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CAPÍTULO 2
LA DISPUTA EN LA TEORÍA DEL VALOR
INTRODUCCIÓN
A continuación intentaremos mostrar el significado y la importancia
discursiva del aporte mengeriano a la batalla contra el marxismo. Su
obra, escrita en oposición a las teorías ricardianas del valor, signifi-
có la posibilidad de acceder a una construcción argumentativa que
permitiera reemplazar las teorías –difundidas en espacios académicos
dedicados al estudio de la economía– que entendían que el valor de la
producción residía en la sumatoria de la retribución de los factores
productivos empleados en su elaboración y/o en la cantidad de trabajo
incorporado.
En esta última línea Karl Marx desarrolló una construcción teóri-
ca que le permitió justificar la apropiación del producto por parte de
los trabajadores, elaborar el concepto de plusvalía y fundar su teoría
de la explotación. Frente a esto, Eugen Böhm Bawerk retoma, difunde
y continúa la obra de Carl Menger, en tanto le permite afirmar que el
valor de las mercancías no reside en el trabajo sino en el capital. Re-
cordemos nuevamente las palabras de von Hayek:
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María Paula de Büren
Smith sostiene esta idea –innovadora para su época– a lo largo del ca-
pítulo V, pero la abandona en el capítulo VI reemplazándola por otra,
vieja, afectada de problemas de circularidad: la teoría de los costos
de producción1 (Kicillof, 2010). Esta última construcción es la que
actualmente se difunde y en la que se sustenta gran parte de la teoría
microeconómica que se enseña en las carreras de Ciencias Económi-
cas de las distintas universidades.
En el capítulo VI afirma que, en una sociedad primitiva, donde
la acumulación del capital y la apropiación de la tierra aún no se han
efectuado, es fácil demostrar que los bienes se intercambian por la
cantidad de trabajo que contienen2; pero no sucede lo mismo en las
sociedades modernas donde el trabajador comparte los frutos de su
trabajo con el capitalista que lo emplea y donde los terratenientes, que
“desean cosechar donde nunca sembraron” (p. 49), exigen una renta.
Smith no consigue terminar de resolver la teoría del valor trabajo
a la que había dado inicio, pero David Ricardo continúa esta empresa
en sus Principios de economía política y tributación (1817). Allí explica
que el capital empleado en la producción de bienes no es otra cosa que
trabajo acumulado y que la existencia de renta tampoco contradice la
teoría del valor trabajo.
Para Ricardo (1817) el precio de los cereales estaría dado por la
cantidad de trabajo necesario para su producción en las condiciones
más desfavorables. Suponiendo una situación inicial donde el total
de la población es alimentado con una tonelada de alimentos y una
situación posterior, donde el incremento de población exige la produc-
ción de dos toneladas y, por tanto, el uso de tierras marginales menos
fértiles, el precio del cereal estará dado por la cantidad de trabajo adi-
cional necesario para producir una tonelada de cereal adicional en las
tierra marginales. En estas últimas, la cantidad de trabajo necesario
para obtener igual cantidad de cereal en igual superficie, será mayor
al empleado en las tierras iniciales –más fértiles– y eso determinará el
precio del cereal. Es el terrateniente quien se apropia de la diferencia,
ya que la suba de los precios de los alimentos incrementa el salario
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4 Título original: Principes of Political Economy with some their Applications to So-
cial Philosophy.
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En este sentido, la fuerza de trabajo es, para Menger, uno más de los
tantos bienes complementarios superiores necesarios para la produc-
ción de bienes inferiores y cumplirá el rol de bien, en tanto y en cuan-
to, sirva a una necesidad, es decir, colabore en la producción de un
bien inferior que satisfaga una necesidad y disponga de los bienes
complementarios necesarios para la elaboración del bien inferior en
cuestión. El trabajo, entonces, lejos estará, desde esta perspectiva, de
constituir el núcleo duro del valor de los bienes6, tal y como, antes se
erigían en las elaboraciones de la economía política.
Es la existencia de determinada necesidad humana la que otorga
calidad de bien a un bien inferior como a los bienes superiores em-
pleados en la elaboración del primero. La desaparición de tal necesi-
dad significa la desaparición de la cualidad de bien de tales bienes;
pero como –y sobretodo– los bienes de orden superior no derivan su
calidad de bien de una sola y única relación causal, sino de varias res-
pecto de la satisfacción de las necesidades humanas, no basta con que
desaparezca una necesidad, siempre y cuando, se mantengan otras
que pueden subsanar.
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Ello hace que solo pueda estar seguro de la cantidad y calidad de los
bienes quien dispone de ellos de manera inmediata. Quien dispone de
los bienes de manera mediata solo podrá saberlo al final del proceso
productivo. Esta inseguridad difiere de rama en rama de producción.
Así el terrateniente está sometido a un mayor grado de inseguridad
respecto del fabricante de zapatos.
