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Teoría del arte

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Véase también: estética

La escuela de Atenas, de Rafael, muestra el alto grado de teorización que había alcanzado el arte
durante el Renacimiento pleno, en vísperas del manierismo. Los artistas (humanistas completos, a
la vez arquitectos, escultores y pintores, pero también poetas y filósofos) veían su arte como un
oficio sublime, y a sí mismos como intelectuales comparables a los más reputados sabios de la
Antigüedad, cuyos personajes encarnan en esta obra (confrontada en las Estancias del Vaticano a
La disputa del Sacramento). El debate de los antiguos y los modernos, que proviene de la
escolástica medieval, encauzará ese tema, decisivo para la crisis de la conciencia europea que
condujo a la Ilustración y la ciencia moderna.

El taller del pintor, de Gustave Courbet, 1855. El realismo desafía al academicismo con este
manifiesto en que el pintor se precia de rodearse de personajes sacados de todas las extracciones
sociales.

Coche pintado por Andy Warhol (1979). El pop art y, antes que él, también el surrealismo o la
abstracción, son idóneos para un concepto de arte implicado en la producción.1 La reproducción
en serie puede ser un camino de ida y vuelta (Lata de sopa Campbell's) y la conexión con el
espectáculo, el deporte y los medios de comunicación de masas pueden ser algo natural. Ya el
manifiesto futurista de Marinetti (1909) había sentenciado que un automóvil de carreras es más
bello que la Victoria de Samotracia.

La teoría del arte (también teoría de las artes) es una disciplina académica que engloba toda
descripción de las manifestaciones artísticas (fenómenos artísticos u obras de arte), empezando
por su consideración o aceptación como tales, en todos los géneros del arte, pero especialmente
de las llamadas bellas artes (que incluyen tanto las artes visuales -pintura, escultura y
arquitectura- como la literatura, la música u otras artes escénicas).

En cambio, las llamadas artes aplicadas (también denominadas artes menores, artes decorativas o
artes y oficios) han merecido históricamente un aprecio menor (junto al de otras artesanías y por
oposición a las mejor valoradas artes liberales), aunque desde finales del siglo XIX se han
reivindicado (movimiento de Arts and Crafts) y desde el siglo XX han alcanzado la etiqueta de
diseño, cuya generalización a cualquier ámbito de la creación y la producción o incluso de los
servicios corre el peligro de aplicarse sin criterio de forma abusiva e incluso ridícula, desvirtuando
su contenido.

Las teorías del arte analizan este desde un punto de vista teórico y normativo, proporcionando
una metodología para desvelar el significado de sus obras. El marco filosófico en el que puede
situarse cada versión de la teoría del arte está estrechamente vinculado a diferentes
interpretaciones de la estética, dado que la reflexión en torno a la esencia y función del arte
mismo se encontraría en la frontera entre ambas disciplinas, de difícil deslinde.
Desde un punto de vista valorativo, la aplicación individual o social de una teoría del arte se
denomina gusto artístico.

Teoría del arte en la historia

Con algunas excepciones, como la civilización china, en la que existe una tradición de teoría del
arte desde el siglo VI (los Seis Principios de la Pintura de Xie He), la inmensa mayoría de la
producción escrita sobre teoría del arte ha correspondido históricamente a la civilización
occidental.

Concepto de arte en la civilización occidental

Atributos de la pintura, la escultura y la arquitectura (1769), de Anne Vallayer-Coster.

La definición de arte es abierta, subjetiva, discutible. No existe un acuerdo unánime entre


historiadores, filósofos o artistas.

A lo largo del tiempo se han dado numerosas definiciones de arte, entre ellas: «el arte es el recto
ordenamiento de la razón» (Tomás de Aquino); «el arte es aquello que establece su propia regla»
(Schiller); «el arte es el estilo» (Max Dvořák); «el arte es expresión de la sociedad» (John Ruskin);
«el arte es la libertad del genio» (Adolf Loos); «el arte es la idea» (Marcel Duchamp); «el arte es la
novedad» (Jean Dubuffet); «el arte es la acción, la vida» (Joseph Beuys); «arte es todo aquello que
los hombres llaman arte» (Dino Formaggio),«arte es vida,vida es arte» (Wolf Vostell).

El concepto ha ido variando con el paso del tiempo: hasta el Renacimiento, arte solo se
consideraban las artes liberales; la arquitectura, la escultura y la pintura eran “manualidades”.

El arte ha sido desde siempre uno de los principales medios de expresión del ser humano, a través
del cual manifiesta sus ideas y sentimientos, la forma como se relaciona con el mundo. Su función
puede variar desde la más práctica hasta la ornamental, puede tener un contenido religioso o
simplemente estético, puede ser duradero o efímero.

