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Primer Congreso de la IC
Segundo Congreso
Un año y medio más tarde se realizó el Segundo Congreso. La ofensiva revolucionaria había
sido detenida en Alemania–asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht- y la república
húngara de los soviets había sido aplastada. En otros países la burguesía demostraba mayor
capacidad de resistencia que la prevista por Lenin. Sin embargo, la situación todavía era muy
inestable. Además, el Ejército Rojo estaba a las puertas de Varsovia, y Lenin y la mayoría de
la dirección de la IC (pero no Trotsky) abrigaban la esperanza de que la intervención
soviética desatara la revolución en Polonia.
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Rolando Astarita Sobre consignas en los primeros congresos de la IC
Tercer Congreso
La IC reorienta su táctica para adecuarla a las nuevas condiciones. El Tercer Congreso por lo
tanto determina que la tarea es “ganar la influencia en la mayoría de la clase obrera e
involucrar a los obreros más activos en la lucha” (resolución “Las tareas más importantes del
día”). Admite que la mayoría de la clase obrera estaba fuera de la influencia de los
comunistas, de manera que la tarea revolucionaria pasaba por participar en las luchas
cotidianas de las masas, además de realizar propaganda y agitación. Si bien en los dos años
anteriores se había logrado separar sectores de los obreros de la influencia reformista y
burguesa, la ofensiva revolucionaria había sido frenada por la burguesía.
Se explicitan, por lo tanto, las condiciones sociales y políticas para el triunfo de esas
demandas. Por eso también el Congreso afirma que la consigna, avanzada por los partidos
centristas, de la socialización o nacionalización de las ramas más importantes de la industria
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Rolando Astarita Sobre consignas en los primeros congresos de la IC
“es un engaño, ya que no está vinculada a una demanda de victoria sobre la burguesía”.
Señala que “algunos centristas piensan que su programa de nacionalizaciones… está en línea
con la idea de Lassalle de concentrar todas las energías del proletariado en una única
demanda, usándola como palanca de la acción revolucionaria que entonces se desarrolla en
lucha por el poder”. En oposición a ese tipo de agitación, la IC afirmaba que “la acción
revolucionaria debe organizarse en torno a todas las demandas levantadas por las masas, y
estas acciones separadas gradualmente se fundirán en un movimiento poderoso por la
revolución social”. Se llama a los partidos Comunistas a ponerse al frente de la lucha de los
desempleados. Además, debían crear organizaciones militares proletarias y grupos obreros de
autodefensa para oponerse a los fascistas o bandas de rompehuelgas.
Señalo que Trotsky no presentó nada alternativo a estas decisiones de táctica política; en
particular, no cuestionó la crítica de la IC a la táctica lassalleana de concentrar las energías en
una única demanda (en 1938 recomendará esa política).
Cuarto Congreso
Se caracteriza (“Tesis del Frente Único”) que la crisis económica del capitalismo sigue
profundizándose, y que existe una fuerte ofensiva contra la clase obrera. Frente a esto, los
obreros –incluidos los obreros socialdemócratas- empujan a la unidad. De manera que los
partidos Comunistas debían luchar por la unidad de las masas en “la actividad práctica”. La
condición para esa unidad era la libertad de crítica a la socialdemocracia y el reformismo.
Luego la Resolución pasa revista a la situación en los diferentes países –Alemania, Francia,
Gran Bretaña, Italia, Checoslovaquia, EEUU- y para todos enfatiza en la unidad obrera para
luchar por reivindicaciones elementales. La táctica del frente único pone en discusión si es
correcto plantear que el frente único obrero se transforme en gobierno obrero; una discusión
que no examinamos aquí.
A su vez, en las “Tesis sobre la actividad comunista en los sindicatos”, el Cuarto Congreso
reconoce que, producto de la ofensiva capitalista y de la política de los socialdemócratas, el
movimiento sindical ha perdido considerable fuerza en todos los países. La tarea es luchar
por mantener la unidad sindical; y oponerse a los intentos de la burocracia de expulsar de los
sindicatos a los comunistas. En las “Tesis sobre táctica del Comintern”, se sostiene que “la
táctica del frente unido permite a la vanguardia comunista liderar las luchas inmediatas de
las masas obreras por sus intereses más vitales”. También: “Toda lucha por lo demanda
inmediata más limitada es una Fuente de educación revolucionaria, ya que es la experiencia
de la lucha la que convencerá a la clase obrera de la inevitabilidad de la revolución y el
significado del comunismo” (énfasis agregados).
