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Tendencias contemporáneas en pedagogía.

Como todos sabemos, una tendencia es una dirección o secuencia de sucesos que tienen cierta durabilidad (los
expertos hablan de entre 6 y 10 años aproximadamente). Esto quiere decir que las tendencias son predecibles y
duraderas y, además, revelan cómo será el futuro, lo cual nos permite planearlo, adaptarlo y aprovecharlo. Hay
tendencias de todo tipo: políticas, sociales, psicológicas, culturales, económicas, etcétera. Aquí nos centraremos
en las pedagógicas.

Para empezar, el problema lo plantearemos de la siguiente manera: ¿Cuáles son las más importantes tendencias
pedagógicas que existen en la actualidad y qué papel juega en ellas la calidad educativa?

Algunos estudios recientes –y otros no tan recientes, pero muy importantes– indican que existen en la actualidad
varias tendencias pedagógicas. Estas tendencias, a su vez, tienen en común o comparten unas macro
tendencias que las agrupan y las determinan. Veamos entonces primero las macro tendencias para luego
presentar las tendencias.

Las macro tendencias, en las que coinciden la mayoría de expertos, son las siguientes: globalización,
posmodernidad y tecnología –que en un uso más adecuado del idioma serían: globalización, posmodernización y
tecnologización–. Grosso modo, la globalización alude a una mundialización de la economía y del mundo mismo.
Se hace evidente a través de lo que han dado en llamar “sociedad de la información”, en la que juegan un papel
preponderante las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y sus correspondientes redes, que
hacen que la información circule en tiempo real. Aun así, la globalización es una realidad de raigambre
eminentemente económica: en última instancia no es más que la intensificación de la expansión del capital. La
“dictadura del capital”, dirán otros expertos. Y es que, hoy por hoy ya no existen naciones “estadocéntricas”, es
decir naciones cuyos centros de gravedad sea el Estado como ente regulador de las relaciones de los ciudadanos
y de las funciones de las instituciones. Tampoco existen naciones “sociocéntricas” en las que la sociedad civil sea
la que determine el rumbo del país, como debería ser. Por el contrario, en el mundo de hoy proliferan las naciones
“mercadocéntricas” en las que el capital es el que pone las condiciones.

Ahora bien, si la forma de expresión fundamental de lo global se da por vía de la economía, no es menos cierto
que sus dinámicas afectan a los demás niveles sociales. Y a ello no se sustrae el campo educativo. La educación
empieza a ser concebida entonces como un servicio o mercancía, es decir como algo transable e intercambiable.
Y su regulador pareciera que no es otro que la Organización Mundial del Comercio (OMC), que pasaría a ser el
nuevo ente que la controla. Se desmonta el Estado interventor, para dar paso al Estado evaluador, cargado de
estándares, de medidas, de cuantificaciones y certificaciones de calidad.

En nuestro país, por ejemplo, instituciones tan importantes como el Ministerio de Educación Nacional, el Instituto
para el Fomento de la Educación Superior (ICFES) y COLCIENCIAS, en lugar de estar liderando procesos de
reflexión sobre la verdadera esencia y sentido de la educación, de la investigación y de la ciencia para el bienestar
y el futuro de la sociedad en su conjunto, parecen estar más preocupados porque las instituciones educativas y los
educadores se pasen la vida llenando formatos y siguiendo procesos burocráticas pesados y paquidérmicos que
obedecen más a las directrices del Fondo Monetario Internacional, a la Organización Mundial del Comercio y al
Banco Mundial, que a la necesidad de ofrecer mayor cobertura y calidad educativa, sobre todo a las comunidades
más vulnerables, a las que pertenece la mayoría de la población del país.

Por su parte, la posmodernidad, en términos generales, podemos caracterizarla como una transformación cultural
y social. Lo posmoderno subraya un nuevo ethos, una nueva manera de ser, de pensar y de sentir. Una nueva
óptica bajo la cual, los parámetros clásicos de la modernidad que se afincaban en la idea de la racionalidad, el
progreso y la utopía, ya no tienen cabida. Es, en palabra de Baumman, una “modernidad líquida”, en la que se
impone el derecho a ser diferente, a no dejarse uniformar. Esta nueva manera de pensar se refleja como apertura
a la imaginación y a lo sensible, a la estetización de la vida, a una forma de ser y vivir más lúdica y menos cargada
de exigencias productivistas. Una sensibilidad ecológica, también, que nos habla de un nuevo modo posible de
habitar la tierra. Así entendida, la posmodernidad posibilita nuevos escenarios educativos, cargados de inclusión,
solidaridad, responsabilidad individual y social, equidad, comunitariedad y desarrollo humano sostenido. Un
mundo, en fin, más cercano a los ideales éticos que el que nos propone la globalización con sus omniabarcadores
tentáculos neoliberales.
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La tecnología, por último, debe ser entendida no sólo como desarrollo de la técnica, sino fundamentalmente como
“ciencia aplicada”, dado que asistimos hoy, precisamente, a una “sociedad del conocimiento”, concebida como una
dinámica social cuyo eje ya no sería simplemente el dinero y la acumulación de capital, sino la valorización por el
camino del conocimiento como valor agregado de las mercancías. Recordemos que en la actualidad se habla de
“capital intelectual” y no solamente de “capital financiero”, como otrora.

