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PATOLOGIA CRÍTICA SUPRARRENAL

El presente artículo es una actualización al mes de julio del 2006 del Capítulo del Dr. Carlos
Lovesio, del Libro Medicina Intensiva, Dr. Carlos Lovesio, Editorial El Ateneo, Buenos Aires (2001)

FISIOLOGÍA

La producción de glucocorticoides por la corteza suprarrenal está regulada


predominantemente por la hormona adrenocorticotrofina (ACTH). Las células de la hipófisis
anterior segregan ACTH bajo la influencia reguladora de la hormona hipotalámica liberadora de
corticotropina (CRH) y de la arginina vasopresina. La secreción de estas hormonas hipotalámicas es
regulada por numerosos estímulos neuroquímicos que modulan la respuesta del sistema nervioso
central al estrés. Además de este control neurológico, otros mecanismos modulan la secreción de
ACTH, incluyendo el ritmo pulsátil y circadiano de liberación ACTH-cortisol, la presencia de una
retroalimentación negativa del cortisol sobre la liberación de CRH y ACTH, y la acción de los
fenómenos de estrés sobre el eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal.

La producción de cortisol en las células de la corteza suprarrenal en respuesta a la ACTH


se produce dentro de minutos, y comienza con un clivaje enzimático de la cadena lateral del
colesterol para generar pregnenolona. La pregnenolona es a su vez modificada por cuatro sistemas
enzimáticos adicionales para generar cortisol. En adición a los efectos inmediatos sobre la
pregnenolona, la estimulación por la ACTH también produce un aumento en el crecimiento celular
en la glándula, transcripción del DNA, y traslación proteica en un tiempo de horas o días. Esto se
asocia con un aumento en la producción de enzimas esteroidogénicas. Un aumento aún mayor en la
producción de glucocorticoides puede ocurrir durante la enfermedad por un desplazamiento de la
producción de esteroides adrenales desde otros productos de la corteza (andrógenos y
mineralocorticoides) hacia el cortisol.

La producción de cortisol es de aproximadamente 5,7 mg/m2/día. Durante la cirugía


mayor, esta producción alcanza a 75-150 mg/día, siendo la máxima producción predecible de la
hormona de 200 mg/día.

El estrés agudo activa el eje CRH-ACTH-cortisol. Los estímulos desde centros del
cerebro medio producen la liberación de CRH y arginina vasopresina, lo cual a su vez aumenta el
nivel de ACTH y la secreción de cortisol. El tipo y la severidad del estrés influyen el grado de
activación. Los niveles elevados de cortisol pueden bloquear la respuesta del eje hipófiso-
suprarrenal al estrés menor (inhibición por retroalimentación), pero no alteran la respuesta al estrés
mayor.

El cortisol circula unido en gran parte a las proteínas plasmáticas, predominantemente a la


globulina de unión a cortisol (CBG). La hormona libre sería la responsable de interactuar con los
receptores y, por lo tanto, es la estructura biológicamente activa.
El receptor de glucocorticoides (GR) pertenece a una superfamilia de receptores de
hormonas nucleares, que incluyen receptores para mineralocorticoides, andrógenos, progestinas,
estrógenos, vitamina D y hormona tiroidea. En su estado no ligado, el GR es parte de un complejo
multiproteico que incluye, entre otras, a las proteínas del shock de calor.

Cuando el cortisol se une al GR, se produce un cambio conformacional que lleva a una
disociación proteica, incremento de la fosforilación proteica del receptor, y desencadenamiento de
señales de localización nuclear. El complejo receptor-hormona activado puede actuar de dos modos.
Se puede unir directamente a sitios específicos en los genes de respuesta a glucocorticoides, o puede
interactuar con factores de transcripción, tales como el c-jun. Existen evidencias de que el cortisol
también podría actuar por un efecto no genómico, interactuando directamente con receptores de la
membrana celular.

Los glucocorticoides desempeñan un rol importante en el metabolismo de los


carbohidratos, lípidos y proteínas, y tienen un efecto regulador profundo sobre las funciones
inmunológicas y circulatorias.

La acción primaria sobre el metabolismo de los carbohidratos es el aumento de la


producción de glucosa por vía de la gluconeogénesis y antagonizando la acción de la insulina. La
lipólisis es estimulada por los glucocorticoides, produciendo un aumento en los ácidos grasos libres
circulantes. El exceso de cortisol estimula la proteólisis en los tejidos muscular, óseo, linfoide y
conectivo, disponiendo sustratos aminoácidos para la gluconeogénesis.

Algunos de los efectos inmunes del cortisol son bien conocidos. Como regla general, los
glucocorticoides inhiben la mayor parte de las respuestas inmunológicas e inflamatorias. En
respuesta al exceso de secreción de cortisol, se producen linfopenia, eosinofilia y monocitopenia. Se
produce un aumento en la liberación de células polimorfonucleares desde la médula ósea, pero la
actividad de estas células está deprimida, y no pueden generar una respuesta inmune normal. Los
glucocorticoides actúan limitando la activación del complemento, previenen la generación de
prostaglandinas e inhiben la síntesis de óxido nítrico.

Aunque esta descripción clásica es conceptualmente útil, se trata de una simplificación


extrema de un proceso complicado y escasamente conocido. Las interacciones entre el sistema
inmune y el eje corticoideo son intrincadas y profundas. Aunque los efectos inmunosupresores del
cortisol han sido conocidos por años, sólo recientemente se ha hecho evidente que las interacciones
inmuno-endocrinas son bidireccionales. Las citoquinas, polipéptidos producidos por las células
inmunes activadas, son capaces de modular el eje CRH-ACTH-cortisol en sus distintos niveles,
aunque se desconoce el rol exacto que desempeñan estos péptidos.

Desde el punto de vista hemodinámico, los glucocorticoides tienen una influencia


inotrópica positiva sobre el corazón, un efecto permisivo sobre las acciones de la epinefrina y
norepinefrina y, a dosis elevadas, pueden interactuar con los receptores mineralocorticoides para
inducir acciones normalmente mediadas por estas hormonas. En adición a la modulación inmune, el
aumento de la producción de corticoides en la enfermedad crítica puede incrementar la sobrevida a
través del aumento de la contractilidad cardíaca, del volumen minuto cardíaco, sensibilización a las
catecolaminas, capacidad de trabajo del músculo esquelético, y capacidad de movilización de
fuentes energéticas a través de la gluconeogénesis, proteólisis y lipólisis.

RESPUESTA SUPRARRENAL A LA ENFERMEDAD CRÍTICA

Desde hace mucho tiempo se conoce el potente efecto estimulador sobre el eje CRH-
ACTH-cortisol de la cirugía. El grado de activación depende del tipo de cirugía y anestesia. Durante
los procedimientos quirúrgicos mayores, todos los niveles hormonales aumentan significativamente.
El aumento de la ACTH y del cortisol puede ser abolido interrumpiendo la conexión neural
proveniente del sitio operatorio. La reversión de la anestesia también es un potente estimulador de
la secreción de ACTH. Sin embargo, en el primer día del posoperatorio, los niveles de ACTH y de
CRH disminuyen a los valores de precirugía, mientras que los niveles de cortisol permanecen altos,
aunque no tanto como durante el acto quirúrgico. En los días siguientes, los niveles de cortisol
continúan disminuyendo mientras que los niveles de ACTH permanecen suprimidos antes de
retornar a lo normal en los días cinco a siete. La elevación del cortisol luego de la cirugía no se debe
a una modificación de su vida media, sino que es una consecuencia del aumento de la sensibilidad
de las adrenales a la estimulación por la ACTH. Esta sensibilidad aumentada es el resultado de la
liberación de citoquinas en respuesta al trauma quirúrgico. En síntesis, en respuesta a la cirugía
mayor, existe una fase inicial de estimulación del eje CRH-ACTH-cortisol, seguido por un retorno a
la inhibición por retroalimentación negativa del cortisol, pero con una aumentada producción de
cortisol, el cual vuelve lentamente a sus valores normales.

Los pacientes que presentan un paro cardíaco presentan un aumento significativo en los
niveles de cortisol sérico. En los pacientes que sobreviven al evento agudo, esta elevación llega a su
pico en pocas horas y continúa durante 24-48 horas. Los niveles de ACTH alcanzan su nivel
máximo en las primeras horas y retornan a lo normal al segundo día.

La sepsis es otro potente estimulador del eje CRH-ACTH-cortisol. A diferencia de la


respuesta a la cirugía mayor, la pérdida de la inhibición por los niveles elevados de cortisol persiste
por días, probablemente a causa del estímulo continuado. Durante este período, la hipófisis presenta
una respuesta aumentada a la estimulación con CRH.

Durante las enfermedades graves, las concentraciones séricas de cortisol tienden a estar
muy elevadas. Los valores son mayores en pacientes con los escores de severidad de enfermedad
más elevados y en aquellos con la mayor mortalidad, siendo dichos valores muy altos (30 a 260 µ
g/dl o 828 a 7.173 nmol/l) inmediatamente antes de la muerte.

Algunos autores han correlacionado los niveles elevados de cortisol en plasma con la
mortalidad en pacientes críticos. Span y colaboradores evaluando la mortalidad en 159 pacientes
críticos, comprobaron que los no sobrevivientes tenían un valor significativamente mayor de
cortisol plasmático que los sobrevivientes, y que existía una correlación significativa entre los
valores individuales de cortisol plasmático y el escore APACHE II del día de toma de la muestra.
Rothwell y colaboradores, por su parte, comprobaron en un grupo de pacientes sépticos, que el
valor de cortisol basal era alto (>300 nmol/l) y que los sobrevivientes tenían una respuesta
aumentada a la administración de ACTH, cuando se comparaban con los no sobrevivientes.

Otra respuesta adaptativa en la enfermedad crítica es la desviación de la producción de


esteroides en las suprarrenales desde los mineralocorticoides y los andrógenos al cortisol. El
mecanismo de esta conducta es desconocido, pero seguramente las citoquinas deben desempeñar un
rol. Los beneficios de esta desviación son obvios en términos de asegurar una cantidad adecuada de
colesterol para la síntesis de cortisol.

En los últimos años se ha insistido en el concepto de insuficiencia suprarrenal relativa,


caracterizada por un nivel anormalmente bajo de cortisol plasmático en ciertos pacientes críticos
(ver más adelante).