El frente unido debe servir también para avanzar en la organización de las masas obreras:
consejos de fábrica, comisiones de control de los obreros, comités de acción. El movimiento
de los consejos de fábrica ocupa un lugar mucho más secundario en comparación con las
resoluciones del Segundo Congreso. Se afirma que los consejos de fábrica son el pilar del
movimiento de masas proletario y que “la lucha contra la ofensiva capitalista y por el control
de la producción no tiene perspectiva a menos que los comunistas tengan una firme
implantación en todas las fábricas y la clase obrera haya creado sus propias organizaciones de
lucha en todas en ellas (consejos de fábrica, consejos obreros)”.
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Rolando Astarita Sobre consignas en los primeros congresos de la IC
En ese Cuarto Congreso Radek –representante del ala de izquierda- planteó que en la era de
la revolución social a escala mundial era necesario lanzar las reivindicaciones de transición,
“que deben conducir a la clase obrera a la lucha, la cual solo tendrá por objetivo la dictadura
cuando se haya profundizado y generalizado”. Precisaba: “Nos distinguimos de todos los
demás partidos obreros no solo por la consigna de la dictadura y el régimen de los soviets,
sino también por las reivindicaciones de transición. Mientras que las de todos los partidos
socialdemócratas no solo deben ser realizadas en el terreno del capitalismo, sino también para
reformarlo, las nuestras sirven para luchar por la conquista del poder para la clase obrera, por
la destrucción del capitalismo” (citado por Pierre Broué en La Révolution en Allemagne). O
sea, Radek incorpora la agitación por el programa de transición, vinculándolo a la dictadura
del proletariado y el régimen de los soviets. Se trataba del programa que aplicaría un
gobierno revolucionario. Por eso, su planteo poco tenía que ver con la táctica de agitación
transicional que Trotsky habría de proponer en 1938.
Por otra parte, en los escritos de 1922 referidos al frente único, Trotsky puso el acento en la
necesidad de movilizar por demandas mínimas (véase, entre otros, “La cuestión del frente
unido”, febrero de 1922; sus informes sobre la cuestión francesa; su informe sobre el Cuarto
Congreso de la IC de diciembre de ese año). No hay mención a programa de transición
alguno. En su texto de febrero: “La lucha por los intereses inmediatos de las masas
trabajadoras es siempre, en nuestra época de la gran crisis imperialista, el comienzo de una
lucha revolucionaria”. También: “… los trabajadores que no están en nuestro partido y que
no lo entienden, quieren tener la posibilidad de luchar por el pan diario, por el pedazo de
carne diario”. “Nosotros, comunistas, proponemos una acción inmediata por el pan y la carne,
te lo proponemos a ti y a tus dirigentes, a toda organización que representa una parte del
proletariado”.
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Rolando Astarita Sobre consignas en los primeros congresos de la IC
En otro Informe, del 28 diciembre 1922, Trotsky insiste en que las consignas centrales en los
países europeos son la lucha por las ocho horas y la escala de salarios. En ninguna parte
recomienda ese tipo de “consignas solución” (del tipo “acabar la desocupación repartiendo
las horas de trabajo”) que luego serían tan comunes en los partidos trotskistas.
Para concluir, destaco que en la tradición socialista jugaron un rol de primer orden la
propaganda y la agitación –entendida esta como el arte de explicar a las masas dos o tres
ideas. Y por lo tanto, la lucha en el plano teórico. Los primeros cuatro congresos de la IC
evidencian ese criterio. En aquellos años a nadie se le ocurría que la militancia socialista
pudiera reducirse a una monótona repetición de una o dos consignas-soluciones
“transicionales”. Menos todavía abstraídas de las condiciones políticas y sociales que hicieran
posible su aplicación exitosa. Esta forma de presentar las cosas es reformismo
pequeñoburgués, y del peor tipo. Una política que, además, promueve partidos carentes de
base doctrinaria. De ahí que la obsesión natural en esas organizaciones sea la pesca de votos
y el crecimiento cuantitativo. Lo que a su vez profundiza el menosprecio de la teoría, la
despolitización y la incapacidad de responder con ciencia a los argumentos de los
economistas y demás defensores del capitalismo (¿o creen que basta con repetir la receta de
ocasión?). En este marco, tampoco es casual que en defensa de esas prácticas procuren
desechar las tradiciones más genuinas del socialismo revolucionario.