Está en la página 1de 9

2

F.R.I.A., Blog de Feministas Radicales Independientes de Argentina

¿Qué es el género?
20 de jun. de 2019

Parece una pregunta simple, pero la pregunta por la diferencia entre


sexo y género es la que me abrió las puertas del feminismo radical, la
que me permitió comprenderlo.

Sin embargo, encuentro que la definición de género y la relación con el


sexo parecen no ser tan sencillas aún desde un enfoque radical.

Este texto surge a partir de las reiteradas preguntas y disputas respecto


de la cuestión y, como no lo considero un tema cerrado ni siquiera para
mí misma -de hecho la idea es abordar este asunto tema en el ciclo de
lectura de “El pensamiento heterosexual” De Wittig que iniciamos este
domingo 23 de Junio- publico estas ideas usando la plataforma que me
brinda la red de comunicadoras, sin ser necesariamente una postura
consensuada con FRIA.
Personalmente, creo que en la actualidad, el concepto de género se
transformó, aún dentro del feminismo radical, respecto de los
desarrollos teóricos de hasta, digamos, mediados de los años 80´s. El
avance del concepto “género” proviene de la necesidad de ingresar la
problemática de las mujeres en la academia: si hablamos de “estudios de
género” es más fácil que pase las barreras del prejuicio que si hablamos
de “estudios feministas”. El problema es que el concepto, al irse
desprendiendo de la matriz feminista que le dota de sentido, 
terminamos en una perspectiva de género que refiere a cualquier cosa
menos a las problemáticas específicas de las mujeres como grupo
oprimido.
Actualmente se suele decir que el género son los significados sociales
que se sobreimponen al sexo, es decir, al dimorfismo sexual natural de
la especie humana. Esos significados sociales van desde las ideas de
debilidad, de cercanía mayor a la naturaleza, de falta de sexualidad o
exceso de ella, hasta ideas de inferioridad intelectual, maldad intrínseca,
etc. Es decir, toda la superestructura ideológica que justifica la
estructura material concreta que es la opresión de los hombres respecto 2
de las mujeres, de la apropiación pública o privada por parte de los
mismos de la sexualidad, la capacidad reproductiva potencial y las
tareas de cuidado de las mujeres.
El problema es el siguiente: si planteamos que el género es el emergente
de la jerarquía, es un sobreimpuesto, entonces tenemos dos géneros:
hombre y mujer (por eso “mujer no se nace”, etc.). En el sistema
patriarcal, “mujer” es simplemente lo que no es hombre. Mientras que
género es hombre y mujer, sexo sería: macho y hembra de la especie.
Una mujer es mujer simplemente porque tiene útero y gametos XX.  De
ahí la contraposición en esas imágenes que circulan por RRSS entre
“Esto no te hace mujer”: pelo largo, tacones, vestido, etc.)  y “Esto te hace
mujer”: XX. Útero) Personalmente creo que diciendo eso estamos dando
un paso en falso que en realidad favorece más que criticar la
“perspectiva de género” (transactivismo y teoría queer), porque estamos
reduciendo “género” a “roles o estereotipos de género”, diferencia que, a
mi parecer, debería quedar clara. Género no equivale a estereotipo de
género, porque en primer lugar este es históricamente variable
(mientras que el género, la opresión, no) y porque, en segundo lugar, de
alguna manera caemos en la misma confusión que dichos enfoques: si el
género es el estereotipo, si dejamos de ceñirnos a estereotipos y
clasificamos esas “diversidades” en 400 tipos ¡voilá! “abolimos” el
género por disolución, por una forma de reducción al absurdo, digamos.

