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(© 1982 Centro Editor de América Latina S.A. - Junin 981, | Aires. Hecho el depésito de ley. Libro de edicién argentina. im- ae. en febrero de 1982, Tapa: Talleres Graficos FA.VA.RO. : y F, Independencia 3277/79, Buenos Aires. Pliegos in : : Cor General Fabri] Financiera S.A., Iriarte Buenos Aires. Distribuidores en la Republica Argent! Pl mie Cancellaro © ola Echeverria 2469, 5° C. Pu Bu eer, Ryela SAICIF y A, Belgrano 624, VAGABUNDO EN TOMBUCTU ; | hotel Saint Michel y compro un gauloi Salgo del” ‘cosas las guardo en el bolsilie y reads ., “diario; fy comenzado hace veinte afios a orillas del Ric i wn Porat, un paseo que como todos, no conduce a nin- de puede llevar a todas las revelaciones, jo, va hy ora en que el sol se Pone sobre estos sucios gri- ga de Paris. Y hay una aureola finamente violacea pren- Fada en esa techumbre tambaleante, en los bordes romos patina leprosa del cinquiéme arrondissement. Mo> sitio ideal para tomar pasaje de ida y vuelta a iro, Valparaiso o Buenos Aires. Para que el comodo, es recomendable sentarse en una dejar que las gotas del café-filtre caigan como un reloj de arena. También es preferible dejar blado y el paquete de cigarrillos, intactos, so- . j¥a estamos de viaje! Podemos perforar es- tes muros en treinta kilometros de profundidad para viajar ida y vuelta a cualquier ciudad, antes de que el ‘filtro termine de gotear su café, por otra parte frio e in- Re- PATE Ne me- donde el olor a pescado ahumado y legum- transporta al borde del Mar Negro. O bien |po- ce de mi mano pasan sitios ya en el recuerdo. Ahora tomo un vaso de orada en Santiago, esquina de Banderas y San Pablo, y Se (4chaca ardiente bajo Os Arcos del carioca y _ Brfresco con una cerveza en Embar » entre las tas de maderos podridos y olvidadas de 1a selva salte- a y don Micmans descubro que me falta la gente 7 1 id, 0 doce afios en Sant’Anna aan sentado frente a una me- misma plenitud de pisar la acto donde debia pisarla. ce tres meses en ivramento, también e ry café, dominado por la terrestre ito ex. i fe el vi Ge oO reprotado por la sociedad, en cambio se incorpora a un equilibrio universal hecho jus- tamente de movimiento y temporalidad. ii Atravesé la frontera a —una avenida— para to- mar una pinga en él “Café Internacional”. Desde ese café comenzaba el descomunal y fascinante territorio brasi- lefio. Fui a buscar mi valija en la estacion uruguaya de Rivera y la cargué al hombro hasta un hotelito de made- ra frente a la estacién brasilefia de Santa Anna do Livra- mento. Compré-pasale hasta Sho Faulo y volvi a instalar- me en el “Café Internacional” para contemplar la vida de la frontera. ingens lbpice explicate mi preseacia en ese lugar, entre gauchos riograndenses de largas vapas y armados hasta los dientes. Y lo ee on. Sélo temia que Ler se deshiciese esa magia; me dominaba la urgencia de pro- seguir viaje lo antes posible, y eso podia ser al dia siguien- te, al salir el sol. El hotelero me despert6 con un mate donde cabian dos litros de agua. Todos los que ibamos a viajar —lefia- dores, vaqueros, vendedores ambulantes, contrabandistas y ferroviarios— tomamos un sorbo de ese mate a modo. de pipa de la paz. Y con aire solemne subimos al coche de segunda clase. Nos acomodamos en un angosto banco de trocha angosta, dispuest: diatom i roche ‘os a permanecer alli cuatro Primera jornada se desenvolvié en forma normal, recorriendo los llanos de Rio Grande do Sul, Después = Santa Marfa, el tren subid las sierras, dando vueltas oe 1, ay llegar a la region de los pinos. Al decli- me segundo dfa, el trencito jadeaba entre lagos, y la dominaba fuera y dentro del vagon, Al tercer ope nd lo de Santa Ca: a jeros eon Salis, ‘n el mismo instante en que una Y de epilepsia witeria de sus hijos, ates we dete tetuie ; vo en la mitad ae La lomotora quemaba lefia en mare Presibn, sobre nosotros caian ¥ chispas ardientes, y de la selva sues Ge “4 iery'! ee maspues ee es ae in jgual eS ese jdea mu) Una iryente 3 Mos cubrio © Mraldita marc La epilet ja con Sorratan ob $hora buscat jonado ent el rio con ge el tren, ya lc tasticos reba conscientes El tronco es rece resignac girar sobre : oportunidad la forma qu Nos miré nados, histé tabamos el a Sao Paulo. Un tren | la caravana tantes de kz hay un pais es debido a moleques para ofrecern tener con mpanadss,, oe y bana- ‘panes moreno, café calie1 oyas, pas- EI beduino mas delirante nite y cerveza + pundancia al reventar en el desierto, Pont a ae idea ony er de nuestros debares on st paraiso? . . La locomotora pitd repetidns tne 08 eabrid con una nueva nube de tate v tie heen #0 sita marcha. reanudé su La epiléptica se mostraba abatid: tema ton ojos sombrios, mi atida. Miraba por la ven- @strafan observando nee iets sus cuatro hijos se Sa 6! itoral, co: ie los pasajeros. El trencito hora eats anes ¥ ene el Rio dos Peixes, en- Filo con gesto de cordialidad ay Pasajeros que miran ltren, ya lo han bajado ad. Ese curso que suben con SaaS . Y son reban Sess de St evs al mstadero del aeraer, : a simple vista pa- et de is Pero en realidad no deja de me ee, uscando en cualquier recodo la a eal olen ie la orilla. Buscan Ja tierra, en eat pez, saltando en la tierra, busca el rio. eae Os _unos a Otros: ojerosos, sucios, aluci- nados, =e Ree Todos los condenados con- as — le cada segundo que nos acercaba Un tren en la selva es igual al barco en el océano hh smsvana de samelios en el desierto. Son los Tepreien: ores es vida en los territorios de la muerte. Pues si an en el campo, con un Arbol y una vaquita, So , eas een del tren. Y la marina se explica ‘glee ey. Y sin el beduino no tendrfamos de- ee ct nee ce triste lamina de almanaque. Vale decir a un pedazo de ciudad que sale a recorrer el ee viaje de proselitismo. Pero no hay pedazo de force! Veer desprenderse de un ser vivo de tres dias. Si con ao tren se descomponia totalmente y amenaza- r llegar nunca a Séo Paulo. iat. pasaiero oe Hegar de un planeta distinto, : eae. ras, y tres 0 cuatro dias en un mismo fai fastidio mutuo y la desconfianza secular pregunta banal y una sonrisa de disculpa por nae ‘sin habernos conocido hasta entonces. Y he Pie ‘de estar conviviendo entre hermanos eros, Gauchos riograndenses, lefladores ‘de la frontera: el tren nos distri- de varios miles de kilémetros. 