Durante la enfermedad crítica prolongada, se produce una disociación entre niveles


plasmáticos bajos de ACTH y niveles elevados de cortisol, sugiriendo la presencia de mecanismos
extra-pituitarios de regulación suprarrenal. Dentro de los factores distintos de la ACTH, se ha
implicado a la IL-6; se encuentran concentraciones elevadas de IL-6 en pacientes críticos y, en
adición, se sabe que esta citoquina es uno de los activadores más potentes del eje hipotálamo-
hipófiso-suprarrenal en humanos durante el estrés inflamatorio y no inflamatorio. En el estudio de
Dimopoulou y colaboradores se comprobó que en pacientes críticos con estadía prolongada en UTI,
los niveles de IL-6 están elevados, y estos hallazgos son más prominentes en aquellos con una
respuesta inapropiada a la ACTH. Los niveles plasmáticos elevados de IL-6 probablemente son
debidos al hecho que la enfermedad crítica prolongada per se representa una situación de estrés no
inflamatorio estimulado por las catecolaminas actuando a través de receptores adrenérgicos β2. En
estos casos, la administración de ACTH sintética no resulta en una estimulación suprarrenal
adicional, y consecuentemente, no se produce un aumento en la producción de cortisol.

INSUFICIENCIA SUPRARRENAL AGUDA

La insuficiencia suprarrenal puede ser subdividida en tres grandes categorías: 1)


insuficiencia adrenal primaria crónica o enfermedad de Addison, que resulta de la destrucción de la
corteza suprarrenal; 2) insuficiencia adrenal secundaria crónica que ocurre cuando existe una
cantidad insuficiente de hormona adrenocorticotropica (ACTH) para estimular a la corteza adrenal;
y 3) crisis adrenal aguda que puede resultar de una situación de estrés en un paciente con
insuficiencia renal crónica que no ha recibido un reemplazo adecuado, o de una hemorragia adrenal
aguda o de una apoplejía hipofisaria.

Frecuencia

La incidencia de insuficiencia suprarrenal aguda total luego de la cirugía de rutina es muy


baja, variando entre 0,01 y 0,7% en más de 70.000 pacientes evaluados. La incidencia de
insuficiencia suprarrenal en los pacientes críticos es variable y depende de la enfermedad de base y
de la severidad de la enfermedad. La incidencia referida varía ampliamente, entre el 0 y el 77%,
dependiendo de la población de pacientes estudiados y del criterio diagnóstico utilizado para
establecer la presencia de la falla. Sin embargo, la incidencia global de insuficiencia suprarrenal en
pacientes críticos se aproxima al 30%, alcanzando al 50 al 60% en pacientes con shock séptico.
Utilizando los criterios de insuficiencia suprarrenal que se citarán más adelante, Marik y Zaloga
encontraron una incidencia de insuficiencia suprarrenal del 61% en 59 pacientes estudiados.

Vella y colaboradores, en una revisión de un periodo de 25 años en la Mayo Clinic,


reconocieron 204 pacientes con diagnóstico de hemorragia adrenal, de los cuales pudieron ser
evaluados retrospectivamente 141. La hemorragia suprarrenal fue diagnosticada por autopsia en 67
pacientes. En 30 casos, la hemorragia fue descubierta luego de la escisión quirúrgica de una
glándula anormal. En 2 pacientes, la hemorragia fue diagnosticada por una biopsia guiada por TAC.
No se obtuvieron especímenes patológicos en 42 pacientes en los cuales el diagnóstico se basó en
los hallazgos clínicos. Las causas asociadas con la hemorragia se discriminaron en: 1)
incidentalomas, presentados como una masa adrenal aparentemente no funcionante descubierta en
estudios por imágenes realizados por otras razones; 2) espontáneas, presentadas como una
hemorragia aguda espontánea de la glándula adrenal con dolor abdominal agudo en ausencia de
trauma previo o terapéutica anticoagulante; 3) hemorragia asociada con el síndrome
antifosfolipídico o la trombocitopenia asociada con heparina; 4) postoperatoria; 5) asociada con
terapia anticoagulante; 6) asociada con trauma; y 7) asociada con estrés severo no traumático o
sepsis, produciéndose habitualmente en pacientes internados en terapia intensiva.

Etiología

En la Tabla 1 se indican las distintas etiologías responsables de insuficiencia suprarrenal,


clasificadas en formas crónicas y agudas, primarias y secundarias. A los fines de la presente obra se
hará referencia exclusivamente a las formas agudas de la enfermedad.

En la insuficiencia suprarrenal primaria o enfermad de Addison, la glándula por si no


produce cortisol, aldosterona o ambas hormonas, debido a una destrucción del tejido adrenal. La
ausencia de glucocorticoides produce una elevación compensatoria de ACTH y de hormona
melanoestimulante (MSH). Por su parte, la falta de aldosterona conduce a un incremento en la
producción de renina. En la insuficiencia suprarrenal secundaria, el lugar de la falla es el eje
hipotálamo-hipofisario. La insuficiencia adrenal secundaria se caracteriza por la depresión de la
secreción de ACTH y una limitada producción de cortisol, pero los niveles de aldosterona continúan
siendo adecuados debido a la estimulación por el eje renina angiotensina y por la hiperkalemia.
Tabla 1. Causas de insuficiencia suprarrenal

Insuficiencia suprarrenal primaria Insuficiencia suprarrenal secundaria


Forma de comienzo lento Forma de comienzo lento
Adrenalitis autoinmune Tumor pituitario o metastásico
Tuberculosis, MAC Craniofaringioma
Adrenomieloneuropatía, adrenoleucodistrofia Cirugía hipofisaria o radiación
Infecciones micóticas: criptococosis, aspergi- Síndrome de silla turca vacía
losis, blastomicosis, histoplasmosis Enfermedades infiltrativas: sarcoidosis
SIDA (infecciones oportunistas: CMV, TBC) Tumores hipotalámicos
Cáncer metastásico (pulmón, mama, riñón) Terapia corticoide prolongada
Déficit aislado de glucocorticoides Irradiación craneal
Forma de comienzo agudo Forma de comienzo agudo
Hemorragia suprarrenal, necrosis o trombosis Necrosis hipofisaria posparto (Síndrome de
Sheehan)
Traumatismo, cirugía, sangrado en adenoma

En los pacientes en terapia intensiva, una etiología de insuficiencia suprarrenal aguda a


tener presente es la hemorragia adrenal masiva bilateral (HAMB). En autopsias no orientadas, la
incidencia de esta complicación oscila entre 0,14 y 1,8%. En un estudio, el 15,6% de los pacientes
que murieron en shock séptico presentaron HAMB. En el estudio de Kuhajda y colaboradores, el
83% de los pacientes muertos en una UTI luego de uno o más episodios de hipotensión presentaron
necrosis suprarrenal, la que se considera una lesión precursora de la HAMB. Shibbald y
colaboradores, por su parte, comprobaron que el 19,4% de los pacientes críticos sin antecedentes de
disfunción suprarrenal, tenían niveles anormalmente bajos de cortisol plasmático. Soni y
colaboradores, por fin, reconocen una incidencia de hasta el 24% de insuficiencia suprarrenal
relativa en pacientes portadores de shock séptico. En la Tabla 2 se citan las distintas causas
asociadas con HAMB.
Tabla 2. Causas de hemorragia adrenal masiva bilateral
1. Clínicas
Infecciones, insuficiencia cardíaca, infarto agudo de miocardio
2. Espontáneas
Cáncer, diabetes, cirrosis
3. Quirúrgicas
Estado postoperatorio, traumatismo, quemaduras
4. Embarazo
Normal
Preeclampsia
5. Trastornos de la coagulación
Empleo de anticoagulantes: heparina, cumarínicos
Plaquetopenia
Síndrome antifosfolipídico catastrófico

Una situación especial, la insuficiencia suprarrenal funcional, se produce cuando la


administración de corticoides exógenos conduce a una depresión de la secreción de ACTH. Cuando
los esteroides exógenos son discontinuados, se produce un cuadro clínico de insuficiencia
suprarrenal secundaria. Cualquier paciente que se encuentra recibiendo una dosis elevada de
corticoides (Ej. >20 mg/día de prednisona) por más de dos semanas presenta el riesgo potencial de
una supresión prolongada del eje HPA. El mismo depende de la dosis y de la potencia del
glucocorticoide, del momento del día en que la droga era recibida (la supresión es mayor cuando se
recibe por la tarde) y de la potencia de la droga. La recuperación del eje HPA puede tomar de
algunos meses a un año, y algunos individuos nunca se recuperan totalmente. Se debe tener en
cuenta que además de la vía oral, los glucocorticoides pueden producir una supresión del eje HPA
cuando son administrados por vía nasal, inhalados o en inyección intraarticular.

Patogenia

Se analizará el caso particular de la HAMB. Esta situación se ha descrito en asociación


con sepsis fulminante (síndrome de Waterhouse-Friderichsen), trauma de nacimiento, embarazo,
trombosis idiopática de la vena renal, durante convulsiones, terapéutica anticoagulante o luego de
trauma o cirugía. Kovacs y col. encontraron como factores asociados con el desarrollo de HAMB la
presencia de trombocitopenia, sepsis y exposición a heparina.

El aporte sanguíneo a la glándula adrenal es único en varios aspectos y predispone a la


glándula a la necrosis hemorrágica. La glándula adrenal es irrigada por tres arterias, que se dividen
en 50 a 60 ramas. Estas cubren la superficie de la glándula acompañadas por venas emisarias. Las
ramas capilares del sistema arterial forman un plexo vascular alrededor de la zona reticularis. La
transición de las arterias al plexo capilar es muy abrupta. El plexo capilar es drenado por capilares
siunsoidales que eventualmente forman la vena adrenal central.

Las ramas musculares que rodean a la vena central y a las venas adrenales externas están
dispuestas en forma excéntrica, generando un flujo turbulento dentro de la vena. La epinefrina, un
potente estimulante de la agregación plaquetaria, se encuentra en altas concentraciones en la vena
adrenal. Por lo tanto, en situaciones de aumento del estrés, aumento del flujo adrenal, hipotensión,
y/o coagulopatía, la glándula adrenal está predispuesta a la necrosis hemorrágica. El evento
iniciador en la cascada que conduce a la hemorragia suprarrenal podría ser la trombosis de la vena
central, aunque la frecuencia con que esto ocurre es incierta.

En algunos pacientes la necrosis y hemorragia están asociadas con un trastorno


hemorragíparo. En este sentido, el tratamiento con heparina aumenta el riesgo de HAMB al menos
10 veces.

