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Canción Infinita
(Libro de versos)
Puno-Perú
1928
Este libro es alivio fraternal para las
almas selectas conscientemente comprensi-
vas; un cáncer para las inteligencias oscu-
ras que presumen de omnipotentes.
PRÓLOGO
* Juzgo oportuno indicar que los conceptos aquí expresados son absolutamente
originales de su autor.
terpretado e interpreta con intuiciones discutibles y con errores
efectivos: la vida, la muerte, la materia pensante e inerte, palpitan en
esencia en el pensamiento, en la conciencia supremamente creadora
de la unidad ilimitada del Tiempo y el Espacio. Las creencias
religiosas y todas las posibilidades y teorías metafísicas, verdades,
escepticismos y exaltaciones caóticas de la mente humana, que han
nacido con el Universo y que se hallan siempre sujetas al análisis de
la idea superior, se desplazan y disminuyen en fuerza divina e
ideológica ante la realidad suprema de la unidad del Tiempo y el
Espacio; grandioso dominio hacia el cual no ha llegado ni llegará la
voz de ningún pensamiento terrestre.
Canción Infinita
I
Estoy de vuelta,
de muy lejos de la vida.
Traigo en mi alforja
un puñado de todas las cenizas.
He golpeado taciturno
los caminos sedientos de tragedia.
Poliforme trajín
de esa mecánica comercial.
Sombría oscilación de sueños.
Martilleo incesante de tumbas.
Todas las tintas ensayan
sus colores sobre los horizontes.
Un siniestro labrador
ha pasado tres veces
su arado sobre mi corazón.
II
Rompe al alba su cáscara de luz.
Amanece.
Sobre los campos, el Sol
derrama cántaros de vida.
Despierto saboreando
el pan amargo de los días.
Mágica danza de la suerte.
En mi cámara oscura
ronda la alquimia del enigma.
VI
Me encuentro solo.
Zurzo y enmiendo
los harapos de la existencia.
Veo distinto el cuadro de las cosas
y hasta la torre
de mi destierro viste traje nuevo.
Con el incendio de mis cantos
adivino mi nombre
en la línea quebrada de dolor.
VIII
Remolino de ensueños
en el cinema rutilante
De este día hecho pedazos.
Están cansados mis sentidos
y siento frío
en la hoguera de mis nervios.
Vaivén de fuerzas
en la química del silencio.
IX
Despiertan mis ojos
con el deseo de un extraño dolor.
Radio viajero
de paisajes ignorados,
mientras las horas caminan
como locos cementerios.
Quito mi lámpara
del charco donde buscan luz
todas las pupilas.
Dinámica de mi alma
en el poliedro
giratorio de la existencia.
Tengo prendidas las manos
del tic-tac de los alientos;
respiración desigual
en alta torre sin peldaños.
Yo siento en mis nervios
el calor de un Sol que viaja
fuera de las distancias.
X
Ni una línea,
ni una vertical amiga
en el plano oscilante de mi soledad.
Espejo fugaz de la mañana.
Siento apenas las contorsiones
del esqueleto musical del recuerdo.
Cesa mi pluma de pintar
en el circo cotidiano de los orbes.
XI
Estoy de viaje
cargando sobre mis hombros
al mendigo de la noche.
Centinela huraño
que parte en dos las maniobras
de mi sueño ultraterrestre.
Hoy, como nunca, trazo
mi ruta fuera de los sentidos.
Alguien trajina.
Es el cincel invisible
que taladra en el seno de la Tierra.
Alma de fuego que marcha
y piensa en todos los caminos.
Oigo sus campanadas victoriosas,
mientras la rueda de mis nervios
araña la escalera de los siglos.
Yo llevo mi canción
hacia un dominio donde jamás
se oyó la voz de los hombres.
XII
Zapateo el total de los seres.
Máscara poliforme
que siempre veo y desconozco.
Hoy la noche, más sola que nunca,
ha puesto sus ojos
en mi largo camino de luces.
XIII
Parto en dos el harapo
arrogante de las horas.
Me siento más fuerte
que nunca en este agitado
comercio de motores dispersos.