Si decimos que hay dos géneros que se construyen sobre el dimorfismo


sexual, también de algún modo estamos cediendo terreno. ¿Por qué? En
primer lugar porque desde ahí podemos caer en que los hombres son
tan víctimas del patriarcado de las mujeres y que, por lo tanto, su tarea
es deconstruirse individualmente (Como diría, por ejemplo, Segato, o
quienes hablan de “nuevas masculinidades). En segundo, porque si bien
esa afirmación es materialista, mientras que la idea de que existen 2000
o 4 millones de géneros es absolutamente idealista y sin ninguna base
material, ambas ideas suponen un grado de despolitización del concepto
de género y habilitan a afirmaciones maliciosas tales como: “Hey, pero si
la mujer maltrata al hombre, ¿no sería también violencia de género?”.
Lo que confunde ahí es la idea de género. Al llamarla “violencia de
género”, estamos eufemizando (y cediendo otro palmo de la carga
política del concepto) la violencia machista, la violencia de los varones
2
hacia las mujeres, la cual es sistemática en el sistema patriarcal. Al
hablar de “género” desprendido de la matriz feminista de la que surge,
lo “lavamos” y llegamos a que existen, al menos, dos géneros que se
corresponden con las clases sexuales: el género mujer y el género
hombre. No se considera violencia de género la violencia de la mujer
hacia el hombre porque es incomparable no sólo por su frecuencia, sino
porque no goza del permiso social que tiene la violencia de varones a
mujeres.  Bien, entonces estamos argumentando: no, género es uno sólo,
es el que define a las mujeres como grupo oprimido. Recuperamos un
poco de la politicidad del concepto: género se define por una relación de
opresión entre hombres y mujeres, o al menos por una situación de
desigualdad.

Entonces: si género no es hombre y mujer (sobre la base de macho y


hembra de la especie humana), si ese “hombre” y “mujer” no es sólo el
estereotipo de género. Si el género no es sólo “el segundo sexo” definido
en función de lo que no es hombre, es decir, el grupo oprimido ¿Qué
puede ser? ¿Por qué Wittig dice que el sexo (y no sólo el género) se
construyen? ¿Confunde conceptos? ¿Es lo mismo que dicen los queer
respecto de que el sexo y la biología misma son constructos sociales?

No y sí. Sexo, género, biología, son conceptos, nociones, campos de


estudio que por supuesto que no son datos de la naturaleza sino
construcciones sociales. Pero dichas construcciones sociales, a menos
que estemos cayendo en un construccionismo extremo, se basan sobre
algo material. Por eso es importante diferenciar (y no todas las
detractoras del libfem lo tienen tan claro “constructivismo” (el cual es,
epistemológicamente un realismo crítico), de “construccionismo”, que es
una teoría absolutamente idealista, que niega la realidad más allá de la
definición humana de la misma. La “cosa en sí” kantiana, la primeridad
Peirceana (“El modo de ser de aquello que es tal como es, positivamente y
sin referencia a ninguna otra cosa”), el algo existente sobre el cual se
predica algo, eso, para las teorías “feministas” posmodernas, no existe.
El fenómeno es completamente construido.
Cuando Wittig habla de la construcción no sólo del género sino del sexo
2
mismo no está diciendo que XX y útero sean datos prescindibles (como
afirman el transactivismo y la teoría queer, que usan a Wittig
descontextualizadamente para hacerle decir cualquier cosa, igual que a
De Beauvoir, sin ir más lejos), lo que está diciendo es que el género no es
un emergente social del dimorfismo sexual natural sino la jerarquía en
sí misma. Entonces, “género” no es algo que tiene la persona, ni apoyado
en un dato biológico ni apoyado en una sensación subjetiva o
autopercepción que viene de algún lugar indefinido pero incuestionable.
Género es un concepto social. “Prostitución” es un concepto de nivel de
análisis social, “mujeres prostituidas” es un concepto de nivel individual.
 “Maternidad” es un concepto social, “madre” es un concepto individual
 (por eso parece necesario pero es en realidad redundante aclarar, como
Rich, que  una cosa es la “institución” de la maternidad y otra la
“vivencia”). En ambos casos estamos lidiando con realidades, pero
inevitablemente a través de conceptos (que son construcciones), que
pertenecen a diverso nivel de “agregación”, aunque tengamos una
tendencia sistemática a confundir uno con otro (que más bien es una
estrategia que no es políticamente inocente).

