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Escribir con el cuerpo El camino esté hecho de literatura, a veces. 119 Salgo de la embajada de México en Buenos —_ Aires, una madrugada de 197, en plena dicta- dura militar, camino por calles oscuras, arbola- das, y pienso que me estén siguiendo. He esta- do escuchando confesiones de alta politica de os asilados en ta embajada, enemigos acérri- mos del gobierno de facto. Pienso que alguien puede estar siguiéndome, que los parapolicia- les pueden secuestrarme en cualquier momen: to y hacerme “desaparecer”. Me siento sin e argo exultante, traspasada de vitalidad, de | una fuerza inexplicable que quizd esté en rela- ién con el haber accedido a una forma de co: nocimiento. Por mas minima que sea. Camino Peligrosas palabras hacia mi casa por las calles del barrio de Bel- grano, en apariencia vacias, y voy tomando to- das las precauciones posibles para asegurarme que no puedan seguirme, o para evitar que me apunten desde algiin zaguén o baleén, y siento que estoy viva y una forma de felicidad me co- re por la sangre. Ahora sé por qué. La respuesta es simple, ahora, tantos afos después. Me siento —en ese momento me sen- ti— feliz porque estaba escribiendo con el cuerpo. Una forma de escritura que sélo puede perdurar en la memoria de los poros. éEscri biendo con el cuerpo? Y si. Tengo conciencia de haber realizado esta accién a lo largo de mi vida, intermitentemente, aunque me resulte casi imposible contextualizarla. ‘Temo que se trate de una accién o una moda- lidad secreta, informulable. Inefable. Pero yo no creo en lo inefable. La lucha de toda persona que escribe, de toda escritora de verdad, se entabla contra el demonio de aquello que se resiste a ser verbalizado, a ser puesto en palabras. Es una lucha que se ex- pande como mancha de aceite, engolfa otras instancias, y en la cual a menudo rendirse sig- nifica triunfar porque el mejor texto puede ser aquél que le permite a las palabras toda la libertad de un decir que va mucho més alld de Luisa Valenzuela a voluntad de quien tiene la pretensidn de es- tar diciendo. Al escribir con el cuerpo también se trabaja con palabras. A veces formuladas mentalmen- te, otras apenas sugeridas. Pero no se trata ni remotamente del tan mentado lenguaje corpo- ral, se trata de otra cosa. Es un estar compro- metida de Teno en un acto qué es en esencia un acto literario. Alsalir de la embajada de México, esa noche de 1977, después de haber hablado largamente con un ex-presidente asilado y con un destaca- do terrorista también asilado, sentados a la misma mesa, algo borrachos todos y por eso més sinceros, camino las calles, y al caminar estoy escribiendo con el cuerpo. ¥ no a causa de la simplista carta que mentalmente voy di- rigiendo a Julio Cortézar. Le digo en la carta — porque sé que estoy arriesgando el pellejo y tengo miedo— que no quiero jugar al pato: cuando me meto en el agua prefiero mojarme. Estoy escribiendo con el cuerpo y quizé el miedo tenga mucho que ver en todo esto, El miedo. Fui una chiquita que tenfa que meter las na- rices allf donde habia miedo. Para ver qué cla- se de animal era ése. Jugué a la vibora, jugué al caracol o al hipopétamo en un célido rio del Africa. Entre los animales a los que traté de eligrosas palabras ma nunca jugar figura el avestruz. Nada de escon- der la cabeza en la arena, No sé qué loco, qué morboso impulso me Ilevaba en mi infancia por los largos corredores oscurisimos hasta el hall de entrada de la casa materna, en la me- dianoche exacta, cuando sonaban las campa- nadas de ese reloj controlado por las brujas. 