La glándula adrenal tiene una gran reserva funcional, por lo que es necesario que se
destruya más del 90% de la glándula antes de que se desarrollen signos de insuficiencia suprarrenal.
Se estima que sólo el 10% de los casos de hemorragia adrenal producen insuficiencia clínica.

Cuadro clínico

En las formas crónicas de insuficiencia suprarrenal, la sintomatología incluye anorexia,


náuseas, dolor abdominal, hipotensión arterial, signos de deshidratación, con sequedad de piel y
mucosas, hipotermia o hipertermia. Signos importantes son la fatiga y la debilidad muscular. La
combinación de anorexia, debilidad muscular e hipotensión arterial debe sugerir el diagnóstico de
insuficiencia suprarrenal. La presencia de hiperpigmentación es indicativa de una insuficiencia
suprarrenal primaria de larga data.

En la insuficiencia suprarrenal producida por HAMB, la sintomatología puede ser vaga e


indolente, excepto que se presente como un síndrome de Waterhouse-Friderichsen. El paciente
refiere dolor abdominal, en flancos o en tórax, de magnitud variable en dos tercios de los pacientes.
Síntomas inespecíficos gastrointestinales, incluyendo nauseas y vómitos, están presentes en el 56 al
86% de los casos. La anorexia es universal. El 50% de los pacientes tiene una temperatura superior
a 38°C. Pueden estar presentes síntomas neurológicos, incluyendo confusión, desorientación y
letargia. Es de destacar que, aun en presencia de una destrucción completa de la glándula
suprarrenal, puede no existir hipotensión arterial en el intervalo que media entre la hemorragia y la
crisis suprarrenal terminal. Sólo el 20% de los pacientes presenta hipotensión ortostática en el
intervalo entre la hemorragia y la crisis.

Durante la insuficiencia suprarrenal aguda se han descripto una serie de anormalidades


hemodinámicas. Las mismas incluyen shock hipovolémico, con disminución de la precarga,
depresión de la contractilidad miocárdica y aumento de la resistencia vascular sistémica; o shock
hiperdinámico, con volumen minuto cardíaco elevado y disminución de la resistencia periférica, a
similitud de lo que ocurre en el shock séptico. Estas diferentes patentes hemodinámicas pueden
reflejar el hecho de que algunos pacientes han recibido reemplazo de volemia antes de ser
sometidos al monitoraje hemodinámico.

Exámenes complementarios

La evaluación diagnóstica del eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal se basa en


determinaciones de laboratorio. Los niveles de cortisol plasmático se informan en microgramos/dL
o nanomoles/L (1 µg/dL = 10 ng/mL = 27,6 nmol/L). El cortisol es secretado siguiendo un ritmo
circadiano, siendo los niveles a la mañana mayores que a la tarde, de modo que debe ser tomado en
cuenta el momento del día en que se realiza la determinación (valor matinal = 4,3-22,4 µg/dL, valor
vespertino = 3,1-16,7 µg/dL). Una muestra al azar de la concentración de cortisol plasmático mayor
de 500 nmol/L (18,1 µg/dL) prácticamente descarta la presencia de una insuficiencia suprarrenal,
sin embargo, en muchos pacientes, este valor está por debajo de dichas cifras sin que ello signifique
un estado patológico. La naturaleza episódica, pulsátil y variable de la respuesta del eje al estrés
físico hace que sea necesario y conveniente realizar un test de provocación para evaluar esta
función, en particular en los pacientes críticos.

Un buen método diagnóstico inicial para confirmar la sospecha de una insuficiencia


suprarrenal primaria es un test de estimulación de ACTH de 30 minutos. Se obtiene una muestra
basal de sangre para dosaje de cortisol, y luego se administran 250 µg de corticotropina. Una
segunda muestra para dosaje de cortisol se obtiene 30 minutos después. Una concentración de
cortisol plasmático mayor de 500 nmol/l (18 a 20 µg/dl) o un aumento de al menos 9 µg/dl desde el
valor basal excluyen el diagnóstico de insuficiencia suprarrenal primaria. Estos criterios, sin
embargo, fueron desarrollados para evaluar la reserva adrenal en pacientes con enfermedades
destructivas de las glándulas suprarrenales, y están basados en la respuesta de sujetos control no
estresados y sanos. Se admite que el test de estimulación estándar de corticotropina carece de
sensibilidad para el diagnóstico de la insuficiencia adrenal en el paciente crítico.

Durante la última década, se ha comprobado que el test de dosis baja de ACTH (1 µg) es
más sensible para establecer la insuficiencia adrenal parcial, produciendo niveles sanguíneos de
ACTH similares a los que existen en las situaciones habituales de estrés. Los resultados del test de
dosis baja se correlacionan con los de la hipoglucemia inducida por insulina, considerada por
muchos como el gold standard, y son superiores a los del test tradicional de dosis elevadas. Una
considerable proporción de pacientes críticamente enfermos tienen una producción inadecuada de
cortisol ante la estimulación por ACTH, este hallazgo ha sido adjudicado en parte a los altos niveles
plasmáticos de IL-6.

El empleo práctico del test de ACTH en pacientes críticos está limitado al diagnóstico de
la insuficiencia suprarrenal total, y en casos excepcionales se puede pasar por alto el diagnóstico de
insuficiencia suprarrenal secundaria a un defecto hipofisario. No existen criterios bioquímicos
estrictos para el diagnóstico de la insuficiencia suprarrenal relativa. En este caso, sin embargo, se
debe sospechar el diagnóstico cuando la administración de hidrocortisona a un paciente crítico es
seguida por un período de menores requerimientos de drogas vasoactivas.

Los hallazgos de laboratorio de la insuficiencia suprarrenal incluyen hipoglucemia e


hiponatremia. La hipoglucemia se encuentra en los dos tercios de los casos de insuficiencia
suprarrenal, con niveles de azúcar en sangre por debajo de 45 mg/dl. La causa es la disminución de
la gluconeogénesis debida al déficit de cortisol asociada al aumento de la utilización periférica de
glucosa debido a la lipólisis.

Los trastornos electrolíticos son comunes y constituyen un elemento específico del


diagnóstico. La hiponatremia está presente en aproximadamente el 88% de los casos, la
hiperkalemia en aproximadamente 64%, y la hipercalcemia en aproximadamente el 6 al 33%. Se
debe tener presente que en la HAMB sólo el 50% de los pacientes presentan los signos
característicos de hiponatremia, hiperpotasemia y uremia.

La tomografía computada de abdomen es muy útil para establecer el diagnóstico


anatómico de hemorragia suprarrenal. Son claramente visibles en la TAC realizada en el momento
en que el paciente desarrolla la hemorragia un marcado agrandamiento de ambas glándulas y una
textura hiperdensa.

Prevención

Probablemente la situación en la cual es más previsible el desarrollo de una insuficiencia


suprarrenal aguda sea en los pacientes sometidos a tratamiento esteroideo crónico que se encuentran
en situación de estrés o van a ser sometidos a cirugía.

Se ha sugerido que para la cirugía electiva y la mayoría de las enfermedades agudas, la


continuación de la dosis corriente de corticoides es suficiente para mantener la función
cardiovascular. Sin embargo, si la operación o la enfermedad aguda se complican o se prolongan, se
requerirán dosis mayores de corticoides.

En una reunión de consenso reciente (Salem y colaboradores) se ha establecido que para


una situación de estrés quirúrgico menor, es recomendable una dosis total de 25 mg; para el estrés
moderado, 50 a 75 mg; y para el estrés mayor, 100 a 150 mg de hidrocortisona o sus equivalentes,
durante uno a tres días.

Tratamiento

El aspecto más importante del manejo de estos pacientes es tener un alto índice de
sospecha con respecto a la presencia de la insuficiencia suprarrenal relativa en los portadores de
patologías críticas.

Las medidas inmediatas que se deben tomar en un paciente con crisis suprarrenal son:

1. Reemplazo de glucocorticoides

a. Si el diagnóstico ya está establecido, se administra una dosis en bolo de 100 mg de


hidrocortisona, y se continúa con una infusión intravenosa de 100 mg cada ocho horas hasta
completar 300 mg. Este concepto está basado en el empleo de los esteroides como sustitutivos de un
deficit, y no en dosis farmacológicas, como se emplean en otras circunstancias.

b. Si el diagnóstico es incierto, se realizarán los exámenes de laboratorio


preestablecidos. En este caso, el corticoide recomendable es la dexametasona 6 a 10 mg cada 6 a 8
horas, que no interfiere con la determinación plasmática de cortisol. La dexametasona es
aproximadamente 100 veces más potente que el cortisol y no tiene efectos mineralocorticoideos.

2. Reemplazo de fluidos: el volumen de líquido extracelular habitualmente está reducido en


un 20%. Un adulto requiere aproximadamente 3.000 ml de solución isotónica administrada en pocas
horas.
3. Reemplazo de glucosa: debido a que la hipoglucemia es frecuente en los pacientes con
crisis adrenal, se deben administrar 1.000 ml de glucosa al 5% en la primera hora de tratamiento.

4. Además del reemplazo de fluidos, los pacientes en shock requerirán soluciones coloides
y eventualmente mineralocorticoides, drogas vasoconstrictoras y asistencia respiratoria.

Una vez completado el protocolo precedente, se continuará administrando hidrocortisona


(50 a 100 mg cada ocho horas) durante 48-72 horas, al cabo de las cuales se podrá iniciar el
reemplazo oral de corticoides.

En los pacientes con HAMB, en general se requiere tratamiento sustitutivo durante toda la
vida. La dosis recomendada en estos casos oscila entre 6 y 10 mg de prednisona, ajustados a la
sintomatología del paciente. El potencial de recuperación de la función adrenal luego de la
resolución de la hemorragia está ilustrado por el éxito del retiro del tratamiento corticoide en
algunos pacientes. Dadas las implicancias de este hecho, es recomendable realizar un dosaje de
cortisol plasmático tres a ocho meses luego del episodio agudo, en vista de una posible
discontinuación de la terapéutica.

INSUFICIENCIA SUPRARRENAL RELATIVA O PARCIAL

En los últimos años se ha insistido en el concepto de insuficiencia suprarrenal relativa,


caracterizada por un nivel inadecuadamente bajo de cortisol plasmático en ciertos pacientes críticos.
Los factores contribuyentes se indican en la Tabla 3.

