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Es un instituto legal que establece una sanción en contra de aquellas personas que, teniendo obligación de realizar un
acto, omite hacerlo, y la ley establece como sanción la pérdida del derecho del que se trata.
Opera cuando se emite su ejercicio dentro de un lapso prefijado por la ley o por convención, que a diferencia de la
prescripción no puede verse suspendida o interrumpida en su curso ( 1) la interrupción, que deja sin efecto todo el plazo transcurrido hasta el
momento en que se produce el acto interruptivo, exige 2) la suspensión, que detiene el cómputo del plazo de prescripción durante todo el tiempo que dure la situación suspensiva, pero
que una vez desaparecida esta causal permite que el plazo se integre sumando el tiempo que había transcurrido con anterioridad a la suspensión, al tiempo posterior a su producción.), a
razón de que el ejercicio del derecho en tiempo preciso es tan esencial que no se concibe que el término pueda prolongarse
en obsequio a circunstancias particulares.
Efecto jurídico: afecta la subsistencia de los derechos, constituye una excepción al principio general que tiende a la
conservación de los actos jurídicos, por lo que su interpretación y aplicación debe ser restrictiva. Partiendo a caducidad de la
naturaleza de una sanción, no puede aplicarse sin ley, pacto o pronunciamiento judicial que la haya impuesto, como efecto
cancelatorio no ejercido en plazo prefijado.
Cuando el portador no cumple determinados requisitos que funcionan a modo de presupuestos de procedencia de las
acciones cambiarias de regreso. La acción directa contra el aceptante de la letra no se pierde. Por efecto de la
caducidad, se impide al portador del título el ejercicio de los derechos y de las acciones cambiarias de regreso, a causa
de la omisión de una conducta determinada, requerida en un momento dado. La caducidad no afecta la situación de los
obligados directos, es decir, que no beneficia ni al librador del pagaré ni al aceptante de la letra ni a sus avalistas.
El derecho del portador de llenar la letra en blanco caduca a los 3 años del día de la creación del título. Esta caducidad
no es oponible al portador de buena fe, a quien el título le hubiese sido entregado ya completo. Tenemos dos
supuestos: