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Con la radio y el tren se anda con cuidado.

“foco, foco, ladrillo. Foco, foco, ladrillo” pensó Georgina, entonces se rasco su oreja y continuo con
su conteo. No lo hacía porque ella fuera una tonta y no supiera que mas hacer al momento de ir
sentada en el metro, sino que ella pensaba que haciendo eso el tiempo transcurriría más rápido;
además, no le quedaba otra opción, pues a las cuatro de la mañana, a dos grados centígrados y
con la plena luna surcando los cielos, era poco probable que alguien mas entrara en el
subterráneo al mismo metro en que Georgina viajaba y poder así entablar una conversación; así
que, como no había nada mejor que hacer, continuo su conteo a través del cristal de la ventana
del metro.
“Foco, foco, ladrillo, foco, foco, ladrillo.”
Entonces su monótona practica se vio interrumpida por un suceso poco frecuente, pues una ligera
interferencia sonó a lo largo del ferrocarril, esa interferencia ruidosa que se crea al no sintonizar
ninguna estación de radio, seguido por lo que parecía ser la voz de un cantante, después mas
interferencia y una vez más la voz de otro cantante.
Todo parecía normal. No había nada fuera de lo común. Todo era exactamente igual a como
debería de ser.
Después de dejar el metro, Georgina iría al parque, cruzaría la tienda de abarrotes, pasaría por
enfrente de la calle en donde se posan las prostitutas, tomaría un taxi y llegaría a su vecindario
donde la esperaba su fiel mascota pez y el periódico matutino, y después de una larga jornada de
trabajo como bar tender, se recostaría en su cama para descansar hasta tener fuerzas para la
siguiente noche. Claro, la vida de una jovencita de veintiún años.
Todo estaba en calma, Georgina sentía el movimiento ligero del ferrocarril avanzando por las vías,
escuchaba distante el deslizar del vagón por el subterráneo. Era una fortuna que el servicio del
metro estuviera activo las veinticuatro horas del día, ya que si no lo estuviera, solo Dios sabría
cuantas manzanas tendría que caminar la jovencita; pero no, aquello era irrelevante.
Fue entonces cuando el ferrocarril llego a la estación San Marco. Poco a poco el tren se fue
deteniendo hasta desacelerar completamente. Sobre esto, Georgina ya sabía lo que sucedería; las
puertas se abrirían durante dos minutos y nadie entraría, después se cerrarían y llegaría hasta la
siguiente estación, luego de esa una más y en aquella bajaría para seguir con su larga caminata a
través de la ciudad. Sin embargo, esta ocasión sucedió algo diferente. Georgina, que se
encontraba sentada justamente enfrente de las compuertas del vagón, pudo distinguir una figura
tendida en el piso de la estación al momento en que se abrieron las puertas. Era un vagabundo, un
pobre hombre recostado en el suelo.
“Estará durmiendo” pensó la joven y entonces, fue tan extraño este acontecimiento para ella, que
alzó ligeramente su cuello e irguió la espalda para poder contemplar mejor aquel individuo
dormido. El vagabundo vestía unos pantalones sucios y arañados, desteñidos con un ligero tinte
color verde pistache y varios suéteres y chamaras de múltiples colores, que de seguro, habían sido
robados o encontrados en sus andares por la calle, mas ella reparo específicamente en la última
prenda que vestía el hombre, un abrigo gris y rojo carmín, una extraña combinación de colores,
pero colores tenia al fin de cuenta. El abrigo se veía esponjoso y caliente, a lo que Georgina supuso
que el vagabundo estaría durmiendo cómodamente aquella noche, entonces fue, que a 7 metros
de las puertas del tren y el vagabundo, estas se cerraron y el ferrocarril continúo su camino.
Extraño, era extraño. Normalmente no veía a nadie a lo largo de su recorrido nocturno por tren,
mas esta vez le dio gusto que sucediera algo diferente y de hecho esto, causo la ligera idea en
Georgina de que tal vez alguna otra cosa novedosa sucediera aquella noche. Pero no, en ese
momento no. Transcurrieron catorce minutos de recorrido y todo continuaba normal. De nuevo,
se volvió a escuchar aquella pasada interferencia de radio y después, la voz de un locutor que
decía.
