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El libro 

La agonía del Eros (3) de Byung-Chul Han concluye con un elogio de


la teoría. En la gran espesura de los datos que se acumulan sin cesar en el
momento actual de nuestra civilización, en el que se pretende reemplazar a las
relaciones entre seres hablantes con programas de comunicación virtual, la
teoría, Theoría (contemplar), deja paso al mero «ver» que es simplemente
constatar lo existente o acumular información.
Sin embargo, la Theoría, es un «estar-ahí», «por completo ahí», la
contemplación es demorarse en un dominio, la Theoría es apropiarse de un
acto mediante la disolución en él. La teoría —como la contemplación— está
alejada de la mera evasión, tal como ahora, por ejemplo, la postulan ciertas
corrientes espiritualistas.
La teoría: “ver lo que es”, no tiene relación con lo sujetable, medible, con lo que
se puede pesar o contar, la Theoría es hermenéutica, es comprender, esperar,
demorarse. La teoría es un pensar que se piensa (Heidegger) y, no hay
pensamiento llevado por los datos, sólo el cálculo es llevado por los datos. “La
negatividad de lo incalculable es inherente al pensamiento.” (Byung-Chul
Han, pág. 38). El pensamiento está «dado previamente», es una «donación
previa», donación en el sentido de Marcel Mauss, como invención, como una
intervención que rompe el encadenamiento de la economía. (Cf. Derrida, y su
crítica a la visión de Levi-Strauss sobre Marcel Mauss) (4)
El sujeto del rendimiento y Eros
Pero Byung-Chul Han en su libro se ocupa principalmente del Eros. Lo erótico
es —en su raíz— «separación», proviene de la prohibición del incesto, es el
obstáculo que provee esa cercanía más presente de lo ausente: el deseo.
Sobre esta matriz Byung-Chul Han ha edificado su reflexión sobre la agonía del
Eros, de lo erótico, de la distancia que provee el obstáculo. Veamos.
Para Byung-Chul Han el «sujeto del rendimiento», el de la «sociedad del
rendimiento», ha reemplazado al «sujeto disciplinario», el: tú puedes se
sobrepone al: tú debes de la sociedad disciplinaria, de esta manera el sujeto
no es más un sujeto sujetado sino el «desarrollo de un proyecto», el
capitalismo es su «endeudador» que no le deja ningún mecanismo de
expiación que libere al deudor de su deuda.
Frente a la sociedad del rendimiento está Eros, que es «no poder poder», es
su verbo modal negativo, pues lo erótico nada tiene que ver con los sinónimos
de poder: aprehender, conocer, poseer.
 “No se puede amar al otro despojado de su alteridad, sólo se puede consumir.
En ese sentido el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentada en
objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual.” (Byung-Chul
Han, pág. 13)
En este tiempo del rendimiento, se puede llamar a un objeto sexual pero no se
le puede dirigir la palabra, hay una pérdida de la distancia y por tanto de la
capacidad de experimentar al otro en su alteridad. Para Byung-Chul Han, la
cercanía no es una «falta de distancia» como nos lo quieren hacer creer las
múltiples alternativas de comunicación. Para mirar al otro en su alteridad hace
falta la distancia como negatividad.
En esta sociedad del cansancio, el amor se positiviza, por eso hoy se espera
de él sentimientos agradables, el joven Werther que sufre ya no tiene ningún
lugar importante, es más popular Don Juan que posee.
“El amor no es una posibilidad, no se debe a nuestra iniciativa, es sin razón,
nos invade y nos hiere y, sin embargo, el yo sobrevive en él.” (Levinas, El
tiempo y el otro, pág. 132) (5).
La comunicación erótica de la antigüedad era todo menos plácida, era un
malestar que despertaba como un enemigo, era algo que transformaba y “…
enajena al hombre de su propia naturaleza y le trae la extraña” (Marsilio
Ficino, De amore. Comentario al “Banquete” de Platón. Citado por Byung-Chul
Han, pág. 17)
Hoy, en cambio, —sostiene Byung-Chul Han— la comunicación erótica, ni
transforma ni enajena, cada uno permanece igual a sí mismo y busca en el otro
simplemente la confirmación de sí mismo, es el exceso de positividad y, en el
curso de esta positivización, el amor “es domesticado para convertirlo en una
fórmula de consumo, como un producto sin riesgo ni atrevimiento, sin exceso ni
locura. Se evita toda negatividad, todo sentimiento negativo.” (Byung-Chul Han,
pág. 19).
Este exceso de positividad se manifiesta también en la preocupación por
la mera vida, en el sometimiento al miedo a la muerte. En la dialéctica del amo
y del esclavo —nos lo recuerda Byung-Chul Han, siguiendo al Hegel de
la Fenomenología del Espíritu— el esclavo prefiere la esclavitud a la muerte, el
que será el amo no teme a la muerte, en ambos está en juego la “capacidad de
muerte”.
“Quien no tiene la capacidad de muerte no arriesga su vida. En lugar de «ir a la
muerte consigo mismo», permanece «en sí mismo dentro de la muerte». No se
entrega a la muerte. Así se convierte en esclavo y trabaja.” (Byung-Chul Han.
Pág. 18)
Hoy, la defensa frente a la muerte ocasiona la fetichización de la salud, la mera
vida se sacraliza y su teología da paso a la terapia, o bien, «la terapia se hace
teológica».
El Eros se opone a la mera vida y al trabajo, el esclavo no es capaz de
experiencias eróticas, de deseo erótico, hasta aquí el esclavo de Hegel, pero el
sujeto del rendimiento —sostiene Byung-Chul Han— no trabaja para el amo
sino que se explota a sí mismo, empresario de sí mismo es amo y esclavo a la
vez, en este momento histórico, el amo y el esclavo forman una unidad, el
sujeto del rendimiento pues no es libre. “El capitalismo absolutiza la mera vida”.
El amor, según Marsilio Ficino —citado por Byung-Chul Han—, es «morir en el
otro», el amante se olvida de sí mismo en el otro, pero en este aparente olvidar
y perecer, se «recupera de nuevo», «se posee», se convierte en el «don del
otro», la primacía del otro es lo que distingue a Eros de Ares, es el Joven
Werther frente al Don Juan, el que ama frente al que posee.
Exergo con deuda: La «negatividad» en Hegel
Byung-Chul Han, ha sido influido por el mayor filósofo vivo: Peter Sloterdijk,
pero, al mismo tiempo, en sus libros se encuentran lecturas de Hegel, sobre
todo de la Fenomenología del Espíritu (6), los usos que hace de la dialéctica
del amo y del esclavo así como de —a decir de Heidegger la esencia del
pensamiento de Hegel— la «negatividad», son substanciales a su obra. En
la Fenomenología del Espíritu. se despliegan las condiciones que hacen
al hombre como tal, esto es —según Kojève— la diferenciación entre el instinto
de vivir del animal y el deseo humano, que es deseo de reconocimiento.