9 reclama a sus hombres. Hasta la epilép. a _staque, sabe cual oon 10gite. los arboles, grita a sus hijos, les encasqueta sus gOrT0S, Piet Mii 0 sin despedirse de los pasaietos. © Oe cue ampho sa mun. peta de terminar su viaje, de selva. También a = que nos abandone la mujer som- Ma es hijos de ojos azorados. {Por qué no, un poco o ae y desesperacion, para condimentar ¢] tendimiento universal? enly cae la noche una vez més sobre la selva y ya roda- : mos por la Estrada de Ferro Sorocabana. Alguien pre- guntd muy quedamente sobre la hora de legada a Sao Hubo un cam! ideas y se impuso la pt cane que a mitad o fines del dia siguiente el tren podia llegar a destino. En nuestra agonia clavamos la vista en la os- curidad y en el penacho de chispas de la locomotora, buscando algiin indicio del fin del viaje. Pero la maquina seguia con su resoplar isocrono y la afelpada noche de la selva nos engullé con tren y todo. (—_ Ahora la maquina jadea en pleno paisaje lunar. He aqui la meseta castellana. E] vagon correo luce en gran- des y brumidas letras de bronce: “Franco-Franco-Fran- co”. Atras vienen un coche reservado para militares, se- guido de los repletos coches de tercera. De riguroso luto. las campesinas Ilenan las plataformas con sus bartulos. Van afirmadas en los barrotes, sentadas en las escaleri- las, con las polleras que cuelgan entre los topes de estos agonicos coches de la “Red Norte”. Y en cada estacién se agigantan los caprichos de Goya: pasajeros que asal- tan los tepletos vagones y guardias que buscan “estraper- lo”, sacos vacios, canastos dados vuelta, la gallina y el conejo amarrado y escondido bajo el abrigo. Orgullosos obreros bilbainos y graves campesinos de Segovia iaj: e ae “vitaminas”; el billete arrugado, el ah Porotos, un kilo de Patatas. El Cid y E] Buscon baja- lud6 el castillo de Medina del Cam, : a * de si he visto o Sofiado con las mets Mico Y atravieso la Estacion del N. a = : que alli, todos los dias, tomo tens Bel bien: un viaje de ida i y vuelta a Am i ¥ pasando por Ponta Crosse, eel gran pesto Antes de tomar el Metro compré algunas cositas; un if a 18 i | tat EE S apreté bai gen e) bolsill 4 traron 3 ae ea Camem Jo. Recorri y a pasuelo. Ri superficie en shes ferrocarril on dos ante chirrido que Ese tren, que | na. ite legar z se disolvid en ies 2 momen Luchana y la plaz “ jllos sueltos Toros, y ¢l olor a mo una patina imb Después enfren techo, donde fuer papas, el pan y un En el estudio | hora del dia ni ¢1 6 bajo el brazo, una lata " ‘en el bolsillo del saco, doscientos pamorane que ‘entraron ajustadamente en ej bolsillo fae pg a4 Camembert que envolvi Cuidadosamente on ; i jo. Recorti media hora las tripas de Paris : 2 plid su mun- ptyperticie en Ivry. Después tuve que atravesas tt 1. También 1, ferrocarril por un pasillo subterrineo, Arri " mujer some del Teron dos trenes a toda velocidad, con peal no, un poco ate chirrido que sono a mis ofdos como canto de sire. ndimentar el Wyse tren, que habia partido de la Gare d’Austerlitz mente legaria hasta Espatia. Y Espafia, palabra ¢ fay yaroda- ge disolvio en mi boca, un vino grueso como el acei- Alguien pre- “Por un momento se me grabé la imagen de la Calle de ne a Sfo ichana y la plazoleta de Bilbao, las viejas vendiendo ; a vez? los sueltos y un trago de agua a la salida de los resuncion de foros, ¥ €l olor a aceite que impregnaba las paredes co- podia llegar "mo una patina imborrable. ista en la os- _~ Después enfrenté el triste boulevard Sadi-Carnot. En locomotora, ‘dsdtano de una casa de tres pisos vivia Carmelo, Lo en- olamaquina | ‘ontré junto con Pepe, en medio de sus cuadros, con una da noche de ‘lla encima de un calentador y una jaula colgada en el ‘techo, donde fuera del alcance de las ratas guardaba las je lunar. He spas, el pan y un poco de manteca, ce en gran- oan el estudio del pintor no Megaba el sol a ninguna co-Fran- del dia ni en ninguna estacién del aio, Tampoco militares, se- ‘Rese la desesperaci6n ni el resentimiento. Alegria en iguroso luto, _—_Ios colores y en nuestros corazones. sus bartulos. __ Sobre el suelo de tierra extendimos los restos de una las escaleri- ‘afombra presumiblemente persa. Retiramos de la mesa pes de estos trozos de madera, alambres y tornillos con los que Car- ada estacion melo construia sus cuadros articulados. Limpiamos el Os que asal- tuchillo que hasta ese momento habia oficiado de es- n “estraper- aa fin de cortar el pan. Alla estaba Pepe el Barbudo desmigando wun pedazo Pan. Tenfamos una laucha que no tardaria en llegar ax vigjan Comer esas migas de todas las noches. |En esa cueva el pufiado f obraba alegria y amistad como para compartirla con baja-~ ‘Ma laucha 0 con el Aga Khan! arde me sa- yh the el Barbudo habia traido unas matas de lechuga, cornu jo de rabanitos y una botella de vino. Frente a ss Provision, Carmelo no podia mostrarse tran- inco siglos illo. A cada momento se levantaba de la mesa para la- pone ina lechuga que agregaba a 1a ensalada o pelaba otra ce Para echarla a 1a olla, Dos veces pregunto si