experiencia y narración, en
contextos relacionales, produce una tensión constante para poner en
relación armónica a los seres domesticables. Y es que la energía
incontrolada, genésica, renovadora y creadora, propia de seres del
mundo inferior “constituye la génesis creativa del conocimiento, del
arte y de las transformaciones”.66 Precisamente, aunque no sirva de
precedente, el ser andrógino goza en sí del atributo de la perfección
de la propia divinidad precisamente por su condición dual. Si lo que
es por excelencia debe ser total, la persona libre pese a su condición
ambigua, ha de ser intermediario y mantenerse, en equilibrio,
relacionando su mundo, de manera alternada o simultánea.

La psicología filosófica propone la actividad de estar vivo como una


fuerza de energía que mantiene la unidad de los elementos que los
integran, y en ese orden se mantiene viva a en grado máximo la
alegría de vivir cuando se procede en libertad. Desde luego, la
sexualidad humana en particular, aunque baraja una unidad activa
deseante y otra pasiva deseada por parte de otra persona, no infiere
que haya que genitalizar el apareamiento. De la reproducción a la
construcción hay alguna relación mediante un factor complementario
y en concreto, como posible explicación del surgimiento de la
diferenciación sexual a partir de las formas más elementales de
vivientes. Cabe pensar que la sexualidad derive de otras formas de
apareamientos previos, pero tampoco son tan complejos, si se

66
Sánchez, Walter en “El proceso de creación musical”, Música autóctona del Norte
de Potosí. Cochabamba, Centro Pedagógico y Cultural de Portales, 1988: 1-10.
analiza la simpleza y direccionalidad con la que opera un cuerpo
sexualizado. Las partículas elementales en el momento de la
excitación aguantan el desgaste de la temperatura con la misma
composición, precisamente en la relación activa que las mantiene
unificadas, incluso aunque vayan a ser sustituidas, algo que
constituye la individualidad del organismo.

En términos generales, cada sexo se define por las características de


los gametos, de las células haploides reproductoras y no en función
de las células diploides, que también están sexuadas y que son todas
las demás del organismo.67 Quiere esto decir que el organismo
heterogamético es el más completo desde el punto de vista genético,
pero no el más perfecto como se ve en la esencialidad hermafrodita.
La asimetría genética por encima de una determinada complejidad no
parece haber llegado a explicarse satisfactoriamente como modelo
teórico, suficientemente general.68 Sexualmente hablando, se puede
afirmar máximamente, en tanto la individualidad de cada organismo
y la identidad de la especie no cuenta con una narrativa única. En la
idea de incrementar la sensibilidad, la reflexividad, el dialogismo y la
transvaloración, los paradigmas científicos y sociales se pueden ver
las cosas de muchas maneras. No significa que nuestro lema sea la
fragmentariedad que se asimila en cada experiencia, sino en el marco
de unas metas de finalidad particulares.

Nuestra liberación implica abrirse a formas más confiables de


conversación con la alteridad, dialécticamente guiados por su lógica y
no por la imposición de la rigidez de ciertas concepciones clásicas.
Ahora bien, a pesar de esa sensibilidad asociada a la experiencia
responsable, la tendencia es clara a esencializar desde lo trans* la
construcción del conocimiento. Especialmente, en relación con la
falta de experiencia de campo como de vivencia in situ, nunca
aceptaremos una antropología estereotipada sin matizar antes la

67
L. Margulis y D. Sagan, op. cit., p. 152.
68
Las formas de sexualidad distintas del sexo meiótico, se puede pensar que tienen
un origen autónomo respecto de éste, que pertenecen a una fase evolutiva
anterior, o bien que pertenecen a una posterior, es decir, que surgen en el proceso
de pérdida de la sexualidad meiótica.
diferencia de una ideología personal, o en palabras de Gadamer,
corregir o reformular las anticipaciones dialécticamente. La razón es
que la acumulación de datos contiene prejuicios de vulgarizar y
desordenar la comprensión de la variabilidad del Otro. Esta relación
formal es irreconciliable y preocupa poco o nada, ya que, en el
entramado de nuestros intereses intelectuales y teóricos, el
binarismo carece de interés en términos de investigación. No
pertenecer a esa ciencia muerta nos libera a las indeterminaciones y
paradojas antropológicas, tanto tiempo ignoradas y que tampoco hay
que escarbar mucho para dar un golpe maestro, virtualmente
revisable por la innovación en las culturas.

