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¿Qué Pasa Con La Cooperación Latinoamericana en Salud - Nueva Sociedad
¿Qué Pasa Con La Cooperación Latinoamericana en Salud - Nueva Sociedad
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OPINIÓN
DICIEMBRE 2020
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En tiempos de pandemia, la cooperación regional en salud debería
operar como un «escudo epidemiológico» para América Latina.
Lamentablemente, el deterioro de las instancias de coordinación
no ha permitido avanzar en respuestas conjuntas. Y la
fragmentación actual tampoco permitió responder a la injusticia
sanitaria global.
Durante este último año ha quedado en evidencia que, ante un sistema multilateral
debilitado y a las disputas geopolíticas entre China y Estados Unidos, el abordaje de la
pandemia de covid-19 quedó reducido a respuestas unilaterales que di cultaron su
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control y profundizaron las desigualdades y asimetrías globales. Asimismo, el sistema
de cooperación internacional ha quedado una vez más a merced de disputas y de
intereses contrapuestos, frente a un modelo que además se ha mostrado ine caz para
resolver los problemas acuciantes en términos de salud y desarrollo. En América Latina
se suma la creciente fragilidad de la integración regional, que debilita aún más el
margen de acción de los países durante la pandemia.
Las estrategias para enfrentar el covid-19 en América Latina y el Caribe han mostrado
una línea común de acción: las respuestas han sido unilaterales y aisladas, y con un
declive de la agenda programática de salud de las estructuras de integración regional.
Esto sucede en una región que sigue siendo la más desigual del mundo y que, según
indica la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), sufrirá uno de
los mayores impactos socioeconómicos.
Es posible observar que, en casi todos los bloques de acción de América Latina, las
principales estrategias estuvieron relacionadas con declaraciones políticas de alto
nivel, publicaciones de informes con datos epidemiológicos y realización de foros
virtuales sobre la pandemia. Algunos avanzaron con otras iniciativas más puntuales. El
Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y la Comunidad del Caribe (CARICOM),
por ejemplo, fortalecieron las estrategias de vigilancia epidemiológica regional y
discutieron la adopción de mecanismos de negociación conjunta de medicamentos que
ya existían antes de la pandemia. El Mercado Común del Sur (Mercosur) movilizó
fondos regionales para apoyo nanciero de emergencia y compra de insumos y pruebas
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de diagnóstico, como también lo hizo el SICA. Este último también rmó acuerdos de
cooperación técnica con países desarrollados, además de haber fortalecido la
cooperación con otros países latinoamericanos.
En los casos del Mercosur y del Organismo Andino de Salud-Convenio Hipólito Unanue
(ORAS-CONHU), además de las declaraciones políticas, las principales acciones han
estado orientadas a organizar estructuras operativas de vigilancia y respuesta. La
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) intentó fortalecer la
cooperación con otros organismos internacionales como la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización de las Naciones Unidas para
Alimentación y Agricultura (FAO). El más recientemente creado Foro para el Progreso
de América del Sur (Prosur), a pesar de importantes declaraciones políticas, no avanzó
en la búsqueda de estrategias de articulación más concretas para enfrentar la
pandemia.
Si bien algunos mecanismos han realizado eventos virtuales conjuntos para debatir la
temática del covid-19, solo recientemente han empezado a desarrollar estrategias de
articulación más concreta entre bloques, como es el caso de la articulación entre el
ORAS-CONHU, la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y el
Instituto Social del Mercosur, que están buscando optimizar recursos y elaborar
estrategias conjuntas para salud indígena y la problemática de fronteras en los países
amazónicos.
En contextos de crisis sanitaria, el nivel regional brinda una valiosa oportunidad a los
países para potenciar sus capacidades, complementar acciones, no duplicar esfuerzos y
sumar las lecciones aprendidas. La articulación y la concertación regional podría haber
contribuido a respuestas más efectivas para enfrentar la pandemia. Tras la experiencia
de Unasur, la pandemia ha con rmado que la articulación y la coordinación de acciones
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regionales en los tres niveles –nacional, regional y global– son fundamentales. En el
nivel nacional, la coordinación regional es necesaria con miras a apuntalar las
capacidades locales y, especialmente, a fortalecer los sistemas de salud para atender la
demanda y cubrir la necesidad de insumos y equipos médicos, un punto que ha sido
crítico en muchos países de la región en tiempos de pandemia. En el nivel regional, se
precisa la acción conjunta para articular y fortalecer la cooperación transfronteriza;
para garantizar la coordinación de vuelos que transportan equipamientos y, ahora,
vacunas; para intercambiar datos y promover mecanismos conjuntos para la
adquisición de insumos. Finalmente, a escala global, la coordinación facilita un mayor
acceso a los organismos multilaterales con el n de unir fuerzas para actuar juntos y
negociar en bloque, entendiendo y defendiendo la salud como un derecho. La actuación
conjunta tiene, además, un telón de fondo: la posibilidad de reducir las asimetrías, que
han sido evidentes en esta crisis pandémica y que las limitaciones por el acceso
equitativo a las vacunas re ejarán con mayor crudeza.
En este escenario, a pesar de algunas iniciativas por parte de distintos gobiernos para
solicitar la exención temporaria de las patentes (como la propuesta elevada a la
Organización Mundial del Comercio por parte de India y Sudáfrica) o el reclamo ante la
Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar el acceso equitativo (como la
iniciativa impulsada por Costa Rica), todo indica que los países que más paguen son los
que tendrán acceso a las primeras vacunas, primando más el criterio del mercado y el
poder de compra que el de la salud pública.
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Las vacunas deberían ser un bien público global y, para ello, tendrían que establecerse
mecanismos globales a n de evitar las disputas de mercado y el «nacionalismo de las
vacunas». En este escenario, América Latina y el Caribe tienen una nueva oportunidad
de aunar esfuerzos para enfrentar el covid-19 de manera conjunta, a través de un
desarrollo común en torno a la producción, compra y distribución de vacunas, además
de vigilancia sanitaria y epidemiológica. Considerando el escenario de la pospandemia,
la cooperación en salud también deberá ser una herramienta fundamental para
combatir el aumento de la pobreza y de la inequidad en la región, que han crecido
durante este período. La experiencia acumulada de América Latina en el uso de
estrategias de cooperación para la reducción de desigualdades y el aumento del
desarrollo, otorgan la esperanza de que es posible seguir por este camino en el campo
de la salud.
Ha quedado en evidencia que ningún país puede abordar este problema solo y, para
ello, la cooperación es fundamental. La pandemia puso a prueba al sistema de
cooperación internacional en su conjunto y ha visibilizado la necesidad imperiosa de
recrear las instancias y estructuras en esta materia, en pos de alcanzar modos de
relación más solidarios. En América del Sur, el triunfo del Frente de Todos (Frente de
Todos) en Argentina y, más recientemente, del Movimiento al Socialismo (MAS) en
Bolivia, así como la abrumadora mayoría que apoyó el referéndum para cambiar la
Constitución de Pinochet en Chile, abren un interrogante sobre qué camino tomará la
región en materia de integración y cooperación regional.
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