-Por ese motivo, se opto por la demolición que se efectuara el siguiente día doce de diciembre a
las tres de la tarde en la calle Cardenal esquina con Roma. Si usted tiene algún compromiso ese día
y se le ocurre transitar por alguna de esas vialidades, le sugerimos reforme su agenda laboral con
el motivo de impedir retrasos. –concluyo el locutor. -En otras noticias, se nos ha dado el
comunicado de que un preso del hospital psiquiátrico Rog Fardas ha escapado de su asilo y se
encuentra prófugo en las calles. Le sugerimos tenga extremo cuidado, se le considera como un
sujeto altamente riesgoso. Sufre trastornos de doble personalidad y ataques de violencia
repentinos. Los comunicados nos han mencionado que se le ha visto por plazas y cerca de
escuelas, le pedimos su colaboración… -y ya no escucho más. A Georgina no le gustaban ese tipo
de noticias, le parecían sumamente abrumadoras y además ella se ponía nerviosa, sobre todo
cuando el año pasado se dio la noticia de una brecha infecciosa a causa de un derramamiento de
desechos tóxicos que realmente fue una mentira por un radioescucha que llamo al programa de
radio exaltado dando el falso aviso. Pero no, a Georgina no le interesaban mucho esas cosas. De
hecho, no le interesaba nada sobre las noticias en general. Vivía sola, trabajaba para mantenerse a
sí misma y lo menor que le interesaba en ese momento era preocuparse por noticias de alguien
más, que va. Así que la joven simplemente se levanto de su asiento, se sacudió el largo abrigo que
le gustaba usar al salir del trabajo para protegerse del frio, dio dos pasos al frente, uno atrás, luego
otro más largo y se volvió a sentar. Deseaba estar en casa, deseaba estar en su cama y dormir,
para luego despertar y alimentar al pez. Una vez tranquila en su asiento, continuo haciendo el
conteo cíclico de focos y ladrillos que se lograban divisar a lo largo del túnel subterráneo. De
pronto, un oscuro invadió el ferrocarril, pasaron dos segundos y nuevamente se volvió a iluminar.
Una vez más sucedió lo anterior treinta segundo y un oscuro más de dos segundos momentáneos,
haciéndose aquella acción cíclica. El ferrocarril había entrado en la sección del subterráneo en
donde aparecían señalamientos para el tren y diversos anuncios direccionales, los cuales hacían
interferencia con el sistema eléctrico del vagón y causaban aquellos frecuentes apagones. Mas
todo esto Georgina ya lo tenía contemplado, incluso sabía exactamente el tiempo entre apagón y
apagón, ya que como cada anuncio se encontraba a la misma distancia, solo le bastaba contar
entre oscuro y oscuro para así poder tener la cuenta. En ese momento era cuando el viaje se hacía
más pesado, ya que pese a la obscuridad de aquel tramo, a ella se le hacía imposible realizar su
lectura de focos y ladrillos. Así que sin nada que hacer, simplemente permaneció sentada y
aburrida anhelando llegar a la siguiente estación, esperar dos minutos más y moverse a la
siguiente parada.
Cuando llegaron a la parada Gabriel García, todo fue normal. Las puertas se abrieron como de
costumbre y nadie entro, como siempre. Pero esta vez, otro nuevo suceso ocurrió.
Al fondo de la estación se lograban ver las escaleras que subían a la superficie y terminaban en las
calles de la ciudad y en ellas noto, que una sombra extraña y humanoide se proyectaba en la
pared. La sombra se hacía más pequeña y entonces Georgina pensó.
“será un hombre que va subiendo las escaleras”
Pero cambio su pensamiento cuando se dio cuenta de que la sombra dejo de moverse y se
mantuvo estática, rígida. Luego de unos segundos, la sombra volvió a moverse, pero esta vez se
hacía más y más grande.
“A empezado a bajar” dijo para sí misma, y así fue. Al cabo de un momento se escucho un ligero
taconeo y un hombre surgió de la sección de las escaleras.
Georgina lo vio a lo lejos. Era viejo, alto y viejo, viejo en comparación a ella, ya que a lo mucho se
le podrían comparar cincuenta años a aquel hombre. Vestía un abrigo también de color gris.
Parecía ser una persona seria y tranquila. Tenía un periódico arrugado y doblado a la mitad en su
mano derecha y un ligero cojeo acompañaba su paso, igualmente del flanco derecho.
A Georgina le sorprendió ver que aquel hombre de edad media avanzada tuviera su cabello negro.
Era liso, sin un solo rastro de cana. El tipo tenía suerte.
-Buenas noches. –dijo el hombre al entrar en el vagón y respondiendo, la chica dijo.
-Buenas noches.
Entonces el viejo camino lentamente acentuando su cojeo hacia la banca en donde se encontraba
sentada Georgina y a un metro y medio de distancia, el hombre se sentó.
Al estar cerca de ella, la chica pudo distinguirlo mejor. La nariz del hombre era afilada y aguileña,
podría tener descendencia francesa, pero su color de piel era ligeramente moreno, pero
definitivamente no era blanco afrancesado. Inmediatamente transcurridos los dos minutos, las
puertas se cerraron y el tren continúo su recorrido.
Georgina metió la mano en el bolsillo del abrigo para poder contemplar la hora. Eran las cuatro y
treinta y cuatro de la noche, o mañana; dependiendo de cómo lo quisiera ver ella.
-Disculpe, ¿Qué hora tiene? –Parecía ser, que el hombre se había pectado de la acción que había
hecho la chica, entonces Georgina volvió a mirar la hora en su celular para rectificar y se la dijo –
Gracias. –le contesto amablemente.
Inmediatamente de eso, el anciano tomo su periódico y lo abrió con su propio estilo sonoro.