Tabla 3. Factores contribuyentes al desarrollo de insuficiencia suprarrenal parcial en los pacientes


críticos (Lamberts y colaboradores)

Destrucción parcial de la corteza suprarrenal


Enfermedad preexistente o no diagnosticada de la glándula suprarrenal: autoinmune, TBC,
metástasis
Destrucción aguda parcial de la glándula suprarrenal: hemorragia, trombocitopenia, empleo de
anticoagulantes, infección
Enfermedad previa no reconocida del eje hipotálamo-hipofisario.
Inhibición mediada por citoquinas de la liberación de ACTH durante el shock séptico?
Factores relacionados con fármacos
Terapéutica corticosteroidea previa no reconocida
Medroxiprogesterona, acetato de megestrol
Aumento del metabolismo del cortisol: fenitoína, fenobarbital, rifampicina
Cambios en la síntesis de cortisol: ketoconazol, etomidato, aminoglutetimida, metirapona
Interferencia con la acción de la ACTH: suramina
Bloqueo periférico de los receptores de glucocorticoides
Existen evidencias crecientes de una insuficiencia del eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal
(HPA) en los pacientes sépticos críticos, que parece ser el resultado de la presencia de factores
supresivos circulantes liberados durante la respuesta inflamatoria sistémica. Los estudios en
animales confirman la alta incidencia de insuficiencia adrenal durante la sepsis. La insuficiencia
adrenal podría ser el resultado de la secreción crónica de citoquinas sistémicas y otras sustancias
supresoras del eje HPA.

La causa más importante de insuficiencia suprarrenal relativa es la síntesis inadecuada de


cortisol por disfunción celular. En contraste con la insuficiencia suprarrenal absoluta, los cambios
patológicos en la forma relativa son menores, generalmente caracterizados por hiperplasia celular
dentro de la corteza adrenal. Varios informes indican que la insuficiencia suprarrenal relativa en el
shock séptico puede tener diferentes causas: liberación inadecuada de corticotropina por la hipófisis,
respuesta inadecuada de la glándula adrenal a la corticotropina, reducida síntesis de cortisol y
reducido transporte de cortisol hacia los sitios efectores. En el shock séptico, por su parte, se ha
constatado la presencia de una desensibilización de los receptores adrenérgicos, bajo forma de una
disminución del número de receptores α y β adrenérgicos. Esto esta relacionado con la sepsis por si
o con el empleo de vasopresores por largos periodos de tiempo. Los corticoides podrían contribuir a
resensibilizar estos receptores, produciendo una mejoría hemodinámica, disminución de los
requerimientos de catecolaminas, reversión del shock y eventualmente de la falla multiorgánica.

La presentación clínica de la insuficiencia adrenal relativa es habitualmente un shock


hiperdinámico dependiente de catecolaminas, que mejora con corticoides. Esta paradoja de la
respuesta a los esteroides, a pesar de que no exista una insuficiencia suprarrenal bioquímica o
histológica, puede ser explicada por la modificación de la respuesta a los glucocorticoides a nivel
celular. Los glucocorticoides son necesarios para el adecuado acoplamiento de los receptores
adrenérgicos, y este acoplamiento de receptores glucocorticoides-adrenoreceptores puede ser
dificultado como consecuencia de un déficit relativo de glucocorticoides. Por otra parte, los
elevados niveles de catecolaminas en los pacientes críticos pueden subregular a los receptores
adrenérgicos. La administración de corticoides produce un reacoplamiento de los receptores
adrenérgicos desensibilizados y una mejoría de la respuesta presora. También es posible que la
anormalidad en estos pacientes consista en una alteración de la función de los receptores o una
resistencia a los glucocorticoides.

Virtualmente todos estos pacientes tienen enfermedad multiorgánica complicada,


volumen minuto cardíaco alto, resistencia vascular periférica baja, shock y concentraciones de
cortisol plasmático normales, hallazgo este último que descartaría la existencia de insuficiencia
suprarrenal primaria. En estos pacientes, sin embargo, la administración de hidrocortisona
disminuye o elimina la necesidad del empleo de drogas vasopresoras, soportando el concepto de
insuficiencia suprarrenal oculta relativa. Estos hallazgos indican que aun un deterioro discreto de la
respuesta suprarrenal durante la enfermedad crítica puede ser letal, y avalan el concepto de que una
respuesta aparentemente escasa del cortisol plasmático a la administración de corticotropina, y la
disminución de las concentraciones séricas de cortisol matinales, podrían ser la causa, más que la
consecuencia, de la severidad de la enfermedad.

En la Tabla 4 se indican los síntomas y signos que deben despertar la sospecha de la


existencia de una insuficiencia adrenal relativa.
Tabla 4. Síntomas y signos de sospecha de insuficiencia suprarrenal relativa en pacientes críticos

Inestabilidad circulatoria inexplicable, con escasa respuesta a las catecolaminas


Discrepancia entre la severidad anticipada de la enfermedad y el estado actual del paciente,
incluyendo náuseas, vómitos, hipotensión ortostática, deshidratación, dolor abdominal, fatiga y
pérdida de peso
Fiebre alta sin causa aparente, que no responde al tratamiento antibiótico
Cambios mentales inexplicables: apatía o depresión
Vitiligo, alteración de la pigmentación, pérdida del vello axilar o púbico, hipotiroidismo
Hipoglucemia, hiponatremia, hiperkalemia, neutropenia, eosinofilia

Dos conceptos deben reiterarse. La insuficiencia suprarrenal probablemente sea más


común como contribuyente de la muerte en los pacientes críticos que lo que es sospechada, y un
número significativo de pacientes podrían ser salvados si el diagnóstico se sospechara antes de la
muerte.

Diagnóstico de insuficiencia suprarrenal en el paciente crítico

Según Marik y Zaloga, un nivel de cortisol tomado al azar debe ser mayor de 25 µg/dL en
los pacientes severamente estresados en UTI con función adrenal normal. No es necesario obtener el
nivel de cortisol en un momento específico del día, puesto que los pacientes críticos pierden la
variación diurna normal de los niveles de cortisol. En los pacientes hipotensos con un nivel de
cortisol menor de 25 µg/dL (pacientes con insuficiencia adrenal) los test de LD-ACTH
(estimulación con baja dosis de corticotropina -1 µg -) o HD-ACTH (alta dosis de corticotropina -
250 µg-) permiten distinguir entre la falla adrenal primaria, el fracaso del eje hipotálamo-hipófiso-
adrenal y la resistencia a la ACTH.

La insuficiencia adrenal primaria se caracteriza por un valor basal del cortisol en el estrés
menor de 25 µg/dL, que persiste por debajo de estos niveles tanto con la estimulación con baja
como con alta dosis de corticotropina. Los pacientes con insuficiencia adrenal debida a una falla del
eje HPA tienen un nivel de cortisol basal menor de 25 µg/dL, y aumentan su nivel de cortisol por
encima de 25 µg/dL tanto con bajas como con altas dosis de corticotropina. La resistencia al ACTH
se caracteriza por un nivel basal de cortisol bajo que no aumenta por encima de 25 µg/dL con bajas
dosis de corticotropina, pero si con altas dosis.

En pacientes críticos no hipotensos, la respuesta normal del cortisol a los 30 o 60 minutos


luego de 1 o 2 µg de administración de corticotropina (LD-ACTH) debe superar los 25 µg/dL. Sin
embargo, un nivel al azar de cortisol plasmático de menos de 20 µg/dL en un paciente no hipotenso
en estado crítico con fiebre inexplicable, eosinofilia o cambios mentales debe sugerir una
insuficiencia suprarrenal y justifica el empleo de una dosis de reemplazo de corticosteroides.

Annane y colaboradores, por su parte, han propuesto un algoritmo para reconocer la


presencia de insuficiencia suprarenal en los pacientes críticos, que se expone en la Fig. 1.
La insuficiencia suprarrenal relativa no es una entidad clínica o síndrome claramente
definido, al punto que distintos autores han propuesto diferentes niveles basales de cortisol y
diferentes valores de incremento con el test de ACTH para su definición (de Jong y col., 2006).

Un tópico probablemente muy importante en la interpretación de los niveles de cortisol,


recientemente postulado por Hamrahian y col., es que la mayoría de las determinaciones
corresponden al cortisol total (libre más unido a proteínas). Debido a que más del 90% del cortisol
circulante está unido a proteínas, los cambios en las proteínas de unión pueden alterar los niveles de
cortisol total sin cambiar las concentraciones de cortisol libre. Debido a que el cortisol libre es
responsable de la función fisiológica de la hormona, la medida de la concentración de cortisol libre
puede ser importante para establecer la fisiopatología del síndrome de insuficiencia suprarrenal
relativa. El efecto de la disminución de la albúmina sérica sobre el cortisol total y libre fue
estudiado por los autores en 66 pacientes en UTI. La concentración de cortisol total fue menor en
pacientes con hipoproteinemia que en aquellos con concentraciones de albúmina sérica por encima
de 25 g/L. Por el contrario, la concentración de cortisol libre fue similar en ambos grupos de
pacientes y varias veces superior a la de los pacientes control. Se debe tener en cuenta, sin embargo,
que la técnica para esta determinación aun se encuentra en nivel experimental.

Sepsis severa/shock séptico

Nivel de cortisol plasmático

Cortisol < 15 µg/dl Cortisol > 15 µg/dl

Insuficiencia suprarrenal probable Test de estimulación con ACTH

Terapéutica de reemplazo
Aumento de cortisol < 9 µg/dl Aumento de cortisol > 9 µg/dl

T0 Cortisol <34 µg/dl T0 Cortisol > 34 µg/dl

Insuficiencia suprarrenal Sin fallo adrenal Resistencia tisular


a los corticoides?

Terapéutica de reemplazo Terapéutica de reemplazo?

Fig. 1.- Metodología para la evaluación de la función suprarrenal en el paciente crítico (Annane y
col. 2000).
Tratamiento

Considerados en conjunto, los efectos inmunes del tratamiento con dosis bajas de
hidrocortisona en el shock séptico pueden ser caracterizados como inmunomoduladores mas que
inmunosupresores. Se admite que la aplicación de dosis bajas de hidrocortisona podría contribuir a
la restauración de la homeostasis inmunológica alterada, actuando en forma conjunta con la
estabilización hemodinámica.

