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¿Cómo controlar tus emociones?

6 Tips que pueden ayudarte a pasar del enojo a la


calma

JULIO 20, 2018

Escrito por: Nory Camargo

Las sensaciones que experimentamos en nuestro cuerpo cuando estamos molestos o


enfadados van desde el aceleramiento de las pulsaciones, las ganas de llorar, el temblor
en las manos, el dolor de cabeza, hasta el impulso de querer golpear o arrojar cosas con
fuerza. Probablemente a nadie le gusta sentirse de este modo, pero el sentimiento de
rabia llega a nuestras vidas desde que tenemos pocos días de antes de nacer, nos
irritamos con facilidad y naturalmente tenemos que expresarlo de algún modo.

Con seguridad todos hemos escuchado a algún amigo o familiar que dice “así soy yo y no
voy a cambiar” o tal vez seas tú el autor de esta frase. Pero te tengo una buena noticia:
tenemos la capacidad de cambiar, no por completo, pero sí podemos tomar la decisión de
cambiar aspectos de nuestro carácter con los que no nos sintamos a gusto. Esto quiere
decir que aunque cada uno de nosotros tiene una personalidad única, también tiene un
carácter modificable. La personalidad es el conjunto de sentimientos, actitudes y
pensamientos que nos caracterizan desde que nacemos, es un patrón que hace nuestro
comportamiento predecible y nos define a la hora de relacionarnos con otros, mientras
que el carácter se refiere a la forma en que podemos reaccionar frente a determinada
situación, por esta razón decimos que es casi “moldeable”. Ejemplo: cuando te sientes
enfadado con otra persona, sueles gritar y decir lo primero que se te pasa por la cabeza. Si
quisieras cambiar este aspecto de tu carácter, podrías optar por tratar de guardar silencio
mientras la otra persona habla, pedirle un momento para discutir después con más calma
y retirarte a un lugar tranquilo para pensar mejor. Cosa que suena muy fácil pero requiere
de mucha, mucha voluntad. Estar enojado es un sentimiento del que nadie puede escapar
y aunque es cierto que hay personalidades más fuertes que otras, chicos y grandes,
estamos expuestos todo el tiempo a un sinnúmero de situaciones que ponen a prueba
nuestro carácter.

Es importante que pensemos en la forma en que nos estamos relacionando con los
demás, cómo les hablamos, qué tono usamos, qué palabras solemos emplear, qué dice
nuestro lenguaje corporal cuando otros nos piden discutir algún tema o qué actitud
adoptamos cuando vemos que otros están enojados o frustrados. En la actualidad muchas
discusiones se llevan a cabo a través del celular y esto cambia por completo el panorama,
porque cuando leemos lo que la otra persona nos escribe le ponemos tono y no
cualquiera, sino el que nosotros queremos o suponemos que la otra persona usa. De allí
los malentendidos cuando ante un texto de la extensión de una novela alguien nos
responde con un ok.

Estos son algunos tips que pueden ayudar a controlar tus emociones:
Si eres una persona que explota con facilidad: contén las ganas de hablar, no dejes que
las palabras hirientes que viajan a toda velocidad por tu cabeza salgan de tu boca. Pídele a
esa persona con la que discutes que te regale un momento para hablar con más calma en
otro lugar u hora del día.

Respira hondo y vete a un lugar en el que solo quepan tus pensamientos y tú: respirar
hondo puede sonar a cliché cuando estás enfadado, pero realmente puede funcionar
cuando te aíslas de la situación y tienes la oportunidad de repasar las ideas que tienes en
mente sin la distracción de otras personas.

Llora: algunas personas usan el llanto como canalizador de la ira y puede ser muy efectivo.
Vete a un lugar donde nadie te vea, a tu habitación, un baño o un espacio abierto y deja
que la rabia salga a través del llanto. En la mayoría de los casos la tristeza suele colarse en
temas de conflicto y puedes llegar a sentirte mucho más tranquilo y confiado para hablar
con la otra persona cuando hayas dejado de llorar.

Si estás en tu lugar de trabajo: si la discusión se origina dentro de una reunión o junta,


puedes pedir unos minutos para salir, tomar algo de agua, respirar hondo, cerrar los ojos y
volver con una mejor disposición al diálogo. Estos pequeños detalles pueden marcar la
diferencia.

Haz una lista: si has decidido hablar con esa persona otro día o dentro de unas horas, esta
idea puede funcionarte. En una hoja o en las notas de tu celular, realiza una lista que
enumere uno a uno los temas que quieres discutir, aquellos con los que estás de acuerdo
o que te gustaría modificar, en la mayoría de los casos la rabia no nos permite pensar con
claridad y olvidamos mencionar cosas importantes. De allí viene el remordimiento que
sentimos luego de una discusión que se lleva a cabo en caliente y pensamos “Le hubiera
dicho esto y lo otro”, “no tenía razón en x cosa”, “le habría podido recordar de aquella
vez”.

Evita que las discusiones lleguen a su punto máximo: sé inteligente, gánale a tu rabia y si
sabes que ya se han ido acumulando sentimientos de molestia e inconformidad con cierta
persona, toma la delantera y pídele un momento para hablar. Escoge un lugar en donde
no puedan ser interrumpidos y ambos se sientan cómodos y discute la situación con la
mejor actitud y disposición de escucha. No esperes a que las cosas se salgan de control
para pedirle a esa persona que te regale unos minutos para hablar en privado.

Hace unos meses el Papa Francisco se refirió a la paciencia diciendo: «La paciencia no es
resignación, es dialogar con los propios límites». ¡Y que razón tiene el Papa con estas
palabras! a veces relacionamos este don con la debilidad, cuando en realidad es de
valientes. Recordemos entonces que somos dueños de nuestras emociones, y así mismo,
dueños de tomar la decisión de corregir y cultivar las virtudes necesarias que nos permitan
no ser perfectos, pero sí mejores seres humanos

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