“El hombre se «reconoce» humano al arriesgar su vida para satisfacer su


Deseo humano, es decir, su Deseo que se dirige sobre otro Deseo. Pero
desear un Deseo es querer superponerse a sí mismo al valor deseado en ese
Deseo. Porque sin esta sustitución se desearía el valor, el objeto deseado y no
el Deseo mismo. Desear el Deseo de otro es pues en última instancia desear
que el valor que yo soy o que «represento» sea el valor deseado por ese otro:
quiero que él «reconozca» mi valor como su valor; quiero que él me
«reconozca» como un valor autónomo. Dicho de otro modo, todo Deseo
humano, antropógeno, generador de la Autoconciencia, de la realidad humana,
se ejerce en función del deseo de «reconocimiento». Y el riesgo de la vida por
el cual se «reconoce» la realidad humana es un riesgo en función de tal Deseo.
Hablar del «origen» de la Autoconciencia implica por necesidad hablar de una
lucha a muerte por el «reconocimiento»”. (Kojève. La dialéctica del ... ) (7)
La «negatividad» en Hegel tiene tres caras de acuerdo a Heidegger, una
fenomenológica, otra lógica y una sistemática.
La fenomenológica es la diferencia de la conciencia, la conciencia de divide en
conciencia natural o no-verdadera y la conciencia en sí o conciencia verdadera.
La conciencia verdadera se despliega en su diálogo con la conciencia no-
verdadera y se reorganiza en vista de esta travesía de las conciencias no-
verdaderas, este el movimiento dialéctico, donde una situación A cambia por la
toma de conciencia de esa situación y se transforma en una nueva situación B
y, así sucesivamente. Este es el camino de la «negatividad»: la conciencia
verdadera obtiene su verdad a través de relacionarse con su no-verdad o su
negatividad. Es la negación de la negatividad.
Bajo la forma fenomenológica de la «negatividad», se encuentra su forma
lógica, que es la alteridad absoluta: el otro del otro. La negatividad absoluta es
la alteridad absoluta, es decir, a partir del otro no de sí mismo, el otro llega a
ser otro del otro, Lacan enunciará: « je est un autre» (8).

“O, visto por el lado negativo, lo que deviene otro es lo otro, deviene lo otro de
lo otro. Así el ser ha sido reproducido, pero como negación de la negación, y es el ser-par a-
sí“. (Hegel, Enciclopedia… Pág. 197). (9)

En Hegel no existe lo falso sino lo no-verdadero, este «no» funciona


como ser-otro, lo que deviene de sí, del diferenciarse de sí mismo con lo cual
puede llegar a ser lo que es plenamente. Es la negación absoluta, la que parte
de la diferenciación de sí afirmándose en la negación de sí, con la negación
como condición de la afirmación, este es el lado sistemático de la negatividad
en Hegel, es el movimiento del pensamiento que piensa absolutamente al
absoluto como pensamiento, es la «energía del pensar», la Aufhebung, la
negación que conserva o el cambio con conservación, otras traducciones
dicen: sobreasunción, transustanciación, pero en ningún caso «superación».