el pan a ‘buscar mas en una . to de ira a cercana, 1Y. aria? gNo seria prudente vn antes de que cerrara el almacén? Aves do comfa, mientras los huéspedes devora trogloditas. ih cmmanachea nos dominaba la euforia en esa cue- va Le ae cunt volver a la matriz de nuestros orj- nes, 0 como si fuésemos los sobrevivientes de una he. errombe general, 0 posiblemente estuviésemos muertos —ya definitivamente muertos en este sOtano estrecho y hamedo— y tuviésemos la tevelacion de que muertos y enterrados aun podiamos comer y reir. {Qué diablos provocaba nuestra incontenible alegria? Eramos tres se- res sepultados en los aledafios de Paris, dando cuenta de una cena antes de presenciar el dia del Juicio Final, pero un juicio final donde seriamos espectadores risuefios y ‘vengativos, asi nos tocaran tantos palos como a los otros, Estibamos muertos y sepultados en Ivry-sur-Seine, limpios de todas las angustias & imbecilidades del vivir cotidiano y alegres del terror de los vivientes.. Por eso nuestro apetito de trogloditas; por eso Carmelo se olvi- _daba de comer con la preocupacion de que faltase comi- da, es decir, que se apagase ese fuego sagrado que alimen- taba nuestra muerte en la tumba del boulevard Sadi-Car- not. Por eso aparecia la laucha. Se acercaba a nosotros (ya un poco muertos), y com{a las migas bajo nuestros Pies. sites legate Aiezonsy, pero me quedé en San Salvador de Bahia, ciuc icana y africana, capital del desierto y del mar. Pero no hay fascinacion que sobreviva a la falta de dinero y tuve que volver. La retaguardia era Rio de Janeiro y hasta alli me aseguré el pasaj¢ mas barato en la compafia naviera mas popular. 3 levaba el hermoso nombre iupi “Itatinga” y pertenecia a la “Costeira de Navegacao”. Hacia muchos dias habia partido de Ceara y no se sabia exactamente cuando llegaria a Bahia. En definitiva, nada sabian: ni siquiera podian asegurarme si el tal “Itatinga” podia dis- Boner de una litera y si daban de comer. Todo dependia las circunstancias mas extrafias: si legaba tepleto con Jos damnificados de la sequia o si las lluvias de Pernam- buco lo clavaban en ese puerto sin poder completar la carga. Resultaba mejor no preguntar mas: el je a Rio estaba asceurado y atin me quedaban algunos bille- en bolsillo, Todo ello constituia motivo para que Soran sintiéndome duefio de la ciudad, Diez veces poo ae malee, donde los transatlanticos le troncos ahuecados y los one con Jas barcas que parecian Megar del Africa aria en Bahia er: a on comida: cuanto mas po- at ; = ; de arroz y 4 un pescado anoniino bated om unt 12 alsa picante. ¥ cg ote el per Yo de la cachaca. M og: basta un sorbc How ja nariz, y nuev Por del pueblo en Bie estoy en el met Mr aldas a la ciudad ae las barcazas de fidos de blanco y d guerreros sudaneses Fingas, toda Africa | uguesas traidas a A Bebé vendia mai usanza bahiana, co! Su amiga Ademair: bajaba por la calle: que ella. Aca mani, y dejaba que echaba a andar po Los fotografos port jos. Ella gastaba to con su mufieca: Ese dia encontr teamericano, carga hhabian desembarca nos subian por el a Alta. Andaban mv tes, con sus botelli no dejaban de son no se alejaban muc tico y claramente | arma que nunca at . Con esa arma . ¥ un trago de cachaga. Siem: ' i perfume Profundo, almfzclado y rotun. f , Me resulta facil revivir los dias brasile- basta Un sorbo de ese fuego que parece irradiarse Ja nariz, ¥ nuevamente me encuentro entre e] hormi- del pueblo en la “Baixa dos Sapateiros”. Una vez ‘estoy en el mercado de Bah{a, al borde del mar y de pypaldas a Ia ciudad que trepa el cerro. En el muelle lle- ' ‘barcazas de las islas cercanas, con sus negros ves- Rios Me blanco y de nobles ademanes biblicos: esbeltos sudaneses, musculosos banties y sutiles man- fiers, toda Africa lienaba de vooes las vejas piedras por- quguesas traidas a América. ‘Bebé vendia mani cocido en agua con sal, Vestia ala za bahiana, con los hombros morenos descubiertos. rad, mi. amiga Ademaira, recargada de collares y brazaletes, ty ‘© que alimen. _bajaba por la calleja con una enorme mufieca ataviada levard Sadi-Car. que ella, Acariciaba a la hijita de la vendedora de ‘caba a Nosotros mani, y dejaba que la nifia acariciase su mufieca. Después as bajo nuestros echaba a andar por los muelles en busca de marineros. ‘Los fotografos portugueses del puerto la saludaban de le- jos. Ella peeee todo su dinero en tomarse mil retratos ‘con su muifiecas eke ane ‘Ese dia encontré en el puerto a un enorme barco nor- hay fasci ecto teamericano, cargado de turistas para Rio. Los pasajeros : wee S fabian desembarcado y se paseaban por el muelle. Algu- B que VOIEE, i nos sub{an por el ascensor Lacerda, que lleva a la Ciudad ili me aseguréel Ajta, Andaban muy sonrientes, excesivamente sonrien- ra més popular. tes, con sus botellitas de jugo de tomate en la mano. Y pi “Itatinga”” Y no dejaban de sonreir por nada del mundo, Cierto que » Hacia mucho$ nose alejaban mucho de la mole protectora del trasatlan- sia exactamente ico y claramente se vefa que para ellos la sonrisa era un nada sabian: Mi ama que nunca abandonaban, como el revélver del cow- » podia dis boy. Con esa arma apuntaban y amenazaban a la ciudad do dependia '¥ a su gente maravillosa. Una sonrisa de suficien- - Tov ropieto con fay presuncién, a la ver simple y artificiosa. Con esa es de Pernant hyd tendian defenderse del tropico, de los negros, ver completa y de la muerte, Sonrefan como condenados der COMP assie * fomerciantes detrés del mostrador, muy halagador oS ms: 4n05 pile ¥etse uno al lado del otro, extraordinariamente felices a tiv0, pars oe ft tentirse iguales entre ellos, y muy distintos de la hu- mO's Died Vicos d que los rodeaba. fi A : sn etna at Se, Pes 8 i itas de jugo de 5 ab a Pik ne tarios, aferrados al alimento © la respira- ee pom risa as¢ptica? Nada puede con- _ cua a : Te 1 aia pardlisis, la axteriosclerosis Y : 10 we due los carcomia, Entonces miré a mi alre 13 "i lores, vendedores ambulan- dor: negros ¥ mulatos: AUB es, vevanidad primitiva y coo a neaoir Yo protege con una sonrisa de celofén, pero nda qe Obl puede lanza una carcajada capaz de mecer las barbas del Dt or el sol, impregnado de pe nee stat cae Sedos amarillentos de tabaco y e ‘no. Era un bahiano mas en wr de la Bahia de Todos los Santos. 