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Ña Catita constantemente visita a doña Rufina, para convencerla de que su hija Juliana se case con
el anciano don Alejo.
Don Jesús, papá de Juliana y esposo de Rufina, al saber de qué anhelan casar a su hija con don Alejo,
un anciano adinerado, se opone rotundamente a aquel enlace matrimonial, pues le parece la noticia
más tonta que ha escuchado en toda su historia.
Sin embargo, don Jesús no está según la iniciativa de su dama, por que don Alejo no le cae bien y se
lo hace percibir. Más bien le plantea que el chico Manuel es bueno y le cae bien, le indica a su dama
de que no podría ser una mala iniciativa que los dos muchachos se casen pues permanecen
enamorados.
Ña Catita sigue azuzando a doña Rufina para que imponga su voluntad y no la de su esposo.
Una vez que permanecen dispuestos a renunciar a la vivienda, doña Rufina por su parte, y la pareja
de enamorados, Manuel y juliana por el suyo, surge don Jesús y se percata de los intentos de fuga.
Doña Rufina entristecida, bota de su vivienda a don Alejo; lo mismo hizo don Jesús con Ña Catita y le
plantea que jamás más vuelva aponer los pies en su vivienda.
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