Con respecto a la dosis de corticoides a emplear, ha quedado definitivamente descartado su


empleo en megadosis durante los periodos iniciales de la sepsis. Annane y colaboradores han
establecido las recomendaciones para el empleo de corticoides en la sepsis severa y en el shock
séptico, en base a un estudio de sobrevida en pacientes en terapia intensiva. Los pacientes que
tienen un valor basal de cortisol de 34 µg/dL o menos y una respuesta intacta durante el test de
estimulación (>9 µg/dL o 250 nmol/L) tienen la mejor evolución clínica. Los pacientes con un
nivel de cortisol basal elevado (>34 µg/dL) y una respuesta escasa al test de estimulación (<9 µ
g/dL) tienen la peor respuesta. Para cualquier nivel basal de cortisol, una respuesta inadecuada al
test de estimulación se asocia con mal pronóstico (Fig. 2). Recientemente, el mismo autor ha
propuesto establecer una nueva clasificación en función del valor original de cortisol plasmático.
Los pacientes con menos de 10 µg/dL se consideran portadores probables de insuficiencia
suprarrenal, aquellos que tienen un cortisol plasmático mayor de 44 µg/dL se consideran como
improbables portadores de insuficiencia suprarrenal, mientras que aquellos con un valor entre 10 y
44 µg/dL deben ser sometidos a un test de estimulación con ACTH. Si con el mismo se produce un
aumento menor de 9 µg/dL, el paciente se considera portador de una probable insuficiencia
suprarrenal, si presenta valores por encima de 44 µg/dL, no presenta insuficiencia suprarrenal,
mientras que si los valores oscilan entre 9 y 44 µg/dL, se deberán utilizar pruebas adicionales, por
ejemplo un test de metopirona, para establecer la condición.

Fig. 2.- Curvas de sobrevida en pacientes con shock séptico, cuando se consideran los
valores basales de cortisol y la respuesta máxima a 250 µg de corticotropina (Annane D. y col.,
2000).
Un metaanálisis reciente Cochrane (Annane D. y col. -2004-) considerando 15 ensayos
controlados de bajas o altas dosis de corticoides en 2.022 pacientes con shock séptico brindó nuevas
evidencias. En los ensayos con bajas dosis de corticoides, la mortalidad total a los 28 días fue
reducida (RR=0,8, 95% CI, p=0,01), mientras que en los ensayos con altas dosis no se demostraron
efectos significativos (RR=0,99; 95% CI, p=0,9). El número necesario de pacientes a tratar para
salvar un paciente con bajas dosis de esteroides sería de nueve. En adición, las bajas dosis de
corticosteroides reducen significativamente la mortalidad en terapia intensiva y en el hospital y
aumentan significativamente el número de pacientes con reversión del shock en los días 7 y 28.

En base a los estudios anteriores, se admite que en pacientes con shock séptico
dependiente de vasopresores, se debe administrar hidrocortisona en una dosis diaria de 200 a 300
mg (bolos de 50 mg cada seis horas o 100 mg cada ocho horas, o en infusión contínua), durante
cinco a once días. Antes de iniciar el tratamiento, es conveniente realizar un test corto de 250 µg de
ACTH. Cuando se dispone de los resultados de este test, el tratamiento debe ser continuado durante
siete días en los no respondedores (aumento del cortisol de menos de 9 µg o 250 nmol/L,
independientemente del nivel basal de cortisol) y podría ser suspendido en los respondedores.
Algunos autores aconsejan asociar una dosis de 50 µg de fludrocortisona por vía oral una vez por
día. El empleo de corticoides no está indicado en la sepsis severa que no requiere vasopresores,
aunque un reciente estudio en fase II sugiere que también en estos casos el tratamiento podría ser
beneficioso. Con respecto a la suspensión de los corticoides, la recomendación actual es ir
disminuyendo la dosis a la mitad en un periodo de dos o tres días, en forma progresiva a partir del
quinto día.

Marik y Zaloga, por su parte, han sugerido que los pacientes sépticos e hipotensos con un
valor basal de cortisol plasmático menor de 25 µg/dl es probable que respondan a dosis estrés de
corticoides. Sin embargo, los pacientes con shock séptico con un valor basal mayor de 25 µg/dl
también podrían responder. Estos pacientes podrían tener un número disminuido de receptores de
corticoides, una disminución de la afinidad de los receptores por sus ligandos, o una anormalidad
postreceptor. En tal sentido, sugieren que se realice una medición al azar de cortisol plasmático en
todos los pacientes en shock séptico, seguido por la administración de una dosis de hidrocortisona
de 100 mg intravenosa cada 8 horas. La hidrocortisona debe ser continuada en aquellos pacientes
con una concentración de cortisol menor de 25 µg/dl y en aquellos que responden con una mejoría
hemodinámica al tratamiento, independientemente del valor basal de cortisol. Esta recomendación
no es apoyada por todos los autores, ya que se ha observado que en pacientes con un aumento
normal en el cortisol plasmático en respuesta al test de ACTH, la administración de corticoides no
sólo no es beneficiosa, sino que incluso puede ser desfavorable.

FEOCROMOCITOMA

La importancia del feocromocitoma como productor de emergencias hipertensivas se


encuentra fuera de proporción con respecto a la incidencia de hipertensión arterial, puesto que
explica solamente un 0,5% de todos los casos de hipertensión. Por otra parte, en una serie de
autopsias durante 50 años sobre 40.078 pacientes en la Mayo Clinic, la prevalencia del
feocromocitoma fue sólo del 0,13%. En la población general, la incidencia de feocromocitoma es de
dos a ocho casos por millón.

A pesar de lo anterior, la detección del feocromocitoma es importante por varias razones.


Primero, la hipertensión producida por un feocromocitoma es habitualmente curable por la
remoción quirúrgica del tumor. Segundo, las personas con un feocromocitoma están en riesgo de
presentar una crisis de hipertensión arterial que puede dejar secuelas definitivas o ser fatal. Tercero,
hasta el 30% de los feocromocitomas son malignos; la detección y remoción precoz puede reducir la
incidencia de lesiones metastásicas. Cuarto, el diagnóstico de un feocromocitoma puede ser la clave
que establezca la presencia de un desorden asociado endocrino o neuroendocrino familiar.

Anatomía patológica

El feocromocitoma se origina en células neuroectodérmicas y forma parte de los


denominados tumores APUD (Amine Precursor Uptake and Decarboxylation) o apudomas. Se trata
de tumores funcionantes dependientes del sistema cromafínico.

El feocromocitoma habitualmente se encuentra situado en la médula adrenal, aunque en


alrededor del 9 al 23% de los casos, los tumores se desarrollan en tejido cromafínico extraadrenal.
Se han encontrado feocromocitomas extraadrenales, denominados paragangliomas secretores de
catecolaminas, en sitios variables, desde el cuerpo carotídeo hasta el piso de la pelvis. Se encuentran
tumores múltiples en el 10% de los casos, lo cual es habitual en las formas familiares de la
enfermedad. Los feocromocitomas adrenales y extraadrenales son clínica y patológicamente
distintos, necesitando distintas aproximaciones al diagnóstico y al tratamiento.

El tamaño del tumor es variable, y aunque habitualmente pesan menos de 50 gramos, se


hallaron tumores de hasta dos y tres kilos. Por lo general se trata de un tumor encapsulado,
fácilmente enucleable del tejido sano que lo rodea, y presenta al corte un característico color
pardoamarillento. Como ya se adelantó, hasta en el 30% de los casos se comporta como un tumor
maligno.

El feocromocitoma puede ser un componente del denominado Síndrome de Neoplasias


Endocrinas Múltiples (MEN), el cual puede ser de dos tipos. El MEN tipo II incluye carcinoma
medular de la tiroides, hiperparatiroidismo primario y feocromocitoma. El tipo IIB, por su parte,
incluye carcinoma medular de la tiroides, neuromas múltiples de las mucosas y feocromocitoma. En
el síndrome MEN II se ha comprobado la existencia de una mutación en el oncogen RET (receptor
de la tirosin-quinasa). Otras patologías asociadas incluyen la neurofibromatosis, el síndrome de Von
Hippel-Lindau (feocromocitoma, angiomas retineanos, hemangioblastoma del cerebelo, quistes
renales y pancreáticos y tumor de células claras de riñón) y los tumores familiares del glomus
carotideo. En estas formas hereditarias de feocromocitoma se ha reconocido una definitiva
modificación genética (Tabla 5), aunque el mecanismo molecular exacto por el cual la mutación
hereditaria predispone al desarrollo del tumor permanece desconocida.
Tabla 5.- Formas hereditarias de feocromocitoma

Síndrome Gen Localización Frecuencia de


cromosómic feocromocitoma (%)
a
Neoplasia endocrina múltiple tipo II Encogen RET 10q11 30-50
Enfermedad de von Hippel-Lindau Gen supresor 3p25 15-20
Neurofibromatosis tipo 1 Neurofibromatosis tipo 1 17q11 1-5
Tumores familiares del glomus Paraganglioma 11q21-23
carotideo

Fisiopatología

La capacidad de síntesis hormonal del feocromocitoma habitualmente es mayor que la de


la glándula suprarrenal normal y el nivel de actividad de las hormonas sintetizadas puede ser muy
alto. La mayoría de los feocromocitomas liberan noradrenalina, y muchos también adrenalina. Rara
vez liberan predominantemente adrenalina.

Las manifestaciones clínicas del tumor se deben fundamentalmente a los efectos


farmacológicos que ejercen las catecolaminas producidas por aquél sobre los receptores
adrenérgicos. Las respuestas cardiovasculares y metabólicas dependerán de la catecolamina
predominantemente liberada. En la Tabla 6 se comparan los efectos de la adrenalina y de la
noradrenalina.

Tabla 6. Efectos farmacológicos de las catecolaminas circulantes liberadas por el feocromocitoma

Adrenalina Noradrenalina
Frecuencia cardíaca (β) ↓(vagal)
Volumen de eyección (β) (β)
Volumen minuto cardíaco (β) ↓
Presión arterial
Sistólica
Media
Diastólica
Circulación periférica
Resistencia periférica total ↓
Flujo sanguíneo muscular (β) ↓(α)
Flujo sanguíneo renal ↓(α) ↓(α)
Flujo sanguíneo esplácnico (β) ↓(α)
Efectos metabólicos
Glucogenólisis
Lipólisis
Respiración
Cuadro clínico

El feocromocitoma es un tumor que se produce con igual frecuencia en el hombre y en la


mujer, primariamente entre la tercera y la quinta década de la vida. Se ha propuesto una “regla de
los 10” para los tumores secretantes de catecolaminas: 10% son extraadrenales, 10% se producen en
niños, 10% son bilaterales o múltiples, 10% son familiares, 10% son malignos y 10% recurren
luego de la cirugía. En la actualidad se admite que la frecuencia de feocromocitomas que no son
típicos probablemente supere los límites establecidos por la regla de los 10. En efecto, se ha
comprobado que aproximadamente el 25% de los pacientes con feocromocitoma aparentemente
esporádico presentan una mutación germinal, indicando una enfermedad hereditaria con
predisposición a tumores extraadrenales, habitualmente multifocales; que en los niños, los
feocromocitomas multifocales y extraadrenales se encuentran en el 30 al 43% de los casos; que el
feocromocitoma es maligno hasta en el 35% de los casos; que la prevalencia de malignidad en la
forma exclusivamente adrenal alcanza al 9%; y que alrededor del 10% de los pacientes con
feocromocitoma se presentan con enfermedad metastásica en el momento del diagnóstico inicial.
Los estudios recientes avalan la opinión que no existe ningún criterio absoluto clínico,
imagenológico ni de laboratorio que permita predecir la malignidad o el curso clínico del
feocromocitoma. El único criterio definitivo para establecer la malignidad es la presencia de
metástasis en el sitio en el cual normalmente no existe tejido cromafínico; los sitios más comunes
son el esqueleto (> 50%), hígado (50%) y pulmones (30%).

