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“Gor de los gue teen que I sgueda sempre sempre dif /muchas veces dramética ya veces insatisfactora de significacio- nes es sxactamente lo que nos compete a las personas’, escribe Graciela Montes. La froatera indémita retoma dos constantes que atraviesan la obra de esta singular autora argentina: la idea de que la infancia es, mis que un periodo biolégico, un estadio determinado culturalmente, y 4a conciencia del papel que desempefia en la cultura la dicotomia fantasta/realidad, entendida como la oposicién entre dos conceptos que, socialmente utilizados, posibilitan 0 inhiben determinadas cexperiencias. Escrites con frescura y belleza, los textos que componen La fron- ‘era indimita giran en torno a la construccién y defensa del espacio poético,un espacio en el que Montes percibe las regiones més vital- ‘mente importantes de la experiencia humana. Es el que permite la creacién artistca, pero sobre todo que posibilita a cada uno de ‘nosotros convertir la cultura en experiencia y no en un enorme ccementerio de saberes socialmente necesarios 0 prestigiosos. Por eso Montes combate de manera tan decidida por construir y defender ese espacio, especialmente en el terreno de la educacién. Asi su busqueda de la significacion propia se torna propiciatoria de espacios donde otros, nifios 0 adultos, busquen y construyan sig- nificacion. FonDo DE CULTURA ECONOMICA www.tce.com.mx La frontera indémita Montes La frontera indémita En torno a la construccién y defensa del espacio poético ~ Graciela Montes FoNDo DE CULTURA ECONOMICA ESPACIOS PARA LA LECTURA Girt Si Mone narrado- ra, ensayista,editora y traduc~ tora argentina, ¢5 ana de las auto- ras mas representativas deli nueva literatura para nifos y j6venes en ‘América Latina, Ha publicado més de treinta libros para este pablico, y tuna novela para adultos, El umbral. También El corral de la infancia y diversos ensayos sobre campos re- lacionados con la educacién y la li- teratura para nifos Recibié en varias ocasiones el premio de atm, elaccésit al Premio Lazarillo en 1980 y fue Lista de Ho- nor del rsy. Recibié el Premio Fantasfa en 1996 y la Mencién Es- pecial del Premio José Marti de Costa Rica. Sus libros han sido se- leccionados y recomendados por la Internationale Jugendbibliothek de ‘Munich, por Fundalectura-de Co- ombia y por el Benco del Libro de Venezuela. Fue candidata por la Argentina al Premio Internacional Hans Chris- tian Andersen en 1996 y 1998. Entre sus libros de ficcin desta- ‘can Donia Clementina Queridita, la Achicadora, Historia de un amor texagerado, ¥ el Arbol siguié crecien- do, Tengo un monstruo en el bolsill, 1a verdadera historia del Ratdn Fe- oz, Clarita se valvié invisible, La guerra de los panes, Otroso, A la sombra de la Inmensa Cuchara, ‘Aventuras y desventuras de Casipe- 170 del Hambre, Venancio vuela ba- ito, La venganza deta trenza, Es autora de varias colecciones de divulgacion para nifios, entre ellas “Entender y participar’ “Una his- toria argentina para los, que quieran saber de que se trata” y "BL golpe y los chicos’. Tradujo, entre otras obras, Alicia fen el Pais de las Maravitlas, Los ‘cuentos de Perrault, Huckleberry Finn, yla obra de Marc Soriano Li- teratura para nifos y jévenes, gua de exploracién de sus grandes tex rmas,en la que incluyé ademés eo- mentarios y notas. Otros titulos de la coleccién Espacios para la lectura Cultura escrita y educacién Canversciones con Emsia Ferro [Nuevos acercamientos a las j6venes yilalectura Michée Petit Cultura escrita, literatura e historia (Conversaciones con Roger Chartier La literatura como exploracién Louise Rosenblatt (cn preparacién) iDéenlos leer! Genevieve Pate Edicin revisada y aumentada {en preparacién) hho sospechas, esperanzas, lanza sus anzuelos desde la tapa, desde su peso, su forma, sus colores, sus dibujos. La voz te- vela 0 esconde, sobresalta, sediuce. Ha sido asi en los comienzos, cuando las palabras eran so- lidarias con las cosas. Todos tuvimos un instante de cuerpo a cuerpo, algin hueco en la almohada, un atisbo de libro de tapas rojas. La memoria de esos cuerpos, aunque abrumada por el escombro, todavia nos pertenece. Claro que es més facil jugar el juego del amo y del esclavo que hacer silencio y dejar que se abra la memoria. (Buenos Aires, 1994) 68 El destello de una palabra Lectores y lecturas. El espacio del lector se va construyendo de a poco, de manera desordenada por lo general, un poco azarosa. A veces por avenidas previsibles; otras, abriéndose paso a machete o internandose por senderos recénditos. Eso no quiere decir que haya que optar por una forma de leer 0 por otra, pero si significa que hay lecturas y lecturas, y que los lectores se van construyendo de a poco, y que crecen, si todo anda bien, hacia otras formas de lectura. Que hay esta- dios en los que los lectores son més complacientes -y se complacen més fécilmente, y otros en los