0 me hacia ir a la terraza donde suponia estaba el aguila de dos cabezas, o al fondo de la casa donde acechaban peligros mds. indefinibles. Mejor hubiera sido meter la cabeza debajo de las mantas y olvidarse de todo épero quién me aplacaba, entonces? éCon qué ojos podrfa en- frentar la luz del dfa si no me le habia anima- do a las sombras de la noche? Entonces iba a ver, y de ese ver alguna vez, mucho mds tarde, puede que haya surgido la necesidad de contar lo visto. Lo apenas entrevisto, olfateado, perci- bido en el juego de las acechantes sombras. Porque la sorpresa Porque la aventura Porque la pregunta y un rechazo visceral a las. respuestas. Una suele preguntarse por qué escribe, no ya con todo el cuerpo sino apenas con esa simple ex- tremidad superior que, por gracia de la evolucién de la especie pose un pulgar en oposicién hecho especialmente para sujetar bien la lapicera, Luisa Valenzuela Una también —y esto sf que es embromado— se pregunta para qué escribe, Porque una en este caso percenece cuerpo y alma y mente al llamado tercer mundo donde existen urgencias para nada literarias, Después surgen todo tipo de respuestas (ex- cusas). La necesidad de conservar I ria colectiva es una de ellas, bastante indiscutible. Exist@ Otra excusa, ligada a la idea de desti- no. Se trata de la supuesta vocacién. Yo no sé sila literatura era mit destino>Yo-quise ser fi- sica, quise ser matemética, y antes arquedlo- ga 0 antropéloga, y por mucho tiempo quise ser pintora. El haber hecho mi primer juego de palabras a los dos afios de edad, con mi propio nombre para colmo, no me habilitaba necesariamente como ama del lenguaje ni si- quiera en el delicioso sentido de la dialéctica amo-esclavo que tan bien entendié quien ya sabemos. “Somos todos putas del lengua’ en Novela negra y agregué “...trabajamos para 4,, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él y después de todo équé?. Nos pide mds. Siempre nos va a pedir mds, y més hondo. Como en nuestros memorables transportes urbanos, ‘un pasito més atrés’, lo que quiere decir un pasito més adentro, més adentro en esa profundidad in- Peligrosas palabras 3 14 sondable desde donde cada vez nos cuesta més salir a flote y volver a sumergirnos.” Esto lo sé ahora, en aquel entonces el saber 0 el intuir pasaba por otros carriles. Porque me crié en una casa repleta de escri- tores, y eso no era para m{, no sefiora, gracias, Fernando Alegria ahora define aquel momento y lugar como el Bloomsbury portefio y no es tuna definicién tan desatinada como parece. En nues- tra casa del barrio de Belgrano, una esquina blan- a, colonial, de rejas de hierro forjado y arcadas, los habitués se llamaban Borges, Sabato, Mallea, Nalé Roxlo. Mi madre, la escritora Luisa Merce- des Levinson, era el ser més sociable del mundo cuando no estaba en la cama, escribiendo. De chica yo la miraba desde la puerta, ella en su pieza en la cama entre papeles, durante to- do el dia hasta el atardecer cuando legaban los otros. La observaba con admiracién y con el convencimiento de que esa no era vida para mi. Yo aspiraba a otro futuro mucho més acti- vo y aventurero, éEs el cuerpo la méscara de la mente? Ms bien del alma.... Disfraces elegidos en sucesi- vos carnavales: + Aviadora - Robin Hood - Exploradora Luisa Valenzuela Bran esas las mascaras con fecha fija. Mis ver- dades. Las otras méscaras tenian también la forma de la exploracién y la aventura: pobres mis amiguitas que tenfan que seguirme en esas peripecias. Solfa trepar por los techos de las ca- sas vécinas y trataba de llegar hasta el final de Ja cuadra, cosa imposible por culpa de los jar- dines. Llegaba, en los dias de mayor osadfa, hasta un Angel de mamposterfa abrazado a una columna, allé arriba, cuatro techos més allé, que necesitaba mi presencia porque nadie po. dia verlo de otra forma. © me metfa en los te- rrenos baldios, a veces a explorar una casa abandonada a la vuelta de la manzana. Siem- pre anduve_buscando.tesoros, que iban cam- biando con el correr de las aspiraciones. Figu- ritas antiguas, estampillas, monedas del mun- do. La casa abandonada tenfa un viejo guar- didn que nos dejaba entrar y era nuestro ami- 80. Hasta que una tarde, después de explorar Jos sétanos en busca de pasajes secretos por- que a la casa en esos dfas le tocaba ser casa de espfas alemanes o cueva de contrabandista, no