XIV
Miro lo ilimitado. Caminan mis ojos
a la estación de todos los viajeros.
I
Estoy fuera del Mundo.
Reflector rutilante de mi vuelo.
Mis tintas escriben
en los talleres de la inmensidad.
No existe termómetro
para la fiebre de mis himnos.
No soy vivo ni muerto;
soy una chispa del tiempo…
II
A dónde voy?
Más larga que la ruta
de los astros es mi viaje.
En la escala desigual
del rodar cotidiano
no tiene cita ni estación.
Horario fijo
de mi lámpara centinela.
Bajo el foco candente
de mis ojos desfilan los viajeros
como signos vacilantes
de una vieja geometría.
Puñados de mensajes
sobre las crines del viento.
III
Nadie escucha, reza ni canta.
Ronda mi alma
en la órbita de su destino.
Antenas de mis nervios
aisladores de relámpagos.
En el garfio luminoso
del análisis suspendo las cenizas
suplicantes de los siglos.
Rotación permanente
de mi perspectiva total.
En cada sitio de la Esfera
deja sus huellas la afirmación
victoriosa de mi credo.
IV
Despierto con el alma
puesta en todos los sentidos.
Doy cuerda al motor
de mi pensamiento
contra mil cabezas centinelas.
Subo cada vez más arriba
y ya no encuentro escalera
para llegar
a la cima de mi dominio.
Ceso de eclipsar velocidades.
Con polvo de tumbas
pinto mi auto-retrato vencedor.
V
Se despedaza la esperanza.
No importa. Estoy feliz
con el drama de mí mismo.
El sarcasmo del destino es ya
viejo polvo del circo de mi alcoba.
VI
Cierro las puertas del libro.
Traficante usurero
que sigue noche y día
las huellas sin retrato de mi paso.
Todo lo comprendo.
En mis sentidos, quedan todavía
migajas de la acústica
ondulante de los seres.
VII
Soy siempre el mismo.
El ruido potente de fábricas
no interrumpe en nada
el verbo tranquilo de mi oración.
Entre montañas y pampas fornidas,
saltando manojos de estrellas,
llego preciso al cerebro de mi altar.
Ya en rincón-asilo de ciegos dejo
el cesto mendigo de las filosofías.
Templo sin público
de mi mapa totalizador.
En vano conmigo ese derroche
de luces variadas, vagones eléctricos
y pájaros de acero.
A mi soledad rodeada de llamas
no llamo a sombras movibles
del paisaje cotidiano.
En la bujía pensante del Universo,
soy dueño de una llave
que nadie ha conocido.
VIII
Con un faro de luz en cada brazo,
desciendo del dominio de mi Religión.
No escucho a la Tierra,
ni a la Vida, ni a la Muerte.
Con ademán gigante trituro
entre mis dedos el escudo de armas
de mil dioses y demonios.
Cierro el almacén de preguntas
del pasado y del presente.
IX
Repleto de signos magnéticos
está la telepatía de mi silencio.
Alfabeto mudo de todos los idiomas.
Rompiendo el cartel de nuevos avisos,
voy cortando las garras
al verdugo inclemente de los relojes.
Tambor sinfónico
de la noche en vigilia.
Entre las rejas cíclicas
de mis neuronas detengo el vértigo
de numerosas llaves y vagones.
Cierran sus puertas pordioseras
los libreros vendedores de conciencias.
Al fin llegamos.
El mágico timonel ha roto
entre sus dientes
los negros cuchillos de la Esperanza.
Nuestras plantas amasaron sin tregua
al zig-zag de la ruta traicionera.
Ya la esponja del viento caritativo
nos enjuga el sudor de la faena vencida.
Al fin llegamos.
Tañen sonoras las campanas
de nuestros corazones,
pregonando el triunfo
a la santa alegría de los horizontes.
Soñador
Tragedias de olvido.
Telarañas de recuerdo.
Cascadas de gritos mendigos
sobre la acústica analítica
del pabellón solitario.
Diabólica simetría ambulante.
Acá y allá, fantasmas burlones
juegan a dados con la muerte.