Ya, en relación con la complejidad de la autoidentificación, cualquier


respuesta repulsiva remite a la situación de dominación ejercida por
fuerzas oscuras, de cuya reminiscencia cristalizamos los vicios
eternos. Con herramientas discursivas, hechas de interlingüísmo y
diversidad cultural, es relevante que se abra la sensibilidad
antropológica para salirse de ciertos criterios de convención y
autenticidad para comprender que no somos tan diferentes. La
naturaleza sincrética de la transgeneridad recombina y opta por
ciertas soluciones para mantener el sentido de sus propias
reinvenciones. Si defendemos aquí la idea de un género en
movimiento es porque las respuestas identitarias están ahí delante,
dando sensación de diferencia y asimilación de cambio. Se crean así
las condiciones de una leyenda épica de reconquista y restauración
de la verdad como punto de encuentro, de reinvención vinculada a la
definición de la identidad en relación a problemas de propiedad y
delimitación de la dimensión bioética.

El gusto estético y el género en movimiento se impregnan de


subjetividad y un sentido comunicativo que se aleja inexorablemente
de una interpretación simple. Lo que está en juego, además de la
satisfacción de una curiosidad intelectual, es la posibilidad de
conformar regularidad en la percepción de la realidad sexuada.
Podría decirse que la pregunta acerca de si es posible verse,
reconocerse, más allá de las barreras impuestas que subyace en la
reflexión estética de las filósofas trans* y del transfeminismo. Tras las
imágenes estáticas del deber ser y parecer físicamente parte de un
modelo, los rasgos ocultos de la cotidianidad han alimentado desde
siempre narrativas femeninas de cuerpos que desean liberarse. La
transexualidad no es más que un caso que se abre y se cierra a su
antojo, consciente de su poder, de su sexualidad, de su derecho a ser
potencialmente victoriosa. Una vez traspasado el horizonte utópico
de liberación tocaría encarar su proceso de liberación en un
horizonte temporal de crisis de su modernidad. Es lo que tiene la
transmisión y creación de los saberes, viviendo en espacios
geográficos distintos, cuando no en conflicto permanente.
NOTAS ILUSTRADAS DE TRANS-ESTOFAS

Cuando decía Jean Paul Sartre que la existencia precede a la esencia,


la construcción del yo emerge de la relación de este yo con el mundo
sensible. Esta performatividad es una construcción cultural de
infinidad de géneros, a partir de una relación dialéctica entre el yo y
un mundo hostil nos enseña una forma de mirar y valorar a nuestra
subjetividad e intersubjetividad. Nadie está a salvo de pensarnos lo
que hagamos con nuestros cuerpos, aparte de ilustrarnos en romper
el silencio, en la medida en que permitimos comprender mejor la
complejidad de la realidad. El género de una persona alude al sexo
con que se identifica y, hasta cierto punto, el grado hasta el que
desea comportarse de acuerdo con tal identificación, pero lo que
falta argumentar es la necesidad de romper con esa guerra y declarar
la validez de un género disidente.69 Este no apela a un tercer género,
sino a una prioridad de género abierto que no debiera ser objeto de
rapsodia, sino de veneración por el amor sáfico. De cualquier
manera, desde el centro de la cultura popular hasta sus márgenes, lo
que para algunas personas significa un lazo de unión especialmente
íntimo70 se liga pronunciarse sobre las formas de discriminación,
incluyendo las que tienen su origen en la orientación sexual.