recuerdo bien, el viejo guardién nos recibié con el pantalén desbocado y todas esas cosas extraftas colgdndole a Ja intemperie. Salimos corriendo con mi amiguita de turno. Nunca mds volvi, pero como mil afios més tarde me use a pensar si no habria sido ése el tesoro tan Peligrosas palabras Bs buscado: el significante, por decirlo de manera mas actual, Ahora sé que en aquel entonces, entre la pe- quefia aventura alrededor de la manzana y las grandes historias inventadas, empezaba el len- to aprendizaje de escribir con el cuerpo. Porque los poros o la tinta son una misma co- sa. Una misma apuesta. La felicidad es suprema cuando la historia fluye como manantial de agua clara aunque se | estén narrando las peores abominaciones, las torturas. Es durante la lectura que sobreviene “el miedo, el terror a lo que ha surgido de nues- 26 ta pluma en el momento en que fueron roza- ~~ dos los abismos. Hay también otra desdicha del escribir y es quizd la mds angustiante. Est inscripta en los tiempos de silencio, cuando ni con el cuerpo ni con la mente ni con la mano se escribe. Los tiempos de sequia creativa que parecen ser de inexistencia. Por eso digo a veces que la escritura es una maldicién de tiempo completo. Digo también en mejores instancias que el es- tar en novela es como estar en euforia, enamo- rada. Y pensar que la culpa de todo esto la tuvo mi madre la escritora. No por su ejemplo, o por Luisa Valenzuela emulacién — que también reconozco—; tuvo Ja culpa porque estando yo en sexto grado de la escuela primaria mi maestra le pidié que me ayudara con las composiciones. Su hija es tan brillante en ciencias, le dijo la maestra, es una pena que su nota baje porque no puede escri- bir. Entonces mi madre, exagerando la ayuda, me escribié una composicién como ella pensa~ ba que lo harfa una nifia de tiernos once aiios. No me parecié un texto demasiado digno. Desde ese momento decid asumir la responsa- bilidad de mis escritos. Y asi va la cosa. La escritura es camino de ida hacia la oque- dad del desconocimiento. El camino de tégre- So esté Hecho'de reflexion, de andlisis del ma- terial, del tratar de llegar a algtin acuerdo con una misma y con lo que se ha producido. Creo profundamente en ese vaivén del intuir al en- tender, del dejar que las corrientes se entrecru- cen. Colocéndonos justo allf enla frontera entre dos aguas en el vértice del maelstrom, éel ojo del tornado? Solo que buena parte del tiempo una se sien- te poco capaz, poco activa, poco productiva. Creo que casi toda persona que escribe de ver- Peligrosas palabras n7 28 dad alguna vez de muy joven sintié lo que po- drfa denominarse la nostalgia del presidio, la loca, roméntica fantasia de que en !a cércel se tiene todo el tiempo para si, para escribir y leer yssoftar. Sélo mas tarde se aprende que el escri- bir es ejercicio de libertad, un arduo ejercicio de Uberrad y de coraje. De exigencias vitales y de tentaciones esté hecha la trama de la literatura, De reflexién también. No hay material despreciable aunque mucho, muchisimo debe ser el material descar- tado. A los 17 afios empecé a trabajar en periodis- mo y durante muchos afios resulté ser la com: binacidn perfecta que me permitfa estar en to- das las disciplinas, en todas partes, y también ena escritura, Sobre todo en la escritura. Una especie de don de ubicuidad puesto en pala- bras. Tuve la enorme suerte, casi un milagro, de tener de jefe a un verdadero maestro, Am- brosio Vecino no era un periodista, era un hombre de letras infiltrado. Le debo mi obsesi, va precisién con el lenguaje. Los Viajds los debo a mi necesidad de tocar el mundo'con las manos. Un viejo suefio infantil que se hizo realidad “con una venganza” como se dice en inglés para significar “a lo bruto”. De alguna manera fui armando la trama, la tram> Luisa Valenzuela pa, la constante invitacién al viaje nada baude- laireano sino laboral. Al principio por motivos periodisticos, ahora litcrarios. Y allf voy, aun- que siempre sospeché