Los síntomas y signos, en ocasiones dramáticos, asociados con el feocromocitoma pueden


sugerir el diagnóstico de un tumor secretor de catecolaminas. Las manifestaciones de esta afección
son, sin embargo, proteiformes y por lo tanto responsables de la frecuencia con la cual se presentan
diagnósticos alternativos. Aunque la mayoría de los pacientes son hipertensos en algún momento, el
perfil de presión arterial puede ser muy variable o francamente paroxístico, con tensión normal
entre los ataques.

En general, la hipertensión es paroxística en el 48% de los pacientes, persistente en el


29%, y el 13% tienen presión arterial normal. Los tumores que secretan norepinefrina habitualmente
se asocian con hipertensión sostenida. Los tumores que secretan grandes cantidades de epinefrina
conjuntamente con norepinefrina se asocian con hipertensión episódica. Los tumores que producen
sólo epinefrina pueden producir hipotensión más que hipertensión. Los tumores quísticos grandes
(>50 g) en general son asintomáticos debido a que las catecolaminas secretadas son metabolizadas
dentro del tumor, pasando escasa o nula cantidad a la circulación.

El conjunto más habitual de síntomas comprende ataques de cefaleas (80%), descripta


como intensa y global, palpitaciones (64%) y diaforesis (57%). En un estudio, se comprobó que la
triada sintomática de cefaleas, ataques de sudoración y taquicardia en un paciente hipertenso
presenta una sensibilidad del 90,9% y una especificidad del 93,8%. Sin embargo, alrededor del 8%
de los pacientes pueden ser completamente asintomáticos; estos pacientes habitualmente presentan
la forma familiar de la enfermedad.
La crisis hipertensiva, caracterizada por cefaleas, palpitaciones, transpiración fría, palidez
e hipertensión arterial, en oportunidades es de tal magnitud que supera los mecanismos de
autorregulación cardiovasculares y cerebrales precipitando arritmias, insuficiencia cardíaca y en
ocasiones hemorragias cerebrales o muerte súbita. Muy frecuentemente estos paroxismos son
precipitados por cambios posturales, ejercicio, ingesta de ciertos alimentos o bebidas, emociones,
micción, estimulación directa del tumor o el empleo de ciertas drogas (histamina, ACTH,
metoclopramida, fenotiazina y antidepresivos tricíclicos) o drogas anestésicas. En todas las
situaciones mencionadas, la crisis hipertensiva es debida a la liberación rápida y marcada de
catecolaminas a partir del tumor. La hipertensión puede aparecer sólo como paroxismos o ser más
persistente. El empleo del monitoraje de presión arterial ambulatorio de 24 horas ha demostrado que
la mayoría de estos pacientes tienen paroxismos y sólo algunos son sintomáticos.

La liberación exagerada de catecolaminas por el tumor puede producir arritmias graves


debido a la estimulación de los receptores βadrenérgicos. Aunque la arritmia más frecuente es la
taquicardia sinusal, se han detectado múltiples arritmias en pacientes con feocromocitomas,
incluyendo arritmias supraventriculares, nodales, taquicardia ventricular, torsade de pointes, y
síndrome de Wolff-Parkinson-White. También se han documntado fibrilación auricular y fibrilación
ventricular. La bradicardia y el paro cardiaco también son forma de presentación del
feocromocitoma.

Los efectos cardíacos del exceso de catecolaminas pueden ser la hipertrofia y


eventualmente la falla cardíaca, e incluso se ha descrito una cardiomiopatía específica. En ocasiones
los pacientes con feocromocitoma se presentan con síntomas sugestivos de isquemia de miocardio o
infarto de miocardio.

En raras instancias el feocromocitoma puede manifestarse como una crisis multisistémica


con fiebre alta, encefalopatía e inestabilidad vascular. El tratamiento apropiado puede retardarse si
el cuadro clínico es confundido con una sepsis. En pacientes con sospecha de shock séptico que son
refractarios a los fluidos y agentes inotrópicos se debe sospechar la presencia de un
feocromocitoma.

En ocasiones el feocromocitoma se manifiesta por edema pulmonar. En la mayoría de los


casos se trata de un edema pulmonar cardiogénico. Sin embargo, también se ha descripto una forma
no cardiogénica de edema pulmonar, como consecuencia del aumento transitorio inducido por las
catecolaminas de la presión capilar pulmonar debido a venoconstricción pulmonar, y a la alteración
de la permeabilidad capilar pulmonar.

Se han descripto casos esporádicos de insuficiencia renal aguda en pacientes con


feocromocitoma, así como síntomas y signos neurológicos, como resultado de accidentes
cerebrovasculares. En pacientes con crisis hipertensiva se han descrito hemorragias cerebrales.

En la Tabla 7 se indican los síntomas y signos recogidos en una extensa revisión sobre
feocromocitoma realizada por Manger y Gifford.
Tabla 7. Manifestaciones producidas por el exceso de catecolaminas en el feocromocitoma

Síntomas Signos Complicaciones


Cefaleas Hipertensión paroxística Insuficiencia cardíaca aguda
Sudación Hipertensión sostenida Cardiomiopatía
Palpitaciones Hipotensión ortostática Infarto de miocardio
Ansiedad Taquicardia o bradicardia Accidente cerebrovascular
Temblor Arritmias Encefalopatía hipertensiva
Dolor torácico o abdominal Palidez de la cara Aneurisma disecante de aorta
Pérdida de peso Fiebre Shock
Náuseas, vómitos Dilatación pupilar Retinopatía hipertensiva
Fatiga, postración Fenómeno de Reynaud Oliguria, anuria
Intolerancia al calor Enterocolitis isquémica
SDRA
Isquemia de miembros, necrosis
o gangrena digital
Cetoacidosis diabética
Acidosis láctica

Metodología diagnóstica

Determinaciones bioquímicas

En los pacientes en quienes se plantea el diagnóstico presuntivo de feocromocitoma,


corresponde certificar la existencia del tumor a través de las determinaciones bioquímicas. Al
momento actual, no está justificada la evaluación bioquímica de todos los pacientes hipertensos en
busca de un posible feocromocitoma. Debido a que los feocromocitomas constituyen un grupo
heterogéneo de tumores secretantes de hormonas, ningún análisis único puede tener un 100% de
exactitud diagnóstica.

La consideración más importante al elegir un examen bioquímico inicial es la exactitud


del test para excluir al feocromocitoma. En el feocromocitoma, un diagnóstico perdido debido a un
resultado falso negativo puede tener consecuencias catastróficas para el paciente, mientras que un
resultado falso positivo puede ser refutado por otros exámenes.

Aunque es aconsejable evaluar a los pacientes cuando no están recibiendo drogas, el


tratamiento con muchas medicaciones puede ser continuado si se respetan ciertas excepciones. El
labetalol es el agente antihipertensivo que con mayor frecuencia interfiere con el dosaje de
catecolaminas, debiendo ser discontinuado por cuatro a siete días antes de iniciar la evaluación
diagnóstica. Otras drogas a suspender incluyen los antidepresivos tricíclicos, la levodopa, las
anfetaminas, la metildopa, las benzodiacepinas y el etanol.

Los exámenes bioquímicos disponibles incluyen las metanefrinas (normetanefrina y


metanefrina) fraccionadas en orina de 24 horas, las catecolaminas urinarias de 24 horas, y las
concentraciones plasmáticas de norepinefrina y epinefrina, todas analizadas por técnica de HPLC
(high pressure liquid chromatography). Un nuevo test bioquímico parece ser particularmente útil; el
mismo involucra la determinación de metanefrinas libres en plasma por HPLC con detección
electroquímica. Lenders y col. y Eisenhofer han propuesto el dosaje de metanefrinas libres
(metabolitos αmetilados de las catecolaminas) en plasma como el mejor test para excluir o
confirmar el feocromocitoma, considerándolo el examen de primera elección para el diagnóstico del
tumor.

En la experiencia de los autores antes citados, se ha comprobado que concentraciones


plasmáticas de normetanefrina mayores de 2,5 pmol/mL o de metanefrina mayores de 1,4 pmol/mL
(más de 4 y 2,5 veces por encima de los límites superiores de referencia) indican un
feocromocitoma con 100% de especificidad. Las pocas condiciones en las cuales las metanefrinas
plasmáticas pueden alcanzar estos niveles (por ejemplo, deficiencia de monoamina oxidasa) son
fácilmente excluidas.

En la serie de Bravo y col., por su parte, que involucra 130 pacientes que fueron
sometidos a la determinación de catecolaminas plasmáticas, el 6,9% presentó niveles plasmáticos de
norepinefrina y epinefrina dentro del rango de los hipertensos esenciales; el 10% presentó aumento
sólo en la epinefrina plasmática; el 43% presentó incremento sólo en la norepinefrina plasmática; el
resto presentó aumentos en las concentraciones plasmáticas de ambas catecolaminas, con
predominio de norepinefrina.

La norepinefrina y la epinefrina libres urinarias y los dos metabolitos mayores de las


catecolaminas, normetanefrina y metanefrina, son comúnmente evaluados para reconocer la
presencia de un feocromocitoma. Estos exámenes son relativamente fáciles de realizar y están
disponibles en la mayoría de los laboratorios. En muchas circunstancias, el diagnóstico puede ser
confirmado o excluido sobre la base de una muestra de orina de 24 horas adecuadamente
recolectada. Por ejemplo, la demostración de una norepinefrina urinaria de al menos 156 µg/24 hs,
metanefrinas totales urinarias de al menos 1,8 mg/24 hs, y un ácido vainillin-mandélico en orina de
al menos 11 mg/24 hs, hace el diagnóstico de feocromocitoma altamente probable.