Es teoría de sistemas, al menos como los entiendo yo. Morin y Bunge no


sé si estarían de acuerdo:

Nivel b- agua
Nivel a- átomo de Oxígeno y 2 de hidrógeno
(Podemos agregar un nivel c. que serían, por ejemplo, los mares. Y así
para arriba y para abajo)

Del mismo modo:

Nivel b- prostitución

Nivel a- Mujer prostituida

Nivel b – Maternidad
Nivel a- Mujer que es madre 2

No es posible entender el nivel superior analizando las características


del nivel inferior (las características químicas de los átomos de oxígeno
y del hidrógeno por separado no me dicen mucho de la molécula de
agua) esto se llama “reduccionismo”. Tampoco tiene sentido negar la
existencia de las H y el O en la composición del agua. Pueden quedar
tras bambalinas cuando el objetivo es hablar del agua, pero no por eso
dejan de existir, simplemente dejamos de verlas porque existen en otro
nivel de análisis que, de momento, no estamos considerando ni podemos
considerar a la vez, apenas “saltando” (sin confundirlos) de un nivel a
otro. De la misma forma, no es posible entender la prostitución sólo
preguntándonos por las razones de las mujeres prostituidas o los efectos
de la prostitución en ellas. Ambas cosas son importantes, pero no cubren
la crítica a la cultura, a la institución social de la prostitución. Y así.

Respecto de lo que llamamos género, entiendo que es un objeto complejo


y por eso no lo terminamos de colegir del todo:

Aclaración primera: GéneroS: socialización, imposiciones, expectativas,


mandatos, roles y estereotipos sociales impuestos tanto a los hombres
como a las mujeres (superestructura). Los mal llamados “géneros
disidentes” también se construyen  con referencia a estas normas
sociales, aunque intenten apelar a su deconstrucción (obviamente
individual). Sólo se puede deconstruir algo que existe, aunque sea
conceptualmente. Personalmente prefiero no referirme a estos aspectos
como “género” ni menos “géneros”. Encuentro más claro diferenciarlos:
estereotipo de género, socialización masculina o femenina, roles de
género, etc. En este último caso sí los considerarlo parte indisociable
(aunque no definitoria) de lo que llamamos “género”: el género no se
reduce a un determinado vestuario ni a otras “políticas del cuerpo”, pero
sí estas pueden considerarse como una “estrella amarilla” que deben
llevar las personas definidas como mujeres a partir de sus genitales
visibles (remontándonos, por ejemplo, a la colocación de aritos a las2
recién nacidas)

Nivel b- género: la jerarquía. La opresión material de las mujeres por


parte de los hombres en función de nuestras características biológicas
(XX y útero). Esto, como se ve, es una relación de clase a clase, no un
rasgo de la persona o una imposición sobre ella. Ni las mujeres “ganan”
privilegio por simular comportamientos o vestimentas socialmente
adjudicadas a los hombres en nuestro momento histórico ni los varones
pierden privilegios sólo por decidirlo. Nadie se “empodera” ni se
“deconstruye” individualmente. Estos conceptos son, de por sí,
individualistas, un reemplazo antirevolucionario.