Esto nos permite observar la legitimación que su teoría implica
de los sectores terratenientes en su disputa con los industriales y su
apoyo a la monarquía. Es el poseedor de la tierra, en tanto eslabón
superior del proceso productivo, quien se encuentra sometido en ma-
yor intensidad al riesgo y al tiempo de espera. Recordemos lo que
señalábamos en pasajes anteriores: Menger, un intelectual cuya labor
era la formación y el asesoramiento del príncipe en un tiempo en el
que el poder monárquico y terrateniente se encontraba en franco des-
censo, a manos del crecimiento, en lo inmediato, de las burguesías y,
más tarde, del avance de los movimientos obreros que cristalizan en
la comuna de París.
Por otra parte, si bien se considera que los bienes superiores de-
tentan la mayor importancia en el proceso productivo, se comprende
que no lo constituyen en su totalidad: otros factores actúan sobre la
cantidad y calidad de los bienes de orden inferior. Factores cuya rela-
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Con esto, Menger responde directamente a las teorías clásicas del va-
lor que diferencian valor de cambio y valor de uso, y aseveran que el
valor está dado por el valor de cambio. Smith observa en Las rique-
zas de las naciones y Ricardo reafirma en sus Principios de economía
política y tributación, que la palabra valor tiene dos acepciones. La
primera, expresa la utilidad de la cosa particular y, la segunda, la ca-
pacidad de comprar otros bienes con la cosa, valor de uso y valor de
cambio, respectivamente, atendiendo que aquellas cosas que tienen
mucho valor de uso –como es el caso del agua– generalmente tienen
escaso o nulo valor de cambio y, viceversa, aquellas que detentan un
gran valor de cambio carecen de valor de uso –como en los casos del
oro y los diamantes–. Para Ricardo, si bien la utilidad no es la medi-
da del valor de cambio, sí es su condición necesaria: un bien no útil
carece de valor de cambio. Dada la utilidad de un bien, este derivará
su valor de cambio de su escasez o de la cantidad de trabajo necesario
para obtenerlo y, ya que los primeros –aquellos que extraen su valor de
la escasez– constituyen una pequeñísima proporción del total de los
bienes comercializados, las obras de Smith y Ricardo se dedicarán al
estudio del valor de los bienes que son objeto de deseo y que pueden
ser multiplicados mediante el empleo del trabajo. Por tanto, el valor
de los bienes, para Ricardo y Smith, no puede estar dado por su valor
de uso sino por su valor de cambio, aún considerando a la utilidad
como condición necesaria.
No en vano Menger utiliza el ejemplo del manantial de agua para
explicar la necesidad de la escasez relativa para la existencia de valor.
Se trata de una respuesta directa al ejemplo elegido por Smith del
agua y los diamantes –como evidencia de que el valor no se determina
por la utilidad, sino en el intercambio– para después criticar la objeti-
vación del valor efectivizada por los clásicos.
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Los bienes, entonces, no detentan valor per se, un valor objetivo pro-
pio, sino que aquel deriva de las necesidades humanas que ellos satis-
facen y de la disponibilidad limitada de su existencia. Retomando las
propias palabras del autor:
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…los pueblos de alta cultura [en los que] una parte nada desde-
ñable de los miembros de la sociedad se dedica a la producción
de bienes que solo contribuirán a la satisfacción de necesidades
humanas al cabo de varios años y hasta de varios decenios (Men-
ger, 1996 [1871]: 137 - Los corchetes son propios).
En las primeras etapas de la evolución cultural (…) solo algu-
nos agentes económicos aislados asumen la tarea de hacerse
con los bienes de órdenes superiores (primeros los inventores,
descubridores o respectivamente, los empresarios) (Menger,
1996 [1871]: 138).
10 Si falta uno se puede reemplazar con otro y, en caso de ser irremplazable, el resto
de los bienes superiores complementarios puede utilizarse en la producción de otro
bien que cubra otra necesidad humana.
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A MODO DE CONCLUSIÓN
Este capítulo nos ha permitido observar que la obra de Menger consti-
tuye no solo el desplazamiento del trabajo como elemento primordial
del valor y su reemplazo por la necesidad humana como principio mo-
tor, no solo el desplazamiento desde la oferta –desde las condiciones
de producción– hacia la demanda, sino el desplazamiento del trabajo,
como contenido único y central del valor, por la revalorización del
capital y la tierra.
Esta obra, luego de una larga tradición de reconocimiento del
trabajo como elemento sustancial de valor, minimiza su aporte en el
producto. Lo coloca en el mismo plano que el resto de los bienes. Lo
considera uno de los tantos bienes superiores complementarios que se
utilizan para producir bienes inferiores de consumo y asevera que su
valor, en tanto está sujeto a la satisfacción de necesidades, desapare-
cerá si las necesidades que suple desaparecen o si puede ser sustituido
por otro bien superior en la producción del bien inferior.
Al tiempo que revaloriza el capital y la tierra, afirma que es la
producción de bienes superiores aquello que genera la multiplicación
de la capacidad productiva, para la cual se necesita acumulación de
capital. Asevera que quien dispone de las cosas de manera inmediata
conoce de la cantidad y calidad de las mismas pero que no puede
saberlo quien dispone de forma mediata de ellas. Enfatiza la existen-
cia del tiempo de espera que sufre quien se dedica a tal producción
diciendo que, por ejemplo, quien tiene todo para producir árboles no
podrá gozar de ellos por un largo tiempo –tal vez recién lo puedan ha-
cer sus herederos–, mientras que quien goza de fuerza de trabajo pue-
de detentar el goce inmediato al disponer de manera inmediata de la
producción genera. Y, finalmente, haciendo énfasis en la producción
incierta del terrateniente, revaloriza el riesgo de la tierra y el capital
que se encuentra en los inicio del proceso productivo, es decir, que son
los bienes de más alto orden en la producción.