-Bonita noche, ¿no?
Bien, una conversación. Ahora la chica no tendría que aburrirse tanto.
-Sí, aunque siempre son iguales.
-¿Iguales? –pregunto extrañado el hombre. – ¿Cómo sabe eso?
-Viajo seguido en tren, así que las cosas a esta hora no se mueven mucho por aquí.
-Oh, vaya. –y concluyendo con eso, volvió a girar la vista hacia su periódico. Pasados unos
segundos, el hombre pregunto nuevamente. -¿Y por que viaja seguido a estas horas de la noche?
Le pareció extraño que el tipo preguntara aquello, se suponía que los ancianos son prudentes y
discretos. Eso no significaba que la pregunta haya sido indiscreta, al contrario, era normal,
simplemente le pareció extraña.
-Trabajo en un bar enfrente de la estación Dinamarca. Dynamic. –Pronuncio en ingles – ¿Lo
conoce?
-No, la verdad no. –y esa respuesta hizo que Georgina enmudeciera.
-Oh, bueno.
La serie de apagones eléctricos volvió a apoderarse del ferrocarril y fue ahí, cuando Georgina se
dio cuenta de que el hombre miraba extrañado a su alrededor, como si no supiera lo que sucedía.
-Es solo una interferencia que aparece cuando el tren pasa por los faros subterráneos.
-Sí, algo así había escuchado del metro –Dijo mientras que miraba a su alrededor y doblaba el
periódico posándolo a lado suyo.
-¿No había viajado antes en tren? –pregunto la chica con asombro.
-Realmente no salgo mucho de mi casa. Casi nunca.
A la chica le pareció extraña la respuesta. Ahora que lo pensaba el tipo era raro en sí. – ¿Puedo
tomar su periódico un momento? –y acercándolo un poco más a ella, se lo dio.
-¿Cómo se llama, señorita?
-Georgina. ¿Usted?
-Ludo, me dicen Ludo. –entonces el hombre la miro fijamente un momento. – ¿Podrá leerlo con
estos apagones?
-Claro, tengo buena vista nocturna. –dijo orgullosa la chica.
Georgina le dio varias ojeadas y vueltas al periódico, hasta que encontró una página que hablaba
del prófugo que se había escapado del hospital psiquiátrico. La leyó rápidamente y pregunto
después. – ¿Qué tal le parece la noticia del paciente que se escapo del hospital?
El hombre dio una risa ligera y bonachona. –¿El loco del manicomio? Son solo tonterías. A los
periódicos les gusta exagerar las noticias, aunque dicen que es muy peligroso.
Georgina asintió. –Sí, aquí dice que se le encerró por haber asesinado a varias personas.
-Sí, algo así sabia.
-¿Trabaja ahí? –ahora era el momento de que ella hiciera las preguntas.
-Pues conozco algo del lugar. –dijo sagas el hombre. Después de eso, Georgina volvió a leer la
noticia.
-“El pasado miércoles, dos de diciembre el psiquiátrico Rog Fardas dio el comunicado a las
autoridades policiacas de que uno de sus internos más peligrosos había escapado silenciosamente
en horas de la noche de sus instalaciones. El jefe del hospital y coordinador general mencionó que
al paciente se le consideraba en estado de cuidado especial y se encontraba bajo tratamiento
intensivo, ya que su historial estaba marcado por diversos asesinatos en serie y numerosos
ataques a la comunidad… -entonces la chica se vio interrumpida por la sonora interferencia que se
produjo en el tren, seguido de la voz del locutor que Georgina había escuchado anteriormente.
Ambos levantaron la vista a la bocina.
-Reporte especial. El cuerpo de seguridad del estado nos ha dado señas particulares para
identificar al presunto paciente que recién ha escapado del hospital psiquiátrico Rog Fardas.
-Parecía ser, que la noticia era más importante de lo que parecía. Quizá, el loco era realmente
peligroso. Pero esto a Georgina no le interesaba, ya que en su ciudad no había ningún manicomio
de locos asesinos. Ella vivía en la ciudad de Santa Martha, mientras que todo esto sucedía en la
ciudad vecina de Cantera. El locutor continúo diciendo. –se aconseja que cierre puertas y ventanas
de noche ya que se nos ha informado de que este asesino comete sus crímenes a horas nocturnas,
le sugerimos tener extremo cuidado. Y las señas particulares son: Tiene una edad de cincuenta y
cinco años, cojea de la pierna derecha, se le vio por última vez en la ciudad de Cantera vistiendo
un abrigo color gris, su nombre es Ludovico Nájera Gutiérrez y se vio por última vez en la ciudad de
Santa Martha… –Y poco a poco el sonido se fue haciendo lejano para la chica. Fue entonces
cuando Georgina sintió que le dio un vuelco el corazón y se le hizo un nudo en la garganta, soltó
un alarido y luego, entrando en una de esas secciones obscuras del subterráneo, alcanzo a ver,
antes del oscuro, el rostro de aquel loco, sonriéndole, mirándola fijamente.

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