que para conocer el mundo no es necesario salir de la propia habi- tacién; Emilio Salgari a quien tanto lef de chi- ca para meterme de cabeza en aventuras pudo haber sido un ejemplo. No lo atendi. Viajé, si- go viajando, y a veces pienso que en esos des- plazamientos voy dejando piezas importantes de mi mecanismo interno. Escribir con el cuerpo. En los afios ‘60 Rodolfo Walsh, mi amigo Rudy, me dio una clave para no sentir culpa al- guna por entregarme més al periodismo néma- de que a la ficeién : “De tus viajes también es- t hecha tu literatura”, me dijo. Muchos afios mas tarde mi literatura también estuvo hecha de otra leccién de Rodolfo Walsh a la que en su momento no presté atencién al- guna. Quiso cierto dfa ensefiarme las flexiones y los duros ejercicios fisicos que practicaban los entonces guerrilleros cubanos en la Sierra Maestra. “La mando a un colegio inglés para que juegue al hockey, no quiero que mi hija sea una intelectual grasosa” habfa dicho alguna vez mi madre, y desde entonces la gimnasia no fue mi fuerte. Sin embargo esas guerrilleras sa- bidurfas del cuerpo apenas percibidas quiz Peligrosas palabras 9 emergieron por otras vias cuando en el "75 me senté en los cafés de un Buenos Aires arrasadg por e! terrorismo de estado a escribir textos so- bre la violencia que eran a mi manera ejerci- 8 de guerrilla. Los cuentos de Aqut pasan cosas raras fueron gestdndose al azar de conversaciones ofdas a medias, palabras sueltas, secreteadas, dichas con temor, Estimulados por las razzias stbitas, el inesperado despliegue de armas y las ululan. tes sirenas parapoliciales desgarrando el aire / dela ciudad. Al escribir en puiblico estaba cons- ciente de poner el cuerpo en juego, sentia que | Mi cuerpo estaba involucrado directamente en 130 Ta escritura y sabia lo que eso me podia aca- | rreat. Deseubrf asf lo que podriamos lamar la “escritura politica”, en el sentido més profun- | do. Es un intento de desatar hasta el mds im- perceptible, el més diminuto de los nudos con los cuales se estaba tejiendo a nuestro alrede- dor una red de dominacién. Una vez més me fue muy til otro consejo de Walsh, a quien te- nfa tan presente ent eas circunstancias: “Olvi- dé el mensaje. Olvidd todo aquello que tengas para decir. Olvidd la ideologia. Olvidé todo ex- cepto la historia. Si tu ideologfa es suficiente- mente fuerte, afloraré en cada palal Esas palabras las reservaba Walsh exclusiva- mente para la narrativa, como es Iégico, En sus Luisa Valenzuela otros escritos no olvidé nada de nada y supo morir por sus ideas, pero nunca contaminé la propia literatura y supo reservar sus opiniones més categéricas para los libros testimoniales el trabajo periodistico. Recordaremos siempre que fue asesinado mientras entregaba una car- ta abierta a los periddicos denunciando a la Junta Militar, las tres Armas, como la continua- dora directa de la Triple A, practica y semdnti- camente hablando. Asi, Rodolfo Walsh muri por la letra. Pocos escritores y escritoras permi- tiremos que su sacrificio haya sido en vano. Donde pongo la palabra pongo mi cuerpo, lo supe entonces sin saberlo del todo. Debo agra- decer que el costo fisico no me ha resultado al- to, como a otras. No he sido torturada, ni gol- peada, ni demasiado perseguida. Toco madera. Me he salvado. Quizd porque mis propuestas 0 Son fromtales; son visiones de redjo, obli- -cllas. Suelo valerme de vias apenas indirectas ara poder encarar verdades que de otra forma serfan indecibles de tan dolorosas. Porque de- cir hay que decir, mal que nos pese: pienso que debemos seguir escribiendo sobre los horrores para que no se pierda la memoria, para que la historia no vuelva a repetirse (no en vano mi abuela matema tenia por segundo apellido Mart{). Peligrosas palabras Br 2 Nos jugamos en la apuesta literaria. Todo se funde, a veces se confunde y nos envuelve. El verdadero acto de escribir con el cuerpo impli- ca involucrarse plenamente en la escena, como quien se acuesta sobre una