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Actividades 6° Año
Actividades 6° Año
Jara
Consignas
1. leer los siguientes artículos de opinión
Páginas blancas
Borges imaginó un objeto aún más vasto y anárquico en El libro de arena , un relato de 1974.
Era un volumen en octavo, encuadernado en tela, cuya numeración era arbitraria y que no
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podía ser releído. Una vez cerrada una página, no era posible volver a encontrarla. Tal vez los
técnicos se entusiasmen con el proyecto ambicioso del MIT. La imaginación humana seguirá
prefiriendo, en cambio, el monstruoso e infinito libro de Borges.
Todas las grandes culturas se han creado en torno de un libro sacramental: la Biblia , los
Evangelios , la Torah , el Corán , el Shu y el Yi de Confucio, el Buddhavacana canónico de los
budistas. Los libros han sido no sólo la brújula que señala la identidad y la diversidad de los
seres humanos, sino también el punto de referencia imprescindible para entender lo Otro y a
los otros.
Tanto en la feria de Francfort como en las de Buenos Aires y Guadalajara, los editores se
quejan de los pocos libros que se venden y de lo poco que se lee. Decían lo mismo en 1950 y
seguirán diciendo lo mismo dentro de medio siglo. En 1950, antes de que la televisión fuera un
lugar común en América Latina, la lectura y la radio eran las dos grandes vías de escape y de
información de la clase media. Los best sellers de aquel momento se llamaban Cómo ganar
amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie, precursor prehistórico de los libros de
autoayuda; Una hoja en la tormenta, de Lin Yutang, abuelo remoto de Paulo Coelho, y La hora
veinticinco , del rumano Constantin Virgil Gheorgiu, la novela que encendió una de las
primeras llamas en la hoguera de la guerra fría. Por esos mismos años, los grandes relatos de la
literatura latinoamericana carecían de lectores. Obras como Bestiario , de Julio Cortázar; La
vida breve, de Juan Carlos Onetti; El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, o El Aleph, de
Borges, que en la década del 60 venderían decenas de miles de ejemplares, no sobrepasaban
entonces un promedio de doscientos ejemplares por año.
Océanos de información
Las batallas de estos tiempos de globalización no se libran ya para conquistar nuevos lectores o
para crearlos, como hace treinta años, sino para que el mercado no los deseduque, para que
los lectores no pierdan la costumbre de ver el libro como un modo de verse también a sí
mismos. Junto con océanos de informaciones por procesar y de libros por leer, la globalización
ha engendrado a la vez abismos de desigualdad que antes eran imposibles de imaginar. Una
quinta parte de la población del mundo sigue sin tener acceso a ninguna forma de educación, y
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más de tres de los cuatro quintos restantes no pueden comprar libros porque lo que antes era
un artículo de primera necesidad ahora es un lujo. La comida, la vivienda y la ropa están
primero en la lista básica de las familias, y con frecuencia lo que se gana ni siquiera alcanza
para eso. Mil quinientos millones de personas carecen hoy de agua potable y más de mil
millones viven hacinados en casas miserables, indignas de la condición humana. Mil millones
de personas no saben leer ni escribir. Mil trescientos millones de personas viven con menos de
un dólar por día. ¿Cómo podrían pensar en comprar libros? ¿De qué les sirve el ambicioso
proyecto del MIT si el magro presupuesto ni siquiera les alcanza para las ofertas de best sellers
en los supermercados?
La gente lee más, es cierto. Pero los que leen más son, en términos relativos, muchos menos.
La globalización, que nos está llevando a la velocidad de la luz por los cielos de la tecnología,
también está operando el prodigio de hacernos retroceder en el tiempo. Dentro de poco, al
ritmo que llevan las desigualdades sociales, sólo unos pocos letrados van a seguir leyendo,
como en la Edad Media, cuando los libros se copiaban a mano. Podríamos asistir a la paradoja
de que una biblioteca entera se condense en un solo CD o en un libro de papel electrónico al
que tendría acceso sólo un porcentaje ínfimo de los lectores potenciales. Todo el conocimiento
humano podría caber en una mano, pero esa mano no sería la de todos los hombres.
Los que leen ahora son menos, pero compran más. Compran más, pero lo que compran tiene
que ver sobre todo con el uso. Se compra no por el goce de la lectura sino por la utilidad que
depara, por la información que esa lectura podría destilar. La enorme franja de lectores de
clase media, de maestros y profesionales latinoamericanos para los que el libro era antes un
bien indispensable, ahora ha tenido que renunciar a ese bien para no privarse de alimentos,
vivienda y hospitales.
En esa orfandad del universo global, el libro es el único vehículo de entendimiento, el sistema
circulatorio que comunica a todos. Lo que a lo largo de la historia han hecho las armas para
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separarnos y devolvernos al pasado ha sido compensado por lo que el libro ha hecho para
unirnos y situarnos en el futuro. © La Nación
Hasta ahora, los libros siguen encarnando el medio más económico, flexible y
fácil de usar para el transporte de información a bajo costo. Si naufragamos en
una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar una computadora, el
libro sigue siendo un instrumento valioso, sigue siendo el mejor compañero de
naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez
inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos.
Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera.
E-libros: cuatro razones por las que deberían triunfar, y otras cuatro
por las que nunca lo harán (Clarín, 24/01/2005)
- Los e-libros son pocos. Los catálogos de e-libros son mucho más reducidos
que los de libros convencionales [...] sólo los candidatos claros a best sellers
aparecen simultáneamente en papel y e-libro.
- Los e-libros son demasiado personales. El temor de la industria editorial a las
copias no autorizadas ha forzado a los proveedores de tecnología a adoptar
sistemas de protección que van desde lo incómodo (e-libros que hay que
registrar en un dispositivo determinado o asociar a un número de tarjeta de
crédito) hasta lo ridículo (e-libros que caducan al cabo de dos meses). Un
panorama prometedor y decepcionante por igual. ¿Qué opina?