1 transatlantico encontré oe a mi bar- . El “Itatinga” era un poco mas gran) le que un rem: cador y porary repleto de refugiados de la sequia. Er: desierto feroz Y calcinado que legaba a ™ encuentro y a bordo de un ‘arco. - ia buscar mi valija. Por el camino compré naranjas bahianas, grandes como cabezas de nifio y una lata de dulce. Cargado con mi equipaje, pasé nuevamente de largo por el enfiestado transatlantico y subi a la endeble planchada del “Ttatinga”. La cubierta parecia el campa- mento de un ejército derrotado. Rostros resecos del de- sierto y paliidicos del Amazonas me miraron subir. {Iba a quedarme con ellos? Avanzando la mandibula, el ofi- fendidas, badles de mimbre, lios de ropa. Pasé al lado de un pesebre con un caballo del Ejército Brasilefio. Le- —Barco ruim vanté ja vista: desde Ja proa del transatlantico un grupo ‘Con un movime de turistas curioseaba esa muestra del relajamiento tro- —Desde que par Pier una escalerilla de hierro bajé al dorm bamos una je hierro itorio: una a F bodega repleta de literas pegadas unas con otras. En esa sigh lucha feroz de los pobres, los fuertes tendian sus hama- He aqui un rea cas sobre cubierta y los débiles se enterraban Vivosen la s¢ cuece al sol lav bodega. Acomodé mis cosas bajo el calor infernal de las la raza del futuro planchas recalentadas por el sol y las calderas. Se cuece bajo e! Una pitada avisé que el “Itatinga” se aprontaba a mMentaciones abe partir. Sub{ a cubierta como quien se olvida de despe- ROrdicos, los ase dirse de su madre. Alla quedaba Bahia: murallas blancas, daneses Que guern - callejuelas de Argel, iglesias barrocas, la ciudad magica, PFOfundas como | , decadente y luminosa. Pueblos de : Ei S pence dejar Hitie, prometedam como risa Yel fambonte el puert i Qcupa medio comenz6 a corcovear como un ores oy ot barquito as ipa. Lo Busqué prudentemente el centro de la cubiert - FRM bonanza 0 et Jas naranjas. Estrujaba la oriete ato = como. bend “ant un chorro incontenible, que pasd por em ; borda. Con el jugo despedi toda la pimient® Por la escaleri hse Eons me eet eos y Fett vie : de frlo me whe! camino Stayer entre iss ht el ra U4 oe de hierro um ba. am: Perret cepa an slontvabe a oats ise Seo de maquina, cascaras de frutas fermenta- de comida, orines afiejos, Antes de pete me desplomé sin conocimiento en una litera. é en medio de la fiesta. El “Itatinga” se balan- josamente. Parecia avanzar martillando algo a8 ‘i Jas olas. am bar. be queda quieto, barco! jOh! Barco loco. . jue un remol- “caboclos teian sobre las colchonetas duras y ricas ia. Era el ot __ chinches gordas y negras. ni encuentro en senior navio es paulista y no quiere saber nade on matutos. .- ape M Sefior, no. “Itatinga”’ parece nombre de nifia, naranjas P / una lata de “Nombre de nifia, pero esto ¢s un agujero sucio. ee ‘ = jSeftorita Ttatinga! {Basta de baile, que ya es tarde, dormir! cia el eae. an cubierta sonaban cantos y guitarras. £1 pulso del s§€COS le~ tambor ponia orden entre los desconcertados golpes de on subir. gIba - Busqué a mi alrededor una respuesta y encontré a dibula, el ofi- ‘Las piernas colgaban de su litera y con un cuchillo ntre hamacas ‘elaba la punta de una cafa de aziicar. Con los dientes rompia la fibra jugosa. La escupid seca y comento: Barco ruin... _ Con un movimiento de cabeza sefial6 hacia arriba: _ Desde que partimos de Ceard, cantan y samban: to- s las noches. Estabamos en pleno mar pero seguiamos en el cora- zon de Brasil. He aqui un recipiente con bordes de cordillera donde ‘se cuece al sol la verdura de la selva. En esta olla se guisa taza del futuro, ajena a toda medida antropoldgica. ‘cuece bajo el signo de la fantasia y con todas las pig- es nuevas y antiguas. En esa olla caen latinos y , los banties traidos de Angola y espigados su- es que guerrearon en el Sahara, ¢ indios de ojos tan indos como los misterios de sus selvas, Y todos los de Europa y del Oriente. tamborileo es el borboteo de esa marmita que medio continente. Imposible adivinar el destino . Lo finico que se puede pronosticar es que a o en la miseria y en todo momento can benditos condenados sobre el fondo profun- ila de hierro sub{ a cubierta. Bailaban ‘a cruz de Malta de bron- ». Los viejos ya dormfan las en cubierta, las hama- 15 i rigidos y con cas donde han nacido y donde oes gi re ch al Sur. Jos ojos duros, las hamacas que lleva a corro. Dias y noches, guitarras ee rpen Or ‘tmo de la embolada. Toda th vida del sertao, lucha continua contra la naturaleza y el hombre, esta presente en la intraducible * emen- cia de su ritmo. Después de sofocantes tiradas le iged de hazahas de cangaceiros, cuentan las historias de los ros del desierto: eu hombre ese Lampeao. Es pernambucano, pero jere mucho a los cearenses. $u lugarteniente José Ba- Timo fate én vida un hierro de marcar ganado, con sus iniciales. Encontraban un cearense, ¥ Lampeao le de- cia a José Bahiano: “Este hombre es cearense. Marcalo con el hierro para reconocerlo en cualquier parte del pais. No sea que lo confundamos y sin querer le faltemos el respeto. . .” Uno quiere explicar: —Es por lo