mesa de ruleta al grito de “iMe juego enteral”. Vamos descubriendo camino (gracias, Ma- chado) al avanzar en palabras. Caminos hacia lo desconocido, los tinicos in- teresantes. La falta de desaffo de aquello que ya conoz- co me vuelve aburrida, reiterativa. Por eso cuando tuve algtin buen argumento todo bien delineado me vi forzada a renunciar a él, 0 al menos a comprimirlo hasta sacarle un jugo que no aparecia a simple vista, que yo misma ignoraba. Suelo nadar contra la corriente. No me enorgullezco por eso, todo lo contra- tio; muchas veces el cuerpo que es escritura se me cansa hasta el agotamiento. Voy a contrapelo, y sélo ahora, casi cuarenta afios después de haber escrito mi primera no- vela, empiezo a trabajar con algo de material autobiogréfico. Con la puntita de los dedos, apenas, con muchisimo respeto y nada de pu. dor, con el énimo de escarbar y escarbar hasta encontrar la came viva, Luisa Valenzuela Otra vuelta del tratar de entender. Sabiendo que es imposible entender, que no hay nada inteligible sino sélo pieles de cebolla que vamos arrancando para alcanzar otras for- mas del ver y del saber. Tan limitado el saber. Y sin embargo. Alli donde el cuerpo est escribiendo en li- bertad escribe la metéfora. 0, para decirlo de otra forma, se accede al orden de lo simbdlico y esa es la biisqueda y esa es la lucha, Lucha més que nada contra las propias barreras de censura interna que suelen parecernos infran- queables, sobre todo para nosotras, las muje- res, que hemos recibido tanta orden negativa, tantas limitaciones. Si tuviera que escribir mi credo, empezaria por el humor: creo en el sentido del humor a ultranza creo en el humor negro, acérrimo creo en el absurdo en el grotesco en todo lo que nos permita movernos més all4 de nuestro limitado pensamiento, mas alld de Jas censuras propias y de las ajenas, que pue- den ser letales. Un paso de costado para poder observar la aceién al mismo tiempo que se la realiza. Un paso imprescindible para que la vi- sién de una realidad politica no se vea conta- minada por dogmas o mensajes. Peligrosas palabras 33 = Yo no tengo nada que decir, Con suerte, algo ser dicho a través de mi, aun a mi pesar. Quizd ni me dé cuenta. Escribo para develarme algun minimo miste- rio, porque quiero entender, un poquito, en lo posible, Nadie es duefio de la verdad y menos yo que he caminado por las calles en sombra sabiendo que los que se crefan duefios de la verdad qui- z4 me estaban acechando y eran todos asesi- nos. Soy apenas un deslizamiento édel significado por debajo del significante? Cudnta pretensién de ambigitedad... ¢Ambigiiedad? 2Y qué otra apuesta podemos hacer en esta vida, en esta literatura? Dicen que la literatura femenina est hecha de preguntas. Digo que la literatura femenina, por ende, es mucho mas realista que la otra. Preguntas, incertidumbres, biisquedas, con- tradicciones. Dicen que la literatura femenina est hecha de fragments. Repito que es cuestién de realismo. Luisa Valenzuela Estd hecha de desgarramientos; jirones de la propia piel que quedan adheridos a alguna ho- ja no siempre leida o legible. Jirones que pue- den ser de risa y del puro deleite. ‘Aveces en medio de la eseritura tengo que le- vantarme a bailar, a festejar el fluir de la ener- gfa haciéndose palabra. A veces la energfa se hace palabra pero no se imprime ni con el de- licado trazo de una pluma fuente que es lo més voluptuoso del acto de escribir. Siempre hay que festejar —ya sea en un café o en un tren subterréneo— cuando una feliz combinacién de palabras, una alusién o una asociacién for- tuita y muchas veces furtiva, ilicita, desenrosca el hilo mental de una escritura sin marca. Cuadernos y més cuademnos anotados. Sefia- les del festejo o de la protesta. A veces en dos idiomas, a veces a cuatro manos, con furia. Con pasién. La semilla de un cuento puede aparecer en los cuadernos, o la insinuacién de un texto que sera olvidado y desarrollado mucho después en otra parte Tengo ciertos