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Que hacer con el sufrimiento de la perdida.

En un momento de dolor como este, tenemos tantos pensamientos rondando por nuestra
mente que se convierten en verdugos silenciosos que nos martillan a lo interno y nos
roban la paz. Hay tantas preguntas sin respuesta, los signos de interrogación rondan
nuestros pensamientos y nos atormentan día y noche.

Pero hay una pregunta que nos salta y nos asalta, que se mete en lo profundo de nuestras
mentes y nos atormenta como un mal presentimiento, es la pregunta que todos nos
hacemos cuando no podemos explicar lo que sucede, cuando nada tiene sentido, la
pregunta que no tiene respuesta y la lanzamos al viento intentando escuchar algo que nos
explique.

Esa pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué? Es como un golpe en nuestra mente y no
entendemos y tratamos de buscar culpables de alguna manera.

 Comenzamos con nosotros mismos.


 Seguimos con los más cercanos.
 Culpamos a las circunstancias.
 Finalmente culpamos a Dios.

Pero por más culpables que busquemos la verdad es que aun así no encontramos
respuesta a nuestro interrogante, muchas personas al pasar por el momento de dolor o
angustia, se han preguntado lo mismo, la misma palabra de Dios nos muestra varios
ejemplos, les regalo dos de ellos.

Lo primero que quiero que entendamos es que todas las cosas comienzan en casa y
terminan en casa, se los explico.

Parecía tenerlo todo en la vida: riqueza, prestigio, salud y una familia feliz. Pero
entonces, las desgracias empezaron a sucederse una tras otra. Primero, de la noche a la
mañana perdió sus posesiones. Luego, una extraña tormenta acabó con la vida de todos
sus hijos. Y poco después, contrajo una enfermedad debilitante que le dejó el cuerpo
entero cubierto de llagas. Con esta descripción, es probable que usted ya sepa de quién se
trata. Hablamos de Job, el principal protagonista del libro bíblico que lleva su nombre.

Si alguien cree que a sufrido en la vida cuando conoce la historia de Job se da cuenta que
en realidad no ha pasado nada. Porque lo primero que tenemos que comprender es que
siempre nuestro dolor nos lleva a reflexionar sobre nuestras acciones y cuando estamos
buscando culpables y comenzamos con nosotros, pensamos en aquellas cosas que hemos
hecho que no agradan a Dios y nos culpamos y la verdad es que hay episodios en nuestra
vida que nos hacen pensar si lo que hoy pasamos no es resultado de las malas decisiones,
de las malas asociaciones o de errores cometidos en el pasado. Y esta es una reflexión
normal en un momento de dolor.
Pero quien era Job: Él había tenido una vida feliz, aparentemente a salvo de las
adversidades. Personas destacadas lo respetaban y buscaban sus consejos. Aunque era
rico, no daba excesiva importancia al dinero. Ayudaba a las viudas y los huérfanos
siempre que podía. Y en todo momento le fue fiel a su esposa. Dios dijo de él: “recto e
intachable que temía a Dios y vivía apartado del mal”. No se espera que un hombre así
le venga la desgracia como la que se le vino encima.

 Job no perdió un hijo, perdió diez y de un solo.


 Job no perdió algunas posesiones, las perdió todas.
 Job no perdió algunos amigos se quedó sin ninguno.

Y como si esto fuera poco en medio de su dolor se le vino una enfermedad a su cuerpo
que lo volvió inmundo. Al menos cuando nosotros nos enfermamos tenemos amigos y
familiares que nos cuidan, que nos ayudan, que están pendientes de nosotros, que nos
chinean un poco, pero Job no tenía a nadie, la historia cuenta que en medio de su dolor se
revolcaba en las cenizas y se rascaba con tejas posiblemente hasta llagar su cuerpo.

Lo único que le quedaba era su mujer que lejos de ayudarlo cuando vio la condición de
este hombre de Dios lo único que pudo decir fue: “¿Todavía mantienes firme tu
integridad? Maldice a Dios y muérete”. Sin embargo, Job contestó como quien entiende
las cosas de otra forma que muchos de nosotros no lo hacemos y respondió:

“Mujer, hablas como necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno ¿no sabremos recibir
también lo malo?”
Job 2: 10

La vida de Job debe enseñarnos alguna respuesta a la pregunta que al principio comenté
¿Por qué? Job al igual que nosotros no tenía una respuesta, pero en medio de su dolor
pudo decir:

“Yo se que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y cuando mi piel
haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. Yo mismo espero verlo;
espero ser yo quien lo vea, y no otro. ¡Este anhelo consume mis entrañas!”
Job 19: 25- 27

Hoy día, la mayoría de los cristianos no tienen que soportar tantas dificultades como Job,
pero todos sufren de una forma u otra. Muchos hacen frente a la persecución o los
problemas familiares. A otros los abruman las dificultades económicas o la mala salud.
Y algunos incluso han muerto por su fe. Claro, no es que Satanás sea siempre el
responsable directo de nuestras desgracias. A veces son consecuencia de nuestros propios
errores o de algún trastorno físico heredado. Además, los desastres naturales nos
amenazan a todos. ¿Y quién de nosotros puede evitar los estragos de la vejez? La Biblia
explica con claridad que, en nuestros tiempos, el Señor no necesariamente libra
milagrosamente a sus siervos de estas aflicciones
Pero en medio del dolor está la esperanza, al enfrentarnos a la perdida, debemos estar
seguros que Dios está vivo y que un propósito tiene en todas las cosas aun cuando no
podamos entenderlo.
Al principio les dije que todo empieza en casa y termina en casa.