de Mossor6. Lampeao se paseaba con sus cangaceiros; todos los pueblos lo recibian con repiques de campanas. Pero en la ciudad de Mossor6 lo esperaron armados y atrincherados. En vez de sambadas con mu- chachas desnudas, Lampeao tuvo balas hasta enloquecer. Dicen que alli, los cabras de Ceara le vaciaron un ojo con una bala certera. _ Reanudan el ritmo de guitarras. Historias de amores languidos y bandoleros sadicos. Violaciones, sequias, pescadores ‘hundidos en el mar y cangaceiros que aceitan sus rifles con la grasa de los cadaveres de la policia. Entre esas hamacas suenan risas ahogadas. El balan- ceo del barco ayuda a hacerse el amor. Y ayuda a pensar en la vida facil que los espera en los campos de Sao Pau- lo. Siento Ia alegria de quienes se prenden a la vida con ufas y dientes. Y. van con la vida, no porque ésta los Ile- bai oe porque se aferran con la vehemencia y la volun- icas como su poesia y rios de vino sie de la amenazante cordillera nevada. _ La universidad de Chile, una “fuente de soda”, el Ins- tituto Nacional, depositos de maquinas, librerias de vie- io, Leen populares, borracherias tenebrosas, casas e A oa hoteluchos de 1a mala vida, inician en la ca- z ‘ne eee. carretera 5 que lleva hasta los bosques ee ‘as del sur. Aromas de carritos de vendedores ma : y ees de fritangas, de tinta de imprenta, de una epee sont oigua Ware fonia . Muros ver dosos, celestes, amarillos, lacres. De cemento y de de* 16 cascarada cal. “Ems arriba un icon co floretes exhibiés ios notel de canallescas periodico’ 7.08 coe interior de den: ae abigarrado ba a el barrio de M Jado de un buz6r la fermentaciOn de « ches una prostituta maba en su muleta fontra la pared, se do. Enfrente ha ila en la entra Fi son de una victr tejas del viejo caser Bebedores con y parejas abrazada: fundamente en el : a ser bailado con que corre por las tiona la nuca, y la vista para contem{ Dos senos sobre el las. Y el pelo, olc Pecho con pecho, petréleo de esa ma ta una corriente ¢ acciona y sacude choferes, obreros, gadores de La Vi tres mujeres con frente, en la barbi marcados esta no debidamente seiia una sonrisa. El vino rebasa “Emporio San Diego”, en una wit faleén colonial de nope misters mie exhibiéndose en una vidriera, al lado de un ‘a8 remendadas con papel de un conventillo de portén a “a y de densa y sucia ciudad eden ee OF ar persa se extendia por San Di las, de igs r oper de Mataderos. En la esquina de Tarepert, buc de un buz6n, rojo arriba y ennegrecido abaj ‘ano, ion de orin: ae n » Der : tacién de orines nocturnos, paraba todas las oe Jose gro ease prostituta a quien le faltaba una pierna, Se atic am, ‘ado, con juaba en su muleta y esperaba. Después dejaba la muleta ~ Peay fe de. P contra la a se apoyaba en el buzén y seguia espe- ‘ se Matcaly rando, Enfrente habia un cabaret popular con crepitante ier del parrilla en la entrada. Las parejas bailaban furiosamente T le faite son de una victrola automatica, haciendo temblar las more del viejo caseron, Bebedores con los sombreros echados sobre los ojos eaba con sus parejas abrazadas. Las monedas de un peso caian pro- con repiques ente en el aparato y el “Swing en menor” volvia © esperaron _a set bailado con indeclinable brio. Es facil ver el vino das con mu- corre por las venas hinchadas, el deseo que conges- t enloquecer Ja nuca, y la complacencia del bailarin que baja la n un oj yista para contemplar el disloque de sus propias piernas. aT. Dos senos sobre el pecho y olor a polvo de arroz y a axi- 1s de amores a. Y el pelo, oloroso y Aspero, cosquilleando la nariz. es, sequias, Pecho con pecho, frotindose los vientres. Y el vino es el : que aceiten petroleo de esa magnifica maquina. O posiblemente exis- olicfa. ta una corriente eléctrica que de esa cordillera cercana as El balan- acciona y sacude a empleadas domésticas, educadores, chofe obreros, comerciantes ambulantes, rateros, car- uda hae Bicces de La Vega y peones de los Mataderos: Dos, de Séo Pat 1 HS mujeres con marcas de cuchillo en la mejilla, en la 1 la vida oe frente, en la barbilla. De un modo u otro, todos estamos 2 ésta los marcados esta noche, en San Diego y Tarapacd. Todos ay la volun |g ente sefialades por un tajo, por un gesto 0 por oes P santiago d° El vino rebasa en las copas, espesa la sangre, lubrica rios de vine a3 coyunturas, agudiza el deseo, facilita la comunica- sion. Rostros criollos, bocas araucanas, mandibulas vi- ojos gitanos. Las camareras pasan con una Jarra ; en cada mano. Imposible defenderse de los pe- en‘ ee el vino gotea de las mesas y forma char- &l suelo. ‘llegué acompafiado por el profesor G. En ese Bete Te senti entre hermanos, © momento cul- de levantar las copas para brindar por la supe ir. En ese estado euforico y peligrosamen’ escuché al profesor G. Me explicaba un mo- 7 e . aba, el angurrientismo, vimionto literario, que capitanes i, oe Te algo pare. ‘defin “apetencia vital hee Fa at el angurrientismo que esta pt Ce ee da tangot de la Guardia Vieja y de Ls pailados con generosa vitalidad, Ademas resulté ve ustrativa la lectura de un capitulo de una novela ita paginas altamente costumbristas aunque Lead bate a) licencias poéticas. Después comen- barajar nombres representativos del angu- aeauaie. 