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Si el primer ejemplo que vimos es un ejemplo de anacronismo en cuanto a la

abstracción de los textos del contexto, este segundo ejemplo es un ejemplo de


cómo las categorías posteriores de pensamiento o moralidad pueden
imponerse a épocas anteriores de manera que distorsionan nuestra
comprensión del período o de la persona estudiada. Muchas veces se trata de
una cuestión un tanto delicada: ya hemos señalado en el capítulo 1 que es
perfectamente aceptable que un historiador se comprometa políticamente,
tenga compromisos morales, etc. De hecho, no es razonable esperar que un
historiador sea de otra manera. 

       Sin embargo, una cosa es tener compromisos morales; y otra cosa es


permitir que esos compromisos distorsionen fundamentalmente nuestra
comprensión de por qué determinados individuos o grupos creían y actuaban
como lo hacían en el pasado. Esto puede hacerse de varias maneras, quizá la
más evidente sea la imposición de categorías que habrían sido completamente
incomprensibles en un momento anterior.

Por supuesto, para el posmodernista radical, para el que la narración de la


historia tiene que ver con las luchas de poder en el presente y no con lo que
ocurrió en el pasado, esto no es un problema. La feminista radical no tiene
ningún problema en destacar el machismo de antaño, simplemente porque su
agenda es debatir los problemas de las mujeres en el presente, incluso si lo
que ella llama “machismo” no se entendía como tal en ese momento histórico
particular. 

El marxista puede detectar fácilmente la opresión de clases porque ese es el


marco a priori e idealista que aporta, aunque la idea de clases, tal y como la
concibe un marxista, no sea en realidad fácil de definir cuando se trata de
sociedades antiguas. Y, antes de dar gracias al Señor por no ser como los
demás hombres malos, pensemos en la esclavitud: ¿a cuántos de nosotros nos
parece odiosa la esclavitud, y por tanto nos cuesta explicar el compromiso con
ella que encontramos en figuras por lo demás liberales, como Jefferson? ¿No
es difícil escribir sobre Jefferson y no sentir la necesidad de condenarlo por su
actitud hacia los esclavos y su relación con Sally Hemings? ¿Cómo podríamos,
o deberíamos escribir hoy sobre este tema?

Un buen ejemplo de la difícil naturaleza de esta tarea histórica es la cuestión


de Martín Lutero y los judíos. De hecho, si hay algo que todo el mundo, sea o
no religioso, cree sobre Lutero, es que odiaba a los judíos y que fue
parcialmente responsable de la corriente de antisemitismo alemán que culminó
en el Holocausto. En 1543, Lutero escribió un tratado infame, Sobre los judíos
y sus mentiras, en el que lanzó un ataque fulminante contra los judíos, y este
libro ha llegado a empañar su reputación de una manera que casi nada de lo
que escribió – con la posible excepción de sus ataques a los campesinos en
1525 – ha hecho.
¿Existe una conexión entre Lutero y el Holocausto?

El primer gran problema con Lutero y los judíos desde un punto de vista
histórico es simplemente éste: el Holocausto. El hecho de que Lutero fuera
alemán y que escribiera de forma tan extrema sobre los judíos y lo que debía
hacerse con ellos, incluido el asesinato sistemático de los mismos, parece
pedir a gritos la comparación con la brutalidad de los nazis. Tomemos, por
ejemplo, los siguientes pasajes de la obra:

Primero, debemos prender fuego a sus sinagogas o escuelas y enterrar y cubrir


con tierra todo lo que no se queme, para que ningún hombre vuelva a ver una
piedra o ceniza de ellas… Segundo, aconsejo también que sus casas sean
arrasadas y destruidas… Tercero, aconsejo que se les quiten todos sus libros
de oraciones y escritos del Talmud, en los que se enseñan tales idolatrías,
mentiras, maldiciones y blasfemias… Cuarto, aconsejo que se prohíba a sus
rabinos enseñar en lo sucesivo, so pena de perder la vida y cortar las
extremidades… Quinto, aconsejo que se suprima completamente el
salvoconducto en las carreteras para los judíos. 4

Dada la extremidad de estas declaraciones y el hecho de que estas


sugerencias parecen adumbrar algunas de las cosas que el Tercer Reich hizo
a los judíos, algunos han llegado a sugerir una conexión causal entre Lutero y
las atrocidades hacia los judíos de las décadas de 1930 y 1940. 5

Por lo tanto, la tentación para los historiadores que abordan el tema de


           

Lutero en esta cuestión es hacer una de estas dos cosas: o bien establecer
una conexión simplista directa entre él y el Holocausto, o bien hacer todo lo
posible para eximirlo de culpa. En cualquiera de los dos casos, el enfoque
histórico de Lutero está siendo impulsado por cuestiones relacionadas con un
evento posterior, el Holocausto, y el potencial de distorsión histórica es
sumamente profundo.

