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Diálogos Con Pacho O Donnell
Diálogos Con Pacho O Donnell
Diálogos
ABC: ¿Cómo se hace para que los jóvenes se interesen por la historia?
O’Donnell: Creo que hay un progresivo interés. Por un lado, está el desinterés de los
jóvenes en todo lo que es educación pero, por otro lado, en los jóvenes que les interesa
saber y entender, hay un progresivo interés en esta forma de pensar distinto la historia.
Tal es así que hoy las clases de Historia son espacios de debate en donde ya no es tan
fácil colgar el retrato de Rivadavia o de Sarmiento, y donde ya no es tan fácil denostar a
Rosas. Están pasando otras cosas.
ABC: Muchos sostienen que un tema difícil de resolver es la apatía por la lectura sobre
historia, por parte de muchos adolescentes…
O’Donnell: Sí, claro. Hemos aparecido algunos que contamos la historia no
académicamente, sino que se la contamos a la gente y eso ha generado el éxito literario
de algunos libros míos, de Felipe Pigna o Jorge Lanata. Son libros escritos para la gente.
Muchas veces los especialistas escriben para otros especialistas. El gran problema de los
historiadores tradicionales es que escribían y siguen escribiendo para un colega. Nosotros
hemos escrito para la gente. La historia argentina tiene una marginación excepcional.
Cuando se escribe la historia se están escribiendo grandes relatos, mucho mejores que
los que puede ofrecer la imaginación, porque la historia argentina es de una imaginación
cuasi delirante.
ABC: ¿Por qué muchos adolescentes tienen apatía por este tipo de lectura?
O’Donnell: Creo que leen otra cosa; leen la computadora. Han desplazado el eje a otras
formas. No me parece que sea mejor, pero es un hecho irreversible y es absurdo
cuestionarlo, es así. Hay que hacer algún esfuerzo para que no muera directamente el
libro, pero el libro va reduciendo su espacio.
ABC: ¿Qué análisis hace sobre el dictado de la materia Historia en las escuelas?
O’Donnell: En las escuelas se enseña muy bien la historia que forma parte de los
programas, lo que hace falta es revisar los programas, cosa que se está haciendo. Es una
oportunidad excepcional porque Mario Oporto es un hombre muy comprometido con el
pensamiento nacional y popular y, de alguna manera, tiene una óptica revisionista. Ya se
está haciendo y yo he estado en lugares en donde se han corregido textos y van
apareciendo enfoques más verdaderos. Creo que la presencia de Mario Oporto en el
Ministerio de Educación va a ayudar a que esto se acentúe. No hay ninguna crítica ni a
los maestros ni a los profesores, lo que pasa es que lo que enseñan no es la historia más
verdadera y auténtica. Pero no es culpa de ellos.
“San Martín es un prócer intachable”
“San Martín es un personaje extraordinario. La Argentina tiene la suerte de tener un prócer intachable.
San Martín organizó militarmente la Revolución; hasta entonces a los ejércitos los habían dirigido
abogados como Castelli y Belgrano. San Martín fue un hombre con ideas populistas, con un gran conflicto
con los ricos de Buenos Aires. Fue un hombre muy comprometido con la situación de las provincias y cuya
mejor relación era con los caudillos. Tenía un talento militar extraordinario y reconocido en todo el mundo.
Cuando gobernó en Lima puso en juego sus ideas sobre la sociedad, entonces abolió la inquisición, la
esclavitud y los elementos de tortura, reivindicó los derechos de los indígenas y repartió tierras. A raíz de
sus ideas y de su conflicto con Buenos Aires, y de su amistad con los caudillos, fue obligado a exiliarse.
La historia oficial cuenta que se fue a Europa porque quería darle una mejor educación a su hija pero, en
realidad, se fue porque Rivadavia lo amenazó de muerte, y nunca volvió a su Patria. Cometió, para la
historia oficial, el pecado de apoyar a Rosas, e inclusive cuando murió le legó el sable en reconocimiento
de la defensa de la soberanía nacional en la Vuelta de Obligado. Tuvo tantos enemigos que no pudo
volver nunca a la Argentina. El único momento en que decidió volver fue cuando Dorrego derrocó a
Rivadavia, pero cuando estaba en viaje se enteró que a Dorrego lo habían fusilado los rivadavianos, que
le habían calentado la cabeza a Lavalle. Cuando murió, tardaron 30 años en traer sus restos, en esa
pasión argentina de que los mejores cadáveres dan vueltas por el mundo, como el de Evita, el de Rosas o
el del Che Guevara”.