1 lgtdo finalmente pasamos a las figuras uni- versales, situamos valores dentro de su escuela, y ya en este tren de colaboracion amistosa, le ayudé a salir de! ivia en la vuelta, en la calle Tarapacd, pero lo 5 lego un tranvia 8, tuve que ayudarle a trepar, y una i¢ lo acomodé en un asiento y me ins- ‘ a 2 F atraves6 el centro para internarse por olvi- i ba ahora de hurgar entre los escritores argen- situar a los ientistas que pudiesen exis- fir entre nosotros. Opinaba que esa “angurria de apeten- ‘yital” o angurria Ilana y lisa se hacia dificil encontrar Buenos Aires, cuando el tranvia se detuvo para no mis. i en medio de la noche. Cerca llegaba el mur- mullo de una acequia, pero mas alla pesaba la mole de ia cordillera, e] desierto mas loco que pudo crear la cruel fails El tranvia reanud6 la marcha, devolviéndose hacia la ciudad. Tuve el presentimiento que no volveria a pasar tro en esa noche. El profesor sefal6 una luz en la calle}: i —Vamos 4 tomar el dltimo trago. Bien hice en sospechar de esa engafiosa quietud. En 84 taberna beb{an carabineros, policias de vivil, carre- ¥ demas trabajadores de los caminos. on una acogida silenciosa, Cuando el taber- oo 4 la mesa, comprendi que en es¢ rofesor podfa ser conocido pero no querido aguardiente aromatizado con apio, de conoci- bili Por el vino, be! scntame Biejor toon ee tes de la mens oa riado y O° con un alabras, todos lo* Las $e pies rh nuestrs- Q i Propiedades digestivas. Como ten{amos el estomag? pe sued botellas de vino y no tarde 4 jminos muy conceptuoso a Repentinamente e} p jo: Bian tiene usted a jos pacos. Hizo una pequefia pa Es la gente mas odi Miré al policia vesti deroso foco terminas Fecid un sargento de ci ‘en los bosques de T Ei profesor levanto —No podemos olvi — ¥ dirigiéndose a los —Cuando inmolaror Estaba tan borrach pero continu movien: y eso resultaba peor ¢ miraron entre ellos. D yaron la vista en nosoti Traté de interpreta Los carabineros no hi sonales del presidente cedimiento no fue gr: matando a los carabin Tevuelta estudiantil, s a esa edificant de golpes de Est: El sargento aprobé Ma y volvio a lenar | y fusilaba « = maiees ba sobre la mi A poniendo ia de civil. Que vaya buirrea El profesor se inco Por sl fondo, También * lego a \d es amigo os pacos. . uefa pausa y agrego: Mesente més odinda en Chile. policia vestido de civil. Parpaded como si un 6 foco terminase de encandilarlo. A su lado pali- ‘un sargento de caballeria que hablaba de su juven- Jos bosques de Temuco. Jevant6 el dedo con ademan didactico: a podemos olvidar la masacre del Seguro Obre- > dirigiéndose a los carabineros: _ =Cusndo inmolaron a la juventud. . . a la juventud. . . tan borracho que no: pudo seguir hablando, “continud moviendo el dedo con gesto omnisciente resultaba peor que el ex abrupto. Los policias se entre ellos. Después, con sombrio silencio, cla- Ja vista en nosotros. de interpretar la masacre del Seguro Obrero. vi no hicieron sino obedecer ordenes per- s del presidente Alessandri. Por otra parte, ese pro- no fue gratuito. Los revoliosos comenzaron 0 a los carabineros. Ademas no se trataba de una estudiantil, sino de un pustch nazi. Opiné que @ esa edificante represion, no hubo nuevas tenta- s de golpes de Estado mientras goberné el Frente Po- ento aprobé-este punto de vista. Tomé la bote- vid a llenar los vasos. Pero mantenia los labios y fusilaba con la mirada al profesor, que ya lleaba sobre la silla. j fsta poniendo verde, el profesor ~sefialé el poli- ra buitrear afuera —ordend el sargento. tofesor se y balanceéndose desaparecié También se levant6 el sargento. i ami lado. igo del profesor, verdad? Pues vaya en- ti -. En seguida vuelve, to ae @1. Va a matarlo, Va- 1 el fondo de 1a quinta vi al profesor 19 apoy! en un tronco de arbol. El sargent, oh te ene en el pomo del sable. Tuve sin saber por qué, corri hacia encontré abrazados. El profesor z y vomitaba una oleada negra ‘| sargento lo mantenia de atras, cuidando de que el otro no se ayud6 a limpiarse la boca ellos. ‘Cuando: Hegué los abria la boca como un atornasolada de vino. he incorporaba la cabeza, ensuciase el traje. Después lo con el pafiuelo. Entre los dos leva mesa, El sargento se m contar: —Fui detras para darle la cuando lo vi buitreando guard Y dirigiéndose a mi. x ne ¢s cierto que cuando Ilegué a su lado lo sostu- ve? ,Verdad que usted vio como lo ayudé? juevamente todos estébamos contentos. Sobre la ‘ofensa y el resentimiento triunfaba la fraternidad y 1a in- quebrantable solidaridad de los borrachos. Y el sargento continud contando historias de su juventud de huaso: —Una vez iba a caballo entre barrancos y bosques. cuando dos hombres me cortaron el camino. Parecian humildes inquilinos de esos campos. Se sacaron el som- brero. para saludarme. Uno llevaba una guadafia, otro un chuzo, “|Eh, patroncito! —me gritaron—. ;Nos da lum- bre, por favor?” Tuve que detener el caballo y ellos se acerearon muy humildemente, con los cigarrillos apaga- dos; pero sin soltar sus herramientas. Saqué el revélver que siempre llevaba en la bota-calzon, al alcance de la mano. Cuando los apunté y les grité que no avanzaran, se pusieron a gemir como mujeres: “Pero qué le pas: ; patroncito, si solo queremos fuego?” Yo clavé las ne. las sin dejar de mirar esa maldita guadafia mantenidara la altura de mi cabeza, Después supe que eset tartan ye habian decapitado aun jinete para robarle, see profesor escuchaba con un gesto que podi: di abatimiento o de desprecio. El sargent hab ee cr baja con sus compafteros, Ahora el polista ae gil rele taba las patrullas por olvidados pasos de lar covlers buscando a los troperos que wee, . 4 fe la cordillera, El sargento me dijo al olde: n de frio y de hambre. ~Si quiere, puede venirse c su amigo le debo una palize an nosotros al cuartel. A vamos al cuartel con el coche ie iy Por alli y después tido de civil. Usted se oe le Lucho ~sefalé al ves- mos al 0. tor ae con nosotros, le presenta- No eee Masipa eis! ai He trago. {Qué le parece? editar sobre esa invitacion. Bl mos nuevamente al profesor a la ostraba ufano y no se cansaba de pee que se merece. Pero el sable. j . ...