Sin embargo, no es poco frecuente ver cómo hoy las ciencias se valorizan por sus efectos en términos de
generación de nuevas tecnologías y su capacidad para posibilitar innovaciones y transformaciones productivas.
Los saberes de lo humano y lo social, y su cultivo en el campo educativo, tienden a quedar relegados, en la óptica
de unos estados que asumen que es conocimiento válido todo aquel que aporta técnicas y transformaciones
visibles en los modos de vida, lo demás parecería no contar. Es esta una realidad que la educación y los
educadores deben buscar modificar. Hacer ver cómo los saberes humanísticos aportan elementos de una
comprensión de lo humano que, de no hacerse presente socialmente, hace más complejo el convivir.

En síntesis, las macro tendencias sirven de marco y de soporte a, al menos, cinco tendencias pedagógicas
contemporáneas que enumeraré a continuación.

1°) La personalización del proceso enseñanza-aprendizaje. Esta tendencia responde a la necesidad de ofrecer
una adecuada atención a la diversidad y al aprendizaje individualizado y adaptado a cada estudiante. Implica optar
por clases más participativas y escuchar y descubrir las necesidades de cada niño. La finalidad es conseguir que
todos los estudiantes asimilen, comprendan y afiancen los contenidos, para lo que es necesario adaptar el
aprendizaje a sus capacidades o formas de aprender, sus intereses o su ritmo de aprendizaje.

2°) La adopción de nuevas metodologías de enseñanza. En esta tendencia se ponen en práctica metodologías
innovadoras como “la pedagogía inversa” y “el aprendizaje por proyectos”, por ejemplo. Implica sacar lo mejor de
los estudiantes, motivándolos y ejercitándolos en todas sus competencias y destrezas para convertirlos en adultos
formados y preparados. Otra metodología que se puede aplicar en esta tendencia es la “ludificación” de las aulas o
el “aprendizaje basado en juegos”, que aprovecha el potencial de la diversión y las recompensas para aprender.

3°) El aprendizaje activo de los estudiantes. Esta tendencia privilegia la educación experimental o enseñanza
orientada a la acción. “Aprender haciendo”, es su lema, pues los niños se convierten en protagonistas de su propio
aprendizaje y pueden relacionar la teoría y los conceptos aprendidos con la realidad que les rodea, llevándolos a
la práctica. Les permite a los estudiantes poner en práctica, entre otras habilidades y destrezas las siguientes:
creatividad, autonomía, espíritu emprendedor, resolución de problemas, superación de errores, paciencia,
esfuerzo, perseverancia y pensamiento crítico. El aprendizaje activo puede desarrollarse a través de propuestas
como el ya mencionado “aprendizaje basado en proyectos”, “el aprendizaje basado en retos”, y “el aprendizaje
basado en problemas”.

4°) La flexibilización de las aulas escolares. Las nuevas formas de aprender exigen que las aulas sean
adaptadas al trabajo en grupo y a la aludida “pedagogía inversa”; que se incluyan distintos rincones o espacios de
aprendizaje y que se potencie su flexibilidad para adaptarse a cada situación y momento.

5°) El incremento del uso de las TIC unido al decrecimiento de la asistencia del estudiante al aula
tradicional. Hoy son ya una realidad el e-learning y el aprendizaje móvil o en movimiento. Las TIC y los nuevos
dispositivos electrónicos permiten a los integrantes de la comunidad educativa relacionarse, informarse, estudiar,
trabajar y comunicarse en diversos espacios, reales y virtuales. Esta posibilidad rompe las fronteras del aula y
abre un inmenso abanico de opciones para los estudiantes, pero también para los profesores, que encuentran un
nuevo espacio para su formación permanente, cada vez más necesaria en un mundo en constante cambio.

Entre otras posibilidades, gracias a las ya imprescindibles TIC y el aprendizaje a distancia y móvil surgen los
“entornos educativos digitales”, accesibles en cualquier momento y lugar; las “clases online”; los “cursos masivos
en línea”, las “lecciones virtuales”, los “espacios colaborativos en red”, el “almacenamiento y la documentación
compartida en la nube”, la “comunicación instantánea y multidireccional”, etcétera. Y todo ello está ahora como
nunca al alcance de la mano en portátiles, móviles y tabletas. Además, mientras se profundiza en cualquier tema o
materia, el aprendizaje a través de las TIC e Internet permite mejorar la competencia digital.

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