Los exámenes bioquímicos adicionales incluyen la medida de las catecolaminas


plasmáticas y la repetición de las determinaciones de metanefrinas. Puesto que las metanefrinas son
producidas continuamente por un feocromocitoma, la presencia de niveles plasmáticos normales de
metanefrina y normetanefrina en un segundo examen excluyen al feocromocitoma, aun si los
resultados del primer examen u otros tests son positivos. Si las metanefrinas plasmáticas continúan
estando elevadas, la patente de alteraciones en otros resultados puede ser útil para planear la
estrategia a seguir (Fig. 3).
Incidencia de feocromocitoma <0,1%

Sospecha clínica

Dosaje de metanefrinas plasmáticas

(>99 sensibilidad) (89% especificidad)


- +

Excluye Posible

Aumento Gran
marginal aumento

Posible Confirmado

Metanefrinas plasmáticas y
catecolaminas

Metanefrinas - Metanefrinas +
Catecolaminas – o + Catecolaminas –

Excluye Metanefrinas +
Catecolaminas +

Test de clonidina Test de glucagon


- + - +

Posible Confirmado

TAC/RMI

Fig. 3.- Algoritmo de exámenes bioquímicos para el diagnóstico de feocromocitoma.

El test de supresión de clonidina es útil para distinguir entre niveles elevados de


norepinefrina plasmática producidos por la liberación a partir de los nervios simpáticos y aquellos
causados por liberación desde un feocromocitoma. El test de estimulación con glucagon puede ser
útil cuando se obtienen niveles elevados de metanefrina o normetanefrina y los niveles de
catecolaminas plasmáticos son normales o moderadamente elevados. Debido a la posible
hipotensión severa durante el test de clonidina y la hipertensión durante el test de glucagon, ambas
determinaciones deben ser realizadas por clínicos expertos.

En los feocromocitomas familiares, la evaluación periódica permite la detección en un


periodo temprano antes de la aparición de signos y síntomas, cuando los tumores son pequeños y no
secretan grandes cantidades de catecolaminas. La dificultad del diagnóstico bioquímico del
feocromocitoma familiar queda ilustrada por el hecho que los tests habituales tienen una
sensibilidad de sólo el 46 al 72% para su reconocimiento, comparado con una sensibilidad del 97%
para el dosaje de metanefrinas plasmáticas.

Diagnóstico de localización

Una vez certificada la existencia de un tumor funcionante mediante las determinaciones


bioquímicas, es necesario localizar al tumor o los tumores responsables, con miras al tratamiento
quirúrgico. La localización del feocromocitoma debe ser realizada utilizando al menos dos
modalidades de imagen. Los estudios de imágenes anatómicos (tomografía computada y resonancia
magnética por imágenes) deben ser combinados con estudios de imágenes funcionales (medicina
nuclear) para lograr resultados óptimos en cuanto a la localización del tumor primario, de la
recurrencia o de metástasis.

Estudios anatómicos

La confirmación bioquímica del diagnóstico debe ser seguida por la evaluación


radiológica para localizar el tumor. Se admite que los tumores adrenales son comunes en pacientes
de más de 60 años, rara vez se asocian con tumores extraadrenales, y pueden ser bilaterales cuando
ocurren en pacientes con síndromes familiares. Por otra parte, los tumores extraadrenales son
predominantes en pacientes menores de 20 años, generalmente son multifocales, y rara vez se
asocian con síndromes familiares.

La tomografía axial computada (TAC) y la resonancia magnética por imágenes (RMI) son
las modalidades de imágenes posibles de ser utilizadas inicialmente para la localización del
feocromocitoma. Estos estudios localizan al tumor con elevada sensibilidad, pero con escasa
especificidad. Como estas modalidades están ampliamente disponibles, deben ser utilizadas como
primera línea de diagnóstico. El primer estudio recomendado es una TAC de abdomen, ya que la
mayoría de los feocromocitomas se sitúan dentro de la médula adrenal (Fig. 4 y 5). La TAC tiene
una buena sensibilidad (93 a 100%) para detectar los feocromocitomas adrenales, pero la misma
disminuye a aproximadamente 90% para los feocromocitomas extraadrenales. Si no se detecta una
masa adrenal, la atención debe focalizarse en el área paraespinal. La mayoría de los paragangliomas
se presentan en la región paraaórtica o alrededor del hilio renal. Otras localizaciones incluyen entre
la arteria mesentérica inferior y la bifurcación aórtica, en el mediastino o adyacente a la vejiga. Los
adenoma suprarenales pueden diferenciarse de las metástasis por la densitometría. Una masa
homogénea con una densidad de menos de 10 unidades Hounsfield (HU) en una TAC sin contraste
es probablemente un adenoma, mientras que si la masa no es homogénea o tiene una densidad de 10
HU o más, el diagnóstico será incierto. En estos casos se recomienda continuar los exámenes de
imagen con contraste o mediante estudios funcionales.
Otra modalidad de imagen ampliamente utilizada para el diagnóstico de feocromocitoma
o la detección de enfermedad metastásica es la MRI, con o sin gadolinio. En la secuencia MRI T1,
el feocromocitoma tiene una señal similar a la del hígado, riñón y músculo y puede ser fácilmente
diferenciada del tejido adiposo. La hipervascularidad del feocromocitoma hace que aparezca
brillante, con una señal elevada, en la secuencia T2. Esta señal intensa también puede ser presentada
por hemorragias o hematomas, adenomas y carcinomas. Dentro de las ventajas de la MRI se
destacan su elevada sensibilidad para detectar masas adrenales y la falta de exposición a la radiación
ionizante, lo que la convierte en el método de elección en la mujer embarazada y en los niños. Tanto
la TAC como la RMI tienen poca especificidad, tan baja como 50% en algunas series. Este es un
problema importante debido a la relativamente alta frecuencia de masas adrenales que no son
feocromocitomas.

Fig. 4. Tomografía axial computada de abdomen visualizando un feocromocitoma


necrosado del lado derecho. A la izquierda, pieza operatoria.

Fig. 5.- Edema agudo de pulmón en paciente portadora de feocromocitoma, el cual se


observa en la tomografía de abdomen en la imagen de la izquierda.
Imágenes funcionales

En el 5 a 9% de la población general se presentan masas adrenales. Aunque la mayoría


de ellas son benignas, alrededor del 6,5% de los incidentalomas son feocromocitomas. La
realización de estudios de imágenes funcionales permite el diagnóstico diferencial en estas
circunstancias. Por otra parte, no existe consenso sobre la existencia de criterios que permitan
predecir la malignidad o la multiplicidad de los feocromocitomas. En estos casos, los métodos de
medicina nuclear permiten la localización del o de los tumores, y establecer la presencia de lesiones
metastásicas.

La metaiodobenzilguanidina (MIBG) es un derivado de la guanidina que explora los


mecanismos de captación específicos de las aminas por las membranas celulares y la subsiguiente
captación por el citoplasma y el almacenamiento dentro de las vesículas intracelulares. La MIBG
localiza los tumores adrenomedulares, la hiperplasia de la medula adrenal, y en menor medida, la
médula adrenal normal. El prolongado almacenamiento de la MIBG en las vesículas secretorias
permite una captación altamente específica y la visualización cuando se une al 131I y al 123I-MIBG;
sin embargo, la calidad de imagen con el 123I-MIBG es mejor, siendo el radiofármaco de elección.
Este examen facilita el diagnóstico de los tumores múltiples y los paragangliomas, la detección de
tumores cromafínicos con sospecha de malignidad y la evaluación de individuos con riesgo de
formas familiares de la enfermedad.

El centellograma con 131I-MIBG tiene una sensibilidad variable del 77 al 90% y una
elevada especificidad (100%) para el feocromocitoma. Por su parte, el centellograma con 123I-MIBG
tiene una sensibilidad variable entre el 83-100% y una alta especificidad (95-100%). Se admite que
un resultado negativo para ambos isótopos excluye el diagnóstico de feocromocitoma, mientras que
una captación anormal de uno de ellos usualmente confirma la presencia del tumor.

La centellografia con drogas que actúan sobre receptores de somatostatina (111In-


octreotido) también se ha utilizado en casos con sospecha de feocromocitoma que no se ha podido
certificar por otros métodos.
Feocromocitoma sospechado por exámenes bioquímicos

Comenzar con TAC/MRI abdominal/pelviana

Adulto varón Mujer embarazada - niños

TAC de abdomen MRI

− + + (+T2) + (+T2) −

Feocromocitoma en
otra localización Feocromocitoma en
otra localización

TAC tórax y cuello Feocromocitoma MRI tórax y cuello


cuasi-comprobado

− + + −

Localización/confirmación
Si no hay distorsión anatómica de feocromocitoma y des- Realizar imagen
cartar metástasis funcional
Si hay distorsión anatómica MRI

123
I/131/I-MIBG +
Confirmación de feocromocitoma
− +
+
PET con 18F-DA o 18F-DOPA TRATAMIENTO

Tipo inusual de feocromocitoma
Octrescan o 18F-FDG PET o medición de metanefrinas en venas suprarrenales

Fig. 6.- Algoritmo para el diagnóstico de localización del feocromocitoma (modificado de


Ilias y Pacak)
La tomografía por emisión de positrones (PET) es un método fisiológico de imágenes que
depende de la unión o captación selectiva y retención de un radiofármaco por diferentes tejidos. El
empleo de radionucleótidos de corta vida que emiten positrones permite la administración de
grandes dosis del trazador, resultando en una alta densidad de conteo, superior resolución y un
tiempo corto de captación de imágenes. Esto permite la visualización en forma casi inmediata a la
administración del agente. En contraste, el centellograma de metaiodobenzilguanidina requiere la
toma de imágenes durante 24 a 48 horas. La baja exposición a radiación y la superior resolución
espacial son ventajas claras del PET; mientras que el costo y la escasa disponibilidad de los
equipamientos y de los radiofármacos dificultan su empleo. En la evaluación de pacientes con
feocromocitoma se han utilizado con éxito el PET con 18F-FDG, nC-hidroxiefedrina, o nC-
epinefrina.

En los casos en los cuales la sospecha clínica y bioquímica es elevada y ninguno de los
estudio por imágenes ha permitido la demostración de una lesión, se sugiere realizar la
cateterización de la vena renal o de otros sitios sospechosos, con la medición de epinefrina y
norepinefrina, y el cálculo de su relación; una elevada relación epinefrina/norepinefrina sugiere una
adrenal normal.