En el siglo XX se pierde incluso el sustrato material: decía Beuys que la vida es un medio de
expresión artística, destacando el aspecto vital, la acción. Así, todo el mundo es capaz de ser
artista.

El término arte procede del latín ars, y es el equivalente al término griego τέχυη (téchne, de donde
proviene ‘técnica’). Originalmente se aplicaba a toda la producción realizada por el hombre y a las
disciplinas del saber hacer. Así, artistas eran tanto el cocinero, el jardinero o el constructor, como
el pintor o el poeta. Con el tiempo la derivación latina (ars -> arte) se utilizó para designar a las
disciplinas relacionadas con las artes de lo estético y lo emotivo; y la derivación griega (téchne ->
técnica), para aquellas disciplinas que tienen que ver con las producciones intelectuales y de
artículos de uso.2 En la actualidad, es difícil encontrar que ambos términos (arte y técnica) se
confundan o utilicen como sinónimos.

Edades Antigua y Medieval

Desde Platón hasta el siglo XIX existía un consenso genérico en la literatura culta sobre qué era
arte y qué perseguía, cuyo referente fue desde el inicio la Poética de Aristóteles, y posteriormente
los textos latinos del arquitecto Vitrubio o los dramaturgos Terencio y Plauto. La imitación
(mímesis) de la naturaleza y la identificación de la belleza con los principios de verdad y bondad
(paralelismo de estética y ética, función moral y utilitaria del arte) solían ser las ideas más
consideradas. En la Antigüedad Tardía la cristianización (que filosóficamente consistió en la
conciliación del neoplatonismo con los textos bíblicos a través de la patrística) colocó el arte bajo
sospecha, como a todo lo material. El periodo medieval vio distintas formas de aprecio y desprecio
de las artes (estética cisterciense de Bernardo de Claraval, diversas consideraciones de los
pensadores escolásticos en la universidad medieval) que, de forma extrema, llegaron a la
iconoclastia de un determinado periodo del arte bizantino, y a la ausencia (o muy limitada
presencia) de arte figurativo en el arte islámico.

En la antigüedad clásica grecorromana, una de las principales cunas de la civilización occidental y


primera cultura que reflexionó sobre el arte, se consideraba el arte como una habilidad del ser
humano en cualquier terreno productivo, siendo prácticamente un sinónimo de ‘destreza’:
destreza para construir un objeto, para comandar un ejército, para convencer al público en un
debate, o para efectuar mediciones agrónomas. En definitiva, cualquier habilidad sujeta a reglas, a
preceptos específicos que la hacen objeto de aprendizaje y de evolución y perfeccionamiento
técnico. En cambio, la poesía, que venía de la inspiración, no estaba catalogada como arte. Así,
Aristóteles, por ejemplo, definió el arte como aquella «permanente disposición a producir cosas
de un modo racional», y Quintiliano estableció que era aquello «que está basado en un método y
un orden» (via et ordine).3 Platón, en el Protágoras, habló del arte, opinando que es la capacidad
de hacer cosas por medio de la inteligencia, a través de un aprendizaje. Para Platón, el arte tiene
un sentido general, es la capacidad creadora del ser humano.4 Casiodoro destacó en el arte su
aspecto productivo, conforme a reglas, señalando tres objetivos principales del arte: enseñar
(doceat), conmover (moveat) y complacer (delectet).5

Alegoría de la pintura (1666), de Johannes Vermeer.

Edad Moderna

El Renacimiento de los siglos XV y XVI, además de permitir la valoración social del artista como
humanista que reflexionaba teóricamente sobre su propio arte, significó una minusvaloración del
arte medieval (despreciado como gótico) y una revalorización la Antigüedad clásica grecorromana,
o al menos de lo que se reconstruyó como su canon. Todo ello se fijó e institucionalizó con el
clasicismo de los siglos XVII y XVIII en las instituciones académicas (academicismo). La Revolución
francesa significó la alteración de ese marco, de forma paralela al desmantelamiento del Antiguo
Régimen y a la irrupción del concepto de libertad en el arte de manos del Romanticismo, cuyo
concepto de belleza incluía también la vertiente atormentada que representa la novela gótica o las
Pinturas negras de Goya.