Cabe observar que, mientras que David Ricardo encuentra un es-
collo difícil de sortear en el tiempo de espera de utilización o rendi-
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miento del capital para resolver y avanzar en la teoría del valor traba-
jo, Menger retoma precisamente ese escollo y lo coloca como elemen-
to central de la constitución de la producción y de la revalorización
del capital y la tierra. En este sentido, la producción ya no es fruto
del trabajo. Ahora la producción, o su crecimiento monumental, es
consecuencia del uso del capital, del tiempo de espera del capitalista,
del riesgo que corre el capitalista, de la incertidumbre en la calidad y
cantidad de la producción que este genera. Por tanto, la apropiación
de tal producción ya no es tan legítima si la realiza quien aporta su
fuerza de trabajo al proceso productivo como si la efectúa quien apor-
ta la tierra o el capital. En otros términos, esta nueva mirada nos in-
dica el sector que más legítimante puede apropiarse de lo socialmente
producido y en qué volumen relativo puede hacerlo.
Podríamos incluso inferir que la obra de Menger significa un giro
de 180 grados respecto de las conclusiones ricardianas, ya que pone
aún más énfasis en el aporte de la tierra que en el aporte del capital.
Mientras que Ricardo, por un lado, entiende que el capital es trabajo
acumulado y que el valor de los bienes está dado por la cantidad de
trabajo incorporado, (sea de manera directa, mediante la mano de
obra, o como de manera indirecta, mediante el trabajo acumulado en
el capital–) y, por otro lado, postula la ley de los rendimientos decre-
cientes de la tierra, que le permiten legitimar la abolición de la ley de
granos en Inglaterra con objeto de transferir la renta extraordinaria
de la tierra a la burguesía industrial, a la clase o sector social de vida
austera e interesado en la inversión; desde el derroche y la ociosidad
terrateniente en el que estaban sus frutos, en post de la inversión para
la industrialización.
De modo que, la obra de Menger da un giro copernicano respec-
to de la obra de Ricardo. Lo hace, en primer lugar, en tanto aban-
dona el análisis del valor de los bienes desde el estudio del proce-
so productivo para abordarlo desde la perspectiva de la demanda,
por lo que, podríamos adicionalmente preguntar, ¿quiénes son los
demandantes?,¿quiénes poseen la capacidad adquisitiva que da –jun-
to a las necesidades o preferencias– valor a las cosas y determina qué
es lo que se produce y demanda, y qué no? Y, en segundo lugar, porque
traslada en 180 grados las legitimaciones que la teoría ricardiana per-
mitía realizar: el porcentaje de la apropiación de la riqueza socialmen-
te producida por parte de trabajadores, capitalistas y rentistas o terra-
tenientes. Esta legitimación da un giro total en la obra de Menger, a
partir de la cual adquiere mayor legitimidad en el proceso productivo
quien más lejos está del producto final, quien más riesgo corre, quien,
en primer lugar, ofrece la tierra, en segundo lugar, ofrece el capital y,
finalmente, quien –en el grado inferior– ofrece su fuerza de trabajo.
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lo cual no es compatible con las teorías subjetivistas. Von Mises y Fetter repararan
ese error elaborando teorías del interés basadas en valuaciones subjetivas entre bie-
nes futuros y presentes.
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cistas, sin que ello implique tomar elementos de aquella que pudiesen
derivar en reivindicaciones de la clase trabajadora, sino, antes bien,
proponiendo nuevos que permitan la reivindicación de los sectores
dominantes: terratenientes y capitalistas. Y, en la dimensión episte-
mológica, dando origen a la disputa por el método, por la normativa
que da o quita cientificidad al producto de las distintas formulaciones
académicas.
En el caso böhmbawerkiano encontramos más específicamente
un embate contra el marxismo llevado específicamente en el ámbito
teórico en dos modalidades, a partir de las cuales se intenta devolver
al capital la legitimidad perdida. Una que implica la búsqueda de ge-
neración o continuación de teorías que permitan presentar interpreta-
ciones alternativas, y otra que implica la refutación teórica, mediante
vacíos o contradicciones implicados en el mismo cuerpo doctrinal, de
teorías opuestas.
Los integrantes austríacos de Mont Pèlerin Society heredarán los
mismos enemigos y replicarán las mismas formas de combate en el
espacio discursivo.
Es de notar que, a pesar de que tanto Menger como Böhm
Bawerk desempeñaron tareas laborales en la función pública –este úl-
timo como ministro de hacienda–, Menger, desde entonces, considera
que, para influir en la cosa pública, el modo más efectivo resulta de
la influencia mediatizada por la educación universitaria y los escritos
teóricos.
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