El asunto que nos ocupa pasa por la causa inmediata de dignificar


una conciencia de oposición y resistencia a tantos abusos. La manera
de hacerlo mediante la afirmación de la propia identidad como
especie, sólo es posible mediante el concurso con otras
individualidades complementarias. Si la sexualidad es la forma más
alta de impulso a la conservación del propio ser (Conatus suum esse
conservandi) el principio de identidad si tiene vigencia en cada
realidad existente, como característica más propia de cada ente. El

69
Tesina realizada en colaboración con la Unidad de Investigación MVANDERFRAN
70
Por regla general la relación “soregus” así entablada implica una profunda
amistad y asistencia mutuas. También se emplea como medio para establecer
relaciones homosexuales, especialmente entre muchachos que quieren emularse”.
lenguaje erótico es el nexo que tienen los organismos vivos, e
integrado en la actividad vital del nutriente antes de ser deglutido. En
la unión sexual los géneros se disuelven en cada movimiento y no se
suprime la alteridad de ninguno de los unidos, gracias a que cada uno
produce continuamente un «duplicado» de sí mismo. Lo que pasa es
que la naturaleza de esa entidad a veces no concuerda con la
biología, de modo que realmente sólo se da la identidad en la
diferencia.71

El momento en que la determinación identitaria alcanza su unidad


completa es cuando su actividad más propia diferencia al individuo
de la especie. La naturaleza no tiene y no puede tener especial
interés en seleccionar el proceso de desarrollo embriológico, así
como ningún organismo viviente que sea inicialmente una conciencia
y que luego, consciente y deliberadamente, se construya su propio
organismo.72 El átomo tiene un sí mismo, o sea que es un algo
singular y su modo de afirmarse es resistir a la división, pero la
conciencia del ser va más allá de la mera necesidad natural. Al actuar
en libertad se aleja de no afirmar nada para abrazar al Todo como
posibilidad. Esa característica del conocimiento al ser representada
por la imaginación o por el intelecto, cobra forma líquida de un modo
bastante contundente. La plasticidad con la que las personalidades
trans* ejercen su derecho a veto, viene a ser la mejor manera de
expresar su condición teleológica en el mundo. Por ello es que a la
posibilidad de una autoconciencia le corresponde, no solo el primer
conocimiento de sí mismo, orgánicamente hablando se concentra en
simultaneidad o como contingencia a la elección del óvulo.73 De
mayores la selección natural es puesta a la conformidad o a la
divergencia, en tanto que empieza ya a hablar de comportamiento
desde un aprendizaje personal.

71
M. Heidegger, Identidad y diferencia, en 1957 (ed. española en Anthropos,
Barcelona, 1989)
72
Jacinto Choza en Antropología de la sexualidad, Cap. II, La mediación cognoscitiva
del sexo: Conciencia y materia, Sevilla: Thémata, 2011.
73
Tras la selección la membrana se hace absolutamente impenetrable. Los demás
espermatozoides que incidían sobre ella son desprendidos u desahuciados por una
decisión no siempre acertada.
Ya se sabe que, a medida que los organismos van siendo más
complejos, y el aprendizaje va teniendo cada vez mayor relevancia en
el despliegue de la conducta, entran en juego mayor cantidad de
factores que no dependen de la programación genética y de la
selección sexual. Esta sería una entre tantas razones para entender el
género como algo construido, y es que cuando se tiene más
capacidad de aprendizaje se pueden tener en cuenta más factores a
la hora de decidir, y entonces que un genotipo particular se perpetúe
y otro no, depende de las decisiones únicas y libres de cada cual. En
líneas generales, entendamos que la transgeneridad estaría más
próxima a la poliandria, debido a su afán por imponer esta
correlación de fuerzas en un sentido inverso al binarismo.74 Se puede
decir que la monogamia se funda en razones ecológicas, asegurando
la continuidad en la alimentación de la prole, aunque la especie
humana parece genéticamente tan bien dotada para la monogamia
como para la poligamia. Por lo que un tercer género, no basado en la
reproducción se reconoce independiente de facto, pues ha tomado
como frente de luchas todo aquello que ningunea su área de
resonancia.75