Nivel a-: sexo. El sexo no es sólo la base material a partir de la cual se


construye el género (la opresión), sino que la opresión, la jerarquía, la
diferenciación misma construye el sexo. O sea que habría algo así como
una relación dialéctica: donde hay diferencia material hay jerarquía, y
la jerarquía “naturaliza” la base biológica y, por lo tanto, la vuelve
inapelable. Dice Wittig: “La primacía de la diferencia es tan constitutiva
de nuestro pensamiento que le impide realizar ese giro sobre sí mismo que
sería necesario para su puesta en cuestión, para captar precisamente el
fundamento constitutivo. Captar una diferencia en términos dialécticos
consiste en poner de manifiesto los términos contradictorios que deben
resolverse.” (Pp.22)
Por esto es que es preferible hablar de “clases sexuales” (cuya relación
es meramente política) que de “castas”, porque las diferencias entre
castas son “naturales” y, por lo tanto, inamovibles. Wittig, por el
contrario, estaría diciendo que la diferencia empieza a existir cuando se
politiza lo que parece natural: “Hay que destacar que las contradicciones
participan siempre de un orden material. Lo que me interesa señalar aquí
es que antes del conflicto (la revuelta, la lucha) no existen categorías de
oposición sino solamente categorías de diferencia. Y es sólo cuando la
lucha estalla cuando se manifiesta la violenta realidad de las oposiciones y
el carácter político de las diferencias. Pues mientras las oposiciones (las
diferencias) sigan pareciendo datos, algo que está ya ahí, «naturales»,
precediendo a cualquier pensamiento —sin conflicto ni lucha— no habrá
dialéctica, ni cambio, ni movimiento.” (Pp. 23)
El pensamiento de la diferencia es ya el pensamiento de la dominación. 2
La categoría de “sexo” no es una “cosa en sí”, una primeridad, sino que
ya es una segundidad: “Es el modo de ser de aquello que es tal como es,
con respecto a una cosa, pero con exclusión de toda tercera cosa.” El sexo
es con respecto a otra cosa que es… el otro sexo. Dice Wittig “este
pensamiento que se basa en el predominio de la diferencia es el
pensamiento de la dominación. La dominación suministra a las mujeres
un conjunto de hechos, de datos, de aprioris” (Pp.24), es decir, la idea de
una naturaleza material (o “biológica”) o de una esencia ideal (u
“ontológica”) que existe antes de cualquier conceptualización (que existe
como primeridad, como cosa en sí) innatas, constitutivas, previas a toda
organización social, ya es parte de la dominación de la mujer, efecto del
discurso dominante. Dice: “Los sexos, a pesar de su diferencia
«constitutiva», deben inevitablemente desarrollar relaciones de categoría
a categoría” (Pp. 26) cosa que sólo hacen las relaciones sociales.

Afirmar que el sexo es una categoría natural “oculta la realidad política


de la subyugación de un sexo por el otro (…) la categoría de sexo no tiene
existencia a priori, antes de que exista una sociedad. En cuanto categoría
de dominación, no puede ser el producto de la dominación natural, es el
producto de la dominación social de las mujeres ejercida por los hombres,
ya que no existe otra dominación que la social. La categoría de sexo es una
categoría política que funda la sociedad en cuanto heterosexual. En este
sentido, no se trata de una cuestión de ser, sino de relaciones” (…). La
categoría de sexo es la categoría que establece como «natural» la relación
que está en la base de la sociedad (heterosexual), y a través de ella la
mitad de la población —las mujeres— es «heterosexualizada» (la
fabricación de las mujeres es similar a la fabricación de los eunucos, y a la
crianza de esclavos y de animales) y sometida a una economía
heterosexual. La categoría de sexo es el producto de la sociedad
heterosexual que impone a las mujeres la obligación absoluta de
reproducir «la especie», es decir, reproducir la sociedad heterosexual. La
obligación de reproducción de «la especie» que se impone a las mujeres es
el sistema de explotación sobre el que se funda económicamente la
heterosexualidad. La reproducción consiste esencialmente en este trabajo,
esta producción realizada por las mujeres, que permite a los hombres
apropiarse de todo el trabajo de las mujeres.” (Pp.26) La categoría de sexo
como natural es la base de la heterosexualidad obligatoria (y por lo2
tanto, de la maternidad obligatoria).

En este punto la autora realiza un paralelismo con la opresión de clase


socioeconómica: afirma que ambas funcionan de la misma manera, sin
embargo una división social no es más natural que otra ¿Por qué
debería serlo? Pues porque “Este argumento no es más que la
justificación teórica e ideológica de la opresión, un argumento para hacer
creer a las mujeres que antes de que hubiera sociedad y en todas las
sociedades están sometidas a esta obligación de la reproducción. Sin
embargo, de la misma manera que no sabemos nada del trabajo y de la
producción social si nos situamos fuera de un contexto de explotación, no
sabemos nada de la reproducción de la sociedad si no consideramos su
contexto de explotación.” (Pp.26)

A diferencia de las perspectivas posmodernas que tergiversan las


afirmaciones de Wittig, esta en ningún momento niega la existencia de
diferencias físicas, orgánicas, hormonales o genéticas entre hombres y
mujeres, sino que afirma que la naturalización  de la categoría de sexo
es una estrategia política que funda la sociedad patriarcal. Esta es la
base material del género, no el dato biológico en sí mismo.