Para abordar esta cuestión, debemos hacer una serie de cosas: 

a. Dejar de lado eventos futuros para centrarse en el evento histórico. 

En primer lugar, por muy difícil que sea, debemos dejar de lado el Holocausto
como cuestión al abordar el tema. Esto no quiere decir que debamos dejar de
tener fuertes opiniones sobre lo que sucedió en Alemania entre 1933 y 1945, o
sobre quienes han escrito con odio sobre los judíos; pero sí quiere decir que no
debemos permitir que estas cosas se conviertan en factores en nuestro análisis
inicial de los escritos de Lutero sobre el tema. 

El Holocausto puede ser parte de nuestro contexto actual, pero no es parte del
contexto sincrónico ni diacrónico de la obra original de Lutero; el Holocausto no
tuvo ningún impacto en su acción histórica en este momento. En segundo
lugar, así como dejamos de lado esas preocupaciones posteriores, también
debemos establecer cuáles eran las convenciones de la época de Lutero para
hablar de los judíos. Una vez que conozcamos el trasfondo en el que trabajaba
Lutero, podremos ver en qué sentido sus escritos eran típicos o atípicos de su
época.

Este segundo punto se divide en dos partes relacionadas. En primer lugar, hay
que ver qué tipo de escritos eran típicos en la época: ¿Era común ser
antijudío? ¿Qué tipo de cosas decían los escritores antijudíos? ¿Existen
diversas críticas a los judíos que se repiten en las obras del siglo XVI? Esto
nos permitirá evaluar cuan excepcionales fueron los sentimientos y argumentos
de Lutero y, por lo tanto, discernir cuál fue su contribución distintiva a la historia
de la polémica antijudía, si es que la hubo. Como se señaló anteriormente, en
la historia son las cosas excepcionales, no las ordinarias, las que requieren
explicación. Sin embargo, solamente se puede discernir lo excepcional
únicamente una vez que se sabe qué es lo “ordinario” en un contexto
determinado.

b. Determinar las categorías a usar para el análisis histórico. 

En segundo lugar, también debemos establecer qué tipo de categorías se


utilizaban para pensar en los judíos. Está muy claro, por ejemplo, que las
acciones de los nazis con respecto a los judíos se enmarcaban en categorías
raciales, y que las diferencias entre los judíos y los demás se veían, por tanto,
en términos biológicos y raciales. Incluso si esas categorías se basaban en
última instancia en la pseudociencia, eso no hace que la categoría racial sea
menos significativa para entender la mentalidad y las intenciones de la
Alemania nazi. Pero, ¿es cierto que Lutero y sus contemporáneos utilizaban
categorías raciales, o veían la cuestión de los judíos en términos de otros
factores?

Si nos detenemos a reflexionar un momento en este punto, ya podemos ver la


dirección que tomará nuestro análisis. Al abordar el tema de esta manera,
evitamos hacer del Holocausto y de la Alemania nazi los criterios dominantes
para evaluar las acciones de Lutero; en cambio, determinamos desde el
principio de nuestra investigación entender por qué Lutero escribió lo que
escribió sobre los judíos en el momento en que lo hizo. En otras palabras,
buscamos explicar su acción en términos históricos y no hacer de nuestros
criterios morales una parte fundamental de nuestro método histórico.

En cuanto al primer punto, la escritura contemporánea sobre los judíos, incluso


una mirada superficial a la literatura sobre el judaísmo en el siglo XVI revela
que la polémica antijudía no fue inventada por Lutero, sino que tenía un pedigrí
bien establecido y de larga data, que se remonta a la Edad Media y más allá.
De hecho, los ataques literarios contra los judíos y el judaísmo se remontan a
finales del siglo I y principios del II, cuando las dos religiones, el cristianismo y
el judaísmo, se separaron. 

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