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Monólogo Ricardo tercero

Ahora el Invierno de nuestro descontento

Se ha tornado en glorioso verano, gracias a este sol de York,

y las nubes que se cernían sobre nuestra casa,

yacen en el seno profundo del océano.

Ahora nuestras frentes están ceñidas con guirnaldas de victoria;

nuestras abolladas armas, colgadas están como monumentos.

Nuestras sombrías alarmas, trocadas en alegres fiestas,

nuestras terribles marchas, en deliciosos pasos de baile.

El rostro ceñudo de la guerra ha suavizado su fruncida frente,

Y ahora, en vez de montar armados corceles que enseñen el miedo

en el alma del feroz enemigo, se brinca ágilmente en la alcoba de una dama,

con lascivo deleite, al son de un laúd.

Pero yo, que no estoy formado para proezas de amor ni hecho para

Cortejar un amoroso espejo, yo, burdamente modelado y manco de apostura

Para lucirme ante una ninfa libertina y retozona,

Yo, amputado de esa bella proporción, estimado en mi aspecto por la mendaz naturaleza,

Deforme, inacabado, echado antes de tiempo a este anhelante mundo,

tan rengueante y fuera de lugar que me ladran los perros, cuando ante ellos me paro.

Yo, en estos bucólicos tiempos de paz, no encuentro en qué pasar el tiempo,

Excepto mirar mi sombra al sol y cantar mi propia deformidad.

Y puesto que no puedo actuar como galán para entretener estos blandos y dichosos días,

He decidido actuar como villano, y odiar los vacíos placeres de estos tiempos.

Conjuras he tramado, peligrosas sospechas, con delirantes augurios y velos y sueños, para poner a
mi hermano Clarence y al rey, en mortal odio uno del otro.

Y si el rey Eduardo es tan sincero y justo, como yo sutil, falso y traicionero, Clarence será hoy
estrechamente enjaulado, porque yo ante el rey auguro, que de sus hijos, G será el verdugo.

Bajen pensamientos al fondo de mi alma. Aquí llega Clarence

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