Por ello, personalmente, entiendo que género es la composición de


varios órdenes de realidad, y que romper la complejidad de ese
constructo complejo nos lleva por caminos que terminan en cualquier
lado. Pero esta complejidad hace que lo que llamamos “género” sea tan
difícil de explicar y de colegir.  Si esto no fuera así, si género es la
opresión y el sexo la mera base material innata y prexistente, entonces
estamos sosteniendo que existe, además de un dualismo entre lo
sociocultural y lo biofísico, existe un dualismo natural e innato (XX-XY,
genitales visibles), entonces hay cosas que son inamovibles, por ejemplo,
la heterosexualidad para la continuación de la especie, y, por lo tanto, las
demás “orientaciones sexuales”, aunque “desviadas” de su fin natural,
también serían innatas (si no, no se entiende que alguien pueda elegir
ser discriminado/a).  Si esto fuera así, entonces estamos sosteniendo lo
que el patriarcado de siempre: que las mujeres nos reducimos a la
realidad material de nuestros cuerpos. Que las mujeres somos pura
biología, que somos sólo ciertos gametos y ciertos genitales visibles.2Creo
que ningún feminismo radical tiene interés en aplicar, sobre todo a las
mujeres, ese nivel de biologismo.

Las mujeres, como clase existimos porque tenemos una comunidad de


vivencias que emergen de nuestro lugar en este mundo patriarcal: el de
las oprimidas. Este lugar (el género) se apoya en una materialidad
concreta (nuestra capacidad potencial de procrear, nuestra sexualidad y
nuestra fuerza de cuidado) que los hombres usufructúan a su favor y de
lo cual obtienen su privilegio. Los privilegios y las opresiones son de
clase, no individuales. No hay modificaciones (ni en el estereotipo de
género, ni en su comportamiento, ni en su cuerpo) que puedan cambiar
el lugar de una persona en la sociedad de clases sexuales, de la misma
manera en que los obreros no dejan de serlo porque se perciban o
comporten como burgueses. Las mujeres como clase somos el sujeto
político del feminismo porque el género es político, el sexo mismo es
político, y, por supuesto que lo es la relación dialéctica entre ellos. Esa
relación emerge del enfrentamiento de clases, la cual, al naturalizarse,
se niega a sí misma como ideología, como política. Esa ideología y
política fundante del patriarcado es la heterosexualidad y la maternidad
obligatorias que se nos imponen en tanto mujeres.
Ningún estereotipo social o sensación subjetiva nos define como
mujeres. Todas las mujeres, sobre todo las feministas, somos disidentes
de género: nadie acepta de buen grado la imposición del lugar de
oprimidas, de presas, de asesinables, de violables… Son nuestras
características biofísicas las nos definen como mujeres, en especial los
genitales visibles. En función de eso se nos coloca en una clase o la otra.
Nuestra adscripción a una clase queda marcada en nuestro cuerpo y
aspecto físico, en gran parte por medio de marcas internalizadas por
medio de la socialización: esa es la estrella amarilla que debemos cargar
para que todo el mundo sepa que pertenecemos a esa clase de personas.
Pocas cosas hay que impliquen signos de mostración externa de
pertenencia como lo que nos identifica como mujeres. Ser mujer es
portar esos signos, pero no se reduce a ellos (los estereotipos). Ser mujer
es tener un cuerpo sexuado, pero no nos reducimos a nuestros “cuerpos”
gestantes, gordos o flacos, negros o blancos, viejos o jóvenes. Nuestros
cuerpos, como todo lo personal, son políticos.

También podría gustarte