La conciencia surge identificándose con algo de lo que a la vez se


diferencia, motivo por el que intenta reducir la subjetividad en su
mínima expresión. Esta errata convencional le cuesta al ser humano
aceptar una realidad que no le termina de convencer, y una vez
secuestrada su incremento de individualidad, queda una situación de
indiferenciación que le consume en su relación con otros sujetos y
con el mundo. De ahí que haya tanto ir y venir de la clandestinidad de
pensamiento y obra, como si no quedara otra cosa a la que recurrir
como auxilio. Por otra parte, no hay manera objetiva de ser, sin salir y
separarse o diferenciarse del principio de ser uno mismo, en su
situación más originaria. La anulación de la propia conciencia se
anula en el coito, pero se potencia en la elección de la identidad de

74
No hay ni que preguntarse por qué género tendría más candidatos voluntarios,
sexualmente hablando.
75
La prohibición del incesto conlleva un pánico al caos, así como asegura un
progresivo y patético aburrimiento y disminución del deseo sexual, entre otros.
género, o si se quiere como posibilidad de caos gozoso y creador,
más allá de su propio principio y de un final abierto. Ante una
reglamentación autónoma de la sexualidad, no se puede establecer la
diferencia entre sujeto que padece y el placer, digamos de nombrar
lo que percibe ordenado y diversificado. Desde luego, el lenguaje
sexual tiene autonomía respecto de las funciones sociales, pero se
encuentra también en relación de interdependencia con ellas. En
concreto, una afluencia hormonal adecuada debería bastar para su
culminación satisfactoria, razón por la cual hay personas que
entienden que necesitan iniciar un proceso de cambio en su cuerpo.

La discordancia entre diversos niveles biológicos es vista como una


reflexión completa sobre la sociedad como modelo, y con vigencia
transcultural. Se puede suponer que si desde hace 110.000 hasta
hace 35.000 años a. C. no se conocía la distinción de géneros, hubo
una era con una cierta analogía respecto de la que primará en el siglo
XXI, por su androginia sintética avalada por la inteligencia artificial.
Vemos como por mucho que la sexualidad sea un constructo social,
no ya de las constelaciones semánticas del siglo XVIII, sino del
paleolítico superior, el plano sociocultural no es absolutamente
independiente del biológico en el siglo XVIII, pero menos aún lo era
en el paleolítico superior.76 La filosofía trans* utiliza el simbolismo
sexual como modo de expresión cívica, estética y bioética, dado que
los aspectos periféricos de las costumbres alientan a neutralizar a la
sinrazón. Cuando la identidad de género aparece con una existencia
más bien adjetiva, se consigue más éxito, no sólo evitando el
enfrentamiento normativo, sino porque la determinación de lo
relevante complementa una realidad cada vez más autonomatizada.

Pero, ciertamente, al contemplar los fenómenos complejos antes de


su acontecer, apreciamos que las cosas podían haber sido de otra
manera, pero para ello los procesos de crecimiento orgánico no
deberían haber caído en manos tiranas. La superioridad moral trans*
sobre la historia proviene de su mayor grado de formalización y de

76
Michel Foucault en Historia de la sexualidad, Siglo XXI, Madrid, vol. l (1ª ed.
francesa, 1976)
«completitud», si bien es muy arriesgado concebir los procesos de la
naturaleza como el parangón respecto de los fenómenos encajados
en una formalización plena. En un mundo tan reciente, como
pensaba García Márquez, que todo está por definir previendo un
mismo momento compartido. A lo largo del proceso de reasignación
de sexo, los principales aportes de la sociología a la comprensión de
la transexualidad, tienen un papel para apostar por una conciliación
donde mirarse. No debe descolgarse el caso del Dr. Magnus
Hirschfeld, quien inauguró el Instituto de Ciencias sexuales, el
primero en el mundo en ofrecer asesoramiento médico y psicológico.
Transformar el paradigma sobre cómo construir una alternativa no
pasa por automatizar el rápido avance de la tecnología, sino
realizando un trabajo educativo no formal, del cuerpo deseado y del
cuerpo deseante. Dicho de otra forma, pudiera suceder que la toma
de decisiones automatizadas facilite información significativa sobre la
lógica aplicada, salvaguardando las libertades y los intereses
legítimos del interesado.