Durante el Renacimiento se empezó a gestar un cambio de mentalidad, separando los oficios y las
ciencias de las artes, donde se incluyó por primera vez a la poesía, considerada hasta entonces un
tipo de filosofía o incluso de profecía –para lo que fue determinante la publicación en 1549 de la
traducción italiana de la Poética de Aristóteles–. En este cambio influyó la situación social del
artista del Renacimiento, más valorado que sus antecesores por cuanto los productos que elabora
adquieren un nuevo estatus de objetos destinados a un consumo estético. Ello es debido al interés
que los nobles y ricos prohombres italianos tenían por la belleza, que se convierte a la vez en un
medio de destacar socialmente, incrementando el mecenazgo artístico y fomentando el
coleccionismo.6 Surgieron en ese contexto varios tratados teóricos acerca del arte, como los de
Leon Battista Alberti (De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los
Comentarios (1447) de Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo
aportar una base científica al arte. Habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los
objetos y temas artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista. Ghiberti fue el primero en
periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, periodo medieval y lo que llamó
“renacer de las artes”.7

Con el manierismo comenzó el arte moderno: las cosas ya no se representan tal como son, sino tal
como las ve el artista. La belleza se relativiza, se pasa de la belleza única renacentista, basada en la
ciencia, a las múltiples bellezas del manierismo, derivadas de la naturaleza. Apareció en el arte un
nuevo componente de imaginación, reflejando tanto lo fantástico como lo grotesco, como se
puede percibir en la obra de Brueghel o Arcimboldo. Giordano Bruno fue uno de los primeros
pensadores que prefiguró las ideas modernas: decía que la creación es infinita, no hay centro ni
límites –ni Dios ni el hombre–, todo es movimiento, dinamismo. Para Bruno, hay tantos artes
como artistas, introduciendo la idea de originalidad del artista. El arte no tiene normas, no se
aprende, sino que viene de la inspiración.8

Los siguientes avances se hicieron en el siglo XVIII con la Ilustración, donde comenzó a producirse
cierta autonomía del hecho artístico: el arte se alejó de la religión y de la representación del poder
para ser fiel reflejo de la voluntad del artista, centrándose más en las cualidades sensibles de la
obra que no en su significado.9 Jean-Baptiste Dubos, en Reflexiones críticas sobre la poesía y la
pintura (1719), abrió el camino hacia la relatividad del gusto, razonando que la estética no viene
dada por la razón, sino por los sentimientos. Así, para Dubos el arte conmueve, llega al espíritu de
una forma más directa e inmediata que el conocimiento racional. Dubos hizo posible la
democratización del gusto, oponiéndose a la reglamentación académica, e introdujo la figura del
‘genio’, como atributo dado por la naturaleza, que está más allá de las reglas.

El tribunal de los Uffizi (1772-1778), de Johann Zoffany.

Edad Contemporánea

A la diversidad de teorías de arte, frecuentemente antagónicas, se sumaron las construcciones de


la historiografía del arte convertido en una disciplina universitaria, con un fuerte predominio de
autores de habla alemana, que convirtió a la historia del arte en una ciencia social.

En un campo muy próximo también se situó la crítica de arte como función estrechamente
vinculada al mercado artístico, de modo similar a como la crítica literaria lo está al mundo editorial
y la crítica musical al negocio del espectáculo (show business).

La fijación del gusto academicista en los premios y exposiciones (como el Salón de París) tuvo su
reacción en convocatorias alternativas como el Salon des Refusés (Salón de los Rechazados, 1863)
que fueron creando un nuevo concepto de arte independiente que a su vez se institucionalizó y
quedó sometido a nuevas críticas y rupturas generacionales.
Después de la decisiva ruptura de los esquemas artísticos que supuso el impresionismo de finales
del siglo XIX y las sucesivas vanguardias artísticas del siglo XX (cada una de ellas teorizando
conscientemente sobre sí misma y su lugar en el arte mediante manifiestos), se fijaron nuevos
conceptos de arte moderno y arte contemporáneo, cuyo significado y teoría del arte son cualquier
cosa menos algo unívoco. Arte moderno no es el arte de la Edad Moderna, sino nuestro arte
contemporáneo, o incluso no todo el arte contemporáneo, sino solo el que estéticamente
responde a los imprecisos requisitos que definen la ruptura estética contra el academicismo. Esta
se da no con la modernidad (cuyo comienzo se podría establecer cronológicamente desde el siglo
XV), sino con la aplicación del término libertad al arte (lo que podría localizarse desde el siglo XIX, y
no en todos los artistas o estilos).

La reflexión teórica en torno al arte seguía siendo uno de los objetos centrales del pensamiento y
la filosofía, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, como reacción a la radical transformación
tanto del arte contemporáneo como de la sociedad contemporánea (sociedad industrial, de masas
o de consumo) en el contexto histórico de entreguerras (1918-1939: revolución soviética,
fascismos, crisis de 1929); y se manifestó en conceptos nuevos o de renovada definición, muchas
veces en tensión dialéctica, como los de arte puro y arte comprometido (paralelos a los de poesía
pura y compromiso del intelectual), arte desinteresado, arte deshumanizado (original de Ortega y
Gasset),10 etc.

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