-». a cern 1s tuvimos que gional. Te “question - ein ¥ 96) a ja cordillera que freytso quedaron Lucho quien = corres’ one el jonsumido, incluyendo le Biieron y comenzo una | seguia descompuest ff pared. Lucho ya estaba mo con un toque de boci Mando en el coche. S510 frente se abalanz0 sobre solapas- Cuando lo solto, fo entraba en los calcul con una paliza edificante quiso sacar el sable, el p ei suelo. El sargento lo Cuando traté de interce —,Viene con nosotros “Ir a donde?”, pensé Le grit6 al sargento: —4Vienes o te quedas’ —Esta enfermo —dije esa mano que se aferrab: 4 en diagonal. Inmdvil, otro vacilo. _ —Hasta la vista —salu El automévil desapar caido en medio de la call Se incorporo tan lent vegetal. Y echamos a an ruzamos con un carro. una densa estela de per Petcatte ¥ un nifio, inm ohne ~—Ya van legando lo gando Los dos temblébamos Entre hipos de vinag! fesor comenzo a hablar leno. Se refirid con tér mero donde estudi cedia a cerrar el local con eficacia profe- Sorrg os tuvimos que levantarnos y el sargento hizo BI de pagar él y slo él. Salimos a la noche fria, TeaptOfesor or la cordillera que se levantaba hasta el cielo. ‘ada negra 9 quedaron Lucho y el sargento discutiendo a fa de atray espondia el honor de pagar todo el vino otro no o, incluyendo los apiados. Finalmente ambos arse Ja 0 comenzd una embarazosa despedida. El pro- boca t seguia descompuesto y se apoyaba de espaldas a ofesor a me eeepred. Lucho ya estaba sentado frente al volante y Ila- ‘cansaba de ion un toque de bocina. Los carabineros fueron en- en al Bee es aura el i Repentina- al fesor y lo erece. Pero eet cue) eh tarraclic caye at taels eae wMrtraba en los calculos del sargento. Queria lucirse as ‘una paliza edificante. Incorporo al caido, y cuando sostu- 5 sacar el — profesor volvio a resbalar hacia } suelo. sargento lo miré con gesto decepcionado. .. Sobre Ja s»endo traté de interceder, me miré con animosidad. idad y la in- —;Viene con nosotros? elsargento | “fir. a donde?”, pensé. Lucho atronaba con la bocina. | de Auaso: Le: al sargento: ges, = Vienes 0 te quedas? ;Deja que se muera solo! 9. Parecian Esta enfermo —dije, sefialando el cuerpo caido. Y ron elsom- _ «xa mano que se aferraba al pomo del sable avanzé hacia aes én diagonal. Inmévil, esperé el primer golpe. Pero el vacilo. oy ellos se _—Hasta Ja vista —saludo el sargento con la mano ten- g automévil desaparecid y quedé solo con el cuerpo cance de la | en medio de la calle. "Se incorpord tan lentamente como puede hacerlo un etal. Y echamos a andar por un camino desierto. Nos jué le pasa, — } é las f es con un carro. Iba ee de melones y dejaba ntenida ala — ‘densa estela de perfume. El carretero dormia en el andidos ya ante y un nifio, inmutable como un fetiche, llevaba dos temblabamos de frio. ‘hipos de vinagreras y gemidos de dolor, el pro~ 6 a hablarme de las virtudes del roto chi- i refirid con términos clogiosos a ese ambiente donde estudiaba sus tipos y desarrollaba su re el “angurrientismo”, ¢ inclusive tuvo cole Palabras para ¢ cuerpo de carabineros. Toda u cl pellejo, resultaba ser la ; ¢ lun apasionante estudioso de a Tagemoe al crvce do una. calle ¥ el profesor #9 des. a mys Jo dejo aqui. Esta es mi casa. Hay luz: debe es. = as 2 —le pregunté alarmado. ed a eee ‘Siempre derecho, hasta llegar a la ave- nida Independencia. Alli pasa un tranvia toda la noche. Eché a andar solo, por esa calle de sospechoso aspecto Jeve azul eléctrico recortaba la silueta de la oes. ‘Al otro lado descubri una alta muralla que . se perdia de vista. Detraés de esos muros se mecian los i ‘del Cementerio General. A lo lejos se estir6 el ria y se alejaba. Y se suce- aullido de un hombre que co! i dieron otros llamados en la noche. Después fue un silen- cio peor que los gritos. ‘Quizas la ciudad y la vida —inseparables para mi— se escondiesen detras de esa muralla. Abandoné esa calle para bordear el muro que parecia no terminar nunca. Me dominé la sensacion de haber vivido ese momento en otra época; yo era un viajero atemorizado y bordeaba ale th a dea me la conveniente quedarse. -Liegué a una avenida. Fui hacia las luces de I abierto. Ese cuadrado de luz vomité dos eee dos en lucha. Detras salid un grupo de hombres y muje- tes para golpear a un hombre caido en el suelo. Y otro vino a defenderlo. Y al final de esa avenida, detras Reece Ronnies que se mataban, se detuvo un largo tranvia leno de luces. Corri hacia alli, saltando encim: de los hombres cafdos, entre los borrachos que malde- elects cic chiltstan cn la fia soadrn " Un coche metélico, maravillosamente equilibrade aie bre ee: ruedas, con un equipo de freno de aire noel | oe _ pera Fue el carruaje mas hermoso Pero cuando pasamo’ l ri se wis animado. Baje 2 comer una cabesa de conere Eran a. peice eee a las toscas ee pe — cucharas itados esmaltes, Cerca, ‘como un ra ein ee Easy C. recitaba algo a Lucho empezaba un nuevo dia. Comi iscwace Sire cordero y sali 2 a i$ Sesos y los ojos del saludar a amanecer. S6lo un vagabundo tegria on i oe re e} sol de la cordillera con tant® el “Itatinga’* el bareo nuestro hicimos del caballo bres de deserto ¥ adoraban al caballo. Ft grados de 10s desiertos oe Sao Paulo y esperanzados Como nif Fen el dinero facil que s Permaneci tres dias t ban mis naranjas y aba. Ya nada mi mucho, y la lata Jato de anteojos me de cheta. Le regalé un lib comprado en Bahia. S rei que nunca volveri Jibro y menos a abrir un Tres dias de agonia Ja bahia de Guanabara. dos a las barandas y m: mandose a un oasis. T bastidores del complejo st En el muelle ya se ¢ A los retirantes dc nder. Con ojos de a donde no les d mpartido por las autoridades del barco. De ide tarde cepillaban al animal y le