Dios nos permite nacer en este mundo; y para los que le abrimos el corazón a Jesucristo,
la muerte no es el final de las cosas, al contrario es el principio de todo, esta vida es
una preparación para lo que viene, para la vida de verdad y aquellos seres amados que se
nos adelantan en el camino como nuestro hermano Heber, simplemente se adelantaron y
ahora están disfrutando de la presencia del Señor, pienso que no estarán preocupados por
nosotros, no tendrán temor de lo que nos suceda pero si de algo estoy convencido es que
un día cuando nos toque cruzar el umbral de la eternidad nos estarán esperando para
mostrarnos las bellezas de la gloria. Porque un día todos aquellos que hemos creído en
Jesucristo volveremos a nuestra casa. El proverbista escribió:

“Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que
es quien lo dio.”
Eclesiastés 12:7

La pregunta ya no es ¿por qué? Sino ¿para qué?

Y para contestar esta pregunta quiero que veamos otro personaje de la escritura. El
segundo caso es sobre Jesús. En la oración sumo sacerdotal del Maestro en Juan 17. Nos
enseña dos cosas:

 El sentido de la vida.
 El sentido de la muerte.

“Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti, ya que
le has conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos
los que le has dado. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, y he
llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame en tu
presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera.”
Juan 17: 1- 5

Jesús está hablando de dos cosas: En primer lugar, reconoce que el sentido de la vida es
hacer la voluntad del Padre, y una vez que acabó la obra que el Padre le encomendó, una
vez que cumplió con la tarea debe regresar a su verdadero hogar, al cielo, a la gloria que
tuvo antes de que el mundo fuese. Por lo tanto, según Jesús el sentido de la vida es hacer
la tarea que nos corresponde. Podríamos preguntarnos:

¿Pero cuando muere un ser querido ¿cómo sabemos si cumplió su propósito y su


carrera? Ya no deberíamos preocuparnos por los que se adelantaron en el camino,
ahora debemos preocuparnos por los que quedamos aquí.
Debemos recordar que Dios envía ángeles y nos los presta por un poco de tiempo para
enseñarnos, atesoremos la enseñanza que estos ángeles nos han dejado, acaso cuando un
ser amado ha estado enfermo.

 ¿no unió más esa enfermedad a la familia?,


 ¿no demostró de lo que somos capaces de hacer por una persona que amamos?
 ¿no nos ha enseñó el valor del esfuerzo, de la tenacidad, de la fe?

Hay tantas enseñanzas que podemos aprender de estas personas que viajaron con nosotros
y que hoy más que llanto y dolor deberíamos sentir agradecimiento con Dios por el
tiempo que nos lo prestó y como decía el mismo Jesús: “Y esta es la vida eterna, que te
conozcan a ti y a Jesucristo a quien has enviado”.

Hoy más que nunca el llamado es conocerlo a Él, para que a través suyo tengamos la
esperanza de vida eterna y saber que mañana, cuando hayamos acabado nuestra obra aquí
en la tierra podamos volverle a ver y gozar juntos y disfrutar el resto de la eternidad.

Para Jesús la vida era hacer la voluntad del Padre, cumplir el propósito en la tierra, una
vez concluido esto, la muerte es el regreso a casa, ya no hay temor, ya no hay miedo
ahora solo hay esperanza.

Heber ya no está con nosotros, su espíritu ha vuelto a Dios, su cuerpo se desvanecerá, su


alma se esfumó, pero a cada uno de nosotros nos queda el recuerdo de todo lo que
vivimos con el. Y ahora debemos pensar en la esperanza de volverlo a ver en la eternidad,
en la casa de papá.

Quiero terminar con una pregunta. ¿Estas preparado para encontrarte con Dios? Un día
la puerta se cerrará y ya no habrá más oportunidad. Hace muchos años siendo pastor de
esta iglesia le hablé a un joven que tenia una carnicería aquí en el barrio, le hablé de Jesús
y el me dijo:

“Pastor soy demasiado joven, tengo mucha vida por delante, la religión no es para mi
ahora. Algún día cuando ya está mas viejo buscaré a Dios por ahora tengo mucho que
vivir.”

No mucho tiempo después entrando en moto a Barranca chocó de frente contra un tráiler
y murió. No era tan cierto que tenía toda la vida. Ese es el error que muchos cometen,
creen que algún día podrán volver al camino, que un día se van arrepentir y buscarán a
Dios. El problema es que no sabemos cuanto tiempo nos queda en esta vida y no sabemos
si tendremos el tiempo para pedir perdón al Señor.

Que el regreso de Heber a la casa de papá nos sirva de motivación para reencontrarnos
con el Señor. Creo que la gran mayoría de nosotros sabemos de Dios y en algún
momento estuvimos involucrados en su obra, pero nos hemos ido quedando en el camino,
si ese es tu caso ahí donde estás te invito a inclinar tu rostro, cerrar tus ojos y pedir
perdón al Señor, que si hoy te tocara regresar a la casa estés preparado para hacerlo.
Concluyo con esto: “Solo puede tener un verdadero sentido de la muerte, el que tiene
un verdadero sentido de la vida”.

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