temas recurrentes: Ja exagerada religiosidad que se vuelve herejia ciertos mitos que me invento o intento des- doblar las mascaras Peligrosas palabras Bs 136 Sobre todo las méscaras porque en libros y en persona (es la palabra exacta) invaden mi te: ritorio fisico habiendo ya invadido subrepti- ciamente el territorio de mi ficcién. Las mascaras son otra puesta en escena de la escritura con el cuerpo. Como la memoria. Porque mientras se esté viva, al cuerpo podemos ponerlo a descansan, pero a la memoria, nunca. Ventanas 1. El escribir con el cuerpo se vincula con la esencia mas profunda de lo que es el escribir: la razén de ser de la escritora casi tanto o més que la razén de ser de la escritura. Porque en el escribir (y también en el escribir mentalmente) el trabajo consiste en ir descifran- do simbolos, signos, desarmando arcanos, inter- pretando como se puede, atando cabos. Tratando de entender esta llamada realidad que nos rodea. Un ir atando nuditos para hacer la mas fina de las alfombras, la menos ostentosa, la que slo puede apreciarse del revés. El revés de la trama, 3. Susan Sontag: “Bl silencio socava el “mal discurso”, es decir el surso disociado -discurso disociado del Luisa Valenzuela cuerpo (y por lo tanto de los sentimientos), discurso no informado orgdnicamente por la presencia sensual del hablante (...). Desama- rrado del cuerpo, el discurso se deteriora. Se vuelve falso, tonto, innoble, sin peso alguno.”* 4, “Acabo de leer el ultimo libro de Alfonsina Stomni, que hace algunos dfas, en un impulso sin control, robé de un estante. Libro para ser robado es El dulce dao, raptado dirfa mejor, ya que es un libro femenino hasta el peligro.” Son éstas las palabras de un destacado eritico, Carlos Gutiérrez Larreta, citadas por Lily Sosa de Newton. Es cierto que el tiempo era 1918, pero hay conceptos que han variado poco a pesar de los hectolitros de tinta de imprenta que han co- rrido desde entonces, Para muchos atin hoy la li teratura escrita por mujeres no merece ser ad- quirida honorablemente como corresponde a cualquier libro que se precie. Muchos—que qui- 24 sean los mismos— equiparan ala literatura de Ja mujer con su cuerpo, y se nota que no le tie- nen respeto alguno al cuerpo de la mujer puesto que lo consideran solo digno de ser “raptado”. A pesar de lo cual, como buenas mujeres, co- mo escritoras, sabemos que detras de toda afir- , 1966. The Aesthetics of Silence” en Styles of Radical Wi Farrar, Sraus and Giroux, 1996. Peligrosas palabras 2 138 macién categérica hay una verdad oculta que la desmiente y devela. Eso hemos aprendido a lo largo de afios de reflexién frente a las pala- bras con las que se intenté aplacarnos, impo- niéndonos algunas y escamotedndonos otras. Aprendimos a leer a fondo, a leer a través, entre lineas. Y sabemos hasta qué punto si, el cuerpo esté intensamente comprometido en el acto de la escritura pero no para que el otro lo robe © lo secuestre, sino para que podamos comprendernos més alld del plano intelectual. Estos “secuestradores” que asimilan su pro- pio concepto del cuerpo de la mujer a su escri- tura son quienes leen con ojo blando aquello que ha sido escrito para la protesta. La poesia de la misma Storni, sin ir més lejos.’ 5. Barthes: “Le plaisir du texte c'est ce moment ott mon. corps va suivre ses propes idées —car mon corps n’a pas les mémes idées que moi.” Mascaras 4 cuerpo como mascara de la mente, 0 vice- versa? Te plaisir du texte. altions Du Seu, Paris. 1973 Luisa Valenzuela Mas bien el cuerpo como mascara del alma. Felisberto Hernéndez “A veces mis pensamientos estan reunidos en algtin lugar de mi cabeza y deliberan a puerta cerrada: es entonces cuando se olvidan del cuerpo. A veces el cuerpo es prudente con ellos y no los interrumpe: se limita a mandar noti- cias de su existencia cuando esta cansado, cuando esté triste o cuando le duele algo.” Tierras de la memoria. Peligrosas palabras B9

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