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Como niño grumete, que trabajaba en un barco, Juan Pablo, tenía todo tipo

de actividades extrañas abordo. Algunas veces él escobillaba la cubierta o

ayudaba al cocinero. Limpiaba la cabina del capitán y hacía mandados,

pero tenía otras obligaciones que le gustaban más. Ayudaba a limpiar los

cañones que el barco mercante llevaba como protección, además varias

veces se paraba detrás del timón para pilotear el barco.

El capitán Benson escribió en el diario del barco o recuento diario, que el

viaje era calmado y de buena navegación; nada fuera de lo usual sucedió,

sin embargo, cada día era una verdadera aventura para el joven grumete.

Al final del viaje era una gran emoción avistar tierra. Cuando el barco

atracaba cerca de Fredericksburg, Estados Unidos, Juan Pablo estaba

esperando para bajar a tierra.

El hermano de Juan Pablo tenía una sastrería en Fredericksburg y estaba

muy contento en su nuevo hogar. El estaba deseoso de hablar acerca del

maravilloso país, pero Juan Pablo ya quería a Norteamérica. Durante los

años siguientes Juan Pablo visitó Norteamérica muy seguido. El se

acostumbró al confort y belleza de ese país. Mientras tanto había

aprendido a ser un experto marinero. A pesar de que no era alto, era fuerte
y ágil. Con sus largos brazos podía izar y recoger una vela como los

mejores hombres.

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