Se anuncia una sexualidad mediada, del paso de la relación virtual a


encuentros sexuales sin necesidad de estar en pareja, y
posteriormente a la gran presencia de robots domésticos. Las
fantasías sexuales podrán hacerse realidad: cada uno podrá
descargarse en su dispositivo de realidad virtual ciertas
características físicas de cómo quiere que sea su pareja de ficción.
Según un estudio, las personas seguirán teniendo contacto entre sí,
pero poco a poco las relaciones emocionales se irán separando del
sexo, pero no habla de sustituciones de género. No cabe duda que, si
todo entra por los ojos, la civilización post-Satisfyer no concibe el
sexo sin máquinas y un cambio de sexo dejará de ser tabú, si es que
todo llega a simplificarse a la carta. Hoy se publicita un alma robótica
que anima su cuerpo mecánico y está programada “para satisfacer
las fantasías sexuales más salvajes” y sus prioridades son “amar,
honrar y respetar” a su dueño humano “por encima de todo”.
Tengamos en cuenta que la inteligencia artificial colabora con
juguetes especializados que estéticamente estimulan, ayudan con
masajes y serán terapeutas.
Entre las grandes patologías eróticas se encuentran, sobre todo, los
problemas de deseo sexual, que utilizando cierta tecnología y varias
veces al día compulsivamente, no hay una satisfacción completa. Con
todo, el objetivo de la sexualidad cumple una función de descarga
fisiológica, en detrimento de la afectiva, cuya vigencia no consta en
las experiencias inmersivas con robots que respondan a los estímulos
eróticos. Es justo considerar algún grado de afectación por variables
relacionadas con las dinámicas de la Realidad Virtual, porque abre
nuevas discusiones disciplinares, de confrontación e intensidad por
su extensión. Por eso es importante innovar y avanzar en el
planteamiento de metodologías, desde la comprensión psicosocial de
los contextos y las personas. Así, como planteamos identificar si la
producción de contenidos en Realidad Virtual, documentan historias
de vida, entre el colectivo trans* como la generación de expectativa.
Según las necesidades sean atendidas, la reconstrucción de todos los
géneros serviría a este fin sin perder el hilo del relato que se va
realizando a través también de las redes sociales.

Desde este momento se debe tener claro que, para el desarrollo


personal, una evidencia empírica es la prueba del algodón para
ejercer cambios en las respuestas emocionales. Toda vez que,
socializaciones colectivas se vayan a realizar en torno a la integración
de la transgeneridad, la experiencia lograda adoptará una dimensión
de estudio psicológica enfocada en las reacciones emocionales y la
Realidad Virtual en contextos de correspondencia. De la misma
manera que para la preservación de una cultura, la dimensión
afectiva de la persona se ha reflejado, a su vez, en su inclusión en la
configuración de su identidad. Se dice que en el régimen emocional
tecnológico hay un régimen de intensidades emocionales, en el que
importa la cantidad de emoción, mientras que el régimen tradicional
es sobre todo un régimen de cualidades emocionales. En este
sentido, no parece factible entender las emociones por géneros, sino
entre las lógicas emocionales propias de cada personalidad.77

77
González, A.M. (2013) Introducción: emociones y análisis social. In L. Flamarique,
& M. D’Oliveira-Martins (Eds.) Emociones y estilos de vida: radiografía de nuestro
tiempo (pp. 13-24). Madrid: Biblio-teca Nueva.
Las implicaciones derivadas de una articulación emocional se hacen
eco de la resonancia emocional que adquieren en la constitución de
la subjetividad, lo que supone un paso más en la adaptación e
integración corporal de la tecnología al usuario. De aquí que significa
implementar el respeto a la dignidad de la persona, su integridad y su
individualidad, de forma justificada y actuando en coherencia. Sin
duda, nos referimos a un diálogo constante con uno mismo y con el
entorno, en tanto que las situaciones complejas representan una
oportunidad para apreciar el compromiso con aquellos valores recién
construidos, gracias a la existencia de incertidumbres. En dicho
proceso, la conciencia del “querer ser” es un constructo dinámico que
se concibe como elemento esencial para inferir o el elenco de
conocimientos integrados en la identidad de género. Las
herramientas digitales permiten mayor interacción social desde el
anonimato y el respeto a lo desconocido, anulando en lo posible
prejuicios y sesgos. Luego, aunque hubiera divergencia, la segunda
fase sería la revelación de significatividad que cada quien otorga a
cuánto conoce, mostrando la verdad tal cual se manifiesta. No en
vano, será de vital importancia recuperar aquellos entes que
contribuyan a la democratización del pensamiento y de reflexividad.