En la Fig. 6 se indica un algoritmo para la evaluación diagnóstica de los pacientes con


sospecha de tumores productores de catecolaminas.

Tratamiento

El tratamiento del feocromocitoma es quirúrgico y consiste en la extirpación del tumor. El


éxito de la cirugía se basa en una adecuada preparación preoperatoria, un correcto manejo
anestésico, una técnica quirúrgica experta y un cuidado posoperatorio efectivo.

Preparación preoperatoria

Aun existe discusión sobre los beneficios del empleo rutinario de bloqueadores α y β
adrenérgicos en pacientes con feocromocitoma, como preparación preoperatoria. Las ventajas del
bloqueo son que puede estabilizarse la presión arterial y prevenirse las crisis presoras durante los
procedimientos radiológicos invasivos o el acto operatorio. En estas circunstancias, la manipulación
del tumor puede provocar la súbita liberación de catecolaminas, que se vuelcan a la circulación. La
acción bloqueadora de los medicamentos evita los efectos hormonales. La desventaja del bloqueo es
la posibilidad de que se produzca hipotensión grave en el posoperatorio inmediato. Ello se debe a la
corta vida media de las catecolaminas, y al estado de tolerancia que presentan los pacientes con
feocromocitoma, lo cual hace que el descenso súbito de los niveles de aquéllas, asociado al bloqueo
α adrenérgico, pueda producir una hipotensión arterial acentuada.

La decisión de instituir bloqueo adrenérgico dependerá de la patente tensional del paciente.


Si existe hipertensión sostenida, se utilizarán bloqueadores α y β adrenérgicos. Si el paciente es
normotenso o discretamente hipertenso, se bloqueará solamente a aquel que presente crisis
frecuentes. En pacientes con ataques infrecuentes y presión arterial normal, el bloqueo debe
utilizarse durante la cirugía, momento en el cual las elevaciones agudas de la presión arterial deben
ser controladas con fentolamina.

En nuestro medio el bloqueo se inicia con el antagonista α selectivo prazosin, que tiene
una menor duración de acción que la fenoxibenzamina y produce menos hipotensión y taquicardia
en el posoperatorio. La dosis inicial es de 1 mg cada 8 horas y se incrementa hasta 8 a 12 mg por día
o más, hasta lograr el control deseado. Los regímenes varían según los centros, pero habitualmente
se recomienda un bloqueo α adrenérgico por al menos 10 a 14 días antes de la cirugía. Es
recomendable que la presión arterial no supere los 160/90 en las 24 horas previas a la cirugía.

En los casos más resistentes, se pueden utilizar los agentes antagonistas de los canales de
calcio conjuntamente con antagonistas α adrenérgicos para lograr un adecuado control de la presión
arterial. Estos agentes también se pueden utilizar en forma exclusiva para controlar las fluctuaciones
circulatorias durante la resección del feocromocitoma. Los antagonistas cálcicos tienen otras
ventajas: no producen hipotensión de rebote ni hipotensión ortostática y pueden ser utilizados con
seguridad en pacientes normotensos con episodios ocasionales de hipertensión. También son útiles
para manejar pacientes con complicaciones cardiacas debido a que previenen el vasoespasmo
coronario inducido por catecolaminas.

El bloqueante α y β labetalol se puede utilizar en el preoperatorio. El bloqueo β


adrenérgico habitualmente no es requerido, y nunca debe ser instituido antes del bloqueo α, debido
a que si se impide la vasodilatación mediada por efecto beta quedaría libre el efecto alfa constrictor
con la posibilidad de desarrollo de una crisis hipertensiva. Los antagonistas β adrenérgicos también
pueden precipitar insuficiencia cardíaca congestiva. Están indicados en presencia de taquicardia
persistente, de más de 120 latidos por minuto, taquiarritmias supraventriculares y angina de pecho.
La droga habitualmente utilizada es el propranolol en dosis de 40 a 80 mg por día.

Recientemente se ha introducido el producto α-metil-para-tiroxina, que inhibe en forma


competitiva a la tiroxina hidroxilasa, el paso limitante en la síntesis de catecolaminas. El
tratamiento con metirosina reduce los depósitos tumorales de catecolaminas, disminuye la
necesidad de medicación intraoperatoria para controlar la presión arterial, disminuye los
requerimientos de fluidos intraoperatorios y disminuye la pérdida de sangre. La depleción de
catecolaminas en el tumor también contribuye a disminuir la capacidad de reaccionar a la
estimulación. La dosis recomendada es de 250 mg cada seis horas, hasta una dosis máxima de 4
g/día. Los efectos colaterales mayores incluyen mareos, síntomas extrapiramidales y diarrea. La
combinación de metirosina, fenoxibenxamina, un βbloqueante y el ingreso liberal de sal en los 10 a
14 días previos a la cirugía permite un mejor control de la presión arterial y disminuye los riesgos
quirúrgicos.

Se debe prestar particular atención al estado de la función miocárdica en el preoperatorio.


No sólo la hipertensión sostenida puede provocar hipertrofia ventricular izquierda y disfunción
miocárdica, sino que el exceso crónico de catecolaminas puede producir una cardiomiopatía. La
hipotensión intraoperatoria que ocurre en ocasiones luego de la excisión del tumor puede ser
refractaria en el paciente con bajo volumen minuto cardiaco.

Manejo anestésico y quirúrgico


La mayoría de las drogas administradas durante el curso de la anestesia tiene efectos
adversos en los pacientes con feocromocitoma. Su manejo, por lo tanto, debe ser aleatorio, basado
en una técnica depurada, con la seguridad de que las crisis cardiovasculares podrán ser controladas
en caso de ocurrir.

Antes de la anestesia se deben colocar líneas de monitoreo bajo anestesia local. Se contará
con una línea arterial a nivel de la arteria radial conectada a un sistema de registro de presión. Debe
existir una línea de PVC a nivel subclavio o yugular y dos líneas periféricas de suficiente tamaño
para realizar reemplazo rápido de volemia. En pacientes con función cardíaca dudosa es
recomendable colocar previo a la cirugía un catéter de arteria pulmonar.

Un esquema anestésico recomendable es el siguiente:

Preoperatorio: bloqueo α y β según lo estipulado previamente. Sedación previa con


droperidol.

Inducción: tiopentano, fentanil o alfentanil.

Mantenimiento: tiopentano. La droga relajante de elección es el vecuronio, agente no


despolarizante sin efectos adversos.

Luego de un adecuado bloqueo farmacológico e hidratación, la escisión quirúrgica del


feocromocitoma se realiza a través de una incisión transabdominal, con palpación de la glándula
adrenal contralateral y la cadena simpática para identificar posibles tumores adicionales. La
sobreviva alcanza al 97,7% al 100% luego de el procedimiento quirúrgico. El desarrollo reciente de
la cirugía laparoscópica ha permitido una alternativa a los procedimientos quirúrgicos abiertos. Las
ventajas de la cirugía laparoscópica incluyen menos dolor postoperatorio, menor estadía hospitalaria
y un periodo de convalecencia más corto. Ambos métodos tienen similar incidencia de
complicaciones.

Tratamiento de las complicaciones intraoperatorias

Crisis hipertensiva. Pueden producirse oscilaciones significativas de la presión arterial


durante la inducción anestésica, al colocar en posición al paciente en la mesa de operaciones y al
manipular el tumor. En caso de ocurrir un súbito aumento de la presión arterial, éste puede ser
controlado con fentolamina administrada en forma de bolo intravenoso intermitente, de 2 a 5 mg, o
como infusión continua. La amplia experiencia que se ha obtenido con el empleo del nitroprusiato
en el control de la crisis hipertensiva convierte a este agente en el de elección para el control de las
fluctuaciones tensionales intraoperatorias de los pacientes con feocromocitoma. La dosis inicial es
de 200 µg seguida por una infusión titulada en función de los valores deseados de presión arterial.

Hipotensión arterial. Un grave problema en el manejo operatorio de los pacientes con


feocromocitoma es el descenso brusco de la presión arterial inmediatamente después de la
extirpación del tumor. Existen dos maneras de tratar esta situación potencialmente letal.

Una de ellas consiste en administrar grandes volúmenes de fluidos. La administración de


fluidos en el período intraoperatorio requiere adecuados accesos venosos y al menos control de la
PVC, aunque es preferible un control hemodinámico más estricto a través de un catéter de arteria
pulmonar. Las soluciones cristaloides son generalmente adecuadas, pero en ocasiones es necesario
el reemplazo con expansores coloidales o incluso con sangre.

El régimen alternativo se basa en la administración de una infusión constante de un


agente presor, la noradrenalina. Se debe tener presente que esta técnica puede mantener el fenómeno
de “alto umbral” ya descripto y ser requerida por varios días. Recientemente se han descrito casos
de refractariedad al tratamiento con vasoconstrictores del tipo de la adrenalina y noradrenalina que
han presentado una adecuada respuesta a la administración de vasopresina, con una dosis de carga
de 10 a 20 U y una dosis de mantenimiento de 0,1 U/min.

Si se sospecha la posibilidad de hipoadrenalismo luego de la adrenalectomía, se deberán


administrar 100 mg de hidrocortisona durante la operación y cada seis horas en el postoperatorio,
ajustando las dosis en los días subsiguientes.

Control posoperatorio

La presión arterial habitualmente se encuentra en valores normales en el momento en que


el paciente es dado de alta del hospital; sin embargo, algunos permanecen hipertensos hasta por
cuatro a ocho semanas luego de la operación. La hipertensión persistente puede ocurrir y puede
estar relacionada con la ligadura accidental de una arteria polar del riñón, la modificación de los
barorreceptores, la presencia de cambios hemodinámicos, la presencia de cambios estructurales en
los vasos sanguíneos, la presencia de cambios funcionales o estructurales en el riñón, o la existencia
de una hipertensión esencial coincidente. Aproximadamente a las dos semanas del posoperatorio, se
debe realizar un examen de orina de 24 horas para la medición de catecolaminas y metanefrinas. Si
el nivel es normal, la resección tumoral ha sido completa. El aumento de los niveles de
catecolaminas en el posoperatorio indica la presencia de tumor residual, una lesión primaria
asociada, o metástasis ocultas. La medición de metanefrinas plasmáticas se debe realizar
anualmente al menos por cinco años para descartar la recurrencia del tumor en el lecho adrenal, la
presencia de enfermedad metastásica, o la aparición tardía de un síndrome endocrino múltiple.

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