que se sienten per- turbados y desafiados por el texto. Hay una lectura de al- mohadén, llamada muchas veces “placentera” —una lectura confortable, previsible, que es la que necesitamos muchas veces, y otra lectura mas sobresaltada, més activa, més in- cémoda en cierto modo, pero que promete alegrias nuevas. A esta tiltima, segtin mi modo de ver, se va llegando mu- cchas veces a fuerza de destellos y relumbrones. Son momen- tos en los que de pronto, en algtin recodo, el texto se nos hace evidente, Del mismo modo en que de pronto, en medio de la vida cotidiana, el lenguaje, que es como nuestra naturaleza misma, cl charco en el que estamos sumergidos desde siem- pre, se nos hace evidente, contundente. Las palabras estuvie- ron siempre alli, ya que nacimos a un mundo nombrado, pero es raro que nos detengamos a olfatearlas. Son un rio constante, un murmullo, una banda de sonido, una musica de fondo, Muchas veces las palabras vienen ya empaquetadas 69 (squé tal, como estés, tanto tiempo, la familia, los chicos?, nuestro deber en este instante, compatriotas, estamos atrave- sando una dura crisis, sefioras y sefiores, ptiblico en general, silencio, nifios, de mi mayor consideracién, dos puntos). Pa- quetes previsibles. Nos dejamos acunar. Las palabras son en- tonces blandas, seguras, confortables, rodean los rituales y Jos acontecimientos, amortiguan las aristas de la vida. Sélo que de pronto, alguna que otra vez, de tanto en tanto, recibi- mos un sobresalto. Una palabra que se nos da vuelta, por ejemplo, una silaba que se desliza, hace una voltereta, se re- tuerce, se disfraza y entonces, de buenas a primeras, el len- guaje, tan manso antes, se nos vuelve obstaculo, dibujo, pre- sencia, se hace visible, olfateable, extrafio. Se vuelve salvaje otra vez, primitivo, como en los viejos tiempos de la primera infancia cuando resultaba aventurero descubrirlo. A veces se trata de un fallo, o mejor dicho, de una falla, de una grieta, Sucede de pronto y nos toma de improviso. “Qué tal, cémo ests, tanto viento...” “;Viento?” Yo queria decir “tiempo”, no “viento”, queria decir “qué tal, cémo estas, tanto tiempo?”, pero viene el viento y se me vuelan las tejas seguras, se me desata el paquete confortable, se me levanta la pollera de lo establecido, de lo previsible, pudoroso, esperable. El lenguaje me falla, pero, al fallarme, me llama la atencién sobre él, me obliga a detenerme sobre su piel, a olfatearlo, a lamerlo, a destaparlo. Son tropezones, zancadillas, y de pronto ahi esta en toda su palpitante, su destellante naturaleza, ella: la pala- bra. Bache, pozo, pantano, piedra, grieta, charco, fisura. Un tropezén, un trastabilleo y, de pronto, ya no parece el Jen~ guaje tan manso ni tan conocido. Aparece la palabra indé- mita, otra vez animal y salvaje, puro bicho sonoro. En cierto modo, se trata de “la palabra inapropiada”, de una palabra equivocada y, por lo tanto, no complaciente. Casi una “mala palabra’, segiin la formula con que se alude 70 tradicionalmente a la brutalidad indecorosa de lo inapro- piado. Las palabras inapropiadas y sorprendentes, como las “malas palabras’, siempre son escandalosas, descontrolan, ponen en peligro. Y también, a mi modo de ver, Recuerdo otro destello, dos palabras nada mas en medio de un largo texto aburrido. Tenia once afios. Escuela de mon- jas. Me castigan por hablar en clase, 0 por refrme, 0 por no respetar algtin retiro espiritual (en realidad no recuerdo el motivo). La penitencia consiste en ir al refectorio (nombre ‘ominoso, incomprensible para mi en esos tiempos, que vin- culaba vagamente con “perfectorio” y por lo tanto con las imperfecciones y las culpas). Me aburrfa, Me aburria infini tamente; la tarde se me hacia inmévil, inacabable. Me daban permiso para tener un libro en la mano y yo elegi el diccio- nario. Sin salir de mi rinc6n de la penitencia, busqué mis dos palabras: “culo” y “teta’. No me interesaba el articulo en rea- lidad, lo que queria era ver escritos “culo” y “teta” ahi, en medio del “perfectorio”, Las leia una y otra vez. con cuidado yuna vaga sonrisa. Me daba cuenta de que esas letras asi or- denadas, en esa breve secuencia, bastaban para hacer temblar las tapas del diccionario, forradas en papel arafia azul, con etiqueta, para alterar el ritmo de los pasos que resonaban por el pasillo del convento, para que tambaleara el refectorio todo, mi triste texto aburrido, la penitencia. Eran, en esa 0s- curidad, palabras violentas y destellantes, y yo me sonreia en secreto y en silencio, ‘Toda escritura y toda lectura, crco, neccsitan como del pan de esos destellos para seguir creciendo, estén construidas sobre ese borde peligroso y deseable en el que la palabra es- perada y confiable da un subito giro y se vuelve, de pronto, palabra sorprendente, ese margen en el que el manso col- chén verbal con que nos protegemos maternalmente de los luminan, 7

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