“Lo negativo para Hegel. La «diferencia» —yo pienso algo— Pensar del


entendimiento —el dividir— el poder absoluto. Esto negativo —lo que mueve
para yo y objeto.
Esto negativo, es decir, la conciencia como tal, prescindiendo totalmente de lo
que es objeto [Gegenstand] de su saber: si el objeto [Objekt] o ella misma
como la que sabe (sujeto) o el pensamiento —el saber que se sabe a sí
mismo.” (Heidegger. Hegel. Pág. 63, 65) (10)
----El amor no es posesión y dominio del otro sino aceptación de su alteridad.
Este postulado tan aceptable para la razón y el corazón hoy parece quebrarse.
En este breve ensayo Byung-Chul Han, filósofo de origen coreano y profesor
de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín,
analiza la agonía del Eros. El capitalismo atomiza las comunidades políticas y
elimina toda alteridad, al romper la dialéctica del “yo” y del “tú” y someter a la
persona a la alucinación del consumismo. Así, se genera una dinámica donde
no se mira al otro como una posibilidad de bien sino como un objeto al que
consumir. Ante este proceso de cosificación del individuo Eros se retira.
En el primer capítulo Byung-Chul Han asegura que nos encontramos ante un
fenómeno de erosión y desaparición del otro, algo apenas percibido por
nuestras sociedades cada vez más narcisistas. Así, el sujeto se ahoga en su
propio ego y este narcisismo atrapa como una tela de araña las
personalidades. El narcisista no ama, tan solo ve en el otro una proyección de
sí mismo, y se asfixia de este modo en el “infierno de lo igual”. La depresión se
convierte así, según el filósofo coreano, en la enfermedad paradigmática de
nuestro tiempo.
Frente a la sociedad disciplinaria de Foucault definida por el “tú debes”, hoy
nos encontramos ante la sociedad del rendimiento articulada por el “tú puedes”.
El filósofo coreano considera que la segunda sociedad es más coactiva que la
primera. Primero porque genera un espejismo de libertad y segundo porque en
ella el hombre se autoexplota voluntariamente a sí mismo hasta la extenuación.
¿Y qué ocurre entonces con nuestra carnalidad? Es la primera, junto al espíritu,
en sufrir este régimen de autoexplotación... Pues se ve sometida al imperativo
del rendimiento. Así, el sexo y la sensualidad se convierten “en un capital que
hay que aumentar”. El otro se fragmenta, se convierte en un objeto sexual para
consumir, lo que genera una profanación del Eros. El paradigma de esta
profanación es la pornografía, que carece de “un enfrente sexual y habita la
escena del uno”. “El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la
sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe.” La
exposición carece de misterio, destruye la alteridad y por lo tanto la
comunicación erótica. Decía Lévinas “la caricia es un juego con algo que se
escapa”.
Por otro lado, el capitalismo produce según el filósofo coreano, la
absolutización de la “mera vida”, es decir fomenta un modus vivendi
insignificante, donde el hombre aspira únicamente al trabajo y a la ampliación o
conservación de su capital. Esta forma de vivir tan mercantil, que fue criticada
ya en la antigüedad por Aristóteles, es opuesta a lo que el filósofo griego
denominó “buena vida”. También, la salud se convierte para Byung-Chul Han
en la mayor aspiración de nuestras sociedades. Así, “la teología da paso a la
terapia, o bien la terapia se hace teología”. Trabajo y salud, asociados de tal
modo anulan la experiencia erótica e introducen al hombre en una especie de
rueda giratoria para ratones donde “el proceso del capital y de la producción se
aceleran hasta el infinito”.
Para Byung Chul Han vivimos en una sociedad narcisista, pornográfica,
consumista, depresiva, agotada, “del cansancio”. Por si esto fuera poco, los
medios de comunicación amplifican la confusión ya que generan tal cantidad de
datos e información, en definitiva tanto ruido, que anulan la posibilidad de
articular el pensamiento, el logos, deformando así la realidad. Además, se
anula la tensión narrativa, tan necesaria, ante la simple acumulación de datos.
Esta dificultad, explicaría junto a otras causas, la actual crisis de la literatura y
el arte europeos, históricamente tan dinámicos.
¿Qué hacer entonces para que la violencia de Ares no domine a Eros? El
pensador coreano levanta la bandera del pensamiento y de la narratividad,
baluartes que reivindica frente al cálculo y la “ciencia Google” que se agota en
la comparación e igualación de datos. Además, Byung-Chul Han defiende la
necesidad de que este pensamiento nazca a partir del silencio, huyendo del
vértigo de la aceleración. Así, el filósofo coreano reivindica la importancia de
articular o redescubrir teorías fuertes, como fue en su momento la teoría
platónica de las ideas, para combatir la crisis del conocimiento dañado por el
dataísmo que día y noche vemos fomentado desde el poder. En definitiva,
recordemos que toda defensa del pensamiento es estéril sin la presencia de
Eros, ya que “es necesario haber sido un amigo, un amante, para poder
pensar”. Y tengamos esperanza en el amor porque “el Logos carece de vigor
sin el poder de Eros”.

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