presentaban te 80. A nosotros nada. pe cuando y donde servian comida en el ‘Creo que algo les darian de comer a esos re- “jos desiertos. Tenian quince dias de viaje de la noche, ira $40 Paulo y no dejaron de cantar ni charlar > aspecto Cos jos como nifios en el trabajo en los cafetales eta de la eT facil que se ganaba en el Sur. ralla que | ye naneci tres dias tirado en mi cucheta, Por el suelo ecian los ‘mis naranjas y mi sombrero y una lata de dulce i selva Ya nada me importaba. Las naranjas no ro- se suce- mucho, y la lata tampoco. Se la Ilevaron, Un mu- ey anteojos me dejo el sombrero encima de la cu- isto ce regalé un libro de Gilberto Freyre que habia a mi— se ido en Bahia. Simplemente me sentia morir y esa calle que nunca volveria a’ comer naranjas, ni a leer un r nunca. fibro y menos a abrir una lata de dulce marca Peixe. nomento Tres dias de agonia y no llegamos al infierno sino a bordeaba jy bahia de Guanabara. Todos estabamos a bordo, pega- de la mu- dos a las barandas y mas exaltados que beduinos aproxi- mandose a un oasis. Traspasamos uno a uno todos los un local Jastidores del complejo escenario de Rio de Janeiro. 9s trenza- Yo tenia tiempo para meditar. ;Me esperaria Ville- sy muje- Era mi gran amigo de Rio. Con Villegas sufrimos >. ¥ otro untos unos afios en el Colegio Nicolis Avellaneda. Des- da, detris guts se dedicd al fatbol y fue a jugar al Uruguay. Cuan- un largo do llegué por primera vez a Rio y vagué cuarenta y ocho o encima ‘horas seguidas por las calles cariocas, me encontré con le maide- en el café Nice. Jugaba en el Sao Cristobal y ter- drugada. de Hegar de una gira del Pera. Ahora terminaba prado so- te escribirle desde Bahia para que me esperase, pues lle- que latia ‘gaia sin un tostdo. hermoso En el muelie ya se encontraba amarrado el barco yan- Sui A los retirantes de los desiertos no los dejaron des- rcado ya Snder. Con ojos de admiracién devoraban la fabulosa cordero. a2 donde no les dejaron poner los pies. Y con envi- 5, empu- Je miraron bajar a tierra. Alli estaba: con la maleta como un “ inis pies y los galpones del puerto que daban vueltas a Lucho ite de m{. Estuve mareado en el barco, seguia estan- Foe ane § tierra, Mareado para el resto de mi vida, asi me ojos del Solo y sin dinero: ahora Brasil dejaba de ser una zabundo is om tanta lleg6 mi amigo y un brasilefio en un taxi y Un espectacular abrazo al uso carioca, Me en- Y Y amarillento; una ruina del argentino cuatro meses antes. Contemplaron con ite criticos al “Itatinga” y a su pasaje de Volvieron a mirarme con gesto lamentoso y 23 . Comy rendi que volvia hecho es cet is ee rgerables, pero no habja un et ts ;Miserables, nosotros los de} es cuenta de raltratados por el mar y olvidados ea Itretas cierto, Pero mi hogar ya a Net ao atte: ylo abandonaba para siem. no eo hay lugar, por malo que sea, que no resulte nues. Fro hogar a condicion de vivir intensamente tres dias, o unas horas. Allé quedaban mis compafieros de viaje, mis hermanos de infortunio. Con ellos agonicé en el feroz n ellos volvi a la vida con Jos tamborileros y Papi Cates nocturnos. Encontré natural que se comie- sin mis provisiones de naranjas y dulces, y encima les regalé un hermoso yolumen ilustrado de Gilberto Freyre, ‘Me metieron dentro del taxi y me dejaron en una pen- sion de la Rua Marques de Abrante con un préstamo de cincuenta mil reis. Cené en un restaurante chino de Lapa, donde por el equivalente de cuarenta centavos argentinos me regala- on una cena reducida pero exdtica, con una mintiscula tortilla de camarones y bananas de entremeses. Y des- pués me pust a vagar por esas calles de Lapa, por el mun- do que se irradia del Viaducto dos Arcos, Rio era una ciudad que se aquietaba y recogia de no- che, como ciudad provinciana, Pero al mismo tiempo en- cedia su aureola venérea. Las negras mostraban sus son- — como oeanae en la selva. ‘9 me recobraba del viaje y con la dulzura de |: - valecencia fui a buscar Ja proteccion del Viadui Sen ari 2 ‘iaducto. Son ao. oh cada ie es arcada de un men- ‘or esa: ‘ la busconeria, los Berens y. Tos sulci Steed con el traje de hechura festiva. Y 1 eens y sentimentales como grandes fates Lae ae icos, las ne- Pe Pee aegis que zumbaban como nae horteras Se las mujeres, los soldados y los ducto es un caballo deca ee como en un escenario, El Via- mo leno de luna y las sando en la noche, con el lo- Arriba la recorre un tra A enterradas en la sombra pero antes se pierde on In cen enad©, rumbo al cielo, Santa Terensinha, que envuelve el morro Me instalé en un poderoso zamente abierto para res 7 o pirar to- marino y la humedad i ciud 8 los murmullos y brazos extendid largo ee los en el banco. un clefante, paseando entre las fi almeras reales ¢ uss OD detener mi ele pio de un barrio ya « ‘dad dormida vibrat Chprostibularia. El Ma ‘mérica y los desech racimos en las ve bios, llamando a los h finentes: indias cobri das, caboclas menud: Bahia ¥ delicadas mu jechosa, francesas de jcas. El salto habia blo del litoral o | Ja zambullida era este tas, con calles ilumin das por el “Estado N payonetas caladas. Y especie de perfecciér Jos actos de esta pob templados, la groseri destinaje, menos el r cado. Aqui solo era a una muchedumbre Un paseo en Rio munca me deprimié | dana o una reunion una invitacion a la | miento estético que | Esa noche paseab el negro herido. Fal tecia estar solo en | mundo: en ese mis Vajazo entre las cost mo agonizando en frente sudorosa. Co Por la frente, Un m Rrertable y esa mo vis ei en si. Enc de amplio descan: SO. ea braba casi toda: iPor ces? Apenas estaba tan 2 Faustina? : josamente en gets, los retr papelado r

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