La ciudadanía trans* se presenta actualmente como paradoja versus


la necesidad de permanente seguridad, no de modo enciclopédico,
pero muy organizados bajo el propio hacer y hacerse, con mayor
superficialidad y liquidez. De ahí la importancia cada vez más
relevante de la gestión biopsiosocial, generando riquezas de ideales
tangibles y con toda la buena voluntad de intervenir y controlar
precisamente esas condiciones. Lo antedicho supone un reto de alto
nivel para la educación y la convivencia, acometiendo de verdad el
debate entre tecnofílicos y tecnofóbicos, por ser una plataforma por
cuanto ese proceso refleja. El núcleo del debate acerca de las
competencias necesarias para moverse en este mundo, no binarista
ni científico y su corruptela, gira sobre la versatilidad e inmediatez,
pero también frente a una incertidumbre y ansiedad hasta ahora
silenciadas. En suma, la liberación es algo técnicamente probable,
pero algo distinta de la que conocemos, pues cuanto más global sea
nuestra perspectiva más capacidad de actuar.
En plena revolución feminista, el foco de atención lo centramos en el
concepto de las nuevas identidades, para consiguientemente
desmontar lo aprendido conjuntamente y para reevaluar metáforas
generadas con la yuxtaposición de géneros. Ya es historia lo genérico
al servicio de todo lo que correspondía al ideario de aquel entonces,
delimitando un espacio hostil y de burla, donde cada una decide
sobrevivir a un nivel más personal. Cómo conseguir un máximo de
una forma más sencilla que permita observar los detalles que dan la
excelencia, si se modifica parte de su estructura mediante un acto
contiguo de sobrevaloración. Esta real familiaridad monótona, no
dejaría indiferente a nuestra capacidad creativa, de encontrar
caminos de desarrollo que nos haga llegar a replantearnos las
mismas, u otras preguntas. Una buena aclaración hablará de dos
soportes que son los que oscilan entre la forma narrativa y la manera
de complementar su comprensión con el uso de metáforas visuales.
En el caso de buscar dar una tonalidad más colorista y figurativa a la
lucha igualitaria, a la recreación hipotética habría que sumarle
componentes, que comúnmente procedían de una apropiación y
deformación poética.

Lo que significa una identidad que desmiente su sexo biológico, en


definitiva, es expresar ampliamente la reasignación deseada sobre
una densa convergencia. Las normas al ser un constructo artificial
que no responde a la auténtica identidad genérica y sexual, son
susceptibles de desbordamiento por su rigidez y, cada género por su
concepción naturalista, negaría la intromisión en su subjetividad. La
identificación de un sexo determinado en casos de intersexualidad
asocia una legitimidad como una anomalía libertaria, no privativa ni
dispuesta a enajenarse por las corrientes constructivistas que
sostienen que el género es una adaptación a un estilo de identidad.
De hecho, el psicoanálisis comprende que la sexualidad nunca puede
ser totalmente capturada por ninguna regla, más bien se caracteriza
por su desplazamiento que emerge de improviso en un campo de
restricciones78 y sobre todo de posibilidades inacabadas. Lo real y
fascinante, sin duda, es la fuerza subterránea, invisible, que moldea a

78
Claudia Truzzoli en Desbordando el género y el sexo, Cuestiones de género: de la
igualdad y la diferencia. Nº 12, p. 425, 2017.
las personas y sus pensamientos,79 pese a la confusión entre la
autonomía de la imaginación individual y la objetividad de la sucesión
cronológica de los acontecimientos. Precisamente en esa llamada
metafísica del orden irracional, la especie no puede ser atrapada sino
mediante una nueva forma continua, renovándose.

79
Broch en Los sonámbulos se expande más allá de la caracterización psicológica
como un reflejo de esa seriedad, en una especie de juego de disfraces o bien un
baile de máscaras.

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